Violencia social aumentada en Venezuela: sociogénesis del mal Autor: Francisco Rodríguez. Introducción: El tema de la violencia hoy es una cuestión que genera inquietud por el carácter trágico de su presentación, así como por sus consecuencias; no sólo a nivel de la sociedad en su conjunto, sino también en el contexto de la vida cotidiana. La nuestra se ha convertido en una “Civilización de la violencia” y en nuestra región y específicamente en Venezuela, en un problema endémico-estructural”. Tanto los homicidios en tanto forma de violencia extrema como la violencia social en general están asociados en cualquier circunstancia a una etiología de causalidad múltiple que impiden pensar en un solo tipo de causas y que remiten en todo caso al concepto de factores asociados a la producción del fenómeno que al concepto de causa en el sentido de la unilateralidad de un factor, En este sentido podemos hablar en Venezuela de factores asociados que son comunes a la presencia del fenómeno en otras sociedades, como a otros factores que no son comunes y por lo tanto propios de la sociedad venezolana en cuanto tal. De acuerdo a UNODC, el número total de muertes anuales estimadas como homicidios por la UNODC en 2010 fue de 468.000. Más de un tercio (36%)de ellos se estima que ocurrieron en Africa, 31% en las Américas, 27 % en Asia, 5% in Europa y 1% en Oceanía. Cuando relacionamos estas cifras con el tamaño de la población de cada región particular una imagen ligeramente diferente emerge mostrando que la tasa de homicidios en Africa y las Américas ( en los 17 y 16 por 100.000 habs. respectivamente) es más del doble del promedio mundial (6,9 per 100.000 habs. ) mientras que en Asia, Europa y Oceanía es 1 aproximadamente la mitad. En este informe se establece que el 40 % de los países tienen tasas de homicidio menores de 3 por 100.000 habs., en cambio, en el 17% de los países es superior al 20 por 100.000 y hasta el 80 per 100.000 en los demás. Igualmente se establece que desde 1995 la tasa de homicidios ha disminuido en muchos países, principalmente en Asia, Europa y Norte América, en la medida en que puede ser un acontecimiento relativamente raro. Sin embargo se ha incrementado en los demás, particularmente en Centro América y el Caribe en donde hoy puede ser visto como acercándose a un punto crítico. Las diferencias no solo existen en la forma como los homicidios se distribuyen en todo el mundo sino también entre sus tipologías que muestran variaciones en los grados de prevalencia en diferentes regiones. Entre los diferentes contextos en los cuales el homicidio puede ocurrir, incluyendo homicidios relacionados con el robo, las pandillas, las peleas, los motivos sexuales y las disputas familiares, ese estudio se centra en dos formas en profundidad: el crimen organizado de las pandillas relacionadas con homicidio y la pareja íntima en familias relacionadas con homicidio. No solo el análisis de sus niveles sino también el análisis de sus tendencias e impacto así como quien es el que está en mayor riesgo de ellos, tanto demográfica como geográficamente. La entronización en Venezuela, en las últimas décadas, de un modo de vida fundamentado en una racionalidad sistémica que constituye una situación de “ecología de la violencia” y que en sí misma es violencia estructural, genera procesos de “anomia salvaje” que se traducen en indicadores de violencia social. 2 A1.-Origen reciente del problema: A pesar del carácter profundamente violento de la historia venezolana con un gran expediente de guerras, asonadas, caudillismos, revoluciones y golpes de estado, el país socialmente no desarrolló nunca patrones de comportamiento violentos acordes con los procesos históricos-militares. Aunque nuestra sociedad históricamente estuvo fuertemente sometida a procesos intensos de dominación, opresión, explotación y represión; así como de violencia estructural derivada de las estructuras sociales (exclusión, desigualdades sociales, discriminación social); no obstante las grandes masas de oprimidos se mantuvieron mayormente en situación de pasividad y conformismo; derivado quizás del carácter alienado propio de grupos históricamente oprimidos y dominados ideológicamente; pero sobre todo sometidos a estrategias ideológicas de desvalorización y autodesvalorización étnica. No obstante que ya a finales de la década de los años 1970 comenzaban a observarse síntomas inquietantes de violencia social, no es sino después de los años ochenta y fundamentalmente después del denominado “Viernes negro” y el estallido social del año 89, conocido comúnmente como el “Caracazo”, cuando observamos tendencias al aumento significativo del fenómeno de la violencia interpersonal. De acuerdo a Briceño-León, la violencia social “no representaba un importante problema para la salud pública en Venezuela hasta el fin del siglo veinte”…..Durante varias décadas las tasas de homicidios oscilaron entre seis y diez muertes por 100 mil habitantes”… “la situación en el comienzo de la nueva centuria es muy diferente: con una 3 tasa de homicidios de más de 50 muertes por 100 mil habitantes, Venezuela está entre los más violentos países de la región”(12). Sin embargo tenemos que ubicar estas tendencias de aumento progresivo de las tasas de violencia interpersonal en Venezuela y América Latina en general, en el contexto que hemos señalado de ocurrencia de un conjunto de fenómenos igualmente catastróficos: la implantación en forma compulsiva de un modelo de capitalismo de mercado neoliberal, disolución del modelo sociopolítico bipartidista con la consiguiente ruptura del “consenso social” y finalmente la instalación de un proceso igualmente devastador como ha sido el proceso de globalización. Por otra parte creemos que este fenómeno (la violencia delictiva) aunque no apareció repentinamente, ha venido rebasando las capacidades de respuesta de los cuerpos de seguridad del estado y generando en la población en general estados de temor e indefensión, agravado ahora con la aparición de un tipo de delincuencia de alto nivel de organización y agresividad que se concreta en el fenómeno de los secuestros con muerte de la víctima secuestrada. Significa esto la emergencia de un fenómeno de organización en forma corporativa de la delincuencia que copia el modelo de violencia tipo Colombia adoptando la modalidad del “sicariato”, secuestro, secuestro express, etc. Este método delictivo, por decirlo de alguna manera, no existía en Venezuela. Esto no formaba parte del mundo del delito en nuestro país, hasta hace poco. 4 No es lo mismo el ataque de un azote de barrio o de una banda delictiva de un barrio que una organización delictiva que adopta la forma de “empresas del delito” con ramificaciones en las estructuras de poder, que más se parecen a una corporación que a una banda. Podemos decir, de acuerdo a todo lo que hemos desarrollado que la violencia social hoy en Venezuela y en buena parte del mundo occidental, constituye el aspecto que tiene la mayor resonancia como problema de salud pública no solo por las consecuencias en términos físicos y morales, sino también porque sus víctimas se registran en todos los estratos sociales de la población. A-2.--. ¿A cuál clase de violencia nos estamos refiriendo? Todas estas situaciones no significan que Venezuela no conociera antes de esta etapa de su vida histórica, la horrible presencia de la violencia. Ella existe desde el mismo momento de la conquista y colonización, puesto que nacimos como parte de la civilización occidental a partir de un gran acto de asalto, pillaje y violación y luego a través de toda la vida republicana hasta el siglo XX, pero ésta era más que todo violencia política. La violencia a la que nos estamos refiriendo es a la del tipo social-pura, la cual es típica de este momento histórico, más que a la violencia política. 5 Este tipo de violencia, aunque pueda contener y de hecho las contiene, violencia racial, política y étnica, es ante todo y primordialmente violencia social. Esta, mezcla dentro de si muchos elementos de la vida social y de las experiencias colectivoindividuales de un pueblo y la devuelve en forma de una violencia que en principio no tiene una intencionalidad política o de clase, aunque de hecho por lo menos en Venezuela la violencia social envuelve mucha carga simbólica de resentimiento social. Cualquiera persona de cualquier estrato social grupo étnico o tendencia política puede ser víctima de este tipo de violencia puesto que no está dirigida específicamente a un tipo de personas, es por lo tanto impersonal, anónima e indiscriminada. Por primera vez en nuestro país nos enfrentamos a un enemigo anónimo, ubicuo, con fuerte capacidad para hacer daño, cada vez más frío y perversamente criminal y con mucho resentimiento social. A eso se añade la impunidad y la ineficacia del estado para combatir este mal. A-3.-.- Carácter estructural del fenómeno de la violencia social: la epidemia del siglo. La implantación de una racionalidad de mercado que fundamenta un estilo de vida basado en el consumo de objetos-valores-signo como modo de vida predominante, significó un impacto catastrófico en la “relativa tranquilidad” social y política que vivía la sociedad venezolana hasta los años ochenta. 6 Significa esto que nada importa más que estos valores-objetos-metas, operándose de este modo un desplazamiento del viejo Standard de valores, que se vuelve obsoleto por su incapacidad para responder a las expectativas de la gente común. La atmósfera espiritual que genera la instalación del denominado “Capitalismo de consumo”, configura una manera de ver el mundo que no coloca a la persona en el centro sino en lugares inferiores. La honestidad, el parentesco y la familia, la pertenencia a una comunidad y una familia, pasan a ser valores de carácter desechable. En este mismo sentido afirmamos que...” la entronización en Venezuela en las últimas décadas de un modo de vida fundamentado en una racionalidad sistémica cuya lógica de funcionamiento es el mercado neoliberal, genera representaciones, relaciones, subjetividades y estilos de vida que podríamos enmarcar en el contexto de lo que denominamos como “Orden Caníbal”.. (13) Jamás la sociedad venezolana se había enfrentado con un problema de las magnitudes que este asume actualmente. En este sentido podemos hablar, no sólo para Venezuela sino también para el mundo en general, de una epidemia. Y este es el verdadero concepto de epidemia porque envuelve un carácter de difusión generalizada, de magnitud y trascendencia que lo proyectan en este sentido. 7 A-4.-La cultura de la muerte como estilo de vida: la banalización del mal. Hoy, en la vida cotidiana, la muerte se ha banalizado, vale decir, se ha convertido en un hecho más o menos sin trascendencia, un hecho trivial; cosa que había sucedido antes con el Estado del nacionalsocialismo pero no con el hombre común. Asistimos a una época de “banalización del mal”. Esto significa que el valor de la vida se ha devaluado considerablemente, al mismo ritmo en que se han devaluado las monedas en la economía contemporánea. Y en este proceso de la implantación de un sistema social tan materialista como el capitalismo de consumo (antes fue el capitalismo productivo), a medida que se revaloriza el mundo de los objetos, se desvaloriza en la misma proporción el mundo de la persona. Todos hemos oído noticias tan escandalosas como la muerte de cualquier joven para robarle los zapatos en cualquiera de nuestros países latinoamericanos. En Venezuela, por ejemplo, se ha venido entronizando también, como en el resto del mundo, una “Cultura de la muerte”. A pesar de que la persona humana y la vida estaban desvalorizadas para los grupos dominantes, en la vida cotidiana de los sectores populares que siempre eran la mayoría, prevalecía un carácter sagrado. Para la gente común de las masas populares la vida de las personas era ampliamente valorada. 8 La implantación del sistema capitalista en su fase de mercado global, generador de procesos de racionalización y secularización (conversión de lo sacro en profano) de las estructuras socioculturales y la subjetividad, ha significado la centrados en la persona y la familia y quiebra de valores la entronización de un standard de valores puramente instrumentales centrados en el yó del individuo y no en el carácter relacional de la persona. En este contexto se simbolizaciones, ya para la gente en la vida cotidiana nada es sagrado y todo puede ser violado, sobre todo la vida y la dignidad humana. Valores egocéntricos: posesión de bienes materiales, dinero, status social, individualismo posesivo, consumo, confort, goce inmediatista, etc., por oposición a valores interpersonales como: solidaridad, amor al prójimo, respeto por el otro (y por sí mismo), tolerancia, compasión, etc., que son valores que conducen a promover situaciones de convivencia, y no de enfrentamiento y de orden caníbal como es lo que estamos observando hoy en día. Es una situación en donde lo que predomina es el culto al objeto y no a la persona humana, el goce sin compromiso por encima de la responsabilidad y el individualismo egoísta del “sálvese el que pueda” por encima del colectivismo responsable y solidario. Estamos hablando de una sociedad objetocéntrica. 9 Por otro lado tenemos el terrible expediente de la instalación en nuestras sociedades ya con carta de ciudadanía de una “cultura de la violencia”. Por todas partes respiramos el aire maloliente de un clima de violencia permanente: la familia, la comunidad, la TV, las crónicas rojas de los diarios y ahora el mundo político, son vivos ejemplos de esa ecología en la cual estamos todos metidos; la “ecología de la violencia”. El caso más típico es el de una sociedad que condena a más de la mitad de la población a una situación de exclusión social. Esto también es violencia, violencia estructural. Finalmente para completar este cuadro muy apretado de condiciones que favorecen la aparición de la violencia, tenemos que debido al endurecimiento de la vida social en nuestros tiempos contemporáneos, hemos terminado convenciéndonos de que si no es por la violencia no podemos lograr nuestros objetivos, lo cual puede ser denominado como “alienación normativa” Esto es una verdadera tragedia para una sociedad que desprecia mecanismos como: las leyes y normas sociales, las instituciones, la conciliación, la mediación y la comunicación, para resolver los conflictos. Hoy en Venezuela la violencia tiene un estatuto social, más que político, a pesar de que este fue desde siempre su carácter fundamental. Pobreza, exclusión social, disolución de los tejidos sociales que constituían la comunidad sin la compensación del surgimiento de estructuras del tipo sociedad medianamente integradas, desestructuración de las diversas 10 formas familiares (incluída la familia popular venezolana), sustitución del paradigma de la comunicación interpersonal tipo cara-a-cara por el formato de anónima e impersonal de la comunicación los medios masivos, constituyen las cadenas epidemiológicas básicas que nos pueden conducir a comprender los contextos dentro de las cuales se produce y reproduce el fenómeno. Sin embargo, es la utilización del concepto de Estilo de vida o Modo de vida, como categoría de análisis, la estrategia conceptual que nos podría aproximar de manera más cercana al fenómeno en estudio. El estilo de vida fundamentado en el mercado entendido en su contexto neo-liberal, ha significado, no sólo para Venezuela, pero sobre todo para Venezuela, una tormenta sociosubjetiva de consecuencias devastadoras para el “mar de aguas relativamente tranquilas de la sociedad tradicional. Sobre todo el efecto de desplazamiento que esta racionalidad en su lógica de racionalidad instrumental, ha ejercido sobre los modos de producir representaciones sociales, y por tanto sentido, en el venezolano tradicional. Sin embargo, la violencia social, está asumiendo ya la connotación de un problema endémico-estructural porque su presentación anuncia de hecho un enraizamiento en la racionalidad del funcionamiento de la sociedad venezolana, una enfermedad crónica más que aguda. 11 Su carácter generalizado y siempre presente, puede inducir a su percepción como un fenómeno natural y por lo tanto imposible de erradicar sin medidas extremas que signifiquen dosis mayores de violencia; vale decir, combatir la enfermedad con la misma lógica de ella. Esto envuelve amenazas reales y probable a valores que aunque no del todo reales en nuestras sociedades latinoamericanas, al menos constituían un patrón cultural de referencia para la vida civilizada contemporánea, como son los derechos humanos, la democracia, las estructuras legales, etc. A-5.-.-La violencia interpersonal como respuesta adaptativa a los cambios en el sistema social. Sabemos que la violencia es una respuesta a situaciones de orden sociocultural y de ninguna manera parte del equipaje biológico-genético de la especie humana; es por tanto una conducta aprendida en condiciones históricas determinadas. Los cambios acumulados durante miles de año por la humanidad de acuerdo a sus condiciones de vida, ha proporcionado una suerte de código de la experiencia vivida durante tanto tiempo que configura una suerte de memoria de la especie humana. Jung habló del inconsciente colectivo para referirse a este tipo de experiencia acumulada por la subjetividad colectiva de la humanidad. Aquí se alojan primordialmente los arquetipos, los cuales constituyen modelos conductuales que no son el producto de la mera experiencia individual, sino de la experiencia colectiva. 12 Por otro lado tenemos que los cambios ocurridos en el sistema sociocultural producto de la implantación de un sistema social y de los cambios ocurridos al interior de éste, conducen a la construcción de una subjetividad que es estructuralmente análoga a estas estructuras. En el caso concreto del surgimiento del sistema capitalista y los cambios ocurridos en las últimas décadas, no sólo en Venezuela sino en el mundo entero, han generado unas condiciones de vida estructurales que exigen y producen una subjetividad e intersubjetividad violentas. La naturaleza de la escala de valores predominantes en el sistema social actual, el carácter y la dinámica de la vida social cotidiana y el sistema de imaginarios vinculados a estas estructuras van generando progresivamente unas estructuras de conciencia, un mundo de vida y una subjetividad que exigen estilos y modos de vida violentos en las relaciones interpersonales. Los estados de anomia estructural y generalizados en el cuerpo de la sociedad generados por la racionalidad del sistema social capitalista de mercado global y el impacto en las antiguas estructuras tradicionales de solidaridad, modos de producción del vínculo y el control social, significan la presencia de esos mismos estados en la subjetividad del individuo. 13 La violencia se coloca pues en el lugar en donde antes estaban antes las estructuras de control social ideológico-normativo y los mecanismos reguladores de la conciencia y el comportamiento de la gente. El mercado como matriz estructural de la sociedad-cultura termina aboliendo todo tipo de mediaciones sociales cognitivo-simbólicas y normativas para quedarse solamente con un tipo de relación en la cual lo único que funciona es el individuo frente al objeto-valor-signo. En esta situación los arquetipos que se reactivan son los correspondientes a modelos de comportamiento violentos porque son los que el Inconsciente colectivo, valdría más bien decir societario, elije para producir la adaptación eficaz a las nuevas situaciones. La experiencia de lo vivido históricamente colectivo por nuestro pueblo registra altos niveles de situaciones y acciones violentas y es esto lo que en este momento, el Inconsciente societario recupera para configurar una subjetividad funcional a mundos de vida que se constituyen en relación a presupuestos lógicos de violencia social. En este sentido tenemos algunos elementos de cambio sociocultural ubicados dentro del proceso de modernización que forman parte de un fenómeno mucho más amplio, el cual pudiéramos denominar como “proceso civilizatorio del capitalismo global”: 14 1.- En primer lugar tenemos que hablar de un fenómeno que es mundial, pero que en Venezuela, por su condición de país petrolero-minero y de anomia ancestral, se presenta de manera dramática: nos referimos al proceso de la monstruosa desvalorización de la vida y la persona humana al mismo tiempo que una valorización idolátrica de los objetos, el dinero y las cosas materiales, producto del actual proceso de modernización. Es una relación inversamente proporcional porque mientras más se valorizan los objetos, más se desvaloriza la persona humana. En una cultura que hace énfasis en la posesión de objetos, consumo y goce sin compromiso, la vida humana puede ser un estorbo en el logro de estas metas. 2.- El proceso de urbanización violenta y caótica y la transición de una sociedad tipo comunidad a una sociedad de tipo urbana-masificada, en donde todos los días hay que batirse con el Otro y con lo Otro, en un “orden caníbal”, en donde el modo de adaptación es básicamente el esquema muy primitivo de la lucha/huida. 2.-La implantación de una “cultura de la violencia” que se expresa en el surgimiento de bandas que lucha por el control de territorios y en donde “matar” y “ser matado”, son las dos caras de la misma moneda de la “cultura de la muerte” que caracteriza a los miembros de bandas y azotes de barrio. No se trata aquí de una cultura que simplemente afecta a muchos jóvenes, sino que determina su manera de ser, de pensar y de sentir. 15 3.- En una sociedad donde el proceso de civilización neo-modernizante ha acabado con todas las mediaciones sociales que existían, la gente está sintiendo que la violencia es el único recurso para resolver sus conflictos. Nada de justicia institucional, palabras, negociaciones o acuerdos para reparar la falta. El sentimiento que se ha estado incubando en muchas personas es el de que el daño o la ofensa causada tiene que ser pagada con sangre, porque ninguno de estos mecanismos de mediación social y conciliación, sirven para nada. A-6.-Sociogénesis de la violencia social a partir de cambios en la subjetividad colectiva del venezolano. Por otra parte tenemos, que en el caso del venezolano concretamente se han producido algunas modificaciones en la dimensión de su subjetividad colectiva, que favorecen el surgimiento de una “pulsión de muerte” como tendencia dominante en el universo simbólico. Aunque estos cambios se registren en el talante y el comportamiento colectivo e individual, es en el Inconsciente colectivo (el alma popular) en donde finalmente se radican. 1.- En primer lugar, tenemos que en los últimos tiempos, el status de la “madre”, como devoción central del venezolano (matricentrismo), ha venido experimentando cambios en el sentido de un desplazamiento por otros poderes. 16 La hegemonía de la cultura del mercado que habíamos descrito antes presiona hacia la colocación del centro de la vida en los objetos y el consumo y no a los valores referidos a personas, aunque esta persona sea la madre. 2.- A pesar de la fuerza que aún tiene la cultura de la masculinidad y de la madre como modelo simbólico y centro afectivo, la revalorización de la mujer-esposa y de la vida conyugal, conspira contra los valores tradicionales que asignaban carácter sagrado a la figura materna y a los valores que se relacionan con ésta como: la familia, el parentesco, etc. 4.- El resentimiento social es un rasgo estructural del modo de ser del venezolano, hasta el punto que podemos hablar en Venezuela de la existencia de una “Matriz de resentimiento social” que tiene un carácter ancestral. Esta puede ser exacerbada dependiendo del momento histórico vivido por la sociedad y tendremos que aceptar que en los últimos tiempos ese fenómeno ha venido ocurriendo. Esto presiona para la instalación definitiva de una cultura y una subjetividad fuertemente fálicas (basada en la dominación por la agresividad destructiva) , sin las restricciones de la presencia de la madre como modelo simbólico. 5.- Todo esto se vincula con una tendencia ancestral a resolver los conflictos de manera violenta en el venezolano que se asocia con el carácter “cimarrón” de la ciudadanía propia de sociedades en donde la gente de origen popular ha sido sometido durante 17 mucho tiempo a situaciones de dominación y humillación tales que producen como reacción compensatoria, imaginarios de “rebeldía” y “orgullo” predisponentes a comportamientos destructivos y autodestructivos. Sin embargo tenemos que aceptar que algunos de estos factores de cambio sociocultural y subjetivo están ya contenidos en los procesos de modernización que se viven contemporáneamente como parte del proceso civilizatorio capitalista-urbanoglobal; sobre todo en regiones como América Latina. De acuerdo a estas consideraciones vamos a sistematizar las causas o factores que intervienen para presionar hacia el aumento en la incidencia y prevalencia de homicidios en el país, de la siguiente manera: En este sentido podríamos hablar de 3 tipos de factores: determinantes, condicionantes y detonantes o disparadores del comportamiento de violencia destructiva. Cuando hablamos de factores determinantes es para referirnos a aquellas condiciones socio-estructurales y socio-subjetivas que están a la base de la construcción social de una subjetividad orientada a la violencia destructiva. Las condiciones socio-estructurales, se ubican a dos niveles de acuerdo a su proximidad. 1.- el entorno social inmediato del sujeto y su particular manera de insertarse en éste. Así tenemos: familia, comunidad, escuela e instituciones en general. 18 De aquí derivan problemas que ya de por sí son patológicos, como: desintegración familiar, integración patológica de la familia, familia numerosa y desintegración de la comunidad. 2.- El entorno social propio del sistema social, permite pensar en factores como: estratificación social. En esta área tenemos problemas como la pobreza. Igualmente las condiciones sociosubjetivas, se pueden localizar a nivel del entorno social inmediato en factores que tienen que ver con situaciones de desintegración familiar o integración patológica de la familia: ausencia de las figuras parentales y abandono afectivo (sobre todo en el caso de la figura materna), exclusión social, maltrato infantil (físico y emocional) y violencia intrafamiliar, deserción escolar, etc. En un plano más individual, podemos hablar de la historia de vida del sujeto y sus relaciones con los otros significativos, fundamentalmente en la familia. En cuanto al entorno social más amplio encontramos condiciones socio-subjetivas que tienen que ver con: predominio de valores de mercado que privilegian la posesión material y el status socioeconómico como ideal de realización individual, el cual puede lograrse pasando por encima de los medios institucionalmente establecidos o medios normativos en el contexto de una “cultura de la violencia”. Por otra parte vemos que 19 históricamente existe una Matriz de resolución violenta de conflictos (MRVC) latente en el inconsciente colectivo del venezolano. Son factores determinantes porque están asociados también con una matriz de resentimiento social crónica en el venezolano y el síndrome de la alienación sociosubjetiva, a saber: bloqueo en la conformación de un Sí mismo y una identidad integralmente desarrollada, conformismo, externalidad, desesperanza aprendida, autodesvalorización (étnica y personal), sentimientos profundos de frustración y no realización como persona, y finalmente, adquisición de un “estilo de vida violento”. En cuanto a los factores detonantes podemos hablar de: alcohol, drogas y situaciones violentas que involucran a los sujetos homicidas y que aunque no son factores determinantes, actúan como efectos disparadores de un patrón de comportamiento destructivo generado por las cadenas epidemiológicas de las condiciones socio-estructurales y socio-subjetivas de vida. En este contexto, el consumo excesivo de alcohol y drogas y las circunstancias concretas fortuitas en la cual se ve envuelto el sujeto, juegan un papel de detonantes del comportamiento violento- destructivo, pero no pueden ser vistas como causas. El bajo nivel de edad es considerado un factor condicionante porque es un filtro por donde se cuelan otros factores, que son de carácter estructural. Aquí encontramos la asociación fuertemente estadística que se produce entre adolescencia-juventud y la 20 cultura de la violencia y de las drogas hasta el punto de que estas patologías aparecen como “cuestión de jóvenes”. Todo esto lleva a la configuración de la subjetividad de estas personas en torno a: resentimiento social, incapacidad de valorarse a sí mismo y al Otro, bajo umbral de control de la emociones (sobre todo en situaciones de consumo de alcohol y drogas), visión negativa del sí mismo, los otros y del mundo que los rodea; vale decir, predisposición a reaccionar con violencia ante las dificultades o frustraciones (Matriz de resolución violenta de conflictos: MRVC). Podemos hablar aquí de una “subjetividad y una cultura de la violencia” que ya esta pasando a formar parte del repertorio de “estilos de vida” propios de nuestra sociedad venezolana contemporánea, pero que también se registra a nivel mundial. Así vemos como la tasa de homicidios en hombres se ha venido incrementando en nuestro país a partir de la década pasada: 21 Referencias bibliográficas: Briceño-León, Roberto: Global View on Violence and Health en ABRASCO, Asociación Brasilera de Post-grado en Salud Colectiva, Vol. 11, número 2, Abril-Junio, 2006. Briceño-León, Roberto: Violencia urbana y salud pública en Latinoamérica: un marco sociológico explicativo en Cad. Saude Publica, Rio de Janeiro, NovDic. 2005. España, P., Ugalde, L. y otros (2004). Detrás de la pobreza. Edic.UCAB., Caracas. Hobbes, Thomas.Leviatán (1978). Universidad de Puerto Rico. Moreno, Alejandro (2007). Y salimos a matar gente. Tomo II. Edit. Universidad del Zulia. Maracaibo Organización Mundial de la Salud: Informe mundial sobre la violencia y la salud, Washington, D.C., 2002. Rodríguez, Francisco: Violencia social: ¿Estilo de vida o estrategias de sobrevivencia. Rev. Heterotopía, Año X, N’31, Caracas, SeptiembreDiciembre, 2005. 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