Violencia Social en Venezuela

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Violencia social aumentada en Venezuela: sociogénesis del mal
Autor: Francisco Rodríguez.
Introducción:
El tema de la violencia hoy es una cuestión que genera inquietud por el carácter
trágico de su presentación, así como por sus consecuencias; no sólo a nivel de la sociedad
en su conjunto, sino también en el contexto de la vida cotidiana. La nuestra se ha
convertido en una “Civilización de la violencia” y en nuestra región y específicamente en
Venezuela, en un problema endémico-estructural”.
Tanto los homicidios en tanto forma de violencia extrema como la violencia social en
general están asociados en cualquier circunstancia a una etiología de causalidad múltiple
que impiden pensar en un solo tipo de causas y que remiten en todo caso al concepto de
factores asociados a la producción del fenómeno que al concepto de causa en el sentido de
la unilateralidad de un factor,
En este sentido podemos hablar en Venezuela de factores asociados que son comunes a la
presencia del fenómeno en otras sociedades, como a otros factores que no son comunes y
por lo tanto propios de la sociedad venezolana en cuanto tal.
De acuerdo a UNODC, el número total de muertes anuales estimadas como homicidios por
la UNODC en 2010 fue de 468.000. Más de un tercio (36%)de ellos se estima que
ocurrieron en Africa, 31% en las Américas, 27 % en Asia, 5% in Europa y 1% en Oceanía.
Cuando relacionamos estas cifras con el tamaño de la población de cada región particular
una imagen ligeramente diferente emerge mostrando que la tasa de homicidios en Africa y
las Américas ( en los 17 y 16 por 100.000 habs. respectivamente) es más del doble del
promedio mundial (6,9 per 100.000 habs. ) mientras que en Asia, Europa y Oceanía es
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aproximadamente la mitad. En este informe se establece que el 40 % de los países tienen
tasas de homicidio menores de 3 por 100.000 habs., en cambio, en el 17% de los países es
superior al 20 por 100.000 y hasta el 80 per 100.000 en los demás. Igualmente se establece
que desde 1995 la tasa de homicidios ha disminuido en muchos países, principalmente en
Asia, Europa y Norte América, en la medida en que puede ser un acontecimiento
relativamente raro. Sin embargo se ha incrementado en los demás, particularmente en
Centro América y el Caribe en donde hoy puede ser visto como acercándose a un punto
crítico. Las diferencias no solo existen en la forma como los homicidios se distribuyen en
todo el mundo sino también entre sus tipologías que muestran variaciones en los grados de
prevalencia en diferentes regiones. Entre los diferentes contextos en los cuales el homicidio
puede ocurrir, incluyendo homicidios relacionados con el robo, las pandillas, las peleas, los
motivos sexuales y las disputas familiares, ese estudio se centra en dos formas en
profundidad: el crimen organizado de las pandillas relacionadas con homicidio y la pareja
íntima en familias relacionadas con homicidio. No solo el análisis de sus niveles sino
también el análisis de sus tendencias e impacto así como quien es el que está en mayor
riesgo de ellos, tanto demográfica como geográficamente.
La entronización en Venezuela, en las últimas décadas, de un modo de vida
fundamentado en una racionalidad sistémica que constituye una situación de “ecología de
la violencia” y que en sí misma es violencia estructural, genera procesos de “anomia
salvaje” que se traducen en indicadores de violencia social.
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A1.-Origen reciente del problema:
A pesar del carácter profundamente violento de la historia venezolana con un gran
expediente de guerras, asonadas, caudillismos, revoluciones y golpes de estado, el país
socialmente no desarrolló nunca patrones de comportamiento violentos acordes con los
procesos históricos-militares.
Aunque nuestra sociedad históricamente estuvo fuertemente sometida a procesos
intensos de dominación, opresión, explotación y represión; así como de violencia
estructural derivada de
las estructuras sociales (exclusión, desigualdades sociales,
discriminación social); no obstante las grandes masas de oprimidos se mantuvieron
mayormente en situación de pasividad y conformismo; derivado quizás del carácter
alienado propio de grupos históricamente oprimidos y dominados ideológicamente; pero
sobre todo sometidos a estrategias ideológicas de desvalorización y autodesvalorización
étnica.
No obstante que ya a
finales de la década de los años 1970 comenzaban a
observarse síntomas inquietantes de violencia social, no es sino después de los años
ochenta y fundamentalmente después del denominado “Viernes negro” y el estallido
social
del año 89, conocido comúnmente como el “Caracazo”, cuando observamos
tendencias al aumento significativo del fenómeno de la violencia interpersonal.
De acuerdo a Briceño-León, la violencia social “no representaba un importante
problema para la salud pública en Venezuela hasta el fin del siglo veinte”…..Durante
varias décadas las tasas de homicidios oscilaron entre seis y diez muertes por 100 mil
habitantes”… “la situación en el comienzo de la nueva centuria es muy diferente: con una
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tasa de homicidios de más de 50 muertes por 100 mil habitantes, Venezuela está entre los
más violentos países de la región”(12).
Sin embargo tenemos que ubicar estas tendencias de aumento progresivo de las
tasas de violencia interpersonal en Venezuela y América Latina en general, en
el
contexto que hemos señalado de ocurrencia de un conjunto de fenómenos igualmente
catastróficos: la implantación en forma compulsiva de un modelo de capitalismo de
mercado neoliberal, disolución del modelo sociopolítico bipartidista con la consiguiente
ruptura del “consenso social” y finalmente la instalación de un proceso igualmente
devastador como ha sido el proceso de globalización.
Por otra parte creemos que este fenómeno (la violencia delictiva) aunque no
apareció repentinamente, ha venido rebasando las capacidades de respuesta de los
cuerpos de seguridad del estado y generando en la población en general estados de temor
e indefensión, agravado ahora con la aparición de un tipo de delincuencia de alto nivel de
organización y agresividad que se concreta en el fenómeno de los secuestros con muerte
de la víctima secuestrada.
Significa esto la emergencia de un fenómeno de organización en forma corporativa
de la delincuencia que copia el modelo de violencia tipo Colombia adoptando la
modalidad del “sicariato”, secuestro, secuestro express, etc. Este método delictivo, por
decirlo de alguna manera, no existía en Venezuela. Esto no formaba parte del mundo del
delito en nuestro país, hasta hace poco.
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No es lo mismo el ataque de un azote de barrio o de una banda delictiva de un
barrio que una organización delictiva que adopta la forma de “empresas del delito” con
ramificaciones en las estructuras de poder, que más se parecen a una corporación que a
una banda.
Podemos decir, de acuerdo a todo lo que hemos desarrollado que la violencia social
hoy en Venezuela y en buena parte del mundo occidental, constituye el aspecto que tiene
la mayor resonancia como problema de salud pública no solo por las consecuencias en
términos físicos y morales, sino también porque sus víctimas se registran en todos los
estratos sociales de la población.
A-2.--. ¿A cuál clase de violencia nos estamos refiriendo?
Todas estas situaciones no significan que Venezuela no conociera antes de esta
etapa de su vida histórica, la horrible presencia de la violencia. Ella existe desde el mismo
momento de la conquista y colonización, puesto que nacimos como parte de la
civilización occidental a partir de un gran acto de asalto, pillaje y violación y luego a
través de toda la vida republicana hasta el siglo XX, pero ésta era más que todo violencia
política.
La violencia a la que nos estamos refiriendo es a la del tipo social-pura, la cual es
típica de este momento histórico, más que a la violencia política.
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Este tipo de violencia, aunque pueda contener y de hecho las contiene, violencia
racial, política y étnica, es ante todo y primordialmente violencia social. Esta, mezcla
dentro de si muchos elementos de la vida social y de las experiencias colectivoindividuales de un pueblo y la devuelve en forma de una violencia que en principio no
tiene una intencionalidad política o de clase, aunque de hecho por lo menos en Venezuela
la violencia social envuelve mucha carga simbólica de resentimiento social.
Cualquiera persona de cualquier estrato social grupo étnico o tendencia política
puede ser víctima de este tipo de violencia puesto que no está dirigida específicamente a
un tipo de personas, es por lo tanto impersonal, anónima e indiscriminada.
Por primera vez en nuestro país nos enfrentamos a un enemigo anónimo, ubicuo,
con fuerte capacidad para hacer daño, cada vez más frío y perversamente criminal y con
mucho resentimiento social. A eso se añade la impunidad y la ineficacia del estado para
combatir este mal.
A-3.-.- Carácter estructural del fenómeno de la violencia social: la epidemia del siglo.
La implantación de una racionalidad de mercado que fundamenta un estilo de vida
basado en el consumo de objetos-valores-signo como modo de vida predominante,
significó un impacto catastrófico en la “relativa tranquilidad” social y política que vivía la
sociedad venezolana hasta los años ochenta.
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Significa esto que nada importa más que estos valores-objetos-metas, operándose
de este modo un desplazamiento del viejo Standard de valores, que se vuelve obsoleto
por su incapacidad para responder a las expectativas de la gente común.
La atmósfera espiritual que genera la instalación del denominado “Capitalismo de
consumo”, configura una manera de ver el mundo que no coloca a la persona en el centro
sino en lugares inferiores. La honestidad, el parentesco y la familia, la pertenencia a una
comunidad y una familia, pasan a ser valores de carácter desechable.
En este mismo sentido afirmamos que...” la entronización en Venezuela en las
últimas décadas de un modo de vida fundamentado en una racionalidad sistémica cuya
lógica de funcionamiento es el mercado neoliberal, genera representaciones, relaciones,
subjetividades y estilos de vida que podríamos enmarcar en el contexto de lo que
denominamos como “Orden Caníbal”.. (13)
Jamás la sociedad venezolana se había enfrentado con un problema de las magnitudes
que este asume actualmente. En este sentido podemos hablar, no sólo para Venezuela
sino también para el mundo en general, de una epidemia. Y este es el verdadero concepto
de epidemia porque envuelve un carácter de difusión generalizada, de magnitud y
trascendencia que lo proyectan en este sentido.
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A-4.-La cultura de la muerte como estilo de vida: la banalización del mal.
Hoy, en la vida cotidiana, la muerte se ha banalizado, vale decir, se ha convertido en un
hecho más o menos sin trascendencia, un hecho trivial; cosa que había sucedido antes con
el Estado del nacionalsocialismo pero no con el hombre común.
Asistimos a una época de “banalización del mal”. Esto significa que el valor de la vida
se ha devaluado considerablemente, al mismo ritmo en que se han devaluado las monedas
en la economía contemporánea.
Y en este proceso de la implantación de un sistema social tan materialista como el
capitalismo de consumo (antes fue el capitalismo productivo), a medida que se revaloriza el
mundo de los objetos, se desvaloriza en la misma proporción el mundo de la persona.
Todos hemos oído noticias tan escandalosas como la muerte de cualquier joven para
robarle los zapatos en cualquiera de nuestros países latinoamericanos. En Venezuela, por
ejemplo, se ha venido entronizando también, como en el resto del mundo, una “Cultura de
la muerte”.
A pesar de que la persona humana y la vida estaban desvalorizadas para los grupos
dominantes, en la vida cotidiana de los sectores populares que siempre eran la mayoría,
prevalecía un carácter sagrado. Para la gente común de las masas populares la vida de las
personas era ampliamente valorada.
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La implantación del sistema capitalista en su fase de mercado global,
generador de
procesos de racionalización y secularización (conversión de lo sacro en profano) de las
estructuras socioculturales y la subjetividad, ha significado la
centrados en la persona y la familia y
quiebra
de valores
la entronización de un standard de valores
puramente instrumentales centrados en el yó del individuo y no en el carácter relacional de
la persona.
En este contexto se simbolizaciones, ya para la gente en la vida cotidiana nada es
sagrado y todo puede ser violado, sobre todo la vida y la dignidad humana.
Valores egocéntricos: posesión de bienes materiales, dinero, status social,
individualismo posesivo, consumo, confort, goce inmediatista, etc., por oposición a valores
interpersonales como: solidaridad, amor al prójimo, respeto por el otro (y por sí mismo),
tolerancia, compasión, etc., que son valores que conducen a promover situaciones de
convivencia, y no de enfrentamiento y de orden caníbal como es lo que estamos observando
hoy en día.
Es una situación en donde lo que predomina es el culto al objeto y no a la persona
humana, el goce sin compromiso por encima de la responsabilidad y el individualismo
egoísta del “sálvese el que pueda” por encima del colectivismo responsable y solidario.
Estamos hablando de una sociedad objetocéntrica.
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Por otro lado tenemos el terrible expediente de la instalación en nuestras sociedades
ya con carta de ciudadanía de una “cultura de la violencia”. Por todas partes respiramos el
aire maloliente de un clima de violencia permanente: la familia, la comunidad, la TV, las
crónicas rojas de los diarios y ahora el mundo político, son vivos ejemplos de esa ecología
en la cual estamos todos metidos; la “ecología de la violencia”.
El caso más típico es el de una sociedad que condena a más de la mitad de la
población a una situación de exclusión social. Esto también es violencia, violencia
estructural.
Finalmente para completar este cuadro muy apretado de condiciones que favorecen la
aparición de la violencia, tenemos que debido al endurecimiento de la vida social en
nuestros tiempos contemporáneos, hemos terminado convenciéndonos de que si no es por
la violencia no podemos lograr nuestros objetivos, lo cual puede ser denominado como
“alienación normativa”
Esto es una verdadera tragedia para una sociedad que desprecia mecanismos como: las
leyes y normas sociales, las instituciones, la conciliación, la mediación y la comunicación,
para resolver los conflictos.
Hoy en Venezuela la violencia tiene un estatuto social, más que político, a pesar de que
este fue desde siempre su carácter fundamental. Pobreza, exclusión social, disolución de los
tejidos sociales que constituían la comunidad sin la compensación del surgimiento de
estructuras del tipo sociedad medianamente integradas, desestructuración de las diversas
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formas familiares (incluída la familia popular venezolana), sustitución del paradigma de la
comunicación interpersonal tipo cara-a-cara por el formato de
anónima
e
impersonal
de
la
comunicación
los medios masivos, constituyen las cadenas
epidemiológicas básicas que nos pueden conducir a comprender los contextos dentro de las
cuales se produce y reproduce el fenómeno.
Sin embargo, es la utilización del concepto de Estilo de vida o Modo de vida, como
categoría de análisis, la estrategia conceptual que nos podría aproximar de manera más
cercana al fenómeno en estudio.
El estilo de vida fundamentado en el mercado entendido en su contexto neo-liberal, ha
significado, no sólo para Venezuela, pero sobre todo para Venezuela, una tormenta sociosubjetiva de consecuencias devastadoras para el “mar de aguas relativamente tranquilas de
la sociedad tradicional.
Sobre todo el efecto de desplazamiento que
esta racionalidad en su lógica de
racionalidad instrumental, ha ejercido sobre los modos de producir representaciones
sociales, y por tanto sentido, en el venezolano tradicional.
Sin embargo, la violencia social, está asumiendo ya la connotación de un problema
endémico-estructural porque su presentación anuncia de hecho un enraizamiento en la
racionalidad del funcionamiento de la sociedad venezolana, una enfermedad crónica más
que aguda.
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Su carácter generalizado y siempre presente, puede inducir a su percepción como un
fenómeno natural y por lo tanto imposible de erradicar sin medidas extremas que
signifiquen dosis mayores de violencia; vale decir, combatir la enfermedad con la misma
lógica de ella.
Esto envuelve amenazas reales y probable a valores que aunque no del todo reales en
nuestras sociedades latinoamericanas, al menos constituían un patrón cultural de referencia
para la vida civilizada contemporánea, como son los derechos humanos, la democracia, las
estructuras legales, etc.
A-5.-.-La violencia interpersonal como respuesta adaptativa a los cambios en el
sistema social.
Sabemos que la violencia es una respuesta a situaciones de orden sociocultural y de
ninguna manera parte del equipaje biológico-genético de la especie humana; es por
tanto una conducta aprendida en condiciones históricas determinadas.
Los cambios acumulados durante miles de año por la humanidad de acuerdo a sus
condiciones de vida, ha proporcionado una suerte de código de la experiencia vivida
durante tanto tiempo que configura una suerte de memoria de la especie humana. Jung
habló del inconsciente colectivo para referirse a este tipo de experiencia acumulada por
la subjetividad colectiva de
la humanidad. Aquí se alojan primordialmente los
arquetipos, los cuales constituyen modelos conductuales que no son el producto de la
mera experiencia individual, sino de la experiencia colectiva.
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Por otro lado tenemos que los cambios ocurridos en el sistema sociocultural
producto de la implantación de un sistema social y de los cambios ocurridos al interior
de éste, conducen a la construcción de una subjetividad que es estructuralmente
análoga a estas estructuras.
En el caso concreto del surgimiento del sistema capitalista y los cambios ocurridos
en las últimas décadas, no sólo en Venezuela sino en el mundo entero, han generado
unas condiciones de vida estructurales que exigen y producen una subjetividad e
intersubjetividad violentas.
La naturaleza de la escala de valores predominantes en el sistema social actual, el
carácter y la dinámica de la vida social cotidiana y
el sistema de imaginarios
vinculados a estas estructuras van generando progresivamente unas estructuras de
conciencia, un mundo de vida y una subjetividad que exigen estilos y modos de vida
violentos en las relaciones interpersonales.
Los estados de anomia estructural y generalizados en el cuerpo de la sociedad
generados por la racionalidad del sistema social capitalista de mercado global y el
impacto en las antiguas estructuras tradicionales de solidaridad, modos de producción
del vínculo y el
control social, significan la presencia de esos mismos estados en la
subjetividad del individuo.
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La violencia se coloca pues en el lugar en donde antes estaban antes las
estructuras de control social ideológico-normativo y los mecanismos reguladores de la
conciencia y el comportamiento de la gente.
El mercado como matriz estructural de la sociedad-cultura termina aboliendo
todo tipo de mediaciones sociales cognitivo-simbólicas y normativas para quedarse
solamente con un tipo de relación en la cual lo único que funciona es el individuo frente
al objeto-valor-signo.
En esta situación los arquetipos que se reactivan son los correspondientes a
modelos de comportamiento violentos porque son los que el Inconsciente colectivo,
valdría más bien decir societario, elije para producir la adaptación eficaz a las nuevas
situaciones.
La experiencia de lo vivido históricamente colectivo por nuestro pueblo registra
altos niveles de situaciones y acciones violentas y es esto lo que en este momento, el
Inconsciente societario recupera para configurar una subjetividad funcional a mundos
de vida que se constituyen en relación a presupuestos lógicos de violencia social.
En este sentido tenemos algunos elementos de cambio sociocultural ubicados
dentro del proceso de modernización que forman parte de un fenómeno mucho más
amplio, el cual pudiéramos denominar como “proceso civilizatorio del capitalismo
global”:
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1.- En primer lugar tenemos que hablar de un fenómeno que es mundial, pero que en
Venezuela, por su condición de país petrolero-minero y de anomia ancestral, se presenta
de manera dramática: nos referimos al proceso de la monstruosa desvalorización de la
vida y la persona humana al mismo tiempo que una valorización idolátrica de los
objetos, el dinero y las cosas materiales, producto del actual proceso de modernización.
Es una relación inversamente proporcional porque mientras más se valorizan los
objetos, más se desvaloriza la persona humana. En una cultura que hace énfasis en la
posesión de objetos, consumo y goce sin compromiso, la vida humana puede ser un
estorbo en el logro de estas metas.
2.- El proceso de urbanización violenta y caótica y la transición de una sociedad tipo
comunidad a una sociedad de tipo urbana-masificada, en donde todos los días hay que
batirse con el Otro y con lo Otro, en un “orden caníbal”, en donde el modo de
adaptación es básicamente el esquema muy primitivo de la lucha/huida.
2.-La implantación de una “cultura de la violencia” que se expresa en el surgimiento de
bandas que lucha por el control de territorios y en donde “matar” y “ser matado”, son
las dos caras de la misma moneda de la “cultura de la muerte” que caracteriza a los
miembros de bandas y azotes de barrio. No se trata aquí de una cultura que
simplemente afecta a muchos jóvenes, sino que determina su manera de ser, de pensar y
de sentir.
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3.- En una sociedad donde el proceso de civilización neo-modernizante ha acabado con
todas las mediaciones sociales que existían, la gente está sintiendo que la violencia es el
único recurso para resolver sus conflictos. Nada de justicia institucional, palabras,
negociaciones o acuerdos para reparar la falta.
El sentimiento que se ha estado incubando en muchas personas es el de que el
daño o la ofensa causada tiene que ser pagada con sangre, porque ninguno de estos
mecanismos de mediación social y conciliación, sirven para nada.
A-6.-Sociogénesis de la violencia social a partir de cambios en la subjetividad
colectiva del venezolano.
Por otra parte tenemos, que en el caso del venezolano concretamente se han
producido algunas modificaciones en la dimensión de su subjetividad colectiva, que
favorecen el surgimiento de una “pulsión de muerte” como tendencia dominante en el
universo simbólico.
Aunque estos cambios se registren en el talante y el comportamiento colectivo e
individual, es en el Inconsciente colectivo (el alma popular) en donde finalmente se
radican.
1.- En primer lugar, tenemos que en los últimos tiempos, el status de la “madre”,
como devoción central del venezolano (matricentrismo), ha venido experimentando
cambios en el sentido de un desplazamiento por otros poderes.
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La hegemonía de la cultura del mercado que habíamos descrito antes presiona hacia
la colocación del centro de la vida en los objetos y el consumo y no a los valores
referidos a personas, aunque esta persona sea la madre.
2.- A pesar de la fuerza que aún tiene la cultura de la masculinidad y de la madre como
modelo simbólico y centro afectivo, la revalorización de la mujer-esposa y de la vida
conyugal, conspira contra los valores tradicionales que asignaban carácter sagrado a la
figura materna y a los valores que se relacionan con ésta como: la familia, el
parentesco, etc.
4.- El resentimiento social es un rasgo estructural del modo de ser del venezolano,
hasta el punto que podemos hablar en Venezuela de la existencia de una “Matriz de
resentimiento social” que tiene un carácter ancestral. Esta puede ser exacerbada
dependiendo del momento histórico vivido por la sociedad y tendremos que aceptar que
en los últimos tiempos ese fenómeno ha venido ocurriendo.
Esto presiona para la instalación definitiva de una cultura y una subjetividad
fuertemente fálicas (basada en la dominación por la agresividad destructiva) , sin las
restricciones de la presencia de la madre como modelo simbólico.
5.- Todo esto se vincula con una tendencia ancestral a resolver los conflictos de manera
violenta en el venezolano que se asocia con el carácter “cimarrón” de la ciudadanía
propia de sociedades en donde la gente de origen popular ha sido sometido durante
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mucho tiempo a situaciones de dominación y humillación tales que producen como
reacción compensatoria, imaginarios de “rebeldía” y “orgullo” predisponentes a
comportamientos destructivos y autodestructivos.
Sin embargo tenemos que aceptar que algunos de estos factores de cambio
sociocultural y subjetivo están ya contenidos en los procesos de modernización que se
viven contemporáneamente como parte del proceso civilizatorio capitalista-urbanoglobal; sobre todo en regiones como América Latina.
De acuerdo a estas consideraciones vamos a sistematizar las causas o factores que
intervienen para presionar hacia el aumento en la incidencia y prevalencia de
homicidios en el país, de la siguiente manera:
En este sentido podríamos hablar de 3 tipos de factores: determinantes,
condicionantes y
detonantes o disparadores del comportamiento de violencia
destructiva.
Cuando hablamos de factores determinantes es para referirnos a aquellas
condiciones socio-estructurales y socio-subjetivas que están a la base de la construcción
social de una subjetividad orientada a la violencia destructiva.
Las condiciones socio-estructurales, se ubican a dos niveles de acuerdo a su
proximidad. 1.- el entorno social inmediato del sujeto y su particular manera de
insertarse en éste. Así tenemos: familia, comunidad, escuela e instituciones en general.
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De aquí derivan problemas que ya de por sí son patológicos, como: desintegración
familiar, integración patológica de la familia, familia numerosa y desintegración de la
comunidad.
2.- El entorno social propio del sistema social, permite pensar en factores como:
estratificación social.
En esta área tenemos problemas como la pobreza. Igualmente las condiciones sociosubjetivas, se pueden localizar a nivel del entorno social inmediato en factores que
tienen que ver con situaciones de desintegración familiar o integración patológica de la
familia: ausencia de las figuras parentales y abandono afectivo (sobre todo en el caso de
la figura materna), exclusión social, maltrato infantil (físico y emocional) y violencia
intrafamiliar, deserción escolar, etc.
En un plano más individual, podemos hablar de la historia de vida del sujeto y
sus relaciones con los otros significativos, fundamentalmente en la familia.
En cuanto al entorno social más amplio encontramos condiciones socio-subjetivas
que tienen que ver con: predominio de valores de mercado que privilegian la posesión
material y el status socioeconómico como ideal de realización individual, el cual puede
lograrse pasando por encima de los medios institucionalmente establecidos o medios
normativos en el contexto de una “cultura de la violencia”. Por otra parte vemos que
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históricamente existe una Matriz de resolución violenta de conflictos (MRVC) latente
en el inconsciente colectivo del venezolano.
Son factores determinantes porque están asociados también con una matriz de
resentimiento social crónica en el venezolano y el síndrome de la alienación sociosubjetiva, a saber:
bloqueo en la conformación de un Sí mismo y una identidad
integralmente desarrollada, conformismo, externalidad, desesperanza aprendida, autodesvalorización (étnica y personal), sentimientos profundos de frustración y no
realización como persona, y finalmente, adquisición de un “estilo de vida violento”.
En cuanto a los factores detonantes podemos hablar de: alcohol, drogas y
situaciones violentas que involucran a los sujetos homicidas y que aunque no son
factores determinantes, actúan como efectos disparadores de un patrón de
comportamiento destructivo generado por las cadenas epidemiológicas de las
condiciones socio-estructurales y socio-subjetivas de vida.
En este contexto, el consumo excesivo de alcohol y drogas y las circunstancias
concretas fortuitas en la cual se ve envuelto el sujeto, juegan un papel de detonantes del
comportamiento violento- destructivo, pero no pueden ser vistas como causas.
El bajo nivel de edad es considerado un factor condicionante porque es un filtro
por donde se cuelan otros factores, que son de carácter estructural. Aquí encontramos la
asociación fuertemente estadística que se produce entre adolescencia-juventud y la
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cultura de la violencia y de las drogas hasta el punto de que estas patologías aparecen
como “cuestión de jóvenes”.
Todo esto lleva a la configuración de la subjetividad de estas personas en torno a:
resentimiento social, incapacidad de valorarse a sí mismo y al Otro, bajo umbral de
control de la emociones (sobre todo en situaciones de consumo de alcohol y drogas),
visión negativa del sí mismo, los otros y del mundo que los rodea; vale decir,
predisposición a reaccionar con violencia ante las dificultades o frustraciones (Matriz
de resolución violenta de conflictos: MRVC).
Podemos hablar aquí de una “subjetividad y una cultura de la violencia” que ya esta
pasando a formar parte del repertorio de “estilos de vida” propios de nuestra sociedad
venezolana contemporánea, pero que también se registra a nivel mundial.
Así vemos como la tasa de homicidios en hombres se ha venido incrementando
en nuestro país a partir de la década pasada:
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Referencias bibliográficas:
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Asociación Brasilera de Post-grado en Salud Colectiva, Vol. 11, número 2,
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Tönnies, Ferdinand (1999). ¿Qué es la ciudad?. Selección de textos hecho por
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22
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