nacionalismo y democracia - Universidad CEU San Pablo

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NACIONALISMO Y DEMOCRACIA
Fernando Prieto
Introducción
Es evidente que este tema tiene una dimensión cuyo tratamiento adecuado requiere al
menos un curso académico completo y, por tanto, desborda con creces las dimensiones de la
ponencia requerida por el AULA. Trabajamos, pues, aceptando estas limitaciones de espacio,
que se traducen en limitaciones de desarrollo, en el supuesto de que esta reducción no va a
distorsionar el tratamiento de las ideas. Comenzamos declarando que el contenido de la ponencia está dirigido a sostener una tesis fundamental que se expresa en dos tesis derivadas.
Tesis fundamental: si los nacionalismos —movimientos de exaltación de la correspondiente nación— superan unos límites razonables, que es tanto como decir perturban la
convivencia por su agresividad excluyente, son movimientos antiilustrados y en cuanto tales
son perjudiciales para la persona y la sociedad porque
Tesis derivadas:
1) reducen el ámbito vivencial de la persona y de la sociedad
2) dificultan, e incluso pueden hacer imposible, el funcionamiento normal de la democracia
Estas tesis dan su fisonomía a la ponencia.
Antes de entrar en el desarrollo de las idea que pueden probar estas tesis, la ponencia
quiere dejar constancia de la actitud ilustrada que está en su base, recordando dos párrafos de
Mis pensamientos del ilustrado y, por ende, cosmopolita Montesquieu, con los que la ponencia se identifica:
Si yo supiera una cosa útil a mi nación, pero ruinosa para otra, no la propondría a mi príncipe, porque
soy hombre antes de ser francés, (o bien) porque soy necesariamente hombre y soy francés sólo por azar (10,
980).
Si supiera alguna cosa útil a mi patria, pero perjudicial a Europa, o bien que fuera útil a Europa pero
perjudicial al género humano, la miraría como un crimen (11, 981).
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I. NACIÓN Y NACIONALISMO
¿Qué es la nación? Aunque la literatura que responde a esta pregunta es inmensa,
no hemos encontrado una definición plenamente satisfactoria y, por ello, proponemos una
nueva.1
Tomamos ahora la palabra en sentido sociológico, es decir, en cuanto designa una
realidad social. En la Edad Media nación era cualquier grupo identificado por la lengua; así,
por ejemplo, en las universidades medievales. Hoy tiene un sentido mucho más complejo.
Decimos que nación es, ante todo, una sociedad (colectivo humano socialmente integrado:
sus miembros tienen una clara conciencia de pertenencia al colectivo) bien identificada,
que vive sobre un territorio que considera propio y es capaz de desarrollar con una cierta
autonomía una vida social civilizadamente compleja, de modo que los nacionales creen
que dentro de su nación pueden desarrollar satisfactoriamente el conjunto de su vida.
1) La nación ha de tener características suficientemente claras que la diferencien de
otras y le den su identidad. ¿Cuáles? Elementos que forman la comunidad nacional, porque
adquieren la cualidad de creadores de identidad de los nacionales, son el lenguaje, la raza (en
sentido amplio), la religión, la historia, la geografía, la economía, las costumbres, la conciencia de un destino histórico... Todos estos vínculos,2 menos la raza y la geografía, son culturales, es decir, heredados a través del aprendizaje. Pero también la raza ─en principio es un
elemento genéticamente heredado, es innato─ y la geografía se hacen culturales, puesto que
son vínculos nacionales no tanto por su realidad objetiva sino por la conciencia que de ellos
tengan los nacionales. La historia es un vínculo muy fuerte, pero en cuanto tal no cuenta la
historia científicamente elaborada sino la historia realmente enseñada y aprendida. El
elemento «destino histórico» ha sido a veces muy operativo; por ejemplo, en Rusia la victoria
sobre Napoleón llenó a los rusos de orgullo y despertó la creencia en el mesianismo ruso:
Rusia era la nación que tenía que regenerar a Europa y esa creencia aumentó la solidez de la
1
La bondad de una definición se prueba por su capacidad de explicar (claridad, extensión, profundidad) lo
definido. Una definición es mejor que otra si explica mejor lo definido.
2
“Vínculos” en sentido fuerte, porque producen la conciencia de pertenencia, ligando el individuo a la nación.
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la nación que tenía que regenerar a Europa y esa creencia aumentó la solidez de la conciencia
nacional rusa.
2) La nación siente el territorio como propio, de modo que quienes no pertenecen a la
misma y están en el territorio son vistos como extranjeros, en tanto no se inserten en la nación
y sean admitidos como nacionales.
3) La vida social de la nación ha de tener un grado de civilización capaz de, al menos, asumir los avances institucionales, científicos y técnicos hoy más difundidos en la
Humanidad. Es una afirmación poco precisa, pero suficientemente clara para indicar las
dimensiones de la nación: los grupos primitivos no son nación; las comunidades locales,
como una ciudad, una provincia o departamento, no son nación en el sentido usual de la
palabra, aunque se puede pensar en casos que entendemos como excepciones.3 Empleamos
la palabra «avances» para indicar que no es suficiente la mera permanencia en un modo de
vida a través del tiempo, como pudiera ser el caso de grupos nómadas. La nación tiene una
vida en la que sus contenidos cambian, al menos porque asimila lo que crean otras naciones. En la medida en que la nación tiene auténtica vida, la sociedad nacional exige libertad
para disponer de su cultura y de sus bienes materiales. A medida que la vida social se desarrolla con formas más avanzadas de civilización y las tareas sociales resultan más vastas y
costosas, la sociedad ha de tener mayores dimensiones para poder asumirlas.4 Puede ser que
la sociedad nacional ya tenga esas grandes dimensiones (EEUU, China, Rusia) o que la sociedad deje de ser nacional (Unión Europea).
De lo anterior se deduce que la nación es una realidad social compuesta de un elemento espiritual y un elemento material: aquél es la cultura y éste es la población junto con el
territorio. Dentro del elemento espiritual hay que destacar lo que podríamos llamar la «forma», es decir, el elemento esencial de la nación, que es la conciencia de los nacionales de
pertenecer a una agrupación clara, distinta y valiosa: un pueblo se transforma en nación
3
Hablamos desde el punto de vista de la sociología. Estas ideas no quedan invalidadas por el hecho de que
algunas comunidades locales reducidas puedan considerarse a sí mismas como nación, aunque no sean capaces de desarrollar con autonomía una cultura diferenciada. Podemos hablar de naciones testimoniales y nominales como es el caso de San Marino. Luxemburgo o Andorra tienen conciencia de nación, pero son ejemplo
de las excepciones mencionadas
4
El desarrollo de la exploración espacial sólo puede ser emprendida por sociedades de grandes dimensiones.
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cuando toma conciencia de su identidad colectiva y la valora positivamente (valora altamente
todos o algunos elementos de esa identidad: lengua, raza, historia...).5 Para que la valoración
sea psicológicamente operativa es necesario que intervenga el componente afectivo o sentimental: el sentimiento nacional, el sentimiento de pertenencia a la nación que hace que el
nacional se considere importante precisamente por pertenecer a la nación, por tener cualidades que entiende que las posee por ser tal nacional. La intensidad de este sentimiento puede
adquirir grados muy fuertes y llegar a la sobrevaloración (los nacionales se consideran superiores a otros con los que se relacionan), derivando en etnocentrismo y, todavía más, en xenofobia.6 Precisamente el «enemigo» es un elemento exterior, pero importantísimo, en la creación o reforzamiento de los vínculos nacionales: todo grupo aumenta su cohesión cuando se
siente atacado o cuando ataca. Por eso casi todos los movimientos nacionales o nacen de la
confrontación o se crean un enemigo.7
* * *
Por nacionalismo entendemos todo movimiento social que tiene por objetivo exaltar
la vida (desarrollo, expansión) de la nación. También entendemos todo el conjunto de ideas,
creencias, valores y sentimientos, que ponen en marcha tal movimiento. El nacionalismo
comporta, por tanto, un elemento subjetivo (dinámica de ideas y pasiones) y un elemento
objetivo, un hecho social, la nación.
Sus agentes son los nacionalistas, cuya actividad depende del grado de intensidad de
su nacionalismo.
Es importante distinguir entre nacionalismo y patriotismo. Éste se resume en el sentimiento de pertenencia a la comunidad, que se concreta en la lealtad, la sólida adhesión al
grupo. Sólida en cuanto capacita al individuo para soportar los inconvenientes que dicha adhesión comporta, que puede llegar al sacrificio personal; la lealtad es una cualidad que cada
5
Repetimos que la «forma» de la nación es un fenómeno estrictamente cultural y, por lo tanto, subjetivo: juegan
las ideas que la población tenga, aunque no sean correctas.
6
El etnocentrismo hoy es un fenómeno que corresponde o a una cultura poco desarrollada que no ve más allá de
su horizonte o a una cultura nacionalista emocionalmente exacerbada, que incluso puede estar soterrada pero que
aparece en momentos puntuales. Es el chovinismo (francés) o el jingoísmo (inglés).
7
Ya en el siglo XV escribía el humanista español Antonio de la Torre en su Visión deleitable de la filosofía...
que «los niños de un reino aborrecen las naciones extrañas de otros reinos por haber acostumbrado oír decir mal
de aquéllos» (B.A.E. XXXVI, 351).
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individuo posee en mayor o menor grado. Este sentimiento implica que el patriota quiere lo
que es bueno para su nación. El nacionalismo añade un sentimiento de orgullo, de superioridad de la sociedad nacional, que fácilmente se transforma en un componente agresivo.8
II. NACIONALISMO CULTURAL
a) definición
Nacionalismo cultural es el movimiento que promueve la cultura nacional. Si el nacionalismo es intenso, la promoción puede convertirse en exaltación.
Aunque la cultura no es fruto de una decisión colectiva (o del consentimiento libre),
sino de la acumulación de cantidades incalculables de acciones individuales que se dan en el
transcurso de la Historia y crean las pautas y roles de comportamiento que las personas interiorizan, el nacionalismo asume como tarea primordial conservar y promover — intensificar,
si el nacionalismo es intenso— los aspectos nacionales de la cultura, el primero de los cuales
es la lengua.
Puesto que el sentimiento es el motor principal del nacionalismo —por la intensidad
con que puede conformar la conciencia nacional— y corresponde al estrato sensorial de la
persona, el nacionalismo tiene que insistir en los símbolos nacionales que, para tener plena
eficacia, han de ser únicos.9
8
Es evidente que la mayoría de los españoles que hicieron la Guerra de la Independencia no eran nacionalistas,
sino patriotas.
9
De ahí la importancia de la bandera que representa a la nación. De ahí la necesidad de exclusión de la bandera española en País Vasco y Cataluña.
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En principio el nacionalismo cultural no exige la comunidad de ascendencia biológica: es nacional el que está integrado en la nación con independencia de su origen. Pero el
nacionalismo puede —no necesariamente tiene que ser así— adquirir mayor densidad y solidez si entiende que los nacionales tienen, además de la comunidad cultural, la comunidad
biológica: se pertenece a la comunidad nacional por tener antepasados comunes.
b) categorías
Según sean las dimensiones de la cultura nacional podemos hablar de nacionalismos
extensos o reducidos. Los primeros propugnan una cultura nacional que ocupa con su singularidad gran parte de la vida de los nacionales (desde la cosmovisión hasta el vestido) con lo
cual el espacio que dejan para la vida individual diferenciada (libre) puede ser muy reducido.10 En los países de la cultura occidental, precisamente por sentirse integrados en una cultura más amplia y con pretensiones universales (por ejemplo, la aceptación de los derechos
humanos con carácter universal), la cultura específicamente nacional ocupa menos espacio
vital y los individuos de diferentes naciones se parecen más entre sí.
La anterior distinción debe ser completada con la de nacionalismos profundos o superficiales según sea el grado de convicción que exigen de los nacionales. Es claro que un
nacionalismo extenso no es eficaz si no es profundo, mientras que un nacionalismo reducido
puede ser profundo, como parece ser el caso de la mayoría de las naciones de Europa; este
nacionalismo, si no exige una actividad específica de los nacionales, no es un movimiento; se
limita a la lealtad al hecho nacional, es decir, es patriotismo.
Esta distinción ya nos habla de la vinculación del individuo con la nación: es vinculación psicológica. Si nos fijamos en la vinculación social, es decir, en el modo cómo la nación
integra a los individuos, podemos hablar de nacionalismos cerrados o abiertos. El nacionalismo cerrado tiene criterios rígidos de adscripción a la nación que dificultan o imposibilitan
la entrada de los «extraños» y, en consecuencia, la salida de los nacionales: quienes la deciden desde una elección personal son unos traidores. El nacionalismo abierto, por el contrario,
es flexible tanto en la entrada como en la salida de los individuos.
10
Ejemplo bien evidente ha sido la Revolución Cultural de Mao.
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Esa distinción entre nacionalismos cerrados y abiertos vale también para caracterizar
el modo de relación de una nación con otras naciones. Hoy día, ante el avance de la globalización, la nación difícilmente puede cerrarse de modo general a las otras culturas nacionales,
pero tiene la opción de intensificar los elementos identitarios nacionales de manera que obstaculicen la presencia e influencia de elementos culturales extraños. En el ámbito socioeconómico el nacionalismo puede aspirar a una particular cerrazón defendiendo la solidaridad
interna de los nacionales hasta llegar incluso a justificar la explotación de los no nacionales
(los otros).11 Naturalmente que la cerrazón tiene mayor significado y mayor intensidad en el
caso de que el nacionalismo tenga un particular enemigo de referencia.
El nacionalismo extenso y cerrado es necesariamente profundo y además es excluyente, porque demanda la adhesión entera, no compartida, del nacional. El nacionalismo reducido y abierto no es necesariamente superficial y no es excluyente, porque es compatible con
otras adhesiones.12
Las acciones y valoraciones individuales que identifican a los nacionales pueden ser
estimuladas o promovidas por agentes que son conscientemente libres y toman dicha promoción como objetivo de su actividad. El nacionalismo cultural, en cuanto movimiento, tiene
agentes bien identificados que son creadores de conciencia nacional: historiadores, artistas,
pensadores, en resumen, la intelligentsia. Muchos historiadores han asumido como tarea descubrir la génesis de los hechos que componen la identidad nacional.
Esta tarea puede ser promovida por el poder político con un objetivo claramente político que es la cohesión social,13 es decir, el nacionalismo puede dirigirse al poder político
para demandarle acciones que favorezcan los objetivos del movimiento nacionalista. Con
esto el nacionalismo ha asumido la dimensión política: hemos llegado al nacionalismo político.
11
Inmigrantes que bien pueden ser charnegos o maquetos.
Es bien conocida la actitud de quienes se sienten vascos y españoles o catalanes y españoles.
13
En 1819 Karl von Stein, que fue primer ministro de Prusia, funda la Sociedad para el estudio de la Historia
Alemana Antigua, cuyo fruto más directo son los admirables tomos del Monumenta Germaniae Historica. Clarificador de su intención y su espíritu es el lema que preside la obra y aparece en todos los tomos: Sanctus amor
patriae dat animum. En esta magna obra el objetivo nacional no fue obstáculo sino estímulo para la calidad
científica.
12
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III. NACIONALISMO POLÍTICO
a) definición
El nacionalismo político, por tanto, añade al nacionalismo cultural la dimensión política de la coacción legal.
Puede tener una dimensión light, mientras está reducido a acciones de fomento que no
exigen grandes medios económicos.
Si el poder destina grandes medios al fomento, ha de comenzar por obtenerlos, bien
sea detrayéndolos de otras actividades o bien sea mediante un aumento de la coacción, que no
deja de ser tal aunque tome la forma de impuestos. Entonces el nacionalismo político pasa a
ser heavy, que se manifiesta claramente como tal cuando recurre al elemento directamente
político de la coacción directa: el poder obliga —es decir, coarta la libertad de un modo u
otro según la sanción— a comportamientos que se entiende que son nacionales.
Todavía podemos distinguir un grado mayor de nacionalismo político, que podríamos
calificar de heavy & hard, del que hablamos a continuación.
* * *
El nacionalismo político sin más o por antonomasia es el movimiento nacionalista
que tiene como objetivo reclamar y defender 1) que el poder político de la nación, tenga o no
la soberanía —sea ya o no sea todavía Estado— asuma como actividad primordial el desarrollo (construcción, consolidación, exaltación, expansión) de la nación y 2) que la nación se
convierta en Estado, es decir, en entidad política soberana. Está basado en el llamado «principio de la nacionalidad», formulado por primera vez académicamente por Mancini (18171888), que sostiene que toda nación tiene derecho a constituirse en sujeto de la soberanía, es
decir, constituirse en Estado para poder promover adecuadamente el desarrollo de la vida
nacional.
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Aparece en la ponencia el término nacionalidad, hasta ahora no usado. Puesto que no
existe un uso convencionalmente impositivo de estos términos, el lenguaje ordinario los maneja con una gran equivocidad con la consiguiente confusión. En el caso de la política española, ámbito en el se mueve esta ponencia, nos encontramos con que estos términos han sido
recogidos y diferenciados en la vigente Constitución. El historiador norteamericano Carlton J.
H. Hayes (1882-196) propone reservar el término nación para el ámbito jurídico-políticosoberano mientras que nacionalidad tiene sentido sociológico, es decir, cultural; la nacionalidad se transforma en nación cuando se hace Estado.14 Es el sentido que está en la base de la
distinción que emplea la Constitución española, con el importante añadido de que, según la
Constitución, la nacionalidad puede organizarse en poder político no soberano.
El segundo objetivo del nacionalismo político, la constitución del Estado nacional se
formula también como derecho de autodeterminación, que entró en la vida política bajo el
patrocinio del presidente Wilson en la Primera Guerra Mundial. Es bien sabido que la ONU,
organización de Estados aunque no lo diga a sí su nombre, defiende un uso restrictivo del
derecho de autodeterminación aplicado a resolver el problema de la descolonización. Pero la
aparición de nuevos Estados por desmembramiento de los antiguos, muy claro en el caso de
la URSS y de Yugoslavia, supere los límites restrictivos reconocidos en el Derecho internacional. El principio de la nacionalidad y el derecho de autodeterminación funcionan sin grandes complicaciones cuando la sociedad es claramente nacional. Ha sido el caso de las repúblicas bálticas. Si la población está formada por personas de diferentes nacionalidades, el
principio de la nacionalidad a conflictos que pueden llegar a un alto grado de violencia. Es el
caso de los Estados balcánicos.
El derecho de autodeterminación es invocado por movimientos nacionalistas políticos
que se dicen democráticos como culminación de la democracia. En el caso de España tienen
mucha fuerza en el País Vasco y Cataluña. La misma esencia de la democracia exige que
dichos movimientos hayan de ser admitidos siempre que su comportamiento se sujete a las
exigencias de la democracia, lo cual coloca a estos movimientos en una situación contradictoria: reivindican su derecho a existir y actuar basándose en la democracia, pero, para prosperar
a corto plazo, tienen que violentar la democracia. Veamos por qué.
14
Hayes, C. J. H. Essays on Nationalism, 3ª edic., New York 1966; pág. 5 y sig.
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b) nacionalismo y democracia
El nacionalismo político —unión de nación y soberanía— es necesariamente un movimiento de masas en las dos direcciones señaladas: desde la conciencia nacional al Estado y
desde el Estado a la conciencia nacional—. Su soporte y agente son las clases medias, es decir, clases, si no mayoritarias, al menos extensas, que poseen el desarrollo cultural suficiente
para concebir, alimentar y liderar una conciencia política nacional. Liderar significa capacidad de formar bloque con el resto de la población. El nacionalismo no alcanza dimensión
política mientras sean un movimiento minoritario.
Es en la Revolución Francesa cuando el nacionalismo político hace su entrada en la
historia. En la disputa por el poder de los revolucionarios burgueses contra el monarca absoluto, la nación emergió como el sujeto de la soberanía alternativo al rey, es decir, surgió el
concepto político de nación.15 Luego, durante la Revolución, el grito de «¡Viva la nación!»
agrupaba y estimulaba a los del Tercer estado frente al acostumbrado grito de «¡Viva el
Rey!»: nación política era el conjunto del pueblo enfrentado al rey, al clero y la nobleza. Este
conjunto estaba liderado por la burguesía, que perseguía los objetivos políticos racionalistas
de la corriente liberal y sabía que la revolución no podía hacerse sin el concurso de todas las
fuerzas sociales del Tercer estado. Es precisamente la circunstancia de que la nación política
emerge frente a un enemigo lo que transforma la revolución en movimiento nacionalista. La
15
Así lo planteó Sieyès. Véase Fernando Prieto, Historia de las Ideas y de las Formas Políticas; III.Edad Moderna (2.La Ilustración), pág. 518. Recordemos que el ilustrado Sieyès concebía la nación como resultado del
contrato entre individuos libres: la nación (política) era una sociedad construida democráticamente. Es fácil caer
en la tentación de identificar la nación cultural (fruto de la historia) con Gemeinschaft (comunidad) y la nación
política (fruto de la voluntad) con Gesellschaft (sociedad). En consecuencia, podríamos oponer un nacionalismo
cultural a un nacionalismo político; aquel sería la visión alemana y éste sería la visión francesa. Obviamente el
nacionalismo político es más fuerte cuando se construye sobre una previa comunidad cultural y esto es lo que ha
sucedido casi siempre en la Historia. Es lo que proponía Renan en su célebre conferencia ¿Qué es una nación?:
«Una nación es una solidaridad constituida por el sentimiento de los sacrificios hechos y que se está en disposición de hacer todavía. Supone un pasado y se resume en el presente en un hecho tangible: el consentimiento, el
deseo claramente expresado de continuar la vida en común. La existencia de una nación es el plebiscito de todos
los días». Renan empezaba por la Gemeinschaft y terminaba por la Gesellschaft. Tenía que ser así porque su
objetivo era la reivindicación de Alsacia y Lorena, que culturalmente eran parte de Alemania y políticamente
querían ser francesas.
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construcción de una conciencia nacional francesa desde el Estado fue uno de los objetivos del
movimiento jacobino, de manera que la Francia moderna unitaria con lengua única (las otras
son claramente residuales) es una construcción impulsada por los jacobinos.
Por tanto, el nacionalismo político tiene su origen en los movimientos políticos que
son fruto de la cultura de la Ilustración —desde la cultura a la política— y nace como una
aspiración de libertad: frente al poder despótico del monarca absoluto el poder garante de
derechos (Declaración de derechos del hombre y del ciudadano, 1789) y controlado por la
nación según el principio de la división de los poderes (Constitución francesa de 1791). El
nacionalismo nace como un movimiento liberal.
Muy pronto el nacionalismo francés pierde su peso liberal con la dictadura jacobina:
salvar a la nación en peligro exterior e interior justifica la desaparición de las garantías que
estaban en la base del movimiento nacional revolucionario; la nación es una entidad a la que
deben sacrificarse los individuos. La mentalidad europea estaba madura para que apareciera
la vinculación entre nacionalismo político y romanticismo, perdiendo el nacionalismo su original inspiración liberal: el individuo alcanza su realización al servicio de los objetivos de la
nación concebida como realidad orgánica con su estructura y derechos históricos anteriores al
individuo. Veamos.
La Revolución Francesa, amenazada por las monarquías absolutas de Austria y Prusia, deviene expansionista. Primero, bajo la bandera de «la liberación política de los pueblos», lo que equivale a exportar la Revolución. La primera reacción de los pueblos “liberados” fue acoger con entusiasmo las ideas de la Revolución: en esta actitud fueron ejemplares
los italianos. Luego, la Revolución se expansiona con las campañas napoleónicas que terminan por asumir un carácter descaradamente imperialista; la consecuencia fue la reacción de
los pueblos contra el dominio francés. La reacción en principio fue solamente patriótica. Allí
donde ya existía un nacionalismo cultural desarrollado, se convirtió en reacción nacionalista
política. Este fue el caso de Alemania, donde a comienzos del siglo se dio el curioso fenómeno que se ha llamado el «nacionalismo de los profesores» (Arndt, Jahn, Fichte...) que crea el
término Nationalität.16 La reacción alemana contra la Revolución Francesa fue a la vez un
nacionalismo político de contenido liberal y un nacionalismo cultural de contenido romántico. Obviamente el gran objetivo político de la nación alemana era conseguir el Estado ale16
La palabra nationalité fue aceptada por la Academia Francesa en 1835.
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mán: todos los alemanes agrupados en un solo Estado (pangermanismo).17 Ahora bien, si se
trata de conseguir el nacimiento de un Estado nacional, este objetivo puede ser presentado
como la consecución de la libertad de la nación. Esta libertad nacional no implica por sí misma un contenido liberal, puede portar un contenido romántico.
El nacionalismo es un fenómeno versátil que puede compaginarse con un gobierno
autoritario o con un gobierno liberal. La diferencia nace del diferente concepto de nación que
se maneje. El concepto romántico es la nación orgánica, construida por la Historia, jerarquizada y autoritaria: la nación es la realidad más valiosa que cuida del individuo; su forma política no exige la participación democrática. El concepto ilustrado es la nación mecánica, construida por ciudadanos iguales y libres, su forma política exige la participación democrática.
De hecho en el nacionalismo de la primera mitad del siglo XIX, tras una breve época
en la que es muy clara la impronta romántica porque es la lucha de la nación contra el extranjero, prevalece el componente liberal porque la lucha de los nacionalistas por conseguir la
formación de su Estado nacional es la lucha contra poderes autocráticos: el Estado al que se
aspira es el Estado liberal con separación de los Poderes. El Congreso de Viena no tuvo en
cuenta el fenómeno nacional. Podríamos decir que en Viena fue derrotado el liberalismo y
también el nacionalismo. Esta frustración de los nacionalistas, causada por los gobiernos
autocráticos de la Restauración, los orientó hacia el liberalismo (Alemania, Bélgica, Polonia,
Italia, Irlanda). Entre 1830 y 1848 florece el nacionalismo liberal.
En la segunda mitad del siglo XIX encontraremos la aparición de un nacionalismo de
signo antiliberal.18 Este nacionalismo antiliberal se ha desarrollado en el siglo XX y es el
responsable de las guerras más sangrientas de la Historia (que dejan bien pequeñas a las guerras de religión).19
17
El nacionalismo se mueve con objetivos inmediatos diferentes según sea la situación histórica. En el caso de
los Estados amalgama (como era el Imperio austriaco) había que destruir el Estado para construir el Estado nacional (así Hungría). En el caso de las naciones fragmentadas (como era Alemania) había que construir el Estado
nacional agrupando los preexistentes. En el caso de las naciones cautivas (como eran Grecia e Irlanda) había que
liberar a la nación del dominio del Estado extranjero (Turquía y Reino Unido). El primer movimiento de rebelión nacionalista fuera de Francia es el irlandés. Asimilando las ideas de la Revolución Wolfe Tone crea en 1791
la «Sociedad de Irlandeses Unidos» para promover la rebelión contra Inglaterra y la proclamación de la República de Irlanda. La rebelión tuvo lugar efectivamente (1798), pero fue fácilmente dominada y Pitt acabó con la
poca autonomía que tenía Irlanda, formando el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, que sigue vigente en
nuestros días, si bien el territorio irlandés del Reino ha quedado reducido al Ulster.
18
Fernando Prieto, Historia… IV.Edad Contemporánea (2.El Positivismo), pág. 60 y sig.
19
Gellner ha dado una nueva versión del nacionalismo al estudiarlo con criterios funcionales: el nacionalismo
aparece como una doctrina al servicio del cambio social. Las sociedades en cambio hacia la cultura moderna
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* * *
De lo que llevamos dicho se desprende que en el siglo XXI, en las sociedades occidentales, que han dejado de ser sociedades de nacionalismo extenso y cerrado porque dentro
de ellas conviven personas que, siendo nacionales, no sienten extensa y cerradamente la identidad nacional, o que no son nacionales, quienes pretenden (personas, partidos, fundaciones…) configurarlas desde el nacionalismo político, aplicando el mecanismo de coacción
legal del Estado o de otro poder político infraestatal, o la coacción social ejercida por partidos
u otras agrupaciones, al servicio de la idea nacional, y que por ello mismo están operando con
un nacionalismo extenso, profundo, cerrado y excluyente, hacen violencia a otros, coartan su
libertad y practican un nacionalismo antiliberal. Puesto que la democracia del mundo occidental es la democracia liberal, venimos a la conclusión de que el nacionalismo político en las
sociedades occidentales es incompatible con la democracia liberal.
necesitan de ideas y sentimientos que sean capaces de movilizar a los pueblos para aceptar las nuevas situaciones
que se sintetizan en una nueva identidad. Necesitan ideas y sentimientos que doten a los Estados emergentes de
la legitimidad necesaria para acometer los complejos procesos de modernización económica y social. Efectivamente, el nacionalismo ha sido un poderoso motor del cambio social, pero no siempre. El nacionalismo a veces
ha sido puesto al servicio de la conservación del orden social, por ejemplo, el nacionalismo ruso promovido por
Stalin en la Segunda Guerra Mundial.
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