Yo, Gaviota - El blog de eduCaixa

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YO, GAVIOTA
No sé cuantas horas llevaba surcando los cielos, sólo tenía claro que mi objetivo era
encontrar el mar, pues bien sabía que era el único lugar donde podría encontrar a los de
mi especie, otras gaviotas. Quería encontrar un grupo donde integrarme, donde
compartir mis vuelos, donde encontrar algo parecido a eso que llaman hogar.
Mis recuerdos son muy vagos, ni siquiera sé cuando fui un polluelo en el nido, ni
cuando empecé a volar, tal vez si me encuentro con mis congéneres pueda encontrar
respuestas, solo sé que soy una gaviota solitaria que no sé de donde vengo, ni tan
siquiera tengo muy claro a donde voy.
De repente, por fin diviso la línea de la costa, es curioso que reconozca el mar sin
recordar haber estado antes. Aumento mi velocidad de vuelo atraída por un ansia
misteriosa que surge de mi interior por surcar el espacio sobre aquella gran masa líquida
de color azul verdoso.
Al poco tiempo de seguir la línea de la costa entre majestuosos acantilados, logro
divisar una bandada de gaviotas. Forman un grupo de doce y van desfilando bajo las
nubes manteniendo una formación de punta de flecha. Delante de todas y dirigiendo el
grupo lo encabeza la que parece ser la líder, una gaviota macho fuerte y altiva, segura de
sí misma como si tuviera un destino preciso y bien conocido.
Algo se estremece en mi interior, supongo que es satisfacción por lograr localizar a mis
congéneres por lo que acelerando mi vuelo ya que tengo el viento en contra, me dirijo
directo hacia la bandada esperando ser bien acogido entre ellas.
A medida que me acerco al grupo, veo que sus componentes se ponen algo nerviosas, lo
noto en el batir de sus alas que pierde algo de armonía y comienzan a aletear algo
desacompasadas. Algunas comienzan a girar sus cabezas mirando de soslayo como me
acerco lentamente, no quiero alterar para nada su precioso vuelo.
De repente la líder, me lanza un graznido atronador en mi dirección, es como un grito de
alarma advirtiéndome que no me acerque más. Yo intento responderle con un graznido
que le tranquilice sobre mis intenciones, pero advierto confundida que no puedo
graznar, que de mi garganta no surge ningún sonido por mucho que lo intente.
Entonces la líder se separa de su grupo y se acerca a mi lado con desconfianza, me
observa atentamente con sus amarillentos ojos y lanzando un graznido se lanza en
picado hacia el mar. Intuyo que me está retando a seguirla, es como si estuviera
poniendo a prueba mi valor para ver si merezco pertenecer a su selecto grupo.
Inicio un picado hacia el mar detrás de ella, la cual rectifica justo en el momento que
parece que se estrellará y hundirá en las aguas del océano, maniobra con habilidad justo
a un palmo del líquido elemento evitando el impacto.
Yo hago la misma maniobra que ella pero no tan cerca del agua, un instinto interior me
dice que si me estrello contra aquella masa de líquido, ya no podré volver a retomar el
vuelo y me hundiría en su abismo.
Cuando me he acercado tanto al mar, me he visto reflejada en el agua y me ha
sorprendido que mi cuerpo no fuera tan similar a las demás gaviotas, es como si
estuviera enfundada en un brillante y encorsetado arnés de color blanco, no me extraña
entonces que la demás gaviotas desconfíen de mí. Me deben ver como a una especie de
monstruo en comparación a sus hermosas formas emplumadas.
La líder del grupo se acercó nuevamente a mí y después de dar una vuelta a mi
alrededor volvió a graznar con fuerza como retándome a seguirla al mismo tiempo que
aceleraba su vuelo hacia los acantilados.
Yo me lanzo tras ella, pues comprendo que si logro emular sus maniobras de vuelo será
la única forma de que me acepten en su grupo a pesar de mi deformidad física.
La líder surca con destreza entre las rocas del acantilado, es increíble como con
desprecio a su propia vida puede maniobrar entre espacios de rocas bastante estrechos.
Pero muestra una habilidad increíble pues puede desviarse justo en el momento en que
parece que el impacto contra la piedra será ineludible y gira su cuerpo con prestancia
entre las paredes rocosas como si fuera para ella un mero pasatiempo.
Yo trato de seguirla poniendo todos mis sentidos en el vuelo pero justo al pasar entre
dos pétreas paredes, golpeo mi ala izquierda quebrándose como una rama seca. Pierdo
estabilidad, no puedo controlar los giros ni la altura. Vuelvo a golpearme esta vez en la
zona inferior al intentar rebasar otra roca.
Ahora he perdido prácticamente el control y veo con desesperación como me dirijo sin
control hacia la parte más alta del acantilado, intento subir pero no puedo, creo que este
es el fin, es una lástima, me gusta tanto ser una gaviota y volar…
Epílogo
Cuatro científicos recorrían la cúspide del acantilado, enfundados en sus pulcros monos
de color blanco donde podía leerse en las espaldas con grandes letras de color negro la
leyenda “TECNNOLOGICAL NATURE”.
---Miles de euros gastados en este primer prototipo para que se vaya todo a la mierda a
la primera de cambio. ---Comentaba el más joven de ellos.
---Ya os lo avisé a todos ---comentaba el más mayor, un hombrecillo de unos sesenta
años con cara de profesor despistado--- Os lo dije pero no me hicisteis caso, pensabais
que por montar un hardware de última generación del departamento de robótica y
adaptarlo a un dron con un sofisticado software que le hiciera emular las conductas de
las gaviotas, íbamos a descubrir la naturaleza de cerca en estado puro.
---Yo creo que ese no fue nuestro error ---manifestó la única mujer del grupo--- el
principal error ha sido dotarle de autonomía propia al cien por cien, ¿acaso un robot
puede pensar como una gaviota por mucho que le implantemos sus costumbres y
conductas en su programa?
---“Acta est fabula”, la comedia ha terminado ---dijo sonriendo otra vez el científico de
más edad mientras recogía un pedazo del dron y lo metía en un saco de plástico--hemos jugado otra vez a ser dioses y nos ha vuelto a salir mal.
En ese instante pasó sobre sus cabezas la bandada de gaviotas que había protagonizado
el encuentro con el dron. La líder del grupo lanzó un atronador graznido que resonó
como un gran eco en los acantilados. Las cuatro personas levantaron sus cabezas en
dirección a las aves. En el fondo de sus corazones comprendían que aquel grito animal
era un himno de victoria, o tal vez más bien pudiera parecer un grito de burla hacia ello
y su patético dron gaviota.
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