revolución árabe los edificios públicos, símbolos del régi­ men. En El Cairo, fueron el Parlamento, el Ministerio de Defesa y la TV oficial. En Alejandría, un palacio de Mubarak, en otras ciudades comisarías y sedes de los gobernadores. Fue una inyección de adrenalina que alejó el desánimo. Las huelgas Las huelgas ya formaban una gran oleada, con rebeliones en sectores antes controlados por el gobierno. El espíritu de lucha, que ya parecía inagotable, aho­ ra incorporaba a la clase obrera. Además de las huelgas de los tra­ bajadores de la salud y el transporte de El Cairo, venían buenas noticias de Mahalla, en el Delta del Nilo, símbolo de la revuelta en la industria textil, en 2008, Alejandría y Suez, con los traba­ jadores del canal. Era la gota de agua que llenaba el vaso de la lucha contra la dictadura. Una avalancha Nuevamente, la decisión llegaría un viernes, día sagrado para los musulma­ nes. Comenzó con una oración masiva. En los cárteles, canciones y consignas se recordaba a los mártires. Al inicio de la tarde, la avalancha de la revolución der­ ribo la muralla del régimen. El vicepre­ sidente anuncia brevemente en la TV la renuncia de Mubarak. La euforia se ex­ pande por el país, la fiesta es tan exten­ dida como el río Nilo. Soy parte de ella, recibo besos y abrazos y vibro en medio de millares de personas. El futuro La junta militar cuenta con el pres­ tigio que las tropas mantuvieron al no reprimir la revolución. Cantan “El ejército, y el pueblo, una sola mano”. Pero la realidad ha cambiado. Ahora, la cúpula debe volver el país a la “normalidad” de la explotación por el imperialismo, la “sociedad” humillante con Israel, la ex­ plotación a los trabajadores, la opresión a las mujeres, la represión a los jóvenes. Va a tener que doblegar la confianza que las masas ganaron en sí mismas, con la disposición y el orgullo de haber hecho su historia. Y enfrentar una dirección que surge, joven y osada. Que aprendió en la clan­ destinidad y todavía no confía en salir de ella mientras perduren el aparato represi­ vo y la policía secreta, y la red de empre­ sarios y ministros mafiosos. Esta nueva vanguardia aguarda para volver a la ac­ ción. Pesan contra ella su inmadurez po­ lítica, su falta de preparación para cons­ truir una estrategia socialista profunda. En este proceso, tendrá que abandonar todo resquicio de ilusión en los militares. Pero la experiencia de una revolución vic­ toriosa puede catalizar rápidamente este aprendizaje político. El curso del tiempo cambia completamente en momentos así. La despedida Dejo Egipto con la certeza de que hay aquí una gran disposición popular de to­ mar el destino con sus propias manos. Sobre todo, agradecido con su pueblo, con la chance que me dieron de vivir una revolución que marcará mi generación. ¡Apoyar y defender la oleada de huelgas! Alejandro iturbe La oleada de huelgas no sólo conti­ núa sino que comienza a extenderse a otros sectores como bancarios, petrole­ ros, ferroviarios y docentes. Al calor de la lucha, avanza la formación de nuevos comités de empresa. Numerosos comités de fábrica, jun­ to con sindicatos independientes, han sacado un declaración común con sus reivindicaciones que incluyen, además de aumento de salarios, el control de pre­ cios de los bienes esenciales, la renacio­ nalización de las empresas privatizadas y el desplazamiento de sus directivos, la disolución de la Federación Egipcia de Sindicatos (agente del viejo régimen), la libertad de huelga y la plena libertad de asociación sindical. La clase obrera egip­ cia profundiza su entrada en escena. Esta oleada de huelgas concentra dos grandes elementos de la revolución egipcia. Por un lado, la batalla de la clase obrera por mejorar su condición econó­ mica y poder organizarse y luchar libre­ mente, en momentos en que la burguesía 8 no quiere dar concesiones (y no puede en el marco de la situación del capita­ lismo) que disminuyan las condiciones de superexplotación. Por el otro, pone a prueba la capacidad del gobierno de Tan­ tawi y la Junta Militar de “normalizar” la situación. Por eso, respondió a esta olea­ da diciendo que “no tolerará más protes­ tas” y amenazó con prohibirlas. Pero entre la amenaza y su cumpli­ miento hay un camino complejo. Pocos días después del gran triunfo que signifi­ có la renuncia de Mubarak, una orden de reprimir las huelgas plantea nuevamente la posibilidad de una negativa de la base del ejército a realizarla y el riesgo de divi­ sión en sus filas, si bien ahora se trata de un objetivo menor que desalojar la Plaza Tahrir. Pero incluso si esa represión pue­ de llevarse a cabo, total o parcialmente, ¿cuál será la reacción del pueblo egipcio frente a ella? Por otro lado, si el gobierno no interviene y deja correr y extenderse esta oleada de huelgas, ésta puede deri­ var en una situación incontrolable y en un profundo debilitamiento de su capa­ cidad de controlar y “normalizar” el país. La “batalla de las huelgas” se trans­ forma así en una cuestión nodal para el curso de la revolución. Si el gobierno consigue derrotarlas, estará mucho más fuerte para cumplir sus objetivos. Si son los trabajadores los que triunfan, la re­ volución habrá avanzado, con la clase obrera jugando un papel central. Se plantea entonces, como tarea in­ mediata para el pueblo egipcio, rodear las huelgas de apoyo concreto y convo­ car a grandes movilizaciones si ellas son reprimidas. La organización “6 de Abril”, vanguardia en la lucha contra Mubarak, tomó ese nombre por el apoyo a la huel­ ga convocada por los obreros textiles en 2008. ¡Qué se repita ese ejemplo amplia­ do por la magnitud de la gran revolución! En el plano internacional, la LITCI llama a todos los sindicatos, la izquierda y los sectores democráticos a desarrollar una gran campaña de solidaridad y apoyo a las huelgas y sus reivindicaciones. Correo Internacional