PADRES “ NO SUFICIENTEMENTE BUENOS” QUE ENFERMAN EN EL CUIDADO DE SU HIJO. Mercedes Brenes Muñoz (PIR), Ana Mª Candil Cano (Psiquiatra), Nieves Báez Amuedo (MIR), María Zurita Carrasco (MIR), Unidad de Agudos de Salud Mental Puerto Real. INTRODUCCIÓN Se trata de un varón de 40 años que ingresa en la Unidad de Agudos por presentar un cuadro caracterizado por ideas delirantes de perjuicio de tipo paranoide que se gestan en un intento de normalizar la vida de su hijo autista. Nos planteamos al presentar este caso hacer un análisis de las ansiedades que se han movilizado, la estructura de personalidad que subyace y el tipo de vínculo que establece con su hijo autista. CASO CLÍNICO Manuel es un varón, casado con Carmen, con un hijo autista de 8 años de edad. El embarazo fue deseado por ambos y trascurrió sin incidencias, sin embargo, fue en el parto donde comenzaron las complicaciones. Su hijo, Manuel, nació con un sufrimiento fetal tras un parto prolongado donde la dilatación fue complicada y el período expulsivo lento. Desde el nacimiento su hijo presentó problemas severos para el desarrollo psicoevolutivo. La deambulación se retrasa hasta los 24 meses y hoy en día no ha adquirido el lenguaje. La lactancia materna trascurre con normalidad y el cambio a la alimentación de transición se produce sin dificultad. Manuel de bebé no sonrió, ni fijaba la mirada, pero eso no es algo que llamara la atención a sus padres. Lo que sí se dieron cuenta, o mejor dicho, les advirtió el pediatra, es que su hijo necesitaba estimulación precoz, poniéndose Manuel y Carmen manos a la obra, ambos con un mismo deseo “queremos para nuestro hijo lo mejor porque algún día faltaremos, así que él debe estar lo mejor preparado para el día de mañana”. Sin embargo, lo que no sabemos es que sintieron Manuel y Carmen cuando a los 3 años le dijeron que su hijo era autista, desconocemos el impacto emocional que sufrieron, sabemos, como actuaron, y que se embarcaron en una misma cruzada “nuestro hijo tiene que llevar una vida normalizada”. También conocemos que las familias de origen los apoyaron y que ellos decidieron “lo mejor para su hijo”. Y quienes mejor que ellos podían tomar esa decisión, ellos eran sus padres, sabían de sus necesidades, no los especialistas. Ellos preguntaron, leyeron, buscaron en internet… hasta llegar a la mejor solución. Y así discurrió el desarrollo de Manuel. Los problemas se iniciaron cuando fue a un colegio religioso, allí sus padres querían que estuviera integrado con el resto de niños normales porque de no ser así Manuel iba a imitar las estereotipias de los otros niños y además, no iba a progresar como los demás. También decidieron que como Manuel no había adquirido los conocimientos propios de su edad, debía repetir, porque de este modo, no se acumulaban los déficits y así Manuel podría avanzar más. El colegio, mostró su desacuerdo con esta petición de los padres, pero ellos no escucharon hasta que la Delegación de Educación les envió un escrito donde indicaron el cambio de colegio y de aula escolar. En este caso, el colegio estaba más distante de su casa y Manuel tendría que madrugar y coger un autobús para desplazarse a su centro educativo pero, aún así, el aula seguiría siendo de educación especial y allí, no iba a estar estimulado por los demás niños ni iba a integrarse con ellos. Sufriría el desarraigo de los compañeros del primer colegio y un arduo proceso de adaptación ya que los cambios son harto difíciles para los niños autistas, esto, al menos, era lo que pensaban los padres y por eso no tardaron en mostrar su desacuerdo. Y así, Manuel y Carmen decidieron dejar de su vida aparte para imbuirse en el mundo de las denuncias, han demandado al colegio y a la Delegación y hoy, todavía, tras unos cinco años de lucha no tienen una sentencia firme ni una resolución. Y cómo afectó esto a Manuel, pues no sabemos porque él “no se da cuenta de estas cosas”. Si bien, la vida de la pareja se restringió, no había amigos, no había tiempo para el ocio… hasta tal punto que Manuel, abandonó la única afición que tenía, correr. Y, no sabemos si por azar o por pura coincidencia, la Empresa donde él trabajaba se cerró, no sabemos cómo se sintió, pero se quedó en el paro y fue entonces cuando a través de la Asociación de autismo se formó como monitor de niños discapacitados. Pasó a trabajar a un centro con niños discapacitados y aplicó con estos niños el mismo lema que con Manuel, su hijo, la única manera de aprender de estos niños que es con disciplina, refuerzo positivo, castigo y tiempo fuera. Así, es como pueden avanzar y los padres de los niños le felicitaran por los logros obtenidos y, así, él se sentirá orgulloso del éxito obtenido en su trabajo, igual que se siente orgulloso cuando los vecinos lo felicitan y le dicen ¡hay que ver lo educado que es Manuel! Sin embargo, en el ámbito laboral también empiezan a surgir problemas con sus compañeros, entre los motivos, la inflexibilidad con la que se muestra en sus planteamientos, la percepción de que el personal no se esfuerza lo suficiente, el deseo de que se hagan las cosas cómo él las establece y la consideración de que el personal sanitario está equivocado, ¡nadie como él sabe lo que necesitan los niños discapacitados! Y aquí, Manuel inicia otra batalla hasta enfermar hace un año. Ingresa en la Unidad de Agudos, con carácter involuntario, acompañado por las fuerzas de Orden Público y al comienzo del mismo verbaliza, “tengo demasiados frentes abiertos, no duermo bien, apenas como”, “creo que mis compañeros murmuran y hablan mal de mí a mis espaldas, mis jefes me quieren echar porque no les gusto, saben que los critico y, no sé si me espían o si han colocado cámaras para grabarme y así poder despedirme antes”, “esto me hundiría porque a mí me gusta mi trabajo y, además, yo necesito el dinero”. DISCUSIÓN Cuando aludimos a “padres suficientemente buenos” nos estamos refiriendo a las ideas de Winicott, “aquellos que conocen las necesidades de sus hijos y se las proporcionan y también los frustran”, para de este modo ser un buen sostén de sus hijos y crear un vínculo seguro. Pero que pasa, si nuestro hijo, es autista, como conozco, sus necesidades, si ellos carecen de la “teoría de la mente”, como me puedo poner en el lugar de ellos, si me cuesta, simbolizar y mentalizar lo que les sucede por mi propia estructura de personalidad obsesiva. De modo, que la forma que tengo de vincularme a él, sea de una forma ambivalente, de amor-odio. Pero como eso no lo puedo hacer consciente, respondo con una formación reactiva, como un padre ejemplar y modélico, incapaz de desfallecer al desaliento. Que ansiedades debieron despertarse cuando nació el hijo deseado que no responde a nuestras expectativas. Según Melanie Klein, estos padres no pudieron integrar que su hijo no sería normal, pero como cualquier niño, este sería una fuente de satisfacción y de frustración. Por esto, la ansiedad básica a la que se enfrentaron fue una ansiedad esquizo-paranoide, de ahí su lucha contra un enemigo potencial, el colegio, la delegación de Educación. CONCLUSIÓN Sólo se necesitan padres suficientemente buenos para crear una base segura. BIBLIOGRAFÍA -Blatt S. Una polaridad fundamental en psicoanálisis: implicaciones para el desarrollo de la personalidad, la psicopatología y el proceso terapéutico (sede web). Aperturas psicoanalíticas; 05/04/2008. Disponible en: http://www.aperturas.org -Rivière A. Interacción y símbolo en autistas. Infancia y Aprendizaje: Journal for the Study of Education and Development 1983; (22): 3-26. -Segal, H. Introducción a la obra de Melanie Klein. Editorial Paidós Ibérica; 1981. -Winnicott, D.W. Realidad y Juego. 2ª ed. Gedisa; 2008. -Winnicott, D.W. Los bebés y sus madres. Editorial Paidós Ibérica S.A.; 1998. -Winnicott, D.W. La familia y el desarrollo del individuo. Editorial HormePaidós; 2006.