ISABEL CLARA SIMÓ EN PLAER DE DONA: UNA ESCULTORA DE

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México, Distrito Federal I Marzo-Abril 2009 I Año 4 I Número 19
ISABEL CLARA SIMÓ EN PLAER DE DONA: UNA ESCULTORA DE
NUEVAS SENSIBILIDADES 1
Eva Legido-Quigley
Universidad de Montana, Missoula
La esperanza, por principio, está a favor de la “biofilia”
(Fromm); ésta es un código secreto de la creadora
amabilidad de la vida. Con ella, el ser vivo sigue un permiso
innegable de ser y llegar a ser.
De Walter Benjamin procede el siguiente aforismo: “Ser feliz
significa poder poseerse a sí mismo sin temor”.
¿De dónde procede esa disponibilidad al susto que hay en
nosotros?
Ésta es, creo, la sombra del moralismo y del No que juntos
mutilan la capacidad de felicidad.
Peter Sloterdijk. Crítica de la razón cínica, 177-178
E
n el último capítulo de ¿Qué viva Eros?; de la subversión
postfranquista al thanatismo posmoderno, en la narrativa erótica de
escritoras españolas contemporáneas, describí, a modo ilustrativo,
algunas
obras
que
reflejaban,
lo
que
denominé “una nueva lógica de la mirada” en
contraste con un discurso erótico truculento
que reitera nociones cercanas al dolor, la
aberración y la muerte. Si seguimos el
análisis de Foucault en The History of
Sexuality,
donde
diferencia
una
Scientia
significar mayor conciencia biológica-médica del sexo (tecnología del poder
1
Pintura de María Maza.
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que la “gran apertura sexual” a la muerte de Franco, si bien ha podido
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Sexualis de un Ars Erotica, podemos concluir
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y la disciplina), ha logrado muy poco en la construcción cultural de artes
amatorias que celebren el sexo en su vertiente más vital.
En este artículo quiero, entonces, analizar más detenidamente Plaer
de dona de Isabel Clara Simó 2 porque creo que refleja unos paradigmas
eróticos poco convencionales, que se alejan de los modelos thanáticos. Este
relato me sirve, también, como ilustración de un ejercicio de investigación
sobre el Ars Erotica y de desagravio del sexo en la narrativa contemporánea.
Para poder entender el marco en el que se inserta y sobre el que
destaca Plaer de dona, resumo, a continuación las bases y el análisis que
llevé a cabo en ¿Qué viva Eros? Ahí establecí dos etapas (una primera
desde la muerte de Franco, y una segunda, a partir de mediados de los
ochenta) basándome en dos criterios. Uno de ellos se configura en torno a
la conexión (o falta de ella) del discurso erótico con uno reivindicativo, de
implicaciones políticas, sociales o éticas de mejora o regeneración de un
“status quo”. El otro gira en torno a la “poética erótica” o representación
ético-estética de las relaciones sexuales y amorosas, según tienda hacia
Eros (si la obra manifiesta una actitud vitalista, que se puede dar tanto en
un sentido de celebración de los deleites del placer erótico y sus derivados,
como en un afán de resolución de situaciones conflictivas que obstaculizan
la afirmación de la vida) o hacia Thanatos (si se desprende una postura
antivitalista que se puede referir tanto a un regodeo en diferentes
manifestaciones que se acercan a la muerte, como a una posición implícita
de no luchar frente a lo que frena la vida). A la primera etapa, subversiva y
tendente a Eros, corresponderían las novelas de Consuelo García (Luis en
El relato ha sido traducido al inglés (“Woman Pleasure”) por Kathleen McNerney. Isabel-Clara
Simó, escritora y periodista, nació en Alcoi en 1943. Es licenciada en filosofía y en periodismo y
doctora en filología románica. Como periodista fue directora del semanal Canigó. Autora prolífica,
ha escrito narrativa, ensayo y poesía. En el campo de la narrativa destacan obras como És quan
miro que hi veig clar (1979), Julia (1983), Ídols (1985), T'estimo, Marta (1986), Alcoi-Nova York (1987)
La Nati (1991), Raquel (1992), Històries perverses (1992), Contes d'Isabel (1999), o T'imagines la vida
sense ell? (2000). Ha sido galardonada, entre otros reconocimientos, con el premio Sant Jordi 1993,
por La salvatge. En el 2000 se hizo una versión cinematográfica de su libro de relatos Dones (1997).
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2
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el país de las maravillas, 1982), María Jaén (El escote, 1986) y otras
narraciones de Carmen Riera, Esther Tusquets, Marta Portal, Ana María
Moix, Helena Valentí o Rosa Montero. 3 La segunda etapa, donde el
ingrediente
contestatario
desaparece,
se
disipa
o
pierde
su
valor
subversivo, y donde predomina la experiencia de Thanatos, incluye obras
como Ligeros libertinajes sabáticos (1986) de Mercedes Abad, Alevosías
(1991) de Ana Rossetti o Las edades de Lulú (1989) de Almudena Grandes.
Éstas se caracterizan por una visión antivitalista y deshumanizada, de
tonos decadentes, donde se percibe cierto regodeo por la aberración y el
caso patológico. Se trata de un erotismo “ruinoso” que abarca matices que
van desde el nihilismo destructivo (en Mercedes Abad), a una filosofía
fatalista de la abyección, la auto-destrucción y el resentimiento (en Ana
Rossetti) y una lógica del servilismo, aunque con un sentido de denuncia
en Almudena Grandes.
En términos generales, dentro de este marco conceptual, el relato de
Isabel Clara-Simó destaca principalmente por dos razones. La primera es
que refleja una poética erótica de expresión feliz, esto es, de tono
celebratorio, con una gran intensidad emotiva y un marcado hedonismo
vitalista que lo aleja de las formas agónicas del erotismo. La segunda es
que representa un claro ethos emancipador. Así, contrasta de un modo
obvio con el segundo grupo de lógica truculenta, donde se percibían
huellas, por un lado, del legado de Franco (en elementos como el
autoritarismo, los discursos monológicos, el radicalismo de los opuestos, la
intolerancia o el resentimiento de la religión católica hacia el sexo) y por
otro lado, del nihilismo de film noir del Posmodernismo en su vertiente de
“gran relato de la decadencia”. En este sentido, Isabel Clara-Simó
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Carmen Riera en Te deix, amor, la mar com a penyora (1975), Jo pos per testimoni les gavines
(1977) o Epitel.lis tendríssims (1981). Esther Tusquets en su trilogía El mismo mar de todos los
veranos (1978), El amor es un juego solitario (1979), y Varada tras el último naufragio (1980). Ana
María Moix en Walter ¿por qué te fuiste? (1973). Helena Valentí en L'amor adult (1977) y La dona
errant (1986). Rosa Montero en Crónica del desamor (1979) o La función delta (1981). Marta Portal
en Un espacio erótico (1983).
3
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demuestra un esfuerzo de imaginación poco común en lo que tiene de
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superación de todos estos lastres thanáticos. Pero también difiere del
primer grupo de obras (y se asemeja en el carácter reivindicativo), porque
en éste los paradigmas más habituales eran los de resistencia (subversión,
denuncia, parodia, humor) pero, salvo en casos excepcionales, no se
encontraba una versión gozosa del sexo. 4 En Plaer de dona se da una
perspectiva ascendente (no descendente) con la propuesta de un logos y un
ethos poco frecuente en la narrativa erótica contemporánea escrita por
mujeres.
Empezando por el nivel básico del argumento, encontramos ya la
descripción de una situación no habitual. Rebeca, la protagonista, está en
la cama, después de haber hecho el amor con su amante, y se dispone a
disfrutar con delectación de las sensaciones que experimenta su cuerpo y
de los pensamientos que éstas le suscitan. Hay un “fluir de la conciencia”
donde se establece una especie de desdoblamiento mental o diálogo entre
una voz que se está esforzando por definir “el placer de mujer” y otra,
como contrapunto y validación, que la cuestiona desde un escepticismo
incitador. Lo que ocurre, de hecho, es poco, pero los pequeños actos,
aparentemente nimios, se cargan de significación porque reflejan una
voluptuosidad exquisita en capacidad de sentir y de expresarse, y porque
describen con delicadeza una intimidad corporal normalmente negada o
silenciada, catalogada como “indecente” desde postulados típicos de la
moral tradicional, y reprimida a través de mecanismos inhibidores como la
vergüenza o la culpa.
¿Qué hace, entonces, Rebeca? Se despereza gustosamente, se
prepara para deleitarse y pensar sus sensaciones, se contempla en el
espejo desnuda, se excita con su propia excitación, absorbe los olores de
sueño tranquilizador.
Exceptuando momentos fugaces de relaciones amorosas entre mujeres (Esther Tusquets, Carmen
Riera) o una deslegitimación de la guerra entre los sexos en María Jaén.
4
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la pared, se adormece con las manos juntas entre las rodillas y tiene un
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sus emanaciones corporales, se acaricia, hace unas sombras chinescas en
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Un aspecto fundamental de este relato es su construcción de un
logos erótico nuevo, desde una lógica gnoseológica de la cautela y la
sensibilidad, también diferente. En lo que concierne al logos erótico, este
relato formula una conceptuación del sexo poco habitual en el sentido de
que ésta es complaciente y refleja una posición afirmativa no degradada
frente a la vida. La propia protagonista es consciente de la dificultad que
supone darle un “verbo” positivo al placer. En un momento nos explica:
“tot sería ombrívol i obscur, com tothom pretén, i no clar, lluminós i cert,
com un mar esclatant de llum i de blavor” (121) (“todo sería oscuro y
sombrío, como todo el mundo pretende, y no claro, luminoso y cierto,
como un mar estallando de luz y de azul”). La labor, entonces, va a ser un
reto y por eso mismo ésta adquiere un matiz ceremonioso, ya que va a
nacer, con dificultad, una nueva palabra, bella y legítima. Así reflexiona
Rebeca sobre la magnitud de su misión:
―Es pot descriure, Rebeca? Es pot dir en paraules? Pot expressar―
se? N’hi ha, de paraules? I si n’hi ha, són noves, inexpressades, les
primeres del món, perquè abans ningú no les ha dites? (120)
(“¿Se puede describir, Rebeca? ¿Se puede decir con palabras?
¿Puede expresarse? ¿Existen las palabras? Y si existen, ¿son
nuevas, inexpresadas, las primeras del mundo, porque nadie las ha
dicho antes?”)
La elaboración del concepto del placer, entonces, va a tener que
superar nociones thanáticas más típicas de nuestro legado cultural
religioso como las de pecado, culpa, abyección, ascetismo o dolor. También
se va a alejar de cualquier idea de lo sucio, sórdido o degradante y de lo
frívolo,
chabacano
o
grosero,
todas
ellas
nociones
cómplices
del
desprestigio del sexo. No encontraremos, ni siquiera, los postulados
“libertinos,”
de
la
otra
herida
dolorosa
marquesadiana y tampoco nociones de violencia y brutalidad menos
“exquisitas”. Tampoco va a estar ligada a una idea de “productividad” ni en
la más ultraconservadora de la utilidad del sexo para la procreación (y no
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supuestamente
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agónicos,
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el placer por el placer), ni en la más moderna de “beneficios para la salud”
o la producción de flujos (el semen) y focalización de las energías sexuales
(la penetración) dentro de una economía libidinal de la rentabilidad. En
contraposición a todo lo anterior lo que se da en Plaer de dona es un
“simple” concepto del disfrute erótico, de la gratuidad o de saber estar
perezosa y gozosamente.
Uno de los mayores aportes de la autora consiste, precisamente, en
que consigue ennoblecer el sexo, desde una posición genuina de
admiración y respeto (exenta de ingenuidad), en contraposición a la más
actual banalización del sexo y a las perspectivas posmodernas de la
sospecha y el descreimiento. Veamos, si no, esta descripción:
Plaer de dona, que comença en la sensualitat i que s'obre como una
magrana fosca en acabar l'amor i s'instal.la en l'interior donant
rodonesa a les idees, sentit al mot, pregonesa a l'existència (124)
(“Placer de mujer, que empieza en la sensualidad y que se abre como
una granada oscura al acabar el acto amoroso y se instala en el
interior dando redondez a las ideas, sentido a la palabra,
profundidad a la existencia”).
Una manifestación más de la búsqueda de este logos erótico gozoso
se percibe en la lógica interna del lenguaje, en la intención del uso de las
palabras para “agradar y conmover ―plaire et toucher―” en lugar de
“agredir y violentar” (23), según Racine. Palabras, entonces, que no buscan
imponerse o convencer sino cautivar, con tonalidades poéticas y sugerentes, que, todo hay que decirlo, resultan más evocadoras en catalán que
(“Los pezones oscuros, casi morados, los brazos delgados y largos,
como si se arquearan sobre la cabeza; el cuello flexible y las piernas
duras y brillantes como el cobre. Y, por encima de todo, el brillo de
la piel, tirante y flexible, joven como era”).
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Els mugrons foscos, quasi morats, els braços prims i llargs, que
semblaven arquejar-se sobre el cap; el coll vincladís i les cuixes
dures i lluentes com aram. I, per sobre de tot, la lluïsor de la pell,
tibada i flexible, jove com era (119).
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en castellano. Veamos un ejemplo en la descripción del cuerpo de Rebeca:
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En la misma línea, se trabaja con el ritmo del lenguaje, en este afán de
complacer suavemente. En el siguiente ejemplo, a través de la reiteración y
por un proceso de acumulación se realza el valor del “placer”:
En canvi “plaer de dona” és gairebé un títol de cançó, i no és per
xiuxiuejar a l’orella, sinó per dir-ho fort i aixecant la barbeta, amb
veu clar, amb gest deixondit. I afegí: “I només de dona. Plaer de
dona, i només de dona (120-21).
(En cambio “placer de mujer” es casi un título de canción, y no es
para susurrar en la oreja, sino para decirlo fuerte, alzando la
barbilla, con voz clara y con gesto despabilado. Y añadió: “Y sólo de
mujer. Placer de mujer, y sólo de mujer”).
El erotismo singularmente feliz se pone de manifiesto, entonces,
tanto en lo que se describe como en el modo en que se describe. Hay un
fuerte elemento físico y carnal que a través del lenguaje se eleva a una
categoría noble. Véase esta descripción:
Aleshores la dona es desmpereseix. Passa el tou dels dits per entre
els cabells, s'olora les aixelles, comprova l'humor de què està
impregnada la pell, i se sent esponjada i sap que aquella sensació
és només seva... Plena de vida i d’una saviesa antiga com la vida
(124).
(Entonces la mujer se despereza. Pasa la yema de los dedos entre
sus cabellos, se huele las axilas, comprueba el humor de que está
impregnado la piel y se siente esponjada y sabe que aquella
sensación es sólo suya... Plena de vida y de una sabiduría antigua
como la vida).
Con referencia a la construcción epistemológica del discurso erótico,
me interesa destacar dos nociones que derivo de lo que afirma la
protagonista y del funcionamiento de su lógica en el proceso racional. Un
incuestionables, o de lo que Gianni Vattimo ha definido como “el
pensamiento duro”. Esto es evidente en un gesto irónico de desdoblamiento donde la protagonista se ríe de lo que pudiera parecer su
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como un ejercicio flexible que se aleja del dogma y las certidumbres
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primer elemento singular es que la labor de conocimiento se presenta
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pretensión “escolástica”. De un modo más fundamental, sin embargo, se
refleja en lo que podemos denominar “la retórica de la prueba” o de ir
tanteando racionalmente. Este es el método que utiliza Rebeca para ir
acercándose a lo que quiere definir, postulando hipótesis que pueden ser
rechazadas o matizadas a medida que su pensamiento reposa y se va
ampliando. De este modo, no es raro encontrar momentos en los que la
protagonista anula, rebate, cuestiona o perfecciona sus ideas. En el caso
siguiente, después de un rato de reflexión llega a la conclusión de que “Els
homes estan mancats, per complet, del sentit de la sensualitat”, (“Los
hombres carecen, completamente, del sentido de la sensualidad”) para
acto seguido rechazarla (“Peró ara la continuació no li agradà. Era una
sentència, no una descripció”) (“Pero ahora la continuación no le gustó.
Era una sentencia y no una descripción”) y después de una nueva
deliberación, recuperar lo dicho, con matices, desde una perspectiva
diferente. Contingencia, relativismo y posibilidad serían conceptos relacionados con este ejercicio de “demo-energía” racional que admite lo
polivalente, lo plural y lo cambiante.
Un segundo rasgo original de esta epistemología consiste en el papel
que juegan las sensaciones. Éstas, explica la protagonista, “són més grans
―més amples, més pregones― que els pensaments, perquè els precedeixen
i els condicionen” (119) (“son más grandes ―más amplias, más hondas―
que los pensamientos, porque los preceden y los condicionan”). Esta visión
se puede relacionar con el concepto de “cenestesia”, que hace referencia a
“un tacto interior” (Starobinski, 45), por decirlo del modo más elemental y
poético. La cenestesia, que es una noción esencial de la filosofía
sensualista, se enfrenta con “la concepción filosófica tradicional que hace
individuo”. Así, Starobinski afirma que “Nuestro yo, nuestra conciencia no
son distintos de la experiencia sensible: se confunden con ésta. No se les
garantiza ninguna permanencia. La identidad que percibe el individuo es
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cuerpo, receptora de la experiencia sensible, que garantiza la unidad del
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del yo, de la conciencia, una instancia separada, espectadora de la vida del
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sólo el resultado de las sensaciones que en cada momento resucitan
sensaciones anteriores” (Starobinski, 42). En el campo de la literatura se
insertaría dentro de la tradición de “las escenas de cama” donde un héroe
intelectual, la mayoría de las veces tumbado, hace una exploración
solitaria del cuerpo, e intenta escudriñar lúcidamente su propio teatro
interior y establecer el sistema de la vida universal desde su átomo
sensible (Starobinski, 33). (Como inciso, nótese que Isabel Clara-Simó
aporta algo más al mundo de la mujer, ya que en su caso se trata de una
heroína, lo cual no es nada frecuente en esta vertiente de unir sabiduría
humana con fogosidad animal). Hablo, entonces, de un entrelazamiento
íntimo de lo sensible, lo imaginario y lo racional; no se trata sólo de que el
tema de análisis de la protagonista sea el placer, sino de que el elemento
sensual se incorpora al mismo pensamiento, suscitándolo, influyéndolo y
conformándolo. En definitiva, es lo que Luis Carlos Restrepo ha definido
como “una epistemología que abandona la distancia conceptual para
pensarse de nuevo desde la seducción de lo sensorial” (Restrepo 167).
Si analizamos las implicaciones del ethos erótico en Plaer de dona,
apreciamos una perspectiva claramente emancipadora, con consecuencias
favorables, sobre todo, para la mujer. Esta empresa crítica y liberatoria,
por lo demás, es característica de la obra de Isabel Clara-Simó. Ignacio
Riera califica la escritura de la autora como una escritura de compromiso.
Anne Charlon examina el afán de ruptura de realidades aparentemente
normales y la apertura de conciencias, típicas de la narrativa lúcida y
clarividente de la escritora. La protagonista de una de sus novelas, Julia,
ha sido caracterizada por Concha Alborg como “una musa libertaria”
(Alborg, 9) y Kathleen McNerney, en un artículo sobre escritoras catalanas,
culture, whether in the form of legend or history, myth or literature”
(McNerney, 177).
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us to be suspicious of the official stories handed down to us from our
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entre las que se incluye a Isabel Clara-Simó, explica que “[they] encourage
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Así, en Plaer de dona, el momento que se ha elegido para describir
“el placer de mujer”, el post-coitum, no es casual y de ello se derivan unos
presupuestos “feministas” ciertamente iconoclastas. Por un lado hay una
reivindicación implícita de la independencia de la mujer. El hombre ha
estado, pero ya no está. Es el goce erótico, “el d’ella sola” (122), el que
importa y éste se da prescindiendo de la figura masculina. Tenemos a una
mujer, recogida en su propia intimidad, en un espacio, al margen de lo
exterior, de ensimismamiento, queriéndose a sí misma. Por otro lado, se
legitima el placer de la mujer. Y finalmente, se sugiere una mayor aptitud
de la mujer para el goce erótico en base a una cualidad peculiar que la
distingue del hombre: una longevidad y una intensidad que la capacitan
para seguir experimentando sensaciones placenteras después del orgasmo.
En contraste con el del hombre, el de la mujer sería lento (no urgente),
largo (no efímero), intenso (no rápido), y ubicuo. 5 La máxima agustiniana
del “post coitum homo tristis”, asimismo no podría aplicarse a la mujer, si
nos basamos en la experiencia gratificante de Rebeca, después del coito.
Estas nociones forman parte de una reivindicación de la sexualidad
de la mujer, entre las que se encuentra la de “feminine jouissance”, de
Helene Cixous, que se enfrentan a teorías anquilosadas y patriarcales
como la de “lack” (falencia), la de la inadecuación de la vagina o la de la
envidia del pene, por mencionar algunas de las más metafóricas e
imaginativas. En el caso de Isabel Clara Simó no se trata tanto de un
postulado combativo como de una constatación de una peculiaridad del
placer de la mujer; al ser definido en términos de diferencia, tiene el efecto
positivo de contrarrestar prejuicios falocéntricos.
También en el thymos o en la lógica de los afectos, la escritora
Esto sería un secreto compartido y callado por las mujeres porque, tal y como explica la
protagonista, el hombre caería herido, se espantaría y moriría de envidia si llegara a conocer de
verdad el placer de la mujer, especialmente, después del coito.
5
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este campo, que es uno de los menos explorados en la cultura occidental,
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valenciana se convierte en una escultora de sensibilidades diferentes. En
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lo más habitual es encontrar visiones de la pedagogía del terror, el dominio
o la violencia. Frente a esta “alexitimia” o analfabetismo emocional, Plaer
de dona muestra un sentido de espiritualidad y de inteligencia emocional
encomiable que aúna comprensión, sensualidad, ternura y sabiduría. Es el
epítome de “la experiencia de la gracia”.
Por último, este relato crea un orden simbólico que sitúa a la mujer
en un espacio mítico. El final de la historia, especialmente, se convierte en
una especie de ritual donde se celebra una vez más algo extremadamente
importante: ser mujer. Y así Rebeca “Pensa com és de bo ser dona” (125)
(“Qué bueno es ser mujer”). En contraste con los hombres, que obtendrían
su orgullo de palabras vanas como “virilidad”, “les dones som” (125) (“las
mujeres somos”). La historia termina en este plano mágico de sabiduría
compartida entre las mujeres, con una imagen sugerente: Rebeca se queda
dormida y sueña que hechiceras de pelo largo la cogen de las manos,
hacen un círculo a su alrededor y, mientras bailan, sonríen con orgullo.
BIBLIOGRAFÍA
Alborg, Concha. “Júlia de Isabel-Clara Simó: una musa libertaria”. Literatura de Levante.
Alicante: Fundación Cultural
CAM,
1993.
Charlon, Anne. “Un pont entre les conciències: les ficcions d’Isabel Clara Simó”.
L’Aiguadolç, núm. 25, 1999.
Foucault, Michel. The History of Sexuality. New York: Vintage Books, 1990.
Legido-Quigley, Eva. ¿Qué viva Eros? De la subversión post-franquista al thanatismo
posmoderno en la narrativa erótica de escritoras españolas contemporáneas.
Madrid: Talasa, 1999.
McNerney, Kathleen. “Reinterpretations of the Classics: What’s Old and What’s New in
Catalonia”. Studies in the Humanities. Indiana: Indiana-University of Pennsylvania,
Riera, Ignacio. “Isabel Clara-Simó o l’escriptura com a compromís”. Serra d’Or, núm. 382,
1991.
Simó, Isabel-Clara. Alcoi-Nova York. Barcelona: Edicions 62, 1987.
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Restrepo, Luis Carlos. El derecho a la ternura. Barcelona: Península, 1997.
498
1991.
México, Distrito Federal I Marzo-Abril 2009 I Año 4 I Número 19
Sloterdijk, Peter. Crítica de la razón cínica. Madrid: Taurus Humanidades, 1989.
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Starobinski, Jean. Razones del cuerpo. Valladolid: Ediciones Cuatro, 1999.
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