INDIA TRADICIONAL. UN MUNDO DE DEIDADES

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India tradicional: un mundo de deidades
Julio López Saco
Escuela de Historia, UCV
Escuela de Letras, UCAB
Este breve ensayo pretende analizar las funciones, características y aspectos de las
principales divinidades hindúes. Conscientes del hecho de la ingente cantidad de dioses
y personalidades heroicas en India desde tiempos antiguos, cuya tradición sigue vigente,
hemos optado por tratar, esencialmente, tres de ellos, con sus manifestaciones
particulares, haciendo hincapié en su simbología, formas y mitología. Se trata de Shiva,
Vishnú y la gran diosa, Devi.
Shiva es una deidad con ciertos elementos de su carácter posiblemente asociados al
agreste dios Rudra de los Vedas. Se dice que habita, muy a menudo, los límites de la
actividad aceptada, y por eso su morada se imagina en el monte Kailasa, en el
Himalaya. Su complejo carácter se ejemplifica en los diversos nombres por los que es
conocido: Mahadeva (el Gran Dios), Mahakala (el Gran Negro), Nataraja (Señor de la
Danza) y Sundareshvara (Señor Magnífico). Es, del mismo modo, un genio de la
fertilidad. Uno de sus epítetos, Señor de los Animales, lo identifica con el aspecto
salvaje de la naturaleza. El método de representar a Shiva más común en India es aquel
en forma de un pilar fálico erecto, linga, un símbolo tradicional de la energía y
potencialidad del dios. Es posible que el uso del linga surgiendo de yoni se corresponda
con un desarrollo tardío basado en las enseñanzas tántricas, en donde la imaginería
sexual es usada simbólicamente para representar la unión de los opuestos. Algunos de
los tipos de Shiva, desde una óptica iconográfica, lo muestran con cinco rostros, cada
uno de los cuales cubre una característica particular de la deidad, como la riqueza, la
belleza o el poder ascético. Todo ello enfatiza, en cualquier caso, la naturaleza inclusiva
de la personalidad y carácter del dios. Cada cabeza apunta a cada punto cardinal,
mientras que la quinta se ubica en la cima del linga.
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Entre las formas humanas de Shiva se destaca su imagen como lingodbhava, en el
interior de un linga, como Señor de la Danza, mostrado con cuatro brazos en el interior
de un anillo de llamas, y como Dakshinamurti, joven asceta. En este último caso, el dios
es un generoso y sabio maestro. Una de las formas más fieras e impredecibles de Shiva
es como Virabhadra.
La consorte principal de Shiva es Parvati, considerada hija del Himalaya, la montaña
deificada. Bajo diferentes nombres y personalidades es Devi, la Gran Diosa; en su forma
benigna es Lalita y Gauri. Bajo esta personificación es una diosa de la abundancia de
alimentos y de la vida misma. Al lado de Shiva, como su consorte, son deidades de la
cremación pero también representan el amor físico humano. Otra de las consortes de
Shiva es Ganga, el río Ganges deificado. En ciertos ciclos legendarios Ganga y Parvati,
en su condición de consortes del dios, son hermanas.
Con Parvati, Shiva tiene dos hijos, Skanda (Karttikeya, mostrado a veces con seis
cabezas, Kumara, Murugan, o Mahasena, nombre este último adoptado por la familia
real Gupta), y Ganesha, el dios con cabeza de elefante. Mientras Skanda es el dios de
las acciones sin consideración previa, Ganesha representa el accionar tras el
pensamiento. Sin embargo, Ganesha tiene también, en sí mismo, la polaridad: es
propiciado como removedor de obstáculos, pero cuando se le ofende o ignora, se
convierte en el generador de los mismos. Es un custodio de las puertas de las casas, y
por eso lleva el epíteto de Señor de los Comienzos. Las bodas y las celebraciones de
Año Nuevo suelen ser acciones en las que se solicitan sus bendiciones.
Los dos animales asociados directamente con Shiva son la serpiente (la cobra), y el
tono. La cobra (naga) actúa como una guardiana del linga. El propio dios suele llevar
sierpes como joyería. Las imágenes de serpientes entrelazadas en parejas es un rasgo
común en la India rural. Por otra parte, la fuerza y fertilidad de los toros
(particularmente el toro Nandi), son las cualidades de estos animales que se conectan
con Shiva. Es por ese motivo por el que acaba convirtiéndolo en su montura o vahana.
En definitiva, Shiva es un dios paradójico: puede ser auspicioso o no, estático o pleno de
movimiento, encontrarse en este mundo o más allá de él, icónico o anicónico, femenino
o masculino, pero en su figura los opuestos se reconcilian. Es por ello que sus
adoradores ven en todo esto un símbolo de las verdades que se encuentran más allá de
las descripciones.
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El dios Visnú es el preservador del orden establecido, manteniendo su control sobre el
paso del tiempo. Es una deidad que, al evitar los extremos, supervisa la estabilidad y la
continuidad de los estándares socialmente establecidos. Representa, en consecuencia.,
las cualidades más valiosas en la ortodoxia hindú, en especial la unidad familiar y de
casta. Es el dios del comportamiento aceptable y del hogar. A través de sus avatares
Rama y Krishna, ejemplifica el predominio masculino en la vida, la paciencia, la
generosidad, el amor, el poder inefable y el control de las fuerzas naturales. En tal
sentido, Visnú es la divinidad del amor y la emoción, pero de un amor, al menos en la
superficie, asexual, altruista, y por eso se conforma como el corazón de los cultos
bhakti. Su carácter de dios salvífico pudo haber surgido del culto a los bodhisattvas del
budismo del mahayana. Esta cualidad salvadora y sabia se manifiesta en sus apariciones
terrenales como encarnado (avataras). En épocas de declive político y espiritual, Visnú
aparece sobre la tierra como un sabio-guía frente a una humanidad errada, a la que
beneficia con el esparcimiento de su amor. El canon más aceptado, aunque no el único,
menciona diez encarnaciones o dashavataras, algunas en animales (pez, tortuga, jabalí,
león), y las demás en seres humanos o semi divinos: Matsya, Kurma, Varaha,
Narasimha, Vamana, Parashurama, Rama, Krishna, Buda y Kalki. Estas encarnaciones
pueden ser el resultado de la asimilación de diversos cultos independientes en el de
Visnú. Las primeras cuatro son animales o híbridos zoomorfos, las cuatro siguientes son
encarnaciones épicas y heroicas, y las dos últimas buscan simbolizar las cualidades del
sabio. La incorporación de otros cultos se puede asociar con localidades específicas o
con determinadas características, hecho que explicaría el extenso rango de
personalidades que han llegado a ser asimilados en la personalidad del dios.
Aunque el nombre de Visnú aparece en los vedas, no será hasta los primeros siglos de
nuestra era cuando su carácter se haya desarrollado por completo y se le represente en la
escultura. Las formas realistas de la estatuaria que lo representa tienen claros influjos
helenísticos y de la escultura romana provincial. Será en Mathura donde la iconografía
del dios se desarrolle plenamente. Sus iconos de Mathura lo imaginan como una figura
regia y joven, portando un gorro real (kiritamukuta). En sus imágenes con múltiples
caras y cuerpos (Visnú Vishvarupa), el dios encarna el Universo. En tal sentido, su
esfera de actividad es la creación y el comienzo del tiempo. No obstante, la
representación más habitual de Visnú lo contempla con cuatro brazos y de pie. En cada
mano lleva un caparazón de concha, una flor de loto y dos armas, una maza y un disco,
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respectivamente. En ocasiones ambas armas se muestran personificadas, en forma
humana. El animal que es montura de la deidad (vahana), es el pájaro Garuda, quizá
una representación solar en su origen.
La principal consorte de Visnú es Lakshmi, quien encarna la prosperidad, la buena
fortuna y la abundancia. También representa la autoridad real. En tal sentido, suele ser
representada sentada y siendo bañada con agua por dos elefantes. No obstante, aparece
muchas veces sentada en el regazo de Visnú, combinándose ambos como una única
figura, con una parte masculina y otra femenina (Lakshmi-Narayan). Es particularmente
adorada e invocada en las festividades de Año Nuevo. Otras consortes de Visnú son
Shri y Bhu; esta última, es una diosa de la tierra que es rescatada por él de las
profundidades del océano en su encarnación como Varaha.
En definitiva, Visnú mantiene las antiguas tradiciones basadas en la familia y la
cotidianidad, sin vincularse con la fertilidad, el misticismo o el ascetismo.
En India la tierra ha sido, desde antiguo, adorada como una deidad. En este hecho ha
influido la todavía hoy predominante sociedad rural india, el ciclo estacionales de las
lluvias monzónicas, las calidades del suelo y la fertilidad. En consecuencia, un gran
número de diosas diferentes se conocen, genéricamente, como Devi. En virtud de las
conexiones simbólicas entre la fertilidad de la tierra y la reproducción femenina, la
diosa es, a menudo, etiquetada como “madre” (en el norte de India, Mata, Ma, Mataji, y
en el sur, Amman). Devi también se reconoce como encarnación de los ríos que proveen
vida, en especial de aquellos principales (Krishna, Narmada, Kaveri, Ganges y Jumna),
pues las aguas de las corrientes fluviales se entienden como purificadoras. Del mismo
modo, el suelo se considera el cuerpo de la diosa, en tanto que las características
geográficas del relieve, como montañas y ríos, sus rasgos físicos. En este sentido,
muchos nombres de Devi son topónimos que conectan la tierra con la divinidad. Es así,
en consecuencia, como la tierra de India se convierte en sagrada, pues es el reino y el
cuerpo de la diosa misma. Esta idea ha llegado a tener fuerza política (Madre India o
Bharat Mata), en especial durante el proceso de independencia del país.
Los santuarios de la diosa son los pitha, lugares en los que la diosa se asienta. Se sitúan
en localidades especialmente bellas o naturalmente llamativas, como la confluencia de
dos ríos, en las densas profundidades de los bosques o cerca de alguna cueva, lo cual
enfatiza el vínculo entre el poder de la diosa y el territorio circundante. En términos
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generales, la diosa es activa, productiva e inmanente, a diferencia de las deidades
masculinas, que son ultramundanas, pasivas y trascendentes.
La mayoría de las diosas se conectan en India con la sangre dadora de vida, las ofrendas
de carne y el alcohol. Muchas requieren ofrendas sanguinolentas y se les representan
bebiendo el líquido de una copa con forma de calavera. Además, el ciclo estacional
suele equipararse con el menstrual de la deidad. Algunas veces, por tanto, la diosa es
benigna y en otras, más feroz. Este hecho provee al devoto de una completa gama de
respuestas emocionales: todas las experiencias humanas están así contenidas en su
adoración. Casi sin excepciones, cuando la Devi es adorada sola es fiera, pero cuando lo
es acompañada de un consorte masculino, es benevolente. En el texto Devi Mahatmya,
de los siglos V y VI, se enfatiza una poderosa deidad femenina llamada Mahadevi, que
aglutina diversas deidades femeninas independientes.
Las abundantes figuras prehistóricas hechas de terracota pudieron ser antiguas imágenes
de la diosa. Hoy en día, en lugar de figurinas, suelen utilizarse caballos, símbolos de la
realeza, búfalos de agua, representaciones de la riqueza, y casa de arcilla, como
residencias, en las ofrendas en los santuarios a la diosa. Algunas ofrendas en cerámica
son partes del cuerpo humano (testículos, cabezas, pies, brazos), que solicitan curación.
Aunque presenta formas antropomórficas, Devi es adorada también a través de símbolos
anicónicos, en formas simbólicas precisas, especialmente, la yoni, representación
estilizada de los genitales femeninos, y un símbolo del carácter fructífero del útero
divino, que no es otro que la tierra. Otra imagen simbólica empelada en su adoración y
culto es el yantra, un diagrama geométrico que combina el poder de la palabra escrita
con el diseño sacro, y que puede aparecer en pinturas, placas de metal o sobre cristal de
roca. Como una versión visual del mantra, encarna el poder sobrenatural, y puede ser
nombrado a partir de las diferentes formas de la diosa (Shri-yantra o Kali-yantra, por
ejemplo). Los yantras que se emplean en su culto suelen combinar triángulos y círculos,
componiendo la forma de una estrella.
Devi es tanto epidémica como salvífica, puede infligir daño pero también proteger. En
tal sentido, condensa innumerables deidades: Navadurga o las Nueve Durgas, las Ocho
Grandes Lakshmis (ashtamahalakshmis), las Sesenta y Cuatro Yoginis (Chaunsatha
Yogini, mujeres ascetas), y las Saptamatrikas (Siete Madres), devoradoras de niños
jóvenes. Muchas veces, Devi aparece representada, por tanto, con armas, como la
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espada o el tridente, aunque suele vérsele con múltiples armas para luchar contra los
demonios que amenazan la estabilidad cósmica. Filosóficamente, la diosa se relaciona
con la acción encarnada en este mundo, pues la tierra, su cuerpo, es una fuerza de
acción regenerativa y energía. En los textos tántricos la diosa, usualmente terrorífica y
con formas muy energéticas, es el centro de todo poder (shakti).
Entre las formas de la Gran Diosa se destacan varias. Una de ellas es Durga,
representada como la diosa que mata el demonio búfalo (Mahisha). De tal guisa suele
aparecer con diversas armas y montando un león. Con esta acción, restaura el equilibrio
cósmico, demostrando su superioridad sobre las restantes divinidades. Para muchos de
sus devotos, Durga es la forma fiera de la benigna Parvati. Otra de las formas de Devi es
Annapurna, diosa de la plenitud, cuya personalidad es pacífica y fértil, y por ese motivo
sus símbolos son una vasija de arroz y un vaso de leche. Es la deidad que prepara y
dispensa los alimentos. Una de las formas más conocidas de la diosa es Kali, quien
personifica la ira de Durga cuando mata al demonio-búfalo. Su nombre, la “Mujer
Negra” sugiere su origen como deidad tribal. Mientras Durga es la deidad del campo de
batalla, Kali lo es de la pira de cremación, situada al margen de los asentamientos
humanos, un lugar de habitación, por tanto, de las poblaciones sin casta (intocables), y
de diversos grupos tribales. Sin relaciones sociales, es el verdadero equivalente
femenino de Shiva. El foco de su actividad religiosa está formado por adeptos
individuales que buscan poder dominando peligrosas técnicas. Suele representársele
mostrando la lengua, enrojecida y ensangrentada por la sangre de las víctimas
sacrificiales, y con un collar de calaveras alrededor de su cuello. Aparece conectada, en
consecuencia, con los dos elementos que más polución causan, la muerte y la sangre, un
hecho que puede simbolizar el vínculo esencial entre vida y muerte, así como la
irrealidad de toda la existencia fenoménica. Especialmente reverenciada en Bengala, su
imagen más popular la muestra encima de Shiva (y a veces danzando sobre su cuerpo).
Esta representación implica que el poder trascendente del dios solo se puede hacer
inmanente interactuando con la diosa dominante. Sarasvati, por su parte, es otra forma
benigna de Devi, reconocida por todos los grupos sectarios en India, sobre todo los
jaina, entre los que es muy popular. En los Vedas se la adoraba como un río del mismo
nombre, pero desde el período védico final fue asociada con la palabra hablada (de ahí
su epíteto Vagdevi o diosa del discurso), y con la cultura, especialmente la música (suele
ser representada con un instrumento de cuerda llamado vina), la poesía y los deseos
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intelectuales. Es por este motivo que Sarasvati es tan reverenciada por los estudiantes.
Se considera a Brahma su consorte, y ambos conducen un mismo vahana, un ganso o
cisne.
Como Shri Lakshmi, Devi encarna la abundancia agrícola y la auspiciosa autoridad
regia. Sus iconografía más antigua la muestra sentada sobre una flor de loto y siendo
lustrada por elefantes. La flor simboliza la pureza y la fertilidad, mientras que los
elefantes se asocian con la realeza y simbolizan la lluvia. Así representada se refleja el
ritual de la coronación real (abhisheka), en el que el monarca recibe agua en su cabeza.
Es una forma divina que garantiza la recompensa financiera, un aspecto que es
especialmente celebrado en el festival de Diwali, realizado en otoño. En su aspecto de
Manasa (o Bishahari, Jagadgauri, en Bihar y Bengala), Devi opera controlando las
serpientes y protegiendo a la gente de las mismas. Cuando se acerca el tiempo de los
monzones las sierpes representan un problema para los campesinos, de ahí su
popularidad. Es una deidad adorada por hindúes, budistas y musulmanes. Desde los
primeros siglos de nuestra era se evidencia la adoración de deidades-serpiente
masculinas (nagarajas), aunque el culto de Manasa está bien establecido únicamente
desde el siglo VIII. En el norte de India se la representa en forma totalmente humana; su
conexión con las serpientes es indicada por una cobra de múltiples cabezas que surge
sobre la suya. En algunos casos, las mujeres le suplican que favorezca los niños, sobre
todo, varones. De hecho, la forma fálica de las sierpes debe ser un obvio vínculo entre el
culto de Manasa y el de Shiva.
Devi también adquiere formas particulares en las áreas rurales, especialmente de
deidades guardianas de la aldea, conocidas como gramadevata, y asociadas a la
actividad agrícola así como a la fertilidad. Se consideran una personificación de la
fertilidad, presentando una cara pacífica y otra más ruda, pues también pueden provocar
catástrofes de diverso tenor, sobre todo epidemias. Finalmente, Devi conoce nuevos y
modernos cultos, como el de Santoshi Ma (Madre que satisface) o el de Bharat Mata,
referido a India misma.
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Bibliografía
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