¿POR QUE ES IMPORTANTE ENTENDER LA REVOLUCION

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¿POR QUE ES IMPORTANTE
ENTENDER LA ACTUAL
REVOLUCIÓN DEL
CONOCIMIENTO?
Alfredo Falero 1
Sociólogo; docente e investigador del Departamento de Sociología de la
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República, Uruguay
1. CAPITALISMO Y REVOLUCION INFORMACIONAL
Así como la revolución industrial transformó profundamente el capitalismo del siglo
XIX, lo que puede denominarse como revolución informacional o del conocimiento,
puede está haciendo otro tanto en la actualidad. Esta es una tesis que con distintas
palabras, con distintas perspectivas, subyace a varios autores. Por ejemplo, el
sociólogo francés, Jean Lojkine habla de "revolución informacional" y tomamos
prestada la denominación. En todo caso, lo importante es discutir la magnitud y
consecuencias de los cambios, las comparaciones posibles con otras coyunturas
históricas o las tendencias que pueden advertirse sobre hacia donde se camina. Lo
que no parece razonable es pensar caminos de emancipación social desde una
postura de indiferencia de lo que está ocurriendo.
En las nuevas bases científicas y tecnológicas a considerar, están la informática y
la irrupción de las tecnologías de la comunicación y de la información (las llamadas
TICs), la biotecnología y la ingeniería genética que implican la transformación de la
materia animada, la nanotecnología que es la manipulación de la materia inanimada
pero también las conexiones entre ambas. A partir de aquí se puede seguir líneas de
entrelazamientos entre áreas diversas del conocimiento para generar nuevas áreas o
aplicaciones varias (robótica, neurociencia, sistemas microelectromecánicos,
mecatrónica 2 , etc.).
1
Algunas de las ideas manejadas aquí fueron ya expuestas en el artículo "Conexiones entre trabajo
inmaterial y subjetividad social: un desafío para la educación", en revista CONVERSACION Nº 14,
Montevideo, Marzo 2006.
2
La mecatrónica -acrónimo de mecánica y electrónica- es la combinación sinérgica de las ingenierías
mecánica, electrónica, informática y de control; esta última con frecuencia se omite, pues es considerada
dentro de alguna de las dos anteriores, pero es importante destacarla por el importante papel que el
control juega en la mecatrónica. Todo esto pensando en el diseño de productos y en procesos de
manufactura con miras a formar el ingeniero de este milenio. Esta disciplina tecnológica es cada vez más
frecuente en el diseño, fabricación y mantenimiento de innumerable variedad de productos y procesos de
la ingeniería.
Cotidianamente se agregan datos sobre nuevos conocimientos, particularmente
realizados en países centrales, pero lo que interesa subrayar aquí, es que estas
transformaciones afectan a toda la sociedad y a nivel global. El corte, además, es
transversal. Esto es: la información y el conocimiento cruzan los distintos espacios
sociales transformándolos. Las alteraciones productos del nuevo lugar que ocupa la
información – vista en sentido amplio como recurso de la producción – son enormes.
Modifica – aunque no por sí sola – las relaciones sociales que a su vez pueden
potenciar o bloquear el desarrollo de las nuevas fuerzas productivas.
Así es que, en suma, bien puede caracterizarse lo que está ocurriendo como de
revolución informacional o cognitiva. Como es de suponer, los sistemas
tecnocientíficos que tal revolución implica, aparecen vinculados a una lógica mercantil
directa, a un aprovechamiento comercial inmediato..
Para el futuro de países como los nuestros y en una perspectiva de pensar la
emancipación social, esto tiene enormes consecuencias. Por ejemplo, se trata de
evitar otro tipo de saqueo, distinto al tradicional de materias primas y otros recursos
que por cierto igual se mantiene. Por ejemplo, resulta cada vez más frecuente recibir
información sobre transnacionales vinculadas a las nuevas áreas de la revolución
cognitiva atrás de patentes y mercados. Se trata de formas actuales para la
privatización de lo común y la captación de la economía del saber que suponen
nuevas formas de drenaje de excedentes desde los países periféricos a los países
centrales. Todo ello lleva a proyecciones variadas sobre nuevos riesgos pero también
nuevas posibilidades.
2. VIEJAS Y NUEVAS PERSPECTIVAS PARA ENTENDER LO QUE ESTA
OCURRIENDO.
¿De qué magnitud es el cambio? La respuesta no es fácil. Además, se recordará
que no es la primera vez que se afirma de la existencia de transformaciones sociales
gigantes producto de la tecnología. Y de hecho, frecuentemente se trató de
razonamientos mecánicos y eurocéntricos. Así es que desde ya, esto recuerda la
necesidad de ponderar desde nuestras sociedades latinoamericanas la idoneidad de
los instrumentos teóricos que se manejan para captar las nuevas realidades y que
provienen de sociedades del capitalismo central.
Entre los antecedentes teóricos a considerar resulta inevitable pensar en la década
del sesenta y principios de la del setenta, cuando Bell caracterizaba como sociedad
post-industrial a un cambio cualitativo del capitalismo. Una de las dimensiones
manejadas era el cambio en el lugar y el carácter del conocimiento (particularmente su
papel en la innovación) adquiriendo una centralidad social desconocida. “La sociedad
industrial se caracteriza por la coordinación de máquinas y hombres para la
producción de bienes. La sociedad post-industrial se organiza en torno al conocimiento
para lograr el control social y la dirección de la innovación y el cambio, y esto a su vez
da lugar a nuevas relaciones sociales y nuevas estructuras que tienen que ser
dirigidas políticamente” (1991: 34).
Su registro, era conservador pero agudo, y
anticipó algunas cosas.
No obstante el mayor alcance mediático – y por tanto también el mayor eco popular
– lo tuvo el libro del ensayista norteamericano Alvin Toffler y el “El shock del futuro”,
donde reflexionaba sobre una excepcional transformación social en curso ya entonces
producto de la ciencia y la tecnología 3 . Si antes se trataba de un mundo predecible, el
mismo desde el nacimiento a la muerte de un individuo, ahora el ritmo de cambio
suponía que se estaba obligado a convivir con transformaciones permanentes.
Como hace unas décadas atrás, se desencadenan cada tanto expresiones que
tienden a marcar una nueva etapa en la “evolución” o "revolución" de las sociedades
alentadas por el cambio tecnológico. Por ejemplo, se dice que se está en la “sociedad
de la información” y se generan cumbres mundiales en tal sentido 4 . También hoy
como en la década del sesenta, se realizan afirmaciones fáciles al estilo de “el trabajo
ahora será una actividad fundamentalmente simbólica” o, desde otro ángulo, que se
está ante una pérdida definitiva del peso del trabajo manual.
Obviamente existen optimismos fáciles y confusiones interesadas, pero ello no
puede obstaculizar el pensar sobre la relación entre nuevas tecnologías que implican
una forma de organización social diferente ya que la generación, el flujo y el
procesamiento de la información se convierten en verdad, en sustento clave de la
productividad y de la reproducción del poder, dando lugar a nuevas desigualdades
sociales (entre ellas la difundida de la brecha digital, pero no es la única).
Entre los autores más conocidos en la actualidad que han examinado tales
transformaciones debe señalarse a Manuel Castells. Con una visión inspirada (no
necesariamente reconocida) en el ya citado Toffler aunque desplegada con mayor
apoyatura empírica y actualizada con un tono progresista políticamente correcto, los
tres tomos de su trabajo “La era de la información” – dicho sea de paso, repetido
exacerbada y acríticamente en el medio académico – advierten de una
reestructuración global del sistema capitalista a partir de la década del ochenta en lo
que significa un nuevo modo de desarrollo: el informacional 5 .
“Lo que caracteriza a la revolución tecnológica actual no es el carácter central del
conocimiento y la información, sino la aplicación de ese conocimiento e información a
aparatos de generación de conocimiento y procesamiento de la información /
comunicación, en un círculo de retroalimentación acumulativo entre la innovación y sus
usos” (Castells, 1998: 58). De acuerdo a la síntesis conceptual que aquí puede
encontrarse, la información se constituye en una materia prima esencial, con alta
capacidad de penetración en todas las actividades y generando una lógica de
interconexión sistémica.
Un balance del trabajo de Castells permite advertir que si bien no tiende a alimentar
ilusiones o mitos tecnológicos (al estilo de decir por ejemplo que la sociedad de la
información estará en condiciones de asegurar abundancia de recursos) no se escapa
del esquema de caracterizar una nueva etapa por la cual la novedad de lo que se
maneja es de tal magnitud que buena parte del instrumental conceptual heredado –
como el de Marx – de poco sirve ya para entender lo que está ocurriendo. De hecho, el
principal eje pasa a ser el estar incluido o excluido de esa avasallante, irrefrenable
carrera a la sociedad global de la información.
3
Hoy consultor de empresas (también lo fue del gobierno norteamericano). “Future Schock” apareció en
1970 y constituyó su primer best-seller, aunque no su primer libro. Véase Toffler, 1978.
4
La noción de “sociedad de la información” siempre estuvo cargada de ambigüedades. La más reciente
de “sociedad global de la información” estrenada en 1995 por los siete países más industrializados no
mejora el panorama. Por su parte la UNESCO que había privilegiado el rótulo de “sociedad de la
información”, tiende a sustituirlo por “sociedad del conocimiento” por evaluar que teje un vínculo entre
tecnologías y diversidad cultural. Véase el artículo de Armand Mattelart “El derecho social a la
Información” en Le Monde Diplomatique, Buenos Aires, Agosto 2003 y Diciembre 2003.
5
Según Castells si el modo de desarrollo industrial se orienta hacia el crecimiento económico, el
informacional lo hace hacia el desarrollo tecnológico, hacia la acumulación de conocimiento.
Tal esquema conceptual constituye una suerte de trampa teórica en el sentido que
significa la disolución de la contradicción centro – periferia, esa doble cara dialéctica
de una totalidad donde las transformaciones se especifican en función de una división
global del trabajo y de la transferencia de excedentes. De esto hablamos en otros
trabajos (Falero, 2003 y 2006) y no nos vamos a detener aquí. Dígase simplemente
entonces que si se quieren analizar las transformaciones “informacionales” en un país
de América Latina como Uruguay, no puede subestimarse las formas que adquiere la
polaridad en el nuevo esquema del capital global.
Una de las claves conceptuales es advertir como se articulan las nuevas relaciones
sociales de producción con las anteriores en un espectro amplio que incluye, aún hoy,
hasta relaciones pre-capitalistas de producción. Esto es, y como ya fue demostrado
en la década del sesenta en América Latina, en áreas periféricas no existe superación
progresiva, evolutiva, de lo viejo a partir de lo nuevo, sino articulación funcional entre
ambos. Hoy se puede decir que las sociedades periféricas muestran una gama amplia
de formas de producción constituyendo una heterogeneidad articulada, que crea
funcionalidades y poder.
Así es que lo primero a tener presente dentro de las premisas que permitan una
aproximación emancipatoria a las transformaciones en curso, es el tener en cuenta la
existencia de una polaridad intrínseca al capitalismo que se expresa social y
geográficamente y que supone la perpetuación de una lógica de regiones centrales y
regiones periféricas que reproducen su condición de subalternidad.
Esto significa, en suma, que dentro de la división global del trabajo, el capital
promueve en los países centrales lo que podría denominarse una revolución
informacional o cogntiva que supone un desarrollo expansivo de ciencia y tecnología,
pero que no anula la polaridad sino que la exacerba. Para los países periféricos (y
semiperiféricos o aspirantes a éstos, en la terminología de Wallerstein) se agrega al
esquema clásico de proveedores de materias primas, el de regiones para la
deslocalización de algunos procesos industriales de las transnacionales en la
búsqueda de fuerza de trabajo más barata, regulaciones estatales más débiles,
penalizaciones ambientales más indulgentes, etc.
De lo cual se desprende que el Uruguay "productivo" no se podrá lograr "repitiendo"
ni lo que hizo Nueva Zelandia, ni Irlanda, ni Finlandia ni ningún otro país, porque no
hay carreras históricas hacia una meta llamada “desarrollo” ni en consecuencia
imitaciones posibles, sino articulaciones múltiples (económicas, geopolíticas, etc.)
dentro de una totalidad única capitalista y en un espacio-tiempo específico. Allí se
advierte la potencialidad de lo alternativo que encierra un proyecto regional
latinoamericano con una relativa autonomía de las presiones de la acumulación global.
3. TRABAJADORES Y PRODUCTOS “INMATERIALES”
Hardt y Negri, igual que Castells, desprecian las implicancias de la polaridad centro
– periferia, pero sus trabajos tienen la virtud de haber colocado en la agenda de la
izquierda el tema que aquí nos convoca. Así es que hablan de la creciente importancia
del trabajo inmaterial como aquel que produce un bien inmaterial, tal como un servicio,
un producto cultural, conocimiento o comunicación. Es decir que lo que es inmaterial
no es la producción sino el producto, pero las consecuencias sociales van más allá de
tales productos. La importancia está en que “la computadora y la revolución
comunicativa de la producción transformaron las prácticas laborales hasta tal punto
que hoy todas ellas tienden al modelo de las tecnologías de la información y la
comunicación” (2002: 270-271).
Tomado estrictamente el concepto, hasta aquí no cabría mayor discusión sobre lo
que implica en términos generales. No obstante, en su más reciente producto
“Multitud” (2004) los dos autores al pretender aclarar y ampliar los enfoques del libro
anterior (a nuestro juicio, también a relativizar algunas posiciones) observan que el
trabajo inmaterial implica más que trabajo cognitivo o intelectual; produce más que
ideas, símbolos, códigos, textos, figuras linguísticas o imágenes. El trabajo inmaterial
incluye el “trabajo afectivo”, esto es, aquel que produce o manipula afectos.
Señalan en tal sentido: “reconocemos el trabajo afectivo, por ejemplo, en la labor de
los asesores jurídicos, de las azafatas de vuelto o de los trabajadores de los
establecimientos de comidas rápidas (servir con una sonrisa)… Decir que se necesita
un trabajador con buena actitud y capacidad para desenvolverse socialmente es otra
manera de calificar a una persona idónea para el trabajo afectivo” (2004: 137). Otro
ejemplo posible es el del personal sanitario, el típico caso de la enfermera, ya que
realiza tareas afectivas, cognitivas y lingüísticas al mismo tiempo que un trabajo
material.
Como se ve, el planteamiento ya se vuelve notoriamente polémico y
sociológicamente poco fecundo: ¿acaso no es forzado incluir en una misma categoría
de análisis un calificado ingeniero en sistemas con, por ejemplo, una mujer inmigrante
que trabaja cuidando los niños de dicho calificado trabajador seguramente de clase
media? Claro, tal postura se relaciona con una extensión del papel que se le adjudica
a la comunicación y al nuevo paradigma de poder – el biopoder – propio del “Imperio”
(y no del imperialismo), propio de la sociedad de control (y no de la sociedad
disciplinaria) que abarca la totalidad de la vida social. Se trata de dispositivos que
invaden todos los aspectos de la vida social. Y en este sentido, es posible observar
elementos interesantes.
Mucho se ha escrito sobre los últimos trabajos de los autores, pero lo que importa
retener aquí son las consecuencias que se pueden extraer de un cuadro donde la
comunicación intelectual y el lenguaje son recursos productivos. Como dice Bensaid
(2004) polemizando con los autores, el planteo lleva al desdibujamiento de la distinción
entre productor y ciudadano, entre lo público y lo privado, en beneficio de un espacio
común mixto, indiferenciación que permita ubicar el nuevo sujeto que los autores
caracterizan como “multitud”.
Recuérdese que Negri en particular, viene trabajando el capítulo VI inédito de “El
Capital” desde hace años y de allí rescata la idea de producción socializada que
emana del concepto de subsunción real del trabajo en el capital y que reemplaza la
subsunción formal. Esto significa a nuestros efectos que en la revolución
informacional, el tiempo de vida humana ha sido “totalmente vampirizado” por el de la
producción social 6 .
Cuando la producción no puede fijarse al espacio de una fábrica (aunque la incluye,
claro está), cuando ésta supone una combinación de actividades sociales, cuando de
hecho una mercancía pasa a estar cada vez menos vinculada a un trabajador
individual y es cada vez más una combinación de actividades sociales globales, se
percibe con más claridad la importancia actual para el capitalismo de las dimensiones
informacionales y comunicaciones.
6
En “Fin de Siglo” Negri señalaba: “El trabajo abandona la fábrica para hallar en lo social, precisamente,
el lugar adecuado a las funciones de consolidación y de transformación de la actividad laboral en valor”
(1992: 81). Desde el punto de vista sociológico, esta afirmación compartible, puede, sin embargo, ser el
punto de partida de trayectos teóricos-metodológicos diferentes.
El trabajador polivalente de la era informacional 7 , es decir que tiene una dimensión
más intelectual que en el pasado, es aún minoritario pero deben advertirse tendencias
cuidadosamente. Además no puede dejar de articularse a su contracara: la creciente
precarización de trabajo no calificado. Para Antunes (2005 a y b), sociólogo brasileño
especializado en estudio del trabajo, una de las nociones claves de los nuevos
tiempos es la existencia de nuevas formas de interpenetración entre actividades
productivas e improductivas, entre actividades fabriles y de servicios, entre actividades
de trabajo y de concepción, entre producción y de conocimiento científico. Esta idea de
mayor retroalimentación entre trabajo y ciencia productiva y de mayor transferencia de
capacidades intelectuales para la maquinaria informatizada pretende subrayar el mito
de afirmar que se está ante la sustitución del trabajo por la ciencia.
Todo lo anterior puede llevar a extensos debates, pero lo que interesa subrayar aquí
es esa dimensión de la revolución cognitiva en curso: la ampliación de la explotación
de la dimensión subjetiva del trabajo. Esto es: se depende cada vez más de la energía
intelectual (además de la material) para la producción de valores de cambio lo que
vuelve a ésta una mercancía cada vez más valiosa. Los sectores implicados se
vuelven objeto directo de un intenso proceso de manipulación y envolvimiento en el
interior del espacio productivo y del trabajo. La nueva fase que busca apropiarse
crecientemente de las capacidades cognitivas no puede hacerse sin envolver más
intensamente la subjetividad, lo que lleva ampliar las formas de reificación.
En suma, obsérvese que el tema implica no solo discutir el nuevo papel de la
ciencia sino todo el conjunto de conocimientos teóricos y prácticos, la experiencia
social de los trabajadores colectivos, es decir lo que Marx llamó “General Intellect” y
que podemos denominar hoy como SABER SOCIAL. Este saber social, más amplio
que lo implicado en el trabajo de investigación científica, aparece imprescindible para
el desarrollo de las fuerzas productivas.
4. ALGUNAS PINCELADAS SOBRE COOPERACION Y SUBJETIVIDAD SOCIAL.
El papel que Marx le adjudica a la cooperación en la producción de mercancías es
notorio (recuérdese el capítulo XI de El Capital). El desarrollo de las fuerzas
productivas, convierte a la cooperación entre asalariados en el “requisito”, en la
“condición” de producción. Claro está, es una cooperación vigilada ya que “las órdenes
del capitalista en el campo de la producción se vuelven, actualmente, tan
indispensables como las órdenes del general en el campo de batalla” (1988: 402).
Se trataba obviamente de la cooperación en la fase industrial moderna, así que la
pregunta es ¿qué ocurre en el nuevo contexto?. Ya se ha dicho que el resultado de
una mercancía – material o inmaterial – hoy resulta de una combinación de actividades
sociales cada vez más compleja. Por cierto puede implicar trabajo a distancia, pero
esto no es lo central sino la generación de redes de trabajadores (dentro de la
empresa, entre empresas, entre empresas y centros de investigación) la anulación
cada vez mayor de la diferenciación entre tiempo de trabajo y tiempo de ocio,
capacidad de los trabajadores involucrados para generar comunicación, para permitir
creatividad, “innovación” (esa expresión tan recurrente), etc. En suma es condición de
producción un control de la subjetividad social por el capital.
7
El concepto de trabajador polivalente puede implicar aquel trabajador que hace una simple rotación de
tareas entre 2 o 3 máquinas. No es el caso a que nos referimos aquí.
Nuestra hipótesis es que existe una tensión entre el requerimiento de una
subjetividad reguladora, capturada, vampirizada para la reproducción sistémica, lo cual
significa maximizar un individualismo consumista, meritocrático y una subjetividad
emancipadora, independiente, constitutiva de creatividad, con enorme capacidad de
desarrollar la capacidad de cooperación para la innovación. El siglo XXI puede
percibirse entonces como el de un período de batallas sin antecedentes por el control
de la subjetividad.
Siendo el trabajo generador de vínculos sociales, de cohesión, de subjetividad,
estando ésta inficionada por la competencia exacerbada, por esa cultura narcisista
según la cual nada importa sino nosotros mismos, puede discutirse que existan
condiciones para la cooperación. Por lo cual, si la creatividad es un proceso colectivo,
no meramente el producto de una personalidad excepcional aunque puede plasmarse
en individuos concretos, más bien puede observarse hoy una búsqueda permanente
del capital por incentivar de las formas más variadas lo que el propio capital limita
colectivamente desde otros ángulos.
Antes, en el período industrial fordista, sometimiento productivo de la fuerza de
trabajo sugería control directo porque la subjetividad colectiva potencialmente
emancipadora (por la acción del movimiento sindical y/o de partidos políticos) advertía
de debilidades específicas del esquema de reproducción que debían ser minimizadas.
En el contexto actual de inseguridad laboral, los métodos más formalizados y
sofisticados de organización del trabajo (que en nuestros países se articulan con las
formas de gestión de la producción más arcaicas) suponen la expropiación de la
capacidad creativa.
Las nuevas formas de gestión no suponen entonces meramente – aunque implican
esto – un nuevo discurso organizacional donde los valores de la “empresa” parecen
ser universales y ahistóricos. Las formas de gestión actualizadas de “recursos
humanos” están planeadas con la incorporación de conocimiento científico. Allí hay
conocimiento transmitido con frecuencia por universidades privadas que apuestan –
con una ecuación que mezcla la educación como mercancía y un intrínseco proyecto
de sociedad – a la formación de nuevas elites. Así es que las empresas hoy
rápidamente captan las nuevas necesidades dentro de su esquema de racionalidad
limitada.
Particularmente aquellas que producen mercancías “inmateriales” (pero no
exclusivamente éstas), se convierten en “centro de resocialización”, lugar de
conformación de nuevos patrones de influencia y legitimación, que permiten que los
trabajadores hagan propios los objetivos y valores de la empresa sin experimentar
coerción. Esa es la construcción de una subjetividad sometida en el mundo de hoy
(Galcerán y Domínguez, 1997).
Por ello, los directivos de las empresas actualizadas hablan de fomentar las
relaciones de colaboración, alientan a sus empleados a considerar los problemas bajo
prismas nuevos, son hostiles a roles estructurados. En suma, debe procurarse hacer
hincapié en la creatividad y la innovación. La nueva subjetividad es de competencia
pero en versión más refinada y se extiende en ese segmento de fuerza de trabajo.
La misma contradicción entre cooperación y subjetividad social individualista y
meritocrática se encuentra en las “fábricas de conocimiento”. Cuando en los ámbitos
científicos o universitarios se asiste a formas de sociabilidad más contradictorias, más
fetichizadas, más minadas por la desconfianza entre colegas, difícilmente la
innovación y la creatividad se puedan abrir paso. Razón por la cual poco puede
esperarse en creatividad y mucho menos que ésta se vuelquen a pensar la
emancipación social.
5. A MODO DE CONCLUSION
De lo tratado en este artículo, se pueden establecer resumidamente las tres
siguientes conclusiones:
a) Las profundas transformaciones en el capitalismo global pueden manejarse como
una revolución informacional o cognitiva que exige repensar las formas de
emancipación social para el futuro.
b) Esto deberá hacerse tomando en cuenta como se especifican tales
transformaciones en los países periféricos, evitando paradigmas eurocéntricos de
interpretación de la realidad social y teniendo presente las nuevas formas de
transferencias de excedentes hacia los países centrales.
c) Entre las consecuencias que aparecen en el desarrollo de las nuevas fuerzas
productivas, están las nuevas relaciones entre ciencia y organización empresarial y
gestión de la fuerza de trabajo que suponen una batalla por el control de la
subjetividad social.
A partir de esto último, se advierte la necesidad de repensar el tiroteo entre
subjetividades de competencia y de cooperación. El capitalismo requiere capturar la
inteligencia, estimular la creatividad, se impone la innovación, pero no puede
sobrepasarse el freno de relaciones sociales que precisamente no promueven la
cooperación necesaria. De hecho, llevado al extremo, la verdadera promoción de
cooperación para la creatividad social, supondría al mismo tiempo la capacidad social
de cuestionar la autoridad, de construirse colectivamente, en suma, una radical
potencialidad de transformación. Y eso significaría precisamente el fin de las bases de
reproducción capitalista.
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