Sobre la levedad del ser y de otras cosas

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CULTUBA
Sobre
la levedad del ser
y de otras cosas
GABRIEL SANHUEZA
¿Qué es lo que justifica el éxito de Kundera en la
literatura actual?
Evidentemente su obra —y no sólo sus novelasrespira una "atmósfera " que atrae al lector.
Pero, ¿qué hay además?
El artículo del Prof. Sanhueza, doctoren filosofía y
profesor en la Universidad Diego Portales, propone
algunas reflexiones interesantes y diferentes a las que
suelen hacerse sobre este autor.
iempre me ha fascinado
—cuando se trata de
una novela o de un poema— la belleza del titulo. Se
trata de una pequeña frase encontrada en un momento de
excepción, de estado de gracia, que vale por si misma y
constituye una obrita accesoria con la que nos gratifica la
delicadeza o coquetería del
autor. ¿No vale por si mismo
afirmar que se ha estado "en
busca del tiempo perdido" y
que una parte de él descansa
"a la sombra de las muchachas en flor" ¿O pronunciar,
evocando ecos, "el nombre de
¡a rosa"? Un buen titulo es
aquel primer paso afortunado
en el proceso creativo que
muestra por sí solo la destreza del autor. O el último paso;
normalmente un titulo se compone al final.
Aunque un titulo incitante
es también una espada de dos
filos. Puedo citar un ejemplo,
S
la lectura de El asesinato considerado como una de las be-
llas artes me dejó frío por su
aridez; decidí conservar sólo
la carátula de la obra y asi lo
hice.
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Digo esto pensando en el
libro que ahora tengo ante los
ojos, La insoportable levedad
del ser1, de Milán Kundera.
Por cierto que aquí no se puede hablar de aridez, tampoco
de decepción, aunque no me
es posible participar del entusiasmo de muchos lectores.
Lo que, sin embargo, me
admira en Kundera (no sólo en
esta obra) es su habilidad
como narrador, su destreza,
las escenas cinematográficas, los raccontos sin previo
aviso, el acongojado humor, o
algún destello fulgurante
como "... el amor no se manifiesta en el deseo de acostarse con alguien (este deseo se
produce en relación con una
cantidad Innumerable de mujeres), sino en el deseo de dormir junto a alguien (este deseo, se produce en relación
con una única mujer)".
Lo que me desazona es una
cierta levedad, no del ser,sino
que de la novela misma; no
comento aquí el resto —estimable— de la obra de Kundera, pero confieso que-tiendo a
hacer extensiva la impresión.
Afortunadamente no soy criti-
co literario y estas apreciaciones pueden ser dejadas de
lado —asi como la de los críticos—. Me permito exponer
mis matizadas impresiones.
Por de pronto es seductora
la perspectiva kunderiana de
la construcción novelística en
dos planos2. Y, sobre todo,
promisoria. En el primer nivel
despliega la "historia", el relato, más bien las anécdotas
que la constituyen, respetando normalmente (El libro de la
risa y el olvido seria una ex-
cepción) una cierta unidad de
acción. En el segundo nivel
expone "temas". Sin ellos el
relato sería plano. Un tema es
"una interrogante existencial", una categoría humana
cuya reflexión podría ser independiente del relato pero que
queda inserta en él, confiriéndole profundidad. El tema es
asumido por un personaje (las
apreciaciones de Tomás) o
por el narrador {un amigo de
Tomás) cuya presencia no se
deja olvidar. Otro elemento es
el 'motivo", que forma parte
del tema o del relato —con
frecuencia es un puente entre
ellos— y que reaparece en la
novela en diversos contextos
introduciendo una imagen o
pensamiento sugerentes, por
ejemplo el sombrero de Sabi1- Milán Kundera. LA Insoportable Levedad
del Ser, Tjsquets Editores, Buenos Aires, edición de 1986
2. Sigo, más que El Arte de It Novela en su
conjunto, las conversaciones previas entre el
autor y Chrlstlan Salmón, por su concisión y
claridad
213
c
na o el cuarteto de Beethoven
con su trasecha Muss es
sein? • Es muss sein! (¿Tiene
que ser? • ¡Tiene que ser!), reiterada expresión de lo ineludible. (Este último motivo hace
pensar casi inevitablemente
en la "petite-phrase" de la Sonata de Vinteuil en Marcel
Proust).
Kundera llama disgresión a
esta manera de hacer novela,
un proceso en que el discurso
interrumpe la historia con la
intención de ahondarla y darle
nuevo impulso. Los temas se
expresan por ciertas palabrasclaves. "La novela se funda
antes que nada en algunas palabras esenciales, como la serie de notas de Schoenberg".
Son como los pilares de una
construcción y en el caso de
La insoportable levedad del
ser se dan, según el autor, los
siguientes: el peso, la levedad, el alma, el cuerpo, la
Gran Marcha, la porquería
(más vigorosamente, la mierda), el kitsch, la compasión, el
vértigo, la fuerza, la debilidad.
CULTURA
bre cada gesto el peso de una
insoportable responsabilidad.
Este es el motivo por el cual
Nietzsche llamó a la idea del
eterno retprno la carga más
pesada, (das schwerste Gewicht)". Si el eterno retorno es
la carga más pesada, entonces <
su ausencia confiere a nuestras vidas una maravillosa levedad. "¿Pero, es en verdad
terrible el peso y maravillosa
la levedad?". En verdad la carga muy pesada hace a nuestra
vida más objetiva y verdadera,
"más a ras de tierra". La
ausencia de peso hace a la
existencia sólo real a medias,
los movimientos tan libres
como insignificantes. Lo irremediable, fugaz. Parménides
prefería la levedad al peso,
¿tenia razón?
Para el narrador esto es
una incógnita, "sólo una cosa
es segura: la contradicción
entre peso y levedad es la más
misteriosa y equivoca de todas las contradicciones".
El peso es angustioso, sobre Tomás cayó el peso terrible de sentir compasión: "no
na? Nada. Habla abandonado
a un hombre porque quería
abandonarlo. ¿La persiguió
él? ¿Se vengó? No. Su drama
no era el drama del peso, sino
el de la levedad. Lo que había
caldo sobre Sabina no era una
carga, sino la insoportable levedad del ser".
Sartre: ¿un fantasma
incómodo?
Creo que ha llegado el momento de dejar caer la expresión: la existencia es absurda.
Podríamos agregar, con Sartre,
que el hombre es una pasión
inútil. ¿Serla Kundera el último de los existencialistas?
"La novela no examina la realidad sino la existencia"
—dice en El arte de la novela.
Pero precisamente en este aspecto surge una evocación
que puede lanzar sobre el novelista una terrible sombra; la
evocación de Sartre. Por cierto que sería ingenuo y hasta
pedante extremar la comparación, sin embargo no es posi-
Entre la levedad y el peso
Es claro que se trata de categorías existenciales. Las
más importantes son el peso y
la levedad, dialécticamente
enfrentadas. E! narrador las
plantea a partir de una apreciación personal sobre el mito
"demencial" del eterno retorno nietzscheano: si todo debiera repetirse indefinidamente, en la historia y en nuestras
vidas, adquirirla una trágica
consistencia. No estarían orgullosos los franceses de Robespierre si volviera eternamente a cortar cabezas francesas. Asimismo, nuestros
actos serian definitivos y
abrumadoramente reiterados.
"Si cada uno de los instantes
de nuestra vida se va a repetir
infinitas veces, estamos clavados a la eternidad como Jesucristo a la cruz. La imagen
es terrible. En el mundo del
eterno retorno descansa so214
'¿Sería Kundera el último de
los existencialistas?"
hay nada más pesado que la
compasión; ni siquiera el propio dolor es tan pesado como
el dolor sentido con alguien,
por alguien, multiplicado por
la imaginación, prolongado en
mil ecos". Pero peor es la levedad, que es el sin-sentido y
el vacío, la falta de asidero,
motivación y razón de ser.
"Un drama vital siempre
puede expresarse mediante
una metáfora referida al peso.
Decimos que sobre una persona cae el peso de los acontecimientos. La persona soporta
esa carga o no la soporta, cae
bajo su peso, gana o pierde.
¿Pero qué ie sucedió a Sabi-
ble escapar al recuerdo de La
Náusea sartreana. Roquentin,
su protagonista, experimenta
la náusea en contacto con las
cosas concretas y materiales
—un guijarro barroso y resbaladizo, una raíz con la que tropieza— y se espanta de la
con-sistencia de los objetos,
su opacidad y persistencia, en
contraste con lo precario y escurridizo del sentir y pensar
humanos; en síntesis se trata
del choque entre el en-sí de las
cosas que tienen esencia y el
para-sí, puro existir contingente de la conciencia humana.
Pero en La Náusea el "tema"
del absurdo de la existencia y
el "motivo" reiterado de la
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CULTURA
flictos interpersonaies, pueden encolerizarlos y alterar el
ritmo de sus actividades —sin
duda— pero nada de eso les
confiere ese calado (así sea el
de mediocridad profundamente analizada) que transforma a
un estereotipo en un verdadero personaje novelesco, alguien que recordaremos después. Sólo se hacen más escépticos, pero hasta el personaje escéptico debe ser
convincente. ¿Me atreveré a
decir que son insoportablemente leves?
Kundera: derla levedad en su novela.
náusea misma están irremisiblemente unidos al proceso vita! y actos del protagonista,
forman con él una sola carne,
de manera que casi no necesitan ser proclamados. No requieren de un avisado instructor que nos suministre de tanto en tanto la lección de cómo
debemos comprender las cosas. Es cierto que La Náusea
está escrita en primera persona. No es menos cierto que el
narrador de La insoportable
levedad del ser, amén de ilus-
trarnos sobre el significado
del relato, "entra" en la subjetividad de sus personajes informándonos paso a paso de
lo que sienten (se trata de un
narrador omnisciente, lo que
para Sartre constituye un crimen, pero ¡allá él!)
En la novela de Kundera,
¿sustenta el relato y sobre
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todo la caracterización de los
personajes y su envergadura,
el tema planteado? No estoy
tan seguro, aunque la destreza del escritor me haya hecho
vacilar. Tomás y Teresa; Tomás, Teresa y Sabina; Sabina
y Franz, parecen esfumarse y
—lamento decirlo— trivializarse cuando concentramos
en ellos nuestra mirada. Desnudados bruscamente de la
lección que sobre cada uno de
ellos se nos da al correr de las
páginas y desprovistos del
contexto político que les sirve
de trasfondo, reducidos a su
"mesma mesmedad" como diría Fray Gerundio, quedan en
lo que son: estereotipos. Digámoslo francamente —sobre
todo en el caso de los tres primeros— las circunstancias
trágicas del contexto social
que viven, asi como sus con-
Piense un momento el amigo lector, tal vez impaciente
por estos juicios, en los tres
personajes aludidos viviendo
una existencia distinta, sin la
llegada de los tanques soviéticos, sin el exilio, sin la cólera
o el temor, ¿qué habría de diferente en su ser real, en su
ser profundo y sus relaciones
interpersonales? Yo juro que
seguirían siendo irrevocablemente los mismos aunque
moviéndose en otro contexto.
Esto es lo que me desazona. Y
en esta novela el contexto es
presentado como esencial.
Nada diré de Franz, tan estereotipado que inspira cierta
ternura.
Que el lector de espíritu
conservador no me guarde
rencor, estoy hablando de literatura, no de política. Sírvase
comparar el cuarteto mencionado con las figuras creadas
por Solzhenitsin, piense en
Franz y aproxímelo a otros revolucionarios, coherentes o
frustrados, que nos ofrece la
gran literatura.
Sin embargo hay algo que
se logra plenamente, cualesquiera sean las reservas sobre
la densidad de los personajes,
un algo que justifica el éxito
del autor ante el lector: me refiero a la expresión de la levedad global de la existencia de
hoy, inseguridad vivencial,
opacidad de las metas, conciencia de la manipulación a
la que se está sometido. Esa
atmósfera sí que la hace res215
CULTURA
pirar el libro. En alguna medida Kundera es también un
posmoderno desencantado
del esquema idealizado del
progreso y de la racionalidad
en ascenso. Con razón proclama en El Arte de la Novela que
ésta "ya no p-uede vivir en paz
con el espíritu de la época; si
quiere seguir progresando en
cuanto novela no puede hacerlo sino contra el progreso
del mundo".
Si me he referido extensamente a los dos temas de la
levedad y el peso es porque en
ellos —además del título—
está centrada la "disgresión
novelística" de Kundera, casi
diría la "tesis" de la obra, el
ambiente o clima que la impregna. Los otros temas constituyen el complemento, el
pendant de ello. Y es por esto
que frente a una novela que se
quiere existencial, una novela
de amor según el autor, surge
tan amenazante la figura de
Sartre. Es cierto que el filósofo y escritor francés atraviesa
hoy el período que algunos llaman "purgatorio", es decir el
relativo silencio que aflige a
los autores famosos durante
los años próximos a su muerte. Posteriormente alcanzan el
paraíso de los grandes o desaparecen en la nada. No haré
profecías sobre el destino futuro de la obra de Sartre, sólo
diré que aún se impone como
término de comparación. Y,
hecha ésta, Kundera resulta
ser menos.
¿Menos qué? Simplemente
menos, eso es todo.
Sé que es enojoso establecer ciertas comparaciones. Un
novelista tiene derecho a ser
él mismo, a ser considerado
independientemente de otros.
Pero esto se hace difícil cuando él no excursiona en una
térra nullius sino que en territorios ya colonizados.
Esta sería una de mis reservas fundamentales. Sin embargo Kundera no me parece
uno de esos escritores adocenados que se transforman en
216
best-sellers simplemente por
moda del público y una cierta
hábil facilidad. A sus destaca
das condiciones narrativas, ya
Indicadas, me place agregar
elementos como el Pequeño
diccionario de palabras incomprendidas, sabiamente
dosificado en varias secciones, tan rico en sugerencias y
hábiles paradojas. Por ejemplo la reflexión sobre la música tan bien complementada
con las referencias al cuarteto
de Beethoven.
Es notable el sentido musical de Kundera. Pero más
cuando se explaya libremente
en la disgresión novelesca
que cuando es planteado cerebralmente, como en la conversación con Salmón, quiero
decir como una tesis sobre la
dido de uno fortissimo y prestissimo" ("La Gran Marcha",
atmósfera brutal, cínica, con
muchos acontecimientos").
No estoy tan seguro de que el
lector avisado considere a
posteriori que en eso se pueda fundamentar el efecto producido por la lectura de los
capítulos terminales de la
obra. En este caso, como en
otros que Kundera extrae de
su propia producción literaria
nos sobrecoge el temor de
que la explicación retrospectiva sea más importante que el
texto mismo.
De todas maneras, la reflexión de Kundera ensayista sobre el tema merece mucho
más interés. Pero hablo del
ensayista más que del novelista. Lo mismo puede decirse
construcción narrativa como
tal. Remito al lector a ese diálogo, por lo demás interesante
en si mismo. Sin embargo no
siento que su aplicación sea
tan evidente en la novela. Dice
el autor, refiriéndose a La in-
sobre sus teorías en torno a la
racionalidad matemática aplicada a la composición literaria.
soportable levedad del ser:
"en elia supe desde el comienzo que debía finalizar en
un movimiento pianissimo y
adagio ("La sonrisa de Karenin", atmósfera calmada, melancólica, con pocos sucesos), y que éste debía ir"prece-
El imperio de la
casualidad: ¿muerte de
Dios?
Hay otro tipo de hallazgos
que seducen más. Por ejemplo —y es importante en el
caso de un autor que proclama que la novela explora las
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CULTURA
El fin de la Primavera de Praga
preside el relato..."
rostro divino que no existe, la
imagen palpable del desamor
de las cosas y de los acontecimientos. En el fondo, el legado trivial de los herederos de
la muerte de Dios.
Más sugerente aun si consideramos que los hechos
descritos como casuales —un
mal cerebral, una ciática, un
hotel elegido por más cercano
"Hace siete años se produjo
casualmente en el hospital de o más cómodo, un tiempo sola ciudad de Teresa un compli- brante, etc.— tienen todos,
cado caso de enfermedad ce- considerados aisladamente,
su propia red de pequeñas
rebral, a causa del cual llamacausas, conocidas o no,
ron con urgencia a consulta al
(como cualquier encuentro imdirector del hospital de Tomás, Pero el director tenia ca- portante y fortuito en nuestra
sualmente una ciática, no po- propia vida, si lo describimos
como Kundera). Sugerente
día moverse y envió en su luporque la suma (y el orden) de
gar a Tomás a aquel hospital
seis hechos como los indicalocal. En la ciudad había cindos arroja dos productos posico hoteles, pero Tomás fue a
bles, ninguno de ellos estricparar casualmente a aquel
donde trabajaba Teresa. Ca- tamente causal: la gran Casualidad o la gran Bondad, el
sualmente le sobró un poco
de tiempo para ir al restauran- sin-sentido inmanente o el
te antes de la salida del tren. Sentido trascendente. Y esto,
visto desde el ángulo del homTeresa casualmente estaba
bre, es una opción. Tal vez ese
de servicio y casualmente
es el "salto a la Fe" de que
atendió la mesa de Tomás.
habla Kierkegaard.
Hizo falta que se produjeran
seis casualidades para empuSin embargo eso no vale
jar a Tomás hacia Teresa,
sólo para la fe religiosa. Cualcomo si él mismo no tuviera
quiera fe humana (en el futuro
ganas3."
histórico, en tal proyecto político, en un Reino de cualquier
tipo) implica también una forHay fuerza en esto. La anma de opción y compromiso.
gustiosa sugerencia del azar
¿Será la falta de eso la levetransformado en una Providad del ser y, específicamendencia que puede ser benévote, la razón de la levedad de
la o maléfica, pero siempre inlos protagonistas de la novediferente.
la? Tal vez los caracteriza la
Un amigo teólogo veía en
desesperación (otra vez en el
esta sucesión de casualidasentido de Kierkegaard), es
des el símbolo de la primacía
decir, la situación de no espedel Azar como un absoluto, es
rar nada.
decir la ausencia de Dios.
Creo que tiene razón, es posiPero —y ésta será nuestra
ble para la conciencia religioúltima reflexión— se da un tesa interpretarlo así. El azar
lón de fondo en el proceso na—reiterado en el relato— puerrativo que no tiene nada de
de ser el reverso real de un
azaroso o indiferente sino que
posibilidades humanas "y
todo aquello en que el hombre
puede convertirse, todo aquello de que se es capaz"— la
intervención de la casualidad
más que de la causalidad en
las relaciones humanas. Es el
caso del encuentro de Tomás
con Teresa.
MENSAJE N° 369. JUNIO 1988
todo de calculado y ominoso:
la ocupación soviética de
Checoeslovaquia. El fin de la
Primavera de Praga preside el
relato y la disgresión novelesca. De algún modo la ocupación es un personaje más, el
más terrible. Esto es lo que
confiere a los protagonistas
— pese a su esquematización— una cierta prestada
grandeza.
Para algunos el Invierno
que cayó sobre Praga, envolviendo con su costra de hielo
a la hermosa ciudad, no hace
sino confirmar la temible pendiente de una ideología revolucionaria letal; para otros
suscita un problema de conciencia tan fuerte como h
constatación de que el stali
nismo puede rebrotar en cual
quier momento.
Esto es lo que otorga a
obra de Kundera —y no sólo a
la novela que comentamos—
una significación casi épica.
El peso, no la levedad, de fuerzas represivas —burdas o sutiles— transforma a las creaturas kunderianas en seres
cuyos actos y decisiones los
llevan más arriba o más abajo
de sí mismos dondequiera estén, ya sea en el país natal, ya
sea en el exilio. El exilio no es
una respuesta. La vida tampoco está allí, sino que en otra
parte. Viven la ambigüedad.
"Comprender —dice Kundera— el mundo como ambigüedad, tener que afrontar, en lugar de una sola verdad absoluta, un montón de verdades
que se contradicen, poseer,
pues, como única certidumbre
la sabiduría de la incertidumbre".
Es el peso de estos factores lo que hace de la obra del
escritor checo —al margen de
las reservas literarias u
otras— un texto cuya lectura
suscita variadas reacciones,
pero en ningún caso la indiferencia, (m)
3. Los subrayados son nueslros
217
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