La marginación social de Rinconete y Cortadillo

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PI ERRE L. ULLMAN
a través de su falso epígrafe no es más que el contorno hueco de la
urna o, más bien ,su sombra. Me estoy persuadiendo cada vez más
de que el Quijote encierra un juego entre el manierismo y el barroco, como lo dejé esbozado en otros trabajos míos 16.
Este juego se extiende además a la creación de los personajes.
Así como lo antiheroico cervantino no se ajusta a los moldes de la
época, tampoco se ajusta precisamente a ellos lo heroico cervantino.
Ruy Pérez de Viedma demuestra su heroicidad sobre todo al escaparse; lo más maravilloso y detallado de su actuación acontece en circunstancias que no se consideran heroicas por excelencia. En efecto,
la huida en sí es un elemento usado más bien para elaborar la defición del pícaro. Casi se puede asentar que Cervantes toma un motivo
antiheroico para tratarlo heroicamente. Con relación a la literatura
corriente, este procedimiento quizá parezca irónico, pero no lo es en
función de la realidad o verdad universal.
r--'
En resumen, la picaresca plantea el problema del antiheroísmo
\
estáticamente, con una negación ab ovo. Cervantes, en cambio, enfo~ll el problema dinámicamente; el antihéroe es otro. Por eso, el que
Cer"{antes no haya hecho literatura que quepa verdaderamente dentro del género picaresco no significa que no concibiese la existencia
de un tipo antiheroico. El antihéroe cervantino es Anselmo, el Curioso Impertinente, el Adán que se vuelve serpiente, haciendo de su esposa un Adán y de su mejor amigo una Eva. Además, para Cervantes, el antihéroe no es el que, no teniendo honra nunca la consigue,
sino el que teniéndola la destruye. De acuerdo con esta teoría, la
estructura del Quijote de 1605 no se basa sencillamente en la oposición don Quijote-Anselmo, como opina Raymond Immerwahr, sino
en un esquema ternario: 1) héroe genuino (Ruy Pérez de Viedma, el
capitán cautivo; 2) antihéroe (Anselmo); 3) héroe burlesco (don Quijote). De ahí que el centro del argumento de la obra no es la aventura de los cueros de vino, sino el capítulo XXXVI, donde está don
Quijote ausente y cuyo epígrafe anuncia, sin embargo, una batalla
suya y librada. Este desplazamiento del centro constituye un procedimiento manierista. Si tomamos por sentado, además, que las novelas picarescas tienen estructuras manieristas también, deberemos llegar a la conclusión de que la distancia estética entre el Quijote de
1605 y la picaresca no es infranqueable. La que parece más grave
es la distancia temática.
LA MARGINACION SOCIAL DE RINCONETE y CORTA DILO
ALFREDO HERMENEGILDO
Université de Montréal
1\,.
16 En el último trabajo citado en la nota 9, en las pp. 223-238, y en «The
Surragates of Baroque Marcela and Mannerist Leandra», en Revista de Estudios Hispánicos (Alabama), 5 (1971), pp. 307-319.
En el «Prólogo al lector» de las Novelas ejemplares, Miguel de
Cervantes llega casi a declarar el fondo de la intención que presidió
la redacción de sus obras. Pero prefiere dejar a la iniciativa individual la tarea de sacar su propio fruto. «Mi intento -dice 1_ ha sido
poner en la mesa de nUt,3tra república vna mesa de trucos, donde
cada vno pueda llegar a entretenerse, sin daño de barras; digo sin
daño del alma y del cuerpo, porque los exercicios honestos y agradables, antes aprovechan que dañan» (p. 22).
Siguiendo, pues, el consejo cervantino, he iniciado el honesto y
agradable eíercicio de acercarme a este Rinconete y Cortadillo. Pero
no he quer'ido dejar de lado aquella otra declaración de Cervantes
en que pide «no se desprecie su trabajo, y se le den alabanc;:as no por lo
que escriue, sino por lo que ha dexado de escriuir» 2. Ni tampoco
aquella otra que pone al frente de estas mismas novelas ejemplares:
«Solo esto quiero que consideres, que pues yo he tenido ossadia de
dirigir estas Nouelas al gran conde de Lemas, algun misterio tienen
escondido que las leuanta» (p. 23).
No soy el primero -ni seré el último- que se lanza a descubrir
«algun misterio» en Rinconete y Cortádillo. Rodríguez Marín, en su
edición de la obra 3, se pronuncia a favor de la identificación del
mundo novelesco con el de la realidad. González de Amezúa 4, siguiendo a Rodríguez Marín, no hace más que añadir nuevos elementos en busca de la adecuación novelesca a la Sevilla cervantina. Alon-
1 Las cifras entre paréntesis remiten a las páginas de la edición de las Novelas exemplares, publicada por Schevill y Bonilla (Madrid, 1922, t. 11).
2 Don Ouixote de la Mancha, ed. SchevilI-Bonilla. Madrid, 1941, t. IV, p. 65.
3 Segunda edición. Madrid, Tipografía de la «Revista de Archivos», 1920.
4 AGUSTÍN GONZÁLEZ DE AMEZÚA, Cervantes, creador de la novela corta
espai'íola, Madrid, e.s.l.c., 1956-58, 2 vals.
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ALFREDO HERMENEGILDO
LA MARGINACION SOCIAL DE «RINCONETE»
so Cortés también piensa que de este grupo de obras «las que ofrecen
mayor realismo, las que están arrancadas a la vida y a las costumbres, son manifiestamente las mejores» 5.
Joaquín Casalduero ha examinado el sentido y la forma de la novela, con la que, según él, «empieza Cervantes el estudio del sentido
demoníaco de la Tierra» 6. Para Casalduero, el sentido de la obra es
«la seguridad que tiene el hombre de estarse salvando cuando se está
condenando; estar engatusado oyendo las bernardinas del demonio,
mientras éste le quita el alma» 7.
No voy a intentar ahora discutir tan sutiles juicios. Prefiero buscar, por mi cuenta, otros senderos que me permitan llegar más cerca del hondo latido que cobija la intención cervantina. Supongo que
saldré de la empresa «sin daño del alma y del cuerpo», como parece
ase.gurar Cervantes.
Dos mundos se enfrentan en la novela. El de Rincón y Cortado,
por una parte. El de Monipodio, por otra. Y si la obra lleva como
título los nombres de los dos muchachos, sin embargo, ninguno de
ellos interviene en la acción principal, la que tiene lugar en casa de
Monipodio, más que como espectadores atentos a lo que ocurre ante
sus ojos. Hay aquí una cierta inconsecuencia que puede quedar justificada al analizar los distintos planos de observación que se superponen en la obra.
Quede bien claro, antes de seguir adelante, el corte profundo que
separa a Rinconete y Cortadillo, los protagonistas pícaros, del mundo del hampa que encarnan Monipodio y su cofradía . Aunque reconozcamos que la zona límite entre picaresca y delincuencia no es tan
fácil de establecer como quiere Ludwig Pfandl, sin embargo, en esta
novela, hic el nunc, su autor ha dividido los campos de manera clara
y significativa.
Volvamos a los distintos planos que agrupan y estructuran los
elementos formales e intencionales de la novela. Son cuatro planos en
los que se sitúan los correspondientes agentes de intervención, activa o pasiva, de la obra. En primer lugar, el plano 1, el del lector, que
observa el conjunto de los otros tres planos y de sus mutuas interrelaciones e interdependencias. El lector debe, en palabras de América
Castro, «interpretar la obra cervantina, no como una ecuación con
la realidad que le cercaba, sino como una proyección de la manera
de ver el mundo que tenía Cervantes» 8. Es decir, el lector tiene que
considerar el plano II, el del narrador en tercera persona, como primer componente. El plano II de observación va a modificar la apreciación que de los planos III y IV tendrá 'el lector, desde su plano J.
No puedo compartir la opinión de América Castro cuando afirma que
«lo que el pícaro piensa no le interesa a Cervantes» 9. A Cervantes le
interesa, y mucho, la opinión de los pícaros. Los pícaros forman el
plano 11I de observación y, a través del plano Il, va a transmitir el
autor la escéptica apreciación que de la realidad del plano IV, el de
Monipodio y sus secuaces, tienen Rinconete y Cortadillo. Esta me parece ser la verdadera articulación de los elementos novelescos:
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5 NARCISO ALONSO CORTÉS, «Cervantes», en Historia general de las literaturas hispánicas, Barcelona, Vergara, t. JI, 1968, p. 824.
6 JOAOUÍN CASALDUERO, Sentido y forma de las novelas ejemplares, Madrid.
Gredos, 1962, p. 100.
7 [bid., p. 116.
8 AMÉRICO CASTRO, El pensamiento de Cervantes, Barcelona, Noguer. 1972,
p. 206.
lector ___ narrador _
Rincón y Cortado -+ Monipodio,
en que la flecha está indicando la sucesiva interrelación de las actitudes observadoras de los distintos agentes. El lector observa cómo
presenta el narrador a Rinconete y Cortadillo examinando el mundo
social de Monipodio.
El narrador. en tercera persona, está manejando los planos 111 y
1V para transmitir al lector un mensaje, capaz de hacerle reaccionar y
de lanzarse en busca de «algún misterio escondido». Rinconete y Cortadillo actúan, son sujetos activos, cuando se mueven dentro de su
medio, el de la picaresca peregrina y marginada. Adoptan una actitud
de observadores, de agentes pasivos, cuando entran voluntariamente
en el mundo adverso, el de Monipodio. Vuelven a ser sujetos activos
cuando abandonan el medio hampón sevillano. Al fondo de la escena, el lector examinará el mundo de Monipodio contando con las modificaciones de perspectivas introducidas por la observación de Rinconete y Cortadillo y, más cerca de él , del narrador.
La vida pícara y marginada de Rinconele y Cortadillo
Los dos protagonistas, Rincón y Cortado, pertenecen a ese mundo
pícaro, transfigurado artísticamente y utilizado como vehículo de protesta por autores marginados en la sociedad cristiano-vieja de la época. El autor del Lazarillo, Cervantes, Alemán, el creador de La pícara Justina, etc ... , usan al pícaro como instrumento de agresión, más
o menos violenta. contra una sociedad asentada en la verdad de la
pureza de sangre.
Los nombres de nuestros dos protagonistas, Rincón y Cortado,
ya están indicando su carácter marginado, separado, arrinconado, cortado de la sociedad. Y sus primeros pasos por la acción novelesca dan
buena prueba de esa nota que acompaña indeleblemente sus vidas.
Los encontramos en una venta, lugar de paso para el eterno peregrino. sitio adecuado para pícaros. Su aspecto exterior cuadra bien con
la imagen típica: zapatos , alpargatas , montera, sombrero. camisa. Todo
ello perfectamente destrozado. Los dos quemados del sol, con las
uñas rotas . El uno armado con media espada y el otro con un cuchillo.
9
¡bid .. p. 110.
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ALFREDO HERMENEGILDO
LA MARGINACION SOCIAL DE «RINCONETE»
La primera manifestación de nuestros marginados muchachos es
la de quien prefiere ocultar sus orígenes. Símbolo de la época denunciada por Cervantes. La preocupación por el inaje era común entre
quienes corrían a la caza de ejecutorias de limpieza de sangre. Los
dos pícaros, que se encuentran por primera vez, no quieren identificarse: «Mi tierra, señor cauallero, respondió el preguntado, no la sé,
ni para dónde camino tampoco ... El camino que lIeuo es a la ventura»
(pp. 210-12). Los pícaros, auténtico negativo de la preocupación española por el linaje, exhiben la carencia del suyo, con una actitud de
reto social identificable en Guzmán, Justina y tantos otros. Cortado
añade: «mi tierra no es mía, pues no tengo en ella más de un padre,
que no me tiene por hijo, y una madrastra, que me trata como alnado; el camino que lleuo es a la ventura» (pp. 211-12).
Terminado el pasaje de los ocultamientos, Rincón y Cortado se
confesarán mutuamente sus respectivos orígenes. El tono irónico (<< Yo,
señor hidalgo», dice Rincón) es evidente. Y el hecho de que uno sea
hijo de sastre y el otro hijo de bulero (<<echacuervos, se dice en el
manuscrito de Porras de la Cámara), no añaden notas gloriosas al
árbol genealógicO' de los dos peregrinos.
Cervantes hace una breve y sucinta exposición de ciertas andanzas típicamente picarescas de los dos muchachos: hurtos, huidas,
trampas en el juego, robos de bolsas. Rincón y Cortado van presentando la larga serie de aventuras que han corrido por separado. Hasta el momento en que «leuantandose Diego Cortado, abra~o a Rincon ,
y Rincon a el tierna y estrechamente, y luego se pusieron los dos a
jugar a la veyntiuna con los ya referidos naypes» (p. 220). Cervantes, desde el plano del narrador, ha unificado a los dos personajes,
una vez que uno y otro se han conocido y descubierto. Es la peregrinación hacia el fondo último del alma del pícaro, antes de emprender
el camino hacia Sevilla, que debe considerarse como el intento de integración en una sociedad hasta entonces ajena a ellos. Rincón y Cortado aparecen por separado. A partir del abrazo, serán simples variantes de un mismo personaje, el pícaro que busca la inserción en la
sociedad. La prueba de que la unipn se ha hecho, es que inmediatamente después del párrafo señalado, le ganan el dinero al arriero y se
defienden de él cuando les ataca. Ya no estamos ante dos pícaros , sino
ante una unidad en la acción.
Paso por alto el viaje Sevilla, el robo en la bolsa del francés y
el primer contacto con el esportillero asturiano, encarnación misma
de la libertad y de la marginación, ya que, según él mismo cuenta, con
su oficio evitaba los impuestos, comía , bebía y triunfaba «como cuerpo de rey» (p. 226). El asturiano indicará a Rincón y Cortado la maner~ de vivir en Sevilla como esportilleros, oficio que nuestros protagOl1lstas adoptarán por medio de vida. Y roban la bolsa con los quince esc~dos de ?~o. Hasta aquí, Cervantes presenta la marginación vol~ntat1a y par~slta de los dos pícaros . No tienen ninguna misericordia con l~ SOCiedad junto a la que viven. Lo importante es esquilmar
a esa SOCiedad para poder seguir viviendo en libertad.
El desenfado con que los pícaros tratan la vida de piedad y las
formas sociales de concebir la religiosidad en la España de la época,
es una de las evidentes acusaciones lanzadas por los autores cristianos nuevos contra una sociedad enquistada en preocupaciones religiosas excesivamente formalistas y superficiales.
Cervantes no podía ser excepción en la larga serie de acusaciones. El menos que nadie. Cuando Cortado habla con el estudiante a
quien acaba de robar la bolsa sobre el carácter sacrílego del hurto,
nuestros pícaros se sitúan descaradamente al margen de la religiosidad de la España en que viven . Cervantes pone en paralelo dos formas de interpretar las sucesivas afirmaciones de Cortado. Una y otra
se superponen, dejando al descubierto, ante los ojos del lector, la voluntad cervantina de manifestar su ironía contra la superficialidad de
una religiosidad basada en formalismos y reglamentos. El lector percibe la actitud desenvuelta de Cortado cuando dice que:
a
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- Puede ser que, con el tiempo, el ladrón se arrepienta y
devuelva la bolsa.
- Hay carta de excomunión contra los sacrílegos.
- No quisiera él ser el ladrón, «porque si es que vuessa
merced tiene alguna orden sacra, parecermeia a mi que auía
cometido algun grande incesto o sacrilegio» (p. 234).
«Dia de juyzio ay, donde todo saldra en la colada» (p.
234).
En otras palabras, el pícaro pone sobre la mesa una denuncia del
estado actual de la religiosidad. ¡Día de juicio hay! Es decir, desde su
situación ·de cristiano al margen, no quiere aceptar, entre bromas y
veras, el resultado del cálculo con que la sociedad española solucionaba el problema del bien y del mal, de los premios y de los castigos
eternos.
El episodio del encuentro con el estudiante-sacristán es la última
muestra de la actitud agresiva contra la sociedad que adoptan Rincón
y Cortado, situándose fuera de ella, a lo pícaro. Y, de manera probablemente no casual, el ejemplo que Cervantes nos muestra es un
personaje semiclerical. Igualmente es curioso que el problema gire en
torno a un dinero «sagrado». El pícaro marginado está agrediendo,
desde el exterior, a una sociedad sacralizada en la que no puede entrar.
La integración en la sociedad
Hasta aquí va presentando el autor la vida de los pícaros y alguna
de sus manifestaciones más características. A partir de ahora se inicia el movimiento que llevará la narración hacia la casa de Monipodio.
La sociedad real tiene ciertos elementos (robos, ladrones, criminalidad) que podrían ser el punto de contacto, el puente tendido a los
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ALFREDO HERMENEGILDO
LA I\1ARGINACION SOCIAL DE «RINCONETE»
pícaros para su integración en ella. En el acercamiento al mundo de
Monipodio puede el lector ver una transposición de los planos. La
identificación de la cofradía criminal con la sociedad española dejará al descubierto las lacras de ésta última. y la voluntad que de entrar en ella manifiestan Rincón y Cortado es la expresión del deseo
profundo que el pícaro-cristiano-nuevo tiene de entrar dentro de una
sociedad hostil. Veamos ahora cómo se perfila el grupo de Monipodio con los rasgos característicos de la sociedad española del siglo XVI,
tal como podía percibirla un autor con problemas personales de integración . A partir de ahora, la acción narrativa sólo vivirá dentro
de la órbita de Monipodio. Rincón y Cortado pasan a ser sujetos pasivos, agentes de observación del cuarto plano a que hacía yo alusión
al principio.
Monipodio aparece como el auténtico soberano de una sociedad
monárquica, fuertemente condicionada por preocupaciones religiosas.
Así van definiendo la situación los distintos personajes.
El esportillero les dice a Rincón y Cortado que «a lo menos regis transe ante el señor Monipodio, que es su padre, su maestro y su
amparo, y assi les aconsejo que vengan conmigo a darle obediencia»
(p. 240). Rincón y Cortado deciden, después de la amenaza del esportillero, guardar las leyes de la tierra en que se hallan «por ser la
mas principal del mundo» (p. 240). Y añade Cortado: «puede vuessa merced guiarnos donde esta es se cauallero que dize ... que es muy
calificado y generoso y, ademas, hábil en el oficio» (p. 240). En el
manuscrito de Porras de la Cámara, se habla de Monipodio como «su
padre, su amparo, su abrigo, su defensor, su abogado, su tutor y su
curador ad litem» (p. 241). La large serie de notas que acompaíian la
definición de Monipodio puede hacernos pensar en la imagen de un
rey semidivinizado, a la usanza semítica, jefe político y religioso, y en
su omnipresente poder sobre la sociedad. La imagen de Felipe 1I,
como monarca, no está muy lejos de las de los califas musulmanes.
Monipodio es, pues, el dueño absoluto y reverenciado del grupo criminal sevillano.
Pero hay otros detalles que, superpuestos de modo irónico sobre
los rasgos propios de la sociedad española, coinciden de manera harto
significativa. Cervantes define la cofradía como una auténtica sociedad cerrada a los extraños. El grupo tiene su lengua propia , la de
germanía. Rincón y Cortado quedan claramente separados de los iniciados hasta que el esportillero les explica la jerga .
Por otra parte, la sociedad monipodiana aparece trazada con rasgos marcadamente clericales -como la España de la época-o Cuando Rincón le pregunta al esportillero si es ladrón, éste responde: «Sí,
para seruir a Dios y a las buenas gentes; aunque no de los muy cursados, que todauia estoy en el año de nouiciado » (p. 242). Estructura social, pues, calcada de la organización de las sociedades religiosas. Monipodio ordena a sus «ahijados» dar limosna de lo robado
para las lámparas de aceite de una imagen que les protege. Rezan
el rosario repartido en toda la semana. No roban el viernes. No ha-
blan con mujer llamada María en sábado. Es decir, el lector observa,
junto con Rincón y Cortado, la serie de leyes que gobiernan la sociedad de Monipodio y que son, al mismo tiempo, un reflejo caricatural de las costumbres religiosas dominantes en la nación española.
Los miembros de la banda sevillana no tienen que restituir nada de lo
que roban. Invocan para justificar tal conducta las leyes y reglamentos que gobernaban la convención social de la España del XVI en su
aspecto religioso. Se sirven de las leyes para vivir al margen de la
autenticidad religiosa. Exactamente igual que en la sociedad denunciada por Cervantes . Rincón y Cortado ven la falsedad profunda en
aquel grupo. y el lector, desde su plano de observación, se da cuenta de cómo los dos pícaros van acumulando experiencia de la nueva
sociedad en que van a entrar. Todo ello, trazado por el autor en función del pasaje final de la obra.
Es la transposición caricaturesca del carácter reglamentario de la
sociedad española. Ante la pregunta de si la vida que llevan es santa
y buena, el esportillero responde que peor es ser hereje, renegado,
matador de su padre y de su madre o sodomita. Es decir, lo que,
según Cervantes, usaba el español como máscara virtuosa. Y digo
bien Cervantes, porque aunque en el juego narrativo el autor permanece oculto, sin embargo no puede evitar una intervención que rompe la convención irónica . Cervantes hace decir a Cortado: «Todo es
malo» (p. 246), comentando las «virtudes» enumeradas por el esportillero. La rápida intervención de este Cortado-Cervantes es un deíctico de la oculta presencia del autor y de sus intenciones. Es frase
de despedida antes de abandonar todo contacto con la «virtud picaresca» y de entrar en el abismo inmoral del mundo de Monipodio.
La presentación de Monipodio y de su casa se va haciendo por
etapas, en una especie de teatral avance hacia el sancta sanctorum
central. La entrada es escenificada con gran detalle. Cortado expresa
su deseo de ver al jefe de la banda: «que muero por verme con e~
señor Monipodio» (p. 246). El esportillero les dice a los pícaros: «Presto se les cumplirá el deseo» (p. 246). Después de esta clara expresión
de la voluntad pícara de entrar en contacto con el «rey», el esportillero va a espaciar las etapas: 1) «desde aquí se descubre su casa»
(p. 246); 2) «vuessas mercedes se queden en la puerta» (p. 246);
3) «yo entraré a ver si está desocupado» (p. 246); 4) «estas son las
horas, quando el suele dar audiencia» (p. 246). El paralelo con el
ceremonial de palacio parece evidente.
La descripción de la casa está hecha también con un claro criterio escénico. Es la caricatura de un palacio con aires de iglesia. O
de una iglesia con aires de palacio. El narrador habla de «un pequeño patio ladrillado» , limpio y algimifrado, en el que había, dispuestos teatralmente, «un banco de tres pies», «un cantara desbocado con
un jarillo encima», «una estera de enea» y «en el medio un tiesto»
(p. 248).
Rincón entra, mientras se espera la aparición de Monipodio, en
«una sala baxa» (p. 248). En esta segunda estancia hay armas, «u r
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ALFREDO HERMENEGILDO
arca grande sin tapa» (p. 248), tres esteras, «una imagen de nuestra
Señora, destas de mala estampa» (p. 148), una esportilla y «encaxada en la pared una almofia blanca, por do coligio Rincon que la
esportilla seruia de cepo para limosna, y la almofía de tener agua
bendita, y assi era la verdad» (p. 248). La confirmación del juicio de
Rincón que el narrador hace, asegura más el carácter religioso de la
mansión monipodiana.
Tras la descripción del espacio físico, ven desfilar Rincón y Cortado una larga serie de «tipos» humanos, algunos con caracrerización
individual, que van a poblar los lugares descritos: dos mozos, dos de
la esportilla, un ciego, dos viejos de «vayeta» con «antojos» y con
sendos rosarios «de sonadoras cuentas en las manos» (p. 250). Y una
vieja halduda que viene a confirmar el carácter religioso de la casa
y, en consecuencia, de la sociedad que vive en ella. La vieja Pi pota
va a la sala, toma agua bendita con gran devoción, se arrodilla ante
la imagen, besa tres veces e! suelo, leva nta tres veces los brazos al
cielo y echa limosna en la esportilla.
Falta el momento cumbre de la peregrinación de nuestros dos
pícaros al centro de aquella sociedad. La aparición de Monipodio.
La descripción de! «más rústico y disforme barbaro del mundo » (p.
252) es la coronación grotesca y feroz de una serie de tanteos hechos
por la ironía del autor: de cuarenta y cinco o cuarenta y seis años,
alto, moreno de rostro, cejijunto, barbinegro, los ojos hundidos , un
bosque de vello en el pecho, con capa de bayeta hasta los pies y
zapatos enchancletados, zaragüelles hasta los tobillos , sombrero «de los
de la hampa» (p. 252), espada ancha y corta, manos cortas y pelosas,
dedos gordos, uñas hembras y remachadas, piernas inhumanas y pies
descomunales. La entrada de Monipodio en escena es acogida con una
profunda reverencia de los asistentes (menos los bravos).
Así se cierra la presentación inanimada del mundo monipodiano.
Es el segundo tiempo de la narración. En el primero hemos observado
a los pícaros en acción. En el tercero el lector asiste a la integración
de los pícaros en la sociedad.
Todo empieza con un auténtico rito de iniciación de los aspirantes a cofrades. Monipodio quiere saber, en primer lugar, cuáles son
la patria y los padres de los dos neófitos. Rincón se niega a dar los
detalles que le pide, «pues no se ha de hazer informacion para recibir algun habito honroso» (p. 254). Con lo que el autor saca a la
superficie el problema subyacente: la integración en la sociedad de
los excluidos por los problemas relativos a la honra. Según Rincón,
la entrada en la sociedad no debía depender del conocimiento de los
antecedentes familiares, ya que, en realidad, no se trataba de un hábito honroso. El derecho elemental que el hombre tiene de no estar
marginado, no es ninguna honra especial. Es difícil no ver aquí la sombra del drama de tantos conversos.
Sigamos adelante. La entrada en la sociedad exige el cambio de
nombre. En toda ceremonia de iniciación hay una parte consagrada
a este rito. Sirva de ejemplo referente la del bauti smo. Pero en este
LA MARGINACION SOCIAL DE «RINCONETE»
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pasaje hay algo particular. El cambio de nombre es mínimo. Simplemente se añade a «Rincón » y «Cortado» dos sufijos diminutivos.
Con lo cual, la indicación de marginalidad (éste era el caso de tantos
conversos identificados como tales a causa de su nuevo nombre: Santa María, San Pedro, etc ... ) se mantiene para los que llegan al grupo
ya establecido, aunque haya sido ligeramente disminuida.
La presentación, por parte de Rincón y Cortado, de sus habilidades y de su resistencia para guardar secretos, incluso en e! tormento. obliga a Monipodio a aceptar la candidatura de los dos pícaros «y
que se os sobrelleue el año de nouiciado» (p. 262).
Rinconete y Cortadillo van a asistir a una larga presentación de
las actividades de la cofradía. No voy a insistir en ellas, ya que su
enumeración no añadiría nada sustancial a este trabajo. Las repetidas entradas de los centinelas van cortando las escenas en que el autor ha revelado las devociones, comidas, amores y trabajos de los súbditos de Monipodio. Rinconete y Cortadillo asisten como atentos observadores a aquella «comedia de costumbres ». Finalmente, Monipodio los ci ta a todos para el domingo siguiente (<<y el domingo_no falte nadie» p. 322), abraza a Rinconete y Cortadillo, les da la bendición
y los despide, en una serie de gestos semirrituales que podrían recordar los finales de la misa. La convocatoria dominical parece confirmar tal suposición. Así termina lo que Rinconete y Cortadillo han visto y observado en la sociedad a la que querían integrarse.
El narrador pasa al cuarto tiempo de la acción cortando el ritmo
con un brusco «era Rinconete, aunque muchacho, de muy buen entendimiento, y tenia buen natural» (p. 324). Es de señalar la falta de referencia a Cortado. Rincón se da cuenta de la profunda ignorancia
existente en e! mundo monipodiano (por modo de naufragio, el estupendo de la misa, etc .... ). También recapacita el muchacho sobre las
extrañas e impertinentes creencias de los miembros de aquella sociedad. y cita como ejemplos el hecho de que pretendieran comprar al
cielo e! descuento de sus pecados: «la seguridad que tenian y la confian<;:a de yrse al cielo, con no faltar a sus deuociones, estando tan
llenos de hurtos y de homicidios y de ofensas de Dios» (p. 324); la
creencia que la Pipota tenía de que se salvaría, «cal<;:ada y vestida»,
poniendo velas a las imágenes. A Rincón le extrañaba la obediencia
y respeto que todos tenían a Monipodio, «siendo un hombre barbaro, rustico y desalmJdo» (p. 326). Se hacía cruces igualmente de lo
descuidada que estaba la justicia en Sevilla. Esta atadura directa con
la realidad es marginal y su significación no me parece estar implicada en la problemática existencial del grupo monipodiano.
Es curioso que Rincón se fije en la incultura de aquel grupo, en
el mal uso que hacía de las devociones religosas y en la barbarie del
jefe a quien obedecía. La reflexión del cortado y marginado Rincón -o la del arrinconado Cortado- podría estar en boca de muchos
intelectuales cristianos nuevos de la España filipina, al juzgar la sociedad segregacionista en que les tocó vivir.
De ahí el sentido profundo de la resolución final de Rinconete.
562
ALFREDO HERMENEGILDO
~a. deseado entrar en aquella sociedad y conocer a Monipodio' ha
vIvIdo den~ro del grupo y .ha observado su comportamiento.
en
c~ns~cuencJa, «prop~so en SI de aconsejar a su compañero no durase
~r~c o en ~quella VIda tan perdida y tan mala, tan inquieta y tan h1y tan dls~luta» (.p, 326). Es decir, el pícaro rechaza a la sociedad
:n a que al f;n ha sl.do ad~itido. Rincón rechaza la vida comunitaria
la que habla querido ul11rse. Los pocos meses que todavía estuvo
en el gr~po n.o h~cen más que postergar la realización de una decisión
y~ ~on:a a. Rlncon va a constatar que, en el fondo, no merece la pena
VIVIr Integrado en aquella sociedad.
1 La pir~eta cervantina parece llegar así a su total significación El
ector percIbe el gesto desencantado de los pícaros. Gesto que re~ulta un. tras~n.to de la profunda amargura con que el mar inado Cervantes. eJempJ¡flcaba la absoluta inutilidad de querer int;grarse en una
socledtd. F~rcad~ por la hipocresía, la ignorancia y la religiosidad
super ICla
e qUIenes se sentían en posesión exclusiva de la pureza
d e sangre.
Y
UN TEMA PICARESCO EN CERVANTES y MARIA DE ZAYAS
ALBERTO SÁNC HEZ
«00/1 Quijote» ante la novela picaresca
Cervantes, admirado por todo el mundo como genio del arte narrativo, no ha dejado un ejemplo específico de novela picaresca, según el patrón admitido de un género supuestamente realista.
-Bien clara es su posición crítica ante él, manifiesta en la aventura quijotesca de los galeotes. Recordemos al bisojo encadenado y tan
ufano del libro que está escribiendo: «sepa que yo soy Ginés de Pasamonte, cuya vida está escrita por estos pulgares». Y aiiade con patente orgullo: «Es tan bueno ... que mal año para Lazarillo de Tormes y para todos cuantos de aquel género se han escrito o escribieren ... »"
Resulta graciosa la réplica a la pregunta de don Quijote, interesado por saber si este libro, que se intitula La vida de Ginés de Pasamonte. está ya terminado: «¿Cómo puede estar acabado -respondió
él- si aún no está acabada mi vida?» (Don Quijote, 1. a P., c. XXII).
El razonamiento es tan obvio que lleva consigo la deducción satírica o reductio and absurd1ll11 de cómo podría terminar su historia el
pícaro si verdaderamente hubiera concluido su vida. Zumbona observación sobre la forma autobiográfica de estas novelas. Ficción estilística gel1eralmente admitida. Lo cual no impide que, en ocasiones,
la vida auténtica dejara infiltrarse muchos de sus rasgos en la fábula:
Vicente Espinel y el escudero Marcos de Obregón tienen muchas cosas en común: Estebanillo González, «hombre de buen humor» se
desdoblará también en historia y poesía.
De todas formas, cl recurso autobiográfico es idóneo para contar la historia de los que no tienen historia; o, por mejor decir, carecen de cronista o historiador «profesional» que tuviera a su cargo
la redacción de ella. Como ha dicho, con notable agudeza, Francisco Rico, «Cervantes denunciaba en el pícaro a un híbrido de realidad
y literatura; sabía que la mezcla era superable por el lado de la rea-
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