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Cultura
LanzaDigital, Martes 26 de Julio de 2016
39 FESTIVAL DE TEATRO CLÁSICO DE ALMAGRO
Un pedazo de cielo para Rincón y Cortado
Lanza - 26/07/2016
Arsenio Ruiz
Ciudad Real
Los actores Santiago Molero y Rulo Pardo
dieron vida con ingenio y mucha
complicidad a unos ‘Rinconete y Cortadillo’
que quisieron rendir cuentas a Cervantes.
Como Walter Matthau y Jack Lemmon que
destilaban una superlativa complicidad en
todas sus películas, independientemente
del argumento, Santiago Molero y Rulo
Pardo podrían haber contado a dúo
cualquier historia, haber sido Starsky &
Hutch o quizás, por el guiño a la infancia y
adolescencia, la versión madura de Tom
Sawyer y Huckleberry Finn. Pero en el
Corral de Comedias, calzándose unos chándals con algún que otro complemento de reminiscencias áureas,
encarnaron a Rinconete y Cortadillo muchos años después del final de la Novela Ejemplar de Cervantes y
con ganas de ajustar cuentas precisamente al Manco de Lepanto.
Ellos, que se recordaban cuando eran mozos como prácticamente 'Los Pecos' de la pillería con una
adolescencia llena de vitalidad y frescura, se sintieron después aprisionados por el afán documentalista de
Cervantes narrando con realismo su trayectoria de buscavidas y entrada en las mafiosas redes de
Monipodio, el Corleone de la Sevilla del momento.
"Pulgas del perro apaleado que es España", en el texto de Alberto Conejero sobre lo sucedido tras la Novela
Ejemplar, subrayaron que su truhanería era de supervivencia y narraron la mala -e incluso traumática por
lo que se insinuó- experiencia vivida siendo prácticamente unos críos con Monipodio, a quien mataron
antes de alejarse de su tela de araña de hurtos organizados.
Conocieron a lo largo de su vida que las cárceles estaban llenas, en su mayoría, de pobres, mientras que a la
rigidez de los barrotes pocas veces llegaban cortesanos influyentes y como chinches del Siglo de Oro
pegaron saltos hasta las axilas de la actualidad para recordar la corrupción en partidos y representantes
institucionales, así como desatinos judiciales.
A Felipe IV, con el que se trazaron curiosos paralelismos con el Felipe VI actual, querían hacer llegar su
verdadera historia y no la reflejada por Cervantes, escritor a quien también buscaron previamente con
ahínco por Madrid, descartando por anacrónico el Café Gijón, y le dedicaron con pose de tipos duros de
barrio un divertido rap, crítico con las consecuencias para sus personas de una obra de escasas páginas con
respecto a la intensidad de sus existencias que, según indicaron, daría para dos gruesos tomos y que los
encajonó como mangantes del hampa.
No obstante, la ejemplar novela les concedió "la gloria", como apreció el propio Cervantes, y si los dos
personajes se presentaron agobiados por los diminutivos que les hicieron famosos, la complicidad que
transmitieron Pedro del Rincón y Diego Cortado fue enorme. A veces mohínos y taciturnos por su suerte, la
química entre ambos brilló en la recreación de aventuras, infortunios y logros como una pareja de
deshechos que se quiere, aprecia y mantiene unida frente tanto a los agravios a los que se hace el cuerpo
como a los palos a los que el esqueleto no se acostumbra nunca.
El sarcasmo y la ironía, con toques del absurdo, fueron ingredientes esenciales de una sobresaliente obra
que conquistó al público y cuyo cénit, donde podría haber culminado, se alcanzó escasos minutos antes del
final de la pieza que terminó con la estética recreación sensitiva y conceptual del fallecimiento de Diego.
Este final supone un giro, quizás demasiado brusco, hacia un registro intimista que contrasta con el ritmo
cómico que imprimen los dos actores durante toda la obra. Tanto Santiago Molero como Rulo Pardo hacen
un trabajo soberbio para rescatar la esencia de los personajes de Cervantes y jugar con ella hasta rebelarse
contra su propio creador. En medio de este juego metateatral que está muy bien construido, ‘Rinconete y
Cortadillo’ también ofrecen al espectador un punzante retrato lleno de humor de la España actual que tiene
demasiadas similitudes con la España que describió Cervantes.
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