«Necesitamos la Unción del Espíritu Santo» (1 Samuel 16:12–13)

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«Necesitamos la Unción del Espíritu Santo»
(1 Samuel 16:12–13)
«12 Envió, pues, por él, y le hizo entrar; y era rubio, hermoso de ojos, y de buen
parecer. Entonces Jehová dijo: Levántate y úngelo, porque éste es. 13 Y Samuel tomó
el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante
el Espíritu de Jehová vino sobre David. Se levantó luego Samuel, y se volvió a Ramá»
INTRODUCCIÓN
Una palabra clave que vamos a estar considerando en esta ocasión es «unción»
El diccionario de temas bíblicos define la palabra unción de la siguiente manera: «La
aplicación de aceite era asociada con tiempos de regocijo y celebración. También poseía un
significado más profundo, incluyendo el de ser escogido por Dios para un favor especial o
responsabilidad.»
La unción se refiere a personas o a cosas, y tanto si el aceite es el especialmente preparado como si
es común, lo que tipifica es invariablemente la santificación y el poder del Espíritu Santo. No se ordena
la unción con aceite para la consagración a ningún cargo a los creyentes en la dispensación cristiana,
porque han sido ya ungidos con el Espíritu Santo y ya son sacerdotes para Dios. Juan recuerda incluso
a los «hijitos» o bebés en Cristo que tienen una unción del Santo, y que la unción (el mismo término,
chrisma) permanece en ellos (1Jn.2:20, 27). Así, de la misma manera en que en el AT los reyes,
profetas y sacerdotes eran ungidos como consagrados para Dios, así el cristiano es santificado para
Dios por el Espíritu Santo, tanto en cuanto a su posición como con respecto a su servicio.
Una persona puede ser electa a una posición religiosa, pero solo Dios puede llamarla a esa
posición. Esa es la razón por la cual hoy día tenemos tantos problemas con personas que han
sido electas a posiciones sin llamado de Dios.
Es por ello que en esta ocasión estaremos considerando el tema: «Necesitamos la Unción
del Espíritu Santo»
I. EN BUSCA DEL CANDIDATO PARA LA UNCIÓN.
A. La necesidad.
1. Saúl el primer rey de Israel había fallado.
2. Dios necesita personas que estén dispuestas a recibir la unción
B. La Misión.
1. Dios le da la misión al profeta Samuel.
2. La voluntad de Dios fue directa, pero no específica a Samuel: «Llena tu cuerno de
aceite, y ven, te enviaré a Isaí de Belén, porque de sus hijos me he provisto de rey» (1 S. 16:1).
3. A Samuel le llegó palabra de revelación en cuanto al lugar y a la familia, pero no al
ungido. Dios le manifestó su voluntad progresiva. Entender la voluntad progresiva
de Dios exige obediencia, tiempo y paciencia. Se necesita saber esperar en Él.
C. El tiempo.
1. Cuando el profeta Samuel llegó a Belén, su presencia causó miedo. La llegada de los
profetas era siempre un momento de preocupación, principalmente cuando se
trasladaba fuera de su territorio profético. A eso se debe la pregunta de los
ancianos de Belén: «¿Es pacífica tu venida?» (16:4).
2. En 1 Samuel 16:5 leemos: «El respondió: Sí, vengo a ofrecer sacrificio a Jehová; santificaos,
y venid conmigo al sacrificio. Y santificando él a Isaí y a sus hijos, los llamó al sacrificio».
3. Notemos que Samuel santificó a Isaí y a sus hijos y los convocó al sacrificio (16:5).
Pero en esa ceremonia de consagración y en ese sacrificio de adoración faltaba David.
4. Recordemos que no es en nuestro tiempo, es conforme al tiempo de Dios.
D. Los requisitos.
1. El ungido debe ser seleccionado y elegido de un ambiente de santidad y adoración.
El ungido debe ser una persona santa y que adora al Dios Todopoderoso. No es
tanto dónde se adora, sino cómo se adora (Jn.4:20–24).
2. El ungido aunque está en el campo del mundo, no es del mundo. Le pertenece a Dios
(Jn.15:19; 17:24; Gá.6:14). El mundo no afecta al ungido que está en una buena
relación con Dios; es el ungido quien afecta al mundo. La presencia de Jesucristo
en el creyente es la que destaca a él o ella ante el mundo.
3. Santos y adoradores son la clase de personas que el Espíritu Santo está buscando
para llenarlos de la gloria y la presencia divina.
II. DIOS ES EL QUE SELECCIONA A LOS QUE VA UNGIR.
A. Es conforme a la voluntad de Dios.
1. Notemos las palabras de Dios: «y yo te enseñaré lo que has de hacer; y me ungirás al que yo
te dijere» (1 S. 16:3).
2. Samuel tenía que aprender lo que era la voluntad de Dios y tenía que hacer la
voluntad de Dios.
3. Nadie será el ungido porque quiera serlo o porque lo elijan como ungido; será el
ungido porque Dios mismo lo elige y lo separa.
B. Dios mira el corazón.
1. Un tremendo desfile de jóvenes apuestos y capacitados ante el juicio humano
pasaron delante del profeta Samuel. Todos hijos de Isaí. Siete en total; el número del
complemento. Pero ninguno de ellos, aunque con razones válidas externamente,
tenía la calificación interna para ser el ungido de Dios (1 S. 16:8–9). Con siete no
se completaba la voluntad de Dios, sino con ocho.
2. Ya la Dios le había dado especificaciones a Samuel en la elección del ungido: «No
mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo
que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el
corazón» (1 S. 16:7).
3. La visión de Dios no es la misma que la del ser humano. El primero mira por dentro,
el segundo mira por fuera. Dios no está interesado en “parecer” ni en grandeza
humana. Esos son los requisitos carnales del mundo. Los más capacitados y los mejor
parecidos son los que muchas veces reciben empleos y obtienen promociones.
4. A Dios le interesa el corazón del que será su ungido. Samuel miraba lo que estaba
afuera, veía en el balcón; “pero Jehová mira el corazón”, ve la sala y las habitaciones.
5. Nadie podrá ser el ungido de Dios si verdaderamente no le ha entregado su corazón
(figura de la mente y asiento de las emociones) a Dios. Abinadad, Sama y sus otros
cinco hermanos tenían todo, menos el corazón que Dios buscaba.
C. Dios no se equivoca en su elección.
1. Samuel no se dio por vencido y le preguntó a Isaí: «¿Son éstos todos tus hijos?» (16:11).
A lo que Isaí respondió: «Queda aún el menor, que apacienta las ovejas» (16:11). Samuel
entonces decidió no comer hasta que llegara el que faltaba.
2. El ungido muchas veces es ese “menor” que no es tomado en cuenta por los mayores.
Ese que parece no prometer mucho y del cual se espera muy poco en el futuro Ese que
no cuenta para nada y que su opinión no vale. Ese que no forma parte de la “política”
familiar. Ese que siempre está lejos y difícilmente lo dejamos acercarse a nosotros. Ese
puede ser el “menor” que Dios quiere llamar y ungir con su Santo Espíritu.
3. En 1 Samuel 16:12 leemos: «Envió, pues, por él, y le hizo entrar».
a. Aquí notamos el espíritu de obediencia en David: «envió, pues, por él».
b. Luego su espíritu de humildad: «y le hizo entrar». David se sometió a la autoridad
espiritual de su padre Isaí.
c. El que tiene problemas con estar bajo autoridad, le será difícil estar en autoridad.
El sometimiento a la autoridad tiene que salir del corazón y no de la mente. La
mente sin corazón produce carnalidad, pero con el corazón produce espiritualidad.
4. La confirmación en la elección del ungido.
a. La apariencia de David se describe así: «y era rubio, hermoso de ojos, y de buen
parecer» (1 S. 16:12). La mirada y la apariencia de David son señaladas;
físicamente describían al ungido David, pero espiritualmente señalan dos
cualidades que deben tener los ungidos.
b. Veamos, el ungido es elegido y seleccionado por las cualidades de su apariencia
y su visión. De David leemos: “y era rubio”. Otra versión traduce “sonrosado”,
al igual que en Cantares 5:10, y no es una alusión al pelo sino a la piel. Denota
un estado más bien de salud.
1) El ungido debe gozar de una buena salud espiritual y emocional.
2) Creyentes con cargas, bajo presiones, deprimidos, rencorosos, angustiados,
enojados… muchas veces transmiten esa clase de espíritu en sus ministerios,
enseñanzas y prédicas.
3) Lo que ellos mismos están sintiendo es lo que muchas veces proyectan a
otros. Sus palabras son “catarsis” emocionales. Predican con ira y promueven
las contiendas y la rebelión.
c. La visión del ungido llama la atención de los demás. No mira como los demás y
ve más allá que los demás. El visionario mira las cosas como las ve Dios.
d. El ungido se distingue por su “buen parecer”. Espiritualmente este “buen
parecer” habla de una vida transformada.
1) Personas cambiadas por el poder transformador de Jesús de Nazaret, serán las
que cambiarán familias, ciudades y naciones.
2) Un estilo de vida diferente es la más poderosa predicación que cualquiera
puede ministrar.
CONCLUSIÓN
Para poder recibir la unción de Dios a través del Espíritu Santo es importante que
consideremos lo siguiente:
1. El que desea ser elegido como ungido para Dios, tiene que ser paciente y esperar el
tiempo de Dios.
2. Tiene que ser obediente a los que Dios le ha puesto como autoridades espirituales.
3. Debe poseer una visión de Dios y un estilo de vida que muestre a un Dios que cambia.
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