COLOQUIO “SITUACIÓN ACTUAL DE LA FILOSOFÍA EN LA EDUCACIÓN MEDIA SUPERIOR” INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS, UNAM OBSERVATORIO FILOSÓFICO DE MÉXICO 28 de mayo, 2010 Filosofía por competencias, un comentario crítico (ponencia) José Alfredo Torres ([email protected]) UNAM En relación con las competencias, buena estrategia será hablar del curriculum oculto que han clasificado los pedagogos en términos de una enseñanza implícita, incluso más efectiva que la explícita. Las competencias, dice Perrenoud, no se pueden alcanzar en la escuela “sin limitar el tiempo consagrado a la asimilación de saberes, ni sin poner en cuestión su organización en disciplinas separadas.”1 La idea de este autor, básicamente consiste en dar una salida práctica, mediante las competencias, a lo que denomina los saberes. El curriculum oculto, tradicionalmente ha propiciado la información enciclopédica, desintegrada e inútil; los ejemplos abundarían en la enseñanza de la historia, la física, matemáticas o la filosofía. Se ha tratado de un fenómeno que han reconocido los pedagogos prácticamente en forma unánime (p. ej. Olac Fuentes Molinar2, Pablo Latapí, Angel Díaz Barriga). Plantear la historia de México desde la aparición de las culturas prehispánicas hasta la Revolución de princiPhilippe Perrenoud. “Construir las competencias, ¿es darle la espalda a los saberes?” en Educación 2001, México, marzo 2010, No. 178, p. 13 2 V. Fuentes Molinar, Olac (coord.) Crítica a la escuela. México, SEPEdiciones el caballito, 1985. 1 pios del s. XX, narrándola sin apelar al contexto del aprendiz, conducirá a una acumulación de ideas inertes como los llamaba Whitehead.3 Nada le dirá a un estudiante la estampa de la batalla del 5 de mayo contra los franceses, ni la gesta educativa de Barreda o Justo Sierra, habituado como está a su entorno donde, dicha estampa, ni se valora ni se necesita en lo inmediato, entonces ¿qué posibilidad tiene de incorporar a su estructura cognitiva –en generalepisodios históricos fundamentales? Prácticamente ninguna –dirá Perrenoud. Serán datos almacenados y olvidados al poco tiempo. En la enseñanza de la filosofía –se deduce- tendríamos un problema semejante: los datos sobre la historia de la filosofía; los datos en lógica y epistemología, ¿ayudan a los jóvenes a resolver problemas en su vida individual y social? ¿O se han convertido en ideas inertes? Presuponemos que deberían ayudar, de otra manera, ¿para qué enseñar filosofía? En el campo profesional, sostiene Perrenoud, usualmente observamos los estragos de las ideas inertes: un ingeniero, a pesar de haber “aprendido” historia en el ciclo de la enseñanza básica y el bachillerato (incluyendo la historia de la filosofía) será incapaz de explicarse “las evoluciones culturales y políticas del planeta”4, pues en su oficio profesional la resolución de problemas tiene una orientación distinta. Empapado del inglés en la enseñanza escolarizada, añade Perrenoud, el estudiante normalmente resultará incapaz de guiar a un turista por las calles de la ciudad. Y estas dificultades las sintetiza nuestro autor alertándonos: se le impidió al joven “aprender a utilizar [los conocimien- 3 North Whitehead, Alfred. The aims of education, New York, The New American, Library, 1929. 4 Philippe Perrenoud. “Construir las competencias, ¿es darle la espalda a los saberes?”, loc. cit., p. 15 tos], incluso cuando [tuviera] atroz necesidad de ellos más tarde, en la vida cotidiana, familiar, asociativa, política.”5 La escuela, desestimó “utilizarlos”, desestimó extrapolarlos a la esfera de lo cotidiano. El curriculum oculto de la escuela tradicional sería una máquina de producir la especie del conocimiento inútil. ¿Cómo resolver este problema? Según Perrenoud, deberemos construir competencias. Generarlas propiciará transformar en útil al conocimiento (anteriormente inútil). Para este autor “Los ejercicios escolares clásicos permiten la consolidación de la noción de algoritmos en cálculo. Ellos no trabajan el transfert.”6 Para lograr el transfert, es decir, el tránsito oportuno desde los saberes a su aplicación, se requiere echarlos a andar. Se puede hablar del valor de la democracia –se deducepero si no existe participación efectiva carecerá de sentido cualquier afán de construirla. Los saberes se vuelven inútiles debido a que están descontextualizados, asegura Perrenoud. Colocarlos fuera de contexto significa que los “alumnos no los han ejercitado en situaciones concretas.”7 Algunas tareas que tienen detrás un bagaje de conocimientos, sin embargo, sí se llevan a la práctica. A menudo la escuela mantiene equipos de laboratorio y da oportunidad de ejercitar resultados teóricos mediante la experimentación. Perrenoud creería, sin embargo, que dicha práctica seguirá siendo inútil y no dará pie al transfer por una razón: carece de relación con “la vida cotidiana, familiar, asociativa, política” de los educandos. 5 6 7 Ib. Ib., p. 14 Ib. De lo dicho, surge un dilema: ¿cómo hacer para desplazar la escuela a la “vida cotidiana, familiar, asociativa, política de los estudiantes”? La estructura escolar mantiene fines representativos del Estado que la cobija: por ejemplo, laicidad, racionalidad, democracia, ecologismo, igualdad genérica, expuestos, además, en artículos fundamentales de la Constitución Po- lítica. Pero los saberes respectivos, conforme a Perrenoud, se autoanulan cuando forman parte de un curriculum alejado de las competencias. La comunidad tiende a la desigualdad, el deterioro del medio ambiente, el dogmatismo y la banalidad. Es decir, paradójicamente, los fines educativos asentados en la Constitución, parecen estar en contradicción con una tendencia fuerte hacia el deterioro social: llevamos décadas en la desigualdad económica y el autoritarismo político, entonces ¿ha fracasado la educación? La cuestión sería: ¿De qué manera contextualizar los conocimientos para darles sentido a las competencias? Precisando: separada de lo cotidiano, la escuela, ¿cómo promoverá competencias para “lo cotidiano”?8 Se trata de acortar distancia, conforme a Perrenoud, contextualizando los conocimientos; pero de antemano, teniendo oportunidad de resolver problemas en el interior de la escuela, las competencias asociadas estarán sin vínculo con la realidad donde los estudiantes se desenvuelven. Grondin alude a un problema aledaño que radica en entender “lo cotidiano”. Mi pregunta –plantea él– “atañe al sentido de lo cotidiano y a su importancia en la educación”. Ahora bien, si la educación, entre otro fines, se aboca a trascender lo cotidiano; si, en otras palabras, mediante la educación “tenemos que salir…de la vida cotidiana, [entonces debemos] trascenderla en una cierta medida.” Ambas categorías serían filosóficas: “lo cotidiano” y “trascender lo cotidiano”, y podrían ayudar a comprender el sentido de educar utilizando conocimientos para la vida (o conocimientos trascendentes en lo cotidiano). V. Jean Grondin. “La educación de lo cotidiano y su metafísica” en Grondin, Jean (coord.) Metafísica y utopía en educación, México, RIHEEditorial Torres Asociados, 2010, pp. 25-6 8 El horizonte de la escuela contrasta con el horizonte experimentado en la cotidianidad. Más aún, los referentes sobre la democracia, la violencia o la desigualdad, implicados en el plan de estudios, se están enseñando en ambientes escolarizados profundamente antidemocráticos, propensos al bullyng y a la desigualdad genérica. ¿Qué esperar entonces de las “competencias”, asociadas a los saberes? El análisis nos conduce a una opinión que rechazaría Perrenoud: aquéllas (competencias) que tuvieran lugar en el espacio escolarizado, resultarán tan estériles como los saberes enciclopédicos, ya que no se “contextualizan” en el ámbito de la “vida cotidiana, familiar, asociativa, política de los estudiantes”. Si los saberes disociados de las competencias son instrumentos inertes, éstas, a su vez, desconectadas de la vida diaria, pierden significación y se transforman en práctica insulsa acumulada al modo del conocimiento tradicional. Serían, parafraseando a Whitehead, competencias inertes. Perrenoud se extiende en la explicación de una cultura general inútil: en la escuela se acumula y es preciso transformarla en “útil”. La primera objeción a la enciclopedia de los saberes estériles la denomina “cultura por si acaso”. ¿Cuántos años invertidos en el intento de asimilarla? Dentro de la escuela, muchos, y habrá sido –dice Perrenoud- tiempo perdido. Normalmente se habrá omitido “aprender a utilizar” los saberes acumulados. Es decir, se habrá propiciado una acumulación sin salida práctica. Quizás el ingeniero, o el profesor de lenguas extranjeras, haya alcanzado a convertirlos en útiles debido a su especialización. Y se estaría refiriendo Perrenoud a una o dos disciplinas útiles: matemáticas o inglés. “Pero fuera de estos usos profesionales limitados a una o dos discipli- nas ¿para qué servirán los otros conocimientos acumulados durante la escolarización, si...no han aprendido a utilizarlos en la resolución de problemas?”9 Hablar de resolución de problemas, conduce a mayor precisión en lo que Perrenoud ha bautizado como “contex- tualización”. Los individuos aprenden a resolver problemas por la intermediación de saberes básicos o complejos, en su marco de necesidades. Al resolver, adquieren destrezas. Ello se hace más visible en tareas laborales donde el aprendiz resuelve en función de la producción o los servicios prestados. La escuela actual, sostiene Perrenoud, deja de lado la contextualización puesto que, respecto al aprendiz, “no juega hoy su rol esencial: que es dar herramientas para dominar su vida y comprender el mundo.”10 La solución al almacenamiento impráctico de conceptos, la supedita Perrenoud a reducir la enseñanza teórica y dedicar más tiempo a la “puesta en marcha” de las nociones, de los saberes. Es decir, a movilizarlos convirtiéndolos en competencias, en praxis observable que permitirá resolver problemas en el contexto del “competente”. La escuela, en resumidas cuentas, está dejando a los egresados sin “numerosas competencias indispensables para vivir”11 Pero, atendiendo a la objeción de una escolarización en la enseñanza de la historia, la enseñanza de la filosofía, la enseñanza de la literatura, etc., alejada de la vida, ¿qué esperar de las “competencias”, por ejemplo, en filosofía, inculcadas a la par o prioritariamente a los saberes? Philippe Perrenoud. “Construir las competencias, ¿es darle la espalda a los saberes?”, loc. cit., p. 15 10 Ib., 16 11 Ib. 9 Si las “competencias” se entienden como habilidades que deberán evidenciarse frente a una familia de situaciones (escolares), ellas tendrán que moldearse sobre la base de una gestión que imprime objetivos, actividades, contenidos de conocimiento, disciplina frente al trabajo y evaluaciones para la promoción estudiantil. Todo sin salir de la escuela: ¿y el nivel de lo cotidiano? En el proceso mismo de atender los criterios de la gestión escolar, el curriculum oculto de las competencias atiende al control más estricto del ambiente: desde la estructuración del plan de estudios hasta el tiempo dedicado a procedimientos pedagógicos y contenidos de conocimiento. El estudiante, por más que discuta dentro de la escuela los saberes relacionados con la democracia, la ciudadanía participativa, el desarrollo autónomo de proyectos personales, la química de la fotosíntesis o las causas de la Revolución mexicana, seguirá enfrentando saberes que, en el mejor de los casos, coadyuvarán a desarrollar competencias “inertes”. El mundo escolar difiere del mundo aprendido e idealizado en las competencias. La escuela es hondamente antidemocrática en términos de una racionalidad gestora de las competencias, que deja -según lo ha demostrado Henry Gi- roux- en manos de los “expertos” y no de la comunidad, el destino de alumnos, maestros y directivos. Al estudiante se le mostrarán saberes promovidos en la utopía de la modernidad que respondan a la igualdad, la fraternidad y la libertad, y, suponemos, deberá traducirlos en competencias para construir estos valores. Pero, ¿la misma escuela los ejemplifica en sus estructuras dominantes?