Hans nace el 6 de octubre del año 1898. Al cumplir los … años , comienza a estudiar para ser seminarista en la congregación de los padres palotinos. En este lugar, comienza a forjar su formación espiritual con el Padre Kentenich como su principal modelo e inspiración. Esos tiempos coincidieron con el inicio de la Primera Guerra Mundial, que estalló en en 1914, cuando Hans tenía 16 años. ¿Pero qué significó la llegada de la Guerra en la vida de estos estudiantes que eran adolescentes en ese tiempo? ¿Cómo impactó en Hans y sus compañeros este momento histórico tan fuerte, crudo y decisivo? Vámonos un poco a ver la voz de los tiempos en las palabras del padre Meninger , contemporáneo a José Engling, Hans Wormer y Max Brunner, que en esos tiempos era estudiante y compañero de ellos. “Habíamos pasado un año en Erhebreistein y el año 1915 volvimos a Schónstatt. La casa de estudios se había transformado en un hospital y abajo llevábamos una vida muy pobre; el Padre Espiritual participaba de esta vida. No teníamos camas ni muebles. Sólo contábamos con una maleta para guardar todo lo que teníamos; junto a nosotros había muchos ratones. En el año 1916 había una hambruna muy grande; sin patatas ni pan; solamente había remolachas. …me fijé que los congregantes iban muy seguido al Santuario. Observé a Max Bruner y a José Engling; se adelantaban al altar y sacaban un papelito y los leían y se iban. Cuando una vez estuve solo también saque un papelito y lo leí. Eran los pequeños sacrificios he hecho bien las tareas, hice bien el aseo, no enojé al Padre X...” En cosas tan cotidianas como esas, que nosotras también hemos hecho, podemos observar como llevaban su vida espiritual los primeros congregantes en medio de la guerra. Eran tiempos difíciles, duros para cualquiera. Para que imaginemos un poco la sensación de precariedad, de inseguridad afectiva con que tenían que lidiar los primeros congregantes en esos tiempos, escuchemos de nuevo el relato del padre menineger : Cuando íbamos de paseo a Berg Schónstatt, se oían los ruidos de cañones y todos decían: "¡Mi papá, mi hermano!, mis parientes están ahí"; y esto provocaba un ambiente triste. Las cartas llegaban de vuelta: “ya murió”. Todavía me acuerdo de muchas caras tristes. En general el ambiente era tan triste que no se podía esperar el florecimiento de la congregación. Recordemos ahora que estos jóvenes se encontraban justamente en periodo de formación y aprendizaje, un tiempo de especial apertura y permeabilidad al exterior en que los aspectos ambientales y relacionales influencian hondamente su pensar, sentir y actuar, la forma de concebir el mundo. Recordemos también que se trataba de adolescentes, con todo el ímpetu, el idealismo, la energía, las ganas de cambiar el mundo que la juventud trae. Si nos acordamos de nosotras cuando teníamos esta edad específicamente, entre los 15 y 18, podemos reconocer quizás algunas de esas características. Así es como los primeros congregantes vivenciaban el mundo desde su subjetividad. Ahora, si conjugamos todas estas influencias contextuales y evolutivas desde el punto de vista de la etapa vital por la que cruzaban estos jóvenes en esos momentos, podemos pensar que esta fue una generación profundamente marcada por la guerra, donde la figura ejemplar de nuestro Padre Fundador, formándolos como principal modelo y referente, en un contexto de hambre, de frío, de muertes de seres queridos, de dudas e inestabilidad, despertó en estos jóvenes esa natural energía, esa iniciativa , ese ímpetu e idealismo típico de los adolescentes y formó con todos estos ingredientes un anhelo de heroísmo espiritual en medio de la guerra y violencia terrenal con la que se encontraban por todos lados. Esta era una realidad de la que no podían escapar, el horror de la guerra, pero estas mismas circunstancias difíciles marcaron hondo a estos jóvenes que se hicieron, en medio de la guerra, verdaderos guerreros que lo entregaron todo por luchar por los grandes ideales que los inspiraban y conquistar cada día la Alianza de amor que los unía a la Mater. Esta conquista heroica no era tanto física, sino más bien una actitud interna, lo que implica que ellos estaban por así decir conquistando constantemente en las pequeñas decisiones de la vida cotidiana, en los pequeños gestos, más que realizar una única hazaña grandiosa… Así, podemos decir que “circunstancias tan duras como la guerra trajo héroes como fruto y esa fecundidad de un tiempo tan crudo, tan seco, fue posible gracias a la disposición abierta de corazón que conquistaron nuestros héroes. Estos luchadores de esos tiempos nombraron a María como su Reina y dieron la vida por ella hasta las últimas consecuencias. Aquí el padre menninger nos cuenta una anécdota que refleja las penurias que pasaban en aquellos tiempos, la carencia de las necesidades más básicas por las que tuvieron que pasar ellos: … Pasábamos mucho frío. Un día nuestro Padre me dio una manta para que se la diera a un niño que lloraba de frío. A mí me impresionó mucho como N.P. regalaba su desayuno, sus mantas; por eso para mí era fácil eso de repartir. De hecho Hans , Jose Engling y otros buscaban diariamente como ayudar al que le costaba hacer una tarea más que al otro, cómo regalarle la poca comida que tenían al que tenía hambre, o donar sus mantas a algún compañero con frío. Todo esto en la mitad de la guerra. HANS WORMER (Nació: 6.10.1898 Heidelberg y Murió 15.7.1917 en la Batalla de Chemin des Dames, primera guerra mundial Ahora que ya conocemos el contexto en el que vivieron estos héroes y los anhelos que los movían, conozcamos un poco quién fue Hans Wormer, sus características personales que lo individualizan y distinguen de los demás. Hans fue una persona con un carácter muy definido, era una persona decidida, y en el se destacaba de forma especial su tremenda fuerza de voluntad. Decía: “la voluntad es la más noble e importante fuerza que tiene el hombre. La formación de la voluntad es concentración de todas las capacidades e inclinaciones en torno a un objetivo.” Este es el primer aspecto de su personalidad en el que nos detendremos. Hans fue una persona fuerte y enérgica. Nació para ser luchador, los desafíos, por lo que buscaba emprender objetivos que sabía que requerían de mucho trabajo y esfuerzo . Buscaba lo difícil, el desafío, no se conformaba con nada menor. Aspiraba siempre a lo más alto, a dar lo mejor de sí en sus ideales de vida. Esto nos habla de una persona con principios y convicciones claras, cuya voluntad lo lleva a perseguir las grandes metas que se ha propuesto, con perseverancia. El no se contentaba con lo que la escuela le exigía, sino desde joven buscó desarrollar todas sus capacidades y posibilidades. Por eso, ponía especial énfasis en descubrir sus talentos y alcanzar con ellos lo más superior. Decía: “el ser humano puede vivir sólo una idea, sólo un ideal. Yo quiero proponerme una buena idea, hacerla mía y vivirla totalmente. Así tengo que ser necesariamente un santo. Aspiraba a la santidad, nada menor que eso. Su ideal personal era nada más y nada menos que llegara ser un pilar de la Iglesia Católica. “ Mi ideal personal tiene que ser formarme y autoeducarme hasta la muerte, para que sea un apoyo para la santa iglesia Católica y Romana. Esta es una idea, ninguna segunda idea puede encontrar lugar en mi”. Su frase principal, la conductora de todos sus actos era “Aut Cesar aut nihil” (O Cesar o nada), que transmite de alguna forma que para él la entrega a Dios y a su ideal de vida era total o nula, para él todo se remitía al final en entregarse por completo a Dios, con todo lo que él era, dando lo mejor de sí o simplemente no entregarse. Y en este sentido, una de sus frases era: “Tienes que ser lo más fiel o morir.” Es por esto que Hans mostró una especial inclinación por llevar a la acción aquello que se proponía, y en ese sentido , el Padre K. destacaba en él su capacidad de “ser consecuente entre el pensar, querer y actuar” . Ahora, todo esto nos habla de lo apasionado, idealista, enérgico y voluntarioso que era Hans Wormer; pero sobre todo vemos la radicalidad de su entrega a La Mater. En una de sus cartas escribe: “Para el fortalecimiento de mi voluntad quiero ser fiel hasta la muerte y tomar en serio cada circunstancia y situación pequeña para el propio morir”. Sus ideales, sus valores lo tomaban por entero. Como parte de esta entrega en el sentir, pensar y actuar, era muy característico de él el permanente trabajo de sí mismo, así como una enorme auto-disciplina, sentido de responsabilidad y compromiso con lo que emprendía y le apasionaba. En este último punto me gustaría detenerme, en Hans Wormer destacan dos palabras importantes Voluntad y Compromiso hasta las últimas consecuencias con lo que su voluntad se proponía. Y esto último nos lleva a algo muy importante: la libertad. Para él ser libre fue darle un sentido a su libertad; encontró la realización de su voluntad ejerciéndola como la capacidad para elegir y comprometerse radicalmente en algo significativo y hacerse responsable de ello en cada elección de vida a la que se enfrentaba en cada momento, lo que implica todas las pequeñas decisiones a las que nos vemos enfrentados, la elección del pensa y, obrar. Su decisión de Dios fue radical y profunda como la muerte. De alguna forma, podemos decir que al final de cuentas morimos como vivimos la vida y él la vivió enteramente, entregadamente, radicalmente. De esta forma, podemos decir que La realización de la Voluntad fue su tarea, su misión , y su aporte al espíritu de Schoensttat; lo que él representó como uno de los primeros congregantes y fundadores. La descripción que hacen de él sus compañeros de congregación y profesores era que en el estudio como seminarista de los palotinos, era el más aplicado, en el tiempo libre el más alegre y en la vida espiritual el más celoso. Permanentemente se estaba formando, leyendo cartas lecturas y libros. Estos eran sus compañeros permanentes, también en el campo de batalla, cuando más tarde fue reclutado como soldado de la guerra. Cuentan que mientras estaba en plena memorizó una completa línea de poesías que él mismo escribió. Estamos entonces, frente a un hombre aplicado, estudioso, talentoso, intelectual, con inclinaciones artísticas también; con muchos talentos y dones, pero que se preocupaba especialmente por cultivarlos para compartirlo y ponerlos al servicio de la Mater y sus propósitos. Para él sus dones eran una responsabilidad para con los demás y una entrega, por lo que buscaba constantemente el trabajo y realización de sus potencialidades humanas en el vivir diario de su ideal personal. Ahora, el tener esta personalidad tan voluntariosa, que lo llevaba siempre a aspirar a lo mejor, podía hacerlo caer a veces en el orgullo. Recordemos su frase; Aut Caesar aut nihil”, es decir, o ser alguien que como Cesar realizó grandes cosas, o mejor no ser nada. Esto lo podía llevar a caer en el perfeccionismo y en el deseo de querer controlarlo todo para que todo salga de acuerdo a sus altas expectativas; rechazando por ejemplo la ayuda de otros y haciendo él mismo lo que podrían o deberían hacer los demás. Pero él trabajó esta tendencia tan humana aprendiendo a orientar su actividad y acción al servicio desinteresado de los demás. En el trabajo que hizo la Mater en él en sus defectos humanos, esta frase cobra un especial sentido. “Aquel que quiere ser el más grande entre ustedes debe hacerse el servidor de todos”. Seguramente, con la personalidad tan radical que tenía, no pocas veces tendía a dejarse dominar por la ambición y autoexigencia : es decir, en todo querer ser el primero y ser reconocido como tal. Justamente conociendo esto, Hans se proponía como una meta trabajar la humildad, no caer en el orgullo, aceptar la voluntad del Padre… y no hay más humildad q esa. Esto último significa, que toda esa ambición de aspirar a lo mejor y lo más alto, ese idealismo, ese empeño y pasión no lo puso en servicio del Yo sino de Dios. La tendencia humana al orgullo, que de alguna forma compartimos todos, y que nos lleva muchas veces a sentirnos autosuficiente frente a Dios o a prescindir de su gracia y conducción, fueron superados por Hans con el cultivo consciente y profundo de la actitud instrumental y filial: entendió de alguna forma que toda su capacidad creadora, sus talentos y dones y su autoridad deben basarse en una profunda dependencia filial y disponibilidad ante Dios. Sólo esto le garantizaba la fecundidad y también su propio equilibrio personal: “El que quiere ser el mayor debe convertirse y llegar a ser como uno de estos pequeños”. Esto significa que Hans trabajó duramente por cultivar sus capacidades, sus dones al máximo, pero sabiendo que ese don es manifestación de Dios , es Dios en ÉL, no es una posesión , sino que proviene de Dios y esa inspiración que tenía en sus grandes ideales era Dios que le hablaba. Entendió que si intentaba canalizar todo esto solamente para el Yo caía en un vacío , así que se ofreció con lo mejor de sí como instrumento para la Voluntad de Dios. Y por eso Hans simboliza dentro de nuestros primeros fundadores LA REALIZACION DE LA VOLUNTAD, que es confiársela completamente a Dios, hacer su voluntad la de él y en ese abandono y entrega filial, comprometerse íntegramente con esa elección de vida hasta la muerte. Eso es una elección con sentido y voluntad. Encarnó el poder del deseo, en cuanto voluntad como motor de vida . El anhelo es la inspiración de Dios que habla en los ideales y sueños más grandes que podamos tener. Hans Wormer muere en la primera guerra mundial al norte de Francia un 15 de julio de 1917. Sus restos fueron transportados a Schoenstatt en agosto de 1934, donde descansa como las primeras cruces negras a la sombra del santuario original junto a la piedra de monumento en honor a José Engling. ----------------------------------------------------------------------------