Argentina: el país de las crisis recurrentes, ¿un mal incurable? Roberto Kozulj Cuando después de muchos años de vivir en el exterior regresé a la Argentina, me llamó poderosamente la atención un rasgo peculiar que en mi juventud no había podido apreciar. Me parecía que la gente opinaba acerca de cualquier hecho político, económico, social o de cualquier otra índole con un grado de superficialidad y simultáneo sentimiento de poseer la verdad absoluta, siendo muy poco propensos a respetar las opiniones más calificadas. Así, por ejemplo, un camarero del tren que viajaba de Buenos Aires a Bariloche, criticaba el Plan Austral cuando este llevaba dos meses de vigencia y aún era imposible, en términos objetivos, evaluar sus resultados. No se trata de discutir, claro está, si aquel camarero poco instruido en una disciplina compleja, tenía o no ese derecho a opinar o, si tenía o no razón, sino más bien del efecto social de tal actitud a poco tiempo de haber sido reinaugurada la democracia después de años dolorosos. Veinte años después puedo decir que tampoco buena parte de la intelectualidad argentina ha sabido configurar las bases técnicas, sociales y políticas para contribuir a la construcción de una nación sólida. Cuando en 1987 comencé a analizar las relaciones entre Economía y Cultura como parte de un proyecto para la Universidad de las Naciones Unidas, creí hallar una de las claves (que aun requieren de múltiples claves) en lo que denominé una inconsistencia cultural básica entre tres dimensiones: a) Distancia del poder, variable que mide la relación subjetiva de cómo percibe en una estructura institucional y social un subordinado “funcional” a sus “superiores jerárquicos”. (Ej. un empleado a su jefe, un ciudadano a su presidente, etc. ¿lo percibe como igual en derechos pero distinto en funciones, jerarquías, conocimientos, responsabilidades?, o bien, lo considera “igual en todo”, o “socialmente “de una clase superior a la que se debe obedecer”?); b) Individualismo o escala de preferencias por la búsqueda de soluciones cooperativas y solidarias vs. Individuales; c) Aversión a la Incertidumbre, dimensión ligada a la toma de riesgos. Por lo general, las sociedades individualistas y con baja distancia del poder suelen ser aquellas donde también la aversión a la incertidumbre es baja. Es decir sociedades con economías de mercado desarrolladas y de cultura anglosajona. En el polo opuesto- aún cuando las combinaciones pueden ser varias- se hallan sociedades 1 corporativas, en las cuales la subordinación al orden legal, reglas rígidas y estructuras cooperativas, se acompañan de una alta distancia del poder y así enfrentan su baja propensión al riesgo (caso de países como Francia, Alemania o “la vieja Europa” y Japón). La distancia del poder puede en estos casos ser muy elevada como en Francia, o más baja como en Alemania y más aún en los países nórdicos. En ambos extremos las economías son de mercado, pero las instituciones estatales y reglas fiscales asociadas a la distribución del ingreso y la seguridad social, muy distintas. De algún modo los debates de la adecuación de las estructuras europeas a las reglas de un mundo globalizado dominado por el estilo estadounidense se vinculan con esta combinatoria de las dimensiones culturales, tanto como el hecho de que el Reino Unido no sea miembro de la UE, sean cuales fueren las relaciones sistémicas, de causa-efecto e históricas de tales circunstancias. Si hay consistencia, ambos “modos culturales” suelen ser exitosos en lograr sus objetivos, más allá de que en la actual etapa de evolución de la economía mundial nadie está a salvo de entrar en serias crisis. Pero volvamos ahora a la Argentina, porque es un excelente momento para reflexionar acerca de nuestra particularidad y la de los desafíos que nos esperan como sociedad. El país entero se ha vuelto “Piquetero” (sea cual fuere el tipo de piquete) y el conflicto denominado “Campo vs. Gobierno”, ha puesto de manifiesto las peores características de nuestra cultura y precisamente tiene que ver con algunas confusiones básicas, a las que por cierto, los medios de comunicación y el propio sistema educativo han contribuido a generar desde hace mucho tiempo. Enumeremos algunos ejemplos: • Si la Presidente (podría ser cualquier otro ciudadano) critica a los medios de comunicación o les pide informen y lo hagan con mayor “objetividad”, esto se traduce en una “amenaza a la libertad de prensa”. En realidad se trata sólo de un pedido y público. Una amenaza sería decirles “si ustedes no publican la versión oficial de los hechos, los sancionaremos de algún modo. Nada de eso ha ocurrido y la tergiversación entonces es grave porque impide destacar que en Argentina los medios no informan sino critican y además se hallan tan concentrados que, a cualquier hora, todos los noticieros televisivos pasan la misma noticia con un sesgo similar. Es decir hay un monopolio de hecho en la prensa, con escasa diversidad y muy poca vocación de informar con objetividad y 2 pluralismo para formar al ciudadano. ¿Cuál sería el riesgo de democratizar los medios? • En estos días los “piqueteros del campo”, han manifestado en más de una oportunidad ser los “que le dan alimentos a la gente”. La “comida es del campo” dicen… La realidad es que les venden alimentos al que puede pagarlos, tal como un profesional vende sus servicios o un industrial sus productos. El individualismo manifiesto, sumado a un dejo de ignorancia y prepotencia que nos deja mal parados, entre nosotros y hacia afuera. ¿Una reedición tardía del nunca resuelto problema entre el “Centralismo porteño” y “el Interior”? ¿Civilización o Barbarie? ¿Unitarios Vs. Federales? En todo caso anacrónico, pero conforme a la gran dificultad de la Argentina para definir orgánicamente su modo de inserción frente a cambios en la Economía Mundial aún cuando sean favorables. • También, en los días cercanos al “cacerolazo” estos manifestantes han considerado legítimo insultar públicamente a la Presidente, de un modo grotescoy los medios parecería, se han regocijado en mostrarlo-. La baja distancia del poder convertida en acostumbramiento a la grosería, agresión a una investidura que debería merecer respeto, lo que por cierto no es libertad de prensa sino deformación del lenguaje y acostumbramiento abusivo a la prepotencia, al mal gusto y a la falta de diálogo. Si la investidura presidencial no merece respeto, los caminos democráticos pueden ser varios, castigo en las urnas o bien solicitud de referéndum. • Por otra parte, se han sentido con derecho a confundir un paro agropecuario -derecho indiscutible- con cortes de ruta prohibidos por la Constitución Nacional. Un paro agropecuario significaría dejar de producir y trabajar en el campo; estarían en absoluto derecho de hacerlo, pero en realidad la tierra continúa su labor y la mayor parte de los peones rurales también, en tanto las cosechas se almacenan en silos. Sin embargo no permiten trabajar al resto de la sociedad afectando seriamente la economía nacional. El gobierno por su parte nada puede alegar, en tanto cayó en su propia trampa del “piqueterismo” como método instalado con propósitos múltiples desde los noventa cuando eran instrumentados, entre otras cosas, para neutralizar al FMI. 3 • Si se aplica la ley contra cualquier tipo de piquete u ocupación de tierras de modo ilegal, es usual que se utilice el término “judicializar la protesta” como si toda protesta y métodos fuesen legítimos y la ley fuese, por definición, ilegítima. No discuto que la pobreza, la ausencia de políticas en todos los órdenes y la abundancia de leyes injustas (o, hasta claramente perversas sean o no debatidas en el congreso), no contribuya a tal situación. Es el resultado, finalmente, de un poder político y económico concentrado, al que no se lo limita. Pero en todo caso la protesta debería ir centrada hacia ello y no como reacción visceral en contra de una determinada figura por antipática que pudiera resultar. • El término “demonizar” se ha introducido mediáticamente para descalificar toda crítica técnica y fundada sobre políticas que ameritarían, en todo caso, como mínimo, una discusión profunda e informada antes de ser implementadas. Ha sucedido con los críticos de la convertibilidad, de la “sojización”, de las privatizaciones petroleras y de cualquier otra política que cuestione a los sectores de poder, cuyos objetivos y apetencias de corto plazo y mediano plazo pueden conducir y condujeron a verdaderas catástrofes en un plazo mayor. Indicación, por cierto de una alta aversión al riesgo. Pero el problema es que esta baja distancia del poder superpuesta al alto individualismo y elevada aversión a la incertidumbre, dimensiones subjetivas en esencia y que otorgan “culturalmente” el pasaporte de identidad nacional, hacen a la Argentina un país ingobernable o mejor dicho introduce un particular estilo de gobernabilidad donde el “piquete” se ha convertido en un medio de vida y de alquiler al mejor postor. Desgraciadamente, también, en un instrumento eficaz. Varias “crisis” en Argentina fueron “resueltas” a través de “estallidos sociales”. Por caso, cuando se decretó “el corralito” el 3 de diciembre de 2001, ya no había modo de sostener la convertibilidad. El masivo proceso de fuga de divisas se dio entre marzo y agosto de 2001 y la recesión se hallaba instalada sin solución desde 1999. Aquí los intelectuales tuvieron lo suyo cuando debatían sin cesar acerca de las virtudes de la convertibilidad, como si se tratara de una cuestión de gusto y no de realidades “objetivables” con consecuencias más que previsibles. A lo largo del presente conflicto agropecuario, como economista he recibido interminables cadenas de e-mail, opiniones de todo tipo, pero pocas contribuciones serias y constructivas que den respuesta a la compleja problemática de la gobernabilidad y sustentabilidad a la Argentina. He solicitado, por ejemplo, entre 4 numerosos colegas información acerca de estudios de los “rindex” o índices de rendimiento monetario neto para distintos cultivos y áreas para comprender la racionalidad del tan cuestionado sistema de retenciones móviles, su grado de adecuación y la legitimidad objetiva de la protesta del “campo”. Debo confesar bien sea mi pobreza de contactos, bien sea la falta de estudios independientes y objetivos que permitirían dirimir la cuestión y diseñar esa política agropecuaria que se reclama. Por cierto muchos me han comentado que el INTA tiene esos datos, pero el caso es que nadie los revela públicamente. Por ejemplo no he visto una sola solicitada o cuadro informativo fuese de la Sociedad Rural o del gobierno para esclarecer la cuestión con el detalle requerido. Creo que en general auque se intentara tal medio, la falta de credibilidad generalizada, volvería estéril un instrumento fértil ¿Cómo establecer la tan reclamada política agropecuaria? Sin embargo la cuestión es más seria, supongamos que por arte de magia tuviéramos el tipo de autoridades que “idealmente” en el imaginario colectivo (la pregunta sería el imaginario colectivo de quienes) es el que se requiere para gobernar a la Argentina y llevarlo por los rumbos merecidos de evitar más frustraciones, ¿qué éxito tendría en un país como el nuestro? ¿Acaso la propuesta de políticas no sería también objeto de ataques piqueteros? Lo curioso es que tras esas banderas argentinas que agitan por igual los piqueteros oficialistas, los del campo, los de “Puerto Madero”, los independientes y cuanta denominación puedan tener, nadie parece desear trabajar para una Argentina que: • Carece de una oposición política constructiva, de partidos con programas sustentados en estudios serios, objetivables, coherentes entre sí. Es decir hay ausencia de Visión, cosa que aunque sea en papel tienen muchos países centroamericanos donde se piensa en cómo industrializar cada uno de los pocos productos agrícolas de que disponen como principal recurso, junto al turismo y a la emigración transformada en remesas. • Tendrá que afrontar pagos por u$s 6.000 millones en 2008, vencimientos por más de 9.500 millones para 20091. 1 Se estima que la Argentina en estos dos próximos años deberá hacer frente a pagos por 52.904 millones de dólares. Casi 38.002 corresponden a vencimientos de capital y 14.902 son intereses. La cifra representa casi el 30 por ciento de la deuda pública total de la Argentina. 5 • Sufre presiones internacionales para que baje su nivel de reservas no precisamente con cancelaciones de deuda e intereses sino porque la crisis mundial ha llevado a las casas matrices de los bancos extranjeros a solicitar retiros de fondos de sus filiales para mejorar su propia liquidez. A su vez cancelar deuda con recursos propios es rechazado por estos organismos que verían esto como una debilidad del gobierno para acceder a financiamiento internacional, para lo cual también exigen resolver el tema de los bonistas “víctimas” del default del 2002. • Que a pesar del crecimiento económico extraordinario entre 2003 y 2007 aún mantiene alrededor de 7.5 millones de pobres (alrededor de 2.5 millones son indigentes) siempre y cuando la línea de pobreza no fuese modificada por datos de inflación real. • Que entre 1980 y 2005 generó 7.2 millones de nuevos pobres urbanos sobre un incremento de la población urbana de 12.1 millones; es decir 59.5% de pobres urbanos en el incremento total de la población urbana del país en los últimos 25 años. • Que sin un crecimiento sostenido de largo plazo no hay chances de reducir la pobreza. • Que no es evidente que la rentabilidad privada conduzca de por sí al desarrollo, siendo experiencia histórica acumulada la alta la evasión fiscal y la fuga de divisas, al mismo tiempo que en general el empresariado resiste todo intervencionismo y control pregonando las virtudes del mercado. • Que acumula presiones inflacionarias cuyo sinceramiento sería catastrófico. • Donde precisamente a causa de la inflación y un tipo de cambio casi fijo se va llegando a niveles de apreciación monetaria, que a no ser por los elevados precios de las commodities (soja, girasol y maíz entre ellos), ya estaría produciendo necesidades crecientes de financiamiento externo (en realidad nos estamos acercando a una situación cambiaria similar a la de la convertibilidad con serias consecuencia para la competitividad industrial) 6 • Donde el discurso y la realidad se hallan en franco divorcio y donde la población, haciendo uso de su baja distancia del poder se anima a calificar a todos los pobres urbanos “como gente que no quiere trabajar” (por cierto no hay estadísticas al respecto), al tiempo que la cultura del trabajo fue destruida por las políticas de desindustrialización, la mayor parte de las veces causadas por políticas de apertura comercial y financiera, con moneda sobrevaluada (19781980; 1990-2001). Se suma a lo anterior un sistema educativo que no considera la formación técnica rápida como prioridad en aras de un discurso de igualdad de oportunidades que la propia realidad no ofrece (es decir creer que la garantía al acceso universal a la educación o la obligatoriedad de la enseñanza proveerá mas recursos y habilidades es una falacia si no se consideran los déficit culturales de los alumnos de clases sociales pobres y los maestros no son recapacitados. El sistema actual educativo considera la formación terciaria como meta básica, cuando a ella accede el 3% de la población y en los próximos años tendrá que lidiar contra una población estudiantil de bajos recursos económicos e intelectuales). • Donde no han existido políticas sectoriales explícitas y coherentes de largo plazo (Ni agropecuaria, ni financiera, ni de vivienda, ni de turismo, ni de tierras, ni industriales, ni energéticas, ni educativas, ni de ciencia y técnica acordes a una estrategia nacional de largo plazo para la inserción en un mundo globalizado con excelentes oportunidades para la Argentina al menos por una década), olvidando con frecuencia que esta ausencia no se creó en los últimos años sino en las últimas tres décadas. En síntesis un país con excesos de ideología en ambos extremos, una población mal informada, donde los medios han incentivado opiniones estereotipadas acerca de nuestra problemática y donde el desdén por el conocimiento técnico y científico fundado es notorio. Sólo basta con ver los programas de debate televisivo considerados como serios y se verá la ausencia de lo mejor de nuestros profesionales, científicos y técnicos. Aquí prima la aversión al riesgo y el individualismo sobre la baja distancia del poder. La paradoja es que para resolver esta complejísima problemática se requiere diálogo, consenso, trabajo arduo y sobre todo una firme convicción de que ello es posible. Sin embargo me parece percibir que, la opinión generalizada, ya sea en sectores de muy baja formación educativa y cultural, sea en aquellos con una supuesta excelencia 7 académica, es que esto es un sueño irrealizable. Que la vocación natural de la Argentina es la improvisación. La configuración cultural prevaleciente y que se ha ido profundizando con el correr del tiempo es que los instruidos y honestos son ingenuos y poco aptos para la política. Que el conocimiento “objetivable” poco importa si no se tiene el manejo de las bases sociales, el poder económico y los medios de comunicación, y que todo ello es más apto para otro tipo de perfil humano, propenso a la transgresión institucionalizada y si es legalizada mejor aún. De este modo se reclama lo que se espera nunca ha de suceder. Algún tipo de patología autodestructiva cuya procedencia y destinatario es el pueblo argentino. Ahora bien, quizás hay otra cosa más grave aún y es la siguiente. Se trata de ¿qué es lo que sucede cuando un discurso que, como el actual oficialista, puede ser razonablemente adecuado para reorientar a la Argentina en un sendero de mayor equidad, sustentabilidd de largo plazo y lineamientos deseables, se entremezcla con incoherencias prácticas y visibles como por ejemplo: a) hablar de políticas sociales que no se ejecutan más que a través de un instrumento cuestionable y de los fondos del Banco Mundial, como es el caso para sostener “El Plan Jefas y Jefes de Hogar”; b) proponen una obra de infraestructura como el cuestionado “Tren Bala”; c) crean una empresa nacional de energía que no invierte en la infraestructura energética para el largo plazo, para no hacer mas larga la lista? La respuesta es simple, “cae todo el discurso”, que era posiblemente el más conveniente para la Nación. La opinión pública se polariza como si de tratara de un clásico del fútbol, mientras se corre el riesgo de que sobrevengan nuevas improvisaciones de mal gusto montadas sobre una obra musical que nunca fue buena. En vez, aquellos que adhirieron a algunos de los lineamientos básicos, sufrirán un largo destierro intelectual. Un sólo dato: la Argentina ha crecido a la tasa más baja de América Latina, con los mayores extremos y la mayor tasa de variabilidad, producto precisamente de su falta de cohesión social, de sus cambios de política e institucionales, de sus pugnas estériles y de un patrioterismo verborrágico sin sustancia (Ver cuadro ) 8 Tasas de crecimiento medias entre 1960 y 2006- Argentina comparada 300.0% Argentina presenta uno de los menores desempeños de largo plazo y la mayor tasa de variabilidad de su tasa de crecimiento 250.0% 200.0% Argentina WDI Argentina INDEC EEUU Mundo China Brasil 150.0% 100.0% 50.0% 0.0% -50.0% Promedio 19602007 Máximo Mínimo DesvíoEstandard Coeficiente de Variabilidad Argentina WDI 2.8% 12.7% -10.9% 5.9% 212.2% Argentina INDEC 2.3% 9.2% -10.9% 5.9% 261.4% EEUU 3.3% 7.2% -2.0% 1.9% 59.0% Mundo 3.7% 6.7% 0.2% 1.5% 41.0% China 8.0% 19.4% -27.1% 7.5% 93.8% Brasil 4.5% 14.0% -4.4% 4.2% 93.4% Fuente: elaboración propia con datos del INDEC y del Banco Mundial-WDI-online Database, 2008. Por consiguiente, si es verdad que el refrán dice que lo que diferencia a La Argentina de China es que “la Argentina convierte una oportunidad en un problema y China un problema en una oportunidad”, el desafío para la Argentina será que las partes en conflicto consideren el problema como una oportunidad para “dar el gran salto hacia delante”. Si ello es sueño o realidad posible quizás dependa de lo que uno esté dispuesto a aportar. 9