Miguel de Unamuno Nacido en Bilbao en 1864 y muerto en Salamanca en 1936, en cuya universidad fue catedrático de lengua griega y rector. Poeta, dramaturgo, novelista y ensayista de una lucidez y una independencia poco comunes en el ámbito de nuestras letras. Tras realizar sus primeros estudios en su ciudad natal, se trasladó a Madrid en 1880 para estudiar Filosofía y Letras. La lectura de filósofos alemanes y el intento de racionalizar la fe lo llevaron a abandonar la práctica religiosa en la que había sido educado. Ello supuso el inicio de su preocupación religiosa, de un afán por entender a Dios que marcó toda su obra y toda su existencia. En 1884, se doctoró y regresó a Bilbao, donde, en 1891, se casó con Concepción Lizárraga. Ese mismo año, y después de varios intentos fracasados, gana la cátedra de Lengua y Literatura Griegas en la Universidad de Salamanca, ciudad que fue su residencia el resto de su vida. En 1897 publicó su primera novela, Paz en la guerra, que incluía buena parte de sus recuerdos infantiles, Era militante socialista desde 1894, por lo que sus artículos en La lucha de clases de Bilbao fueron bastante frecuentes. En 1900 fue nombrado Rector de la Universidad de Salamanca. En 1914, año de la publicación de Niebla, fue destituido como Rector por su postura a favor de los aliados en la guerra. En 1917 fue procesado y condenado por un artículo en el que criticó a Alfonso XIII. Se le concedió un indulto de inmediato. Unamuno fue, sin duda una de las voces que más y con más fuerza clamaron a favor de un cambio político en España. Para Unamuno era preciso cambiar de raíz el sistema canovista que perduraba desde 1875, suprimiendo tanto el fraude electoral como a la monarquía que consentía y amparaba dicho fraude. A consecuencia de este proceso, fue destituido como Rector, cargo que no volvió a ocupar hasta 1921. En 1924, la dictadura de Primo de Rivera lo volvió a destituir. Los de Primo de Rivera fueron años especialmente duros para él, pues sus críticas no se quedaban en el dictador, sino que ascendían directamente hasta la corona, a la que consideraba responsable última de lo sucedido. El enfrentamiento directo, que no se ocultaba bajo disfraz literario alguno, hizo que se lo procesara de nuevo y se lo desterrara a Fuerteventura, de donde escapó a París. Tras su vuelta a España, la proclamación de la Segunda República lo colmó de honores: fue repuesto en el rectorado de Salamanca y nombrado ciudadano de honor. Asimismo, fue elegido diputado. No obstante, será de los primeros en desengañarse del nuevo régimen, que se apartó del camino de regeneración que él había deseado para el país para perpetuar las luchas políticas de la etapa anterior. En 1934 enviudó y en febrero de 1936 recibió el doctorado honoris causa por la universidad de Oxford. Al estallar la guerra civil, se puso de parte de los sublevados. Su muerte fue utilizada por las autoridades del bando sublevado a fin de minimizar su figura. Sin embargo, la especie de que pidió confesión en sus últimos momentos no es sino una leyenda, toda vez que falleció deforma repentina durante la tertulia que habitualmente lo reunía con un par de amigos por las tardes. A) Resumen del contenido Ángela Carballino escribe la historia de don Manuel Bueno, párroco de su pueblecito, Valverde de Lucerna. Múltiples hechos lo muestran como “un santo vivo, de carne y hueso”, un dechado de amor a los hombres, especialmente a los más desgraciados, y entregado a “consolar a los amargados y atediados, y ayudar a todos a bien morir”. Sin embargo, algunos indicios hacen adivinar a Ángela que algo lo tortura interiormente: su actividad desbordante parece encubrir “una infinita y eterna tristeza que con heroica santidad recataba a los ojos y los oídos de los demás”. Un día, vuelve al pueblecito el hermano de Ángela, Lázaro. De ideas progresistas y anticlericales, comienza por sentir hacia don Manuel una animadversión que no tardará en trocarse en la admiración más ferviente al comprobar su vivir abnegado. Pues bien, es precisamente a Lázaro a quien el sacerdote confiará su terrible secreto: no tiene fe, no puede creer en Dios, ni en la resurrección de la carne, pese a su vivísimo anhelo de creer en la eternidad. Y si finge creer ante sus fieles es por mantener en ellos la paz que da la creencia en otra vida, esa esperanza consoladora de la que él carece. Lázaro, que confía el secreto a Ángela, convencido por la actitud de don Manuel, abandona sus anhelos progresistas y, fingiendo convertirse, colabora en la misión del párroco. Y así pasará el tiempo hasta que muere don Manuel, sin recobrar la fe, pero considerado un santo por todos, y sin que nadie, fuera de Lázaro y de Ángela, haya penetrado en su íntima tortura. Más tarde morirá Lázaro, y Ángela se interrogará acerca de la salvación de los seres queridos. B) Temas. Alcance y sentido La novela gira en torno a las grandes obsesiones unamunianas: la inmortalidad y la fe. Pero se plantean ahora con un enfoque nuevo en él: la alternativa entre una verdad trágica y una felicidad ilusoria. Y Unamuno parece optar ahora por la segunda; todo lo contrario de lo que harían existencialistas como Sartre o Camus. Así, cuando Lázaro dice: “La verdad ante todo”, don Manuel contesta: “Con mi verdad no vivirán”. Él quiere hacer a los hombres felices: “Que se sueñen inmortales.” Y sólo las religiones, dice, “consuelan de haber tenido que nacer para morir”. Incluso disuade a Lázaro de trabajar por una mejora social del pueblo, arguyéndole: “¿Y no crees que del bienestar general surgirá más fuerte el tedio de la vida? Sí, ya sé que uno de esos caudillos de la que llaman la revolución social ha dicho que la religión es el opio del pueblo. Opio… Opio… Opio, sí. Démosle opio, y que duerma y que sueñe.” Según esto, el autor estaría polarmente alejado no sólo de los ideales sociales de su juventud, sino también de aquel Unamuno que quería “despertar las conciencias”, que había dicho que “la paz es mentira”, que “la verdad es antes que la paz”. Por otra parte, San Manuel es también la novela de la abnegación y del amor al prójimo. Paradoja muy unamuniana: precisamente un hombre sin fe ni esperanza es quien se convierte en ejemplo de caridad. Por otra parte queda el problema de la salvación. El enfoque de la cuestión es complejo, por la ambigüedad que introduce el desdoblamiento entre autor (Unamuno) y narrador (Ángela). Según Ángela, “don Manuel y Lázaro se murieron creyendo no creer lo que más nos interesa; pero, sin creer creerlo, creyéndolo…”. Tan paradójicas del personaje-narrador, ¿eran compartidas por el Unamuno-autor? El interrogante queda abierto. Cierto es que Unamuno, en el epílogo toma la palabra y, en sus reflexiones finales, podría verse una voluntariosa apuesta por la esperanza. Pero es un punto que queda abierto a la discusión. C) Estructura i. Desdoblamiento entre autor y narrador Destaca el recurso a la técnica del “manuscrito encontrado”, de estirpe cervantina. Este recurso le permite a Unamuno poner una narradora entre él y el lector y todo nos llega desde el punto de vista de Ángela. ii. Estructura Externa La novela está dividida en 25 fragmentos que llamaremos secuencias. Las 24 primeras secuencias son el relato de Ángela, la última es una especie de epílogo del autor. iii. Estructura interna Si atendemos al desarrollo de la historia, cabe distinguir tres partes, seguidas de un epílogo del autor. Secuencias 1-8: son las noticias preliminares sobre don Manuel, que Ángela nos transmite de oídas o partiendo de ciertas notas de su hermano. Secuencias 9-20: Es el cuerpo central del relato, a partir del regreso de Ángela al pueblo, primero, y de Lázaro, después. Con ello la narración recibe un nuevo impulso que nos lleva hasta el descubrimiento del secreto del “santo”. Termina esta parte con la muerte del sacerdote. Secuencias 21-24: Final del relato de Ángela Secuencia 25: Epílogo del autor Una cuestión particular dentro de la estructura interna es el tiempo. Al hilo de la lectura se irán observando todas aquellas anotaciones con las que se nos da la idea del paso de los años, en particular, las que se refieren a la edad de Ángela. Por lo demás, y entre otras cosas, es curioso señalar la existencia de algunas elipsis narrativa saltos en el tiempo. SIMBOLOGÍA Analizemos ahora los símbolos: la aldea, el lago y la montaña. Estos dos últimos van juntos. Unamuno los utiliza creando un significado único que logra transmitir plásticamente la tragedia que desarrolla el libro, la tragedia del autor, personificada en el párroco. Esta tragedia es la de la duda y la fe. La aldea se encuentra entre el lago (duda) y la montaña (fe). La voz del del pueblo es como la montaña, y el silencio de don Manuel, su falta de fe, es el lago. También está la nieve, la que cae en la montaña tiene apariencia de perdurar, pero la que cae en el lago se disuelve: así el pueblo, con la fe está unido, pero sin ella se diluye en el lago de la duda. También simboliza el tiempo que todo lo borra. Por eso la aldea está en medio de la fe y de la duda, de la montaña y del lago. Permanece sostenida por don Manuel, y aquí aparece otro de los motivos de su título de “mártir”: él es quien carga con la incredulidad de todo el pueblo y sus consecuencias. Es el personaje principal, que da título al libro: don Manuel Bueno, el párroco que vive y muere en fama de santidad, porque ¡no, no es como los otros -decía-, es un santo! Unamuno pone empeño en resaltar su identificación con Jesucristo, el Siervo sufriente de Yahveh de los cánticos de Isaías (cita varias veces el grito en la cruz: ¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?); también lo identifica con Moisés, conductor del pueblo por el desierto, que no entra en la tierra prometida y deja como Josué sucesor a Lázaro. Lázaro se convierte después de conocer su secreto y admirarse de su labor, de ver que aunque no es capaz de creer, sí lo es de sacrificarse por toda la aldea, no sólo porque no quiere quitarles la única esperanza en medio de una vida tan dura, sino porque es capaz de hacer todo lo posible por sus feligreses y si les engaña así -si es cierto que esto es un engaño- no es por medrar; y éste es su mérito, que no se angustia tanto por sus dudas existenciales que se olvide de los demás, sino todo lo contrario. Porque tiene muy claro que lo primero es que el pueblo esté contento, que estén todos contentos de vivir. Dos personajes también cargados de un simbolismo muy denso, como toda la obra, son el tonto del pueblo, Blasillo, y una pastora que don Manuel y Lázaro ven en la montaña en uno de sus paseos por el lago. Blasillo, el tonto, está muy identificado con don Manuel (repite lo que éste canta, por ejemplo) hasta el punto que muere cuando el párroco, porque lo representa a él, es don Manuel: con esto Unamuno quiere decir que don Manuel es el “tonto del pueblo”, está haciendo una misión ilógica para cualquier persona normal, es un idiota por comportarse así. Otro tema interesante, implícito en la acción de don Manuel Bueno, es el de la cuestión social y el progreso. Don Manuel no es partidario de una actividad organizada por la Iglesia en este aspecto, porque la religión no es para resolver los conflictos económicos o políticos de este mundo que Dios entregó a las disputas de los hombres. Para terminar, un pequeño análisis de las citas evangélicas que utiliza. Ya dijimos antes que la obra comienza como un evangelio y que toma citas de todos, directas o indirectas, incluso hay citas del Antiguo Testamento (Moisés). Especial significado tienen las de la piscina de Siloé y la de la resurrección de Lázaro, ésta por el tema que trata, conectada con el canto del gallo (porque era madrugada Pero la cita más profunda aún que el lago es el episodio de las bodas de Caná (Juan 2,1-5), cuando don Manuel en una boda dijo una vez: ¡Ay, si pudiese cambiar el agua toda de nuestro lago en vino, en un vinillo que por mucho que de él se bebiera alegrara siempre, sin emborrachar nunca… o por lo menos con una borrachera alegre!. Es el deseo que tiene, sentirse aliviado de la carga, que la duda fuese de tal manera que los hombres se olvidaran de su destino sin esperanza y pudiesen vivir felices y sin preocupaciones a pesar de no tener esa fe con que consolarse de que el delito mayor del hombre es haber nacido.