Aung San Suu Kyi

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Aung San Suu Kyi
Myanmar, Líder de la oposición política
Nacimiento: Rangún, 19 de Junio de 1945
Partido político: NLD
Cargo: Funcionaria internacional
ResumenEl más preclaro símbolo en activo de la lucha pacífica por la democracia en el
mundo es la birmana Aung San Suu Kyi, hija del artífice de la independencia nacional, principal
opositora a la dictadura militar que sojuzga el país asiático desde 1962 y reclusa de conciencia
durante 15 años. Su carismático liderazgo emergió en el aplastado alzamiento popular de
1988, al que siguieron un primer arresto domiciliario en 1989, el repudio por los generales de las
elecciones de 1990 que ganó su Liga Nacional por la Democracia (NLD) y la concesión del
Premio Nobel de la Paz en 1991. Liberada en 1995 pero vuelta a confinar en 2000 y por tercera
vez en 2003 sin cargos ni juicio, Suu Kyi, con extraordinarios coraje y tenacidad, rehusó el exilio
que se le ofrecía y optó por sacrificar su libertad y su familia antes que dejar de advocar la
resistencia no violenta de sus paisanos y de exigir la transigencia democrática de sus captores.
Su diálogo intermitente con el jefe de la junta en el poder, el general Than Shwe, no consiguió
moderar el proceder criminal del régimen, que reprimió a sangre y fuego la revolución azafrán
de 2007. El 13 de noviembre de 2010, seis días después de unas elecciones legislativas para
las que pidió el boicot, La Dama, a los 65 años, vio levantado su cautiverio en Rangún, aunque
en unas condiciones muy inciertas: se ignora si su liberación será definitiva, mientras que su
partido ya no existe porque prefirió la orden de disolución a tomar parte en la farsa electoral
montada por los militares.
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Biografía
1. Una primera hoja de vida al margen de la política
2. Icono de la revuelta popular democrática de 1988 y comienzo del cautiverio bajo la dictadura
militar
3. Prueba de resistencia frente al general Than Shwe: el compromiso indeclinable con la
democracia
4. Otra década más de arresto hasta la liberación en 2010
5. Elenco de reconocimientos
1. Una primera hoja de vida al margen de la política
Hija del general nacionalista Aung San, organizador del moderno Ejército birmano y negociador
con el Imperio Británico de la independencia nacional, el 19 de julio de 1947, con tan sólo dos
años de edad, quedó huérfana del mismo al caer asesinado el prócer en un complot de sus
adversarios; meses después, en enero de 1948, el país obtenía la independencia con el
nombre de Unión de Birmania.
La muchacha creció con su madre, Ma Khin Kyi, enfermera de profesión, y sus dos hermanos
mayores, Aung San Lin ?quien murió siendo niño al ahogarse en el estanque que la familia
tenía en su confortable villa capitalina- y Aung San Oo, en Rangún. Allí asistió a la Methodist
English High School, si bien terminó los estudios secundarios en India, donde su madre, muy
bien relacionada con el Gobierno de la Liga Antifascista por la Libertad del Pueblo (AFPFL, el
partido izquierdista predominante y cofundado por Aung San) estrenó el cargo de embajadora en
1960. En 1962 se produjo el golpe de Estado del general Ne Win, que derrocó al Gobierno del
primer ministro U Nu, y la familia ya no pudo volver a Birmania, donde la dictadura militar desató
una persecución sistemática de los cuadros de la AFPFL.
En 1964 Suu Kyi se tituló en Ciencias Políticas por el Lady Shri Ram College for Women,
integrado en la Universidad de Nueva Delhi, y tres años después completó su formación con
un bachelor degree en Filosofía, Política y Economía por el St. Hugh's College de la
Universidad de Oxford. A partir de 1969 trabajó para las Naciones Unidas en su sede central de
Nueva York, como secretaria auxiliar en el Comité Asesor para Cuestiones Administrativas y
Presupuestarias, y después, durante un año, sirvió a su país como técnica del Ministerio de
Asuntos Exteriores en Bután.
Dejó esta actividad en 1972 cuando contrajo matrimonio con el profesor británico Michael
Vaillancourt Aris, un estudioso de la cultura tibetana al que había conocido en Oxford y que
desde hacía varios años venía ejerciendo como tutor privado de los príncipes de la familia
real butanesa. La pareja vivió unos meses en el reino del Himalaya antes de establecerse en
Oxford, donde fundó una familia. En 1973 nació su primer hijo, Alexander, al que siguió un
segundo retoño, Kim, en 1977.
Entre 1985 y 1987, mientras su marido cimentaba su prestigio académico como uno de los
mayores expertos occidentales en las tradiciones culturales de Bután, Tíbet y el Himalaya, ella
amplió su currículum apuntándose a un curso de doctorado en la School of Oriental and
African Studies (SOAS) de la Universidad de Londres ?si bien vio rechazada su tesis doctoral- y
cursando sendas becas concedidas por el Indian Institute of Advanced Studies (IIAS) de Shimla y
el Centre for Southeast Asian Studies de la Universidad de Kyoto, donde se concentró en
investigar, cotejando los datos que poseía la familia, la trayectoria política y militar de su padre
en los años previos a la independencia.
A esta época se remontan sus primeros libros publicados, de muy corta extensión, como una
breve semblanza de Aung San, el ensayo Socio-Political Currents in Burmese Literature, 19101940 y los títulos correspondientes a Birmania, Nepal y Bután de una colección de guías
divulgativas orientadas al público juvenil. En el libro dedicado a su país, la autora se limitaba a
hacer una descripción de la geografía, las gentes y las costumbres birmanas, junto con un
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somero repaso histórico que no entraba en los detalles desagradables de la dictadura de Ne Win
(apartado de la Presidencia de la Republica en 1981, aunque no del poder real, que siguió
detentando en la sombra como jefe del partido único, el del Programa Socialista de Birmania,
BSPP), una de las más férreas de Asia.
2. Icono de la revuelta popular democrática de 1988 y comienzo del cautiverio bajo la dictadura
militar
La vida de la tranquila esposa y madre de familia experimentó un drástico vuelco en 1988, un
año crucial en la historia de Birmania. En el mes de abril decidió poner fin a 18 años de
expatriación para atender a su anciana madre, que vivía en Rangún y se hallaba gravemente
enferma, y con el proyecto de levantar una red de bibliotecas que conservara la memoria del
padre. Lo que encontró fue un país en plena efervescencia, con grandes manifestaciones en
demanda de democracia que el régimen híbrido del BSPP y los generales intentaba aplastar
con violencia desatada. El 15 de agosto, tres días después de producirse la dimisión del
presidente-general Sein Lwin, apodado el Carnicero de Rangún por ordenar la matanza masiva
de manifestantes tras el alzamiento multitudinario del 8 de agosto, envió una carta pública al
primer ministro, Tun Tin, pidiendo la apertura de una transición democrática, pero la misiva fue
ignorada.
El 26 de agosto, cuando la represión había causado ya muchos cientos de víctimas y la
oposición conminaba al tercer presidente en el lapso de un mes, Maung Maung (un jurista que
hasta entonces había ejercido de ministro de Justicia), a que formara un gobierno estrictamente
civil, Suu Kyi celebró su primer mitin junto a la pagoda Shwedagon de Rangún. Su vibrante
alocución ante medio millón de personas, dimensionada por las emociones que suscitaba el
recuerdo del reverenciado Aung San, la identificó de inmediato con las aspiraciones populares
de democracia e infundió más confianza a unas protestas que veían la caída del odiado
régimen al alcance de la mano.
De la noche a la mañana, Suu Kyi se convirtió en el rostro y la voz, para sus paisanos y para el
público internacional, de la dramática revuelta birmana, eclipsando a personalidades como el
ex primer ministro U Nu, quien, recién regresado del exilio, insistía en representar la legalidad
subvertida por el golpe de 1962 y vio rechazada su invitación de formar un Gobierno interino de
la oposición. Elocuente, imbuida de un extraordinario valor que contrastaba con su menuda
figura e imperturbablemente serena, Suu Kyi comenzó a recorrer el país para galvanizar el
movimiento de protesta, desafiando a los soldados que podían matarla en cualquier momento y
no dejando de urgir a la población a que luchara sólo por vías pacíficas, sin buscar la
confrontación, absteniéndose de provocar gratuitamente a un Ejército con órdenes expresas de
tirar a matar. Su discurso de la no violencia evocaba el ideario del Mahatma Gandhi, pero sobre
todo seguía los preceptos budistas.
El 18 de septiembre de 1988 las esperanzas opositoras quedaron amargamente frustradas. Ese
día, el Ejército, instigado por Ne Win, cuya influencia en la nueva generación de generales
seguía siendo indiscutible pese a su jubilación en julio como presidente del BSPP, se hizo
formalmente con todo el poder, en una suerte de autogolpe de Estado, y constituyó una junta
denominada Consejo para la Restauración de la Ley y el Orden (SLORC). Las manifestaciones
fueron sofocadas sin contemplaciones, produciéndose otro baño de sangre, y el nuevo jefe del
Estado, el general Saw Maung, asomando ahora la zanahoria, prometió elecciones libres en un
intento de desactivar la protesta. Suu Kyi afirmó pronto que Saw Maung no era más que un
títere del intrigante Ne Win; como represalia, el aparato de propaganda del régimen desató
contra ella una burda campaña pública de desprestigio, acusándola entre otras cosas de ser
polígama, de injuriar a Buda por haber dicho que era un hombre como los demás y de estar
ligada a fuerzas extranjeras.
El 24 de septiembre, con la mirada puesta en ese nebuloso horizonte electoral, Suu Kyi y dos
prominentes desertores del régimen, los generales Aung Gyi, quien fuera el número dos del
golpe de 1962, y Tin Oo, ex ministro de Defensa y ex comandante en jefe de las Fuerzas
Armadas, constituyeron la Liga Nacional por la Democracia (NLD), donde se repartieron el
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liderazgo: Aung Gyi fue elegido presidente, Tin Oo vicepresidente y ella, con mucho la más
carismática de los tres, secretaria general. El SLORC no se lanzó a descabezar el nuevo
partido, que desafiaba sus bandos prohibitivos, pero empezó a minarlo por sus bases. Además,
la NLD sufrió a las primeras de cambio una crisis interna que condujo a la ruptura con Aung Gyi,
quien puso en marcha su propia formación tras acusar a sus colegas de tolerar la presencia de
comunistas en la Liga.
Días después de este sobresalto, el 27 de diciembre, Suu Kyi encajó la muerte de su madre,
vencida por la enfermedad, a los 76 años de edad en su casa de Rangún. Durante los
funerales de Da Khin Kyi, la dolida hija elevó la promesa de servir a la causa nacional de los
birmanos tal como su padre y su madre lo habían hecho, es decir, hasta la muerte de ser
necesario. Al arrogarse una especie de misión sagrada, en unas circunstancias sobrevenidas
casi por accidente, Suu Kyi se ponía en la senda abierta en el continente asiático por líderes
opositoras a la dictadura como la pakistaní Benazir Bhutto y la filipina Cory Aquino.
El 21 de junio de 1989 la tropa ametralló en Rangún (o Yangon, según la nueva denominación
de la capital decretada por el SLORC, que renombró también al país, en lo sucesivo Myanmar)
una manifestación de 500 personas encabezada por ella que exigía el respeto de los Derechos
Humanos. Antes, el 5 de abril, la líder opositora protagonizó otro dramático episodio cuando,
en el curso de una protesta en el delta del Irawady, se enfrentó impávida a una unidad de
soldados que la apuntaban; según parece, la peligrosísima situación quedó superada gracias
a la oportuna intervención de un mayor que dio la contraorden de bajar las armas.
Por último, el 20 de julio, en un desenlace previsible tras meses de intimidaciones y
hostigamiento, Suu Kyi fue detenida y puesta bajo arresto domiciliario en Rangún al socaire de
la ley marcial, declarada tres días atrás, y en virtud de la Ley de Protección del Estado de
1975, que facultaba a las autoridades para mantener a cualquier persona detenida sin juicio
durante tres años. La arrestada se declaró en huelga de hambre en protesta por la detención
de un grupo de estudiantes que había acudido a su casa del número 54 de la Avenida de la
Universidad de Rangún, a orillas del lago Inye, para escudarla, gesto de no colaboración con
sus captores que iba a marcar la pauta en la penosa etapa que se abría en su vida. En tales
circunstancias, la secretaria general de la NLD no pudo participar en las elecciones del 27 de
mayo de 1990, que su partido ganó arrolladoramente con el 58,7% de los votos y 392 de los 492
escaños del Parlamento.
La junta, que había presentando a los comicios el nuevo Partido de la Unidad Nacional (NUP,
sucesor del BSPP, el cual no sacó más que 10 escaños), se vio sorprendido por tamaña
derrota. Desdiciéndose de sus promesas de hacer honor a los resultados, anunció que las
elecciones no habían sido a una asamblea legislativa, sino constituyente, de manera que hasta
que no estuviera ultimada una nueva Carta Magna (en los tiempos y con las condiciones que ella
misma dictase) no habría transferencia del poder a los civiles. El 18 de diciembre, como medida
de protesta, un grupo de diputados electos de la NLD liderados por Sein Win, primo de Suu Kyi,
formó en el exilio estadounidense un Gobierno de Coalición Nacional de la Unión de Birmania
(NCGUB), en el que también obtuvieron presencia la Alianza Democrática de Birmania, el
Frente Nacional Democrático y otras organizaciones opositoras.
Durante su reclusión, Suu Kyi, en régimen de incomunicación total desde julio de 1990, volvió a
mostrar un carácter templado y una orgullosa determinación, animando a sus conciudadanos a
no flaquear y a tener fe en su convicción de la victoria final de la causa democrática.
Amenazada con un proceso judicial por el SLORC si no aceptaba el exilio, la líder hizo saber
que estaría dispuesta a abandonar el país si se cumplían una serie de condiciones: la
liberación de todos los presos políticos, la constitución de la Asamblea electa, la transferencia
del poder a un gobierno civil y la emisión de un discurso suyo sin censura por la radio y la
televisión.
Los militares no accedieron, pero tampoco se atrevieron a ejecutar sus amenazas, por temor a
las reacciones internas y externas. En todo caso, en agosto de 1991 dispusieron una reforma
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legal con carácter retroactivo de la ley de 1975 con el único objeto de amparar la detención de
su antagonista durante un período de cinco años sin cargos ni juicio.
Reconocida como prisionera de conciencia por Amnistía Internacional, el propósito de Suu Kyi
de que el drama birmano no cayera en el olvido fue recompensado el 14 de octubre de 1991 con
la concesión por el Comité de Oslo del Premio Nobel de la Paz, en reconocimiento a su "lucha
no violenta en pro de la democracia y los Derechos Humanos" y por constituir "uno de los
ejemplos más extraordinarios de coraje civil en Asia en las últimas décadas". En su nombre,
acudieron a recoger el galardón en la capital noruega sus dos hijos, que entonces contaban con
18 (Alexander) y 14 (Kim) años de edad, a quienes la junta había despojado de la ciudadanía
birmana. Los 1.300.000 dólares con que estaba dotado el premio fueron destinados a un fondo
para financiar proyectos sanitarios y educativos en Myanmar.
Ya antes de recibir esta suprema distinción, Suu Kyi había sido honrada con los premios Thorolf
Rafto de los Derechos Humanos, otorgado en octubre de 1990 por la noruega Human Rights
House Network (HRHN), y el Sajárov de la Libertad de Conciencia en su edición de 1990,
concedido por el Parlamento Europeo en julio de 1991. A partir del Nobel, la líder de la
resistencia civil birmana fue laureada en cascada por una comunidad internacional que, sin
embargo, por lo que respectaba a sus gobiernos, no resultó convincente en sus presiones y
sanciones para obligar a los generales a separarse de un poder usurpado y a detener la
violación sistemática de los Derechos Humanos.
Estando confinada en su casa, dos editoriales de Estados Unidos y el Reino Unido publicaron
respectivamente sus escritos Burma and India: Some Aspects of Intellectual Life under
Colonialism (1990) y Aung San of Burma: A Biographical Portrait by His Daughter (1991),
tratándose este último de una reedición de la minibiografía publicada por primera vez en
1984. Su discurso de aceptación del Premio Sajárov, hecho llegar al Parlamento Europeo en
julio de 1991, fue publicado en varios países tras la concesión del Nobel a modo de ensayomanifiesto de corta extensión con el título de Freedom from Fear.
El texto, redactado en un tono asertivo con la inconfundible sintaxis de la pedagogía budista y
de principio a fin muy contundente en su denuncia de la dictadura, comenzaba con la siguiente
afirmación: "No es el poder lo que corrompe, sino el miedo. El miedo a perder el poder corrompe
a quienes lo ejercen y el miedo al castigo del poder corrompe a quienes son objeto del mismo".
En otras partes, sin olvidarse de mencionar a sus dos referentes éticos, su padre Aung San y
Gandhi, la autora decía: "Será difícil disipar la ignorancia a menos que haya libertad para
buscar la verdad sin las cadenas del miedo". También: "La revolución fundamental es la del
espíritu, que nace de la convicción intelectual de que el cambio es necesario en aquellos
valores y actitudes mentales que modelan el curso del desarrollo nacional".
Asimismo: "Con un sistema que niega la existencia de los Derechos Humanos más básicos, el
miedo tiende a estar a la orden del día. Miedo a la cárcel, miedo a la tortura, miedo a la muerte,
miedo a perder los amigos, la familia, la propiedad o el medio de vida, miedo a la pobreza, miedo
al aislamiento, miedo al fracaso. La forma más insidiosa de miedo es la que coloca tras una
máscara de sentido común o incluso sabiduría, condenándolos como locuras, insensateces,
nimiedades o futilidades, los pequeños actos diarios de coraje que ayudan a mantener el
respeto de la persona a sí misma y la dignidad humana que le es propia. No es fácil para un
pueblo condicionado por el miedo y sometido a un régimen de hierro el principio de que podría
ser apropiado liberarse a sí mismo del agobiante miasma del miedo. Aun incluso bajo la más
aplastante maquinaria del Estado el valor se alza una y otra vez, pues el miedo no es el estado
natural del hombre civilizado" .
3. Prueba de resistencia frente al general Than Shwe: el compromiso indeclinable con la
democracia
El 23 de abril de 1992 el general Saw Maung fue removido por sus propios compañeros de junta
y un colega del escalafón, Than Shwe, le sustituyó como presidente del SLORC, primer
ministro, jefe del Estado Mayor del Ejército y jefe del Estado. El oscuro nuevo mandamás de
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Myanmar, al parecer más preocupado por mejorar la imagen internacional del régimen que su
antecesor, se estrenó en el cargo levantando las restricciones a las comunicaciones físicas de
la premio Nobel, que fue autorizada a recibir visitas. Días más tarde, Suu Kyi se reunía con su
marido, al que no veía desde hacía dos años, y a continuación vino a estar con ella su hijo
Kim. En 1993 se produjeron nuevos encuentros familiares, facilitados por la retirada de la guardia
que desde 1989 había estado apostada en el umbral de la vivienda. El 25 de diciembre los
cuatro deudos pudieron celebrar juntos la fiesta de la Navidad.
Suu Kyi siguió atenta los tímidos gestos del general Than Shwe, que sugerían liberalización y
aperturismo. Así el SLORC puso en libertad a un millar largo de presos políticos, levantó el
toque de queda, derogó dos decretos relacionados con la ley marcial y reabrió las
universidades. En enero de 1993 inició sus trabajos una Convención Nacional, en un 80%
nombrada directamente por los militares, con la misión de redactar una nueva Constitución que
debía sentar los principios políticos y legales de la Unión de Myanmar. Entre ellos, el régimen
citaba la unidad nacional, la soberanía en las relaciones internacionales, el sistema de
democracia pluripartidista y una importante reserva de participación de las Fuerzas Armadas en
la conducción del Estado.
En enero de 1994 la cautiva recibió a sus primeros visitantes no de la familia, una comitiva
integrada por el congresista estadounidense Bill Richardson, un representante de la ONU y un
periodista del New York Times. Mayor expectación levantó la reunión que el 20 de septiembre
de 1994, en respuesta a sus demandas de diálogo sin condiciones, sostuvo con el mismísimo
Than Shwe y con el tercer jerifalte nominal y considerado la eminencia gris del régimen, el
teniente general Khin Nyunt, quienes se presentaron en su domicilio-prisión para sostener una
"discusión amistosa". El 28 de octubre siguiente cruzó su puerta de nuevo Khin Nyunt, esta vez
acompañado de los generales Than Oo y Tin Aye.
Por último, el 10 de julio de 1995, en un gesto destinado sobre todo a apaciguar a la comunidad
internacional, el SLORC levantó el arresto domiciliario a La Dama (en birmano, Daw, tratamiento
honorífico y de respeto empleado por sus seguidores) y le permitió reemprender las actividades
políticas, si bien con un régimen de movimientos severamente restringido, limitado al área
urbana de Rangún.
La estrategia de los generales era fingir que les despreocupaban los movimientos de su tenaz
opositora, a la que en realidad temían: la vulnerabilidad cierta de esta mujer de porte frágil pero
distinguido, inerme y a su merced alimentaba constantemente su carisma, al tiempo que, de
alguna manera, la resguardaba de daños mayores: si algo le sucediera a la Nobel, si resultara
herida o muerta en una agresión directa, el régimen desencadenaría en su contra un huracán
de reacciones, internas y externas, de impredecibles consecuencias.
La camarilla castrense, que no dejaba de perseguir y aterrorizar a las minorías étnicas y
religiosas, explotar a prisioneros como esclavos económicos y practicar la tortura y las
ejecuciones extrajudiciales con los disidentes políticos reales o imaginarios, no buscaba otra
cosa que ganar tiempo, para afianzarse en el poder, sortear la presión internacional
?acercándose para ello a los vecinos del sudeste asiático, envite que fue respondido
positivamente con la actitud indulgente de estos gobiernos, así como al gigante chino, que
aceptó gustoso pertrechar sus arsenales - y hacer irreversible su posición dominante en
cualquier nuevo marco institucional.
Vigilada de cerca por los servicios de seguridad, Suu Kyi reanudó los contactos políticos con los
miembros de la NLD y el NCGUB, y viajó por el país, violando las condiciones de la revocación
del arresto, para mantener viva la causa de la democracia. El 10 de octubre de 1995 recuperó la
secretaría general de la NLD, de la que había sido desposeída en abril de 1991 por discrepar
con otros dirigentes, más dúctiles a las presiones de los militares, sobre la estrategia a adoptar
frente al SLORC y en cumplimiento con la prohibición de que personas con interdictos pudieran
ocupar cargos en los partidos. Aung Shwe fue reelegido presidente, y Tin Oo y Kyi Maung
vicepresidentes.
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La consecuencia inmediata del retorno de Suu Kyi a la jefatura orgánica del partido fue la
retirada del mismo, el 28 de noviembre, de la Convención Nacional convocada por la junta en
1993 para la elaboración de la nueva Constitución, cuyo borrador, entre otros puntos poco
compatibles con un Estado democrático, reservaba a los militares el 25% de los escaños del
Parlamento. Como consecuencia del portazo de la NLD, la Convención suspendió sus trabajos
de manera indefinida en marzo de 1996.
La nueva postura no cooperativa de la NLD alarmó a Than Shwe, que una vez comenzado 1996
se dispuso a cortarle las alas a su irreductible líder. En mayo, 250 miembros del partido opositor
fueron detenidos sin cargos; en junio, se anunció el castigo con penas draconianas de prisión a
quienes divulgaran textos alternativos o propuestas de enmiendas no autorizadas del proyecto
de Constitución; en septiembre, una segunda ola de arrestos frustró la celebración del congreso
de la NLD y Suu Kyi vio restituido su estatus semicarcelario. El bloqueo policial a su casa duró
sólo unos días, pero la áspera advertencia del poder no disuadió a la líder de seguir
desafiando la prohibición de moverse fuera de Rangún, cuyos límites urbanos intentó cruzar
varias veces.
La actitud de la junta, que el 15 de noviembre de 1997 pasó a denominarse Consejo de Estado
para la Paz y el Desarrollo (SPDC), se tornó errática, sugiriendo que el general Than, quien al
mismo tiempo intentaba zafarse de la influencia del incombustible Ne Win y se adentraba en una
etapa de desavenencias serias con varios altos oficiales -zanjadas a su favor mediante las
oportunas purgas-, no las tenía todas consigo con respecto a Suu Kyi. El régimen, primero,
prohibió el congreso de la NLD que había sido pospuesto al 27 de mayo de 1997, en el séptimo
aniversario de la victoria electoral de 1990, pero después de esa fecha rectificó y consintió que
la convocatoria se trasladara a exactamente doce meses después y con la condición de que la
asamblea tuviera lugar en la vivienda de la líder, esto es, convenientemente limitada de aforo y
vigilada a placer por la seguridad del Estado.
La Dama del sarong -el atavío tradicional birmano, usado tanto por mujeres como por hombresy el cabello recogido prolongó de manera indefinida su particular pulso con la junta militar,
caracterizado por los inagotables paciencia, firmeza y pacifismo de ella como contraste con la
razón de la fuerza que exhibían los generales, quienes justificaban su negativa a retirarse a los
cuarteles por la supuesta falta de preparación del pueblo birmano para la democracia.
Suu Kyi, por un lado, reclamaba que no se relajara la presión internacional sobre la más antigua
dictadura militar del mundo y a los empresarios privados occidentales les desaconsejaba entrar
en negocios con la misma en materia de turismo e inversiones. Sus apelaciones al extranjero
hallaron un eco limitado en los gobiernos y harto escaso en las compañías interesadas en
hacer tratos ventajosos con un régimen que pisoteaba de un sinfín de maneras y a gran escala
los derechos más fundamentales de sus gobernados. Aunque, ciertamente, Estados Unidos y la
Unión Europea endurecieron sus paquetes de sanciones económicas, armamentísticas y
aéreas, el régimen pudo compensar esta cuarentena parcial por su flanco occidental
cosechando resonantes éxitos diplomáticos en el mapa asiático (ingreso en la ASEAN,
cooperaciones bilaterales con Tailandia, Vietnam y Camboya, compra masiva de armas a China,
tratos lucrativos con la Indonesia de Suharto, defensa de las críticas occidentales por parte del
Gobierno de Malasia).
Por otro lado, ella continuó jugando al gato y el ratón con los generales. Así, realizó dos
azarosos intentos, en julio de 1998 y en agosto de 2000, de evadir el cerco de las tropas que la
vigilaban para reunirse con miembros de su partido, los cuales seguían siendo objeto de una
represión implacable, con arrestos colectivos, encarcelamientos sin hábeas corpus y
numerosas condenas a penas de prisión. Ambas salidas fueron frustradas por las fuerzas de
seguridad después de representar su protagonista actos de resistencia pacífica con el objetivo
de captar la atención internacional. Así, en la tentativa de 1998 estuvo plantada trece días en
un cruce de carreteras, hasta que unos amagos de deshidratación urgieron su retorno a
Rangún montada en una ambulancia. En la de 2000, que duró nueve días, permaneció
igualmente bloqueada dentro de su vehículo en un camino rural próximo a la capital cuando
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intentaba llegar a la población de Dala.
La muerte del profesor Aris en Londres el 27 de marzo de 1999, el día de su 53 cumpleaños,
tras rechazar las autoridades birmanas una solicitud de entrada para visitar a su esposa (a la que
no veía desde la reunión navideña de 1995) cuando el cáncer de próstata que padecía se
adentraba en su fase terminal, pareció a los ojos de la comunidad internacional un acto gratuito
de crueldad. La junta rechazó cualquier imputación, con la explicación de que había ofrecido a
Suu Kyi la libre partida a Oxford, pero que ella se había negado. Sin duda, la premio Nobel
temió que quienes confiaban en encontrar la ocasión para quitársela de encima no la dejaran
entrar en el país a su regreso. La junta la invitaba abiertamente al exilio y dosificaba la táctica
del acoso psicológico: en abril de 1999, al hijo menor, Kim le fue permitido estar con su madre
en el aeropuerto de Rangún por unas pocas horas.
4. Otra década más de arresto hasta la liberación en 2010
Puesto que las advertencias y las presiones de todo tipo no conseguían quebrar la
determinación de la opositora, el régimen recurrió, tras un paréntesis de cinco años, a su
castigo favorito: el confinamiento domiciliario por tiempo indefinido. La medida represiva se
abatió sobre Suu Kyi el 21 de septiembre de 2000; entonces, ella, el vicepresidente Tin Oo y
otros miembros de la Liga fueron detenidos cuando se disponían a viajar por tren a la norteña
Mandalay. Metida en un furgón militar en la misma estación de Rangún, 48 horas más tarde
Suu Kyi ya se encontraba arrestada en su hogar.
Sin embargo, no podía hablarse propiamente de regreso al casillero de salida, a la situación de
1989. Aunque prisionera, la líder abrió con la junta unas conversaciones directas y de carácter
secreto que fueron facilitadas por el diplomático malasio Razali Ismail, enviado especial del
secretario general de la ONU. El diálogo entre Suu Kyi y los representantes del SPDC,
supuestamente enmarcado en un proceso de reconciliación nacional que incluiría un acuerdo
transitorio de reparto de poder, alumbró a lo largo de 2001 una serie de gestos del régimen
considerados propiciatorios, como el final de la propaganda denigratoria contra la Nobel en los
medios de comunicación del Estado y la devolución de la libertad de movimientos a Aung Shwe
y Tin Oo. La propia Suu Kyi intentó infundir ánimos a sus seguidores y amansar a los militares
con declaraciones de signo constructivo y conciliador.
El 6 de mayo de 2002 el mundo acogió con satisfacción y esperanza el resultado más visible
del diálogo secreto emprendido por el SPDC y la NLD en octubre de 2000, el levantamiento del
arresto domiciliario de Suu Kyi, a la que se prometió el libre tránsito por todo el país. La
medida de gracia fue acompañada por nuevas liberaciones de activistas del partido opositor, si
bien Amnistía Internacional recordó que un millar y medio de reclusos políticos continuaban
languideciendo en las prisiones del régimen. La infatigable líder democrática no perdió el
tiempo en su deseo de verificar las condiciones de su puesta en libertad iniciando una gira
nacional y demandó a la junta conversaciones inmediatas para la definición de medidas de
confianza.
Los llamamientos cayeron en saco roto. Transcurrido un año desde su liberación, Suu Kyi
podía constatar que los militares no tenían la menor intención de negociar con ella ninguna
propuesta democratizadora. El 30 de mayo de 2003 el fatalismo sobre el porvenir de Myanmar
volvió a apoderarse de locales y foráneos con la imposición de la "custodia preventiva" a Suu
Kyi y otros 17 dirigentes de la NLD con el pretexto de haber provocado en el curso de una gira
provincial por el norte del país, concretamente en las afueras de la población de Depayin, unos
choques violentos entre partidarios de ella y del Gobierno.
En realidad, lo sucedido en Depayin fue un incidente orquestado por las autoridades: la caravana
de la líder se vio salvajemente atacada por una nutrida turba de personas, quizá hasta 3.000,
con atuendos civiles que, a los gritos de ¡muere!, ¡muere! y esgrimiendo armas rústicas, hirió o
mató a muchos integrantes del convoy. Supervivientes del terrible ataque que consiguieron
escapar a Tailandia relataron que sus agresores les tendieron una emboscada nocturna y que
cayeron sobre ellos presos de una furiosa excitación, como si estuvieran ebrios o drogados. El
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Gobierno habló de cuatro víctimas, aunque ONG asiáticas cuantificaron los muertos en 70.
Suu Kyi salió ilesa del sangriento trance porque su chófer consiguió sacar el coche de la
refriega, aunque fue detenida nada más llegar a la cercana localidad de Ye-U. Tras la masacre
de Depayin, el Gobierno aseguró que la opositora estaba retenida en un lugar secreto por su
propia seguridad, ya que se había detectado la presencia en el país de unos "asesinos" que la
tenían en el punto de mira.
A últimos de agosto, desde su paradero desconocido ?luego se supo que se trataba de la
prisión Insein de Rangún-, Suu Kyi inició una huelga de hambre, pero el 19 de septiembre sus
captores tuvieron que ingresarla de urgencia en el Asia Royal Cardiac and Medical Center de la
capital aquejada de una dolencia ginecológica. Allí le fue practicada una histerectomía, o
extracción de la matriz, de tres horas de duración y tras una semana de convalecencia recibió el
alta el 26 de septiembre: del hospital salió directamente a su casa de Rangún, donde le
aguardaban, aunque entonces ni ella ni nadie lo sabía, otros siete años seguidos de arresto
domiciliario. El Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria de la Oficina del Alto Comisionado
de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos comunicó al Gobierno birmano que la
privación de libertad de Suu Kyi sin cargos ni juicio era un acto arbitrario que contravenía la
Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Con su secretaria general y su vicepresidente bajo arresto, la NLD ignoró la Convención
Nacional, resucitada por la junta en mayo de 2004 tras ocho años de suspensión, y cuya misión
sobre el papel era dotar al país de una nueva Constitución. Esta era la primera de las siete
etapas de que constaba el "mapa de ruta a una democracia disciplinada" anunciado por el
general Khin Nyunt tras ser nombrado primer ministro en agosto de 2003. Los trabajos de la
nueva Convención Nacional no duraron más que unas pocas semanas y Khin Nyunt, el oficial
supuestamente más identificado con esta dudosa liberalización, fue purgado por Than Shwe en
octubre de 2004.
Los años iban pasando para la famosa reclusa, que estrenó la madurez inmediata a la
ancianidad. Privada del teléfono, sin acceso a Internet y con las visitas prácticamente limitadas
a su médico personal y a los emisarios de la junta, Suu Kyi aprovechaba su abundante tiempo
libre para leer, estudiar idiomas, escuchar la radio y tocar el piano. El SPDC, haciendo oídos
sordos al clamor internacional y, en la última fecha, a una petición personal de liberación del
secretario general de la ONU, Kofi Annan, le extendió el período de arresto sucesivamente en
noviembre de 2004, noviembre de 2005, mayo de 2006 y mayo de 2007. En 2006 fue autorizada
a recibir dos visitas del diplomático nigeriano Ibrahim Gambari, secretario general adjunto para
el Departamento de Asuntos Políticos de la ONU.
A principios de octubre de 2007 Suu Kyi fue vista de nuevo por la televisión estatal con motivo
de una nueva reunión con Gambari. La reaparición de la líder tras cuatro años sin imágenes
de ella aconteció, no por casualidad, en la coyuntura nacional más dramática desde la
insurrección de 1988: la supresión por los militares, con inaudita violencia, de la protesta
pacífica encabezada por los monjes budistas y comenzada en Rangún a mediados de agosto.
Todo indicaba que la junta, dejando ver a una Suu Kyi con buen aspecto, deseaba calmar la ira
mundial por el aplastamiento, con un incierto balance de detenidos, muertos y desaparecidos, de
la llamada revolución azafrán, protagonizada por monjes, estudiantes y miembros de la NLD, y
cuyo desencadenante había sido la retirada de los subsidios a los combustibles, cuyos precios
aumentaron vertiginosamente. Días después de la visita de Gambari, el Gobierno designó al
general retirado y viceministro de Trabajo Aung Kyi su enlace formal con Suu Kyi, en lo que
parecía ser la apertura de un canal oficial de comunicación junta-oposición.
El 27 de mayo de 2008 el SPDC dio cuenta de la enésima prórroga del arresto de Suu Kyi, que
permanecería confinada en su domicilio por lo menos doce meses más. Sus condiciones
acababan de endurecerse bruscamente porque el paso del ciclón Nargis, que azotó el país
asiático a principios de aquel mes, había dejado a su vivienda con el techo maltrecho y sin
suministro eléctrico; las autoridades no le proporcionaron un generador y ella se vio obligada a
alumbrarse con velas.
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Entre tanto, el régimen militar dio un primer paso en la superación de la petrificación haciendo
aprobar en un referéndum nacional -considerado espurio por la NLD- su proyecto de
Constitución, polémico texto que reservaba al Ejército importantes cuotas antidemocráticas de
poder ejecutivo y legislativo, y que contenía cláusulas restrictivas sospechosamente ajustadas
a las características de Suu Kyi, como la prohibición de candidatear al puesto de presidente de
la República a aquellas personas cuyos familiares directos, ascendientes o descendientes,
estuvieran de alguna manera bajo la jurisdicción de otros países: los hijos de la líder tenían la
ciudadanía británica. En diciembre de 2008 la Asamblea General de la ONU, con 80 votos a
favor, 25 en contra y 45 abstenciones, aprobó una resolución de condena de la situación de los
Derechos Humanos en Myanmar y de demanda de liberación de Suu Kyi.
El 14 de mayo de 2009, próximo a vencer su último período anual de arresto, Suu Kyi vio
ensombrecerse de súbito su estatus de prisionera. Ese día, un retén policial se presentó en la
casa y la aprehendió junto con sus dos asistentas personales, Khin Khin Win y Win Ma Ma. Las
tres mujeres fueron transferidas directamente a la sala de un tribunal especial montado en la
prisión Insein, donde un magistrado del Distrito Norte de Rangún les esperaba para juzgarlas
por transgresión de las condiciones del arresto domiciliario, ya que habían dado cobijo a un
intruso.
La acusación se sustentaba en la extraña peripecia del cuarto procesado, John William Yettaw,
un ciudadano estadounidense de 53 años, retratado como un estudiante de Psicología,
mormón y veterano de Vietnam con algún tipo de estrés postraumático, que en noviembre
anterior había intentado contactar con Suu Kyi tras personarse, sin que las fuerzas de seguridad
llegaran a impedírselo, en el mismo umbral de su vivienda. Entonces, la inquilina no había
querido recibir al anónimo visitante y había dado parte del caso a las autoridades. En fecha
mucho más reciente, el 6 de mayo, Yettaw había sido detenido cuando regresaba a nado por el
lago Inye tras conseguir burlar el perímetro de seguridad de la casa de Suu Kyi y pernoctar en
ella dos noches seguidas.
De acuerdo con su testimonio, el pertinaz extranjero había alcanzado la vivienda en la
antevíspera también a nado, y sus moradoras, no sin grandes reticencias, le habían permitido
quedarse a dormir porque estaba exhausto, y con el mismo criterio humanitario le habían
proporcionado comida y bebida. El comprometedor huésped estaba allí "enviado por Dios",
para advertir a la líder de que unos "terroristas" pretendían asesinarla. Yettaw fue a juicio
además por encontrarse en el país de manera ilegal y por vulnerar la prohibición de nadar en
el lago Inye.
El juicio contra Suu Kyi, recién recuperada de un achaque por hipotensión que la había
obligado a recibir alimentación intravenosa con sueros, se prolongó a puerta cerrada desde el
18 de mayo hasta el 31 de julio de 2009. La defensa invocó en todo momento la inocencia de la
acusada, a la que, según ella, no podía exigírsele cuentas por las rupturas de su barrera de
seguridad desde fuera, cuya integridad era responsabilidad de la Policía. En mitad del juicio, el
19 de junio, la acusada cumplió 64 años, efeméride que fue saludada por vigilias, actos de
protesta y lecturas de manifiestos demandando su liberación a lo largo y ancho del mundo. A
principios de julio, el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, regresó de Rangún
"profundamente disgustado" porque su anfitrión, Than Shwe, no le había permitido reunirse con
Suu Kyi.
El 11 de agosto el tribunal especial emitió una sentencia de culpabilidad e impuso a las tres
mujeres sendas penas de tres años de prisión con trabajos forzados. La pena máxima por
violar la Ley de Salvaguarda del Estado del Peligro de Elementos Subversivos era de cinco
años. Automáticamente, el ministro del Interior, general Maung Oo, siguiendo las instrucciones
de su superior, Than, conmutó la draconiana condena por otra de 18 meses de arresto
domiciliario, que empezaba a contar a renglón seguido de la expiración, en mayo, del anterior
período. En cuanto a Yettaw, fue también condenado a prisión, pero el Gobierno le perdonó de
inmediato antes de permitirle abandonar el país sano y salvo; oficialmente, su liberación fue un
gesto "humanitario" en aras de la mejora de las relaciones con Estados Unidos. El Consejo de
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Seguridad de la ONU, en una declaración de condena no vinculante ?una resolución habría
topado de seguro con la oposición de China-, expresó su "grave preocupación" por la suerte de
Suu Kyi y los demás presos políticos birmanos.
Para la NLD, gobiernos y organizaciones, el proceso contra Suu Kyi era una artimaña fabricada
por el régimen para mantenerla neutralizada políticamente tras vencer su último período de
arresto sin cargos y cuando el país afrontaba sus primeras elecciones legislativas desde 1990,
las previstas para finales de 2010, que eran el quinto paso del "mapa de ruta a la democracia"
diseñado por la junta. La nueva Constitución estipulaba que ninguna persona con condenas
judiciales podía presentarse candidata a diputado.
La comunidad internacional, con la notoria excepción de China, convino en que esas elecciones,
más allá de su fachada pluralista, no merecerían ninguna credibilidad si la principal líder de la
oposición no recobraba la libertad y era habilitada para presentarse a aquellas. Sin embargo, en
Estados Unidos, la nueva Administración Obama se mostró dispuesta a entablar un diálogo con
la dictadura, buscando arrancar de los generales concesiones democráticas más con la
persuasión que con el boicot. A principios de noviembre de 2009, Suu Kyi pudo entrevistarse con
una misión diplomática de aquel país. Su encuentro con los altos funcionarios del
Departamento de Estado en el Inya Lake Hotel, a escasa distancia de su casa, le permitió tener
el primer contacto directo con los periodistas desde el principio de su actual cautiverio.
La líder opositora abrió una batalla legal contra la prolongación de su régimen de arresto. Su
recurso al Tribunal Supremo, tras fracasar en el tribunal de primera instancia, fue admitido a
trámite el 21 de diciembre y la audiencia de apelación fue celebrada el 18 de enero de 2010,
quedando pendiente la sentencia. Días después, trascendió que el Ministerio del Interior
consideraba levantar el confinamiento a Suu Kyi en el último tramo del año, coincidiendo
supuestamente con las elecciones a la nueva Asamblea de la Unión, aunque se desconocía si
el final del arresto, que expiraba el 13 de noviembre, se produciría antes o después de los
comicios, para los que todavía no había fecha. En cualquier caso, con la Constitución en la
mano, la líder no podría concurrir a un escaño parlamentario porque era rea de la justicia ni
tampoco aspirar a la jefatura del Estado al haber estado casada con un extranjero, por más que
enviudara de él hacía una década, y disponer sus hijos del pasaporte británico.
Peor aún, la Ley de Registro de Partidos Políticos, presentada en marzo de 2010, prohibía
expresamente la militancia partidista de personas que hubieran sido condenadas en un tribunal.
Si la NLD quería renovar su condición legal, sin la cual tampoco podría participar en las
elecciones, antes debía expulsar a su secretaria general y a otros muchos dirigentes. La
reacción de la NLD, que era consecuente con su boicot al referéndum constitucional de 2008,
fue rechazar de plano las reglas del juego impuestas por la junta. En consecuencia, el 6 de mayo
de 2010, en el último día del plazo de que disponía para registrarse con arreglo a la nueva
normativa, la Liga, en una decisión grave asumida sin reservas por Suu Kyi aunque mal acogida
por algunos miembros ?los cuales se escindieron para formar la Fuerza Nacional Democrática,
NDF-, se resignó a quedar desarticulada como organización legal. Ello no disuadió a Suu Kyi y
al resto de la ejecutiva de reafirmarse en su llamamiento al boicot electoral.
El 1 de octubre el Gobierno confirmó con marchamo oficial el rumor circulante de que Suu Kyi
recuperaría el 13 de noviembre el estatus que había tenido por última vez hacía un septenio.
El 7 de noviembre la opositora seguía privada de libertad cuando Myanmar celebró sus
primeras elecciones generales en dos décadas. Realizadas sin las mínimas garantías de
limpieza, con las libertades fundamentales cercenadas y bajo un marco legal diseñado a la
medida del oficialismo militar, las votaciones fueron ganadas masivamente por el Partido para el
Desarrollo y la Solidaridad de la Unión (USDP), agrupación montada por la junta y cuyo
conductor era el primer ministro desde 2007, el general Thein Sein.
La Comisión Electoral nombrada y controlada por los militares adjudicó a la USDP 259 de los
330 escaños abiertos a competición de la Cámara de Representantes (los 110 restantes hasta
los 440 iban a ser nombrados directamente por las Fuerzas Armadas) con el 78,5% de los votos.
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Segundo, con 18 representantes, quedó el Partido Democrático de las Nacionalidades Shan
(SNDP), una formación aliada de la NLD pero que había decidido concurrir. Empatados con 12
puestos quedaron el NUP, el partido promilitar derrotado en los comicios de 1990 y que
representaba a la vieja guardia del extinto BSPP marginada por la nueva generación de
capitostes castrenses, y la NDF, los recientes escindidos de la Liga disconformes con la directiva
de boicot. La USDP se convirtió en la fuerza hegemónica también de la Cámara alta de la
Asamblea, la de las Nacionalidades, donde obtuvo 129 de los 168 escaños electorales
(mayoría a la que había que sumar los 56 asientos reservados a los uniformados en activo).
Los partidos perdedores denunciaron un cúmulo de flagrantes irregularidades, como la compra
de votos, la intimidación en los colegios electorales y la falsificación pura y simple de los
escrutinios locales. Hasta transcurrido un mes, la Comisión Electoral no iba a facilitar cifras de
participación, que fijó en el 76,8% del censo. La NLD y observadores foráneos descalificaron
este porcentaje como irreal.
Finalmente, el 13 de noviembre, dos días después de ver rechazada su última apelación a los
tribunales, La Dama pudo salir de su casa, dispuesta a disfrutar de una libertad que, ya se lo
había advertido al régimen, no aceptaría que fuera condicional; en el umbral, saludó sonriente
y con vivas muestras de emoción a la muchedumbre extática que se había congregado desde
el día anterior frente a la casa blanca de dos plantas de la Avenida de la Universidad, vigilada
por un no menos impresionante dispositivo de seguridad. En su primera y breve alocución a sus
arrebatados seguidores, la líder exhortó a "trabajar unidos para alcanzar nuestros objetivos".
Al día siguiente, Suu Kyi compareció en la sede de la NLD en la capital para pronunciar un mitin
en el que instó a los presentes a "no perder la esperanza" en el establecimiento de la
democracia, subrayó la importancia de la libertad de expresión como "base de la libertad
democrática" y animó a la ciudadanía a actuar "de manera adecuada" para "luchar por lo que
es correcto". También, explicó que no guardaba "hostilidad alguna" hacia los responsables de
su arresto, que durante el mismo las fuerzas de seguridad la habían tratado "bien", que estaba
lista para "trabajar estrechamente con todas las fuerzas democráticas" y que consideraría el
escenario del levantamiento de las sanciones internacionales. No obstante el tono conciliador,
reclamó a la junta la liberación de los más de 2.000 prisioneros políticos. En las jornadas
siguientes, Suu Kyi reiteró estas manifestaciones y se extendió sobre otras cuestiones en una
serie de entrevistas concedidas a medios internacionales. También, se reencontró con su hijo
Kim, al que no veía desde hacía una década.
5. Elenco de reconocimientos
Con posterioridad a los premios Rafto, Sajárov y Nobel, Suu Kyi recibió numerosísimos
galardones y reconocimientos.
Entre los mismos, se citan: el Humanities Human Rights Award (Estados Unidos, 1991); el
Premio Internacional Simón Bolívar (UNESCO y Venezuela, 1992); el Award of the international
Human Rights del Law Group de Estados Unidos (1992); el Jawaharlal Nehru Award for
International Understanding (India, 1993); el Premio Internacional Víctor Jara de los Derechos
Humanos del CHRCL de Los Ángeles (1993); el Premio a la Libertad de la Internacional Liberal
(1995); el Gandhi Award de la Universidad Simon Fraser de la Columbia Británica (Canadá,
1995); el Freedom Award del Comité Internacional de Rescate (1995); el W. Averell Harriman
Democracy Award del National Democratic Institute (Estados Unidos, 1996); el Pearl S. Buck
Woman's Award (Estados Unidos, 1997); el Freedom Award del International Republican
Institute (Estados Unidos, 1999); la Medalla Presidencial de la Libertad de Estados Unidos
(2000); el Madanjeet Singh Prize for the Promotion of Tolerance and Non-Violence (UNESCO,
2002); el Al Neuharth Free Spirit Award del Freedom Forum de Washington, D.C. (2003); el
Premio Gwangju a los Derechos Humanos de la Fundación Memorial 18 de mayo (Corea del
Sur, 2004); el Premio Olof Palme de la Fundación homónima de Estocolmo (2005); el Freedom
From Fear Award de la organización caritativa Public Interest Projects (Estados Unidos, 2006); la
Medalla de Oro del Congreso de Estados Unidos (2008); el Premi Internacional Catalunya
(España, 2008); el Mahatma Gandhi International Award for Peace and Reconciliation
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(Sudáfrica, 2009); y el Premio Embajadora de Conciencia de Amnistía Internacional (2009).
Además, la líder birmana es doctor honoris causa por las universidades Thammasat de
Bangkok (1992), Toronto (1993), Bruselas (1994), Queen?s de Canadá (1995), Oxford (1995),
Carlos de Praga (1997), Tecnológica de Sydney (1997), Chapman de California (1997), Natal
(1997), Americana de Washington (1997), Glasgow (1997), Cambridge (1998), Bath (1998), de
Gales en Cardiff (1998), Bristol (1998), Melbourne (1998), Bucknell de Pennsylvania (1999),
Memorial de Terranova (2004), Vrije de Bruselas, Católica de Lovaina, Colgate de Nueva York
(2008) y del Ulster (2009). Asimismo, fue nombrada, con carácter honorífico en todos los
casos, miembro de las secciones noruega, canadiense y británica del Club PEN Internacional
en 1991 y 1992, presidenta del Sindicato de Estudiantes de la London School of Economics and
Political Science (LSESU) en 1992, miembro de la UNESCO en 1992, miembro de la Academia
Universal de las Culturas de París en 1993 y miembro del Club de Madrid en 2008, entre otras
filiaciones. The Elders, el grupo internacional de líderes veteranos liderado por Nelson Mandela,
la considera una de los suyos, si bien ausente.
Alexander Aris, en nombre de su madre, ha recogido varios de los premios y ha pronunciado
discursos de agradecimiento por los honores recibidos a lo largo y ancho del mundo, donde
hasta 2010, año tras año, fueron numerosas las campañas de ONG y activistas en exigencia
de la liberación de la ilustre opositora.
Además de los libros citados arriba, Suu Kyi publicó, a partir de 1992, los siguientes escritos:
Burma's Revolution of the Spirit: The Struggle for Democratic Freedom and Dignity, de 1994,
obra compartida con Alan Clements y Leslie Kean como principales autores, más prefacios de
Sein Win y el Dalai Lama; Freedom from Fear and Other Writings, de 1995, quizá su libro más
testimonial y emblemático, una colección de ensayos editada por Michael Aris y con
contribuciones de Václav Havel y Desmond Tutu; Letters from Burma, de 1998, en coautoría
con Fergal Keane; y The Voice of Hope, de 1998, en coautoría con Alan Clements.
(Cobertura informativa hasta 1/12/2010)
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