Heroica Paysandú - Partido Nacional

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A 150 años de la epopeya
PAYSANDÚ
HEROICA
LINCOLN R. MAIZTEGUI
E
l 19 de abril de 1863 el general
Venancio Flores invadió territorio oriental desde la Argentina
por el Rincón de Haedo. Flores reivindicaba las libertades para su partido
(que nunca habían sido cuestionadas) y ponía como pretexto para la
empresa dos grandes hechos: la
prohibición, por parte del gobierno
del presidente Bernardo Berro, de un
acto de conmemoración de los mártires de Quinteros, y los conflictos con
la Iglesia, de la cual el caudillo colorado se presentaba como defensor (…).
El movimiento obedecía, sin embargo, a causas mucho más complejas
que la situación interna del Uruguay.
En la Argentina la separación de Buenos Aires del tronco nacional había finalizado cuando el general unitario
Bartolomé Mitre derrotó al caudillo
federal Justo José de Urquiza en la batalla de Pavón. (…) Venancio Flores,
que se había vinculado a Mitre por razones políticas y de negocios, participó de manera destacada en esa batalla y utilizó ese prestigio para lograr el
apoyo del gobierno argentino a su
proyecto.
Al mismo tiempo, tanto la Argentina como Brasil tenían crecientes
problemas con el gobierno del Paraguay, presidido entonces por el mariscal Francisco Solano López. Éste,
que estaba conformando el ejército
más poderoso de la región, exigía
ventajas geopolíticas, fundamentalmente la salida al mar que requería
su expansión económica (…) López
había mantenido excelentes relaciones con el gobierno uruguayo en
tiempos de Berro, y por ello tanto
Mitre como el Imperio del Brasil
veían con buenos ojos la caída de
este y su sustitución por alguien que
garantizara el apoyo a la guerra que
ya estaba en el horizonte. (…)
El gobierno oriental tuvo información certera de que en la Argentina se estaba preparando un movimiento subversivo y que al frente estaba Flores, pero recibió reiteradas
garantías del presidente Mitre de
que su gobierno no respaldaría nin-
El camino que llevó
a la guerra
La defensa de Paysandú por Leandro Gómez y sus
hombres fue la reafirmación de la soberanía nacional
gún acto de agresión al Uruguay. A
partir de la invasión del 19 de abril,
la complicidad unitaria fue evidente
y ya no se pudo ocultar.
Flores desembarcó con muy poca
gente y se juntó de inmediato con el
caudillo Gregorio Suárez (apodado
“Goyo Jeta” y célebre por su intransigencia y su crueldad) y el coronel
Fausto Aguilar. El movimiento, hasta
entonces, tenía las características de
improvisación y quijotismo de todos
su similares (…). Durante dos años el
caudillo dio vueltas por la campaña,
evitando combates frontales, ganando y perdiendo escaramuzas, pero sin
tener ocasión de poner en riesgo la
estabilidad del gobierno. (…) Pero
cuando finalizó el gobierno de Berro
y asumió Atanasio Aguirre como presidente interino, se produjo la intervención directa del Brasil y el conflicto se internacionalizó. (…).
El 6 de mayo de 1864 llegó a Montevideo el diplomático brasileño José
Antonio Saraiva, responsable de una
misión de la mayor importancia. (…)
Saraiva se reunió el 12 con el presidente Aguirre. En tono amable le ase-
guró la amistad del emperador y le
dijo que portaba un pliego de reclamos en los cuales el presidente interino no debía apreciar intento alguno
de coacción. Pero, cuando el 18 entregó dicho pliego al entonces ministro
de Relaciones Exteriores, Juan José de
Herrera, quedó claro que la realidad
era bastante más ruda (…). Saraiva no
pretendía, en realidad, conseguir
concesiones del gobierno oriental
sino, por el contrario, tener en su negativa el pretexto para la intervención
armada (…). Los 63 reclamos presentados eran una agresión directa a la
soberanía nacional.
El 4 de agosto (…) Juan José de Herrera recibió un ultimátum: seis días
para dar satisfacción a todas las reclamaciones del Imperio. (…) La respuesta del ministro oriental es de una
memorable dignidad: “Ni son aceptables los términos que se ha permitido
Vuestra Excelencia al dirigirse al gobierno de la República, ni es aceptable la conminación. (…) Por eso es
que he recibido orden de Su Excelencia el presidente de la República de
devolver a V.E. por inaceptable la nota
ultimátum que ha dirigido al gobierno. Ella no puede permanecer en los
archivos orientales”.
Era la guerra. Y la guerra perdida
de antemano. Las acciones bélicas
de Brasil comenzaron inmediatamente. El Barón de Tamandaré, al
frente de la escuadra (12 barcos de
guerra) bloqueó el puerto de Montevideo y remontó el Uruguay para
apoyar a Flores en su campaña en el
litoral; en septiembre, José Mena Barreto invadió territorio oriental al
frente de 7.000 hombres que luego
llegarían a ser más de 10.000 y se
apoderó de Melo. Mientras tanto,
Flores sitió la ciudad de Florida. En
la batalla murió su hijo Venancio, lo
que enloqueció de dolor al caudillo.
Cuando la guarnición al mando del
mayor Jacinto Párraga se rindió, Flores dio la orden de que lo fusilaran
junto a seis de sus oficiales. (…).
Luego de un breve sitio a Montevideo, Flores marchó en dirección oeste, tomó Trinidad y Mercedes, y después avanzó hacia el norte. En noviembre ocupó la ciudad de Salto,
sin resistencia, luego de lo cual avanzó sobre Paysandú.
Tomado del libro Orientales. Una
historia política del Uruguay, Tomo I
(Planeta, 2004) pp. 282-287.
2 PAYSANDÚ HEROICA | A 150 años de la epopeya
32 días de heroísmo
E
l 1° de diciembre de 1864, los habitantes de
Paysandú vieron aproximarse a unos 3.500 hombres que constituían la vanguardia del ejército de
Venancio Flores. A ellos se agregaron 500 soldados brasileños. En la ciudad apenas había unos 750 hombres
en armas, que ascendieron a poco más de mil cuando
se sumaron un destacamento proveniente de Salto y
una pequeña fuerza entrerriana.
Los floristas estaban bien armados y tenían cañones
modernos. Pocos días después llegó por el río la escuadra del barón de Tamandaré, con un enorme poder de
fuego. Los defensores de la ciudad tenían viejos fusiles
de chispa y unos pocos cañones anticuados, sin alcance para llegar hasta los barcos brasileños.
La ciudad no tenía murallas. Por eso, Leandro
Gómez marcó un radio de pocas manzanas (cinco cuadras de Este a Oeste y de Norte a Sur) en las que se concentraría la defensa. Rápidamente se cavaron trincheras. En las bocacalles se levantaron paredes de adobe
con aberturas para sacar los fusiles. En la Calle Real
(luego llamada 18 de julio) se instalaron dos portones
de hierro, una zanja y un puente levadizo. La única
construcción con valor militar era una torre de ladrillos
a la que bautizaron “el Baluarte de la Ley”. Allí se subieron tres cañones que quedaron bajo el mando del
comandante Juan María Braga.
El 3 de diciembre, Venancio Flores envió a Leandro
Gómez un ultimátum en el que le daba 48 horas para
que se rindiera. “Efectuada la entrega de la plaza, los
jefes y oficiales de esa guarnición obtendrán sus pasaportes para el paraje que designen, pudiendo permanecer en el seno de la República los que así lo soliciten.
Vencido el plazo fijado y procediendo enseguida al ataque, V. S. pagará con su vida las consecuencias y desastres que puedan ocasionarse”.
Leandro Gómez dio vuelta la hoja, escribió una respuesta y se la devolvió al mensajero. La respuesta contenía sólo dos palabras: “Cuando sucumba”.
Gómez contaba con un pequeño estado mayor integrado por el coronel Lucas Píriz, Federico Aberasturi,
Tristán Azambuya, Emilio Raña y Pedro Ribero. Este
último estaba acompañado de sus cuatro hermanos,
uno de los cuales escribió una de los mejores testimonios de lo ocurrido en aquellos días.
Parte de la artillería que defendía Paysandú estaba al
mando del capitán Federico Fernández, que era colorado. Fernández no fue el único colorado que participó en
la defensa. Otros también lo hicieron, porque entendían que estaban defendiendo la soberanía nacional
ante un ataque extranjero.
El 6 de diciembre empezó la lucha. El primer cañonazo lanzado por la artillería brasileña dio en la torre de
la iglesia. En las siguientes horas caerían centenares de
proyectiles. Al mismo tiempo, 1.500 soldados floristas,
entre los que se incluían 600 brasileños, iniciaron el
avance. Pero las cerradas descargas de fusilería de los
defensores les impidieron acercarse a las trincheras. En
un informe al presidente Atanasio Aguirre, Leandro
Gómez escribió: “Rechazamos al enemigo y aunque
Paysandú se ve reducida a escombros hemos muerto al
enemigo más de cuatrocientos hombres. Yo tengo
como cien entre muertos y heridos”.
El 9 de diciembre hay una breve tregua, durante la
que se permite salir de la ciudad a las mujeres y a los
niños. Cuatro defensores también deciden irse sin que
nadie los detenga. Pero unas quince mujeres prefieren
quedarse para acompañar la suerte de sus hombres y
curar heridos. Durante la tregua ingresó a la ciudad el
padre de los cinco hermanos Ribero, que era amigo personal de Flores. Autorizado por el caudillo colorado, el
hombre fue a buscar a sus hijos, el más joven de los cuales tenía 14 años. Pero, en lugar de incitarlos a abandonar la lucha, les dio un abrazo y les dijo: “Vayan, hijos, a
continuar con el cumplimiento de su deber. Es preferible morir antes que defeccionar de sus filas”. El padre de
los Ribero era brasileño.
Los que salieron de Paysandú fueron evacuados
hacia una isla en el Río Uruguay que desde entonces se
conoce como la isla de la Caridad. Allí fueron asistidos
por la tripulación de los barcos europeos que actuaban
de observadores, así como por Urquiza, que mandó
comida desde Entre Ríos. Durante largas semanas, los
refugiados de la isla de la Caridad (unas mil quinientas
personas que vivían en tolderías) rezaron y lloraron
mientras veían a la distancia la progresiva destrucción
de su ciudad y de sus defensores.
Una vez concluida la tregua, los combates volvieron
a arreciar. Una verdadera lluvia de plomo caía sobre la
ciudad. Los muertos y heridos se multiplicaban. Pero
los defensores no se quebraban. Leandro Gómez parecía estar en todas partes, examinando daños, dando
órdenes y arengando a las tropas. Lucas Píriz daba
muestras de coraje paseándose de galera bajo el fuego
enemigo. El comandante Braga combatía con deliberada displicencia, sin dejar de leer un libro. Pedro Ribero
generó la leyenda de que su camisa blanca lo protegía
de las balas (y así fue hasta que cayó el último día). El 15
de diciembre, Leandro Gómez organiza una salida de
500 hombres que cae por sorpresa sobre los sitiadores y
permite capturar municiones, ollas y comida.
Los defensores de Paysandú estaban dando la vida,
pero no se estaban suicidando. Su resistencia estaba
fundada en el honor y en la defensa de la soberanía,
pero también en algunos motivos de esperanza. Por
una parte, confiaban en que los representantes de las
potencias europeas que estaban en la zona impidieran
una matanza. Por otro lado, esperaban el apoyo del
general argentino Juan Saa (conocido como “Lanza
Seca”), que combatía al servicio del gobierno. Y, sobre
todo, contaban con el caudillo entrerriano Justo José de
Urquiza, que tenía fuerza militar suficiente como para
cambiar el curso de los hechos.
Pero los observadores extranjeros no hicieron nada
por evitar la matanza. Quien lo intentó más seriamente
fue el comandante de la cañonera francesa Decidée,
que se reunió con Leandro Gómez y su estado mayor
para ofrecerles una rendición con honores. Pero los
defensores se negaron y, desenvainando sus espadas,
juraron vencer o sepultarse bajo los escombros de
Paysandú. Según relata Eduardo Acevedo, el comandante francés “estrechó en silencio las manos de esos
valientes sin poder articular palabra, pero las lágrimas
que corrían por sus mejillas atestiguaban su emoción”.
“Lanza Seca” intentó llegar hasta Paysandú pero,
hostigado por fuerzas coloradas y sin recibir los refuerzos que esperaba, nunca llegó a cruzar el Río Negro. En
cuanto a Urquiza, que además de caudillo y gobernante era un hombre de negocios muy interesado en su fortuna, los brasileños consiguieron neutralizarlo con el
expediente de comprarle treinta mil caballos a un precio muy superior al del mercado.
Durante los días siguientes se alternaron períodos
de relativa calma con combates encarnizados. Pero el
rumbo no cambia. Los cañonazos siguen destruyendo
la ciudad y los ataques se suceden. Los defensores disparan con intensidad, hasta el punto que tienen que
cambiar de hombro a causa del dolor y la hinchazón
que les provoca el golpe del fusil. De noche entierran a
los muertos. Hace mucho calor (el país lleva meses de
sequía) y el olor se vuelve insoportable. De vez en cuando los defensores organizan una salida por sorpresa que
les permite capturar armas y alimentos. Pero las condiciones de vida en la ciudad empeoran. Las raciones de
alimento se reducen y los medicamentos se acaban.
Llega un momento en el que los defensores usan cabezas de fósforos para disparar sus fusiles, porque casi no
quedan fulminantes. Los cañones ya no se cargan con
balas sino con piedras.
El 27 de diciembre ocurre algo tremendo. Desde los
pocos lugares elevados a los que todavía es posible
subir, los vigías de la ciudad ven aparecer tropas en el
horizonte. En principio creen que es Lanza Seca que
llega a rescatarlos. La ciudad estalla en festejos. Hay disparos al aire y en la iglesia semiderruida doblan las
campanas. Hay abrazos y lágrimas. Pero poco después
se descubre el error. Quien llega es el comandante brasileño Mena Barreto, con unos 10 mil hombres bien
uniformados y armados a guerra. Es el fin, y Leandro
Gómez lo sabe. Pero no deja de arengar a sus hombres:
“Es el grueso del ejército de Brasil el que ha llegado.
¡Pelearemos contra ellos! ¡Contra Flores, contra la
escuadra y contra todos los ejércitos que nos mande el
imperio! Y si nos toca morir, aquí moriremos por la
independencia de la patria. Que cada cual vaya a su
puesto de honor. ¡Independencia o muerte!”.
A 150 años de la epopeya | PAYSANDÚ HEROICA
El 29 de diciembre Flores vuelve a exigir la rendición, pero su mensajero es rechazado a balazos.
Durante todo el 30, los sitiadores despliegan la artillería y preparan el asalto final. Tamandaré había jurado
recibir el año nuevo con la bandera brasileña ondeando en Paysandú. Todavía es la madrugada del 31 cuando empieza el infierno. Orlando Ribero recordará: “Se
oscureció la claridad del nuevo día en la posición nuestra con el humo de las granadas que hacían explosión
y los escombros del edificio de la Comandancia Militar,
cuyos lineamientos de pared se venían abajo”.
Hermógenes Masante, otro defensor, escribió: “Nos
están fusilando a cañonazos. Treinta y tantas bocas de
fuego vomitan proyectiles sobre nosotros”.
El primero de enero de 1865 quedaban menos de
500 defensores con vida. Entre otros habían caído Lucas
Píriz, Emilio Raña, Tristán Azambuya y Pedro Ribero.
Pero la ciudad seguía resistiendo. En la madrugada,
Leandro Gómez envía una nota a Venancio Flores
pidiendo una tregua para enterrar a los muertos. Flores
exige la rendición incondicional. Mientras se intenta
parlamentar, Gómez da orden de no disparar y de
levantar banderas blancas. La situación es aprovechada
por tropas brasileñas que se acercan a los defensores
dando muestras de amistad. Se corre la versión de que
terminó el combate. Cuando Leandro Gómez percibe la
situación, da orden de expulsar a los invasores. Pero ya
es demasiado tarde. La ciudad está tomada y el propio
Gómez cae en manos brasileñas. Es tratado con respeto
y admiración por los oficiales imperiales, que le dan
todo tipo de garantías.
Poco después aparecen soldados floristas comandados por Francisco “Pancho” Belén, un hombre de
Gregorio Suárez. Belén reclama a los brasileños que
entreguen a Leandro Gómez y a los demás miembros de
su estado mayor. Los oficiales imperiales se niegan, pero
Leandro Gómez dice que prefiere ser prisionero de sus
compatriotas. Entonces Belén lleva a los prisioneros en
presencia del “Goyo Jeta”, que le dice: “¡No los quiero ver!
¡Páselos para el fondo y cumpla con su deber!”. Era la
condena a muerte, de la que se salvan Belisario Estomba
y Ernesto de las Carreras por decisión del propio Suárez,
que invoca “deberes de amistad”.
El primero en ser fusilado fue Leandro Gómez. Luego
vinieron a buscar a Eduviges Acuña, pero el comandante
Braga protestó: el oficial de mayor rango era él, así que le
correspondía el honor de morir después de su jefe. Luego
de Braga fueron ejecutados Acuña y Federico Fernández,
que no invocó su condición de colorado. Atanasio Ribero
se salvó a último momento, porque el responsable del
pelotón de fusilamiento se compadeció de su juventud.
SERGIO ABREU: La vieja
trenza. La alianza porteñolusitana en la Cuenca del
Plata (1800-1875). Editorial
Planeta, 2013.
LUIS ALBERTO DE
HERRERA: El drama del 65.
La culpa mitrista.
Montevideo, Barreiro y
Ramos, 1927.
PARA
SEGUIR
LEYENDO
Artigas, Oribe,
Leandro Gómez,
Paysandú
en gratitud a los eminentes servicios del
campeón oriental…”.
En 1843 Leandro Gómez está junto a Manuel Oribe en el Cerrito. Durante la Guerra
Grande será su ayudante particular, dirigirá
la Aduana del Buceo, cumplirá misiones
confidenciales. La reivindicación de Artigas
ya no es solamente su causa personal sino la
de todo un gobierno. En 1849, la calle llamada De la Restauración pasa a llamarse General Artigas.
En 1856, con motivo de la repatriación
de las cenizas de Artigas, el entonces maJUAN CARLOS LÓPEZ (Lopecito)
yor Leandro Gómez publica en la prensa
un extenso artículo en el que dice: “Debía
osas de la historia. Leandro Gómez ser calumniado, vilipendiado villanamente
nace el 13 de marzo de 1811. Apenas por los enemigos de todo lo que es Orienun mes antes, Artigas desertaba de las tal, por aquellos cuya audacia enfrentó mil
fuerzas imperiales, cruzaba el río llegando a veces… Silencio, olvido profundo por una
Paysandú, adhería a la revolución de mayo larga serie de años. Y esto en retribución a
e iniciaba lo que después llamaríamos la los méritos del esforzado libertador (…)
“admirable alarma”.
que todo lo pospuso ante la salvación de la
En 1815, el sacerdote Dámaso Antonio Patria”.
Larrañaga llegaba a Paysandú y describía con
No por casualidad, entonces, Alfredo Casteestas palabras lo que entonces era un pueblo llanos afirma que Leandro Gómez era un “héde ranchos de terrón: “tiene el honor de ser roe redivivo de los tiempos de la patria Vieja”. Y
interinamente la Capital de los Orientales, recuerda la Proclama de noviembre 1864,
por hallarse en ella su jefe y toda su plana cuando empezaba la epopeya: “¡Soldados del
mayor con los diputados de los
norte de Río Negro, Defensores
demás pueblos “.
de la Independencia Nacional!
Si divisa hay
Cincuenta años más tarde, el
Las aguas del Río Uruguay se
para
su
frente,
lugar ocupado por ese caserío
encuentran en estos momentos
había a pasado a llamarse Plaza no debe ser otra
turbias por la presencia de las
Libertad y sería el principal esce- que “Defensores
cañoneras del imperio brasilenario de la heroica defensa enño… Pretende el imperio domide
las
Leyes”.
cabezada por Leandro Gómez.
nar a la Patria del inmortal ArtiMás tarde, el mismo lugar recibi- Esa es su cuna
gas; a la Patria de esos héroes
ría el nombre de Plaza Constitu- y es nuestro
(…) cuyos hijos somos nosotros;
ción. Todos esos nombres están
nosotros en cuyas venas circula
compromiso
bien, porque eran, y son, las cola sangre altanera de nuestros
sas que allí se defendían.
antepasados, y en cuyas frentes
En 1842, Leandro Gómez
hemos escrito con esa misma
compra, con mucho sacrificio de su parte, la sangre, INDEPENDENCIA O MUERTE”.
espada que la Provincia de Córdoba le entreLeandro Gómez ya no es un héroe partigara al Jefe de los Orientales en 1815. El arma dario sino un héroe nacional. Las causas
se encontraba en una “casa de empeños” de por las que dio su vida iban más allá de las
Buenos Aires. Leandro Gómez fue uno de los luchas partidarias. Defendió a un Gobierno
primeros reivindicadores de Artigas en plena legalmente establecido contra la prepotenépoca de la leyenda negra. En noviembre de cia de propios y ajenos. Encabezó un movi1856 le manda la espada al presidente de la miento de Guardias Civiles conformado por
República, junto con una carta que empieza los vecinos y vecinas, por el panadero, el
así: “Excelentísimo Sr. Presidente Don Ga- herrero, el intelectual, las amas de casa, los
briel Antonio Pereira: mi constante admira- profesionales.
ción por el ilustre Oriental Don José Artigas
Si divisa hay para su frente, no debe ser
hízome adquirir esta espada de honor que le otra que “Defensores de las Leyes”. Esa es su
fue consagrada por la Provincia de Córdoba cuna y es nuestro compromiso.
C
CÉSAR DI CANDIA: Sólo
cuando sucumba. Testimonios de los que sobrevivieron
al sitio de Paysandú.
Montevideo, Editorial Fin de
Siglo, 2003.
MARIO DOTTA Y
RODOLFO GONZÁLEZ
RISOTTO: Leandro Gómez.
Artiguista, masón, defensor
heroico de la independencia
nacional. Montevideo,
Ediciones de la Plaza, 2014.
WASHINGTON LOCKHART:
Leandro Gómez. La defensa
de la soberanía. Montevideo,
Ediciones de la Banda
Oriental, 1977.
LINCOLN MAIZTEGUI:
Orientales. Una historia polí-
tica del Uruguay. Tomo 1.
Montevideo, Planeta, 2004.
LINCOLN MAIZTEGUI:
Caudillos. Tomo 2.
Montevideo, Planeta, 2012.
JUAN ORIBE STEMMER:
El umbral de la Triple
Alianza. Montevideo,
Ediciones de la Banda
Oriental, 2013
3
PAYSANDÚ HEROICA
Mensaje del Presidente del
Directorio del Partido Nacional
Un conflicto regional
T
odos recordamos la inmensa figura de Leandro
Gómez porque condujo con indomable valentía la
heroica defensa de Paysandú, asediada por un
ejército que lo superaba holgadamente en armamento
y efectivos. Todos lo recordamos también porque, tras el
épico batallar de más de treinta días,
Paysandú cayó y el general —junto a un
puñado de sus oficiales— fue ignominiosamente fusilado en el huerto de los Ribero,
Pero reducir el recuerdo y la figura de
Leandro Gómez al aspecto bélico sería
achicar su imagen y menoscabar lo que terminó siendo epopeya. De aquellos hechos y
LUIS
actitudes surgen valores que - muy especialALBERTO
HEBER
mente para nuestro Partido Nacional - aún
son consigna. Leandro Gómez no sólo estaba defendiendo Paysandú, sino también el orden constitucional y la independencia amenazada por intereses
transfronterizos. Fue artiguista, oribista y blanco hasta la
médula. Pero, sobre toda divisa partidaria, un permanente defensor de la soberanía nacional en tiempos en que
todavía las patrias americanas se consolidaban.
José María Leandro nació el 13 de abril de 1811, un
mes y cinco días antes de que Artigas triunfara en la
batalla de Las Piedras. No llegó a conocerlo personalmente pero siempre admiró su gesta. Lo llamaba
“patriarca de la libertad e independencia de mi Patria”.
Luchó por la repatriación de sus restos y fue el primero
en definirlo como “fundador de la nacionalidad oriental”, un título que solo décadas más tarde conseguiría
aceptación general.
Fue amigo personal y soldado de Oribe. Se incorporó
al ejército en 1837, cuando el Presidente enfrentaba la
rebelión de Rivera y la embozada participación de
Francia e Inglaterra. A los 26 años nunca había empuñado un fusil, pero quería ceñirse la divisa de los
“Defensores de las leyes”.
Tras la complicada paz “sin vencidos ni vencedores”,
se dedicó a sus negocios particulares. Pero su vocación
por la legalidad y su apego a la soberanía lo llevaron a
regresar al servicio militar durante la presidencia de
Berro, cuando en 1863 estalló la rebelión comandada por
Venancio Flores con el indisimulable aliento de
Argentina y Brasil. Todo terminaría para él el 2 de enero
de 1865 en Paysandú, pero el viento seguiría arrasando
patrias bajo el nombre de la Triple Alianza que aniquilaría Paraguay.
“Independencia o muerte” fue su frase de cabecera
durante la defensa. Pero su concepto de soberanía no
sólo incluía una firme defensa del territorio nacional,
sino algo más amplio y más profundo. Soberanía implica
que la nación pueda ejercer sus libertades y derechos en
todos los ámbitos, a nivel regional e internacional.
Implica un Uruguay libre de llevar adelante toda política
económica, comercial, social, que beneficie a su pueblo y
pueda actuar sin limitantes ni condiciones, siempre dentro del marco del Derecho Internacional.
Ese es el mensaje que proviene de Leandro Gómez.
Honrarlo es la consigna. Es por esto que el Directorio del
Partido Nacional denominará este 2015 que comienza
“Año de Leandro Gómez”.
JUAN ORIBE STEMMER
V
enancio Flores desembarcó
en la costa del río Uruguay el
19 de abril de 1863 para iniciar lo que llamó “Cruzada Libertadora” contra el gobierno legítimo de Bernardo Berro. Flores
contaba con “la cálida simpatía
del partido gobernante argentino”.
En julio del ‘64, el Encargado
de Negocios de Francia en Montevideo, Martín Maillefer, advertía
a su gobierno que desde “las Cordilleras hasta la embocadura del
Plata y hasta Río de Janeiro, todo
este continente bien pudiera
pues verse envuelto en la lucha
que ha provocado la empresa revolucionaria de Flores, sostenida
por las pasiones argentinas y las
codicias brasileñas”. Los acontecimientos le dieron la razón.
En El drama del 65, Luis Alberto de Herrera escribió: “La triple alianza fue un epílogo. Marca
su preliminar la guerra civil en
Uruguay; sigue la intervención
brasileña. La empresa colectiva
contra Paraguay cierra el drama.
El fuego vecinal acabó en inmensa hoguera: de un país se extendió a medio continente.”
El Imperio del Brasil eligió el
momento más difícil de la guerra
FRANCISCO FAIG
L
civil para presentar al agobiado
gobierno uruguayo un conjunto
de reclamos por supuestos abusos contra residentes brasileños
desde el año 1852. El Gobierno
oriental rechazó los planteos. El
enviado del Imperio dio por terminada su misión en Montevideo, anunció represalias y partió
hacia Buenos Aires a dialogar
con Mitre.
El 26 de agosto, cañoneras
brasileñas atacan al vapor nacional Ciudad de Salto que se dirigía
a la ciudad de Mercedes con auxilios para su guarnición. El 30 de
agosto el gobierno le solicita al
Cónsul del Brasil en Montevideo
que abandone el país. El 12 de
octubre, las tropas brasileñas toman Melo.
El primer cambio en la naturaleza de la intervención se produce poco después, con el acuerdo entre el barón de Tamandaré y
Flores, celebrado en la desembocadura del río Santa Lucía el 24
de octubre. La represalia unilateral y, por lo menos en apariencia,
separada de la contienda civil, se
convirtió en una acción combinada con el jefe del levantamiento contra el gobierno uruguayo.
El ataque brasileño a Paysandú, en alianza con Flores, refleja
la segunda mutación de la intervención. El diplomático brasileño José María da Silva Paranhos
admitió que el ataque fue “una
intervención armada en una
cuestión interna, era la alianza de
hecho con el general Flores, era
la guerra contra el Gobierno de
Montevideo”.
La desembozada complicidad
del gobierno argentino con Flores
y la agresión brasileña provocó la
reacción del Paraguay. A fines de
agosto, Francisco Solano López
advirtió al Brasil que “cualquier
ocupación del territorio oriental
por fuerzas imperiales” sería considerada “como atentatorio al
equilibrio de los Estados del Plata, que interesa a la República del
Paraguay, como garantía de su seguridad, paz y prosperidad”. El
mensaje no fue escuchado.
En respuesta a la invasión
brasileña, el 12 de noviembre,
López ordenó al vapor de guerra
paraguayo Tacuarí apresar al paquete brasileño Marqués de
Olinda que navegaba con destino
al puerto de Corumbá, y comunica al representante diplomático
brasileño en Asunción que “quedaban rotas las relaciones”. Comenzaba la Guerra del Paraguay.
Para Leandro Gómez y sus
hombres, lo que estaba en juego
en Paysandú, era la misma existencia del Uruguay independiente, amenazada por la intervención de sus vecinos. Por ese motivo encabezaba sus documentos
oficiales con el lema “INDEPENDENCIA O MUERTE”.
Sangre y modernidad
a gesta de Paysandú es el primer gran episodio
histórico que reivindica, con el mayor sacrificio,
la independencia del Uruguay. Es sobre todo
por eso que debe ser recordada.
Paysandú se enfrenta al imperio. Un imperio que
pretende fronteras flexibles y tiene apetito territorial
ilimitado. Paysandú, por el contrario, es la frontera
clara, la definición de soberanía territorial, la independencia de destino respecto de los países vecinos.
Es la afirmación de la modernidad política en el
entendimiento del espacio y del gobierno, que
Leandro Gómez entiende republicano y nacional.
No es que no hubiera antes un sentir oriental, una
voluntad independentista o una afirmación identitaria. El asunto es otro. Con Leandro Gómez en
Paysandú se afirma la reivindicación de un destino
nacional que asume la lógica política y jurídica de
un Estado-nación, dejando atrás la vieja lógica territorial de pueblos, regiones o provincias.
En tiempos de procesos regionales que insisten
en la unión supranacional, recordar la gesta de
Paysandú tiene hondo significado. Allí se forjó el destino nacional. Murieron orientales que ya eran uruguayos por defender la soberanía. Independencia o
muerte. No quiere decir falta de fraternidad sudamericana. Quiere decir, nada más y nada menos, respeto y defensa de un destino nacional propio.
Todo eso es Paysandú. No es solamente una
gesta heroica y blanca. Es sobre todo, un episodio
sustancialmente nacionalista. Y seguramente por
ello, es la primera gesta moderna de la historia
patria.
PAYSANDÚ HEROICA es una publicación del H. Directorio del Partido Nacional, con el apoyo del diario El País.
Dirección: Pablo da Silveira. Depósito Legal N° 346.247
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