LA FIESTA DE MARÍA, MARTA Y LÁZARO DE BETANIA LA FIESTA

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27 DE JULIO DE 2014 – SÉPTIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
27 DE JULIO DE 2014 – SÉPTIMO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
LA FIESTA DE MARÍA, MARTA Y LÁZARO DE BETANIA
LA FIESTA DE MARÍA, MARTA Y LÁZARO DE BETANIA
Cada año el 29 de julio, la Iglesia celebra la fiesta de María, Marta y Lázaro, de
Betania. Estos hermanos, que vivían en la aldea de Betania, cerca de Jerusalén, se
describen en los evangelios de Lucas y Juan no sólo como ser devotos seguidores
de Jesús, sino también como sus amigos más cercanos.
Cada año el 29 de julio, la Iglesia celebra la fiesta de María, Marta y Lázaro, de
Betania. Estos hermanos, que vivían en la aldea de Betania, cerca de Jerusalén, se
describen en los evangelios de Lucas y Juan no sólo como ser devotos seguidores
de Jesús, sino también como sus amigos más cercanos.
Uno de los relatos evangélicos más conocidos de la relación de Jesús con María y
Marta se encuentra en el Evangelio de Lucas, que describe a Jesús visitando su casa:
Uno de los relatos evangélicos más conocidos de la relación de Jesús con María y
Marta se encuentra en el Evangelio de Lucas, que describe a Jesús visitando su casa:
“Aconteció que yendo de camino, él entró en una aldea, y una mujer llamada
Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada
a los pies del Señor, escuchaba lo que él decía. Pero Marta se preocupaba con
muchos quehaceres; por lo que ella se le acercó y le dijo: ‘Señor, ¿no te importa
que mi hermana me deje sola para hacer todo el trabajo yo misma? Dile, pues,
que me ayude’. Pero el Señor le respondió: ‘Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; no hay necesidad de una sola cosa. María ha escogido la
mejor parte, la cual no le será quitada de ella’” (Lucas 10:38-42, NVI).
“Aconteció que yendo de camino, él entró en una aldea, y una mujer llamada
Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada
a los pies del Señor, escuchaba lo que él decía. Pero Marta se preocupaba con
muchos quehaceres; por lo que ella se le acercó y le dijo: ‘Señor, ¿no te importa
que mi hermana me deje sola para hacer todo el trabajo yo misma? Dile, pues,
que me ayude’. Pero el Señor le respondió: ‘Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; no hay necesidad de una sola cosa. María ha escogido la
mejor parte, la cual no le será quitada de ella’” (Lucas 10:38-42, NVI).
Icono de Cristo en la casa de Marta y María de la Misión Eclesiástica Rusa en Jerusalén
(Foto por Vladimir Shelgunov)
Icono de Cristo en la casa de Marta y María de la Misión Eclesiástica Rusa en Jerusalén
(Foto por Vladimir Shelgunov)
Copyright © 2014 Sociedad Misionera Doméstica y Extranjera | www.episcopalchurch.org
Copyright © 2014 Sociedad Misionera Doméstica y Extranjera | www.episcopalchurch.org
Cuando su hermano Lázaro se enfermó, Marta y María enviaron a
buscar a Jesús para que le sanara.
Aunque Lázaro “ya había estado
en la tumba por cuatro días” (Juan
11:17), cuando Jesús llegó, Jesús
realizó un milagro. Él oró a Dios
y “clamó a gran voz: ‘¡Lázaro, ven
fuera!’ El muerto salió, las manos y
los pies atados con tiras de tela, y el
rostro envuelto en un pedazo de trapo. Jesús les dijo: ‘Quítenle las vendas y déjenlo ir’” (Juan 11:43-44).
Cuando su hermano Lázaro se enfermó, Marta y María enviaron a
buscar a Jesús para que le sanara.
Aunque Lázaro “ya había estado
en la tumba por cuatro días” (Juan
11:17), cuando Jesús llegó, Jesús
realizó un milagro. Él oró a Dios
y “clamó a gran voz: ‘¡Lázaro, ven
fuera!’ El muerto salió, las manos y
los pies atados con tiras de tela, y el
rostro envuelto en un pedazo de trapo. Jesús les dijo: ‘Quítenle las vendas y déjenlo ir’” (Juan 11:43-44).
Después, cuando Jesús estaba en
la casa de María, Marta y Lázaro para una cena en su honor, el
Evangelio de Juan identifica a
María de Betania como la mujer
que “tomó una libra de perfume
costoso de nardo puro, ungió los
pies de Jesús, y los secó con sus
cabellos” (Juan 12:03).
Después, cuando Jesús estaba en
la casa de María, Marta y Lázaro para una cena en su honor, el
Evangelio de Juan identifica a
María de Betania como la mujer
que “tomó una libra de perfume
costoso de nardo puro, ungió los
pies de Jesús, y los secó con sus
cabellos” (Juan 12:03).
“La resurrección de Lázaro” folio de “Les Très Riches
Heures du duc de Berry”, un manuscrito iluminado del
siglo 15 del libro de horas [Book of Hours],
Museo Condé, Chantilly, Francia
“La resurrección de Lázaro” folio de “Les Très Riches
Heures du duc de Berry”, un manuscrito iluminado del
siglo 15 del libro de horas [Book of Hours],
Museo Condé, Chantilly, Francia
“Santas, Santos” (Church Publishing, 2010) describe la devoción de María,
Marta y Lázaro a Jesús como “un ejemplo de fidelidad y servicio al Señor. Su
hospitalidad y amabilidad, y Jesús disfrutando de su compañía, nos muestran la
belleza de la amistad y del amor humano en su mejor momento. Y la resurrección de Lázaro por Jesús es un signo de esperanza y promesa para todos los que
están en Cristo” (p. 492).
“Santas, Santos” (Church Publishing, 2010) describe la devoción de María,
Marta y Lázaro a Jesús como “un ejemplo de fidelidad y servicio al Señor. Su
hospitalidad y amabilidad, y Jesús disfrutando de su compañía, nos muestran la
belleza de la amistad y del amor humano en su mejor momento. Y la resurrección de Lázaro por Jesús es un signo de esperanza y promesa para todos los que
están en Cristo” (p. 492).
Oración para María, Marta y Lázaro de Betania
Oración para María, Marta y Lázaro de Betania
Generoso Dios, cuyo Hijo Jesucristo disfrutó de la amistad y la hospitalidad
de María, Marta y Lázaro de Betania: Abre nuestros corazones para amarle,
nuestros oídos para oírle, y nuestras manos para dar la bienvenida y servir a
otros, por medio de Jesucristo nuestro resucitado Señor; que contigo y el Espíritu
Santo vive y reina, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amen.
(“Santas, Santos,” pág. 493)
Generoso Dios, cuyo Hijo Jesucristo disfrutó de la amistad y la hospitalidad
de María, Marta y Lázaro de Betania: Abre nuestros corazones para amarle,
nuestros oídos para oírle, y nuestras manos para dar la bienvenida y servir a
otros, por medio de Jesucristo nuestro resucitado Señor; que contigo y el Espíritu
Santo vive y reina, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amen.
(“Santas, Santos,” pág. 493)
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