Las colectivizaciones en el bajo Aragón La colectividad se componía de 300 familias, cada una de las cuales, en el año que iba del 1 de septiembre de 1936 al 31 de agosto de 1937, consumió 180 litros de aceite de oliva, 90 kilos de patatas y unos 350 kilos de pan. Durante el año se bebieron unos 430 litros de vino por familia; una cantidad modesta, teniendo en cuenta que se trataba del primer año de libertad revolucionaria. La iglesia había sido convertida en carpintería. La población era notable por la falta de "comunistas desordenados", y por las buenas relaciones que reinaban entre los partidos. No se pagaban alquileres, y también eran gratuitos la luz eléctrica (donde la había), el barbero, la asistencia médica y las medicinas. Los salarios, en general, variaban según el tamaño y las necesidades de la familia. Como hemos visto, el dinero se abolió totalmente en muchos sitios, pero, en la mayoría de ellos, al cabo de pocos meses, o fue sustituido en forma de vales o bonos, o reapareció con el pago de un "salario normal", como en cualquier otro sitio. La vida tradicional en España había sido muy a menudo, en las pequeñas poblaciones de Castilla y Aragón, extraordinariamente limitada. La conquista del poder por los trabajadores había creado problemas, pero gran parte del tedio de la antigua vida había desaparecido, arrastrado por un mar de lemas, de estímulos para trabajar más, de canciones revolucionarias, viejas canciones con letras modernas, de emisiones radiofónicas y reuniones de comité, que daban la ilusión, al menos, de que existía una vida política en la que podían participar todos. Desde el punto de vista del gobierno, la principal desventaja práctica de las colectividades era que no pagaban impuestos. H. Thomas, La Guerra Civil española. Madrid, 2001. COMENTARIO DE TEXTO El texto presente se trata de una fuente secundaria de naturaleza historiográfica, ya que es un hecho histórico relatado por un historiador, H. Thomas,en un libro publicado en el año 2001 sobre la Guerra Civil española. Este autor es un británico interesado en la historia española, concretamente en sl siglo XX, por lo que recibe el apelativo, como todos los extranjeros interesados en historia de España, de hispanista. El documento habla sobre la colectivización de la tierra que se produjo en zonas del bajo Aragón y que surgieron en el mes de agosto de 1936, siendo disueltas oficialmente en agosto-septiembre de 1937. No obstante, en la práctica muchas propiedades siguieron colectivizadas en mayor o menor grado hasta la caída del frente y el final de la guerra. La finalidad del texto es informar sobre el desarrollo de la colectivización que se produjo desde grupos revolucionarios durante el primer año de la Guerra Civil española (primer año revolucionario), así como de los sucesos que dicha colectivización acarreó. Así pues el destinatario del texto será público pero con un mayor interés a las personas interesadas en el tema del anarquismo y de la Guerra Civil. El texto, a pesar de publicarse en un libro de historia en el año 2001, relata unos hechos ocurridos en el siglo XX, concretamente desde septiembre de 1936 hasta finales de agosto de 1937. Estas colectivizaciones se crearon por los militantes revolucionarios debido a las necesidades creadas por la guerra y al levantamiento militar del 18 de julio de 1936 por parte del bando nacional. Otra causa importante fue la difusión de ideologías colectivizadoras que fueron las que iniciaron un proceso revolucionario en territorios republicanos tras el fracaso del golpe militar de España, o la baja estructura económica que había en ese momento en Aragón. Fueron impuestas en su mayoría por las milicias que cruzaron el lado oriental de Aragón en su marcha a Zaragoza, principalmente anarquistas de la CNT y, en menor medida, nmarxistas del POUM. Con las colectivizaciones se pretendía también, en parte, solucionar los problemas del campo aragonés: terminar la recolección, abastecer a la población civil y a los milicianos, así como reorganizar los sistemas de producción. Con este objetivo se creó en octubre de 1936 el Comité Regional de Aragón (habitualmente denominado "Consejo de Aragón") fundado por el cenetista Joaquín Ascaso, y legalizado por la República en diciembre de 1936. Los milicianos que iniciaron las colectivizaciones se dedicaban a echar a la gente nacionalista que no había huido todavía, y organizaban asambleas municipales en las que participaban todos los vecinos, para decidir qué hacían con los bienes del pueblo. Es importante mencionar lo sorprendente del hecho de que toda esta revolución social - de las más importantes por profundidad social y extensión de toda la guerra- ocurrió en un ámbito rural donde la filiación sindical antes de la guerra fue escasa y la propiedad principal no era latifundio sino la pequeña explotación. La idea principal del texto es informar de la colectivización en el Aragón oriental. Para ello, el texto se estructura en cuatro párrafos, los cuales conllevan siempre una idea secundaria. El primer párrafo hace referencia al tiempo que duró la colectivización y los víveres consumidos por cada familia en ese tiempo (180 litros de aceite, 90 kilos de patatas, 350 kilos de pan, 430 litros de vino). Además, da datos sobre las circunstancias sociales y políticas, como referirse a que la cifra de vino no era excesivamente alta porque estaban disfrutando del primer año de libertad revolucionaria. También explica que la iglesia había sido convertida en carpintería; el ateísmo iba ligado al movimiento revolucionario, y en las zonas presumiblemente de esta ideología (sobre todo en las colectivizadas, donde se ocuparon tierras de cultivo y edificios públicos) se hacía de uso de elementos de la Iglesia para otros fines, como el que se especifica en el texto. Desde los levantamientos populares que se iniciaron antes de la proclamación de la II República, habían sido frecuentes las persecuciones y fusilamientos de gente del clero, así como la apropiación de bienes de valor eclesiásticos, quema de iglesias, etc. Durante la colectivización, sin embargo, en lugar de destrozar este patrimonio, se opta por ocuparlo dándole otro uso, en este caso, el de carpintería. También se usaron las iglesias y parroquias como almacenes durante el desarrollo de la Guerra Civil. Tras la referencia a la religión, el texto prosigue con el elemento comunista, aludiendo que la población no daba problemas porque no había "comunistas desordenados", refiriéndose a la marginación del comunismo dentro del propio republicanismo, y a que entre los partidos reinaba la calma. De hecho, el fin de la colectivización, que tuvo lugar en agosto de 1937, es llevado a cabo por el partido comunista que, al principio a favor pero algo reticente, se va tornando cada vez más opositor, hasta que en esta fecha consigue la disolución del Comité Regional de Aragón, tras los "hechos de Mayo" de Barcelona. El siguiente párrafo es dedicado al papel del dinero. En estas colectivizaciones, se llegó a un punto en muchos lugares en el cual el dinero ya no era necesario, ya que el objetivo de abolir una economía capitalista había desembocado en que se produjeran intercambios comerciales, además de que los salarios estaban adaptados únicamente a las necesidades de la familia. Y, como el texto indica, había servicios gratuitos ya que estos también habían sido colectivizados (No se pagaban alquileres, y también eran gratuitos la luz eléctrica (donde la había), el barbero, la asistencia médica y las medicinas). Además, en este párrafo alude a las creaciones de lemas y canciones revolucionarias (arrastrado por un mar de lemas, de estímulos para trabajar más, de canciones revolucionarias, de viejas canciones con letras modernas, de emisiones radiofónicas y reuniones de comité); esto hizo que la población participara más en la política de la época (aunque fuera en las juntas municipales, ya que dicha participación no siempre era cierta), a pesar de que esto era un aliciente para trabajar más o luchar con mayor fuerza. En parte debido a este aumento del trabajo, la colectivización se sostuvo económicamente, ya que aumentó la producción debido primordialmente a la motivación de los trabajadores. Pero, de todos modos y como destaca el último párrafo del texto, las colectivizaciones tuvieron inconvenientes para el gobierno, ya que no pagaban impuestos (la principal desventaja práctica de las colectividades era que no pagaban impuestos), por lo que, a la larga, constituyeron un obstáculo para el gobierno republicano. Tanto es así que el gobierno incluso intentó controlar las colectivizaciones, ya que comenzaron a considerarlas perjudiciales, tanto por el tema económico (ya que el balance económico de estas fue más bien escaso) como por el tema político (se intenta frenar el movimiento revolucionario). Estas colectividades aragonesas son disueltas en Agosto de 1937, cuando hubo un giro político y militar del gobierno del Frente Popular (apoyo comunista partidario de frenar la revolución y así ganar la guerra). Añadido a esto, las fuerzas del bando nacional iban ganando terreno poco a poco a los milicianos que defendían las tierras colectivizadas. Muchas localidades seguirán colectivizadas en mayor o menor grado hasta la caída del frente y el final de la guerra, aunque muchos pequeños y medianos campesinos retornan a la propiedad y explotación individual de sus tierras. También es destacable la ofensiva en Belchite que llevan a cabo los republicanos del 24 de agosto al 7 de septiembre de 1937: después del fracaso de tomar Brunete, las fuerzas republicanas se aglutinan para tomar Belchite, y lo consiguen con éxito el 7 de septiembre. No obstante, estratégicamente gastaron demasiadas energías, y éstas podrían haberse empleado para atacar Zaragoza. Los nacionales se estabilizaron, y el frente republicano-anarquista se debilitó. Poco a poco, tras la batalla de Teruel, Aragón fue cediendo al avance nacional, y ya en marzo de 1938 controlaban todo el Bajo Aragón. Por esta razón, sin embargo, hay una grave polémica entre los historiadores, ya que se considera que el final de las colectivizaciones no se puede establecer con exactitud, pues no está lo suficientemente estudiado. Es interesante destacar también la gran trascendencia de estas colectivizaciones: pocos sitios hubo en el mundo donde los anarquistas pudieron llevar a cabo proceso colectivizador completo. Por tanto, las del Bajo Aragón constituyeron un fenómeno muy relevante incluso a nivel mundial. Tanto es así que han sido incluso representadas fielmente en películas como la famosa Tierra y Libertad, del director británico Ken Loach en 1995.