Emociones - SINGULARIDAD

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Hacia la evolución consciente
Emociones
En primer lugar debemos comprender qué entendemos por emociones. Las
emociones son estados de la mente. Implican habitualmente un pensamiento
asociado, pero no son solamente pensamientos. Las emociones son
extremadamente poderosas y, con frecuencia, son las responsables de
nuestras acciones. Impelen al Centro Motor o área de la acción, a realizar una
determinada actividad que incluso se sobrepone a pensamientos en contra
que puedan acompañarlas.
Con mucha frecuencia las emociones son las responsables de nuestras
acciones mucho más que nuestros pensamientos.
Somos lo que sentimos, lo que pensamos y lo que hacemos. Debería haber
coherencia o sindéresis entre los tres aspectos. Es decir, deberíamos sentir,
pensar y actuar de manera perfectamente acoplada. Pero, la realidad, es que
casi nunca es así. Sentimos alguna cosa, pensamos otra y actuamos de una
manera incoherente que no responde plenamente a ninguna de las
anteriores.
Habitualmente la fuerza más poderosa es la emoción subyacente y con
frecuencia esa emoción es absolutamente inconveniente o inapropiada,
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llevándonos a hacer o decir cosas de las cuales poco después, al “despertar”,
nos arrepentimos. Las emociones, a diferencia de los sentimientos, suelen
ser extremadamente intensas y fugaces. Un sentimiento puede acompañar a
un ser humano durante años o incluso durante toda su vida. Las emociones
por el contrario, suelen ser transitorias y duran días, semanas o algunos
meses.
Clasificamos a las emociones (y a los sentimientos) en positivos y en
negativos, ésta clasificación no tiene ninguna connotación moral,
simplemente denominamos negativos a las emociones que obstaculizan o
impiden experimentar el estado mental que denominamos felicidad.
Por otra parte, llamamos emociones positivas a aquellas que estando
presentes en la mente humana, favorecen, estimulan, promueven o incluso
producen ese estado de la mente que llamamos felicidad.
Las emociones negativas, tales como : odio, rencor, resentimiento, miedo,
tristeza, envidia, orgullo, cólera, irritabilidad, impaciencia, pereza,
despotismo, rigidez, celos, gula, frivolidad, inmediatismo, hostilidad,
pesimismo, mentira, manipulación, temeridad, pusilanimidad, venganza,
amargura, depresión, entre muchas otras, son estados de la mente que sin
lugar a dudas engendran una manera muy infeliz de vivir. Esto es tan así que
son, en muchos casos, sinónimos de infelicidad. ¿Cómo se puede ser feliz
cargado, por ejemplo, rabia, de miedo, rencor, envidia o pesimismo? Es
realmente imposible.
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Recordemos que lo que denominamos felicidad es un estado mental. Estado
que si es muy fugaz y transitorio lo denominamos dicha, y dejamos el
término felicidad para una sensación de bienestar y alegría que se prolongue
en el tiempo.
Las emociones positivas se denominan así, precisamente, por ser las que
hacen proclive permanecer en el estado mental llamado felicidad. Emociones
tales como honestidad, transparencia,
tolerancia, bondad, alegría,
esperanza, seguridad, confianza, comprensión, responsabilidad, afabilidad,
cordialidad, optimismo, valor, prudencia, fe, serenidad, flexibilidad,
compasión, profundidad en contraposición a una frívola superficialidad,
generosidad, desapego, capacidad de perdón, honorabilidad, búsqueda de
trascendencia, espiritualidad, plenitud, voluntad, determinación y en general,
una actitud profundamente amorosa hacia sí mismo, hacia los semejantes y
hacia el universo como un todo, son características que influyen con su
presencia de manera decisiva para vivir de una forma que nos hace
experimentar, a cada uno en particular y a todo el entorno en general, ese
estado mental que llamamos felicidad.
Propiciar la disminución de las emociones negativas y estimular el
surgimiento y desarrollo de las emociones positivas es algo que puede
aprenderse. Puede parecer difícil o ilusorio, y realmente no es una tarea fácil,
sin embargo sí es posible buscar lograrlo y obtener un considerable éxito si se
usan las técnicas apropiadas y se le da la energía requerida.
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Tampoco es fácil graduarse de una carrera universitaria como Derecho,
Economía, Psicología, Medicina o Ingeniería e incluso hacer estudios más
avanzados de maestría o doctorado, sin embargo se logra. No es fácil
tampoco aprender uno o varios idiomas diferentes a nuestra lengua materna
o en general, ser excelente en el desempeño de cualquier actividad que uno
realice, más con el esfuerzo requerido, puede hacerse. ¿Cómo no intentar
entonces aprender a ser feliz?
Pensar que es difícil, laborioso y no intentarlo, implica una estrategia de vida
absurda, que consiste en una rendición preventiva.
Aprender a ser feliz es una tarea de vida, que nos ayuda a crecer como seres
humanos y se expande a nuestros hijos, familiares, amigos y a nuestro
entorno en general. Nadie da lo que no tiene, ¿cómo poder dar felicidad a
nuestros hijos si no la poseemos? Por el contrario, se da lo que se tiene, si
vivimos en rencor, odio, insatisfacción, rabia, resentimiento, amargura,
pesimismo, miedo, tristeza, eso , inexorablemente, será lo que enseñaremos
y transmitiremos a nuestros hijos y a nuestro entorno.
No se trata entonces de un abordaje moral o ético. Es una postura
eminentemente práctica y si se quiere, hasta egoísta; cultivar la generosidad,
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humildad, perdón y tolerancia nos es conveniente a nosotros mismos como
individuos, somos nosotros los primeros beneficiados.
Las áreas del cerebro implicadas en las emociones positivas son las más
evolucionadas ontogénica y filogenéticamente hablando: Filogenéticamente
porque son áreas muy nuevas dentro de la evolución de las especies, son
conexiones del neocortex cerebral que
sólo poseemos plenamente
desarrolladas los humanos.
Por otra parte, nuestra violencia, ira o intolerancia surgen de zonas del
cerebro que compartimos con áreas instintivas y primarias, de especies
mucho más primitivas dentro del proceso de la evolución biológica.
Somos más básicos, primarios, instintivos o primitivos cuanto más
predominen nuestras emociones negativas. Por el contrario, el predominio
de emociones positivas nos lleva a implementar el desarrollo de nuestras
áreas cerebrales más evolucionadas.
El siguiente paso dentro de la evolución implica y requiere, tanto a nivel
individual como a nivel colectivo, que se desarrollen las emociones positivas
por encima de las negativas.
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Por otra parte, no pude haber paz colectiva en la humanidad mientras no
exista paz individual en el corazón humano. Paz que implica necesaria e
inexorablemente generosidad, inclusión, compasión y una intensa actitud de
respeto y amor por todos los seres.
Un primer paso para desarrollar las emociones positivas es, paradójicamente,
empezar por detectar una o varias de las emociones negativas
predominantes. Conociéndote a ti mismo y utilizando la atención como
aguda herramienta, puedes dar comienzo a este largo pero hermosísimo
camino.
No es prudente comenzar focalizando la atención en las emociones positivas
que podamos poseer, pues esto pude tender a envanecernos y a convertirse
en un obstáculo más a vencer. Es mucho más prudente comenzar por
descubrir cuál es la emoción negativa que más nos caracteriza, miedo, ira,
tristeza,…etc. Una vez detectada aprendamos a reconocerla observando
cómo pretende tomar el control de nuestras vidas e intentemos no
permitírselo.
Las técnicas para el manejo de las emociones y de la inteligencia emocional
en general, son muchísimas y en general deben ser practicadas bajo algún
tipo de supervisión de una persona, grupo o institución que pueda servir de
espejo y orientación para cada persona en particular. Nadie es igual a otra
persona, somos individualidades y requerimos atención individual.
En Cuarta Singularidad realizamos reuniones, talleres u orientaciones
(algunas sin ningún costo) sobre estos y otros temas que ayuden al desarrollo
del potencial humano.
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Dr. Héctor G. Gómez G.
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