04-c.qxd 2/12/05 4 11:06 PM Página 1 Economía La Plata, domingo 13 de febrero de 2005 DE CARNE SOMOS El pacto Roca-Runciman Las moralejas de la dependencia La historia refleja cómo una negociación para sostener la exportación de carnes hacia Gran Bretaña se transformó en uno de los acuerdos más desventajosos de la historia para nuestro país. Sucedió en la década del ‘30. ¿Podría volver a pasar mañana mismo? mentario de la Convención firmado en septiembre de 1933. z No fue todo. En ese acuerdo complementario se establecía expresamente que el gobierno argentino tampoco podía aplicar a los productos manufacturados británicos derechos ni aforos más elevados que los que ya regían, debiendo además tratar de suprimir la tasa adicional del 10%. z Hay más. Por el artículo 3º el gobierno argentino no podía imponer ningún derecho sobre la importación de carbón de piedra, coke o cualquier otro artículo admitido libre de derechos al 1º de mayo de 1933. Y el artículo 4º establecía que la Argentina no impondría sobre el whisky fabricado en el Reino Unido impuestos internos más elevados que a las bebidas alcohólicas nacionales o de otro origen. La historia de la Argentina en algunos casos se recicla. Y en otro deja interesantes moralejas, ilustrativas para un presente que, por momentos, parece calcado del de hace muchas décadas. La carne, uno de los principales productos de exportación de nuestro país, debería haber enseñado a la clase dirigente una lección importante: el peligro de ser un país sólo agroexportador; los riesgos de no tener un proyecto de industrialización; y los efectos que produce la ausencia del Estado para defender los intereses nacionales cuando debe hacerlo. Dice la lección El crack financiero de 1929 cambió las reglas de juego de la economía mundial. Y la crisis obligó al Reino Unido a proteger a las colonias del imperio, en detrimento de otros países como el nuestro. Ese manto protector se tradujo un par de años más tarde en el llamado acuerdo de Ottawa, que ponía en riesgo las exportaciones de carne argentina hacia Londres. El pacto permitió que las empresas británicas pudieran llevarse libremente los capitales En la Argentina de 1932, en pleno período de depresión mundial, asumía la presidencia Agustín P. Justo, acompañado por un vicepresidente de apellido célebre y dudosos intereses, Julio A. Roca (hijo). Y fue durante la llamada Década Infame, mucho menos infame que la de 1990, que se esbozó por primera vez la necesidad de atenuar nuestra dependencia económica de Gran Bretaña. Sin embargo, con el argumento de conservar el mercado británico para las exportaciones del campo argentino, el efecto fue el contrario. La excusa fue la carne, pero el trasfondo fue otro: la exigencia más importante del Board of Trade británico, presidido por Walter Runciman, el organismo que se sentó en la mesa de negociación con la Argentina, era la de conseguir el desbloqueo de las libras pertenecientes a empresas inglesas en nuestro país y la disponibilidad del cambio a favor de esas compañías. ¿Cuál era el problema? Las empresas británicas no podían mandar sus ganancias al Reino Unido por las medidas de política económica El país mantuvo su cuota de exportación de carne, pero no podía subirla. Gran Bretaña podía bajarla Los enfrentamientos, siempre vigentes La negociación con Gran Bretaña no estuvo exenta de enfrentamientos domésticos. El vicepresidente Julio A. Roca (hijo) era partidario de otorgar al Reino Unido la solución al problema de los fondos bloqueados. Pero el ministro de Hacienda argentino, Alberto Hueyo, advertía que descongeladas las libras esterlinas pertenecientes a las compañías inglesas en la Argentina, el gobierno se vería obligado a contraer deuda del exterior para poder mantener un nivel de divisas adecuado, es decir el famoso equilibrio fiscal. Roca ganó. Hueyo renunció dos meses más tarde de haberse firmado el acuerdo. adoptadas por las autoridades argentinas. La aplicación del control de cambios en la Argentina, según la visión inglesa, afectó por lo menos a 373 compañías británicas, según estimaciones del Board of Trade. De acuerdo con los cálculos del gobierno argentino aportados por una lista del ministerio de Relaciones Exteriores, había por lo menos 49 compañías británicas, principalmente las ferroviarias, con dinero bloqueado en Buenos Aires. ¿Será para no repetir ese “error” que Carlos Menem les permitió a las empresas privatizadas llevarse todas sus ganancias al exterior? Volviendo a la década del ‘30, la presión de Londres se hizo sentir cuando Roca se sentó a negociar. El Reino Unido, fiel a su estilo, fue por todo. Y el vicepresidente argentino demostró no sólo que era de carne y hueso: tan “permeable” resultó a los intereses anglosajones, que se transformó en un excelente lobbista de los intereses británicos. “El fracaso de las negociaciones entabladas con el gobierno británico tendrán, a mi juicio, consecuencias altamente perjudiciales para la economía de nuestro país”, advertía Roca desde Londres en una carta que le envió al canciller Saavedra Lamas en marzo de 1933. El “éxito” de la gestión nacional no fue muy fructífero que digamos... Después de tanto negociar, Roca consiguió su objetivo. Y Gran Bretaña el suyo, vaya paradoja. Para lograr este doble propósito era necesario que el gobierno argentino hiciera concesiones en su política de control de cambios adoptada desde 1931. Vaya si las hizo. El tratado Roca-Runciman se firmó el 1º de mayo de 1933. Fue, a todas luces, un enorme triunfo británico, que consiguió casi todo lo que pretendía. Por muy poquito no fue un acuerdo proinglés de pe a pa. ¿Qué decía el convenio? Es imperdible. z El artículo 2º del convenio establecía la obligación del gobierno argentino de separar del excedente del cambio en libras esterlinas proveniente de la venta de productos en el Reino Unido, un equivalente en libras a 12.000.000 de pesos papel, para hacer pagos en efectivo hasta el 1º de mayo de 1933 a aquellas firmas que estuvieran esperando cambio para girar a Gran Bretaña. z En 1932, cerca 54% de los productos de ese país entraban libres de derechos en el mercado argentino, pero igual se otorgó a la Corona una disminución de los derechos aduaneros sobre 235 artículos ingleses a través del Convenio Suple- ¿Qué pasó con la carne? Eso es lo mejor de todo. La Argentina consiguió mantener el nivel de exportaciones de carne enfriada, aunque no podría subirlo. Eso sí, Gran Bretaña se reservaba el derecho a bajarlo. Y hay un detalle clave: los ingleses se quedaron con el control sobre el 85% de las licencias de exportación de carne enfriada. No era casual que en los frigoríficos que por ese entonces florecían en Berisso y otros lugares de la Argentina se hablara con acento anglosajón. Benévolos, los británicos les dejaron el 15% a los productores locales. Peor, imposible. El acuerdo de cooperación mutua fue uno de los más fieles ejemplos de cómo la dependencia económica se transforma siempre en un mal negocio. Pero más aún cuando quienes deben conducir los destinos de un país carecen de visión estratégica o defienden intereses antinacionales. Pese a las lecciones que dejó el acuerdo de la carne, por una o ambas cuestiones a la vez, Menem, como José Alfredo Martínez de Hoz, hicieron tropezar a la Argentina dos veces con la misma piedra. El presidente Néstor Kirchner tiene la enorme posibilidad de demostrar que esos errores pertenecen al pasado. Debe hacerlo, para escribir una historia bien diferente.