Adán y Eva: el ideal propuesto

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Comentarios de Elena G de White
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Adán y Eva: el ideal propuesto
Lección 1
Para el 7 de Julio del 2007
Sábado 30 de junio
Creados para ser la "imagen y gloria de Dios", Adán y Eva habían recibido capacidades dignas
de su elevado destino. De formas graciosas y simétricas, de rasgos regulares y hermosos, de
rostros que irradiaban los colores de la salud, la luz del gozo y la esperanza, eran en su aspecto
exterior la imagen de su Hacedor. Esta semejanza no se manifestaba solamente en su
naturaleza física. Todas las facultades de la mente y el alma reflejaban la gloria del Creador.
Adán y Eva, dotados de dones mentales y espirituales superiores, fueron creados en una
condición "un poco menor que los ángeles", a fin de que no discernieran solamente las
maravillas del universo visible, sino que comprendiesen las obligaciones y responsabilidades
morales (La educación, p. 20).
Dios creó al hombre para la gloria divina, para que después de pasar por la prueba y la
aflicción la familia humana pudiera llegar a ser una con la familia celestial. El propósito de Dios
era repoblar el cielo con la familia humana, si hubiera demostrado obediencia a cada palabra
divina. Adán había de ser probado para ver si iba a ser obediente, como los ángeles leales, o
desobediente. Si hubiese soportado la prueba, hubiera instruido a sus hijos tan solamente en un
sendero de lealtad. Su mente y sus pensamientos habrían sido como la mente y los
pensamientos de Dios. Habría sido enseñado por Dios como su labranza y edificio. Su carácter
habría sido modelado de acuerdo con el carácter de Dios (Comentario bíblico adventista, 1. 1,
p. 1096).
Domingo 1 de julio: La imagen de Dios
Adán fue coronado rey en el Edén. Se le dio dominio sobre toda cosa viviente que Dios había
creado. El Señor bendijo a Adán y a Eva con una inteligencia que no dio a ninguna otra
criatura. Hizo de Adán el legítimo soberano de todas las obras de las manos de Dios. El hombre,
hecho a la imagen divina, podía contemplar y apreciar en la naturaleza las obras gloriosas de
Dios (Comentario bíblico adventista, 1. 1, p. 1096).
"Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó"
(Génesis 1:27).
Todo el cielo se interesó profunda y gozosamente en la creación del mundo y el hombre. Los
seres humanos constituían una clase nueva y distinta. Fueron hechos "a imagen de Dios", y era
el propósito del Creador que poblara la tierra. Habían de vivir en íntima comunión con el cielo,
recibiendo poder de la Fuente de todo poder. Sostenidos por Dios, habían de vivir vidas libres
de pecado.
La santa pareja eran no sólo hijos bajo el cuidado paternal de Dios, sino también
estudiantes que recibían instrucción del omnisciente Creador. Eran visitados por los ángeles, y
se gozaban en la comunión directa con su Creador, sin ningún velo oscurecedor de por medio
... Los misterios del universo visible, "las maravillas del Perfecto en sabiduría", les
suministraban una fuente inagotable de instrucción y placer. Las leyes y los procesos de la
naturaleza, que han sido objeto del estudio de los hombres durante seis mil años, fueron
puestos al alcance de sus mentes por el infinito Forjador y Sostenedor de todo. Conversaban
con las hojas, las flores y los árboles, recogiendo de cada uno de ellos los secretos de su vida.
Toda criatura viviente era familiar para Adán, desde el poderoso leviatán que juega entre las
aguas hasta el diminuto insecto que flota en el rayo del sol. A cada uno le había dado nombre y
conocía su naturaleza y sus costumbres. La gloria de Dios en los cielos, los innumerables
mundos en sus ordenados movimientos, "las diferencias de las nubes", los misterios de la luz y
del sonido, de la noche y el día, todo estaba al alcance de la comprensión de nuestros primeros
padres (Hijos e hijas de Dios, p. 9).
En los concilios del cielo Dios dijo: "Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a
nuestra semejanza... Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó" (Génesis
1:26,27). El Señor creó las facultades morales del hombre y sus capacidades físicas. Todo él era
un trasunto de Dios mismo. Dios dotó al hombre de atributos santos, y lo colocó en un jardín
hecho expresamente para él. Solamente el pecado podía arruinar a los seres creados por las
manos del Todopoderoso (Mensajes selectos, t. 3, p. 150).
Lunes 2 de julio: Una ayuda idónea
"No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él" (Génesis 2: 18).
Después de la creación de Adán, toda criatura viviente fue traída ante su presencia para
recibir un nombre; vio que a cada uno se le había dado una compañera, pero entre todos ellos
no había "ayuda idónea para él". Entre todas las criaturas que Dios había creado en la tierra, no
había ninguna igual al hombre. "Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le
haré ayuda idónea para él" (Génesis 2: 18). El hombre no fue creado para que viviese en la
soledad; había de tener una naturaleza sociable. Sin compañía, las bellas escenas y las
encantadoras ocupaciones del Edén no hubiesen podido proporcionarle perfecta felicidad. Aun
la comunión con los ángeles no hubiese podido satisfacer su deseo de simpatía y compañía. No
existía nadie de la misma naturaleza y forma a quien amar y de quien ser amado.
Dios mismo dio a Adán una compañera. Le proveyó de una "ayuda idónea para él", alguien
que realmente le correspondía, una persona digna y apropiada para ser su compañera y que
podría ser una sola cosa con él en amor y simpatía. Eva fue creada de una costilla tomada del
costado de Adán; este hecho significa que ella no debía dominarle como cabeza, ni tampoco
debía ser humillada y hollada bajo sus plantas como un ser inferior, sino que más bien debía
estar a su lado como su igual, para ser amada y protegida por él. Siendo parte del hombre,
hueso de sus huesos y carne de su carne, era, ella su segundo yo; quedaba en evidencia la
unión íntima y afectuosa que debía existir en esta relación. "Porque ninguno aborreció jamás a
su propia carne, antes la sustenta y regala". "Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su
madre, y allegarse ha a su mujer, y serán una sola carne" (Efesios 5:29; Génesis 2:24) (Conflicto
y valor, p. 14).
Cuando Dios creó a Eva, quiso que no fuese ni inferior ni superior al hombre, sino que en
todo fuese su igual. La santa pareja no debía tener intereses independientes; sin embargo;
cada uno poseía individualidad para pensar y obrar. Pero después del pecado de Eva, como ella
fue la primera en desobedecer, el Señor le dijo que Adán dominaría sobre ella. Debía estar
sujeta a su esposo, y esto era parte de la maldición. En muchos casos, esta maldición ha hecho
muy penosa la suerte de la mujer, y ha transformado su vida en una carga. Ejerciendo un poder
arbitrario, el hombre ha abusado en muchos respectos de la superioridad que Dios le dio. La
sabiduría infinita ideó el plan de la redención que sometió a la especie humana a una segunda
prueba, dándole una nueva oportunidad (Joyas de los testimonios, t. 1, pp. 413, 414).
Martes 3 de julio: Esposo y esposa
Con una parte del hombre Dios hizo a una mujer, a fin de que fuese ayuda idónea para él,
alguien que fuese una con él, que le alegrase, le alentase y bendijese, mientras que él a su vez
fuese su fuerte auxiliador. Todos los que contraen relaciones matrimoniales con un propósito
santo -el esposo para obtener los afectos puros del corazón de una mujer, y ella para suavizar,
mejorar y completar el carácter de su esposo- cumplen el propósito de Dios para con ellos.
Cristo no vino para destruir esa institución, sino para devolverle su santidad y elevación
originales. Vino para restaurar la imagen moral de Dios en el hombre, y comenzó su obra
sancionando la relación matrimonial (El hogar adventista, p. 84).
Estimado hermano y estimada hermana: Acabáis de uniros para toda la vida. Empieza
vuestra educación en la vida marital. El primer año de la vida conyugal es un año de
experiencia, en el cual marido y mujer aprenden a conocer sus diferentes rasgos de carácter,
como en la escuela un niño aprende su lección. No permitáis, pues, que se escriban durante
ese primer año de vuestro matrimonio, capítulos que mutilen vuestra felicidad futura.
Para comprender lo que es en verdad el matrimonio, se requiere toda una vida. Los que se
casan ingresan en una escuela en la cual no acabarán nunca sus estudios.
Hermano mío, el tiempo, las fuerzas y la felicidad de su esposa están ahora ligados a los
suyos. Su influencia sobre ella puede ser sabor de vida para vida o sabor de muerte para
muerte. Cuide de no echarle a perder la vida.
Hermana mía, Vd. debe ahora tomar sus primeras lecciones prácticas acerca de sus
responsabilidades como esposa. No deje de aprender fielmente estas lecciones día tras día. No
abra la puerta al descontento o al mal humor. No busque una vida fácil y de ocio. Vele
constantemente para no abandonarse al egoísmo.
En vuestra unión para toda la vida, vuestros afectos deben contribuir a vuestra felicidad
mutua. Cada uno debe velar por la felicidad del otro. Tal es la voluntad de Dios para con
vosotros. Más aunque debéis confundiros hasta ser uno, ni el uno ni el otro debe perder su
individualidad. Dios es quien posee vuestra individualidad; y a él debéis preguntar: ¿Qué es
bueno?, ¿qué es malo? y ¿cómo' puedo alcanzar mejor el blanco de mi existencia? "No sois
vuestros. Porque comprados sois por precio: glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo y en
vuestro espíritu los cuales son de Dios" (1 Corintios 6: L9, 20). Vuestro amor por lo que es
humano debe ser secundario a vuestro amor a Dios. La abundancia de vuestro amor debe
dirigirse hacia Aquel que dio su vida por vosotros. El alma que vive para Dios le tributa el mejor
de sus afectos. ¿Se dirige la mayor parte de vuestro amor hacia Aquel que murió por vosotros?
Si es así, vuestro amor recíproco será conforme al orden celestial.
Vuestro afecto podrá ser tan claro como el cristal, arrobador en su pureza, y sin embargo,
podría ser superficial por no haber sido probado. Dad a Cristo, en todas las cosas, el lugar
primero, el último y el mejor. Contempladle constantemente, y vuestro amor por él, en la
medida en que sea probado, se hará cada día más profundo y más fuerte. Y a medida que
crezca vuestro amor por él, vuestro amor mutuo aumentará también en fuerza y profundidad.
"Nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos
transformados de gloria en gloria en la misma semejanza" (2 Corintios 3: 18) (Joyas de los
testimonios, 1. 3, pp. 95, 96).
Miércoles 4 de julio: Dos son mejores que uno
Hay mil tentaciones disfrazadas y preparadas para aquellos que tienen la luz de la verdad; y
la única seguridad para cualquiera de nosotras consiste en no recibir ninguna nueva doctrina,
ninguna nueva interpretación de las Escrituras, sin someterla primero a hermanos de
experiencia. Presentádsela con un espíritu humilde y dispuesto a recibir enseñanza, con
ferviente oración, y si ellos no la aceptan, ateneos a su juicio; porque "en la multitud de
consejeros hay salud" (Proverbios 11:14) (Joyas de los testimonios, 1. 2, p. 105).
El Señor no ha calificado a ninguno de nosotros para llevar la carga de la obra solo. Él ha
asociado entre sí a hombres de diferentes mentalidades, para que puedan consultarse y
ayudarse mutuamente. De esta manera la deficiencia en la experiencia y las capacidades de
uno es suplida por la experiencia y las capacidades de otro. Todos debemos estudiar con
cuidado la instrucción dada en Corintios y Efesios con respecto a nuestra relación el uno con el
otro como miembros del cuerpo de Cristo.
En nuestro trabajo debemos considerar la relación que todo obrero sostiene con otros
obreros relacionados con la causa de Dios. Debemos recordar que otros así como nosotros
tienen un trabajo que hacer en relación con esta causa. No debemos impedir que la mente
tome consejo. En nuestros planes para llevar adelante la obra, nuestra mente debe combinarse
con otras mentes.
Alberguemos un espíritu de confianza en la sabiduría de nuestros hermanos. Debemos estar
dispuestos a recibir consejo y palabras de cautela de nuestros colaboradores en la causa.
Relacionados con el servicio de Dios, debemos comprender individualmente que somos parte de
un todo: Debemos buscar sabiduría de Dios, aprendiendo qué significa poseer un espíritu de
espera y vigilancia, e ir a nuestro Salvador cuando estamos cansados y deprimidos.
Es un error apartamos de aquellos que no coinciden con nuestras ideas. Esto no inspirará a
nuestros hermanos confianza en nuestro juicio. Es nuestro deber consultar con nuestros
hermanos, y escuchar consejo. Hemos de buscar su consejo, y cuando lo dan, no hemos de
echarlo a un lado, como si fueran nuestros enemigos. A menos que humillemos nuestros
corazones ante Dios, no conoceremos su voluntad.
Determinémonos' a estar unidos con nuestros hermanos. Dios ha puesto este deber sobre
nosotros. Alegraremos sus corazones siguiendo su consejo, y nos haremos fuertes por la
influencia que esto nos dará. Además, si creemos que no necesitamos el consejo de nuestros
hermanos, cerramos la puerta de nuestra utilidad como consejeros para ellos.
Quiero transmitir a toda iglesia el mensaje de que el hombre no ha de exaltar su propio
juicio. La mansedumbre y la humildad de corazón inducirán a los hombres a desear el consejo a
cada paso. Y el Señor dirá: "Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí". Es nuestro
privilegio aprender de Jesús. Pero cuando los hombres, llenos de confianza en sí mismos,
piensan que su trabajo consiste en dar consejo en lugar' de desear ser aconsejados por sus
hermanos experimentados, escucharán voces que los inducirán por senderos extraños
(Testimonios para los ministros, pp. 508, 509).
Jueves 5 de julio: La maldición sobre la relación
A Eva se le habló de la tristeza y los dolores que sufriría. Y el Señor dijo: "A tu marido será
tu deseo, y él se enseñoreará de ti". En la creación Dios la había hecho igual a Adán. Si
hubiesen permanecido obedientes a Dios, en concordancia con su gran ley de amor, siempre
hubieran estado en mutua armonía; pero el pecado había traído discordia, y ahora la unión y la
armonía podían mantenerse sólo mediante la sumisión del uno o del otro. Eva había sido la
primera en pecar, había caído en tentación por haberse separado de su compañero,
contrariando la instrucción divina. Adán pecó a sus instancias, y ahora ella fue puesta en
sujeción a su marido. Si los principios prescritos por la ley de Dios hubieran sido apreciados por
la humanidad caída, esta sentencia, aunque era consecuencia del pecado, hubiera resultado en
bendición para ellos; pero el abuso de parte del hombre de la supremacía que se le dio, a
menudo ha hecho muy amarga la suerte de la mujer y ha convertido su vida en una carga (El
hogar adventista, p. 100).
A menudo se pregunta: "¿Debe una esposa no tener voluntad propia?" La Biblia dice
claramente que el esposo es el jefe de la familia. "Casadas, estad sujetas a vuestros maridos".
Si la orden terminase así, podríamos decir que nada de envidiable tiene la posición de la
esposa; es muy dura y penosa en muchos casos, y sería mejor que se realizasen menos
casamientos. Muchos maridos no leen más allá que "estad sujetas", pero debemos leer la
conclusión de la orden, que es: "Como conviene en el Señor".
Dios requiere que la esposa recuerde siempre el temor y la gloria de Dios. La sumisión
completa que debe hacer es al Señor Jesucristo, quien la compró como hija suya con el precio
infinito de su vida. Dios le dio a ella una conciencia, que no puede violar con impunidad. Su
individualidad no puede desaparecer en la de su marido, porque ha sido comprada por Cristo.
Es un error imaginarse que en todo debe hacer con ciega devoción exactamente como dice su
esposo, cuando sabe que al obrar así han de sufrir perjuicio su cuerpo y su espíritu, que han
sido redimidos de la esclavitud satánica. Uno hay que supera al marido para la esposa; es su
Redentor, y la sumisión que debe rendir a su esposo debe ser, según Dios lo indicó, "como
conviene en el Señor".
Cuando los maridos exigen de sus esposas una sumisión completa, declarando que las
mujeres no tienen voz ni voluntad en la familia, sino que deben permanecer sujetas en
absoluto, colocan a sus esposas en una condición contraria a la que les asigna la Escritura. Al
interpretar ésta así, atropellan el propósito de la institución matrimonial. Recurren a esta
interpretación simplemente para poder gobernar arbitrariamente, cosa que no es su
prerrogativa. Y más adelante leemos: "Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis
desapacibles con ellas". ¿Por qué habría de ser un marido desapacible con su esposa? Si
descubre que ella yerra y está llena de defectos, un espíritu de amargura no remediará el mal
(El hogar adventista, pp. 100, 101).
Ni el esposo ni la esposa deben intentar gobernar, porque el Señor ya ha establecido el
principio que debe guiar en este asunto. El esposo debe amar a su esposa así como Cristo ama a
su iglesia y la esposa debe respetar y amar a su esposo. Ambos deben cultivar un espíritu
bondadoso y estar determinados a no herir ni entristecer al otro (Signs of the Times, noviembre
11, 1903).
Viernes 6 de julio
Para estudiar y meditar: El hogar adventista, pp. 21-24.
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Compilador: Dr. Pedro J. Martinez
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