Hombre Nuevo

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Tiempo y Eternidad
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José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
San Pablo, machista
No encuentro novia que elija para su boda las lecturas del antiguo testamento, ni de san Pablo, excepto
el himno de la caridad, y no estoy seguro si será por gusto o por resignación. En vano me devano los
sesos tratando de explicarles el hermoso significado de los textos “machistas” y cuando creo que por fin
logré mi cometido, la novia entorna los ojos, voltear a ver a su prometido y se decanta por el consabido
himno, con el que no tengo ningún problema. ¡Vaya por Dios!
¿De qué textos hablo? Aquí les va el primero: “Mujeres, respeten a sus maridos como si se tratase del
Señor; pues el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza y al mismo tiempo, salvador del
cuerpo, que es la Iglesia. Y como la Iglesia es dócil a Cristo, así también deben serlo plenamente las
mujeres a sus maridos” (I Cor. 5, 21). Rematemos con la carta a los colosenses: “Esposas, respetad a
vuestros maridos como corresponde a una buena cristiana. Maridos, amad a vuestras esposas y no seáis
duros con ellas”. Del antiguo testamento queda totalmente excluida la narración de la creación de la
mujer, que fue tomada de la costilla de Adán mientras se hallaba el inocente aletargado. A las novias
hodiernas, estas cosas no les gustan.
Permitidme romper lanzas por san Pablo y a ver si logro convencer a alguna casadera que ve machismo
donde sólo existe teología. Cristo es el esposo fiel que ha querido desposarse con la Iglesia para sellar
con ella una única y eterna alianza nupcial. La historia del mundo es un cortejo de Cristo con su Iglesia
que la conduce gradualmente a la fiesta de bodas, al banquete del Cordero. Cristo la contempla, como
Adán contempló a Eva y colmado de emoción exclamó: “por fin esta es carne de mi carne”. La Iglesia es
al mismo tiempo Esposa y Cuerpo, porque en el matrimonio los dos se hacen una sola carne (Mt 19,5).
Con el ardor con que los novios esperan consumar su amor, con esa misma pasión Cristo exclamó
“ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros” (Lc 22,15). La comunión de amor con su
Iglesia es la única razón por la que Dios se hizo hombre y derramó su Sangre y murió por ella. La Iglesia
nació del costado abierto de Cristo, como Eva nació de la costilla de Adán, y así como Dios hizo caer a
Adán en un profundo sueño para que naciera Eva de uno de sus huesos, así el Padre hizo que Jesús
cayese en el profundo sueño de la muerte y durante ese sueño de su costado brotó el agua del bautismo y
la sangre de la Eucaristía.
La iglesia está siempre a la escucha de la Palabra de Dios que es creadora y santificadora. La Iglesia,
esposa de Cristo, sabe ser dócil a la gracia que la instruye, la alimenta y la sostiene. La iglesia es una
asamblea que ora, que alaba a Dios y que se santifica por medio de la gracia. ¡San Pablo, no fue
machista!
[email protected]/ @jmotaolaurruchi
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