cuidemos de los pobres y necesitados

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Conferencia General Octubre 1972
CUIDEMOS DE LOS POBRES Y NECESITADOS
por el presidente Marion G. Romney
Segundo Consejero en la Primera Presidencia
Mis amados hermanos del Sacerdocio: Esta noche tengo en mente llamar
vuestra atención y enfatizar la obligación que tenemos, como poseedores del
sacerdocio, de cuidar de los "pobres y necesitados" que hay entre nosotros.
Últimamente no hemos estado atendiendo este aspecto del evangelio como una vez
lo hicimos.
Sin embargo, Jesús en sus enseñanzas pareció concederle a ello la mayor
prioridad. Recordaréis que El dijo —como puede verse en el capitulo 25 de Mateo-,
que cuando viniera en su gloria, dividiría a su pueblo, "como aparta el pastor las
ovejas de los cabritos" (versículo 32), poniendo las ovejas a su derecha y los cabritos
a su izquierda.
A aquellos que estén a su derecha dirá: "Venid, benditos de mi Padre, heredad el
reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo". Y a los que estén a
su izquierda les dirá: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el
diablo y sus ángeles" (Mateo 25:34, 41).
En la misma declaración, el Maestro dijo que la prueba sobre la cual se haría la
división en tan gran día, sería el cuidado que se diera a los pobres y necesitados.
El Señor recalcó aún más este asunto cuando dijo al joven rico: "Anda, vende lo
que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme" (Mateo
19:21).
Y volvió al asunto cuando relató la parábola del Buen Samaritano.
La obligación de cuidar de los pobres fue enseñada en el Libro de Mormón de
una manera tan objetiva como en la Biblia,
Alma "habiéndoselo mandado Dios"; dirigió a su pueblo a impartir "uno al otro,
temporal y espiritualmente, según sus necesidades y menesteres". El les dijo que
debían hacerlo "de su propia y libre voluntad y buen deseo hacia Dios" (Mosíah
18:27-29).
Similares enseñanzas y hechos se encuentran a través de todo el Libro de
Mormón.
El rey Benjamín enseñó que el cuidado de los pobres es esencial para retener la
remisión de los pecados:
"Y ahora. . . por el amor de retener la remisión de vuestros pecados de día en
día. . . quisiera que de vuestra substancia dieseis al pobre, cada cual según lo que
tuviere, así como alimentar al hambriento, vestir al desnudo, visitar al enfermo,
procurando su alivio, tanto espiritual como temporalmente, según sus necesidades"
(Mosíah 4:26).
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Amulek explicó que la eficacia de nuestras oraciones, dependen de nuestro
cuidado por los necesitados. Después de explicar cómo por motivo de la expiación
de Cristo, la misericordia satisface a la justicia gracias a aquellos que ejercen la "fe
hasta el arrepentimiento", él dio esta elocuente exhortación:
"Por tanto, hermanos míos, Dios os conceda empezar a ejercitar la fe hasta el
arrepentimiento para que empecéis a implorar su santo nombre a fin de que tenga
misericordia de vosotros.
"Sí, implorad su misericordia, porque es poderoso para salvar.
"Orad a él cuando estéis en vuestros campos, sí, por todos vuestros rebaños.
"Rogadle en vuestros hogares, sí, por todos los de vuestra casa, en la mañana, al
medio día y en la tarde.
"Sí, contra el diablo, que es el enemigo de toda justicia.
"Mas esto no es todo; es menester que derraméis vuestra alma en vuestros
aposentos, en vuestros sitios secretos y en vuestros yermos.
"Sí, y cuando no estéis invocando al Señor, dejad que rebosen vuestros
corazones, orando constantemente por vuestro propio bienestar así como por el
bienestar de los que os rodean" (Alma 34:17-18,20-21,23,2627).
Podríais pensar que si alguien seguía esa práctica, sería un muy buen hombre;
pero Amulek no creyó que esto fuera suficiente.
"Y he aquí, amados hermanos míos. . . no creáis que esto es todo; porque si
después de haber hecho todas estas cosas, despreciáis al indigente y al desnudo y
no visitáis al enfermo y afligido, si no dais de vuestros bienes, si los tenéis, a los
necesitados, os digo que si no hacéis ninguna de estas cosas, he aquí, vuestra
oración será en vano y no os valdrá nada, mas seréis como los hipócritas que niegan
la fe" (Alma 34:28).
Estas antiguas Escrituras son impresionantes y edificantes, pero son las
Escrituras modernas por las cuales estamos regidos y seremos juzgados. Por tanto,
es imperativo que sepamos lo que tales Escrituras nos enseñan.
Presentando este tema en enero de 1831, poco después de la organización de la
Iglesia, el Señor dijo:
.. .estime cada hombre a su hermano como a sí mismo, practicando la virtud y la
santidad delante de mí.
"Y de nuevo os digo, estime cada hombre a su hermano como a sí mismo.
"¿Qué hombre de entre vosotros, si teniendo doce hijos que le sirven
obedientemente, y no hace acepción de ellos, dijere a uno: Vístete de lujo y siéntate
aquí; y al otro: Vístete de harapos y siéntate allí, podrá luego mirarlos y decir soy
justo?
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"He aquí, esto os lo he dado por parábola, y es aun como yo soy. Yo os digo: Sed
uno; y si no sois uno, no sois míos" (D. y C. 38:2427).
Para aclarar que El estaba hablando de necesidades temporales, continuó
diciendo en la misma revelación:
"Y ahora, doy a la iglesia en estas partes el mandamiento de nombrar, por la voz
de la iglesia, a ciertos hombres de entre ella;
"Los cuales atenderán a los pobres y necesitados, por quienes velarán en sus
necesidades, a fin de que no sufran. . . " (D. y C. 38:34-35).
Pocas semanas después, en aquella gran revelación que se encuentra en la
sección 42 de Doctrinas y Convenios, y a la cual al Señor se refiere como la ley de la
Iglesia, dijo:
"Si me amas. . . te acordarás de los pobres, y . . . consagrarás lo que puedas
darles de tus bienes, para su sostén.
"Y al dar de tus bienes a los pobres, lo harás para mí. . . " (D. y C. 42:29-31).
La importancia de cuidar a los pobres y necesitados, es recalcada
dramáticamente en la revelación recibida por el Profeta en Kirtland el 7 de junio de
1831 en la cual el Señor formó las parejas de hermanos que iba a enviar a Missouri.
Estos hermanos, casi sin dinero, tenían que hacer su viaje lo mejor que pudieran a
través de cuatro estados. El Profeta mismo caminó casi toda esa distancia: desde St.
Louis, Missouri hasta Independence una distancia de más o menos 480 Km. A pesar
de todo y sin importar la situación que afrontaban, el Señor concluyó así sus
instrucciones para ellos: "Y recordad en todas las cosas a los pobres y necesitados,
los enfermos y afligidos, porque el que no hace estas cosas no es mi discípulo" (D. y
C. 52:40).
Si estos hermanos, en su extrema pobreza, no podían considerarse como sus
discípulos si no se acordaban de "los pobres y necesitados, los enfermos y afligidos"
¿cuál será nuestra situación si en nuestra abundancia nos olvidamos de ellos?
En este mundo moderno, plagado de falseadores del plan del Señor, no
debemos desviarnos suponiendo que podemos delegar nuestra obligación hacia los
pobres y necesitados a alguna agencia pública o gubernamental. Sólo dando
voluntariamente abundante amor a nuestros vecinos, podemos desarrollar esa
caridad que caracterizaba a Mormón y que era como "el puro amor de cristo"
(Moroni 7:47). Esto es lo que debemos desarrollar si queremos obtener la vida
eterna.
Para cumplir sus instrucciones de cuidar de los pobres y necesitados, el Señor ha
dado en cada dispensación programas específicos. Al antiguo Israel le dio este
simple procedimiento:
. . . cuando siegues la mies de tu tierra, no segarás hasta el último rincón de ella,
ni espigarás tu tierra segada.
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"Y no rebuscarás tu viña, ni recogerás el fruto caído de tu viña; para el pobre y
para el extranjero lo dejarás. . . " (Levítico 19:9-10).
Aunque este programa era sencillo, estaba basado en los dos principios básicos
de acción, operantes en todo inspirado programa de bienestar: (I) Aquellos que
tienen, deben dar y (2) aquellos que reciben deben trabajar.
Rut estaba espigando en los campos de Booz, de acuerdo con el programa de
bienestar. Por supuesto, ella tenía una pequeña ventaja por los sentimientos de
Booz hacia ella, pero ese era el programa que estaba en vigor en aquellos días.
El que recibe, tiene la obligación de trabajar hasta donde su habilidad se lo
permita, para su propio sostén y el de sus familiares, y esta obligación es tan grande
en el plan de Dios como lo es la de cuidar de los pobres y necesitados. Cuando el
Señor expulsó a Adán del jardín de Edén, le dijo: "Con el sudor de tu rostro comerás
el pan hasta que vuelvas a la tierra. . . " (Génesis 3:19).
Este mandato divino todavía está en vigor. En las revelaciones de esta
dispensación, el Señor dijo: "No serás ocioso; porque el ocioso no comerá el pan, ni
vestirá el vestido del trabajador" (D. y C. 42:42). Más tarde agregó: ". . . No habrá
lugar en la Iglesia para el ocioso, a no ser que se arrepienta y enmiende sus
costumbres" (D. y. C. 75:29).
A pesar de lo claro que es este manda miento contra la ociosidad; el que sea
ignorado por parte del que recibe, no justifica a los miembros de la Iglesia a fallar en
impartir de su substancia "a los pobres y menesterosos, conforme a la ley del
evangelio" (D. y C. 104:18). '
Sobre este punto, el rey Benjamín dijo: "Tal vez dirás: El hombre ha traído sobre
sí su miseria; por tanto, detendré mi mano y no le daré de mi alimento, ni le haré
participar de mi substancia para evitar que padezca, porque sus castigos son justos.
"Mas ¡oh hombre! Yo te digo que quien esto hiciere, tiene gran necesidad de
arrepentirse; y a menos que se arrepienta de lo que ha hecho, perecerá para
siempre y no tendrá parte en el reino de Dios" (Mosíah 4:17-18).
La operación de estos dos principios: filantropía por el que da e industria por el
que recibe, estaba tan perfeccionada en los días de Enoc que ". . . el Señor llamó a
su pueblo SION, porque eran uno de corazón y voluntad, y vivían en justicia; y no
había pobres entre ellos" (Moisés 7:18).
Como parte de la restauración del evangelio en esta última dispensación, el
Señor inició la Orden Unida observada por el pueblo de Enoc. Cuando su práctica fue
suspendida porque el pueblo de la Iglesia no pudo obedecerla, le fue dada la ley de
los diezmos. Con los diezmos, ofrendas de ayuno, contribuciones de la Sociedad de
Socorro, y, por un tiempo, fondo para la emigración, la Iglesia ayudó a sus pobres y
necesitados por cien años.
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A mediados de la década de los treintas, y para remediar necesidades de nuestro
tiempo, el Señor reveló por medio de los líderes de la Iglesia, nuestro actual
programa de bienestar.
Por medio de este programa se pusieron al alcance de los pobres y necesitados
vastas cantidades de alimentos, ropa, combustible y otras necesidades de la vida,
además de los diezmos y ofrendas de ayuno. El programa también proporciona
empleo para todos los que puedan y quieran trabajar.
Así, por medio del plan de bienestar, el Señor nos ha dado instrucciones
específicas acerca de cómo debemos ayudar a los pobres en nuestros días, y no ha
dejado duda alguna cerca de las lamentables consecuencias que sobrevendrán si
fallamos en hacerlo. Esto es lo que El dijo en una de sus revelaciones:
"Yo, el Señor, extendí los cielos y fundé la tierra, hechura de mis manos, y todas
las cosas que contiene, mías son.
"Y es mi propósito abastecer a mis santos, porque todas las cosas son mías.
"Pero tiene que hacerse según mi propia
manera; y, he aquí, ésta es la manera que yo, el Señor, he decretado abastecer a
mis santos, para que sean exaltados los pobres, por cuanto los ricos serán humildes.
"Porque la tierra está llena, hay suficiente y de sobra; sí, yo prepararé todas las
cosas y he concedido a los hijos de los hombres que sean sus propios agentes" (D. y
C. 104:14-17).
Esto coloca la responsabilidad estrictamente sobre nosotros. El Señor ha
provisto todo lo que tenemos. El nos ha dicho cómo contribuir al cuidado de su
pueblo y nos ha dado nuestro albedrío. Podemos hacer con él lo que deseemos,
pero nos advierte:
"De manera que, si alguno tomare de la abundancia que he creado, y no les
impartiere su porción a los pobres y menesterosos, conforme a la ley del evangelio,
desde el infierno alzará los ojos con los malvados, estando en tormento" (D. y C.
104:18).
Según tengo entendido, "la ley del evangelio" por la cual podemos determinar la
porción de nuestra "abundancia", de la cual debemos impartir "al pobre y al
menesteroso", nos requiere, primero, pagar un diezmo honrado, segundo, dar
generosamente para el fondo de ofrendas de ayuno; y tercero, contribuir con
trabajo y dinero al programa de bienestar.
Personalmente, deseo con toda sinceridad comprender esta ley y cumplirla,
porque no quiero estar "desde el infierno", alzando mis ojos "con los malvados,
estando, en tormento".
A la luz de estas enseñanzas de las Escrituras, me parece que debemos estar
agradecidos por nuestro conocimiento de la ley, y espero que podamos obedecerla
Conferencia General Octubre 1972
fielmente. Dios nos ayude a lograrlo, lo ruego humildemente en el nombre de
Jesucristo. Amén.
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