Pentecostés 2016 - Infant Jesus Sisters

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INFANT JESUS SISTERS
22 HEXHAM CLOSE, WORTH, CRAWLEY, WEST SUSSEX RH10 7TZ ENGLAND
Email: [email protected] Website: infantjesussisters.org
Pentecostés 2016
Queridas hermanas y amigos:
¡Que el Espíritu Santo os llene de nueva vida y energía a todos en esta
fiesta de Pentecostés! Una vez más tenemos la oportunidad para estar
unidos a pesar de nuestras diferentes naciones, lenguas y culturas a través
del mundo, reflejando el asombroso don del Espíritu de Dios en nuestras
vidas. Pentecostés es un tiempo para abrir las puertas y permitir que el
aliento del Espíritu penetre en los distintos aspectos de nuestra vida y
misión.
En el año de la Misericordia, el Papa Francisco pidió que cada catedral
tuviera una puerta especial, una “Puerta Santa” que representara el paso a
la salvación – el paso a una vida nueva y eterna, abierta por Jesús a toda la
humanidad. Simboliza una entrada a la Misericordia de Dios– el último y
supremo acto por el cual Dios se encuentra con su pueblo. La Misericordia
es “la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza
de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado” (MV 2)
En el Evangelio del domingo de Pentecostés (Jn. 20, 19-23), leemos
que, “las puertas de la sala en la que estaban los discípulos estaban
cerradas”. Cuando Jesús se apareció a sus discípulos la tarde de su
Resurrección, tras su muerte, los encontró reunidos detrás de las
puertas cerradas, llenos de ansiedad y miedo. Estaban dentro,
escondidos, queriendo protegerse de lo que había tras las puertas;
pero Jesús ignoró esas puertas cerradas y se puso en pie en medio
de ellos. Sus primeras palabras fueron “La paz esté con vosotros”.
Las puertas permiten la privacidad pero también la acogida. A
veces nuestras puertas dejan a la gente intencionadamente fuera y
otras veces ofrecen hospitalidad, acogiendo a la gente dentro. Las
puertas pueden crear lugares de confinamiento o santuarios. Pueden
hablar de acogida y seguridad. También pueden hablar de prisión y
miedo. Para los discípulos las puertas estaban cerradas
absolutamente por miedo.
Jesús penetra a través de la puerta cerrada y encarga a los discípulos la misión de ofrecer la Misericordia de Dios al
mundo. Su misión era la de ser igual que Él; tenían que seguir haciendo lo que Él hizo. Durante este año de la
Misericordia, el Papa Francisco nos invita a entrar a través de una
Puerta Santa, no sólo a entrar en una iglesia sino a salir fuera de la
iglesia y continuar la misión de ofrecer la misericordia de Dios a los
demás.
¿Estamos dispuestos a salir de la iglesia y mostrar la misericordia
de Dios a los demás?
Inspirado por el Espíritu Santo, Nicolás Barré invitó a nuestras
primeras hermanas a abrir las puertas unas a otras, lo que llevó a la
primera comunidad del Instituto. Confiaba mucho en el poder y la
inspiración del Espíritu Santo como fuente de vida y misión de las
primeras hermanas. Quiso que el Espíritu Santo “tomara posesión”
de esa pequeña comunidad y por eso las hermanas han querido
Casa de la comunidad de las
primeras hermanas en Rouen 1678
siempre estar abiertas a las llamadas del Espíritu Santo. Trescientos cincuenta años después, ¡quien hubiera podido
imaginar que esa primera comunidad haya crecido y evolucionado en el Instituto que conocemos hoy! Fue y seguirá
siendo la obra del Espíritu Santo. En este momento de nuestra historia somos más conscientes que nunca de ser una
comunidad en el Instituto, confiando en la Divina Providencia y en el amor y el apoyo que recibimos y nos damos
unas a otras. El Instituto es una comunidad que sigue teniendo sus puertas abiertas a los demás – amigos, colegas y
cuantos se sienten atraídos por ese espíritu y desean compartir toda o parte de su vida y misión.
En Pentecostés Jesús llenó a los discípulos de nueva vida, haciendo de ellos una nueva creación
y dándoles la vida de su Espíritu. Dios ha hecho de nosotras una comunidad dentro de la
Iglesia y del Instituto, como instrumentos para dar vida y amor a nuestro mundo. Pero lo que
hace de la Iglesia y del Instituto más que una mera reunión de buenas personas es el
“aliento” de Dios que infunde en nosotros la música de la divinidad. La fiesta de
Pentecostés celebra la inmensa y escondida presencia de Dios en nuestras vidas • el espíritu que nos anima a llevar a cabo el trabajo del Evangelio justicia y
misericordia,
• el espíritu que hace de la voluntad de Dios nuestra voluntad,
• el espíritu de Dios viviendo en nosotros y transformándonos, eso debe traer vida y
amor a nuestro mundo roto.
Dios “inspira” ese espíritu en nuestras almas para que vivamos en el amor; Dios inflama el “fuego” del
Espíritu dentro de nuestros corazones y nuestras mentes para que veamos a Dios en todas las cosas, para poder
participar plenamente en la venida de Su Reino.
Los discípulos, que estaban aterrorizados, se llenaron de alegría cuando Jesús se presentó en medio de ellos en la tarde
del primer Pentecostés. Luego les encargó la misión, “como el Padre me envió, así os envío yo a vosotros” (Jn.20,21).
La presencia de Jesús en nuestras vidas va siempre acompañada de paz y alegría.
También irradiamos nuestro espíritu misionero a través de la paz y la alegría. Mediante nuestra palabra y nuestro
ejemplo invitamos a compartirlo a los demás. Los dones del Espíritu no son sólo para nosotros, son para compartirlos.
Después de la venida del Espíritu Santo los discípulos no se quedaron en la sala disfrutando de lo que habían recibido.
Abrieron las puertas de par en par y fueron a contar al mundo cuanto nos ama Dios a todos y cómo quiere que todos
experimentemos ese amor.
El Espíritu Santo nos empuja a abrir las puertas e ir con ánimo a proclamar y
ser testigos de la buena nueva del Evangelio, a comunicar la alegría de la fe, a
encontrarnos con Cristo, que es “el rostro de Dios Misericordioso”. El
Espíritu Santo hace que miremos al horizonte y nos conduce hacia las
periferias humanas para poder proclamar la vida en Jesucristo.
¿Cuántas puertas queremos traspasar hoy? O quizá esperamos acoger a
alguien que viene; o quizá esperamos que se abra una puerta cerrada. ¡Que el
Espíritu Santo abra las puertas cerradas de nuestra vida! En un mundo en el
que hay tanto miedo y ansiedad, tanta exclusión y separación, que las puertas
abiertas de nuestra vida diaria hablen claramente de la paz de Cristo.
Kimiko, Maria y Noreen se unen a mí para desearos energías renovadas,
alegría y celo en esta fiesta de Pentecostés,
Con cariño y paz para todos,
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