II Concurso Escolar De Creación Literaria

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II CONCURSO ESCOLAR DE CREACIÓN LITERARIA SALESIANAS PLAZA CASTILLA
CUARTO PREMIO.
AUTORA: Erika González Rosendo
Necesitaba un dinerillo para mis gastos. Repartí por el barrio más de 80 carteles:
“Estudiante de la ESO da clases particulares de Lengua a niños de Primaria…”. Siempre me he
movido con gran soltura entre predicados, sintagmas, oraciones subordinadas y epítetos. No
llamaba ni el Tato. Ya casi me había olvidado del tema cuando recibí la sorpresa de mi vida:
una señora de 83 años solicitaba mis clases, no para su nieto ni su bisnieto, ¡sino para ella
misma! “Mira, me dijo la anciana, no moriré tranquila hasta que vea puesto en palabras un
secreto muy grande que llevo guardando más de sesenta años. Tú me ayudarás a escribir mi
historia”.
Claramente acepté enseñarla ya que nadie más llamaba. Debía ir a su casa a las 5 y allí
estuve, tan puntual como siempre. Me abrió la puerta con cierta timidez, me invitó a pasar y
me ofreció algo de comer, lo rechace, quería empezar cuanto antes, la curiosidad me mataba
aunque dicen que la curiosidad mató al gato, pero no me importó, lo primero que hice fue
sugerirle que me contara ese gran secreto pero se negó, me dijo que primero debía enseñarle
a escribir correctamente ya que no era analfabeta pero desconocía las reglas ortográficas, así
que acepté, saqué mi libro de Lengua de cuando estaba en sexto de primaria y nos pusimos a
repasar todas las reglas ortográficas hasta que al final acabó el tiempo de clase y tuve que
marchar pero quedé al día siguiente y a la misma hora.
Al llegar a mi casa me di cuenta de que aquella misteriosa anciana no me había dicho
su nombre, yo también fui un poco despistada al no preguntárselo y me puse a recordar todo
sobre lo que habíamos hablado, pero nada interesante así que me puse a recordar su casa la
cual no era excesivamente grande, entraba dentro de lo común, como la mayoría de los pisos,
y al recordar la decoración no recuerdo haber visto ninguna foto, sólo había cuadros de
paisajes o postales, las típicas que compras cuando vas de vacaciones a la playa.
Me obligué a mí misma a que al día siguiente le preguntaría cosas personales como la
familia y por supuesto le preguntaría por su nombre, en lo que no caí es en que se negaría a
contestarme a todas mis preguntas personales, y así hizo, la intenté convencer para que por lo
menos me dijera su nombre pero aún así se negó, me contestó que sabría su nombre cuando
ella supiera escribirlo sin ninguna falta de ortografía, no tenía otra opción, por lo que acepté.
Mi única alumna progresaba muy rápidamente por lo que a la cuarta clase le mandé que
escribiera una redacción con ese preciado secreto tan cuidadosamente guardado y le pedí que
la firmara con su nombre y aceptó, dijo que ya estaba preparada, sonreí por dentro, no quería
que esta recatada abuela pensara que era una cotilla pero yo estaba feliz de poder al fin
conocer ese gran secreto y solo debía esperar hasta mañana.
Al fin llegó ese ansiado día, estaba un tanto nerviosa, llegué al acogedor piso de la
anciana pero allí no había nadie, por haber no había nada, el piso estaba vacío completamente,
no me lo podía creer hasta que llegué al comedor y vi su redacción tirada en el suelo, comencé
a leerla y contaba su vida desde su niñez la cual pasó en un orfanato hasta que con 8 años la
adoptaron unos padres adinerados, desde ese momento todo cambió, sus padres murieron al
poco tiempo en un accidente y ella heredó toda su fortuna, ese era su gran secreto, me quedé
un poco decepcionada, sinceramente me esperaba más pero fue curioso saber que aquella
humilde anciana estaba podrida de dinero, acabé de leer la redacción y su nombre era
Mercedes.
Más tarde me di cuenta de que había otro papel en el cual ponía “Querida Ester a ti te
debo morir sabiendo escribir correctamente, te dejo a ti y a tu familia toda mi fortuna por
haberme ayudado tanto, manda recuerdos a tu padre, el cual es mi hijo, siento haber estado
ausente todos estos años, no espero vuestro perdón, os quiero”.
No me lo podía creer, volví corriendo a casa como nunca he corrido en mi vida con los
dos papeles en la mano, cuando al fin llegué se los entregué a mi padre esperando algún tipo
de explicación, a lo que me respondió que su madre desapareció cuando era pequeño pero
que su tía se llamaba Mercedes, sonrió y dijo que al fin todo le cuadraba, concluyó su
explicación con un “ahora somos ricos”.
Me fui a dormir después de este día tan agotador, sonreí, miré al techo y susurré
“Encantada de haberte enseñado, abuela”.
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