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Para encontrar su verdadero origen hemos de viajar hasta el siglo II a.C., en el
que a mediados del mes de diciembre, tras la finalización de los trabajos en el
campo y a lo largo de una semana, se realizaban unas celebraciones paganas
conocidas como ‘las Saturnales’ (como homenaje a Saturno, dios de la
agricultura y las cosechas) en las que se festejaba la finalización del periodo
más oscuro del año y el inicio de la luz; pero hemos de tener en cuenta que en
aquella época el año no acababa en diciembre, sino que se alargaba hasta
finalizar el mes de febrero.
Las Saturnales era un periodo de fiesta y jolgorio en el que los esclavos
estaban excusados de cualquier trabajo y podían pasar esos días de una
manera divertida y licenciosa. Entre las muchas viandas que se preparaban
para tal celebración se realizaba una torta a base de miel y en la que se le
introducía algunos frutos secos, dátiles e higos. Este postre se convirtió en uno
de los más populares durante la celebración de la ‘fiesta de los esclavos’, como
también era conocido dicho festejo.
Se calcula que fue en el siglo III d.C. cuando se introdujo la conocida haba, ya
que ésta se consideraba un símbolo próspero y de fertilidad, por lo que a aquel
que se encontraba en su porción de torta con esta legumbre se le auguraba
prosperidad durante el resto de año.
No en todos los lugares se mantuvo la costumbre de comer este postre,
aunque sí quedó bastante arraigada en Francia donde se convirtió en toda una
tradición entre la aristocracia y realeza gala y en la que adquirió gran parte de
su actual popularidad. Las familias se reunían para comerlo y ver quién era el
afortunado al que le salía tal preciada legumbre, comenzando a ser conocida
tal celebración como ‘el Rey del haba’.
Pero llegamos al siglo XVIII en el que, un cocinero, con ganas de contentar al
pequeño rey Luis XV, introdujo como sorpresa en el roscón una moneda de oro
(algunas fuentes indicaban que fue un medallón de oro y rubíes).
Evidentemente, a partir de ese momento la moneda adquirió más valor
simbólico que el haba, convirtiéndose en el premio deseado, mientras que
nadie quería que le tocase la famosa legumbre.
Aunque la tradición de comer el roscón y todo lo que conllevaba ya era
conocida en España, Felipe V trajo la nueva modalidad de introducir una
moneda como premio (que con los años se cambió por una figurita de
cerámica) a la vez que el haba en el postre se había convertido en un símbolo
negativo.
Algunas fuentes apuntan que, durante un tiempo, la costumbre de introducir un
haba desapareció, volviendo a reaparecer a mediados del siglo XIX, siendo
escogida la tradicional fecha del día de Reyes para ser degustado y creando
alrededor de este riquísimo dulce toda una parafernalia en la que el afortunado
al que le salía la figurita era coronado como el ‘rey de la fiesta’ y al que le
salía el haba debía pagar el postre, a la vez de ser nombrado por todos como
el ‘tonto del haba’
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