Durante mucho tiempo el “misticismo” ha sido casi una broma en

Anuncio
Durante mucho tiempo el “misticismo” ha sido casi una broma en Occidente, a pesar de que se nos ha enseñado que en el corazón de la religión Cristiana hubo grandes místicos y poetas religiosos. Si supiésemos más que eso, diríamos que la aproximación de esta gente a Dios era emocional, extática, y que los estados de la mente que describían hacían ver a la vida como algo de poca importancia. Pero nuestra información, en una cultura predominantemente Cristiana, no incluía el hecho que el camino emocional era apenas uno de los muy antiguos y tradicionales abordajes. Recientemente, una sensación de que el tipo de educación que la mayoría de nosotros recibe no nos está dando la información que deberíamos tener, ha dado lugar a cierta curiosidad por los cultos Orientales, Budismo, gurúes de muchas variedades, y algunos Yoguis. Dado que el Hombre Sagrado o Sabio no ha sido parte de nuestra cultura durante siglos, no hemos tenido referencia con la cual juzgar a los gurúes: cuanto más excéntrica su conducta, más salvaje su barba, y más sensacionales sus declaraciones, más atención consiguen. Nuestros prejuicios (dado que en Occidente estamos preocupados por el dinero, el ganarlo y el guardarlo y el gastarlo) probablemente nos permitan juzgar a un Sabio, genuino o no, por si acepta dinero, y cuánto, y por la forma en que ordena externamente su vida. Un hombre que vive en una cueva húmeda a base de lentejas es considerado más santo que uno que vive una vida ordinaria en la sociedad. Pero como resultado de tantos cultos, gurúes, dietas locas, gente parada sobre sus cabezas, meditaciones y mantras, muchos curiosos sinceros han sido desalentados y se han refugiado en una actitud que está resumida en esta anécdota: “¿Cuál es tu opinión acerca del conocimiento interno?” preguntó un derviche a un teólogo. “No tengo paciencia con él.” “¿Y qué más?” “Me enferma.” “¿Y qué más?” “La idea es repugnante.” “Qué interesante que una mente lógica y entrenada como la suya, cuando se le pregunta por una opinión acerca de un tema, solamente pueda describir tres estados de ánimo.” Un Sufi diría que la gente que vive en una sociedad donde el Sufismo ha estado operando abiertamente, respetado por lo que ofrece, debe considerar a todas estas actitudes para con el misticismo como desinformadas, por no decir otra cosa. “Tendrás que aprender a través de la cosa más banal de todas,” dice el Sufi al aspirante a discípulo, “debes aprender a través de la vida ordinaria.” Es probable que no tenga nada que decirle a la gente que busca excitación emocional y experiencias sensacionales. En un viaje, un derviche encontró a un Yogui que estaba intentando penetrar en los secretos del reino animal. El derviche dijo que un día un pez le había salvado su vida, y el Yogui exclamó: “¡En todos mis años de meditación y disciplina jamás me acerqué a tales profundidades del conocimiento! ¿Puedo viajar contigo?” Luego de algunos días el Yogui dijo: “Ahora que nos conocemos mejor, ¿me dirás cómo te salvó la vida el pez, por favor?” El derviche contestó: “Ahora que nos conocemos mejor, dudo de que sea de utilidad el contártelo, pero lo haré: No había comido por tres días, y me estaba muriendo de hambre. Sí, ese pez me salvó la vida.” El Sufismo funciona a través de chistes como este, libros, conferencias y toda clase de actividad diaria. Un Sufi puede ser un científico, un político, un poeta, un ama de casa, el acomodador de un cine y quizá nunca se lo conozca como tal, dado que el Sufismo puede no tener nada que ver con la apariencia externa y el comportamiento. Está todo el tiempo operando, en todo el mundo, en cada país, a veces abiertamente, en otras no. La gente que lo está ofreciendo puede ser famosa, diríamos, golpeando un tambor para decir: “Acá estamos.” O puede que enseñen secretamente. Pero te preguntarás, ¿qué están enseñando? ¿Qué es el Sufismo? En un diccionario persa, la definición de Sufi dice, en rima: “Sufi chist? Sufi Sufi’st… ‘Un Sufi es un Sufi’.” Esto no es una evasiva sino un reconocimiento de la dificultad para definir algo que tiene que ser experimentado, y de modo diferente para cada persona según su estado de desarrollo. “Dios es amor” puede ser la más alta experiencia que un hombre pueda tener, o apenas unas palabras garabateadas en un cartel llevado por un pobre y viejo vagabundo; entre tales extremos hay miles de niveles de experiencia. El cómo guiar al discípulo de un nivel al siguiente está en el conocimiento del Maestro. “El hombre debe desarrollarse por su propio esfuerzo, hacia el crecimiento de una naturaleza evolutiva, estabilizando su consciencia. Tiene dentro de sí una esencia, inicialmente pequeña, brillante, preciosa. El desarrollo depende del hombre, pero debe comenzar a través de un Maestro. Cuando la mente es cultivada correcta y adecuadamente, la consciencia es traducida a un plano sublime.” (de Los Sufis, por Idries Shah). Como escribió Robert Graves en su introducción a este libro: “La más temprana teoría de evolución consciente es de origen Sufi. El lento progreso del niño hacia la adultez figura solamente como una etapa de su desarrollo… cuya fuerza dinámica es, ni el ascetismo o el intelecto, sino el amor.” Ahora, todo esto está muy distante del tipo de pensamiento considerado por nosotros como “racional”. Pero no es más raro que cosas en las que creemos o instituciones que damos por seguras. En Occidente todos vivimos junto a una u otra versión del Cristianismo, y creemos, o medio creemos, o tenemos que soportar algunas ideas bastante bizarras. Quizá la cosa más útil que fui invitada a hacer en mi propio acercamiento al estudio Sufi es a “descubrir por qué crees en las cosas que crees; examina las bases de tus ideas.” Aquí hay un acercamiento a esta filosofía, que podría parecer por demás indirecto: es echarle un vistazo a esas grandes civilizaciones islámicas que florecieron por todo el cercano Oriente, España, Asia Central y el norte y oeste de África durante mil años o más. En estos lugares, el Sufismo fue siempre una fuerza potente y visible: derviches eran reyes, soldados, poetas, astrónomos, educadores, asesores, sabios. El Sufismo era el núcleo del Islam. El argumento es que el río del conocimiento “desde más allá de las estrellas” que ha corrido desde los tiempos de Adán, a través de Noé y Abraham, siguiendo por cientos de hombres sabios y profetas, corrió también a través de Jesús y luego de Mahoma. No es una cuestión de que uno sea mejor o peor que el otro… más pequeño o grande, sino de que el ser de estos hombres son diferentes aspectos de la misma Verdad, o Camino, manifestándose como Mensajeros Divinos. Ambos comenzaron religiones mundiales, ambos alimentaron el corazón interno de la religión. Durante la cristiandad temprana este conocimiento interno estaba disponible, y luego se perdió, o fue bajo tierra. Pero fue capaz de sobrevivir a la muerte de Mahoma y sus compañeros e iluminar al Islam dondequiera que fuese a arraigar. Pero es muy difícil para nosotros el siquiera mirar en esta dirección: nuestra historia lo ha hecho imposible. Puedes intentar este pequeño experimento: Dirígete hacia la librería más cercana, y hojea la primera docena de libros de texto sobre astronomía general, historia del arte, meteorología, medicina, psiquiatría, arqueología. En cada uno encontrarás versiones de lo siguiente: “Entre el declive de Grecia y Copérnico, la ciencia se estancó en la superstición.” “Aquellas templadas latitudes en las cuales floreció toda la civilización.” “Europa, la cuna de la civilización…” “La ciencia fue la creación del Renacimiento en Europa.” “Antes de Freud el inconsciente no existía.” “La teoría de Jung del arquetipo…” Una historia de la civilización muy pomposa, autorreferencial y halagadora como la que puede verse en televisión, es la historia del arte en Europa… con alusiones a lo demás. Esta actitud está siempre implícita en nuestra erudición. Es uno de los grandes pilares de nuestro pensamiento; pero mientras que Europa yacía durante siglos en la oscuridad, civilizaciones maravillosas llevaron a algunas ciencias hacia niveles que no habíamos alcanzado… entre ellas la medicina y la psiquiatría. Individualmente, puede que cada uno de nosotros sea o no Cristiano; pero nos guste o no, estamos impregnados de la historia Cristiana. Las centenarias guerras con el Islam se terminaron, pero los residuales bloqueos mentales, la miopía, la estrechez mental, aún paralizan nuestro pensar. No es la cultura islámica la única que sufre nuestros prejuicios. Cuando Copérnico y Galileo descubrieron que la tierra giraba alrededor del sol, tal conocimiento no solamente era común en las culturas islámicas sino también en el África más profunda, donde hay culturas que recién nuestros académicos están comenzando a notar (ni hablar de estudiarlas) enseñaban que la tierra era el planeta del sol. Mucho antes de que Lister tuviera que luchar contra la jerarquía médica acerca de los gérmenes y la infección, doctores-­‐brujos africanos usaban antisepsia y otras técnicas médicas de avanzada. Es casi imposible para nosotros ver a Europa como era, una pequeña provincia oscura, lindante con grandes civilizaciones que enviaban emisarios, asesores, misionarios: todos salidos de la plenitud de sus artes y ciencias con la intención de ayudar a los bárbaros. Luego Europa avanzó, en su contribución particular al conocimiento humano, la tecnología; y fue el turno para que otros retrocedieran. El recién llegado, como un adolescente, tuvo que creer que era el primero en experimentar o entender cualquier cosa. Pero ya esta insularidad está comenzando a romperse. Cuando hubo un área de prejuicio en una cultura, un dique en la mente, el momento de su disolución siempre es excitante: de un repentino avance inesperado. Como dijo un investigador: “Es exactamente como si grandes montones de un tesoro estuvieran al aire libre, pero nosotros mirando en otra dirección, hipnotizados por las palabras Grecia y Roma.” Pero el Sufismo no es un estudio de civilizaciones pasadas: tiene que ser contemporáneo, o no es nada. ¿Por qué está siendo ahora nuevamente ofrecido en Occidente? Por la más simple de las razones: el Sufismo trabaja abiertamente cuando puede, silenciosamente cuando debe. Incluso hace cincuenta años, cuando las iglesias tenían un poder tan grande sobre el pensamiento y la moral, la introducción de esta antigua forma de pensamiento habría sido imposible. Pero en una sociedad abierta, el Sufismo puede ser abiertamente ofrecido; y quizá podamos ahora mirar con calma a la afirmación que es una filosofía que no puede ser hostil con ninguna religión verdadera, dado que todas las religiones son los rostros externos de una verdad interna. En cuanto a gente como yo, incapaz de admirar a ningún tipo de religión organizada, entonces esta filosofía nos muestra dónde buscar respuestas a preguntas formuladas por la sociedad y la experiencia… preguntas no contestadas por los proveedores oficiales de conocimiento, sean estos sagrados o seculares. “El hombre ha tenido la posibilidad de desarrollo consciente por diez mil años,” dicen los Sufis. Este pensamiento se muestra diversamente en la afirmación de que el hombre está lamentablemente infrautilizado, infravalorado, y no conoce sus propias capacidades. He creído esto toda mi vida, y una de las razones por las cuales me atrajo el Sufismo es que esta idea es central para él. Piénsalo así: En un circo, cada niño nacido en cierta familia se volverá un acróbata maravilloso. ¿Es esto porque estos chicos tienen genes ‘acrobáticos’, o porque se espera que sean acróbatas? Las implicaciones destrozan nuestras suposiciones acerca de la educación. Debo haber leído miles de manuscritos en mi vida. Desde muy temprano vi que estos autores tenían tanto talento como yo: los primeros esfuerzos de todo escritor son muy similares. Pero algunos de ellos siguen escribiendo, otros se caen: Vivimos en una sociedad en la cual todos pensamos en términos de éxito o fracaso. Estoy segura de que los diversos talentos, creatividad e inventiva de los niños – que pueden cantar y bailar y dibujar y contar cuentos e inventar versos y cuya visión de la vida es tan clara y directa – podría continuar hacia la adultez y no desaparecer, como tiende a ocurrir en nuestro sistema de educación. Vemos como muy diferente al proceso de concentración intensa del científico o artista que resulta en flashes de logros extraordinarios, telepatía, clarividencia, corazonadas, los indicios de los sueños… pero estas cuestiones son vistas por los Sufis como manifestaciones de la misma cosa, las primeras movilizaciones de esta parte evolutiva de la humanidad. Pero es fácil desperdiciar este potencial, por ejemplo, usando drogas para estimular el cerebro o por éxtasis auto inducido. “Son únicamente aquellos que prueban quienes pueden saber,” dicen los Sufis, reiterando que esta experiencia no es una cuestión de desarrollo intelectual. Toda persona llega a un punto donde se siente la necesidad de aumentar el crecimiento interior. Entonces es sabio buscar al Guía, al Maestro, al Ejemplar, la figura central del Sufismo, quien le muestra a otros lo que es posible. Esta persona, el producto de un cierto tipo de educación variada e intensiva, será maestro no de un oficio, sino de una docena, los cuales fueron aprendidos a través de las presiones de la necesidad, creada esta por la gente por la cual fue rodeado desde el nacimiento, gente cuyo deber es asegurarse de que cumpla, realice todas sus capacidades. El niño estará protegido de la educación ordinaria que empequeñece y estrecha, que inculca la idea que una persona puede ser un hojalatero o un sastre, pero no ambos; o, si es ambos, entonces tiene que ser felicitado por su versatilidad. En el Sufismo, la noción de “dos culturas” es inexistente; la idea de que las artes y las ciencias tienen que ser hostiles, es absurda. De las grandes figuras que han exitosamente combinado las matemáticas con la poesía (y mucho más), quizá Omar Khayyam sea el más conocido en Occidente. Los productos de las escuelas Sufis son gente que para nuestro punto de vista, son prodigios. Nuestras formas de educación no producen nada parecido. Gente que, en nuestros tiempos violentos es sacudida de sus pequeñas rutinas a lo largo de diferentes países, climas, ideas, idiomas, y tienen que aprender a ganarse la vida de diversas maneras, perdiendo arrogancia de clase y raza, son más propensos a acercarse a la idea súfica del hombre completo. Idries Shah, quien hoy está trayendo el Sufismo a Occidente, es el producto de esta educación intensivamente variada. Ha estado viviendo en Inglaterra por quince años, tiempo durante el cual ha restablecido al Sufismo como una fuerza vital. Por ejemplo, ha recién ayudado a descifrar – y a que se toque – una antigua música egipcia que estuvo sin ser escuchada por el hombre durante tres milenios y medio. Ha patentado aparatos científicos. Ha sido periodista, explorador, viajante; ha estudiado arqueología, geología, economía, política. Escribe libros de viajes, antropología, magia, Sufismo, únicos en su género. Escribe fábulas Sufis y cuentos propios. Ha escrito un galardonado guión de cine. Mantiene correspondencia en árabe, persa, inglés, francés, español… con expertos en una docena de campos diferentes. Es marido y padre de tres niños; y maneja desde su casa el ICR (Instituto de Investigación Cultural), el cual tiene cientos de miembros y está en vigorosa operación. Hace dos años comenzó una editorial que ya ha lanzado una docena de libros, todos exitosos. Pero él diría: “Quizá no sea yo, sino las ideas acerca de las posibilidades del hombre que son extraordinarias.” Y desalienta a todos aquellos que se le acercan con la idea de encontrar un “gurú”. No sirve decir que un hombre, un libro, una institución, es Sufismo, lo cual esencialmente es siempre lo mismo, pero siempre tomando formas diferentes. “Si encuentras dos instituciones que se llaman a sí mismas súficas y son exactamente iguales, una de ellas tiene que ser falsa.” Aquellos que son capaces de reconocer una corriente súfica son quienes tienen narices para lo fresco y vivaz; y esta cosa puede ser desde una persona, un libro, una declaración punzante hecha por un físico en una conferencia, la actitud de un político, una nueva tendencia en la moda, un poema, una obra de teatro, un jardín conservado de cierta manera. En cada parte del mundo, las formas del Sufismo difieren, dado que está diseñado para encajar con la gente que vive allí. La forma en que el Sufismo es enseñado en Gran Bretaña difiere de lo que sucede en Marruecos, Afganistán, Grecia, Sudamérica; los maestros y las instituciones que contienen Sufismo para esta era son diferentes de aquellas del pasado, y siempre cambiantes… nada que ver con eso que nuestro condicionamiento nos ha enseñado a llamar “misticismo”. Antes de siquiera poder comenzar en el estudio Sufi, tienes que intentar “aprender cómo aprender”… y todo es inesperado. A veces, cuando miramos a nuestra vida hacia atrás, quizá pensemos: “Aprendí más a través de esa experiencia que en toda mi vida junta”; y la experiencia pudo haber sido una dura ocupación como trabajo, una fase del matrimonio, un amor en serio, una enfermedad, un colapso nervioso. Esta manera de aprender, un período atiborrado de un vivir consciente y razonado quizá esté más cercana al aprendizaje de la Vía Sufi que cualquier otra. 
Descargar