1 Fr. Sergio Carballo, ofm El encuentro con el leproso fue

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“Y LOS TRATÉ CON MISERICORDIA…” (TEST 2). EL DESAFÍO DE LA MINORIDAD
Fr. Sergio Carballo, ofm
El encuentro con el leproso fue desencadenante de un importante movimiento interior en la vida del
joven Francisco Bernardone, y se convirtió para la tradición franciscana en un acontecimiento
carismático de honda significación. A continuación propondremos un acercamiento a este hecho en
la vida de San Francisco, desde una lectura y comprensión antropológica y social. 1
La famosa y conocida escena del abrazo de Francisco al leproso puede ser considerada a partir de la
categoría del icono en un sentido amplio y hondo:
En sentido amplio: cumple todas las funciones del icono en su sentido sacramental, es decir, como
lugar de encuentro y referencia, ventana que abre a la espiritualidad franciscana y al evangelio.
En sentido hondo: la escena con el leproso es crucial para entender tanto el proceso de conversión
de Francisco como toda la espiritualidad franciscana.
Momento crucial de Francisco.
Para muchos autores del universo franciscano, el encuentro de Francisco de Asís con el leproso
(encuentro-abrazo-beso) será un acontecimiento de trascendental importancia para su proceso
personal y espiritual, este suceso antecede a toda su actividad bélica (sus correrías por el mundo de
la caballería y las guerras), a su aproximación al mundo de la pobreza, a sus viajes iniciáticos de
búsquedas, incluso a su encuentro con el Cristo de San Damián. Quién era el leproso y cual es el
impacto de éste sujeto en la subjetividad de Francisco?
El leproso era para la Edad Media el prototipo del marginado social sin ningún tipo de asistencia y
viviendo fuera de las ciudades, incluso, desde el punto de vista moral y religioso, se concebía a la
lepra como una enfermedad-castigo de Dios por su condición de pecador, por lo tanto era un
impuro. Este encuentro de Francisco con el leproso será desencadenante de una percepción distinta
de las estructuras personales, sociales y religiosas de su época. No es un descubrimiento de la
pobreza o del dolor en sí, sino un desvelar a la persona que sufre, y percibir en forma muy aguda e
inmediata que la situación del leproso y la suya no difieren mucho en el fondo.
Francisco descubre de manera insultante el reverso de la nueva sociedad que nacía con aspiraciones
de igualdad y en la que él era un privilegiado. Esta nueva sociedad, su ciudad, mantiene y crea
nuevas desigualdades y muros: quienes viven fuera de las murallas no son personas al verse
privadas de todo derecho. Asís, el mundo al que pertenece Francisco, no es el lugar humano que
pretender ser y por eso tiene necesidad de abandonarlo, dejarlo, e ir hacia las afueras de la ciudad,
donde descubre el lugar de la persona.
Recuperar la escena del abrazo y beso de Francisco al leproso, desde una perspectiva sociológica y
antropológica, permite un relectura de la minoridad como la valoración de la básica dignidad
humana que subyace en aquellas personas y colectivos en los que lo humano se diluye por causa de
la dura situación de vida. Francisco ha considerado literalmente hermanos, gente con su dignidad
intacta, a los pobres que vivían detrás de las murallas y fuera del censo que los hacía ciudadanos:
los leprosos particularmente; a los herejes a quienes nunca insultó; al clero bajo cuyas condiciones
morales de vida eran discutibles; a las mujeres que socialmente no habían iniciado siquiera el
despegue de su reivindicaciones.
1
Articulamos la reflexión a partir del artículo de Fidel Aizpurúa Donazar, ofm cap, “Y los traté con misericordia (Test.
2) Una lectura social del icono del abrazo del hermano Francisco con el leproso” en: Selfran 97 (2004), 47-62.
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La escena en las primitivas y modernas biografías:
Casi todos los textos biográficos relatan el episodio del encuentro de Francisco con el leproso, con
lo cual se indica que dicho acontecimiento fue decisivo para la persona de Francisco. En todos los
relatos más primitivos, como las biografías de Tomás de Celano y la Leyenda Mayor de San
Buenaventura, se hace referencia a acciones físicas: acercarse, vivir con, servir, tocar, lavar, y sobre
todo, el besar.
El tema del beso al leproso parece ser para los escritores de la primera mitad del siglo XIII, la
muestra indiscutible de la relación vital que Francisco tuvo con el mundo de los leprosos. La verdad
de esta relación se consuma en el mundo de lo físico, en la corporalidad, en la herida curada.
Cuando la literatura sobre San Francisco se desplaza hacia el proceso de espiritualización, las
consecuencias de un estilo de conversión quedan descritas como victorias ascéticas o incluso
espirituales: configuración con Cristo, solidaridad con el pobre como expresión de la solidaridad
con Cristo pobre. Si bien, estas relecturas cristológicas son importantes y será la síntesis final que
hará Francisco sobre su vida, sin el trasfondo sociológico perdería significación y realismo
histórico. Es decir, su espiritualidad no sería una espiritualidad encarnada.
Los biógrafos modernos abren paso a la interpretación de la escena a partir de parámetros más
sociales. “Hemos de reconocer que en este encuentro el factor dominante ha sido la caridad, que
ha reemplazado al horror sentido anteriormente por los leproso… esto quiere decir, que el
elemento central de la conversión de Francisco no está relacionado con la pobreza, sino con algo
humanamente mucho mas profundo: la comprensión del sufrimiento humano, el del alma –la lepra
del alma- y el del cuerpo…(R. Manselli). De este modo, se puede entender su conversión como el
paso de una condición humana a otra, la aceptación de su propia inserción en el mundo de la
marginalidad…
“Al ponerse al servicio de los leprosos, Francisco se apartó de la influencia de Asís. Cuando Asís
declaraba a los leprosos como no-personas, se apoyaba en su repugnancia natural. Al igual que otras
ciudades, sepultaba socialmente a los leprosos, cuando los declaraba fulminados por el juicio de
Dios y los encomendaba a su misericordia. Al irse con ellos, como dice en su Testamento, y no
simplemente besar a uno, Francisco quebrantó las leyes de Asís y, al hacerlo, dio lugar a que una
nueva síntesis iluminara su vida. Parecía haber razones para el proceder de Asís: la exclusión de los
leprosos era una medida de salud pública. Pero esta medida condujo al pueblo a ignorar y olvidar a
los leprosos. Francisco redescubrió su humanidad. Ya no podía tratarlos humanamente y seguir
aceptando las normas de conducta de Asís, por lo tanto, desde el momento en que reconoce la
humanidad y la dignidad de los leprosos, está denunciando las limitaciones y errores de los códigos
sociales y religiosos de Asís. De esta manera, Francisco y sus primeros hermanos están
reconduciendo a la población marginal de Asís hacia una comunidad humana. Su regla pone al
leproso enfermo y pobre en el mismo plano que a un hermano enfermo. Le asigna un puesto entre
sus semejantes, aunque carezca de salud y de medios. Francisco y sus amigos asumen en sus vidas
preocupaciones que lentamente lo van distanciando de la comprensión social y religiosa de Asís2.
La escena a través de la cinematografía
La figura de Francisco de Asís no solo ha inspirado a los filósofos, teólogos, poetas, ecologistas,
sino también al mundo de la cinematografía. A continuación un análisis sobre la puesta en escena
del abrazo de Francisco con el leproso en dos filmes que fueron de gran relevancia: “Hermano Sol2
David Flood, Francisco de Asís y el movimiento franciscano, Oñati, Aranzazu, 1996, 41-46.
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Hermana Luna” cuyo director es Franco Zeffirelli, en el año 1972; y “Francesco” cuya directora es
Liliana Cavani, estrenada el año 1989.
“El descenso a los sótanos de la pobreza” (Zeffirelli “Hermano Sol – Hermana Luna)
El director de la película no narra explícitamente la escena del beso del leproso. Lo que hace es
englobarlo en un marco más amplio: el descenso de Francisco al sótano: Francisco va descendiendo
lentamente, se va encontrando con la realidad de la indignidad insultante en la que viven personas
en estado de esclavitud: ancianos, jóvenes, niños, mujeres y varones. Que sucede aquí: ocurre la
confluencia de la realidad social y la reconciliación con ella que le viene dado por el perdón que le
otorgan los pobres.
Mientras Francisco va descendiendo al sótano, se establece un diálogo profundo de miradas y de
dolor. Al final de este descenso hasta la realidad más cruel de la marginación, Francisco, herido en
el otro y en sí mismo como parte explotadora, encuentra en la mirada de un anciano trabajador, el
perdón que le puede reconciliar como persona.
“Vivió con ellos” (Cavani “Francesco”)
La autora trabaja el encuentro de Francisco con el leproso, en tres escenas escalonadas.
Primera escena: Francisco con sus amigos en plena diversión a orillas del río. Mientras está
bañándose con una amiga, se acerca un leproso extendiendo la mano enferma hacia él, pidiendo no
limosna sino socorro vital. Es el leproso quien quiere tocar a Francisco, y éste lo rechaza cruelmente
y violentamente.
Segunda escena. Transcurre en San Damián. Francisco se calienta en torno a una pequeña fogata.
Ya está dentro del marco de la pobreza social. Un leproso se acerca a él arrastrando los pies, tan
cansado como la vida de los pobres sin remedio. Francisco se asusta pero no huye, logra mirarle a la
cara. Se agarra al leproso, y éste asombrado le grita: “No me toques, estás loco” “¿tu también estas
enfermo?”. Sí, de alguna manera también está enfermo, tiene la misma enfermedad, la lepra del
alma, cosa que le hace ser hermano de aquel herido social. Se despliega una secuencia corporal:
mirar-abrazar-tocar, que lo lleva a descubrir la dignidad oculta del marginado. Entonces Francisco
repite por tres veces: tranquilo…tranquilo…tranquilo…, no se sabe si es al leproso o a sí mismo a
quien se dirige con estas expresiones. Puede estar tranquilo desde el momento en que descubre la
realidad de la dignidad oculta, de la hermandad en la exclusión, de la comunión total por encima de
las constricciones sociales.
Tercera escena. Francisco ya vive entre ellos. Vive con ellos curando sus cuerpos, procurando un
cierto bienestar con una rudimentaria higiene que contribuye a que no desaparezca del todo el
componente humano del excluido. Aquí aparece un leproso, en su realidad interna más dura,
revolviéndose contra su suerte injusta: “Me mataré… me mataré” repite ante el silencio de los
demás. Es la única salida para el marginado. Francisco le sigue, le acompaña en ese camino de
escuridad, intenta abrazarlo, lo mira. Al final lo abraza, lo mira directamente por tres veces, tres
miradas que se cruzan para intentar decirle que es persona, que es digno, que es hermano, a pesar de
todo.
La escena desde una lectura social
Se dice que es Dios que suscita las vocaciones en las personas. Sin embargo, analizando textos de
las Escrituras, se puede entrever otro camino interesante, es cierto que la visión cristiana de la vida
sostiene que es Dios quien esta detrás de todo, pero en realidad, es la persona quien llama a otra
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persona. Esto ocurre en Francisco, es el leproso, el lado herido de la vida, quien realmente lo llama,
porque la llamada a la liminaridad es más del pueblo que del mismo interior de la persona. De ahí
que él mismo se sienta llamado, no como el mesías solucionador de los problemas, sino como
hermano que comparte similar camino. De este modo, la ayuda curativa sobre la herida humana se
haría desde adentro, no seríamos profetas bajados del monte, sino acompañantes fraternos de vida,
con sus riesgos y gozos.
El ícono del beso al leproso nos habla de la “extrema amargura” en la que vive la sociedad de hoy,
de todas las asperezas y de las innumerables heridas que los humanos nos hacemos a nosotros
mismos e incluso a la creación. Asumir esas heridas, andar esos duros caminos, es prueba de
fraternidad. No se puede construir una espiritualidad franciscana angelical, desvinculada del giro
dramático que, con frecuencia, toman los acontecimientos de nuestras vidas y del mundo. En el
sentimiento de “amargura-gozo” que surge a partir del icono del leproso, es preciso recuperar el
sentido de la misericordia, que es poner al pobre (miser) en el lugar del corazón (cordia). Hoy la
misericordia tiene el rostro de la justicia y de la dignidad.3
3
Cf. Fidel Aizpurúa Donazar, ofm cap, “Y los traté con misericordia (Test. 2)…61.
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