EPILOGO

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En los países del centro o del norte de Europa, donde las especies endémicas pueden contarse con los dedos de la mano, los libros rojos existentes suelen casi siempre incluir especies
no endémicas, a menudo comunes con muchos otros países, pero que tienen escasa representación en el considerado.
En España, con más de 1.300 endemismos de rango específico (España peninsular + Baleares + Canarias), las cosas aparecen radicalmente diferentes. El libro que tenemos en nuestras manos no puede verse más que como un tímido primer paso y, en buena lógica, debería
ser simplemente el volumen inicial de toda una serie de ellos. Basta con pasar una ligera revista a la situación real de nuestra flora para llegar a tal convencimiento.
Las islas Canarias ocupan solamente un 1,5 por 100 de la superficie nacional, pero albergan casi la mitad de nuestros endemismos, con el valor añadido de que la proporción de los
llamados locales es bastante mayor en ellas que en la Península, al tiempo que las situaciones
extremas de amenaza para la flora son bastante más abundantes. Un libro rojo sobre las plantas canarias es urgente, y quizá uno solo no sería suficiente. Afortunadamente, hay más de un
grupo de investigadores botánicos trabajando activamente sobre el tema y debemos congratularnos de que tal obra se encuentre ya próxima.
Sólo en la Península y Baleares hay más de trescientos táxones de rango subespecífico,
que casi por definición suelen ser bastante locales y que muchas veces están sujetos a riesgos o amenazas. Forman parte de la diversidad genética de nuestra flora y son, por tanto,
muy merecedores de consideración desde el punto de vista conservacionista. Quizá un libro
sobre subespecies podría tratar también algunas de las especies locales que no fue posible
incluir en el que ahora se publica.
A lo largo de los Pirineos abundan especies bastante locales que, por estar presentes a
ambos lados de la frontera, no contarían en una lista de endemismos estrictos de España o
de Francia. Otros endemismos de las cordilleras Pirenaica, Carpetana y Oretana o del litoral
del suroeste crecen simultáneamente en Portugal y en España. Estos dos grupos de endemismos, que podríamos llamar compartidos, totalizan muy bien otros trescientos táxones y serían
merecedores de otro libro rojo donde colaboraran colegas de nuestros países vecinos. Sería
un buen preludio de otras futuras colaboraciones para la protección in situ de endemismos
fronterizos.
Volumen aparte pudieran merecer los endemismos íbero-mauritanos o íbero-africanismos,
especies del norte de Africa cuya única representación europea ocurre en la Península Ibérica. Vienen a sumar unas quinientas especies y ciento veinticinco subespecies, si bien cabe
una selección entre ellos, según la amplitud de su área en el Moghreb y/o en la Península.
Cualquier estudio botánico sobre plantas norteafricanas suele tener una repercusión casi inmediata sobre el conocimiento de nuestra propia flora, y ello sigue siendo cierto en el campo
de la conservación.
Otra temática interesante la constituyen los helechos. Helechos endémicos tenemos pocos
(acaso sólo una especie: Asplenium majoricum Litard.), por lo que el enfoque debería ser necesariamente algo distinto. Pero es obvio que la regresión de muchos helechos a nivel continental o mundial, el carácter relíctico de la mayoría y su distribución, salpicada y dispersa, son
razones suficientes para ocuparse de las poblaciones locales de muchas especies, aunque no
sean endémicas de áreas o países determinados. En nuestro caso resulta fácil avalar estas
ideas, citando simplemente la presencia en nuestro suelo del Psilotum nudum (L.) Beauv., casi
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