HESCHEL, A. J. Prólogo – Párrafos seleccionados “El Shabat. Su

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HESCHEL, A. J.
“El Shabat. Su sentido para el hombre moderno.”
Prólogo – Párrafos seleccionados
La civilización técnica es la conquista del espacio por el hombre. Es un triunfo
frecuentemente logrado mediante el sacrificio de uno de los ingredientes esenciales de
la existencia: el tiempo. En la civilización técnica gastamos tiempo para ganar espacio y
el acrecentamiento de nuestro poder en el mundo del espacio se convierte en nuestro
objetivo principal. Pero tener más no significa ser más. El poder que alcanzamos en el
mundo del espacio se detiene bruscamente ante los límites del tiempo. Mas el tiempo
es el corazón de la existencia.
Una de nuestras tareas principales es, ciertamente, lograr el control del mundo del
espacio. El peligro comienza cuando al adquirir este poder en el reino del espacio
traicionamos toda aspiración en el reino del tiempo. Existe un reino del tiempo cuyo
objetivo no es tener sino ser, no poseer sino dar, no dominar sino compartir, no
someter sino acordar. La vida adquiere un sentido erróneo cuando el control del
espacio, la conquista de las cosas del espacio, se convierte en nuestra única
preocupación.
(…) Hay felicidad en el amor al trabajo; hay aflicción en el amor al lucro. (…)
La civilización técnica deriva principalmente del anhelo humano de someter y dirigir las
fuerzas de la naturaleza. La manufactura de herramientas, el arte del hilado y la
labranza, la construcción de casas y la navegación, todo ello se desarrolla en el mundo
espacial del hombre. La dedicación de la mente humana a las cosas del espacio afecta,
hasta nuestros días, todas las actividades del hombre. Aun las religiones se ven
dominadas con frecuencia por la noción de que la divinidad reside en el espacio, en
lugares determinados, como montañas, bosques, árboles o piedras, que quedan
signados, de tal modo, como lugares sagrados; la divinidad queda ligada a una tierra
determinada, la santidad asociada a las cosas del espacio, dejando en pie la cuestión
fundamental: ¿Dónde está el dios? La idea de que Dios está presente en el universo
despierta gran entusiasmo, aunque dicha idea significa Su presencia en el espacio más
bien que en el tiempo, en la naturaleza más bien que en la historia, como si Él fuese
objeto y no espíritu. (…)
(…)
Es difícil para la mente primitiva abarcar una idea sin la ayuda de la imaginación, y es
en el dominio del espacio donde la imaginación manifiesta su poder. La imagen de los
dioses ha de ser visible, pues donde no hay imagen no hay dios. La reverencia por las
imágenes sagradas, por los monumentos o lugares sagrados, no sólo es inherente a la
mayoría de las religiones, sino que ha sido conservada por el hombre de todas las
épocas, de todas las naciones, piadosos, supersticiosos e incluso antirreligiosos; todos
continúan rindiendo homenaje a estandartes y banderas, a santuarios nacionales, a
monumentos erigidos a reyes y héroes. (…)
Vivimos infatuados por el esplendor del espacio, por la grandiosidad de las cosas del
espacio. (…) En nuestra vida cotidiana nos dedicamos principalmente a lo que nos
transmiten los sentidos, lo que perciben los ojos, lo que tocan los dedos. La realidad es
para nosotros el conjunto de las cosas constituidas por sustancias que ocupan el
espacio, e incluso Dios es concebido como cosa por la mayoría.
El resultado de tal sumisión a las cosas es la ceguera a toda realidad que no logre
identificarse realmente con una cosa. Esto queda evidenciado por nuestra
comprensión del tiempo, que por ser inconcreto e insustancial, se nos aparece como
carente de realidad.
Sabemos, ciertamente, qué hacer con el espacio, pero no sabemos qué hacer con el
tiempo si no lo subordinamos al espacio. La mayoría de nosotros trabaja afanosamente
por las cosas del espacio, y padece, como consecuencia, un temor al tiempo,
profundamente enraizado, que nos espanta cuando nos vemos obligados a mirarlo
frente a frente. (…) Al evitar, por lo tanto, enfrentarnos con el tiempo, huimos al
refugio de las cosas del espacio. (…)
El hombre no puede eludir el problema del tiempo. Cuanto más lo pensamos mejor
comprendemos que no es posible conquistar el tiempo por medio del espacio: sólo
podemos dominar el tiempo con el tiempo.
El más alto fin de la vida espiritual no es acumular un mundo de informaciones, sino
afrontar los instantes sagrados. En una experiencia religiosa, por ejemplo, no es una
cosa lo que se impone al hombre, sino una presencia espiritual. (…) Un instante de
visión interior es una dicha que nos transporta más allá de los confines del tiempo
mensurable. La decadencia de la vida espiritual comienza cuando dejamos de sentir la
grandiosidad de lo eterno en el tiempo.
No es nuestra intención aquí menospreciar el mundo del espacio. (…) El tiempo y el
espacio se hallan entrelazados, y desdeñar cualquiera de ellos es cegarse parcialmente.
Solo abogamos contra la rendición incondicional del hombre al espacio, contra su
esclavitud a las cosas. No debemos olvidar que no es el objeto el que da sentido al
momento; es el momento el que otorga sentido a las cosas.
La Biblia se ocupa más del tiempo que del espacio. Ve al mundo bajo la dimensión del
tiempo. Presta mayor atención a las generaciones, los acontecimientos, que a los
países, las cosas; concede mayor importancia a la historia que a la geografía. (…)
Uno de los hechos más importantes en la historia de las religiones fue la
transformación de las festividades agrícolas en conmemoraciones de acontecimientos
históricos. Las festividades de los pueblos antiguos se hallaban íntimamente ligadas a
las estaciones de la naturaleza. Celebraban lo que acontecía en las respectivas
estaciones de la vida de la naturaleza. Así, el valor de un día festivo lo determinaban
las cosas que la naturaleza producía o dejaba de producir. La Pascua judía,
originariamente una fiesta de primavera, se convirtió en la celebración del éxodo de
Egipto; la Fiesta de las Semanas, antigua festividad de la cosecha al finalizar la
recolección de trigo ("jag ha-katsir", Exodo, 23:16, 34:22), se convirtió en la
celebración del día en que la Tora fue entregada en el Sinaí; la Fiesta de las Cabañas,
antigua festividad de la vendimia (jag ha-asif", Exodo, 23:16), conmemora las cabañas
en que vivieron los israelitas durante su estancia en el desierto (Levítico, 23:42 y sig.).
Los acontecimientos señalados de la época histórica fueron para Israel más
significativos, espiritualmente, que la repetición del proceso del ciclo de la naturaleza,
aun cuando de el dependiese su subsistencia física. Mientras las divinidades de los
otros pueblos estaban asociadas a lugares y cosas, el Dios de Israel era el Dios de los
acontecimientos, el Redentor de los esclavos, el que había revelado la Tora,
manifestándose en los acontecimientos históricos más que en objetos o lugares. Asi
fue como nació la fe en lo incorpóreo, en lo inimaginable.
El judaísmo es la religión del tiempo que aspira a la santificación del tiempo. A
diferencia del hombre mentalmente dominado por el espacio, para quien el tiempo es
invariable, iterativo, homogéneo, para quien todas las horas son iguales, cual conchas
vacías en su carencia de calidad, la Biblia percibe el carácter distintivo del tiempo. No
hay dos horas idénticas, cada una es única y especial en un momento dado, exclusiva e
infinitamente preciosa.
(…) Los Shabatot son nuestras grandes catedrales (…)
El ritual judío podría describirse como el arte de las formas simbólicas en el tiempo,
como la arquitectura del tiempo. La mayor parte de sus observancias, tales como el
Shabat, la Luna Nueva, las festividades, el año Sabático y el de Jubileo, se basan en una
determinada hora del día o estación de año. (…)
Una de las palabras más ilustres de la Biblia es la palabra "kadosh", sagrado, palabra
más representativa que ninguna otra del misterio y majestad de lo divino. ¿Pero cuál
fue el primer objeto sagrado en la historia del mundo? ¿Una montaña? ¿Un altar?
La ilustre palabra kadosh es verdaderamente utilizada por vez primera en una ocasión
única: en el Libro del Génesis, al final de la historia de la creación. Cuan
extremadamente significativo es el hecho de que se la aplique al tiempo: "Y bendijo
Dios el día séptimo y santificóle" [KADOSH]. No hay referencia alguna en el registro de
la creación a ningún objeto en el espacio dotado con el atributo de la santidad.
(…)
Mientras que las festividades celebran acontecimientos ocurridos en el tiempo, la
fecha del mes asignada en el calendario a cada festividad queda determinada por la
vida de la naturaleza. Las Pascuas y la Fiesta de las Cabanas, por ejemplo, coinciden
con la luna llena, y la fecha de todas las festividades es un día en el mes y el mes es un
reflejo de lo que se repite periódicamente en el reino de la naturaleza, puesto que el
mes judío comienza con la luna llena, con la reaparición del creciente lunar en el cielo
vespertino. El Shabat, por el contrario, es enteramente independiente del mes y no
tiene relación con la luna. Su fecha no es determinada por acontecimiento alguno en la
naturaleza, como la luna nueva, sino por el acto de la creación. Así, pues, la esencia del
Shabat es absolutamente independiente del mundo del espacio.
La significación del Shabat consiste más bien en la celebración del tiempo que en la del
espacio. Durante seis días a la semana vivimos sometidos a la tiranía de las cosas del
espacio, en Shabat tratamos de ponernos a tono con la santidad en el tiempo. Es el día
en que somos llamados a participar en lo que hay de eterno en el tiempo, a pasar de
los resultados de la creación al misterio de la creación, del mundo de la creación a la
creación del mundo.
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