el dios de lo normal

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EL DIOS DE LO NORMAL
A veces parece más fácil encontrarte en lo especial, en lo diferente,
en lo extraordinario. En una experiencia única, en una amistad
increíble, en un amor apasionante, en un acto de heroísmo, en una
cruz tremenda… pero lo cierto es que también estás en lo cotidiano,
en lo que ocurre cada día, en el hoy. Y es importante aprender a
verte ahí. Eres el Dios de lo normal, de las horas tranquilas, de las
relaciones serenas, de los gestos sencillos, de las melodías familiares,
de las pequeñas alegrías y de las renuncias discretas.
Dios cotidiano.
¿Es que te escondes
o acaso sigo un mapa erróneo?
Quizás deba dejar de esperar
a lo especial,
a lo sublime, lo superlativo,
lo excepcional.
Y buscarte en las horas quietas,
en las conversaciones intrascendentes,
en las palabras casuales,
en las lecturas sin huella,
en las letras minúsculas de mi historia;
buscarte en lo prosaico,
en los mensajes con motivo,
en las tardes irrelevantes,
en los trabajos con fecha de caducidad,
en los días grises,
en los sentimientos ligeros,
en los fracasos sin lágrima
y los aciertos sin acta.
Quizás, sin yo notarlo,
eres compañía discreta
en los viajes de trabajo,
luz suficiente en paisajes olvidables
silencioso eco en la oración callada,
fuerza justa en la lucha de cada día,
roce casual en el esfuerzo compartido.
¿Dios escondido?
O revelado en el envés menos brillante
de la vida.
Lo normal es un milagro.
Aunque a veces me cuesta darme cuenta. Parece que siempre tiene
uno que estar sintiendo mucho, viviendo mucho, experimentando
algo nuevo, diferente. Parece que de otro modo estás encerrado en
una vida vulgar. Pero en realidad lo que es un poco tonto es valorar
solo lo especial, o creer que eso es lo que da sentido a la vida.
Porque hay muchas vivencias cotidianas que, si lo pienso bien, son
algo grande: El pan nuestro de cada día, la palabra, llena de
posibilidades, el ocio, el trabajo, aprender, estudiar, las rutinas que
van marcando los días, los términos medios, las inquietudes por
cosas sencillas… Ayúdame, Señor, a valorar lo normal.
La gente, Dios y yo.
A veces también se puede caer en la ceguera respecto a las presencias
más habituales. Uno da por sentado a la familia, a muchos amigos, a
gente cuya vida se cruza con la tuya sin tener que dejar una huella
definitiva.... Y parece que si sus nombres no van a quedar grabados a
fuego en el corazón uno deja de darse cuenta de lo mucho que
importan. Y uno deja de comprender cómo se teje la vida en
conversaciones sencillas, en colaboraciones puntuales, en afectos
tranquilos. Ayúdame, Señor, a buscarte en las gentes de mi vida.
MI PALABRA
MI PALABRA SERÁ COMO LA LLUVIA QUE AL CAER DESDE EL
CIELO EMPAPA LA TIERRA, LA HACE FECUNDA, LA LLENA DE
VIDA (bis)
MI PALABRA SERÁ COMO LA LLUVIA MI PALABRA SERÁ COMO
LA LLUVIA QUE AL CAER EMPAPA LA TIERRA, LA LLENA DE VIDA.
«Fue a Nazaret, donde se había criado, y según su costumbre entró
un sábado en la sinagoga y se puso en pie para hacer la lectura. Le
entregaron el libro del profeta Isaías. Lo abrió y dio con el texto que
dice: “El espíritu del Señor está sobre mí porque él me ha ungido
para que dé la Buena Noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar
la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en
libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor.”
Lo cerró, se lo entregó al empleado y se sentó. Toda la sinagoga
tenía los ojos fijos en él. Y él empezó diciéndoles: “Hoy se cumple
este día.”» (Lc 5,16-21)
Agradecimiento
Debo mucho a quienes no amo.
El alivio con que acepto
que son más queridos por otro.
La alegría de no ser yo
el lobo de sus ovejas.
Estoy en paz con ellos
y en libertad con ellos,
y eso el amor ni puede darlo
ni sabe tomarlo.
No los espero en un ir y venir
de la ventana a la puerta.
Paciente casi como un reloj de sol
entiendo lo que el amor no entiende;
perdono lo que el amor jamás perdonaría.
Desde el encuentro hasta la carta
no pasa una eternidad,
sino simplemente unos días o semanas.
Los viajes con ellos siempre son un éxito,
los conciertos son escuchados,
las catedrales visitadas, los paisajes nítidos.
Y cuando nos separan lejanos países
son países bien conocidos en los mapas.
Es gracias a ellos
que yo vivo en tres dimensiones,
en un espacio no-lírico y no-retórico,
con un horizonte real por lo móvil.
Ni siquiera imaginan
cuánto hay en sus manos vacías.
"No les debo nada",
diría el amor sobre este tema abierto
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