4 IDENTIDAD / Domingo 25 DE septiembre de 2016 Vizcaíno hubo dado un giro radical a su vida emigrando a la península de Baja California, desde que llegó a Tijuana se fue formando espontáneamente, con él como presencia central, una tertulia en el café del hotel “Nelson”, a las que asistían periodistas, actrices, escritores, poetas, pintores y más, que duró casi treinta años. Por Enrique A. Velasco Santana [email protected] L lega de nuevo el aniversario de su nacimiento y con éste, la memoria de Rubén Vizcaíno Valencia, icono cultural de Tijuana, o mejor aun, de Baja California, recobra una presencia en primer plano, como cada septiembre, especialmente, con las “Jornadas Vizcaínas”. Aunque, si hemos de ser precisos, si no con la intensidad que la efeméride trae consigo, su presencia es una constante en la que su nombre y su figura forman parte de la cotidianidad por estos rumbos: en el Colegio de Bachilleres en el que se transmutó, con ubicación incluida, lo que alguna vez fue la Preparatoria No. 2 de la UABC, la “prepa de arriba”, “la de la Juárez”, en la que Vizcaíno maestro dictó su cátedra de lógica, ética, e Historia de las Doctrinas Filosóficas a generaciones de estudiantes; en el teatro de la propia UABC aquí en Tijuana, y, en fin, es figura protagónica en el cuadro “Avenida Revolución”, de Varrona, que se aprecia en la biblioteca general de nuestra máxima casa de estudios, y en el mural de este autor, en el pasaje Rodríguez, así como en la obra de gran dimensión que en la propia universidad plasmó la pintora Ariana Escudero. Y, desde luego, es el personaje en bronce que ocupa una banca en la llamada, claro, “Estación Vizcaíno” del Centro Cultural Tijuana, donde propios y extraños llegan a tomarse la consabida foto y tienen lugar múltiples y diversos eventos culturales. Es de bronce también el busto que preside la entrada de la Sala “Rubén Vizcaíno Valencia”, en el Instituto Municipal de Arte y Cultura, obra realizada por Varrona en su faceta de escultor. Rubén Vizcaíno Valencia vino al mundo el 11 de septiembre de 1919, en Comala, Col., de donde salió a los cinco años para volver solo muchas décadas después, en las postrimerías de su vida, para ver la casa de su infancia, convertida en prosaica pizzería y el río de sus recuerdos, que era también el de sus sueños. Eso lo hizo feliz, pero entre uno y otro acontecimiento hay una larga, singular, intensa y fructífera existencia cuyos episodios él narraba con la belleza de los charlistas que hacían de la conversación un arte. Poeta galardonado y periodista cultural de largo aliento, creador de la sección cultural del “El Mexicano” desde su fundación, en 1959 (con breves intervalos), más de una vez dijo que su tránsito a la palabra escrita había implicado para él vencer una resistencia: su forma de expresarse siempre había sido la palabra hablada. Y era natural, miembro de las cofradías de los cafés de la Ciudad de México en su época de estudiante de Derecho y Filosofía, allá por la década de los años cuarenta del pasado siglo, así como orador impetuoso, decía que, para escribir, tiempo hubo en el que tenía que imaginarse un público que escuchara su discurso. La tradición de los cafés al rededor de cuyas mesas se realizaban tertulias en GENIO Y FIGURA Rubén Vizcaíno Valencia RETORNO Y PRESENCIA PERMANENTE las que se discutía sobre todos los tópicos: política, arte, literatura, filosofía, gozaba en aquellos años de cabal salud y una vez que Vizcaíno hubo dado un giro radical a su vida emigrando a la península de Baja California, desde que llegó a Tijuana se fue formando espontáneamente, con él como presencia central, una tertulia en el café del hotel “Nelson”, a las que asistían periodistas, actrices, escritores, poetas, pintores y más, que duró casi treinta años. Al llegar a la entidad, inicialmente se estableció en Mexicali, en donde abrió en sociedad con un amigo una agencia de publicidad, participó en la organización de las celebraciones por el 50 aniversario de la fundación de la ciudad, y se involucró hasta sus últimas consecuencias en el proceso de transformación del entonces territorio a Estado de Baja California, para después, a invitación del señor Mario Novoa, director del recién creado periódico “El Mexicano”, asentarse con su familia en Tijuana y convertirse en pionero del periodismo cultural, labor que no solo tenía como propósito la difusión de la obra de los artistas locales, en la plástica, en la poesía, en el teatro, en la música, en fin, en todas las expresiones del espíritu, sino impulsar las nacientes -y algunas no tan nacientes- vocaciones, a fin de que se fuera trazando lo que siempre fue su sueño: el rostro de la entidad, y en particular, de Tijuana, aquellas “californidad” y “tijuanidad” que se convirtieron en el eje de sus afanes, como hombre de letras y como promotor cultural. Rubén Vizcaíno y Enrique Velasco frente al teatro UABC en Tijuana, designado con el nombre del maestro universitario el 4 de diciembre de 1998.