Kurt Goldstein: Nuevas bases para una nueva neuropsiquiatría Kurt Goldstein: New Bases for a New Neuropsychiatry Mª LUZ PINTOS PEÑARANDA Universidade de Santiago de Compostela RESUMEN: A comienzos del siglo veinte, Goldstein se enfrenta a viejos errores incrustados tanto en la comprensión teórica de la fisiología neurológica y de la psiquiatría como en sus métodos de investigación, diagnóstico y terapia. Su novedoso enfoque teórico y práctico transforma el viejo paradigma de la neuropsiquiatría, y, así, la moderniza y humaniza, y rompe las fronteras entre el interior y el exterior, la mente y el cuerpo, el organismo y el medio, lo normal y lo patológico. SUMMARY: At the beginning of the 20th century, Kurt Goldstein faced errors embedded both in the theoretical understanding of neurological physiology and psychiatry, as well as in investigative methods, diagnosis, and therapy. His innovative theoretical and practical approach transforms the old paradigm of neuropsychiatry and in doing so, modernizes and humanizes it. He overcomes the boundaries between the interior and the exterior, the mind and the body, the organism and the environment, the normal and the pathological. PALABRAS CLAVE: Kurt Goldstein, moderna neuropsiquiatría, organismo, estructura general de la conducta, sentido interno del comportamiento, interacción organismo-entorno, campo perceptivo, “figura”-“fondo”, “actitud categorial”, “actitud concreta”, “situación catastrófica”, lo normal-lo patológico. KEY WORDS: Kurt Goldstein, modern neuropsychiatry, organism, general structure of behavior, internal sense of behavior, interaction organism-environment, perceptual field, “figure-ground”, “categorical attitude”, “concrete attitude", “catastrophic situation”, what's normal – what's pathological. La línea investigadora de Goldstein como neuropatólogo, así como su contacto directo con los pacientes1, le llevaron a una serie de interesantes convicciones que podríamos concentrar y resumir en esta afirmación: antes de sufrir una modificación sistemática, los fenómenos patológicos son fenómenos normales. En lo que sigue, gradualmente, se intentará lograr la comprensión de esta afirmación goldsteineana2. 1. -Viejos errores con los que Goldstein se encuentra y modo en que les hace frente. Para Goldstein, los viejos errores a evitar, incrustados en el paradigma científico del siglo precedente, eran de dos tipos: errores en la comprensión teórica de los fenómenos y errores en la consiguiente psicoterapia. a) El principal error de conocimiento al que se enfrenta Goldstein procede de la biología: consiste en pretender comprender la vida yendo desde lo “inferior” a lo “superior”, en partir de los fenómenos biológicos más “simples” para, desde ellos, avanzar hacia los más “complejos”. De ahí que las investigaciones se focalizaran en el reflejo, buscando reducir el funcionamiento del organismo a una suma de ellos. Este error se hallaba vinculado al de una concepción “atomística” del organismo, que estaba ampliamente extendida en la biología, la neurología y la psicología, y que “halló su expresión –dice él, por lo que le afectaba– en la fisiología cerebral, en la suposición de la existencia de centros cerebrales separados” (Goldstein, K., 1950:24), cada uno con su correspondiente función; en unos centros tendría lugar la percepción mientras que otros pilotarían las acciones motoras. Guiadas por esta concepción, las investigaciones científicas estaban dirigidas a aplicar estímulos aislados para detectar las regularidades que supuestamente se producen entre un estímulo que llega a uno de esos centros cerebrales y la reacción que en éste se genera. Debido a que se centraba la atención, casi exclusivamente, en los estímulos externos, se consideraba al sistema nervioso “como un órgano en reposo en el que el estado de excitación no se producía más que después de un ‘estímulo’” (Goldstein, K., 1934:69; 1983:89). El enfoque de Goldstein va en sentido inverso al de esta cadena de errores; errores que atañen –según él– a la definición de organismo. No se puede entender el comportamiento del organismo simplemente sintetizando los hechos atomísticos observados, previa provocación artificial de ellos en un laboratorio. En primer lugar, porque la vida mental no es una suma de operaciones neurofisiológicas aisladas definibles una a una. “Un órgano particular –dice– no es un sistema dotado de funciones particulares, [sino que] es únicamente una parte artificialmente extraída del todo del organismo y sobre la que estudiamos las operaciones del organismo” (1934:5; 1983:11). Todo el cerebro, y todo el organismo, participa de algún modo en cada operación parcial. En el organismo no hay reacciones aisladas puesto que “otras partes del organismo entero participan de diferentes maneras en esta reacción” (1934:131; 1983:173). Ésta es una tesis característicamente goldsteineana. “En el sistema nervioso normal –afirma– cada parte funciona relacionada con el conjunto o, por lo menos, con regiones más extensas. Las funciones de una región determinada están, por lo tanto, condicionadas también por las funciones de las otras regiones” (1950:11; 1934:348; 1983:435). En segundo lugar, porque, en la vida normal, el organismo nunca recibe estímulos aislados, ni su actividad se debe únicamente a que en él intervengan estímulos exteriores. Esto último es muy importante: no hay estímulos exteriores que estén ahí, dados de forma espontánea y que de forma natural e inevitable lleguen por igual a todos los seres vivos, provocando en ellos, según su especie, una reacción fisiológica a modo de reflejo. El hecho de centrarse de forma exclusiva en los estímulos exteriores suponía que se pasase por alto que “el organismo se encuentra constantemente bajo la influencia de estímulos internos que pueden jugar en su actividad un papel de primer plano” (Goldstein. K.,1950:11). Por decirlo de otro modo: el organismo no es una especie de máquina física que reacciona, perceptiva y motrizmente, como un autómata a los estímulos exteriores que puntualmente le llegan, como si fuesen estos los que en realidad provocan (decidiendo de un modo determinante) la actuación orgánica y sin que el organismo haga otra cosa más que “reaccionar”, pasivamente, a ellos con una respuesta refleja ya preparada de antemano y de cuya observación el científico extrae las leyes o regularidades del comportamiento. Desde esa perspectiva decimonónica, se tiene la impresión de que quien actúa como sujeto son los estímulos exteriores y no el propio sujeto. Y, sin embargo, Goldstein piensa en términos inversos3: es el organismo (se entiende, el sujeto; si usa el concepto de “organismo” es para indicar el vínculo que él quiere establecer con la biología y porque el organismo como tal entraña un plexo de diferentes elementos) el que determina a qué reaccionar y cómo; el organismo, lejos de tener una respuesta pasiva o puramente reaccional, interviene activamente, en el sentido de que es él el que define qué es lo que va a actuar sobre él a modo de estímulo y ante el que reaccionará. El organismo no es una masa material con movimientos fisiológicos provocados por el exterior. Más bien deberíamos decir que, para un ser vivo, lo externo (lo “objetivo”) sólo es lo externo “para él”, o sea, sólo es lo que es por lo interno (por lo “subjetivo”). El organismo define lo externo desde lo interno; y sólo después de esta definición, es cuando se producen sus respuestas específicas. Si el comportamiento del organismo es una estructura (Aufbau) en la que todos sus componentes operan en red y sólo son lo que cada uno es en función de su pertenencia a este entramado de correlaciones, entonces, lo “externo” y lo “interno”, el “cuerpo” y la “mente”, el “sujeto” y el “mundo entorno” o “situación vital”, la “percepción” y la “motricidad” –todos ellos correlativos inseparables–, son sólo construcciones cognoscitivas y analíticas para referirnos –de modo no muy apropiado y desde distintos ángulos–, a lo que es una unidad originaria e indestructible: la unidad (estructural) del organismo. Por lo tanto, lo interesante de este nuevo enfoque de Goldstein es que supera la concepción “objetivista” del cuerpo al poner la atención no en el cuerpo –en el cerebro– material, fisiológico, sino en el cuerpo viviente: el de un sujeto vivo y humano, cuyo comportamiento es ahora entendido como una estructura o totalidad estructural. b) Decía Goldstein que algunos médicos se movían en esquemas de pensamiento propios de las ciencias físicas4. Su errónea interpretación daba como resultado un diagnóstico y trato erróneos con los pacientes de neuropsiquiatría. En primer lugar, para realizar su diagnóstico, los médicos se ceñían a lo que el paciente “no” podía hacer, o sea, a su falta de respuestas reaccionales –o a su falta de respuestas “normales”– ante lo que se le pedía o ante las solicitudes propias que le llegaban desde su entorno. En segundo lugar, tomaban en cuenta tan sólo unos pocos síntomas y no todos, sin tener presente que no todos los síntomas son “observables” a primera vista y que, algunas veces, los pacientes parecen estar procediendo con normalidad cuando, en realidad, no es así, sino que consiguen un resultado correcto siguiendo procedimientos no normales o incorrectos; es decir, a los médicos se les pasaban por alto síntomas enmascarados. En tercer lugar, el concepto atomístico del organismo les llevaba a considerar los fenómenos tomados aisladamente, porque se partía de una determinada imagen del sistema nervioso, como si se tratase de un mosaico en el que cada una de las diferentes regiones tuviera su función específica. Así, una lesión en el sistema nervioso central afectaría, según ellos, o a una región o a otra, pero sólo a la región o regiones dañadas y, con ello, a sus respectivas funciones –y únicamente a esas funciones–, dando lugar a los síntomas propios –síntomas desde ese momento vinculados tan sólo a esa o esas regiones y a esa o esas funciones determinadas. Es decir, que aunque los médicos relacionaban los síntomas con todas las partes y funciones del cerebro, sin embargo lo hacían tomando a cada una de ellas por separado (Goldstein, K., 1950:6), en desconexión con las demás (Goldstein, K., 1934:6)5 e identificando –indebidamente– “localización de la lesión” con “localización de la función”. En cuarto lugar, pensaban que los fenómenos patológicos nada tienen que ver con los normales ya que los primeros son como simples “curiosidades” –puntuales anomalías– generadas por la enfermedad y, por lo tanto, su estudio no supondría ningún avance en el conocimiento de los fenómenos normales6; patología y normalidad son estados que nada tienen que ver entre sí, y, por tanto, habrá que analizarlas por separado. En quinto lugar, los científicos fundamentaban su metodología en la recogida del mayor número de hechos de observación atomística –y cuánto mayor número mejor–, desconectados entre sí, para pasar a relacionarlos y compararlos con el fin de obtener, como su resultado más valioso, una conclusión estadística, que se limitaba a dar una descripción abstracta y superficial sobre ellos. La postura de Goldstein se distancia de toda esta interpretación y procedimiento. El método que él empleó para el estudio de sus pacientes es innovador. En vez de tomar, como referencia, casos y más casos y generalizar superficialmente sobre ellos, entra en profundidad en el caso de un paciente, observa muy cuidadosamente su comportamiento en conjunto –es decir, observa tanto lo que es como lo que no es capaz de hacer– y termina con descripciones muy detalladas de éste y de los demás casos estudiados 7. Como veremos, su objetivo es comprender los síntomas de un paciente de un modo unificado puesto que considera que todo el cerebro, y el organismo todo, intervienen en cada operación parcial, aunque cada región lo haga a un distinto nivel. El propio Goldstein afirma abiertamente que su nuevo método tiene importancia no sólo teórica, sino también práctica: con un profundo conocimiento del caso del paciente, el médico podrá intentar asegurarle el mejor ambiente y decidirá hasta qué grado es capaz de soportar su defecto sin que, en general, se altere demasiado. Más concretamente: el médico sabrá decidir qué síntomas deben ser eliminados y cuáles pueden y deben ser conservados. El médico será incluso capaz de eliminar, hasta cierto punto, la fatiga y la patológica perseveración del paciente mientras es examinado, disponiendo el examen de tal modo que el paciente no se sienta amenazado y esto no degenere en una situación de angustia incontrolable8. Por último, cabe decir que, para Goldstein, comportamiento patológico y comportamiento normal tienen mucho que ver entre sí e incluso son comparables, ya que interpreta que ambos son respuestas diferentes a situaciones que objetivamente son las mismas. Paciente y sujeto normal buscan, en definitiva, lo mismo: satisfacer la tendencia del organismo a desplegar su naturaleza y sobrevivir de la mejor manera posible9. Goldstein va a estudiar de cerca las leyes de modificación de un comportamiento normal en patológico, desde la convicción de que el conocimiento del funcionamiento mórbido permitirá una mejor y fecunda comprensión de los fenómenos de la vida normal10. En definitiva, el objetivo de Goldstein es acceder al sentido interno del comportamiento del sujeto y tal y como es vivido por él o, dicho con otras palabras, se trata de penetrar en la nueva estructuración del organismo enfermo para acceder a esa nueva lógica –prelógica– por la que el sujeto está organizando – reorganizando– todo su comportamiento del modo en el que lo hace; por lo tanto, Goldstein considera que es necesario que el médico no sólo tenga en cuenta los síntomas que el enfermo presenta en la actualidad sino también “toda la personalidad anterior del enfermo y la transformación que esa personalidad ha sufrido como consecuencia de las modificaciones irreversibles” (Goldstein, K.,1934:279; 1983:359). Ante esto, no podemos sino sumarnos a la opinión de Georges Canguilhem para decir, con él, que Goldstein humanizó la enfermedad (Canguilhem, G.,1976:194). 2. -Participación de todas las regiones cerebrales en cada operación gracias a la organización “figura”-“fondo” Es cierto que una lesión, según donde esté localizada, originará un cierto tipo de secuelas (pérdida de sensibilidad, trastornos en el movimiento, etc.). Pero Goldstein demuestra que la secuela raramente es la pérdida de la función y que más bien lo que se produce es una desintegración o “desdiferenciación” – como él prefiere decir– de esa función que provocará en ella toda una serie de modificaciones. Quizás una de las más valiosas aportaciones goldsteineanas es la demostración de que esta desdiferenciación “invariablemente presenta las mismas características –afirma–, sea cual sea la región afectada, sea la médula espinal, el aparato subcortical o la corteza, e indiferentemente de si los reflejos, motilidad, lenguaje, pensamiento o sentimientos están afectados” (Goldstein, K., 1950:6). Características como las siguientes: una lesión directa en la corteza cerebral reduce la receptividad del paciente, el cual precisará de mucho más tiempo para reaccionar; una prolongación del tiempo de estimulación implica una mejora de la percepción y, sin embargo, a pesar del estímulo continuado, el paciente puede dejar de percibirlo; una excitación puede extenderse de un modo anormal y durar un tiempo exagerado (“perseveración”); el paciente pierde funciones y experiencias interiores que antes tenía y, debido a esto, los estímulos externos pasan a adquirir para él una importancia exagerada –de tal modo, sostiene Goldstein, que no es que el paciente presente “trastornos de atención”, como suele pensarse, sino que ve reclamada su atención por todos esos estímulos que le llegan por todos lados (“incremento del umbral”); al mismo tiempo, en la función –y esto es de suma importancia– se difuminan o confunden los límites entre “figura” y “fondo” (Goldstein, K., 1950:5-7). Conviene describir con cierto detenimiento esta última alteración en el sistema nervioso puesto que repercute directamente en cómo el paciente interpreta lo que percibe (visualmente, auditivamente, táctilmente, etc.) y, en consecuencia, en cómo va a actuar: “En toda función del organismo –dice–, la excitación en el sistema nervioso se distribuye de tal modo que el proceso en una región determinada difiere en forma e intensidad, según el estado o situación que prevalece en el resto del sistema nervioso. El proceso en la región circunscrita corresponde a lo que nosotros llamamos función, designada por el término figura; el proceso en el resto del sistema nervioso lo calificamos como fondo. En las funciones normales, los procesos de figura y fondo poseen una relación definida. Toda lesión en el sistema nervioso, especialmente en la corteza cerebral, altera esta relación. [Como consecuencia de ello,] la diferenciación perfectamente delimitada de figura y fondo se altera, originando un desnivel general o borrosidad de figura y fondo. Esto conduce, a veces, a tal extremo que la figura aparece como fondo y el fondo como figura”. (Goldstein, K., 1950:7). Pero, ¿qué significa exactamente para Goldstein que una lesión en el sistema nervioso –especialmente en la corteza cerebral– produzca una alteración en el modo en el que la percepción y todos los movimientos estaban estructurados? Según él, una lesión en una región del sistema nervioso no provoca simplemente una alteración de esa función localizada en esa región. Lo que provoca es una alteración de la estructura general de la conducta, tanto de la perceptiva como de la motriz11. En efecto, el sujeto sufre una variación en la estructura de su mundo perceptivo; ya no se trata de que “vea” fisiológicamente de modo distinto al normal, al de antes, sino que “mira” o percibe el mundo (lo interpreta) de forma diferente. Como consecuencia, al comenzar a percibir de otro modo, la estructura de su comportamiento motor también sufre una variación: el sujeto se comportará y moverá su cuerpo de otro modo —variación que irá desde la falta de reacción ante lo que la situación le solicita hasta diversas reacciones anómalas (exageradas, fijas, etc.)—. Para comprender mejor esto es útil tener en cuenta que Goldstein comparte con los psicólogos de la Gestalt12, entre otros, estos dos supuestos. El primero es que percepción y movimiento corporal son dos formas de referirnos a la que es una y la misma cosa –lo que él entiende por organismo– y que, por tanto, percepción y comportamiento motriz no sólo están estrechamente unidos sino que se dan en dependencia mutua. El segundo supuesto es que todo el comportamiento (perceptivo-motriz) está permanentemente organizándose y reorganizándose conforme a un proceso de figura-fondo –proceso sin el cual no es posible interpretar lo que se percibe ni actuar como respuesta a esto que se percibe–. Interpretar lo que se percibe sin estructurarlo conforme a lo que en ese momento hace de “figura” y a lo que hace de “fondo”, comporta inseguridad y desconcierto en el paciente e, incluso, respuestas no adecuadas y otros problemas similares. 3. -Alteración del normal proceso de adaptación al entorno y “situaciones catastróficas” Para obtener el artículo completo, póngase en contacto con la revista. Precio del número O en el que aparece este artículo, 15€ más gastos de envío. Contactar con [email protected]