a un siglo del hundimiento del crucero alemán sms dresden

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A UN SIGLO DEL HUNDIMIENTO DEL CRUCERO ALEMÁN SMS
DRESDEN
César Ladrón de Guevara. Abogado.
Profesor Instituto de Geografía, Universidad Católica de Chile.
El SMS Dresden bajo el puente Levensau, Canal del Mar del Norte
El 14 de marzo del año 1915, esto es, hace 100 años, tuvo lugar el hundimiento del
crucero alemán SMS Dresden en las aguas de la Bahía Cumberland, en la Isla Robinson
Crusoe (ex Más a Tierra), Archipiélago Juan Fernández.
Construido en los astilleros Blohm & Voss de Hamburgo, el SMS Dresden fue
un crucero ligero (Kleiner Kreuzer en alemán) de la Kaiserliche Marine alemana,
botado en octubre de 1907 y puesto en servicio en noviembre de 1908. De 118 m de
eslora y tres chimeneas, desplazaba 3650 toneladas. Contaba con 12 cañones Krupp
de 105 mm. y cuatro de 53, además de cuatro ametralladoras y dos tubos
lanzatorpedos de 45 cm UTR. Es, además, el primer crucero alemán equipado
con turbinas tipo Parsons y cuatro hélices navales tetrapalas, que con sus doce
calderas Schulz-Thornycroft le permitían alcanzar 25 nudos, cuatro más que su
gemelo, el SMS Emden, con el cual constituía clase.
¿Cuál es la sucesión de hechos que explican que el imponente crucero alemán, con
solo siete años de servicio, termine hundiéndose en las cálidas aguas del mítico
archipiélago chileno? Para saberlo, es necesario retroceder algunos años.
Hacia fines del siglo XIX y principios del XX se conoció con el nombre de la “diplomacia
de las cañoneras” al empleo limitado de la fuerza naval por parte de las potencias de
la época contra naciones más débiles, como una forma, poco ortodoxa desde luego, de
hacer valer sus derechos, justos o no, en caso de disputas internacionales, para lo cual
se recurría a demostraciones de poder naval que impresionaban (y presionaban) a
gobernantes y poblaciones locales. Consistía generalmente en enviar buques de
guerra que, con sus pabellones y artillería bien visibles, buscaban amedrentar con su
presencia.
El Imperio Alemán, en particular, fue una de esas naciones que puso en práctica la
diplomacia de las cañoneras para velar por sus intereses en diversos incidentes,
conflictos y revueltas que desangraron a las nuevas naciones latinoamericanas, las
que habían obtenido la independencia de España a partir de la primera mitad del siglo
XIX. En 1865, por ejemplo, la Königlich Preußische Marine (Marina Real Prusiana)
envía la corbeta-crucero Vineta al Río de La Plata durante el desarrollo de la guerra de
la Triple Alianza (Argentina, Brasil, Uruguay) con Paraguay. Más tarde, entre 1879 y
1880, la Kaiserliche Marine (Marina Imperial alemana) ordena el desplazamiento de la
fragata acorazada SMS Hansa, la corbeta SMS Freya y la fragata-crucero SMS Bismarck
para vigilar aguas chilenas y peruanas en plena Guerra del Pacífico, que enfrentó a
Perú y Bolivia contra su vecino del sur, Chile, a la postre vencedor del conflicto. Sin
agotar las intervenciones navales alemanas, consignemos por último que entre
diciembre de 1902 y febrero de 1903, el crucero SMS Vineta, junto a naves inglesas e
italianas bloquea Puerto Cabello y la cañonera SMS Panther bombardea Maracaibo, en
una operación naval conjunta de las tres potencias europeas para reclamar de
Venezuela el pago de su deuda externa. Es, entonces, en el contexto de la diplomacia
de las cañoneras que hay que entender, como veremos a continuación, el
desplazamiento del SMS Dresden hacia aquellos lejanos mares en que construyó su
fama y selló su suerte.
Al anochecer del 26 de diciembre de 1913, el Dresden, al mando de su comandante,
Capitán de Fragata Erick Köhler, está listo para el zarpe en la base naval de Kiel,
mientras su joven tripulación disfruta de los últimos placeres en tierra, juran fidelidad
a novias y esposas, y consuelan a sus madres. El viaje que debía emprender no es
corto. Las órdenes que se entregan a su comandante señalan que debe dirigirse al
puerto de Veracruz, en el Golfo de México, habiéndose programado una estadía de seis
meses. ¿Por qué a Veracruz? La razón se explica por las dramáticas circunstancias por
las que atravesaba México.
Desde 1910 este país americano se encuentra sacudido por la llamada Revolución
Mexicana. En julio de ese año, el general y dictador Porfirio Díaz se hace reelegir por
novena vez como Presidente de la República. Diversos bandos inician la lucha armada
contra Díaz. En octubre de 1911 se realizan elecciones libres, siendo electo Presidente
de la República Francisco Madero. Este hecho, sin embargo, no trajo la paz ni el orden
democrático. Diversas revueltas, traiciones y movimientos sediciosos continúan
convulsionando a la nación mexicana. En febrero de 1913 estalla una nueva revuelta
signada con la huella de la traición en contra del presidente Madero; su ex
colaborador, el general Victoriano Huerta, asume el poder en medio del caos,
instalando otra dictadura militar. Sin embargo, desde los primeros días del gobierno
de facto de Huerta, el gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, desconoce al
presidente-dictador y forma el Ejército Constitucionalista que a la postre termina
derrotando al gobierno federal en 1914.
El 21 de enero de 1914 el Dresden, luego de permanecer algunos días en tareas de
aprovisionamiento en el puerto de Funchal, Isla de Madeira, fondea en la hermosa
ciudad colonial de Veracruz, siendo recibido por el ruido amistoso de las sirenas de
navíos americanos, españoles, franceses, rusos e ingleses, casi todos en misión similar:
vigilar el desarrollo de la guerra civil mexicana ante la eventualidad de tener que
rescatar a sus compatriotas residentes y proteger los intereses de sus respectivos
países.
El Dresden viene a reemplazar en la costa atlántica de México al SMS Bremen, que
vuelve a Alemania luego de cumplida su misión. Por los mismos días, en la costa
mexicana del Océano Pacífico, el SMS Nürnberg, cumple tareas de vigilancia similares a
las del Dresden. Este, desde su llegada hace constantes viajes a Tampico, puerto
también ubicado en el Golfo de México doscientas millas al norte de Veracruz, por
esos días sitiado por los rebeldes, ante lo cual es necesario evacuar a los residentes
alemanes hasta Veracruz. A medida que los rebeldes continúan avanzando y
estrechando el círculo también sobre Veracruz, el comandante Köhler permite que el
buque se transforme en refugio tanto de ciudadanos alemanes como de extranjeros, lo
que lo hace merecedor de un gran reconocimiento en medio de aquel conflicto.
Finalmente, los revolucionarios de Carranza derrotan al gobierno de Huerta, el que no
tiene otro destino que el destierro. La calma y el orden se empiezan a restablecer. Los
residentes alemanes evacuados anteriormente son transportados nuevamente en el
Dresden hasta Tampico a retomar su vida, interrumpida por el duro conflicto. Luego, el
crucero alemán se encarga de trasladar al derrocado presidente Victoriano Huerta y
su numerosa corte hasta Kingston, en Jamaica, donde desembarcan el 23 de julio de
1914. Ese mismo día se sabe que, por fin, luego de siete intensos meses la misión del
Dresden y su tripulación están concluidas y el crucero se apresta a regresar a Kiel. ¡Por
fin de regreso a Alemania!. Ahora, y luego de embarcar carbón, el crucero se dirige a
Puerto Príncipe, Haití, para encontrarse con el crucero destinado a reemplazarlo en la
costa mexicana, el Karlsruhe, y proceder a realizar el cambio de comandantes. El
comandante Köhler toma el mando del Karlsruhe, para permanecer en México, y el
comandante Fritz Emil Lüdecke del Karlsruhe, recibe el mando del Dresden para
llevarlo de regreso a Kiel. El almirantazgo alemán ordena al comandante Lüdecke
navegar a máxima velocidad, pues ya se advierten algunos nubarrones en el horizonte
de Europa. El cruel destino y el curso de la historia, sin embargo, se encargan de
truncar los felices planes de regreso al hogar de aquellos 370 hombres que componían
la tripulación del Dresden.
En efecto, el 28 de junio de 1914 el archiduque Francisco Fernando de Austria y su
esposa, caen asesinados a manos de un joven estudiante nacionalista serbio. Lo que se
desencadena a continuación ya es historia conocida: el 28 de julio, Austria-Hungría
declara la guerra a Serbia. El 29 Rusia ordena la movilización general. En función de
las alianzas militares, el 1 de agosto, Alemania le declara la guerra a Rusia, al
considerar la movilización como un acto de guerra contra Austria-Hungría. Es el inicio
de la Primera Guerra Mundial. Poco a poco se suman nuevos actores al conflicto, los
que se enfrentarán durante cuatro largos años en los distintos teatros de operaciones.
Hacia la primera semana de agosto, Alemania ya se encuentra en guerra con Rusia,
Francia, Bélgica, Inglaterra y países aliados. El Alto Mando en Berlín ordena a sus
naves que ataquen las líneas de comunicaciones enemigas en distintas latitudes y se
obstaculice el comercio marítimo. La navegación se ha vuelto peligrosísima.
El 31 de julio, luego de zarpar de Saint Thomas rumbo a las Azores, el capitán Lüdecke
recibe la orden desde Berlín de cancelar su regreso y permanecer en el Caribe. El 4 de
agosto el Dresden navega con destino incierto y ha variado su curso al suroeste,
siendo abastecido por un par de buques de apoyo. La única certeza de su tripulación
es la imposibilidad de volver a Alemania por la presencia de naves enemigas en los
distintos teatros de operaciones, particularmente en el Atlántico. Tampoco se arriesga
a atracar en algún puerto para aprovisionarse, ante la eventual presencia de naves
enemigas. Desde Berlín se le ordena desarrollar una guerra de corso. Con la velocidad
del Dresden es difícil que algún buque mercante logre escapar. Algunos enemigos son
hundidos y a otros se les confisca el cargamento. Cuando la carga no tiene importancia
bélica se les deja ir previa destrucción de la radio. Siempre se respeta la integridad de
las tripulaciones.
Frente a esta encrucijada se le ordena, secretamente, unirse a la Escuadra Alemana del
Este Asiático. Desde 1897, Alemania, al igual que otras potencias de la época, cuenta
con una base naval en la rada exterior de Tsing-Tao, en la bahía de Kiaochow, en la
China septentrional. Hacia la época del conflicto la flota alemana de aquella base
oriental estaba compuesta por los cruceros pesados Scharnhorst, Gneisenau y los
cruceros livianos Nürnberg, Leipzig y Emden -el gemelo del Dresden-, más las
correspondientes naves de apoyo. Este contingente naval representa el grupo más
numeroso de buques de guerra alemanes fuera de aguas europeas.
Con la guerra ya en curso, el comandante de la Escuadra Alemana del Este Asiático, el
contraalmirante Maximiliam Graf von Spee, tiene dos razones poderosas para
abandonar apresuradamente la Base de Tsing-Tao. Por una parte, evitar ser cercado
por alguna escuadra enemiga al interior de la bahía, sin posibilidad de maniobra; por
otra, su deseo de regresar a la patria y ponerse al servicio de su alto mando. Sin
embargo, intentar llegar desde China a alguna base naval en Alemania era
prácticamente imposible para aquella escuadra, tanto como lo era para el solitario
Dresden, que ahora navega en el Atlántico hacia el sur. Las escuadras enemigas
patrullan todos los mares.
Frente a este escenario, el almirante von Spee concluye que su gran posibilidad y
esperanza es el inmenso y solitario Océano Pacífico. Su escuadra necesita de manera
imperiosa carbón y provisiones. Decide entonces que ese es su destino: Sudamérica es
un continente neutral, y Chile, en el extremo sur, un país con una ubicación estratégica
y un amplio mar, y “un matiz amistoso hacia Alemania”, según se le hace saber desde
Berlín. Chile, además, posee y ejerce soberanía sobre la Isla de Pascua en el Pacífico.
Siguiendo instrucciones de su almirantazgo, decide llegar allá, ver posibilidades de
abastecimiento para seguir rumbo a Valparaíso. De allí, dirigirse al sur, doblar por el
Cabo de Hornos o el Estrecho de Magallanes, cruzar el Atlántico y volver a una
Alemania que siente que lo necesita.
La primera semana de agosto de 1914, la Escuadra del almirante von Spee inicia una
lenta y cuidadosa travesía por el Pacífico Sur, que lo llevará a las islas Marianas, punto
de reunión con los vapores auxiliares que aportan varias miles de toneladas de carbón
y provisiones para un largo periodo en mar abierto. Luego, a las islas Marshall, y de
ahí a Samoa, siempre buscando abastecimiento para subsistir, en aguas enemigas que
los odian o neutrales que los soportan por pocas horas. Continúa hasta las islas de la
Sociedad y de ahí a Tahití. Los primeros días de octubre se reúne la escuadra en las
islas Marquesas, y ahora converge hacia Isla de Pascua, de acuerdo a las instrucciones
recibidas.
Entretanto, el Kleiner Kreuzer Dresden navega por el Atlántico en dirección suroeste
bordeando América del Sur. El 5 de agosto cruza la línea ecuatorial. El 19 carga carbón
en Trinidad, isla volcánica ubicada en medio del Atlántico, a la altura de Brasil. El 21
toma rumbo hacia la desembocadura del Río de la Plata. A estas alturas la inteligencia
británica ya sospecha de su presencia en estas latitudes. En todo este trayecto la
guerra de corso fue intensa y productiva, y hasta entretenida a decir de algún autor.
El 29 la costa patagónica del Atlántico aparece por estribor. Navega cerca de ella a un
andar económico. La tripulación desconoce totalmente la zona. Casi deshabitada, es
menos peligrosa que otras costas y se avanza a buen ritmo. El frío aumenta y cala los
huesos. El Santa Isabel, buque de apoyo, es enviado a Punta Arenas a comprar ropa de
abrigo y otras provisiones. El Dresden, en tanto, continúa navegando hasta fondear en
la deshabitada bahía Orange, isla Hoste, cerca del temido Cabo de Hornos, ya en
territorio chileno. Esta bahía será su base del 5 al 16 de septiembre de 1914. Ese día
leva anclas y sigue hacia el norte, seguido por las naves de apoyo, el Baden y el Santa
Isabel. La intrincada zona austral chilena, sus canales ocultos, sus fiordos, bahías y
fondeaderos, son el mejor refugio para buques furtivos que huyen o acechan, vengan
del Atlántico o del Pacífico. El 18 el crucero ya ha alcanzado la boca occidental del
Estrecho de Magallanes y continúa su navegación ahora hacia el norte, buscando
siempre barcos enemigos, cuidando de no lastimar la neutralidad de Chile, que en los
hechos, sin embargo, fue bastante lastimada y no solo por el Dresden. A estas alturas,
el crucero, buque perseguido y perseguidor, lleva más de un mes en continua zozobra
sin arribar a puerto para no dar pistas de su derrotero. A bordo las relaciones
humanas son buenas y alta la moral. A ello ayuda la amabilidad del comandante
Lüdecke y del segundo comandante, Nieden. La banda del crucero contribuye a
combatir los nervios, aunque a veces la música de la patria despierta la nostalgia.
El 25 de septiembre el comandante Lüdecke recibe un telegrama confidencial
confirmando que la escuadra alemana del este asiático va camino a Isla de Pascua y
debe unirse a ella. Apenas dos días después se entera que son seguidos por cuatro
buques de guerra ingleses, los que ya cruzaron el Estrecho de Magallanes y salieron a
mar abierto con rumbo al norte. Según los informes, tienen veinticuatro horas de
ventaja. El Dresden enfila al noroeste para llegar el 2 de octubre a la isla Más a Tierra
–hoy, Robinson Crusoe-. Luego de cargar carbón, continúan el día 4 rumbo a Isla de
Pascua remolcados por el Baden para ahorrar combustible. El viaje a Isla de Pascua es
peligroso. No conocen la posición de los navíos ingleses ni cuántos son exactamente.
También existen rumores no confirmados de que cruceros japoneses navegan en estos
mismos mares.
Alrededor de las cuatro de la mañana del 12 de octubre Isla de Pascua está a la vista.
Al abrir el día se divisan columnas de humo en el horizonte y la tensión aumenta.
¿Navíos ingleses? ¿Japoneses? Toda la tripulación está en sus puestos.
Afortunadamente, poco después vuelve la calma y estalla la alegría. Es el Scharnhorst,
buque insignia de la escuadra, el Gneisenau, el crucero liviano Nürnberg, los
transportes Krokodill, Titania y el vapor correo York. El Dresden, después de meses de
vagabundear solitario por fin está entre los suyos. El día 14 se suma el Leipzig,
procedente de México (donde había reemplazado al Nürnberg), acompañado del
Karnack, el Goettingen y otro barco menor. Toda una flota en la inmensidad del
Pacífico.
El 18 de octubre, los buques, llenos de carbón y suministro, parten con curso sureste
hacia Chile continental, previa escala en la isla Más Afuera (hoy, isla Alejandro Selkirk)
donde las tripulaciones aprovechan de descansar. El almirante von Spee no ha
comunicado a los otros comandantes si recalará en el puerto neutral de Valparaíso o
seguirá directamente hacia el sur. Mantiene la duda incluso cuando el 1 de noviembre
von Spee recibe la información que el acorazado inglés HMS Glasgow está fondeado
en el puerto de Coronel, 290 millas al sur de Valparaíso.
Mientras todo esto ocurre en torno a la flota alemana, en las islas Falkland se
encuentra anclado el crucero inglés Good Hope, buque insignia de la escuadra inglesa
del Atlántico sur, bajo el mando del contralmirante Sir Christopher Cradock, el que ha
recibido la orden desde Londres de interceptar la escuadra del almirante von Spee,
para lo cual se le ordena avanzar hacia el Océano Pacífico. Es imperioso proteger las
rutas comerciales del Atlántico por donde navegan barcos argentinos, uruguayos y
brasileños, llevando grano, carne, café, frutas y muchos otros productos que alimentan
a las tropas en distintos frentes.
Cradock cuenta con una flota más bien disminuida. El lento y viejo Canopus, que
avanza a un máximo de doce nudos, más el Glasgow, el Otranto y el Monmouth. Se le
pide además dejar a este último a vigilar las rutas atlánticas. Cradock protesta ante el
almirantazgo británico pues está consciente de su inferioridad. Pide, además, el
Cornwall y el Defence. “Negativo. Es suficientemente fuerte con lo que tiene”, es la
respuesta.
Con la certeza de la derrota y de la muerte, Cradock parte a despedirse del gobernador
de las islas Falkland y en el jardín de la residencia cava una fosa en la que deposita sus
condecoraciones militares. Quiere que algo suyo particularmente querido repose en
suelo inglés.
El 22 de octubre de 1914, el Good Hope deja Puerto Stanley, cruza el Cabo de Hornos e
ingresa al Pacífico. En los intrincados canales de la zona austral de Chile elige bahía
Vallenar, en el archipiélago de los Chonos como base secreta para el
aprovisionamiento de sus cruceros y el descanso de su tripulación. El Otranto ya
estaba ahí. El Monmouth y el Glasgow regresan de Valparaíso. Cradock sabe que
navegar hacia el norte de Chile es ir al enfrentamiento y su obsesión es vencer. Lo
angustia la idea de una escuadra inglesa derrotada. Vuelve a enviar al Glasgow a
Coronel a averiguar si el cónsul inglés en Concepción ha recibido algún tipo de
información de inteligencia desde Londres. Mientras el Glasgow permanece en
Coronel, detecta al SMS Leipzig, que se había quedado rezagado de la flota alemana al
salir de Isla de Pascua y operaba insistentemente la radio buscando su flota.
Advertido Cradock, ordena al Glasgow unirse a la escuadra el 1 de a cincuenta millas al
oeste de la costa. Piensa atrapar al ruidoso Leipzig, cuya radio seguía funcionando. Lo
que no sabía Cradock es que Von Spee había ordenado al Leipzig incrementar sus
emisiones de radio mientras las demás naves permanecían en silencio, por lo que el
almirante británico no sabía a ciencia cierta si se las vería con una sola nave destacada
en exploración o con toda la escuadra alemana.
Von Spee, por su parte, ha sido informado que el crucero inglés Glasgow está fondeado
en la rada de Coronel, y se dirige a interceptarlo.
El historiador naval inglés T.G. Frothingham afirma en su Historia Naval de la Gran
Guerra: “Los alemanes navegaron en dirección sur a la búsqueda del Glasgow. Esto
tenía lugar al mismo tiempo que los ingleses se dirigían al norte a la caza del Leipzig.
En consecuencia, cada escuadra iba al acecho de un solo buque, convencida que
estaría aislada de su flota. Nunca imaginaron que la persecución los enfrentaría al
grueso de las unidades enemigas. Esta fue la extraña situación que tuvo como
consecuencia la Batalla de Coronel”.
En definitiva, ambas escuadras se enfrentan al atardecer del 1 de noviembre de 1914
a 50 millas al frente de la bahía de Coronel, con un contundente triunfo de la escuadra
alemana. Solo se salvaron el Glasgow y el Otranto, los que huyeron mar adentro y
luego hacia el sur, buscando la protección del acorazado Canopus, que en ese
momento se encontraba a la altura de la isla de Chiloé. El rescate de náufragos
británicos resulta imposible a causa de la oscuridad y de las grandes olas. Murieron
1654 marinos británicos, incluido el almirante Cradock, además de la pérdida de dos
cruceros pesados, quedando el Océano Pacífico a merced de la escuadra alemana.
Como las reglas sobre la entrada a puertos neutrales de buques beligerantes solo
permitían al almirante von Spee el ingreso de tres de sus naves en forma simultánea,
los cruceros Leipzig y Dresden son enviados al archipiélago Juan Fernández,
ingresando a Valparaíso el Scharnhorst, el Gneisenau y el Nürnberg. Reparan las naves,
se adquieren víveres y combustibles, y son objeto de diversos y efusivos festejos por la
colonia alemana y los heridos atendidos en el Hospital Alemán.
El SMS Dresden en Valparaíso
Vencidas las veinticuatro horas de estadía permitida en puerto neutral, al despuntar el
6 de noviembre, la escuadra abandona Valparaíso y se dirige a fondear al oeste de la
isla Más Afuera, donde permanecen hasta el 15. A la postre, esos quince días
transcurridos desde la batalla de Coronel fueron decisivos para dar tiempo a Gran
Bretaña para prepararse y adelantarse a la próxima jugada de Spee. Este supuso que
las Islas Falkland, estaban indefensas y decide dirigirse hacia allí para tomarlas.
Luego de dos gratas semanas, la escuadra alemana, incluido el Dresden, zarpa hacia el
sur de Chile. El 18 de noviembre de 1914 la flota llega a Bahía San Quintín, en el Golfo
de Penas, manteniéndose a la expectativa por posibles sorpresas hasta el 21, fecha en
que se suman dos transportes, el Seydlitz y el Menphis, que entregan carbón y
provisiones. El 30 de noviembre la flota se encuentra al sur del Cabo de Hornos, y el 3
de diciembre toma curso hacia el norte; el 4 ingresa a aguas interiores chilenas, entre
el falso Cabo de Hornos y el archipiélago Wollaston hasta llegar a isla Picton en el
Canal Beagle, para faenas de carbón.
El 6 el almirante von Spee reúne a los comandantes de los cruceros y otros oficiales
del Estado Mayor a bordo del Scharnhorst, y comunica sus instrucciones: “Saliendo de
Picton, la escuadra se dirigirá a las islas Falkland. Tendremos un trabajo fácil. La rada
estará desocupada. Un telegrama recibido en Valparaíso, procedente de Punta Arenas,
dice que un vapor llegado de las Malvinas, afirma que Puerto Stanley está vacío. La
escuadra enemiga, al parecer, partió hacia Africa del Sur”. En una tensa reunión, varios
de los comandantes le hacen presente lo arriesgado de la misión pues podrían ser
objeto de una trampa, e incluso lo innecesario de la misma. La escuadra, señalan,
podría pasar lejos de las Falkland, abastecerse de carbón al sur del Río de la Plata y
continuar hacia Alemania. Von Spee insiste: “Yo no haré guerra de corso. Mi escuadra
está aquí para batirse. Tarde o temprano tendremos una batalla y prefiero que sea
cuanto antes”.
En Londres, entretanto, apenas conocidas las noticias de la grave derrota de Coronel,
el almirantazgo decide el envío inmediato de un fuerte escuadrón naval al mando del
almirante Sir Frederick Doveton Sturdee, conformado por dos cruceros de batalla, el
HMS Invencible y el HMS Inflexible, tres cruceros acorazados y dos cruceros ligeros.
El 8 de diciembre de 1914, el escuadrón alemán se aproxima desde el sur hacia Port
Stanley, en un día claro y tranquilo. Von Spee confiado en la información de
inteligencia recibida desde Punta Arenas, esperaba encontrar el enclave británico
desguarnecido, desembarcar marinería y destruir las instalaciones de telegrafía, pieza
clave en la red británica de comunicaciones en el Atlántico sur, e incendiar los
depósitos de carbón. Desconocía, sin embargo, que el día anterior había arribado el
poderoso escuadrón británico. Von Spee, al advertir su presencia y la envergadura del
mismo comprendió que estaba perdido; ordena suspender el ataque y retirarse. Los
alemanes se alejan a toda marcha, logrando una ventaja de 24 km al momento de
zarpar el escuadrón británico. Se inicia entonces, más que un enfrentamiento una
persecución, que termina con la flota alemana casi completamente destruida. De los
ocho buques alemanes sólo se salvaron el auxiliar Seydlitz, que termina recalando en
un puerto argentino, y el crucero Dresden, que gracias a su mayor velocidad y
amparado por la oscuridad de la noche, busca refugio en los canales y fiordos de la
zona austral de Chile. Más de dos mil marinos alemanes pierden la vida en las
Falkland, incluidos el almirante von Spee y sus dos hijos oficiales.
A partir de entonces, el Dresden, nuevamente solitario, huye silencioso e inseguro.
Desde que ha salido del área de los combates escucha radios inglesas que se
comunican el hundimiento de los buques alemanes, uno a uno. ¿Y dónde está el
Dresden?, se preguntan una y otra vez. El almirante Sturdee ordena: “Todos los buques
en la zona, informar cualquier noticia sobre el Dresden”. Sus instrucciones indican que
la destrucción de la escuadra alemana debe ser total.
A las 5 de la madrugada del día 9 el comandante Lüdecke avista Tierra del Fuego.
Continúa al suroeste por el Mar de Drake y cruza el meridiano del Cabo de Hornos a
cincuenta millas al sur, para luego hacerlo al noroeste, en dirección a uno de los
accesos oceánicos que le permita alcanzar aguas interiores, en el laberíntico mar
austral chileno. Escoge hacerlo por Isla las Furias, por contar con una mejor
cartografía. Continúa por el Canal Cockburn y al llegar a la cuadra de la isla Clavel, sus
aguas tranquilas y protegidas le conceden un primer respiro. Toma luego el canal
Magdalena y entra a bahía Morris. Zona de recursos importantes como agua, leña (que
reemplaza al escaso carbón) y productos del mar.
El 11 de diciembre, con la tripulación agotada, decide fondear. Se da la orden de
apagar fuegos y luces, y el sueño los invade. En la madrugada aparece una
embarcación llevando a bordo al comandante del cazatorpedero Condell de la armada
de Chile. El oficial es recibido por el comandante Lüdecke. Necesita conocer los planes
del navío alemán y recordarles que de acuerdo a las leyes internacionales no podían
permanecer más de veinticuatro horas en ese fondeadero.
Se inicia de esta manera un periodo de tres largos meses en que los buques ingleses
no cesan de buscar al Dresden, el que se ve obligado a desplazarse furtivamente por
los canales fueguinos, de un fiordo a otro, de una bahía a otra, de fondeadero en
fondeadero, siempre con la ayuda de la pinaza a vapor que navega 50 metros adelante
del buque, sondeando el fondo. Los ingleses le han puesto un elevado precio.
El apremio del espacio, nos impide entrar a narrar todas y cada una de las peripecias,
peligros y riesgos que vivió el Dresden en ese territorio extraordinariamente agresivo
e impresionantemente hermoso. En definitiva, pudo eludir la persecución inglesa en
ese territorio gracias a la cadena de apoyos que formó un grupo de compatriotas.
Fundamental en esta aventura de proteger al Dresden fue Albert Pagels, piloto y
pescador alemán, residente en Punta Arenas, que con su goleta Elfriede estuvo en
permanente contacto con la tripulación, llevándoles furtivamente víveres, cartas,
herramientas y carbón, evitando siempre ser descubierto en ese verdadero nido de
espías que se había transformado Punta Arenas por aquellos días. Fundamental fue la
ayuda prestada por Harry Rothemburg, también alemán residente en Punta Arenas,
práctico de canales y gran conocedor de ese difícil territorio de islas, fiordos y canales,
que fue clave en las peligrosas tareas de mover al Dresden de un punto a otro, con las
naves inglesas pisándoles los talones. Los residentes alemanes de esa ciudad
prestaron una importante ayuda económica para financiar las tareas de
abastecimiento de una tripulación de 370 hombres. Rodolfo Stubenrauch, cónsul
alemán, jugó un papel esencial en las tareas de coordinar toda la ayuda requerida. Un
rol discreto y silencioso, pero no menos relevante, tuvo el oficial de inteligencia del
Dresden, teniente Wilhelm Franz Canaris, que al decir de un autor “hablaba español
como un chileno”. Con el grado de almirante, fue jefe de inteligencia de la Marina
Imperial durante el régimen nacionalsocialista en Alemania. Posteriormente, fue
director de la Abwehr (organización de inteligencia militar del Estado Mayor de las
fuerzas armadas alemanas) y uno de los cabecillas en varias conspiraciones contra
Hitler, principalmente en la Operación Valquiria, por la que en definitiva fue
condenado y ejecutado en la horca por guardias de las SS, en el campo de
concentración de Flossenbürg.
Hacia los primeros días de febrero de 1915, la permanencia del Dresden en el
territorio austral es insostenible. Los ingleses no cesan de patrullar la costa de Chile
llegando hasta Coronel. Cada día se hace más difícil el abastecimiento, especialmente
de carbón. El comandante Lüdecke ha decidido salir pronto a mar abierto, lo que
comunica a Berlín, por lo que el 14 de febrero al anochecer zarpa bajo duras
condiciones de tiempo. Con agradecimiento y emoción el comandante y otros oficiales
se despiden de Pagels, su sacrificado colaborador, que por última vez les lleva víveres
e informaciones, y que con emoción ve partir al Dresden hacia un destino peligroso:
hacer guerra de corso en el Pacífico y encontrar alguna ruta que le permita llegar a
Alemania.
Navega hacia el oeste, alejándose unas doscientas millas de la costa y así evitar ser
vistos por buques enemigos o chilenos. El Sierra Gorda, buque acompañante
perteneciente a la Compañía Nord Lloyd Bremen, le antecede a unas cien millas,
buscando algún mercante cargado al que apresar. El 19 de febrero alcanza la ruta de
navegación hacia Australia, donde se detiene. Recibe carbón y alimentos del Sierra
Gorda, el que continúa a Valparaíso a conseguir combustible y víveres. Por un
momento el comandante Lüdecke piensa continuar hacia Australia, o quizá pasar al
Índico y encontrarse con su gemelo, el Emden, probablemente haciendo guerra de
corso en esas latitudes, pero el oficial ingeniero, Stein, le informa que las deterioradas
máquinas no están en condiciones de resistir tan largo viaje.
El 8 de marzo una espesa neblina envuelve el buque. El combustible escasea y la
ayuda no aparece. El Dresden vuelve a estar solo, a la deriva, en ese inmenso Pacífico,
sin poder acercarse a puerto alguno por la incansable persecución inglesa.
Súbitamente el capitán Wieblitz llama a todos a sus puestos. A unos quince kilómetros
se dibuja un barco con tres chimeneas y dos mástiles. A través de los prismáticos
advierten que es el inglés HMS Kent, participante también de la batalla de las Malvinas.
Mientras escapa a todo andar hacia al archipiélago Juan Fernández, el encargado de la
radio escucha: “Encontramos al Dresden. Lo seguiremos”. El día 9 a las 8.30 hrs. el
Dresden fondeó en la isla Más a Tierra, con las máquinas crujiendo, anclando en bahía
Cumberland a unos quinientos metros de la costa, después de haber sido perseguido
el día anterior por el crucero inglés.
Inmediatamente sube a recibir el buque el Gobernador Marítimo de Juan Fernández, a
quien se le solicita permiso de estadía suficiente para reparar la nave y conseguir
carbón y víveres. El Gobernador sólo los autoriza a permanecer las veinticuatro horas
que permite la ley internacional, señalando que el Dresden había entrado por sus
propios medios y a buena velocidad a la bahía. El comandante alemán está
preocupado pues sabe que debe respetar la neutralidad de Chile, pero que dadas las
circunstancias se ve en la necesidad de vulnerar.
Después de su llegada a Más a Tierra, no hay mucho más que hacer. El Kent parece
haber desaparecido. En los días siguientes la banda del buque baja por las tardes a dar
conciertos a los isleños. Estos le retribuyen con langostas, pescados, cerdos, gallinas,
huevos. Se genera una mutua simpatía y cordialidad entre la tripulación y los isleños.
El día 13 se escucha a través de la radio señales de buques ingleses, que delatan su
proximidad. No es mucho lo que se le puede pedir al crucero alemán, dadas las malas
condiciones de sus máquinas, sumado a la falta de carbón. El comandante y la
tripulación se aferran al hecho que al estar en aguas territoriales de un país neutral,
los ingleses no los podrán atacar.
El 14 de marzo de 1915 un día soleado se deja caer sobre la isla. De pronto, rodeando
la bahía aparecen en dirección al Dresden tres cruceros ingleses. El Kent, por el este,
detrás de punta Lobería, mientras el Glasgow y el Orama, aparecen por el oeste, detrás
de punta San Carlos. Están a tres mil quinientos metros de su objetivo y a cuatro mil
de tierra. La situación del crucero alemán es crítica dado que, además, es sorprendido
con las calderas apagadas y sin presión. El Glasgow primero y luego el Kent lanzan sus
primeras andanadas. La respuesta del crucero es débil y el Dresden queda
definitivamente neutralizado.
Lüdeche ordena izar el banderín de “cese de fuego” para parlamentar. Ordena al
teniente Wilhelm Canaris que se dirija al Glasgow y le haga presente a su comandante
que se encuentra en aguas territoriales de un país neutral y atacarlos constituye una
flagrante violación de normas internacionales. Lüdecke también quería ganar tiempo
para hundir el buque. El fuego cesa y el crucero inglés se acerca a una distancia
prudente. Canaris es recibido amablemente por el comandante John Luce, quien una
vez que hubo escuchado el mensaje del comandante alemán, le responde: “Tenemos
órdenes de destruir el Dresden, donde y cuando lo encontremos. Lo demás, lo arreglará
el Foreign Office con el Gobierno de Chile”.
El Dresden en bahía Cumberland, Juan Fernández, momentos antes de su hundimiento.
Mientras Canaris parlamenta, Lüdecke ordena el auto hundimiento del crucero. La
tripulación comienza a abandonarlo. El aire es irrespirable por el humo y el olor a
pólvora, en medio de heridos, destrucción y principios de incendios. Se ordena
alcanzar la costa por cualquier medio. El teniente Boecker y un par de ayudantes
fueron encargados de abrir las válvulas, colocar cargas explosivas y activar las
santabárbaras (polvorín) del crucero, y en una carrera contra el tiempo se alejaron en
un bote del lugar.
A los pocos minutos una detonación anuncia que el Dresden llegaba a su fin. Eran las
11.15 horas del 14 de marzo de 1915. Herido de muerte, se inclinó hacia la proa
hundiéndose lentamente, hasta que sólo quedó sobre la superficie la popa y la
bandera de la Marina Imperial de Alemania, las que también terminan por hundirse en
el fondo de la bahía Cumberland.
Quince heridos graves, siete leves, dos muertos y cinco desaparecidos que se hunden
con el crucero es el resultado del enfrentamiento. En la noche muere el joven oficial
Lerche. Los heridos son trasladados al crucero inglés Orama y su comandante, capitán
J.R. Sagrave, se compromete a trasladarlos al Hospital Alemán de Valparaíso.
Tres días después del hundimiento, los cruceros Esmeralda y Zenteno de la Armada de
Chile trasladan al resto de la tripulación hasta Valparaíso, y posteriormente a la isla
Quiriquina, frente a la base naval de Talcahuano, donde permanecen internados hasta
el término de la Guerra, en que finalmente regresan a Alemania. Alrededor de 70
miembros de la tripulación no vuelven a la patria natal y se quedan para siempre en
Chile.
El Dresden hundiéndose en las aguas de bahía Cumberland
Referencias Bibliográficas
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