Por Mª Lourdes Fernández Morell Asignatura: Literatura Española

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Por Mª Lourdes Fernández Morell
Asignatura: Literatura Española
siglos XVIII y XIX
Grado en Filología Hispánica
AL SOL, HIMNO1
Para y óyeme ¡oh Sol! yo te saludo2
y extático ante ti me atrevo a hablarte:3
ardiente como tú mi fantasía,
arrebatada en ansia de admirarte
intrépidas a ti sus alas guía.
¡Ojalá que mi acento poderoso,
sublime resonando,
del trueno pavoroso
la temerosa voz sobrepujando,
¡oh Sol!, a ti llegara,
y en medio de tu curso te parara!4
5
10
1
Publicado por primera vez en el número 3 de El Siglo (28.01.1834) sin nombre de autor y posteriormente en el Liceo Artístico y
Literario. Se cree que puedo componerlo Espronceda por los años 1830-1831, y que posiblemente lo retocó y mejoró más tarde
(Robert Marrast 1970:178). La distribución de los versos en las estrofas difiere en estas publicaciones periódicas de la edición de
Poesías de 1840 al par que en esta edición hay alteraciones textuales. Es preferible la ordenación de estrofas que leemos en las
revistas ya que cada una de las estrofas se cierra con un par de versos que tienen la misma rima, excepto dos – estrofas 3 y 6 – en
las que se interpone un verso suelto entre los dos de idéntica rima. Las variantes de texto que se encuentran en el poema mejoran
también el sentido del poema.
A menudo se ha considerado también como título Himno al sol, entendiendo el término “Himno” como parte del título y no como
una caracterización de este.
Es una silva y tiene la estructura clara de una oración (en el sentido religioso).
El sol tiene unas connotaciones claras en este poema romántico: si tenemos en cuenta que la sociedad del siglo XVIII – la sociedad
ilustrada – ha fracasado, según los románticos, la luz deja de tener las connotaciones positivas que tuvo con la Ilustración.
Espronceda le busca al sol una pega, ya no es esa luz reflejo del conocimiento y de la razón, se rebela contra él.
2
Aquí está ya toda la fuerza y grandeza de Espronceda, de un poema de tono netamente panteísta y admirable. Hay un profundo
sentimiento cósmico en estos versos (Diego Martínez Torrón 2006:1373).
Empieza apelando al sol, es un canto a la luz. Es de tener en cuanta, sin embargo, la “osadía” del imperativo con que se dirige al
Sol, teniendo en cuanta que habla a un ser superior.
3
En su reseña del núm. 1 de la revista El Liceo artístico y literario español, escribió Antonio María Segovia “El Estudiante”: “Al
autor le hubiera sido muy fácil corregir este verso que nos parece malo entre tantos buenos. Seis tes, y cuatro sinalefas en once
sílabas, son muchas sinalefas y muchos tes, mayormente cuando estas siguen prodigándose en toda la estrofa. Todo este rigor de
crítica merece el señor Espronceda, que a la cualidad de poeta reúne la de fácil versificador” (Semanario pintoresco español, t. III,
núm. 97, 4 febr. 1838, pág. 454) (Robert Marrast 1970:178)
4
Refleja en esta exclamación (v. 6-10) el deseo de plasmar toda su fantasía.
Leonardo Romero señala en cotejo de textos la relación con un parlamento del Manfred (acto III, escena 2) de Bryon (Diego
Martínez Torrón 2006:1373), que traducido por Juan Valera (Obras completas, Madrid, Aguilar, 1947, vol. I, pág. 1467) dice así:
Orbe de luz y resplandor ufano,
tú eras un dios de gloria y majestad
antes que el hombre el escondido arcano
de tu creación pudiese investigar.
Primer agente del Señor del mundo,
que, en las excelsas cimas de los montes
muriendo ó renaciendo del profundo
sobre los apartados horizontes,
con los rayos que arrojas á millones
cuando tu clara lumbre centellea
alegras los sencillos corazones
de los pobres pastores de Caldea.
Dios material, pues, como Dios, te ostentas
de eterna lumbre y de fulgor bañado,
al hombre el invisible representas
y Dios mismo Su sombra te ha llamado;
señor de los luceros luminosos
y centro del cometa fulgurante
que en los crujientes cielos espaciosos
rueda sobre sus ejes de diamante;
tú eres la fuente perennal de amores
y la vida difundes en la tierra,
temperas y abrillantas los colores,
las ricas perlas que la mar encierra;
tú calientas ¡oh, Sol! los corazones
¡Ah! Si la llama que mi mente alumbra
diera también su ardor a mis sentidos;
al rayo vencedor que los deslumbra,
los anhelantes ojos alzaría,
y en tu semblante fúlgido atrevidos,
mirando sin cesar, los fijaría.
¡Cuánto siempre te amé, sol refulgente!
¡Con qué sencillo anhelo,
siendo niño inocente,
seguirte ansiaba en el tendido cielo,
y extático te vía
y en contemplar tu luz me embebecía!
De los dorados límites de Oriente5,
que ciñe el rico en perlas Océano
al término asombroso de Occidente,
las orlas de tu ardiente vestidura
tiendes en pompa, augusto soberano,
y el mundo bañas en tu lumbre pura.
Vívido lanzas de tu frente el día,
y, alma y vida del mundo,
tu disco en paz majestuoso envía
plácido ardor fecundo,6
y te elevas triunfante,
corona de los orbes centellante.
Tranquilo subes del cenit dorado
al regio trono en la mitad del cielo,
de vivas llamas y esplendor ornado,
y reprimes tu vuelo.
y desde allí tu fúlgida carrera
rápido precipitas,7
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de todo aquel que de sus rayos vive,
señor de las doradas estaciones,
todo tu influjo y tu calor recibe;
monarca de los climas y las gentes,
nuestros mismos espíritus dominas
y al reflejar tu luz en nuestras frentes
nuestras excelsas almas iluminas.
Como un volcán hirviente, de su seno
te alza del mar con pompa la mañana
y en el cielo zafírico y sereno
tiende sus rayos tu lumbrera ufana;
y en el ocaso, con celeste gloria
te hundes en nubes de carmín y plata,
en los cielos dejando tu memoria
cinta fugaz de fúlgida escarlata.
(Leonardo Romero Tobar 1986:59)
5
Comenta Thomas R. Franz que Casalduero divide este poema en cinco partes y señala este verso como inicio de la segunda parte
en la que se describe la trayectoria del sol (Thomas R. Franz 2008:24)
6
El motivo del sol considerado como fuente de fecundidad está ya en el Carmen saeculare de Horacio, v. 9-10:
Alme sol, curru nítido diem qui
Promis et coelas…
También lo encontramos en El Orden del universo de Luis de León, en El Mediodía, La Mañana y La Tempestad de Lista, y en Al sol
de Jovellanos. Además, hay en el himno de Espronceda varias imágenes ya presentes en Al sol, Al mediodía y La Tempestad de
Meléndez Valdés (Robert Marrast 1970:179).
y tu rica encendida cabellera
en el seno del mar trémula agitas,
y tu esplendor se oculta,
y el ya pasado día
con otros mil la eternidad sepulta8.
¡Cuántos siglos sin fin, cuántos has visto9
en su abismo insondable desplomarse!10
¡Cuánta pompa, grandeza y poderío
de imperios populosos disiparse!
¿Qué fueron ante ti? Del bosque umbrío
secas y leves hojas desprendidas,
que en círculo se mecen,
y al furor de Aquilón11 desaparecen.12
Libre tú de la cólera divina,
viste anegarse el universo entero,
cuando las aguas por jehová lanzadas,
impelidas del brazo justiciero,
y a mares por los vientos despeñadas,
bramó la tempestad; retumbó en torno
el ronco trueno y con temblor crujieron
los ejes de diamante de la tierra;
montes y campos fueron
alborotado mar, tumba del hombre.
Se estremeció el profundo;
y entonces tú, como señor del mundo13,
sobre la tempestad tu trono alzabas,
vestido de tinieblas,
y tu faz engreías,
y a otros mundos en paz resplandecías.
Y otra vez nuevos siglos, nuevas gentes,
viste llegar, huir, desvanecerse
en remolino eterno, cual las olas
llegan, se agolpan y huyen de Oceano,
y tornan otra vez a sucederse; 14
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Este verso marca un cambio en la refelxión del poeta que ahora es cociente de que todo pasa.
Hay deleite, casi rabia, en su acumulación de imágenes de destrucción, que se inicia con esta: eternidad sepulta. Podemos
encontrar posteriormente otras como insondable desplomarse o imperios populosos desplomarse.
9
Casalduero señala aquí el inicio de la tercera parte en la que se establece una asociación dual entre el Sol, por un lado, y la
eternidad y el tiempo (Thomas R. Franz 2008:24).
10
De primeras hay una contraposición entre el sol, símbolo de lo eterno, y lo humano, símbolo de lo efímero; más tarde se verá
como sin embargo todo va a ser pasajero, incluso el sol también condenado a la muerte, pues no hay día que dure.
11
Aquilón o Aquilo es, en la mitología romana, el dios de los vientos septentrionales, fríos y tempestuosos.
12
Algunos autores señalan que el tema de los versos 51-54 se encuentra también en el Pelayo, v. 113-116:
¡Maldición, maldición! Yertas las flores,
del huracán violento arrebatadas,
el alegre pensil de los amores
verá sus hojas por do quier sembradas;
Se ve también en el segundo terceto del soneto “Fresca, lozana, pura y olorosa”:
Mas ¡ay! que el bien trocóse en amargura,
y deshojada por los aires sube
la dulce flor de la esperanza mía
13
Se observa aquí claramente la divinización que se hace del orbe.
En El Estudiante de Salamanca, I, Espronceda le da una forma nueva:
Hojas del árbol caídas
Juguetes del viento son:
Las ilusiones perdidas
8
mientras inmutable tú, solo y radiante
¡oh sol! siempre te elevas,
y edades mil y mil huellas triunfante.
¿Y habrás de ser eterno, inextinguible,15
sin que nunca jamás tu inmensa hoguera
pierda su resplandor, siempre incansable,
audaz siguiendo tu inmortal carrera,
hundirse las edades contemplando
y solo, eterno, perenal, sublime,
monarca poderoso dominando?
No, que también la muerte,
si de lejos te sigue,
no menos anhelante te persigue.
¿Quién sabe si tal vez pobre destello
eres tú de otro sol que otro universo
mayor que el nuestro un día
con doble resplandor esclarecía?16
Goza tu juventud y tu hermosura17
¡oh sol!, que cuando el pavoroso día
llegue que el orbe estalle y se desprenda
de la potente mano
del Padre Soberano,
y allá a la eternidad también descienda,
deshecho en mil pedazos, destrozado
y en piélagos18 de fuego
envuelto para siempre, y sepultado.19
De cien tormentas al horrible estruendo,
en tinieblas sin fin tu llama pura
entonces morirá. Noche sombría
cubrirá eterna la celeste cumbre;
¡¡Ni aun quedará reliquia de tu lumbre!!20
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¡ay! son hojas desprendidas
del árbol del corazón.
(Robert Marrast 1970:180)
14
Hay un sentido de ética humana – solo humana – de herencia barroca y muy española. El imperio español fue quizás el único
que en el ápice de su grandeza tuvo, por motivos de pensamiento religioso, conciencia de la contingencia y finitud de toda gloria,
de todo lo humano. Espronceda debió aprender esto de Lista, aunque su tratamiento desborda el mensaje barroco y evoca raíces
panteístas, arrobado en la contemplación del cosmos desde la pequeñez humana (Diego Martínez Torrón 2006:1373).
15
Para Casalduero, esta cuarta parte viene a concluir que el Sol tampoco es eterno (Thomas R. Franz 2008:24).
16
Juega con la interrogación retórica al principio y la triple exclamación con que se cierra el verso, pero aquí convierto la frase en
interrogativa con los editores modernos, con razón de sentido tal como hace Diego Martínez Torrón (2006:1373).
17
En este verso se inicia, para Casalduero, la quinta y última parte del poema, en la que se prevé una catástrofe final tanto para el
Sol como para todo lo que el hombre ha creado (Diego Martínez Torrón 2006:1373).
18
Piélago: parte del mar que dista mucho de la tierra.
19
Adviértase en estos versos (93-101) el tópico del tempus fugit unido al del carpe diem.
20
Aunque aquí la frase va en triple exclamación final, opto – como Diego Martínez Torrón (2006:1373)– por mantener la
exclamación típica de los románticos, que es expresiva, pero la convierto en doble exclamación solamente. En Espronceda,
además a veces hay inicio don exclamación simple y termina con doble o cuádruple, por eso homogeneizo en doble exclamación,
que es suficiente para respetar ese valor expresivo.
CANCIÓN DEL PIRATA21
Con diez cañones por banda,
viento en popa a toda vela,
no corta el mar, sino vuela,
un velero bergantín22;
bajel pirata que llaman
por su bravura el Temido23
en todo el mar conocido
del uno al otro confín.
La luna en el mar riela24,
en la lona gime el viento
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y ve el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
Y allá a su frente Estambul25.
Navega, velero mío,
sin temor
que ni enemigo navío,
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.26
5
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15
20
Veinte presas
hemos hecho27
21
Este poema es una redondilla de Espronceda.
Se publicó en El Artista tomo I, nº 24, 26 enero 1835. Ch. Tisserand en “Pour une edition d´Espronceda”, Revue Hispanique, nº 46,
1919, págs. 270-80, da la versión del poema que publicó El Artista, con variantes respecto a la prínceps (Diego Martínez Torrón
2006:1374).
Obsérvese la relación con otros poemas: en el poema de El mendigo, el protagonista es un personaje marginal. La mendicidad ha
sido una elección del personaje para estar al margen de la sociedad. En El cosaco, de nuevo se insiste en la personalidad marginal.
Es un texto parecido a La canción del pirata: se plantea un personaje emblema de la libertad y de la lucha que se enfrenta a la
sociedad, el pirata es aquí el personaje marginal (vid. Nota 27). En los poemas El reo de muerte y El verdugo, la idea central es la
del fracaso social; son las dos caras de la moneda, el que va a ser matado y el que mata.
22
Buque de dos palos y vela cuadra o redonda.
23
Esos que lo temen son los que forman parte de la sociedad.
24
Según Diego Martínez Torrón (2006:1374), este vocablo no está en Dicc. Aut. El Dicc. RAE lo define como término poético de
herencia latina que significa “brillar con luz trémula”. Una vez más el carácter denso y sintético, sugerente, de la poesía de
Espronceda hasta en estos detalles.
25
En otras versiones Stambul.
Nota del autor: “Nombre que dan los turcos a Constantinopla”.
En palabras de Marrast (1970:225): Churchman cree que Espronceda copió esta nota de otra parecida puesta por Bryon a un verso
de Maid of Athens (“Bryon and Espronceda”, Revue Hispanique, t. XXX, 1909, pág. 154). Pero también se encuentra el mismo
comentario al nombre de Stambul en Emilia, poema descriptivo y moral, de Arriaza; en Kar-Osman, memorias de la casa de Silva,
de Gregorio Pérez de Miranda [seudón. De R. López Soler], Barcelona, 1832, pág. 191; una aclaración semejante da Béranger en
nota a su canción Psara, ou chant de victoire des Ottomans.
Adviértase la fuerza literaria de esta estrofa, intensificada por varias figuras retóricas. Podemos apreciar una personificación del
viento, una sinestesia (“blando movimiento”) y la metáfora sobre las “olas de plata y azul”.
Por esta localización parece obvio que le pirata está en aguas orientales.
26
El barco es personificado y se convierte en interlocutor del pirata y es interesante la forma en que le habla, con mimo y cariño,
como si fuera realmente una persona.
a despecho28
del inglés29
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.
25
30
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad30;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar31.
Allá muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra,
que yo tengo aquí por mío
cuanto abarca el mar bravío
a quien nadie impuso leyes32.
Y no hay playa
sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor,
que no sienta
mi derecho
27
35
40
45
Es esta la única vez en el poema en que la voz del pirata habla de sus hazañas en plural. De primeras lo lógico sería que se
estuviera refiriendo a él y sus marineros a los que, sin embargo, no menciona en todo el poema. Teniendo en cuenta que la estrofa
anterior es una exhortación al velero y teniendo en cuenta que este es personificado, el plural “hemos” puede referirse a él mismo
y al barco. Todavía en la misma estrofa vuelve a cambiar en seguida a la primera persona (“a mis pies”). Es curioso este hecho
porque es la única imagen que da el pirata que no refleje su soledad en todas esas hazañas e incluso en este breve momento, su
única compañía parece ser el velero.
28
A despecho: ‘en contra de la voluntad de alguien’.
29
La referencia al “inglés” se debe a que eran estos quienes sustentaban la supremacía marítima en Inglaterra. El pirata se rebela
contra eso.
30
Esta idea de libertad es la de no estar sometido a ninguna patria ni a ningún señor, país o bandera. Él solo se sirve a sí mismo.
31
El pirata vive una vida de libertad al margen de esas convenciones que impone la sociedad. En el imaginario de Occidente, el
prototipo de pirata es el de un personaje al margen de la sociedad, pero aquí aparece un personaje más complejo y fuera de ese
estereotipo, regido por unas normas propias.
En el estribillo el autor va nombrando uno tras otro los distintos símbolos de las naciones (tesoro, libertad, ley, patria), los cuatro
puntales de la sociedad que para los románticos es una sociedad fracasada. En el siglo XIX surgen con mucha fuerza esos
sentimientos nacionalistas, pero frente a eso, este personaje no tiene patria. Es lo que puede verse también en los versos 35-40:
Para él, allá es la sociedad, pero él hará lo que quiera, puesto que no está en la sociedad y puede moverse libremente.
32
En este poema no aparece una naturaleza tranquila o un mar pacífico, sino un mar revuelto y bravo. Además es de noche;
aparecen la luna, la noche y la naturaleza sobrecogedora. El poema se enmarca en el Romanticismo en el que se presenta la
distinción bello/sublime; aparece la idea de naturaleza sublime que apela a la parte privada donde se alberga lo incontenible. Por
ello el poema insiste en la noche, que simbólicamente tiene que ver con la cuestión sentimental. Más que un pesimismo de ver la
rebeldía frente a todo, es un personaje heroico que prefiere morir a estar encadenado a la sociedad.
Robert Marrast señala en José Espronceda y su tiempo (1989:436) la relación entre esta estrofa y una estrofa de El mendigo (vv.
113-120):
Busquen otros
oro y gloria
yo no pienso
sino en hoy.
Y do quiera
vayan leyes,
quiten leyes,
reyes den.
y dé pecho33
a mi valor.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar.
A la voz de ¡barco viene!,
es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar:
que yo soy el rey del mar34
y mi furia es de temer.
En las presas
yo divido
lo cogido
por igual:
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival35.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar.
¡Sentenciado estoy a muerte!36
Yo me río:
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena
colgaré de alguna antena
quizá en su propio navío.
Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di 37
cuando el yugo
del esclavo
33
50
55
60
65
70
75
80
De pechar. Según el DRAE: “pagar el pecho o tributo”.
Robert Marrast advierte en su obra José Espronceda y su tiempo (1989:436) de la relación existente entre este verso y el primer
verso del estribillo de El mendigo: “Mio es el mundo: como el aire libre”.
35
El dinero no le interesa, no le importa. La “belleza sin rival” es la libertad y la independencia, es lo único que él quiere.
36
Es de esperar de tal personaje que esté sentenciado a muerte si tenemos en cuenta que se rebela contra lo social. Rigiéndose
por unos principios morales distintos, la sociedad lo condena a muerte.
37
A él no le importa esa condena a muerte. Va luchar contra eso y no pasa nada ni pierde. Él se ha liberado de las ataduras de la
sociedad y con eso le basta.
34
como un bravo sacudí38.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar.
Son mi música mejor
aquilones39,
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones40.
Y del trueno
al son violento,
y del viento,
al rebramar,
yo me duermo
sosegado,
arrullado
por el mar.41
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad42;
mi ley, la fuerza y el viento;
mi única patria, la mar.
38
85
90
95
100
105
Son interesantes estos versos (v. 81-83) que despiertan en el lector la duda sobre si la frase ha de entenderse literal o
metafóricamente.
39
Aquilón: viento del norte.
40
Adviértase la maestría con que Espronceda convierte esta estrofa (v.88-93) en una enumeración y gradación. El pirata da una
imagen de dureza al hablar de algo que es para él música y que no es otra cosa que el ruido y estrepito. Va aumentando la fuerza
del ruido, iniciándola con el viento y finalizando con sus cañones, dando así una imagen de gran fuerza a estos puesto que los pone
por encima, incluso, de los bramidos del mar.
41
Una vez más relaciona Marrast (1989:436) esta estrofa con una de El mendigo (vv.29-32):
Y me digo: el viento brama,
caiga furioso turbión;
que al son que cruje de la seca leña
libre me duermo sin rencor ni amor.
42
En El Artista y en recopilaciones poéticas posteriores dice el segundo verso del estribillo final: “la victoria mi deidad”.
EL VERDUGO43
De los hombres lanzado al desprecio,
de su crimen la víctima fui,
y se evitan de odiarse a sí mismos,
fulminando sus odios en mí.
Y su rencor
5
al poner en mi mano, me hicieron
su vengador;
y se dijeron
«Que nuestra vergüenza común caiga en él;
se marque en su frente nuestra maldición;
10
su pan amasado con sangre y con hiel44,
su escudo con armas de eterno baldón
sean la herencia
que legue al hijo45,
el que maldijo
15
la sociedad.»46
¡Y de mí huyeron,
de sus culpas el manto me echaron,
y mi llanto y mi voz escucharon
sin piedad!47
20
43
Tal como anota Martínez Torrón (2006:1374), se publicó en Revista Española de 19 de septiembre de 1835 con una nota
elogiosa de su estilo y sentido ideológico, que recoge la difusión que su poema al pirata había recibido, y concluye: “para decidir la
cuestión entre neoclasicismo y romanticismo basta comparar “El Verdugo” con las insípidas pastorales de Meléndez”. Es
interesante porque muestra ya que nos encontramos en otra época claramente diferente a la anterios neoclásica, a la que algunos
como Lista aún se aferraban.
Este poema forma parte de un grupo de cinco “Canciones” de Espronceda, protagonizadas por: el pirata, el mendigo, el verdugo,
el reo de muerte y el cosaco. Canciones publicadas en este orden entre los años 1835 y 1838.
Si El reo de muerte representa una cara de la injusticia de la sociedad, este poema presenta la otra cara. No se trata de la persona
que ordena la condena, sino de la persona que la ejecuta. Sería la cabeza de turco de la sociedad, todos se limpian de la culpa y la
hacen recaer en el verdugo.
La figura del verdugo aparece envuelta en una sublime ironía.
Dice Russell P. Sebold que de los cinco protagonistas de canciones “sociales” esproncedianas, el verdugo es el único que
representa los valores morales de la sociedad y la perenne pugna de esta por mantener el orden público, y sin embargo este
personaje es, de los cinco, el que queda peor parado; pues incluso llega a proponer que se ahogue al tierno y querido infante que
ha engendrado para que el niño no conozca nunca esa otra muerte pero – la moral – que ha alcanzado al padre. Los cuatro tipos
restantes significan amenazas al bien de la colectividad; y no obstante, se los trata mejor que al pobre siervo de la justicia.
Ninguno de estos personajes paga su agravio al bien común de los hombres; sino que al terminar sus respectivos poemas pirata,
mendigo y cosaco se mueven hacia su futuro tan libres, confiados y alegres como siempre, y ni aún el reo de muerte ha sido
todavía ajusticiado al interrumpirse la relación poética de sus desventuras. (Russel P. Sebold 2006:2).
Por otro lado, mientras que los otro cuatro personajes representan el ideal de héroe romántico, el verdugo refleja, aunque sea
involuntariamente, la corrupción de la sociedad degenerada. Sin embargo, Espronceda encuentra siempre la forma de separar el
verdugo del hombre para poder compadecerse de él. (Russel P. Sebold 2006:3).
44
De sangre porque el verdugo vive de ejecutar penas de muerte, y de hiel por la amargura que esto le provoca.
45
La herencia que le va a dejar a sus hijos es la mancha de la sociedad.
46
El crimen es de la sociedad, pero culpan al verdugo evitando odiarse a sí mismos.
47
Plantea una crítica a esa “justicia social” que no tiene nada de justa. La justicia es una vergüenza. Donde no ha llegado la ayuda
llega la condena, es esa imagen romántica del fracaso de la sociedad. Adviértase la relación con los ideales de Rousseau (“el
hombre es bueno por naturaleza pero la sociedad lo corrompe”).
Señala Sebold (2006:4)sobre esta estrofa que en ella “se encuentran tres sustantivos clave cuyo papel paralelo se acentúa por el
hecho de que todos tres empiezan por la consonante v: víctima, vengador y vergüenza; y lo que es más, con la v quedan
claramente vinculados con el pobre y atormentado verdugo. Según la visión rousseaniana romantizada de la justicia pública, las
sentencias emitidas por los magistrados representan no tanto castigos esenciales para el mantenimiento de la moralidad colectiva,
como venganzas y crímenes motivados por odios personales, y como consecuencia llevan a lo que esos mismos hombres
corrompidos confiesan ser “nuestra vergüenza común”. El verdugo, por noble que haya sido su concepto de su oficio al
emprenderlo, será así, al ejercerlo, cómplice inocente y víctima del crimen del mal juez. El verdugo es así mismo víctima de las
víctimas de la falsa justicia, pues se concentra en su persona todo el odio que sienten por la autoridad los familiares y amigos del
Al que a muerte condena le ensalzan…48
¿Quién al hombre del hombre hizo juez?49
¿Que no es hombre ni siente el verdugo
imaginan los hombres tal vez50?
¡Y ellos no ven
Que yo soy de la imagen divina
copia también!
Y cual dañina
fiera a que arrojan un triste animal
que ya entre sus dientes se siente crujir,51
así a mí, instrumento del genio del mal,
me arrojan el hombre que traen a morir.52
Y ellos son justos,
yo soy maldito;
yo sin delito
soy criminal:
mirad53 al hombre
que me paga una muerte; el dinero
me echa al suelo con rostro altanero,
¡a mí, su igual!54
El tormento que quiebra los huesos
y del reo el histérico ¡ay!,
y el crujir de los nervios rompidos
bajo el golpe del hacha que cae,
son mi placer.
Y al rumor que en las piedras rodando
hace, al caer,
del triste saltando
la hirviente cabeza de sangre en un mar,
allí entre el bullicio del pueblo feroz
mi frente serena contemplan brillar,
tremenda, radiante con júbilo atroz
que de los hombres
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ajusticiado y la masa del pueblo. Sobre todo los vengadores o malos jueces buscan en el verdugo una cabeza de turco con la que
puedan evitarse “de odiarse a sí mismos” (v.2); y a este fin quieren convertir al infeliz sayón en un nuevo Caín (vv. 9-10)
48
“Los magistrados, los acusadores falsos y los enemigos del ajusticiado elogian a este de modo hipócrita para desnudarse de una
parte de su culpa y hacerla recaer en el verdugo.” (Russel P. Sebold 2006:5).
49
Es de destacar la profundidad de esta pregunta retórica que interroga sobre de dónde le viene al juez la legitimidad para serlo.
Y si miramos el verso anterior en relación con las palabras de Russel, queda claro que “el verso interrogativo (…) no representa
una protesta general en contra de la pena capital, como se ha supuesto, sino que se refiere: 1) al cínico juicio sobre el verdugo
implícito en el elogio del condenado y 2) a la nueva pregunta retórica que viene luego (vv.23-24)” (Russel P. Sebold 2006:5)
50
Mientras que los otros cuatro personajes de la serie de canciones representan el ideal de héroe romántico, el verdugo refleja,
aunque sea involuntariamente, la corrupción de la sociedad degenerada. Sin embargo, Espronceda encuentra siempre la forma de
separar el verdugo del hombre para poder compadecerse de él. (Russel P. Sebold 2006:3).
51
Señala Russel que en los versos 28-30 se sugiere que el verdugo es como aquellas fieras con las que los hombres insensibles se
divierten en cierto deporte tan bárbaro como cruel; eco lejano de la práctica romana de arrojar no tristes animales sino cristianos
a las fieras. (Russel P. Sebold 2006:5)
52
No ven al verdugo como un ser humano sino como fiera que lanzan a por un trofeo de caza. Él es un instrumento, son los de
arriba, otros, los que mandan la condena; pero él, sin delito porque no ha hecho nada, es el criminal.
53
Diego Martínez Torrón (2006:203) lee aquí “ved” pero reconoce (2006:1374) que “mirad” puede ser la opción acertada para
pentasílabo.
54
Él mata por dinero, y cuando le dan el dinero, quien se lo da, lo mira con altanería, siendo ambos de la misma condición. Siendo
ambos humanos, siendo ambos asesinos, y no teniendo el otro legitimidad para ser juez de otro, lo mira con superioridad.
en mí respira
toda la ira,
todo el rencor:
que a mí pasaron
la crueldad de sus almas impía,
y al cumplir su venganza y la mía
¡gozo en mi horror!55
Ya más alto que el grande que altivo
con sus plantas hollara la ley
al verdugo los pueblos miraron,
y mecido en los hombros de un rey:56
y en él se hartó,
embriagado de gozo aquel día
cuando espiró;
y su alegría
su esposa y sus hijos pudieron notar,
que en vez de la densa tiniebla de horror,
miraron la risa su labio amargar,
lanzando sus ojos fatal resplandor.
Que el verdugo
con su encono
sobre el trono
se asentó:
y aquel pueblo
que tan alto le alzara bramando,
otro rey de venganzas, temblando,
en él miró.
En mí vive la historia del mundo
que el destino con sangre escribió,
y en sus páginas rojas Dios mismo
mi figura imponente grabó.57
La eternidad
ha tragado cien siglos y ciento,
y la maldad
su monumento
en mí todavía contempla existir;
y en vano es que el hombre do brota la luz
con viento de orgullo pretenda subir:58
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Ironía del personaje ante el hecho de que la sociedad cree que el disfruta matando.
Martínez Torrón (2006:1374) ve en este verso el tremendo retrato de un ajusticiamiento, con laconismo sintético propio de poesía
moderna, y con un sentido ideológico profundamente avanzado para la época.
56
Él mismo y la profesión de verdugo, muestran que la razón no es lo más razonable y hasta los más altos: reyes, nobles, etc.,
pasan por las manos del verdugo.
57
Porque por manos del verdugo han pasado reyes y “culpables” de la sociedad. Mirando las muertes a manso del verdugo
puedes saber quién reina y cómo ha sido la historia. De ahí el temor hacia el verdugo, él ha sido el asesino de todos los que han
caído.
58
En estos versos (90-91) se puede apreciar como “de la locura nuestro personaje ha progresado a la fría desesperación producida
por la consideración de la verdad histórica y los misterios eternos, y de aquí volverá a la dura realidad donde empezó su
trayectoria pero volverá provisto de una nueva comprensión y voluntad de solución” (Russel P. Sebold 2006:8)
¡preside el verdugo los siglos aún!
Y cada gota
que me ensangrienta,
del hombre ostenta
un crimen más.
Y yo aún existo,
fiel recuerdo de edades pasadas,
a quien siguen cien sombras airadas
siempre detrás.
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100
¡Oh! ¿por qué te ha engendrado el verdugo,
tú, hijo mío, tan puro y gentil?
En tu boca la gracia de un ángel
presta gracia a tu risa infantil.
¡Ay!, tu candor,
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tu inocencia, tu dulce hermosura
me inspiran59 horror.
¡Oh!, ¿tu ternura,
mujer, a qué gastas con ese infeliz?
¡Oh!, muéstrate madre piadosa con él;
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ahógale y piensa será así feliz.
¿Qué importa que el mundo te llame cruel?
¿mi vil oficio
querrás que siga60,
que te maldiga
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tal vez querrás?
¡Piensa que un día
al que hoy miras jugar inocente,
maldecido cual yo y delincuente
también verás!61
120
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Como señala Diego Martínez Torrón (2006:1374) la princeps: “inspira”.
“Su alusión al carácter hereditario del oficio de sayón (vv. 113-114) – habla con su mujer –, junto con su insitencia en las
cualidades angelicales del niño sugieren muy claramente que el mismo verdugo en los años de su infancia habrás sido igualmente
puro, gracioso candoroso, dulce. Ahora bien: en esto se da, ahora sí, cierto elemento de protesta social, pero tal elemento está
relegado al segundo plano como mero apoyo del dramatismo declamatorio y lacrimoso que interesa principalmente a
Espronceda” (Russel P. Sebold 2006:9)
61
Constatación del fracaso de la sociedad. El mismo hecho de que él esté en ese puesto de trabajo es fruto de ese fracaso.
“La intención innovadora de Espronceda queda subrayada en los versos finales (117-120). El verdugo apostrofa todavía a su mujer
(…). La conjunción de voces antónimas como como inocente y delincuente en la descripción de un solo sujeto sería ya notable en
sí; mas para que no se le escape al lector su doble sentido como alusión a “El delincuente honrado” de Jovellanos y como resumen
de la idea de todo el poema, el poeta utiliza esas palabras como rimas consonantes en versos consecutivos. El mensaje queda así
como grabado en bronce.
60
Bibliografía:
Diccionario de la Real Academia Española. Vigésima segunda edición, formato online.
Marrast, Robert; 1989. Espronceda y su tiempo. Barcelona, ed. Serie mayor.
Marrast, Robert (ed.); 1970. Poesías líricas y fragmentos épicos de José de Espronceda.
Madrid, editorial Castalia.
Martínez Torrón, Diego (ed.); 2006. Obras completas de José de Espronceda. Madrid, Cátedra.
R. Franz, Thomas; invierno 2008. “San Francisco y “Al Sol” de Espronceda: Apostillas a un
comentario de Marrast.” Decimonónica (revista) vol.5 num.1.
Romero Tobar, Leonardo (ed.); 1986. Obras poéticas de José de Espronceda. Barcelona, ed.
Planeta.
Sebold, Russell P. (2006); “Criminal sin delito: <<El verdugo>> de Espronceda”, Biblioteca
virtual universal.
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