Tema 7. La poesía surrealista en España. La

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Tema 7. La poesía surrealista en España. La
Generación del 27: características generales.
7.1. El surrealismo en el contexto de las vanguardias artísticas.
Con el término vanguardias, tomado del francés avant-garde, se han designado en nuestro siglo
aquellos movimientos artísticos que se oponen, frecuentemente con virulencia, a la estética anterior y que
proponen, con sendos manifiestos, concepciones artísticas profundamente novedosas, en las que
dominan el afán de originalidad y la obsesión por la experimentación. Estos movimientos triunfan en
Europa desde finales de la primera guerra mundial (1918) hasta la crisis económica de 1929. Aunque
algunos pasan como modas efímeras, otros dejan en las artes y en las letras una huella imborrable.
Las principales corrientes vanguardistas europeas fueron las siguientes:
El Expresionismo, único movimiento vanguardista que no reniega del pasado, surge en
Alemania en 1905 y su influencia se extiende hasta 1933, con su apogeo tras la primera guerra
mundial. Exalta el pacifismo ante el nacionalismo hitleriano, con actitudes revolucionarias. Tiene una
concepción trágica de la vida y del arte y tiende a deformar la realidad. Destacan los ambientes tensos
e inquietantes, personajes extraños y una visión catastrofista de los hechos.
El Futurismo fue fundado por el italiano Filipo Marinetti, que en 1909 publica su primer
manifiesto. Resueltamente antirromántico (“¡Matemos el claro de luna!”), exalta las sociedades
burguesas y la tecnología moderna (“Un automóvil de carreras es más hermoso que la Victoria de
Samotracia”). Así pues, desprecia el intimismo y el sentimentalismo y trata temas como las máquinas,
la energía eléctrica, el deporte... Su estilo busca el dinamismo y la rapidez verbal, rompiendo a veces
la sintaxis para dejar las “palabras en libertad”. El futurismo dio frutos más notables en pintura y, sobre
todo, en arquitectura que en literatura; pero abrió las puertas de esta a temas hasta entonces inéditos
y a nuevas posibilidades lingüísticas.
El Cubismo nace como escuela pictórica hacia 1907 con el francés Georges Braque y el
español Pablo Picasso; pero el llamado Cubismo literario no arranca hasta 1913 gracias a Guillaume
Apollinaire. Como en pintura, el Cubismo literario se propone descomponer la realidad para
proceder a composiciones libres de conceptos, imágenes o frases. A ello se añaden especiales
disposiciones tipográficas de los versos (sobre todo los famosos caligramas de Apollinaire) para
formar “imágenes visuales”. Este y otros artificios, como el collage, serán aprovechados por
posteriores movimientos de vanguardia.
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Literatura Española
Bachillerato II
El Dadaísmo, encabezado por Tristan Tzara, surge en Zurich en el año 1916, en plena guerra
europea. Su nombre —elegido al azar abriendo un diccionario con un cuchillo— es el de un balbuceo
infantil: dada. El movimiento Dada o Dadaísmo es la rebeldía pura: contra la lógica, contra las
convenciones estéticas o sociales, contra el sentido común. Propugna liberar la fantasía de cada
individuo, superar todas las inhibiciones y recurrir a un lenguaje incoherente. He aquí una definición del
manifiesto de 1918: “Libertad. DADA, DADA, DADA, aullido de los colores crispados, enlace de los
contrarios y de todas las contradicciones, de lo grotesco, de lo incoherente: LA VIDA.” Aunque esta
corriente artística estuvo de moda durante unos escasísimos años, tuvo el gran papel dentro de las
Vanguardias de preparar el camino para la revolución surrealista.
El Surrealismo (en francés: Surréalisme; sur [sobre, por encima] más réalisme [realismo]; su
traducción literal sería pues Sobrerrealismo o Superrealismo) es un movimiento artístico y literario
surgido en Francia en los años 20 a partir del Dadaísmo y en torno a la personalidad del poeta André
Breton, quien publicó en 1924, junto con Louis Aragon, el primer Manifiesto Surrealista, en el que
añade a las audacias del Dadaísmo las ideas de Freud y Marx.
Para los surrealistas, lo que llamamos vida no es sino la cara más gris de la realidad; hay que
conquistar una verdadera vida (“vraie vie”), acceder a una realidad más alta, una superrealidad (“surréalité”; de ahí, su nombre) que se halla amordazada en lo más hondo de las conciencias. El
Surrealismo no se presenta sólo como una revolución artística y literaria, sino que pretende ser una
revolución integral, pretende transformar la vida (“changer la vie”). Los surrealistas propugnan la
liberación del hombre y de su actividad creadora; liberación de sus impulsos naturales, reprimidos por
el subconsciente (Freud); liberación de las servidumbres que le impone la sociedad burguesa (Marx);
liberación del poder creador del hombre, constreñido por el sometimiento a reglas artísticas racionales;
liberación incluso del lenguaje con respecto a los límites de la expresión lógica. En un poema
surrealista se entremezclan objetos, conceptos y sentimientos que la razón mantiene separados;
aparecen asociaciones libres e inesperadas de palabras, metáforas insólitas, imágenes oníricas. Un
poema de este tipo no es comprensible a la luz de la razón, pero despierta en el lector sentimientos y
emociones en muchos casos inconscientes.
El Surrealismo llevó a cabo la revolución artística más importante del siglo XX: su repercusión,
tanto en Europa como en Hispanoamérica, fue enorme. Fue el último movimiento de vanguardia que
apareció y el que acabó con ella. Su irrupción supuso la crisis del ideal de “pureza” y
“deshumanización” artísticas que había prevalecido durante unos años. Lo humano, e incluso lo social
y lo político penetraron de nuevo en la literatura por los cauces de la expresión surrealista.
7.2. El surrealismo en España.
España fue posiblemente el país europeo en el que la influencia del Surrealismo fue mayor. Fue
conocido tempranamente: a la traducción del Manifiesto en 1925 hay que añadir las visitas de Breton a
Barcelona (1922) y la de Aragon a la Residencia de Estudiantes de Madrid (1925), donde vivían Buñuel,
Lorca, Dalí, etc. Pero la difusión del Surrealismo en España debe mucho al poeta Juan Larrea.
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La obra de Juan Larrea (Bilbao, 1895 - Córdoba, Argentina, 1980) se inicia en el Ultraísmo y el
Creacionismo, pero ya en 1924 conoce a los surrealistas en París, donde residirá desde 1926. Escribe
entonces en francés, pero sus versos, que responden al Surrealismo más puro, son traducidos en España
por Gerardo Diego. Olvidado durante mucho tiempo (vivió en América desde el 39), Larrea vuelve a
suscitar un gran interés al publicarse en 1969 sus poesías completas con el título de Versión celeste.
A Larrea debe atribuirse —según Luis Cernuda— la orientación surrealista de varios poetas
del 27. Para otros es fundamental la influencia de Dalí o de Buñuel. Lo cierto es que casi todos los
componentes del grupo, en cierto momento de su evolución, quedaron fuertemente marcados por el
Surrealismo. A su influjo se deben poemarios tan fundamentales como Sobre los ángeles, de Alberti;
Poeta en Nueva York, de Lorca; Un río, un amor y Los placeres prohibidos, de Cernuda; Espadas
como labios y La destrucción o el amor, de Aleixandre.
Sin embargo, nuestros poetas no llegaron a los extremos de la pura creación inconsciente, ni
practicaron la “escritura automática”. En sus poemas puede percibirse siempre una intencionada idea
creadora como hilo conductor de las mayores audacias. Lo que sí hubo es una liberación de la imagen,
desatada de bases lógicas; y con ello, un enriquecimiento prodigioso del lenguaje poético.
7.3. La Generación del 27.
La Generación del 27 está formado por un grupo de excelentes poetas y amigos con
inquietudes literarias y culturales comunes. Debe su nombre al año del homenaje a Góngora celebrado
en Sevilla el 16 de diciembre de 1927 en conmemoración del tercer centenario de su muerte;
homenaje éste que reunió a todos los jóvenes poetas del momento, bajo el mecenazgo del torero
Ignacio Sánchez Mejías. Estos jóvenes de espíritu abierto y liberal, con una sólida formación cultural y
un conocimiento exhaustivo de la tradición literaria, supieron establecer un equilibrio entre su
admiración por los clásicos (Garcilaso, Góngora) y las novedades vanguardistas.
Sus componentes son Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Federico García Lorca,
Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Luis Cernuda, Rafael Alberti, José Bergamín, Emilio Prados,
Manuel Altolaguirre y el “genial epígono” Miguel Hernández; con ellos están vinculados otros poetas,
como Pedro Garfias y José Moreno Villa, y también algunos autores hispanoamericanos, como Vicente
Huidobro, César Vallejo y Pablo Neruda. Sus influencias determinantes fueron las sucesivas
experiencias vanguardistas (Ultraísmo, Creacionismo...), la nueva concepción del arte propugnada por
José Ortega y Gasset en La deshumanización del arte (1925) y el magisterio ejercido por Juan Ramón
Jiménez. Entre las más destacadas revistas poéticas relacionadas con el grupo figuran Litoral (19261928), Carmen (1928-1929) y Caballo Verde para la Poesía (1935-1936).
La orientación purista de unos (Salinas, Guillén) y folklórica de otros (Alberti, García Lorca) dio
paso con posterioridad, a raíz del influjo surrealista (Alberti, Cernuda, Aleixandre, García Lorca), a una
poesía de compromiso político y de carácter existencial.
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7.3.1. Características generales: tradición y renovación.
A los componentes de la Generación del 27 les une una gran amistad y comparten una
serie de rasgos:
 Nacen en fechas aproximadas. El mayor de ellos fue Salinas (n. 1892) y el más joven fue
Altolaguirre (n. 1906).
 Ambiente social y formación semejantes. Todos pertenecen a la clase media
acomodada, son grandes lectores y de algún modo están relacionados con el ambiente
universitario: varios de ellos son profesores.
 Publican sus primeros libros en fechas próximas: entre 1920 y 1928.
 Publican en las mismas revistas: Litoral, Carmen, La Gaceta Literaria, Mediodía...
 Comparten los mismos juicios literarios. Su estética no se alza contra nada ni nadie: es
una estética integradora. Veneran a los clásicos (Manrique, Garcilaso, Fray Luis, San Juan,
Quevedo...). Especialmente significativa fue su admiración por Góngora y su búsqueda de
un lenguaje especial para la poesía, alejado del lenguaje usual. Pero, al lado de este gusto
por lo culto, sintieron también pasión por la poesía popular (el Romancero, los Cancioneros
tradicionales...). Entre los poetas del XIX y del XX, valoran a Bécquer, Rubén, Unamuno,
Machado...; aunque, por encima de todos ellos, reconocen el magisterio de Juan Ramón
Jiménez. Por último, recibieron la influencia de las vanguardias y estuvieron muy atentos a
la evolución de las corrientes extranjeras contemporáneas.
Las innovaciones formales aportadas por la Generación del 27 a la expresión poética fueron
muchas e importantes, sobre todo en la búsqueda de un lenguaje distinto, la renovación de la metáfora
y la versificación. Si comparamos la métrica de estos poetas con el Modernismo, la primera impresión
es que se ha operado una reducción: se renuncia a muchas de las brillantes y sonoras variedades de
versos que usaron los modernistas: se prefieren formas más sencillas. Pero junto a estas formas
tradicionales y clásicas, los poetas del grupo desarrollaron el verso libre y el versículo. También en
esto contaron con precedentes: Juan Ramón Jiménez y los vanguardistas. Como es sabido, la métrica
tradicional se basa en el cómputo de sílabas, en la distribución de los acentos y en las rimas, como
medios para crear ritmo. El verso libre y el versículo responden a otra concepción del ritmo: la medida
y las pausas son variables; los acentos no aparecen con regularidad, aunque su distribución puede
quedar dentro de ciertos límites, a diferencia de la prosa ordinaria.
Resumiendo, en la obra de estos poetas hallamos lo culto y lo popular, lo puro y lo humano, lo
minoritario y lo que llega a todos, lo español y lo universal; todo ello presidido por esa convivencia de
tradición y renovación.
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7.3.2. Etapas evolutivas.
Primera etapa: Hasta 1927. El influjo de la vanguardia europea los lleva hacia la poesía pura,
es decir, al anhelo de la estricta perfección formal. El recurso técnico fundamental será la metáfora,
con audacias muy novedosas. El resultado es una poesía fría, abstracta, deshumanizada. Sin
embargo, es posible rastrear lo humana en obras de esta época, sobre todo, por el camino de la lírica
popular: Libro de poemas, de Lorca, o Marinero en tierra, de Alberti.
Segunda etapa: Desde 1927 hasta la Guerra Civil. Su poesía sufre un cambio bajo la
influencia del Surrealismo, volviéndose más humana. En un principio se inclinan hacia los problemas
existenciales y las vivencias personales, y más tarde, tras la proclamación de la República, hacia los
problemas sociales. Dámaso Alonso la describe como una época de poesía trascendente, humana y
apasionada. Los temas serán los eternos sentimientos humanos: el amor, el ansia de plenitud, la
frustración. La inquietud social y política impresiona profundamente a los poetas del 27. Lorca escribe
ahora: “Con Poeta en Nueva York un acento social se incorpora a mi obra”.
Tercera etapa: Lorca ha muerto (1936); los demás marchan al extranjero, excepto Aleixandre,
Dámaso Alonso y Gerardo Diego. El terror vivido dejará honda huella en su obra, que se hace aún más
humana. En el exilio la nota dominante es la nostalgia y el desarraigo. En España se apreciará un
humanismo angustiado, de tonos existenciales. Recordemos, por ejemplo, Hijos de la ira (1944), de
Dámaso Alonso. La concesión del premio Nobel a Vicente Aleixandre en 1977 constituye el
reconocimiento a la calidad poética de toda la generación.
7.3.3. Autores.
Pedro Salinas (Madrid, 1892 - Boston, 1951). Dedicó su vida profesional a la docencia
universitaria y ejerció como profesor de Literatura en París, Sevilla, Murcia, Cambridge y Madrid. A
raíz de la guerra civil se exilió a Estados Unidos, donde enseñó en diversas universidades. Su lírica
tiene una dimensión intelectual: cercano a la “poesía pura”, su sencilla apariencia esconde una
trabajada densidad que subraya su acercamiento a la verdadera y profunda realidad por medio de la
inteligencia. Sus obras más importantes son La voz a ti debida (1933), quizás su mejor libro, y
Razón de amor (1936).
Jorge Guillén (Valladolid, 1893 - Málaga, 1984). Llevó una vida profesional semejante a la de
Salinas. Durante el exilio continuó su docencia universitaria en Estados Unidos. Ya jubilado, se
trasladó a Roma y después, a Málaga. Es el mejor representante de la poesía pura: suprime del verso
todo lo accesorio; pero su poesía está llena de humanidad. Se inclinó por el verso corto y libre, aunque
cultivó también las estrofas clásicas. Su obra poética está concebida como una unidad orgánica,
ordenada bajo el título general Aire nuestro (1968), que se subdivide en tres libros: Cántico, Clamor
(este, a su vez, se compone de Maremágnum, Que van a dar en la mar y A la altura de las
circunstancias) y Homenaje.
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Gerardo Diego (Santander, 1896 – Madrid, 1987). He aquí otro “poeta profesor”. Su obra
presenta dos direcciones: la poesía tradicional y la vanguardista. Su primer libro El romancero de la
novia (1918) es de influencia becqueriana. Pero en ese mismo momento comienza su experiencia
vanguardista. En Imagen (1922) y Manual de espumas (1924), aparece esa poesía de libre
imaginación, al margen de toda lógica. Sin embargo, proseguiría su obra de corte tradicional en Versos
humanos (1925) y Alondra de verdad (1941).
Federico García Lorca (Fuentevaqueros, Granada, 1898 - Víznar, Granada, 1936). En Granada
estudia Derecho, Filosofía y Letras y Música. En 1919 se instala en Madrid (Residencia de Estudiantes),
donde trabará entrañables relaciones con escritores consagrados (Juan Ramón), con los poetas de su
generación y con artistas del momento (Dalí, Buñuel). Durante el curso 1929-1930, está como becario en
Nueva York, experiencia que lo marcará profundamente. En 1932 funda La Barraca, compañía de teatro
universitaria con la que recorre los pueblos de España representando obras clásicas. Su labor poética y
teatral le ha granjeado la máxima admiración; pero también envidias y odios. Sólo el odio y la mezquindad
explican su incalificable asesinato a comienzos de la guerra civil. El talante de Lorca nos ofrece un doble
rostro: de un lado, su personalidad arrolladora, llena de vitalidad, desbordante de simpatía; de otro, un
íntimo malestar, un dolor de vivir, un sentimiento de frustración.
Si hubiera que enunciar un tema que unificara su producción poética y teatral este sería el del
destino trágico, el de la imposibilidad de realización. Su primera obra en verso es el Libro de poemas
(1921), en donde queda constancia ya de una tremenda crisis juvenil. Entre 1921 y 1924 compone
paralelamente dos libros: Canciones (poesía pura y vanguardismo, nostalgia por la niñez) y Poema del
cante jondo (lleno de dolor y muerte). En 1928 publica el Romancero gitano, en el que canta
fraternalmente a esa raza marginada y perseguida. El gitanismo, el andalucismo y un supuesto
folclorismo fácil esconden una visión del mundo y de la vida de los hombres en clave mítica, toda ella
marcada por un destino trágico del mejor sabor clásico. Contra él se estrellan unos seres que arrastran
una frustración de siglos y que sólo esperan una muerte inevitable. Durante su estancia en la ciudad
de los rascacielos escribe Poeta en Nueva York; en él, la conmoción espiritual y la protesta encuentran
como cauce de expresión adecuado la técnica surrealista. Entre sus últimas obras destacan el Llanto
por Ignacio Sánchez Mejías (1935), una de las mejores elegías de nuestra literatura, el Diván del
Tamarit (1936), donde los moldes de la poesía árabe clásica sirven de cauce a un lirismo intimista y
atormentado, y los Sonetos del amor oscuro (1936), expresión de su personal experiencia amorosa,
siempre debatiéndose entre el gozo y el dolor.
Dámaso Alonso (Madrid, 1898 - Madrid, 1990). Su carrera como profesor y filólogo fue
brillante y su obra crítica le ha dado más renombre que su obra poética. Tras la contienda, permaneció
en Madrid como catedrático de Filología Románica. Dirigió la Real Academia durante muchos años. Se
autodenominó "poeta a rachas": sus momentos de creación poética se hallan separados por largos
lapsos de tiempo. Su obra se inicia con Poemas puros: poemillas de la ciudad (1921) de influencias
modernistas y juanramonianas. Las mismas influencias se detectan en El viento y el verso (19231924). Hijos de la ira (1944) se sitúa en el centro de la poesía desarraigada —poesía existencial—. Es
un grito de protesta contra la crueldad, el odio, la injusticia. También, preguntas a Dios sobre el sentido
de la vida y sobre la mísera condición del hombre. Está escrito en versículos. Su publicación supuso
un desgarrado grito solitario en el desolado ambiente social y literario de la posguerra española. En
1985 publicó Duda y amor sobre el Ser Supremo, expresión última de inquietudes existenciales.
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Vicente Aleixandre (Sevilla, 1898 - Madrid, 1984). Vivió su infancia en Málaga. En Madrid
estudió Derecho y Comercio. En 1925, su salud quebradiza le aparta de toda actividad que no fuera la
poesía. Permaneció en Madrid tras la guerra y actuó como referente y maestro de los poetas de
generaciones posteriores. Miembro de la Real Academia Española y Premio Nobel de Literatura en
1977. La poesía de Aleixandre es una búsqueda constante: en primer lugar una búsqueda de la
naturaleza con la que entrar en plena armonía, después una búsqueda de la comunicación humana y
finalmente una búsqueda de autoconocimiento. Sus primeras obras responden al surrealismo:
Espadas como labios (1931) y La destrucción o el amor (1933). En una segunda etapa la historia va a
sustituir a la naturaleza: Sombra del paraíso (1944) e Historia del corazón (1954). Finalizará su obra
como "poesía de meditación" con, por ejemplo, Diálogos del conocimiento (1974).
Luis Cernuda (Sevilla, 1902 - Méjico, 1963). Estudió Derecho en la universidad de Sevilla, donde
fue alumno de Salinas. Al estallar la guerra civil, sale de España, a la que ya no volverá. En el exilio
ejerció como profesor en distintas universidades inglesas y norteamericanas. Una nota dominante de su
poesía es el inconformismo, una cierta rebeldía. La fricción con el entorno es uno de los temas
recurrentes: el antagonismo entre el anhelo de libertad y las trabas que impone la realidad. Por otra parte,
Cernuda es poeta del amor inalcanzado, del amor solitario e insatisfecho. La oposición entre el deseo y la
realidad es la expresión de un hombre inadaptado: su anhelo de belleza y placer tropieza con un mundo
vulgar que aplasta sus ideales. En cuanto al estilo, era partidario de un lenguaje sencillo y de un tono
coloquial y conversacional. Cernuda agrupó sus diversos libros bajo un título común: La realidad y el
deseo. Esas dos palabras expresan con claridad el conflicto medular de su vida y de su creación poética.
Antes de la guerra escribe: Los placeres prohibidos (1931), una de sus mejores obras, y Donde habite el
olvido (1933), libro de acentos becquerianos, sincero y desgarrador, por la profunda queja y desolación
que encierra. Después de la guerra, la contienda y el destierro inspiraron buena parte de los poemas de
Como quien espera el alba (1947) y Desolación de la quimera (1962). La nota dominante es el desarraigo
y la amargura. Su lenguaje poético se va depurando, la imagen queda relegada y su riqueza expresiva se
apoya en la capacidad sugeridora de la palabra.
Rafael Alberti (Puerto de Santa María, Cádiz, 1902 – ibídem, 1999). Pronto abandonó los
estudios de bachillerato y se dedicó a la pintura. Desde 1925 se entregará plenamente a la poesía. En
1927 se hizo militante del Partido Comunista de España y durante la guerra civil participó activamente
en la defensa de la República. Tras la derrota, se exilió en París, Argentina y Roma. La poesía de
Alberti es muy variada temática y estilísticamente, pudiendo afirmarse que sigue cinco referencias
básicas: neopopularismo, barroquismo gongorino, vanguardismo surrealista, compromiso político y una
suerte de tendencia nostálgica. Destacan Marinero en tierra (1924), Sobre los ángeles (1928), Entre el
clavel y la espada (1939-40) y A la pintura (1953).
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