Modernismo y 98 - adistanciaginer

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TEMA 4: MODERNISMO Y GENERACIÓN DEL 98. LA LÍRICA
A este periodo se le conoce también como Edad de Plata de la literatura española, gracias especialmente a la
poesía. Pero no debemos olvidar la figura del nicaragüense Rubén Darío, sin cuya influencia sería casi imposible
analizar con la debida perspectiva el triunfo del Modernismo.
En España e Hispanoamérica, se llamó modernistas a todos los escritores que tenían impulsos innovadores, ya
fueron éticos o estéticos, derivados de una profunda insatisfacción ante el mundo que les había tocado vivir. El
término “Generación del 98” fue acuñado más tarde en España por Azorín para referirse a los escritores, como él
mismo, que adoptaron una postura crítica ante los problemas políticos y sociales, puestos de manifiesto gracias al
Desastre de 1898. Hoy día se pone en duda la oposición tajante entre Modernismo y Generación del 98: más bien
se trata de manifestaciones diferentes de un mismo afán crítico y renovador con respecto a la etapa realista
precedente, que vuelven a unirse bajo el epígrafe común de Crisis de Fin de Siglo.
Desde el punto de vista temático, los TEMAS MODERNISTAS tienen una fuerte influencia romántica, así como del
Parnasianismo y Simbolismo franceses. Es un mundo plagado de sensaciones, de matices, donde se funden todas las
artes (“El arte es azul”). El rechazo del mundo real, por chabacano y vulgar, les lleva a evadirse en el tiempo y el
espacio, con recreación de ambientes orientales, exquisitos y extraños. Son frecuentes princesas, salones y jardines
versallescos con sus estanques, sus cisnes; la mitología grecolatina, germánica, precolombina,... Los Siglos de Oro
serán fuente de inspiración constante. París la ciudad por excelencia. El mundo interior, como en el Romanticismo,
pasa de un tono vitalista y sensual, a otro marcado por la tristeza, el hastío, la melancolía y la nostalgia.
Los TEMAS NOVENTAYOCHISTAS se centran en el paisaje de las tierras y las gentes de España, especialmente
Castilla (“mística y guerrera”). Ejercen su crítica sobre la historia y la literatura. Sus preocupaciones existenciales les
llevan a interrogarse sobre el sentido de la existencia humana, el paso del tiempo, la muerte,… El ensayo será el
género predilecto para expresar esas preocupaciones (Azorín, Unamuno)
En cuanto al ESTILO, rechazan el retoricismo anterior. Mantienen en común un afán renovador de la lengua que se
manifiesta de múltiples formas. En métrica, se siguen usando el endecasílabo, el octosílabo, con revalorización del
romance, y versos medievales como el alejandrino; pero se recuperan el dodecasílabo y el eneasílabo, así como
metros grecolatinos. Los recursos fónicos son frecuentes. Se enriquece el vocabulario con palabras aristocráticas y
exquisitas por un lado, y con un tono popular y casticista por otro .
El poeta de mayor influencia fue, sin lugar a dudas, RUBÉN DARÍO, (1867-1916). “Prosas profanas” (1896) es la
culminación del Modernismo más exuberante y rotundo, el cantor de cisnes, princesas y fiestas galantes, con
múltiples efectos musicales y sensoriales, donde aparecen metros tradicionales junto a la revivificación del
alejandrino o el eneasílabo. Con “Cantos de vida y esperanza” (1905) irrumpen la preocupaciones existenciales
(poema "Lo fatal"), a la vez que las políticas, con la defensa de lo hispánico frente a lo anglosajón.
En España, el modernismo ya tuvo sus precursores en Manuel Reina y Salvador Rueda. Quizá el mejor
representante del modernismo fuera Manuel Machado, (“Alma”, “El mal poema”), como señaló el mismo
Unamuno, que se dedicó también a la lírica como expresión de sus preocupaciones existenciales, cayendo por tanto
hacia el lado noventayochista.
Pero el más importante es su hermano ANTONIO MACHADO (1875-1939), que evoluciona desde el modernismo de
los primeros libros hacia una depuración formal y temática noventayochistas (“La poesía es palabra esencial en el
tiempo”). Los poemas de Machado comunican emociones y sentimientos, ya sea de su interioridad o de su mirada
sobre el mundo que le rodea. Su obra se suele dividir en tres etapas:
La etapa modernista, con “Soledades, galerías y otros poemas” está dentro del Modernismo intimista, con claras
influencias románticas (Bécquer y Rosalía). Le interesa apresar “los universales del sentimiento”: el amor, el paso
del tiempo, la conciencia de la muerte, Dios... Es una poesía simbolista: la tarde, el camino, el río, la fuente, un árbol
son símbolos de realidades profundas, de estados de ánimo o de obsesiones íntimas.
La etapa noventayochista, con “Campos de Castilla”, es una reflexión sobre la realidad de España, sus tierras y sus
gentes. Hay una actitud crítica que da testimonio del atraso y la pobreza, y de las desigualdades e injusticias.
La etapa filosófica, con “Nuevas canciones”, nos muestra un cierto agotamiento poético en favor de reflexiones
existenciales, sociales y políticas tan características de la Generación del 98. Intentó revitalizar estrofas tradicionales,
como el romance, así como estrofas populares, como soleares y coplas, pero su estrofa preferida fue la silva
arromanzada.
En el segundo lustro del siglo XX, la decadencia del Modernismo es evidente (“Tuércele el cuello al cisne de
engañoso plumaje”) y se busca una literatura diferente, que en Hispanoamérica se conoce como Posmodernismo y
en España como Novecentismo. En la lírica, el Novecentismo supone una depuración de elementos modernistas.
El poeta más representativo e influyente es JUAN RAMÓN JIMÉNEZ (1881-1958). Aunque derivó posteriormente
hacia una poesía de corte netamente intelectual, “pura”, su etapa sensitiva o modernista (1898-1915) está marcada
por la influencia de Bécquer, el Simbolismo y el Modernismo. En ella, predominan las descripciones del paisaje como
reflejo del alma del poeta, los sentimientos vagos, la melancolía, la música y el color, los recuerdos y ensueños
amorosos. Se trata de una poesía emotiva y sentimental donde se trasluce la sensibilidad del poeta a través de una
estructura formal perfecta. Pertenecen a esta etapa Rimas, “Arias tristes”, “Jardines lejanos”, “Elejías”, “La soledad
sonora” y “Estío”, entre otros. En esta etapa escribe “Platero y yo”, el mejor ejemplo de prosa poética, o mejor, de
poemas en prosa de la literatura del siglo XX.
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