Diario DPI Constitucional y Derechos Humanos Nro 102 – 07.03.2016 El indignante juicio político a que está sometido un camarista federal Por Daniel A. Sabsay El juicio que contra el miembro de la Cámara Federal de Bahía Blanca Néstor Montezanti es una curiosa rémora del kirchnerismo que creíamos superada. Entre los ataques a la independencia de la Justicia la ex Presidenta Cristina Kirchner utilizó a la remoción o apartamiento de los jueces o miembros del Ministerio Público que tuviesen a su cargo causas que comprometían al Ejecutivo. Los casos del fiscal Campagnoli y de los magistrados Bonadío, Herrero y Fernández, no alcanzaron a concretarse por la reacción de la opinión pública. El Dr. Montezanti fue designado en 2003 con el acuerdo unánime del Senado, sin embargo cuando su presencia resultó molesta por su desempeño como juez independiente en una causa por facturas apócrifas que involucra a Lázaro Báez, comenzó a ponerse en marcha un plan encaminado a destituirlo. El juez de primera instancia Martínez había avanzado fuertemente en ese proceso. Eso motivó su apartamiento inmediato (la primera medida adoptada por el Consejo de la Magistratura con la nueva Ley de Subrogancias). Luego aprovecharon para ir contra la Cámara, que como sólo contaba y funcionaba con dos jueces titulares, era fácil de “copar” mediante la suspensión y destitución de uno de ellos. Entre las escuchas de la causa “Suris” por narcotráfico (luego anuladas por reparos procesales), hay un diálogo entre Suris y otro presunto narco, en el que este último le dice que “si en la Cámara lo agarra Montezanti está perdido porque es un hijo de p…”(sic) También habla bien del fiscal de Justicia Legítima, Antonio Castaño, que es uno de los funcionarios que pide la intervención irregular de la justicia federal de Bahía Blanca mediante el nombramiento de Alejo Ramos Padilla (que no podía ser nombrado porque es juez federal de Dolores, es decir, no es un magistrado de la misma jurisdicción ni figura en la lista de conjueces como exige la propia ley de Subrogancias). Para lograr la remoción se montó una acusación que hoy tramita ante el Jurado de Enjuiciamiento plagada de vicios que la tornan nula de nulidad absoluta. El juez fue suspendido por el Consejo de la Magistratura por supuesto mal desempeño en el ejercicio de sus funciones y pese a que no se le imputaba ningún delito. El mal desempeño lo fundan en causales que ya el Consejo había considerado con anterioridad y que habían derivado en el archivo de las denuncias. Además, algunas de ellas (supuestos vínculos con personas pertenecientes a la Triple A) son previas a su propio nombramiento y actuación como juez. Por lo tanto, no pueden ser propuestas como constitutivas de mal desempeño de ese cargo y su evaluación y mérito corresponden al Consejo, el Presidente y el Senado en el momento de la designación. Además, en las acusaciones archivadas y caducas, ahora reflotadas, se sostiene que el Dr. Montezanti integró el servicio de inteligencia durante el último proceso militar (en 1981 y hasta junio de 1982) y se invoca inidoneidad moral para el cargo; también se le imputa malos tratos al personal y que fue objeto de un juicio académico en la Universidad del Sur. En relación a este último, la Cámara Federal de Bahía Blanca (integrada con conjueces) resolvió el 8 de octubre pasado que ese juicio era nulo y arbitrario. Cabe agregar que en 2007 ganó un juicio por injurias relacionado con la acusación sobre su supuesta pertenencia a la Triple A. Se ha olvidado que el principio del derecho procesal ne bis in idem es uno de los pilares en los que se asienta el postulado de seguridad jurídica y que en el caso de un juez sustenta su independencia. Este principio está enunciado en el artículo 1º del CPPN “nadie podrá ser perseguido penalmente más de una vez por el mismo hecho”, encuentra sustento en la C N (art. 18, principios de legalidad y culpabilidad) y, luego de la reforma, aparece “reforzado” como garantía fundamental en varios tratados de jerarquía constitucional. La CSJN, en el caso “Mattei” ha expresado que el ne bis in idem, la progresividad y la preclusión, son esenciales. En una demostración de ignorancia jurídica desconcertante el miembro acusador del Consejo de la Magistratura Dr. Miguel Piedecasas sustenta su acusación en esos cargos falsos, que datan de varias décadas y que surgen de causas que como hemos visto han perimido o en las que el acusado fue sobreseído. Se mezclan temas judiciales con otros de índole política, universitaria y sindical. De modo que confluyen viejas revanchas, prejuicios ideológicos y por supuesto una vergonzosa persecución contra un juez probo, decente y que se le animó al narcotráfico y a los "amigos del poder". Piedecasas actúa con una saña que lo transforma en inquisidor, sostiene que en un juicio político no se aplican los principios del debido proceso, dado su carácter "político"; por lo tanto, no importan la cosa juzgada, la perención de la instancia, el sobreseimiento, ni tampoco la revisión de hechos que ya fueron aprobados por el Senado cuando prestó acuerdo para el nombramiento de Montezanti. Asimismo, se afirma que la pertenencia del magistrado durante un breve plazo al Servicio de Inteligencia del Ejército al final de la última dictadura junto a su supuesta relación con personas ligadas a ella, deben seguir la misma suerte que los delitos de lesa humanidad o por lo menos estarían lesionando el más mínimo decoro que debe observar un juez. Es increíble que el Presidente del Consejo que representa a los abogados del interior sostenga que un juicio político no debe observar las reglas del debido proceso. Afirmación que lo acerca a las construcciones doctrinarias elaboradas por los ideólogos de las peores dictaduras. Más sorprendente aún es que en su alegato recurra permanentemente a la cita de los tratados internacionales de Derechos Humanos y en el punto que estamos tratando desconozca lo que tiene dicho la Corte Interamericana de Derechos Humanos, tribunal creado por la Convención Americana de Derechos Humanos. La Argentina no sólo es parte de dicho tratado, sino que además la Corte Suprema ha decidido que las decisiones del mencionado órgano obligan del mismo modo que la letra de la Convención. Pues bien, es precisamente en sus sentencias que la jurisdicción americana ha establecido exactamente lo contrario que lo que con soberbia sostiene Piedecasas. Recordemos que recientemente así lo ha dicho en el Informe 43/15, decisión dirigida contra nuestro país, en tanto ha observado la inválida remoción de magistrados por no haberse observado las mencionadas reglas que la Convención recepta en su artículo 8°. Es más, los tribunales internacionales tienen dicho que cuando se trata de un órgano no jurisdiccional –como es el Jurado de Enjuiciamiento- que ejerce funciones judiciales, el estándar de cumplimiento del debido proceso debe ser aún más alto que el que se le exige a un tribunal de justicia. Hace tiempo que nos hemos pronunciado a favor de una pronta reforma de la ley que regula el Consejo de la Magistratura y por ende a los jurados de enjuiciamiento que se creen. Este indignante episodio nos obliga a clamar por la más pronta y profunda reforma que impida que en el futuro se cometan semejantes exabruptos que de triunfar pondrán a todos los magistrados federales en una suerte de “cuerda floja” pues estarán amenazados por la “espada de Damocles” ejercida por estos arbitrarios inquisidores.