LA RESPONSABILIDAD DE LOS ESCRIBANOS POR INFRACCION A LA FE DE CONOCIMIENTO por ALBERTO J. BUERES y CARLOS A. CALVO COSTA I - EL SIGNIFICADO DE LA “FE DE CONOCIMIENTO” (O FE DE IDENTIFICACION”) 1) El significado de la palabra “fe”, en una de sus acepciones y para los fines propuestos en este trabajo, se relaciona con la “seguridad, aseveración de que algo es cierto”, tal como lo determina el Diccionario de la Real Academia Española. La fe pública es la “autoridad legítima atribuida a notarios, escribanos, agentes de cambio y bolsa, cónsules y secretarios de juzgados, tribunales y otros institutos oficiales, para que los documentos que autorizan en debida forma sean considerados como auténticos y lo contenido en ellos sea tenido por verdadero mientras no se haga prueba en contrario”1. En consecuencia, cabe afirmar que la fe notarial se encuentra íntimamente ligada a la fe pública, pues es una especie de ésta, hasta tal punto que se llegó a afirmar –con acierto-, que sin fe pública notarial el notariado no tiene razón de existir2, dado que ella tiene por fin dar firmeza a los actos jurídicos, servir como medio de prueba y otorgar un instrumento que evidencia el derecho de su titular; en síntesis, brindar seguridad jurídica3. 2) En este contexto debemos referirnos a la “fe de conocimiento” que deben brindar los escribanos, y que consiste, tal como se ha concluido en las XXII Jornada Notarial Argentina (Rosario, 17 al 19 de octubre de 1991), en la convicción del escribano respecto de la identidad de los comparecientes del acto que autoriza4. Sobre el respecto, y con mayor detalle, se sostuvo que esa fe de identificación es el estado sicológico, subjetivo, racionalmente formado por el propio notario5; así como también que ella refiere que el asegurarse la identidad de una persona, supone tanto como asegurar la identidad de la misma con su nombre, que es el verdadero signo individual, con el sujeto que se lo atribuye6. También ARGENTINO I. NERI, en su importante obra sobre la materia, sostiene que el conocimiento es una cuestión (o un juicio) de 1 Real Academia Española, “Diccionario de la Lengua Española”, Tomo a/g, Ed. Espasa Calpe, Buenos Aires, 2001, pág. 1044. 2 Véase en este sentido: Charchir de Hirsch, Mina, “La fe notarial y sus fundamentos”, en Revista del Notariado Nro. 690, Año LXX, Colegio de Escribanos de Capital Federal, Buenos Aires, 1966, pág. 1426. 3 Ferrari Ceretti, Francisco, “Estudio motivado por un proyecto de supresión de la “fe de conocimiento” en las escrituras públicas”, JA, 1988-II-556. 4 Núñez Lagos, R., “Estudio del valor jurídico del documento notarial”, Ed. Academia Matritense del Notariado, Madrid, 1945, pág. 1071. 5 Mengual y Mengual, J.M., “Elementos del derecho notarial”, Tomo II, Vol. II, Ed. Bosch, Barcelona, 1933, pág. 151. 6 Monasterio y Galí, A., “La fe de conocimiento en el derecho constituyente”, Ed. Imp. J. Jesús, Barcelona, 1905, pág. 19. 1 “sindéresis”, vale decir, de discreción, de entendimiento y capacidad natural para discernir los hechos y juzgar rectamente con acierto; es una cuestión anímica, a base de aportes intelectuales y sociales en la cual el convencimiento y la convicción son recíprocamente el medio y el fin para juzgar el acto notarial. Por lo que se observa –añade el autor- el conocimiento de una persona parece cosa fácil, pero sin embargo no es así. Como acto derivado de la apreciación humana es falible; puede fallar por error o engaño, por apreciación directa o indirecta, por influjo o por hechos notorios que revelando la filiación de una persona, hayan creado en uno mismo un estado de conciencia7. Por nuestra parte, no dudamos que la “fe de conocimiento” resulta ser uno de los pilares fundamentales de la función notarial8, aún cuando su denominación esté actualmente cuestionada por gran parte de la doctrina nacional9 y extranjera. A priore, y tal como señalamos en anteriores trabajos sobre la materia, resulta más apropiado reemplazar la expresión “fe de conocimiento” por “fe de identificación”10. Obsérvese, que una de las acepciones de la palabra conocido en el Diccionario de la Real Academia Española es “persona con quien se tiene trato o comunicación, pero no amistad”11. Como bien señala PONDE, el conocimiento era una forma válida de identificar e individualizar a las personas en épocas antiguas12 pero resulta ineficaz en las grandes urbes de la actualidad. Su razón de ser se explicaba en la sociedad de mediados del siglo pasado, en la cual todos se conocían o tenían vinculaciones comunes, y, además, no se disponía de los medios técnicos de identificación que hoy ofrecen tantas seguridades13. 7 Neri, Argentino I., “Tratado teórico y práctico de derecho notarial”, Tomo III, Ed. Depalma, Buenos Aires, 1980, pág. 443. 8 Esta resulta ser la opinión mayoritaria en nuestra doctrina y ha sido una de mas más importantes conclusiones adoptadas en el marco de las Primeras Jornadas Provinciales de Derecho Civil (Mercedes, agosto de 1981), en donde se ha pregonado la necesidad de mantenérsela en toda su extensión pese a las transformaciones de la vida moderna (ver “El Derecho Privado en la Argentina. Conclusiones de Congresos y Jornadas en los últimos treinta años”, Universidad Notarial Argentina, Buenos Aires, 1991, pág. 129). 9 Bollini, Jorge A. – Gardey, Juan A., “Fe de conocimiento” en “Revista del Notariado”, Organo del Colegio de Escribanos de la Capital Federal, año 1968, Nro. 704, págs. 1107 y ss.; Braschi, A., “Fe de conocimiento”, en “Revista del Notariado”, Organo del Colegio de Escribanos de la Capital Federal, año 1991, Nro. 827, págs. 943 y ss; Baisburd, Leopoldo, “Fe de conocimiento”, en “Revista del Notariado”, Organo del Colegio de Escribanos de la Capital Federal, año 1992, Nro. 829, pág. 301; Arévalo, E., “La fe de conocimiento notarial. La interpretación actual y propuestas”, en “Revista del Notariado”, Organo del Colegio de Escribanos de la Capital Federal, año 1993, Nro. 833, pág. 209; Orelle, José M., “Comentario al art. 1001”, en Belluscio, A. – Zannoni, E., “Código Civil y leyes complementarias. Comentado, anotado y concordado”, Tomo IV, Buenos Aires, 1982, pág. 600. 10 Bueres, Alberto J., “Responsabilidad civil del escribano”, Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 1984, pág. 93. En aquella ocasión, se ha manifestado –siguiendo a Bollini y a Gardey- que conocer es menos que identificar, en tanto el conocimiento no importa necesariamente la conciencia de la identidad, sino que basta, en abstracto, que un sujeto distinga a otro; por ello el conocimiento es una noción imperfecta para vincularla a la temática. En cambio, identificar es reconocer si tal persona es la misma que dice ser ella o que se supone que es. Véase también: Calvo Costa, Carlos A., “Responsabilidad civil de los escribanos. Una resolución justa con respecto a la “fe de conocimiento” del notario”, en “Revista de Responsabilidad Civil y Seguros”, Año VII, Nro. 2, Ed. La Ley, febrero de 2005, pág. 38. 11 Real Academia Española, “Diccionario de la Lengua Española”, Tomo a/g, 22ma. Edición, Espasa Calpe, Buenos Aires, 2001, pág. 627. 12 Pondé, Eduardo B., “Tríptico notarial”, Ed. Depalma, Buenos Aires, 1977, págs. 187 y ss. 13 Borda, Guillermo A., “Tratado de Derecho Civil. Parte General”, Tomo II, Ed. Perrot, Buenos Aires, 1976, nro. 1020, pág. 233. 2 No se puede soslayar que la finalidad de la identificación de los otorgantes que lleva ínsita la “fe de conocimiento” surge de la misma lectura de los arts. 1001 y 1002 del Código Civil que tratan la cuestión. El art. 1001 establece que el escribano debe dar fe de que conoce a los otorgantes, sin exigir de éste ningún otro recaudo ni otras particularidades, tales como el estado de familia, profesión, domicilio y otros atributos cambiantes14. Es decir, que sólo se requiere que el notario conozca la identidad del otorgante. A su vez, el art. 1002 da cuenta que el legislador, aún cuando hace referencia al “conocimiento” que el escribano debe poseer respecto de las partes, se ha conformado con que éstas últimas puedan justificar su identidad personal ante el notario con dos testigos. De ahí que lo importante, en cuanto a la fe que debe brindar el notario en relación con los otorgantes, concierne pura y exclusivamente a la identidad de éstos, en el momento de otorgar el acto. En rigor, la función fedataria de los escribanos reclama de éstos –como se ha sostenido en la Comisión Nro. 3 de las Primeras Jornadas Sanjuaninas de Derecho Civil (octubre de 1982)- “un juicio de certeza cuya inobservancia genera responsabilidad” (conclusión 14)15. 3) Ahora bien, reviste sideral importancia para dar “ fe de identificación”, analizar si resulta suficiente que el escribano se limite a constatar, simplemente, los documentos de identidad de los otorgantes que le son exhibidos en el momento de la celebración del acto. Adelantamos nuestra opinión en sentido negativo. Si bien es cierto que Vélez Sársfield sólo pudo haberse referido al conocimiento personal del escribano, derivado del trato en una sociedad no muy numerosa que posibilitaba que fuera de tal modo, también resulta inegable que a partir de la sanción de la ley 17671/68, la identificación a través de los documentos de identidad forma parte de la práctica notarial16. Esto adquirió en las últimas décadas una gran importancia, como ocurre en los sistemas legislativos más modernos del mundo occidental ( Suiza, Austria, España, Francia, Portugal, Grecia, Brasil, Luxemburgo, etcétera ). Sin embargo, estimamos que para poder otorgar “fe de conocimiento”, el notario debe formar un “juicio de certeza” -consistente en la convicción racional que adquiera sobre la identidad de las partes-, a cuyo efecto tendrá en cuenta todas las circunstancias concurrentes en el acto (constatación y confrontación de la edad que denota la persona asistente al acto notarial y la que 14 CNCiv., Sala E, 10/06/99, “R., S.B. c/S., L.A. s/Nulidad de acto jurídico”, inédito; CNCiv., Sala F, 21/05/91, “Serebrinsky, Abraham c/Barrio, José M. s/daños y perjuicios”, inédito; CNCiv., Sala F, 31/05/84, “Anaeróbicos Argentinos SRL c/Detry, Amaro N.”, LL, 1984-D-4 (voto del Dr. Bossert al que adhirió el Dr. Yánez). 15 “El Derecho Privado en la Argentina. Conclusiones de Congresos y Jornadas en los últimos treinta años”, Univ. Notarial Argentina, Buenos Aires, 1991, pág. 71. 16 CNCiv., Sala F, 31/05/84, “Anaeróbicos Argentinos SRL c/Detry Amaro N”, LL, 1984-D-4 (voto del Dr. Bossert). 3 figura en el documento de identidad, apreciación de los rasgos fisonómicos que surgen de la fotografía del documento, cotejo de firmas, etc.)17. Por tanto, es evidente que el juicio de certeza que se exige al notario no se podrá conformar ni adquirir con la sola exhibición del documento de identidad por el otorgante del acto18, y, por lógica consecuencia, ésto tampoco será suficiente para que el escribano dé fe de conocimiento (cfr. conclusión 15 de las Primeras Jornadas Sanjuaninas de Derecho Civil) 19. En las Jornadas Sanjuaninas, citadas, se concluyó –en este mismo sentido- que cuando el notario no conoce a la parte, igualmente puede autorizar la escritura si previamente adquiere la convicción sobre la identidad, sin ninguna necesidad de recurrir a los testigos de conocimiento –art. 1002 CC(conclusión 16). Por ende, incumbirá al notario determinar la elección de las herramientas para tener la certeza acerca de la identidad del otorgante con todos los medios a su alcance, desplegando un procedimiento libre, intelectual, que le permita escoger los elementos de juicio que considere apropiados. ¿Cuáles son los elementos que posibilitan al escribano la formación de un juicio de certeza respecto de los otorgantes del acto? No resulta posible efectuar una enumeración taxativa de ellos. En nuestra jurisprudencia, cuadra recordar un decisorio de la Sala D de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil20, en el cual se resolvió –en términos generales- que para nuestro ordenamiento notarial no hay medios tasados en la ley a efectos de adquirir la seguridad que el compareciente u otorgante es la persona a la que se refiere el acto instrumentado; asimismo, se señaló en el fallo, que la convicción sobre la identidad se adquiere mediante la concurrencia de una serie o conjunto de hechos que razonablemente operan en el escribano para llevarlo al conocimiento o certeza de que el sujeto instrumental es la persona que se individualiza. En consecuencia, se identificará por conocimiento directo cuando el escribano tenga trato con el compareciente. O bien ha de recurrirse a los medios supletorios (uno o varios) según las necesidades (testigos de conocimiento, documentos de identidad, cotejo de firmas, impresión digital, fotografías, sistemas dactiloscópicos o antropométricos, etc.). Estos medios se conjugarán, singular o pluralmente, con las circunstancias concurrentes21. Con razón se ha dicho que no hay relación de jerarquía entre el conocer por trato y el asegurarse la identidad (por otro conducto). La alusión a los 17 Bueres, Alberto J., “Responsabilidad civil del escribano”, Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 1984, pág. 96. Véase en este sentido: Martínez Segovia, Francisco, “Fe de conocimiento” en “Revista Internacional del Notariado Latino”, Nro. 15, 1952, págs. 191 y 359, en donde destaca que “es ilógico pretender sustituirla (la fe de conocimiento) por la presentación de documentos de identidad, que sólo podrían constituir uno de los elementos que el notario tiene en cuenta para llegar a la fe de conocimiento, pero nunca integrarla por ellos solos ni menos suplantarla”. 19 “El Derecho Privado en la Argentina. Conclusiones de Congresos y Jornadas en los últimos treinta años”, ob.cit., pág. 71. 20 CNCiv., Sala D, 04/03/83, “Staud, Teresa P. c/Kahan, José J. y otro”, ED, 104-98. 21 Bueres, Alberto J., “Responsabilidad civil del escribano”, ob.cit., pág. 99. 18 4 medios supletorios no significa que la identificación realizada por el notario que no conoce en forma directa al compareciente sea supletoria o subsidiaria. La opción entre el conocer por trato o por otros medios es pareja. Es más, puede darse, indistintamente, de un modo u otro. Inclusive, si el escribano conoce al compareciente de forma personal puede asegurarse su identidad mediante otros elementos22. En rigor de verdad, los medios son supletorios y no el juicio de certeza –o sistema- para asegurarse la identidad. La expresión medios supletorios que aparece, por ejemplo, en el art. 23 de la ley española del 19 de diciembre de 1944, no es utilizada uniformemente, dado que con frecuencia se habla de conocimiento directo y de conocimiento adquirido23. 4) En síntesis, se nos ocurre que la fe de conocimiento, de identidad o de identificación, aún cuando sea tortuoso o angustiante para la labor cotidiana , resulta ser un pilar fundamental de la función notarial. A esta conclusión también se arribó hace unos años en las Primeras Jornadas Provinciales de Derecho Civil (Mercedes, agosto de 1981), citadas, en las que se ha pregonado la necesidad de mantener la susodicha fe de conocimiento en toda su extensión, pese a las transformaciones de la vida moderna. II - LA “FE DE CONOCIMIENTO” COMO OBLIGACIÓN DE RESULTADO QUE ASUME EL ESCRIBANO 1) Luego de proporcionar las líneas generales a propósito de la “fe de conocimiento”, y de sostener que ella es inherente a la función notarial (caso contrario deberíamos replantearnos cuál es la verdadera razón de ser de esta última), es importante destacar que todo incumplimiento en que incurra el escribano respecto de ella genera responsabilidad, ya que la omisión o el cumplimiento defectuoso de esa obligación conspira contra la seguridad jurídica del acto celebrado y en especial contra la eficacia del negocio en cuanto tal. Creemos, pues, que la obligación de dar fe de identificación es un deber de resultado24 que asume el notario, puesto que se compromete a identificar al interesado. 22 Ponde, Eduardo B., “Tríptico notarial”, ob. cit., pág. 205. Bueres, Alberto J., “Responsabilidad civil del escribano”, ob. cit., pág. 100. 24 En este sentido: Bueres, Alberto J., “Responsabilidad civil del escribano”, ob. cit., pág. 105; Bustamante Alsina, Jorge, “Teoría general de la responsabilidad civil”, 6ta. edición, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1989, pág. 1471; Lloveras de Resk, María E., “La responsabilidad del escribano público”, ED, 105-933; Trigo Represas, Félix – López Mesa, Marcelo, “Tratado de la responsabilidad civil”, Tomo II, Ed. La Ley, Buenos Aires, 2004, pág. 659; Calvo Costa, Carlos A., “Responsabilidad civil de los escribanos. Una resolución justa con respecto a la “fe de conocimiento” del notario”, ob. cit., pág. 43. También nuestra jurisprudencia se ha expedido en este sentido: CNCiv., Sala D, 16/04/04, “Chorbajian de Kasabian, Lucia c/Enriquez, Susana Teresa s/Daños y Perjuicios”, en Revista de Responsabilidad Civil y Seguros”, Año VII, Nro. 2, Ed. La Ley, febrero de 2005, pág. 43 (con nota de Calvo Costa, Carlos A.); CNCiv., Sala A, 21/04/99, “Baumarder, Carlos c/Capparelli, Julio César s/Cobro de Sumas de Dinero” (disidencia del Dr. Escuti Pizarro); CNCiv., Sala K, 26/04/01, “Cascallana, Beatriz c/Cascallana, Silvia s/Nulidad de acto jurídico”, 23 5 2) Ahora bien, ¿hasta dónde llegan los riesgos que han de ponerse sobre las espaldas del notario? Si consideramos que la zona de riesgo está cubierta por una obligación de seguridad que afianza cualquier hecho de un impostor que haya ingresado al acto notarial en lugar del otorgante real ( que debió ingresar ), es indudable que el notario tiene que absorber todos los errores cometidos en dicho ámbito ( al igual que sucede con el dueño o guardián en el riesgo de las cosas que informa el art. 1113, párr. 2º, ap. 2º, en la responsabilidad extracontractual ). A lo sumo, quedaría fuera de la órbita de la obligación de seguridad la vis absoluta o vis corporis illata, no imputable, claro está25. Nos parece que el criterio mencionado, sin ser descabellado, puede no obstante resultar excesivo, pero ello no quita que el notario que da fe de conocimiento asume una obligación de resultado que garantice al acreedor un sector de riesgo más reducido. Nos explicamos: el hecho del impostor a veces puede configurar una causa ajena no imputable (casus ), exoneradora y liberatoria ex arts. 513, 514 y 888, pero en otras oportunidades no reunirá los requisitos que exige la susodicha figura y, por ende, la obligación del notario subsistirá ( perpetuatio obligationis ). Cabe recordar que en las obligaciones de medios, el objeto de la obligación (que constituye un quid diverso del contenido de ella, aunque de signo coincidente) está formado por una conducta del deudor dirigida a alcanzar un resultado que no es afianzado. Si el deudor no satisfizo la prestación en absoluto, si lo hizo parcialmente o se encuentra incurso en mora, no existe responsabilidad si se demuestra un casus. La diligencia no es relevante en éstos casos, pues el deudor debe desplegar su conducta para lograr el fin (a pesar de la aleatoriedad de éste ). En definitiva, se aplican los mismos principios que en las obligaciones de resultado, puesto que éstas perturbaciones al plan de prestación no tienen un régimen diferente. LL, 2001-E-185 y DJ, 2001-2-1193; CNCiv., Sala K, 18/10/99, “Peña, Sara c/Vallaza, Emilio s/Daños y Perjuicios”, ED del 07/08/00, pág. 4; CNCiv., Sala A, 11/03/96, “M. J c/Di N., B.”, LL, 1997-D-72 (con nota de María Acquarone); CNCiv., Sala D, 31/08/82, “B. O., E. c/R., A”, ED, 102-807 (voto del Dr. Bueres); CNCiv., Sala D, 17/05/84, “González, Jorge A. c/Iglesias de Frei, Dora”, ED, 111-692; CNCiv., Sala F, 31/05/84, “Anaeróbicos Argentinos SRL c/Detry, Amaro N.”, LL, 1984-D-4 (voto del Dr. Bossert al que adhirió el Dr. Yánez). En contra: Segundo Congreso Internacional del Notariado de Madrid (octubre de 1950), que establecía tal obligación como de medios (véase Bueres, Alberto J., Responsabilidad civil del escribano”, ob. cit., pág. 105 en donde se transcribe la conclusión del mismo: “La certificación o fe de conocimiento ha de ser más que un testimonio, la calificación o juicio que el notario formula o emite basado en una convicción racional que adquiere por los medios que estime más adecuados, actuando con prudencia y cautela”). También existen fallos jurisprudenciales en este sentido: CNCiv., Sala M, 11/08/2000, “N., J.A. c/R., J. M. y otro s/redargución de falsedad” , “N., J.A. c/S.A.C.T.A. S.A. y otros s/daños y perjuicios” y “R. de V., A.B. c/S.A.C.T.A. y otros s/daños y perjuicios”, en Revista del Notariado, Nro. 864, Colegio de Escribanos de la Ciudad de Buenos Aires, abril-junio 2001, pág. 253, con nota de Novaro, Agustín, “Fe de conocimiento o fe de individualización”. 25 Sobre éstos aspectos de la obligación de seguridad ver Calvo Costa, Carlos A. “El caso fortuito como eximente ante las obligaciones de seguridad”, en “Revista de Responsabilidad Civil y Seguros”, Ed. La Ley, año VI, nro. VI, julio 2004, ps. 1 y ss.; Bellisent, Jean, “Contribution al´ analyse de la distinction des obligationes de moyen et des obligations de résultat”, Ed. L.G.D.J, Paris, 2001, nro. 692 y ss, p. 313 y siguientes. 6 La diligencia (falta de culpa), entonces, es sólo un elemento del cumplimiento exacto; o, como bien se ha dicho, la diligencia es, por un lado, positivamente, criterio de exacto cumplimiento y, por otro lado, y a consecuencia necesaria y lógica de lo anterior, negativamente, la culpa es una concreta forma de infraccióncontravención en los deberes e medios –el cumplimiento inexacto-. Por tanto el incumplimiento material en las obligaciones de medios (cumplidas de forma inexacta, por frustrarse el resultado que se intentó alcanzar ), está dado por la culpa y el pago ( o cumplimiento es la no culpa ). La no culpa (diligencia ) nunca es límite de responsabilidad, dado que si ella se verifica hay pago – como dijimos – y no incumplimiento que haya que limitar.En las obligaciones de resultado, es menester alcanzar el fin al cual va dirigida la conducta del deudor, pues éste fue afianzado al concertarse el plan de prestación. Consecuentemente, la frustración del resultado en cualesquiera de las formas en que puede infringirse el deber de prestación (falta total, parcial , retraso o cumplimiento inexacto ) responsabilizan al deudor mientras no pruebe un casus. De esto se infiere –como señalamos- que el casus es el único límite de responsabilidad para todas las obligaciones ( de medios y resultado) y para cualquier tipo de infracciones ( falta de cumplimiento definitivo, parcial o moroso o cumplimiento inexacto – o írrito - ), y destruye la relación de causa efecto. En la noción de casus26, cuadra distinguir, por un lado, el hecho que causa la imposibilidad de pago, que debe ocurrir sin culpa del deudor (la culpa es elemento de atracción causal ), más allá que en ocasiones que ese hecho se imputa al deudor de manera objetiva y, por otro lado, la susodicha imposibilidad sobrevenida de la prestación, que, en principio, debe ser objetiva y absoluta (efectiva )27. Ciertamente, la absolutez y la relatividad de la imposibilidad de pago se enlazan con la intensidad del esfuerzo. Y esa absolutez, en origen, fue referida a todo aquéllo que no puede ser vencido por las fuerzas humanas ( obligatio in eum casus incidit a que incipire non potuit o quod natura dari vel fiere non potest). De todos modos, el rigor de la absolutez insinuado en origen por Giuseppe Osti – en su construcción pionera de éstas cuestiones, que ha tenido suma influencia en la redacción de las normas atinentes del Código Civil italiano de 1942 (arts.1176, 1218 y concordantes) -, fue morigerado por el propio autor en diversos trabajos, pues, por ejemplo, advirtió que la posibilidad de la prestación ha de ser 26 Utilizamos la expresión casus con valor equivalente a caso fortuito – por supuesto-, fuerza mayor y causa ajena – no imputable27 Bueres, Alberto J. “El incumplimiento de la Obligación y la responsabilidad del deudor”, Revista del Derecho privado y comunitario, “Responsabilidad Contractual” - I, Ed. Rubinzal Culzoni, Santa Fe, 1998, Nro. 17, ps. 100 y ss.; y La buena fe y la imposibilidad de pago en la responsabilidad contractual en “Tratado de la buena fe”, Director: Marcos M. Córdoba, Ed. La Ley, Buenos Aires, 2004, T. I, ps. 285 a 289. 7 limitada por las exigencias de tutela de la vida, la libertad, la integridad corporal, etc.28 Asimismo, en Alemania se echó mano a la buena fe, el abuso del derecho o la equidad, con iguales propósitos ( destacan la teoría de la umzumutbarkeit – que luego se conocerá en Italia como teoría de la inexigibilidad – y la teoría der Opfergrenze ( o teoría del sacrificio ) –adoptada por Stoll, Brecht y Heck-. Pero creemos que ha sido en Italia donde la actuación de la buena fe se capta en su real dimensión por conducto de la obra de Luigi Mengoni – sobre todo-. En un primer momento, el autor mencionado afirmó su posición en la inesigibilità ( o irraggiungibilità )- inejecutabilidad ( o aquéllo que no es factible de obtención ) -, y por esa senda se desembocó en la inesigibilità ( inexigibilidad ). Mengoni refiere que probablemente en el más puro sentido lingüístico, la inexigibilidad es la que se verifica cuando hay un pago aplazado ( y no llegó el término ) o en supuesto en que el deudor se encuentre en condiciones de alegar una excepción dilatoria. De todos modos – y siempre dentro del relativismo que tienen las palabras-, si se parte de que ya hay una inejecutabilidad ( de lo inalcanzable del resultado), lo inexigible viene a ser lo que no es debido o lo que no se deduce de la obligación. El resultado no puede lograrse a través de los medios incluidos in obligatione, aunque tal vez pueda ser hacedero con medios muy superiores que entonces son inexigibles. Por de pronto, la buena fe cumple un rol en la interpretación recongnoscitiva o, si cabe, reconstructiva del plan de prestación, para establecer en concreto y en cada tipo de relación obligatoria, los medios con los que el deudor debe cumplir. En consecuencia, si el intérprete luego de meritar la total economía del contrato, legítimas expectativas de las partes, etc, llega a la convicción de que para cumplir es menester desplegar medios anormales o excepcionales ajenos al programa de prestación, existirá inexigibilidad. En tal dirección, se entendió que si el transportador no puede realizar el viaje por el túnel del Sempione a causa de una huelga ferroviaria y, por otro lado, la carretera está cubierta por un metro de nieve, la prestación es inexigible, puesto que el medio de transporte está identificado íntimamente con la prestación prometida – hasta tal punto que fue el ejemplo académico utilizado para aludir genéricamente al transporte de mercaderías entre Italia y Suiza-. También es útil el ejemplo de Brecht, relativo al barco que está bloqueado por los hielos y no puede salir del puerto si no es con el auxilio de un rompehielos-actividad que excede en mucho el tope fijado en la prestación-. Asimismo, la idea es válida para liberar al transportador que prometió un viaje corto, por tierra y en autobús, cuya realización con tales medios no es factible, y se necesita un helicóptero para el traslado. Y, en fin, se expresó que la búsqueda 28 Osti, Giuseppe, “Impossibiltá sopravveniente”, en “Novísimo Digesto Italiano, Ed. Utet. , Torino, 1962, T. VIII, nro. 2, p.289. 8 de un reloj que debe ser entregado al acreedor, pero que se perdió en el fondo de un lago, libera al deudor-aunque este caso fue fundamentado en el art. 1257 del Código Civil italiano29, en cuanto establece que la prestación cuyo objeto es una cosa determinada, es considerada de imposible realización cuando la susodicha cosa se extravió sin que pueda probarse su perecimiento-. Ha quedado insinuado que el juicio de buena fe y el juicio de diligencia son diferentes y autónomos. La fides sirve para determinar el objeto de la obligación y, en todo caso, el tope del sacrificio que el solvens tiene asignado para pagar. La buena fe está relacionada con las posiciones de acreedor y deudor. En cambio, el juicio de diligencia importa una pretensión cuyos confines ya han sido precisados de antemano. Asimismo, la diligencia se refiere a la posición del deudor en relación con la actividad del cumplimiento. Corresponde precisar que buena fe, aunque por vía de la inexigibilidad atenúe los efectos de la imposibilidad de pago (relativizando, si cabe, el naturalismo extremo), de ninguna manera excluye el carácter absoluto (efectivo) -¡!- de tal imposibilidad. En cada tipo de obligación ha de exigirse el esfuerzo razonablecon arreglo al plan de prestación, economía del negocio, situación de las partes, etc-, que nunca será el esfuerzo diligente (dado que, reiteramos una vez más, si así fuese la imposibilidad desaparecería)30. En definitiva, si bien el notario no asume el riesgo completo del hecho del impostor como interno a su órbita de incumbencias, parece justo imponerle una obligación de resultado con los alcances descriptos, y con la posibilidad de liberación a base de la prueba de una causa ajena no imputable – en la que hay un importante actuación de la buena fe ( lealtad o probidad )-. En la sentencia de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, Sala D31, dictada en la causa “Chorbajian de Kasabian, Lucía c/ Enriquez, Susana Teresa s/ daños y perjuicios“, ( supra, cap II, nota nro. 24, párr. 2º ), se establece con claridad que la liberación del notario, no siempre se producirá con la satisfacción de los recaudos exigidos en esa ocasión – en vista de sus circunstancias -, pues puede suceder que en otras oportunidades el rigor en la verificación de dichas exigencias sea mayor a efectos de determinar una imposibilidad de pago absoluta ( efectiva ) – que jamás estará configurada por la falta de culpa-. El caso puede sintetizarse de esta manera: La Corte Suprema de Justicia de la Nación dispuso la nulidad de la sentencia dictada en el mencionado proceso, por la Sala L, de la Cámara Civil. Se demandó a una escribana que otorgó una escritura de mutuo con hipoteca y el prestatario resultó un impostor. El Juez de 29 Mengoni, Luigi, “Responsabilità contrattuale”, cit., p. 116 y ss.; Bueres, “La buena fe y la imposibilidad de pago en la responsabilidad contractual”, cit. p. 30 Bueres, ibídem, ps.289 a 298. 31 En el fallo de la Sala D de la Cámara Civil, el primer voto es de Alberto J. Bueres, al cual han adherido Domingo Mercante y Eduardo Martínez Alvarez. 9 Primera Instancia rechazó la demanda, con costas en el orden causado, y la Sala L del Tribunal de Alzada revocó el fallo sobre la base de dos razonamientos esenciales: a) La fe de conocimiento es un juicio de certeza; y b) La sola exhibición del documento de identidad, como lo hizo el impostor, no es suficiente para otorgar fe de identificación. La Corte Suprema de Justicia de la Nación, hizo suyo el dictamen del Procurador General de la Nación, y advirtió que la Sala L omitió en su decisión valorar importantes extremos que surgían del proceso, motivo por el cual resolvió invalidar el fallo. La Sala D, que entendió en definitiva en la causa, confirmó el fallo de Primera Instancia en todas sus partes ( rechazo de la pretensión resarcitoria, con costas causídicas por su orden ). Las razones dadas – en una apretada síntesis- fueron las siguientes: a) La fe de conocimiento ( o fe de identificación ) es un juicio de certeza, de recta razón, que ha de realizar el notario en cada caso concreto; b) Para concretar dicha operación no basta con la exhibición de un carné de identidad, cuando menos, si tal situación no se encarna en el juicio valorativo. c) No obstante, en el proceso la escribana realizó otros actos tendentes a identificar al impostor; entre otros: 1) La tarea documentadora, con estudios de títulos incluido, fue satisfecha con corrección. 2) La notaria tuvo a la vista el testimonio original del título de propiedad, pues el propietario auténtico del bien ( verus dominus sustituido luego por el impostor ) , lo entregó a un tercero, que fue el sospechado como impostor, para que hiciera gestiones a efectos de vender el inmueble falsamente hipotecado. 3) Un gestor de créditos, que trabajaba para varios escribanos, entre los que se contaba la demandada, hizo la presentación del impostor a la notaria; y, además, el gestor fue al sitio donde se encuentra el inmueble para observar sus características, y precisamente en ese lugar fue atendido por el impostor. 4) Este ultimo, en calidad de prestatario, tenía una edad aproximada a la del verdadero propietario del bien y, por ende, los documentos de identidad de ambos poseían una numeración aproximada. 5) La peritación caligráfica evidenció que la firma del impostor era una buena imitación de la del titular del inmueble, razón por la cual la falsificación no era fácilmente perceptible para una persona carente de conocimientos especiales en la materia. 6) El documento de identidad exhibido no presentaba ninguna irregularidad formal. Y 7) Los prestamistas ( actores ) estuvieron presentes en al acto de la escrituración y no formularon ninguna objeción sobre la identidad del falso prestatario. Frente a estos hechos, meritados en su conjunto, la Sala D de la Cámara Civil entendió que si bien en el caso no existió una imposibilidad sobrevenida absoluta en términos naturales ( puesto que había diversos medios para llegar a descubrir la falsa identidad del impostor ) lo cierto es que, de acuerdo con las circunstancias del caso ( un mutuo por 10.000 dólares, que por entonces representaban $ 10.000 ), no era posible considerar incluidos en el proyecto de prestación unos medios 10 distintos que los empleados por la notaria a fin de cumplir. Luego, por la vía de la inexigibilidad , fundada en art. 1198, párr. 1º, como una forma en la cual puede presentarse a veces la imposibilidad de pago, se arribó a al convicción de que la escribana probó una causa ajena no imputable ( casus ). El análisis está referido a una obligación funcional de resultado, pero es obvio que si se adoptara la teoría de la obligación de medios la liberación hubiera sido más sencilla con la simple revelación de la falta de culpa ( arts. 512 y 902 ), sin llegar a extremar las exigencias que supone el casus ( arts. 513, 514, 888, etcétera ). 3 ) A la vista de lo expuesto, sostener que tal obligación del notario es de medios resulta irrazonable, pues el notariado latino tiene en la dación de fe un pilar fundamental sin el cual perdería sentido su existencia32. Si el notario no recibiera por delegación del Estado la fe pública pasaría a ser sólo un simple confeccionador de documentos ( universitario ) o sería sustituido por algún funcionario que integre los órganos estatales – administrativos o judiciales- ( con lo cual perdería el privilegiado carácter de profesional liberal que satisface una función pública. Hay que estar a las verdes y a las maduras, y en éste caso creemos que la solución propuesta contempla con equilibrio los dos elementos en tensión: 1 ) La fe pública que posee el notario – y que de ninguna manera desea resignar-, y 2 ) Las limitaciones humanas que tiene dicho profesional para desempeñar su labor, en vista de la realidad socio-económica, exigencias y celeridad del tráfico, concepción dinámica del patrimonio, etcétera33. 32 Las Primeras Jornadas de Mercedes – Provincia de Buenos Aires- de Derecho Civil, por impulso de un aporte realizado exclusivamente por escribanos, establecieron de manera unánime que la fe de conocimiento es un pilar fundamental en la función notarial, y que debe mantenérsela en su extensión a pesar de las transformaciones de la vida moderna. 33 En algunos casos ciertos opinantes han pretendido dejar en penumbras el encasillamiento del deber jurídico del notario de dar fe de conocimiento, tal vez para poner énfasis en que el factor de atribución de su responsabilidad radicase en la culpa. Adelantamos que esas teorías presentan en ciertos casos visibles deficiencias conceptuales, y en otros nada agregan para despejar interrogantes de concepto, mas allá de que pueda discurrirse sobre si el notario responde subjetiva u objetivamente en el supuesto analizado. En tal sentido, Carlos D´Alessio33, basado en una manifestación totalmente aislada realizada en un encuentro de abogados civilistas acerca de que en toda obligación hay medios y fines, infiere que la clasificación de obligaciones en cuestión sería inoperante. En verdad, es inegable que toda obligación involucra un plan de conducta del deudor para satisfacer un interés ( resultado) del acreedor. Pero constituye un grueso desacierto el pasar por alto que, más allá de la referida uniformidad ontológica formal de las relaciones obligatorias, esos medios y fines desempeñan roles diferentes a la hora de precisar el objeto ( y el contenido ) de cada especie de deberes, y los diversos parámetros para fijar el cumplimiento ( o pago ) – definición positiva- y el incumplimiento ( en todas sus modalidades – definición negativa- ). Hay deberes que tienen por contenido la diligencia del solvens y con la prueba de ella se paga ( más allá de que el resultado no afianzado se haya malogrado), mientras que en otros deberes – y en ciertos tipos de incumplimientos relativos a la totalidad de las obligaciones – la no culpa no es pago y, por tanto, es irrelevante para eximir al deudor de responsabilidad, pues el resultado no obtenido ( y en este caso afianzado ), perpetúa la obligación hasta el límite de la responsabilidad ( casus ). Este argumento es irrefutable, por lo menos mientras de estime que el casus es un quid distinto de la falta de culpa ( proposición que hoy tiene consenso universal, pues ya nadie sostiene la fórmula casus = no culpa )33 Luego D´Alessio considera que el escribano sólo responde por culpa ex art. 512 ( y 902) y con ello admite virtualmente que dicho profesional asume una obligación de medios. Por lo que se refiere al hecho del impostor como configurante de un casus, ello depende de que se verifiquen las exigencias de dicha fattispecie ( arts. 513, 514, 888 – y según los casos 1198 parr. 1ro.-). No todo hecho del impostor importa una causa ajena. En otro pasaje de su excursus D¨Alessio se pregunta, en razón de que el médico y el escribano conciertan con su paciente o cliente una locación de obra ¿ porqué la obligación del médico es de medios y la del notario de resultado? Parecería – agrega- que el quehacer del médico tiene un álea extraño a su conducta ( actividad ) y que esto no sucede en el caso de la tarea del escribano. A criterio del autor esa diferencia de trato es 11 arbitraria, pues la “actividad notarial también puede frustrarse por causas ajenas a la diligente actuación del escribano”33. Estimamos que éstos argumentos no son de recibo, por lo que sigue: 1) El intérprete establecerá cuándo el resultado ( o fin ) aspirado por el acreedor es aleatorio y cuándo no lo es ( o en otros términos cuando la no culpa /culpa integran el cumplimiento/incumplimiento y en qué casos son irrelevantes a tales fines). 2) Si la conducta notarial se frustra “por causas ajenas a la diligente actuación del escribano” se rompe el nexo causal ( y con ello se verifica el límite de responsabilidad común a las obligaciones de medios y resultado – aunque insisto, el pago en muchas especies tiene un objeto diverso- (¡! ). 3) Si lo que se quiso decir es que la diligencia a veces no es suficiente para alcanzar el resultado en la actividad notarial, ello no puede ser causa para irresponsabilizar al notario, ya que éste debe cargar con los riesgos de ese resultado afianzado ( no aleatorio), a diferencia de lo que ocurre en la actividad del profesional de la medicina cuando éste asume una obligación de cuidados médicos – al menos-, pues nadie pone en duda que en supuesto semejante el resultado es aleatorio ( no está de más recordar que también a veces los médicos asumen deberes de resultado ). Por lo demás, D ´Alessio refiere que si una escritura es inválida por defectos en la fe de identificación, ello permitirá en principio inferir la culpa del notario, y éste podrá probar su diligencia. Esto no es exacto si la obligación es de resultado, pues probado que éste no se obtuvo, sólo libera el casus; y tampoco es real si la obligación fuese de medios, ya que probada la culpa no es posible probar la no culpa, sin perjuicio de que todavía el deudor pueda revelar el límite de responsabilidad ( casus )- que es cuestión distinta33. También es incorrecto decir que el acreedor debe probar el incumplimiento ( sea total o deficiente ), en tanto que incumbe al deudor acreditar la fuerza mayor “ que lo exima de culpa”. En rigor, la prueba del “casus” no excluye la culpa ( no es factor de inculpabilidad, como la no culpa cuando ésta es presumida iuris tantum ), sino que destruye la relación de causa a efecto y con ello pone de resalto la falta de autoría ( y si no hay autoría mal puede pensarse en la culpa / no culpa). Por su lado, M. Fabiana Compiani no desconoce la diferencia entre obligaciones de medios y obligaciones de resultado, aunque realiza algunas disgresiones que merecen ser examinadas, a saber: 1) La clasificación en estudio, ha perdido relieve con respecto al alcance probatorio del factor de atribución. 2) A veces se torna borrosa la línea demarcatoria entre ambas especies de relaciones obligatorias y resulta dificultoso ubicar un supuesto fáctico como obligación de medios o fines. 3) Las obligaciones de resultado pueden subdividirse en ordinarias o agravadas, y en ambos casos el criterio de imputación es objetivo. Pero también pueden ser atenuadas, supuesto en que el factor de atribución sería la culpa presumida iuris tantum ( hay inversión de la carga probatoria ) 4) En las obligaciones de medios el criterio de imputación es subjetivo, y si bien en línea de principio el onus probandi incumbe al actor, hoy día esa prueba ha sido flexibilizada por la presencia de las presunciones, de la res ipsa loquitur, de las cargas probatorias dinámicas, etc. Y 5) El factor de atribución de la responsabilidad del notario es la culpa ( arts. 512, 902 y 909 ) – Compiani, M. Fabiana, Responsabilidad civil de los notarios, Derecho privado, Libro Homenaje a Alberto J. Bueres, Dirección: Oscar J. Ameal. Coordinación: Dora M. Gesualdi, Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 2001, ps. 1652 y 1653 ). Hemos de dar respuesta a estos planteos en el orden enunciado: 1) Es verdad que la clasificación de las obligaciones de medios y resultado perdió parte de su supuesta – más que real- importancia para establecer de una manera rígida el régimen de la prueba de la culpa ( repárese que el distingo fue presentado por la doctrina bajo una óptica filosófica puramente subjetivista ). Pero es que esa rigidez que se atribuyó a René Demogue-falsamente- en realidad no ha existido, pues el autor admitió que en las obligaciones de medios junto a la directiva probatoria de que el onus probandi incumbe al actor, hay hipótesis en que la culpa se presume iuris tantum ( y ésto no trastrueca el carácter de la obligación )332) Por lo que se refiere a las hipotéticas dificultades de emplazar un supuesto de hecho en una u otra especie de deberes, entendemos que la preocupación es por completo injustificada, pues es tarea de los jueces la de realizar juicios axiológicos para determinar cuándo hay culpa y cuándo existe un criterio de imputación objetivo. En la actualidad, se discute si las responsabilidades de los periodistas, de los padres ( art. 1114 ), del encargado de un trasporte benévolo, etc, son subjetivas u objetivas. 3) La doctrina francesa a veces subdividió las obligaciones de resultado en ordinarias, agravadas y atenuadas ( Viney, Geneviève, La responsabilité: conditions, Traité de droit civil – sous la direction de Jacques Ghestin – Ed. Librairie Générale Droit et Jurisprudence, Paris, 1982, t. I, ps. 639 y 640). Nosotros hemos dicho que tal vez hablar de obligación de resultado atenuada es impropio, pues apunta a un supuesto de responsabilidad subjetiva. No obstante, otros autores franceses dividen las obligaciones de resultado en ordinarias y agravadas y las obligaciones de medios en ordinarias y reforzadas ( o agravadas )- éstas últimas importan una presunción relativa de vencible por la no culpa. De todos modos, estas disgresiones – mero conceptualismo- lejos de difuminar la suma divissio la confirman. 4) Es cierto que la clasificación de obligaciones de medios y resultado no tiene un alcance superlativo desde el punto de vista del derecho adjetivo, ya que la esencia del distingo tiene auténticas raíces en el derecho de fondo. En las obligaciones de medios, la responsabilidad es subjetiva en tanto que en las obligaciones de resultado la responsabilidad es objetiva. Tampoco desmerece la presencia de los medios y los fines, la actitud de la doctrina y jurisprudencia, en algunas materias sobre todo ( p.ej la responsabilidad de profesionales ), de revitalizar las presunciones judiciales simples, las presunciones calificadas – como la res ipsa loquitur, la faute virtuelle, el id quod plerunque accedit , la anscheinbeweis, la prueba prima facie,etc-, y el favor probaciones o cargas probatorias dinámicas. 5) Por último, la autora cree que el notario responde por culpa ( arts. 512, 902 y 909 ) , lo cual en buen romance significa proponer una obligación de medios. La idea es formalmente válida aunque no la compartimos. También realiza algunas apreciaciones que nos parecen desacertadas María Acquarone ( Escribanos: carácter de la obligación de reparar, LL, 1997- D-73 y 74 ), cuando dice que si bien en la mayor parte de los casos la responsabilidad del escribano es contractual, la clasificación de las obligaciones de medios y de 12 resultado no sería aplicable a la especie, ya que no es clara la distribución de la carga de la prueba; y, en última instancia, siempre se podrá probar una “fuerza mayor” que rompa el nexo causal. Ya hemos dicho hasta fatigar al lector que el quid del onus probandi es ajeno a la configuración de la suma divissio. De donde, aceptado que la no culpa es una categoría diversa del casus, no cabe otra posibilidad que no sea la de encasillar un supuesto fáctico en la obligación de medios o en la de fines ( tertium non datur ). Por lo demás, la “fuerza mayor” mencionada por Acquarone, es límite de responsabilidad en todo tipo de obligaciones, sin distingos; lo cual no implica que el objeto y el cumplimiento en cada especie de relación obligatoria sean diversos. Es más; si Acquarone apunta a que el modo liberatorio único ( cosa que no aclara ) es la “fuerza mayor”, y quedara soslayada la no culpa ( como pago ), hasta puede pensarse que la autora imaginó que la obligación del escribano es de resultado. 13