La guerra del Líbano y sus consecuencias en Medio Oriente

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AGE N DA I N T E R N AC I O N A L N º 10
Atilio Molteni
La guerra del Líbano y sus consecuencias en
Medio Oriente
La escalada de violencia demostró, una vez más, que el poder
militar no es efectivo para imponer la estabilidad.
P OR At il io M olt e n i
Embajador de la República
Argentina en Israel
DURANTE la última etapa del Gobierno del entonces Primer Ministro de Israel, Ariel
Sharon, se llevó adelante la desconexión unilateral de Gaza y de otros asentamientos de
Cisjordania, lo cual implicó un cambio fundamental de las políticas de Israel respecto de
los palestinos y una manera de llevar a la práctica una partición que reflejara las realidades demográficas. Pero en enero de 2006, Sharon sufrió un derrame cerebral que privó
a Israel de un gobernante en quien la mayoría confiaba por su experiencia militar y política y por la seguridad que les transmitía ante las amenazas regionales. Lo reemplazó el
entonces Vice Primer Ministro, Ehud Olmert, quien después de las elecciones de marzo
pasado formó el actual Gobierno israelí y propuso otra retirada unilateral, más amplia,
en Cisjordania.
Poco tiempo antes, el partido islámico fundamentalista Hamas, vinculado con la Hermandad Musulmana, ganó las elecciones de enero de 2006 para el Consejo Legislativo de la
Administración Palestina (AP). Un éxito sin precedentes en la región, pues fue la primera
vez que un partido político caracterizado por su base religiosa, que contrasta con el laicismo de Fatah (el partido de Arafat), triunfó en elecciones democráticas en Palestina.
De modo que, el proceso israelí de búsqueda de una solución al conflicto a través de las
iniciativas mencionadas se enfrentó con la decisión de los palestinos en favor de Hamas,
cuya base política es la negación del Estado de Israel e ignorar el proceso iniciado con
los Acuerdos de Oslo, e invoca la legitimidad que obtuvo de la resistencia y de la opción
democrática. Israel optó por no mantener contactos con el nuevo gobierno de la AP,
continuándolos exclusivamente con el Presidente Abbas (Fatah). El Cuarteto (Naciones
Unidas, Unión Europea, Rusia y Estados Unidos de América), que es el mecanismo diplomático organizado para llevar adelante un proceso de paz, implantó un bloqueo eco48
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nómico y financiero condicionando su levantamiento a que Hamas (i) repudiara el terror,
(ii) reconociera a Israel y (iii) aceptara los acuerdos suscriptos por la AP.
Los episodios de violencia entre Israel y Hamas se fueron paulatinamente agravando
y la tregua cesó cuando se lanzaron nuevamente misiles contra poblaciones israelíes y
culminaron con el secuestro del soldado Gilad Shalit en territorio israelí, el 25 de junio
pasado. Como respuesta, las Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF), iniciaron una operación
de gran escala, denominada Lluvias de Verano y, luego, otras acciones militares. Estos
hechos tendrían consecuencias relacionadas con lo sucedido dos semanas más tarde en
la frontera norte de Israel.
El Hezbollah
El Hezbollah es un movimiento islámico shiíta que se formó como desprendimiento del
Movimiento de los Desheredados, fundado al final de los años sesenta. La revolución
islámica en Irán tuvo gran influencia en sus dirigentes, quienes le dieron un tono radical
y antiimperialista, que la preparó ideológicamente para combatir a Israel en el período
de su intervención militar, entre 1982 y 1985. El llamado Partido de Dios, se vinculó
estrechamente con las Guardias Revolucionarias Iraníes, que lo apoyaron en su establecimiento y entrenamiento. Esta colaboración continúa hasta ahora.
Hezbollah representa la culminación de años de esfuerzos de los shiítas para alcanzar un
estatus reconocido en el Líbano que antes correspondió a los cristianos, drusos o musulmanes sunitas. Quiso también transformar la estructura multiconfesional del país en un Estado
islámico, al estilo teocrático iraní. Luego, adoptó una posición más pragmática y participó
en el sistema político libanés desde 1992, sin abandonar su capacidad militar. Por el contrario, con la retirada de las fuerzas sirias en el 2005, se convirtió en el grupo armado más
poderoso e incrementó su influencia política en las elecciones de julio de ese año.
De esta manera completó sus múltiples características como movimiento shiíta, como partido político y como grupo militar, interesándose igualmente en la vida de la población,
aportándole amplios programas sociales y educativos. El movimiento tiene un credo revolucionario islámico y su éxito surge de su capacidad en aprovechar el sistema político y su
trágica guerra civil para dar raíces libanesas a las ideas del nacionalismo islámico.
En mayo del año 2000, después de casi quince años de existencia de lo que Israel llamaba
la “zona de seguridad” en el sur del Líbano, cuyo objetivo era proteger a los habitantes de
Galilea, el Primer Ministro Ehud Barak, completó la retirada total de las tropas israelíes
de acuerdo a la Resolución 425 del Consejo de Seguridad de la ONU (1978). Para muchos
shiítas, libaneses y árabes en general, el líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, fue el artífice de esa retirada y quien defendió el derecho de continuar con la resistencia.
El gobierno del Líbano, a su vez, se negó a extender su autoridad hasta la “Línea Azul”
(frontera demarcada por la ONU) antes de que no existiera una paz total. Hezbollah ocupó entonces ese vacío y desplegó a sus milicianos hasta el límite. A través del tiempo, se
produjeron incidentes provocados por él contra el norte de Israel, alternados con períodos
de calma. La situación siempre fue extremadamente frágil, siendo monitoreada por la
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Fuerza Provisional de las Naciones Unidas en Líbano (UNIFIL), cuyo mandato limitado
fue prolongado periódicamente por el Consejo de Seguridad de la ONU.
A pesar de la Resolución 1559 de dicho Consejo (2004), que llama al desarme de las milicias del Líbano -así como a la retirada de las fuerzas extranjeras (Siria)-, Hezbollah se
ha rehusado a deponer las armas hasta que Israel no se retire del último sector libanés y
libere a los prisioneros libaneses, argumentando que la zona denominada las Granjas de
She’eba, ocupada por Israel, es libanesa, contra la opinión de Israel que sostiene, en cambio, que es parte de las Alturas del Golán, ocupadas a Siria en 1967. El renovado énfasis
internacional en la implementación de dicha Resolución, llevó al movimiento enfatizar su
rol como defensor de los shiítas en un ambiente de divisiones confesionales, argumentando que si el desarme del Hezbollah era discutido, también deberían serlo la distribución
sectaria del poder y la representación política interna, donde el tamaño de su comunidad
no estaba adecuadamente reflejado.
Cuando la justificación de sus armas fue cada vez más difícil, sus líderes defendieron el
paradigma de la “resistencia”, cuestionando a otros Partidos que juzgó alineados con los
enemigos externos. Debido a que en el Líbano convergen varias cuestiones regionales y
su identidad política es fluida, se convirtió en una pieza importante de la situación estratégica: con Siria debilitada, las presiones sobre Irán, la guerra de Irak, y la formación de
un Gobierno más amistoso con Occidente en Beirut, Hezbollah entendió que el equilibrio
de poder cambiaba y que sus intereses ideológicos estaban en juego. Ante esta situación,
decidió impedir que el Líbano participara en lo que, según su visión, es un intento de
rediseñar la región, en beneficio de Occidente.
El ataque del 12 de julio
La situación en la frontera norte de Israel, se modificó fundamentalmente creándose una
de las crisis mayores en el Medio Oriente en muchos años, cuando el 12 de julio de 2006
tuvo lugar un ataque del Hezbollah y el secuestro en territorio israelí de dos soldados y la
muerte de otros que se encontraban patrullando la frontera. Estos hechos se interpretaron
como una decisión de Nasrallah de cumplir con su promesa de obtener rehenes israelíes
para canjearlos por prisioneros árabes (que incluyen libaneses y palestinos) y demostrar
su apoyo al enfrentamiento que estaba teniendo lugar en Gaza, fortaleciendo así su estatus regional. También existieron razones vinculadas con el proceso interno libanés por su
renuencia a implementar los Acuerdos de Taif de 1989 y la mencionada Resolución, en lo
referente al desarme de todas las milicias. Hezbollah también resentía el predominio de
los partidos anti-sirios en el gobierno del Primer Ministro Fouad Siniora.
La agenda de Hezbollah también trata de beneficiar intereses que les son comunes con
Irán y Siria. Su relación con el primero surge no solo de su identidad político-religiosa,
sino también del apoyo económico y bélico que recibe de Teherán que, desde su formación, ha sido su aliado más importante, mientras su relación con Siria se atribuye a la
cooperación logística y a la coordinación táctica y estratégica que le ha prestado, especialmente, en el período de permanencia de sus tropas en el Líbano.
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La respuesta israelí
Desde su retiro del Líbano, en el año 2000, y ante incidentes provocados por Hezbollah,
la política israelí había consistido en no abrir un segundo frente en adición a los enfrentamientos de la Segunda Intifada. Básicamente, ante un ataque, los sucesivos gobiernos
de Barak y Sharon, dieron una respuesta militar localizada, esto es puntual, sin emprender operaciones de gran escala. Una de las razones para esta estrategia fue el llamado
“trauma libanés”, que tuvo influencia en los políticos y militares en los años posteriores
a 1982, cuando se produjo la intervención denominada Paz para Galilea, que demostró
los límites del poder israelí y un amplio rechazo en la sociedad a las acciones militares
en el Líbano.
Debido a ello, Nasrallah previó una respuesta limitada israelí que sería seguida por negociaciones para un intercambio de prisioneros, como había ocurrido en el pasado. Pero el
nuevo gobierno de Olmert, frente a una violación flagrante de su soberanía por un ataque
que no había provocado, juzgó no tener otra alternativa política que la de actuar con una
acción militar de envergadura, contando con el apoyo de la mayoría de la población israelí, posiblemente por las siguientes razones:
a.- la necesidad de consolidar el Gobierno, debido a que su plataforma, que destaca la
retirada unilateral de Cisjordania, era cuestionada por la derecha debido al triunfo de Hamas y a los acontecimientos en Gaza (el rapto de Gilad Shalit y los ataques con misiles,
apodados “kassam”), junto a la necesidad de afianzar su capacidad de disuasión militar
en la región.
b.- tener en cuenta que Hezbollah era, fundamentalmente, un instrumento de Teherán que
amenazaba con sus misiles a todo el norte de Israel y advertir que no se debía esperar una
crisis mayor para actuar contra su enemigo estratégico, que se mostraba cada vez más
firme en la búsqueda de su objetivo nuclear.
c.- la importancia de afectar militarmente a un colaborador directo de Hamas, que había
actuado con la misma táctica pocos días antes, demostrando ambas acciones una debilidad concreta de las IDF.
El Primer Ministro Ehud Olmert, declaró ese 12 de julio, que este ataque era un “acto de
guerra” y un asalto no provocado, frente al cual “la respuesta israelí será limitada, pero
muy dolorosa”. También criticó duramente a Siria e Irán. Al día siguiente los titulares
de los diarios israelíes de circulación masiva ostentaban titulares belicosos: “Guerra”,
expresó el “Yedioth Ahronot”, el periódico israelí de más tirada, por sólo mencionar uno.
En ese clima de ebullición, las IDF presentaron al Gobierno su plan de operaciones que
consistió básicamente en:
• Lograr que cesara el terror desde el Líbano y que la administración libanesa y el sistema internacional reconocieran la responsabilidad nacional del Líbano, incluyendo el
control de la seguridad en las áreas del sur.
• Presionar a Hezbollah para que devolviera a los soldados secuestrados y, al mismo tiempo, perjudicar, tanto como fuera posible, a su movimiento, dificultando su rehabilitación
y reduciendo la influencia y participación iraní. Siria debía ser descartada de los comba51
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tes y su conexión con los grupos palestinos reducida.
Sobre la base de la propuesta de las IDF, el Gobierno decidió responder mediante su
poderío militar y con una intensidad tal que sorprendió a Nasrallah. El Primer Ministro
Olmert, endureció su posición subrayando, días después, que la existencia del Estado de
Hezbollah dentro de otro Estado ya no era aceptable, que éste quería destruir a Israel y
que él no negociaría (responsabilizando también a Siria e Irán). Agregó que no se volvería al status quo anterior y que Hezbollah no se mantendría a lo largo de su frontera, ni
conservaría su capacidad misilística. El objetivo de Israel era que los libaneses responsabilizaran a Hezbollah por la situación y que hubiera un proceso político que debilitara
a la misma.
El primer problema que se presentó a las IDF,
consistió en las características de la campaTras los ataques del 12 de
ña militar, ya que se trataba de un enfrentajulio, Israel decidió superar
miento contra un grupo “no estatal” armado
con misiles, oculto incluso en las poblaciones
el “trauma libanés” de
(lo cual provocaría mayores daños colatera1982 y lanzar una ofensiva
les) y con una preparación extrema en la zona
del conflicto, desarrollada durante seis años
de envergadura
de entrenamiento y preparación continuados,
con una activa cooperación y financiación de
Irán. Por ello, Israel consideró que la manera de vencerlo sería aislarlo de dicha ayuda y
ordenó atacar las líneas de comunicación, aeropuertos y puertos, y dispuso asimismo un
bloqueo aéreo y marítimo del Líbano.
Para Israel, previo al cese del fuego, era importante afectar la capacidad operativa de
Hezbollah en una guerra obviamente “asimétrica” y, para éste último, era importante
demostrar su capacidad para minar a la población israelí en una guerra de desgaste, sin
ser derrotado. Hezbollah especuló con que la duración de las acciones militares jugaría
en contra de Israel por las consecuencias humanitarias de las acciones militares que impulsarían a la comunidad internacional a pedir el cese de las hostilidades, así como con
la posibilidad que el frente interno israelí pudiera desmoronarse debido a las bajas entre
sus soldados, el temor de los civiles a la continua caída de misiles y a las privaciones que
enfrentaría el norte del país. Sin embargo, esta última circunstancia no se cristalizó en
ningún momento.
En un principio, conforme a declaraciones del Ministro de Defensa, Amir Peretz, el Gobierno previó que su acción militar debía tener una duración de, aproximadamente, una
semana. Esto se habría debido a razones tácticas y a la posibilidad de que la reunión del
G8 -que tendría lugar en pocos días- impulsaría las negociaciones de cese del fuego en el
seno del Consejo de Seguridad.
Ante los objetivos limitados, en un principio, las IDF, desarrollaron una acción aérea extensiva (que tuvo éxitos parciales) limitando las acciones por tierra a las proximidades de
la frontera y al área de Baalbek, en la frontera libanesa con Siria, sitio de su organización
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logística. En la segunda semana, el Jefe del Estado Mayor de las IDF, Dan Halutz advirtió que Hezbollah estaba tratando de llevar a Israel a una guerra de desgaste cuando sus
tropas deseaban una guerra corta. Luego sus brigadas libraron sangrientos combates en
las localidades de Marun al’Ras y Bint Jbail, enfrentándose a un enemigo que no había
que subestimar y que no daba signos de desfallecer. En la cuarta semana, había cuatro
divisiones de las IDF operando en el Líbano cuando finalmente Israel utilizó fuerzas
terrestres en una gran escala. Esto fue consecuencia de que recién el día 29 de julio el
Gabinete discutió la expansión de la operación, que no se puso en práctica hasta el 11 de
agosto, en rigor pocas horas antes que la ONU ordenara el cese del fuego.
Pero los misiles denominados “katyushas” y los demás misiles de Hezbollah, al ser utilizados masivamente contra el norte israelí, fueron ampliando los plazos de la acción
militar y generando una brecha en la confianza entre el público, por un lado, y las IDF
y el Gobierno, por el otro. Israel neutralizó rápidamente los misiles mayores y medianos, pero no los de corto alcance. Estos ataques fueron el factor que determinó una de
las características de la guerra y de como ella fue percibida. Hasta el cese del fuego, se
utilizaron cerca de 4000 katyushas y otros misiles, causando muertos y heridos, miles de
evacuados o personas forzadas a vivir en refugios, lo cual luego motivó críticas a la política de protección de la población civil. En síntesis, la guerra llegó masiva y directamente
a los hogares israelíes por primera vez en muchos años y dividió el país en dos según el
alcance de los ataques.
Al comienzo del conflicto, Jerusalén había decidido una operación limitada y de ningún
modo una guerra la que, sin embargo, tuvo lugar y duró treinta y cuatro días, contrastando con la corta duración de otras experiencias bélicas de Israel. Según varios analistas, el
resultado de esto fue una operación indecisa, conducida en forma ad-hoc, que no se basó
en un plan integral coordinado con una adecuada conducción política, lo cual proyectó
dudas respecto a la eficiencia de las IDF, que actualmente están siendo investigadas y que
ya han motivado varias sanciones y renuncias en la conducción militar.
Los esfuerzos internacionales para lograr el cese del fuego
Los intereses israelíes coincidían con los de Washington -su aliado estratégico-, que también cuestionaba el status quo con el Hezbollah y que buscaba consolidar la democracia
en el Líbano y evitar una mayor influencia de Irán y Siria en la región. Esta circunstancia
dio a Israel la capacidad política de continuar atacando al Hezbollah. Frente a ese cuadro
político, los Jefes de Gobierno del G-8 se reunieron el 16 de julio, y en una declaración
afirmaron que el origen de la crisis fue la reiteración de esfuerzos de las fuerzas extremistas para desestabilizar la región; reconocieron el derecho de legítima defensa de
Israel y aceptaron una propuesta norteamericana, dando prioridad a la creación de las
condiciones para un cese de las hostilidades que fuera sostenible y sentara las bases de
una solución permanente. También requirieron que el Consejo de Seguridad desarrollara
un plan de apoyo al Gobierno del Líbano, que le permitiera ejercer su soberanía sobre
todo su territorio, así como el desarme de las milicias. De esta manera, Israel percibió
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que todavía no existía sobre los integrantes del G-8 (ni en los países árabes), una presión
internacional que le impidiera tratar de destruir la capacidad operativa del Hezbollah.
El Primer Ministro libanés, Fouad Siniora, fue el primero en proponer públicamente, el
20 de julio pasado, un cese del fuego y ofreció desplegar a su ejército al sur del país, lo
que en un principio no fue aceptado.
Sin embargo, en un desarrollo posterior, Siniora presentó y obtuvo la conformidad de
su gabinete en un Programa de Siete Puntos, que fue su programa político para el cese
del fuego. Esta propuesta fue resistida durante algunos días por Hezbollah, objetando
su punto sexto que establece el despliegue de las fuerzas libanesas hasta la frontera y la
obligación de transferir el monopolio de portar armas a manos del Gobierno.
El Programa de Siete Puntos, que demostraba un consenso libanés, se presentó luego a la
Conferencia de Roma del 26 de julio pasado, convocada por el Presidente Romano Prodi,
con la participación de 18 Ministros de Relaciones Exteriores, la U.E. y el Secretario General de la ONU, y tuvo el propósito de obtener un cese de fuego inmediato. Aunque allí
volvió a primar la posición estadounidense, la opinión a favor de poner fin a la violencia
y a las hostilidades se fue abriendo camino y, en la Declaración que se aprobó ese día, se
insistió en la necesidad de conformar una fuerza internacional de Naciones Unidas en el
Líbano, con el fin de secundar a las fuerzas armadas libanesas en la tarea de garantizar
un ambiente de seguridad.
En los primeros días de agosto, y como resultado del curso lento de las operaciones, las
IDF comenzaron a reconocer que no estaban en condiciones de asegurar el objetivo de
debilitar significativamente al “Hezbollah”, que continuaba lanzando misiles hacia Israel
al mismo ritmo del primer día de la contienda. Recién entonces, el Primer Ministro Olmert, se refirió públicamente a una Fuerza Internacional de la ONU, a condición de que
esta fuera sustancial y se desplegara antes del retiro israelí. Este fue un cambio estratégico en la política permanente de Israel de defenderse con sus propias fuerzas y mantener
la libertad de acción de las IDF. Esta modificación en su visión sucedió cuando los altos
funcionarios de la política y la seguridad, llegaron a la conclusión que una presencia internacional reforzada era la “estrategia de salida” del conflicto.
Esta fuerza internacional en el sur del Líbano, se presentó como la alternativa para dar
a Israel medios (reales o aparentes) que podían terminar con el enfrentamiento, así como
la posibilidad de cierta estabilidad, sin que existieran demasiadas ilusiones respecto a su
eficacia, ya que difícilmente ésta pueda hacer como fuerza de paz, lo que Israel intentó:
enfrentar a Hezbollah, poner fin a sus operativos más allá de la frontera y llevar a la práctica su desarme. Se tuvo en cuenta también la posibilidad que el Ejército Libanés, con su
gran componente shiíta, no hiciera lo suficiente para garantizar la seguridad en el sur.
La Resolución 1701 del Consejo de Seguridad
Conforme a declaraciones de la Ministro de Relaciones Exteriores de Israel Tzipi Livni,
su Cancillería, desde el tercer día del conflicto estuvo trabajando en los conceptos que
debía contener una eventual resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, pero recién
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el 5 de agosto pasado, Francia (país de gran influencia histórica en el Líbano) y Estados
Unidos de América, se pusieron de acuerdo en un borrador de proyecto. Esta propuesta
fue cuestionada por los países árabes, que entendieron que ella afectaba los intereses del
Líbano al permitir la permanencia de tropas israelíes en su territorio. La negociación del
borrador también coincidió con una importante ofensiva terrestre israelí cerca del río Litani, en un intento final para interrumpir el bombardeo de sus poblaciones, que también
dejó en claro que -sin su acuerdo- la acción militar podía continuar. La solución política
llegó con nuevas enmiendas al documento, que fueron aceptadas por las partes y aprobadas por unanimidad el 11 de agosto pasado, resultando en el cese de las operaciones
bélicas, tres días después.
La Resolución 1701 (2006) del Consejo de Seguridad, comprende tres objetivos importantes: en primer lugar, poner en práctica la plena cesación de las hostilidades, lo que
implicaba que Hezbollah tenía que cesar sus ataques e Israel detener sus operaciones
militares ofensivas. En segundo lugar, reitera lo expresado por la Resolución 1559 (2004),
acerca de que el Gobierno del Líbano extienda su control sobre todo el territorio, ampliando su autoridad soberana al sur del país, hasta entonces, coto exclusivo de Hezbollah.
No obstante, reconociendo su debilidad política, se crea una nueva fuerza internacional
a partir de la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas en el Líbano (UNIFIL), -fuerza
de observación creada en 1978 por pedido del Gobierno del Líbano para mantener el cese
de fuego en la Línea Azul-. Puede decirse que aunque ella lleva el mismo nombre, no se
trata de la misma fuerza, ya que se amplió su mandato original; se le dieron más atribuciones; un mayor ámbito geográfico de actuación; mejor equipamiento y una dotación
mucho mayor.
En tercer lugar, después del cese de las hostilidades, el ejército libanés, junto con la
nueva fuerza de estabilización, se desplegaría al sur del país para proteger a su pueblo
y evitar que Hezbollah pueda actuar como fuerza armada. A medida que tuviera lugar
este despliegue, en forma paralela, Israel se retiraría detrás de la Línea Azul, que fue la
condición fundamental israelí para aceptar su texto (y que se cumplió el 1 de octubre pasado, exceptuando la zona de Ghajar, que depende de un acuerdo especial con la ONU).
La resolución también pidió la apertura de los puertos y los aeropuertos libaneses (lo
cual ocurrió a partir del 7 de septiembre pasado). Con el despliegue y la retirada, entró
en vigor un cese del fuego completo. Así, Israel levantó el bloqueo marítimo cuando una
fuerza de tareas navales, actualmente comandada por Alemania, se desplegó a lo largo
de la costa.
El Consejo exhortó a todos los Estados, (incluyendo a Irán y Siria), a que respetaran la soberanía del Gobierno del Líbano, lo que implica la no introducción de armas nuevas para
el Hezbollah, que es uno de los temas más sensibles para Israel, ya que la resolución no
dice claramente cómo esto ha de lograrse y su cumplimiento está hoy cuestionado. Por su
parte, las operaciones de la UNIFIL (incluyendo las relacionadas con el establecimiento
de la zona al sur del Río Litani, así como el control de las fronteras) deben ser coordinadas con las de las Fuerzas Armadas Libanesas, ya que la resolución dice “a su pedido” y
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si éste no se produce, no hay la posibilidad práctica de hacer efectivo el embargo.
De todas maneras, estas fuerzas internacionales deben tener un papel moderador pero
activo (no ser simples observadores), restringiendo la libertad de maniobra del Hezbollah
al patrullar el sur del Líbano, recién desmilitarizado, e informando sobre su presencia en
la región. Pero un intento del desarme de Hezbollah por la ONU, implicaría presumiblemente un enfrentamiento con esta organización, (que solo se ha comprometido a no exhibir sus armas) lo que representa un elemento clave para asegurar un fin permanente de
las hostilidades. El Secretario General Kofi Annan ha dicho que su desarme debe hacerse
mediante un proceso político que conduzca al reestablecimiento pleno de la autoridad
del Gobierno de manera que no haya más autoridad, ni armas, que las suyas, pero este
proceso todavía no está definido.
Otra medida importante de la Resolución en cuestión comprende el trazado de las fronteras internacionales del Líbano, especialmente en las zonas controvertidas o inciertas, incluida la denominada “Granjas de She’eba”. Entre otras cuestiones que deben abordarse,
se incluyen la liberación incondicional de los soldados israelíes capturados y la cuestión
de los presos libaneses que están detenidos en Israel.
El preámbulo de la Resolución referida, contiene la frase siguiente: “Determinando que
la situación en el Líbano constituye una amenaza para la paz y la seguridad internacionales”, que es una cita del Capítulo VII y usualmente es utilizada para subrayar que el
Consejo está actuando de acuerdo con él. Sin embargo, la omisión de una referencia explicita a ese Capítulo, y la mención expresa a un acuerdo entre el Líbano e Israel y, a la
asistencia al Ejercito Libanés, está más acorde con la naturaleza no obligatoria. De todas
maneras, ambos Estados han aceptado la Resolución y, por lo tanto, tienen la obligación
de cumplirla.
Desde fines de noviembre, la UNIFIL, cuenta con 10.500 oficiales y soldados de veintiún
Estados (8800 en tierra y 1700 en el contingente naval), de los cuales el mayor número es
europeo. Esto se debe a que este conflicto demostró a estos últimos países, con intereses
estratégicos en el Medio Oriente, que la presencia de la UNIFIL y su integración a la
misma es imprescindible, entre otras razones, debido a que la guerra en Irak erosionó las
capacidades militares y políticas de Estados Unidos de América en la región. Sin duda, la
decisión de enviar miles de soldados al Líbano es significativa y podría permitir a Europa
consolidarse como fuerza política estabilizadora en la zona más compleja de su vecindad
geopolítica, a la vez que demostraría a sus propios nacionales de origen islámico, el interés europeo en resolver los conflictos existentes en la región.
Por otro lado, la asistencia económica internacional, que alcanzó a más de U$S 900 millones de dólares comprometidos en una Conferencia de Donantes para el Líbano, que se
llevó a cabo en Estocolmo el 31 de agosto pasado, debe traducirse rápidamente en ayuda
real en el terreno o, de otro modo, Hezbollah ganará la simpatía del pueblo libanés, objetivo que actualmente se propone con la estrecha colaboración de Irán. Para contrarrestar
esta situación, va a realizarse una segunda Conferencia en París a mediados de enero de
2007, por convocatoria expresa de la U.E.
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Las consecuencias directas de la guerra
Uno de los temas centrales relacionados con este conflicto -que aún está en discusión en
Israel- es si esta guerra se podría haber evitado y aun sin ella, haber logrado sus objetivos
a través de medios diplomáticos, o bien, haber tenido una reacción limitada en el tiempo o en sus alcances como ocurrió en el pasado, ya que se produjeron consecuencias de
magnitud, entre las cuales se pueden destacar:
I.- Con sus acciones, Israel se proponía afectar exclusivamente al Hezbollah, respondiendo a sus ataques. Su Canciller, Tzipi Livni, manifestó en una conferencia que pronunció
en Londres, el 21 de noviembre pasado, que Israel ve los conflictos en el área, no como
problemas entre naciones y religiones, sino como problemas entre moderados y extremistas, es decir, entre aquellos que son tolerantes frente a las diferencias y aquellos que
rechazan la legitimidad de todas las ideologías, salvo la propia. A su juicio, Israel, los
moderados del Líbano -especialmente el Primer Ministro Siniora y su grupo en el Gobierno- y la comunidad internacional, comparten los mismos intereses, razón por la cual
se habría tratado, a través de la acción bélica, de convertir al Líbano en un Estado normal
y no en uno controlado por Hezbollah.
Pero, en la práctica, al prolongarse el conflicto y por ende, sus consecuencias directas
en la población libanesa, ésta entendió que se hacía la guerra al Líbano, creándose así
un frente popular consolidado que, contrariamente a lo buscado, respaldó a esta organización y aumentó también su apoyo en el mundo árabe y musulmán, dentro del cual los
países árabes moderados como Egipto, Jordania y Arabia Saudita, que en un principio
habían aprobado la reacción israelí, modificaron su postura.
Por otro lado, el hecho de que el Primer Ministro Siniora y el Estado libanés resultaran
beneficiados políticamente, está hoy más que nunca en juego y depende, principalmente,
de los desarrollos internos, de la capacidad que demuestre su gobierno y del apoyo que
reciba la “coalición 14 de Marzo”, (sunnitas, drusos y cristianos, que se organizaron luego del asesinato del ex Primer Ministro Rafik Hariri contra la presencia siria en el país),
para neutralizar las acciones de Hezbollah y de otras facciones internas. A su vez, Israel
desearía construir una nueva relación bilateral, pero Siniora ha expresado estar en contra
de un contacto directo y que éste será el último país con el que firme un Acuerdo de Paz,
al menos, mientras no haya un acuerdo total sobre el Medio Oriente.
Hezbollah, entretanto, reconstruye su capacidad militar, destaca la solidaridad shiíta con
Irán, argumenta que es el verdadero representante del nacionalismo libanés y fomenta la
militancia árabe contra Israel y los Estados Unidos de América. Así es como el discurso
de “victoria” de Nasrallah, retrató a la organización como el máximo exponente de los
intereses libaneses y hace poco, describió a Beirut como “la capital del arabismo, la resistencia y la unidad”.
Actualmente, la organización amenaza la supervivencia política del actual Gobierno libanés, que está en guardia frente a las multitudinarias demostraciones pacíficas que comen57
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zaron el 1 de diciembre y que solicitan un gabinete de unidad nacional, cuya membresía
en un tercio de sus miembros daría –además- a Nasrallah y a sus aliados (que incluyen
al partido shiíta Amal y al partido del líder cristiano, General Michel Aoun) el poder de
veto sobre decisiones clave –como la creación del Tribunal Internacional para juzgar el
asesinato del ex Primer Ministro Rafik Hariri y otras personalidades, o la implementación de la resolución 1701-.
Siniora ha dicho que lo que está ocurriendo constituye una tentativa de golpe contra el
gobierno y la constitución, y que no permitirá la existencia de un Estado dentro de otro
Estado. Así, según lo describe un miembro del gabinete de la coalición anti-Siria, el
Líbano está efectivamente enfrentando la opción entre un sistema democrático y una
autocracia religiosa.
El Islam político, antiliberal y contrario a las ideas occidentales, trata de superar los
fracasos anteriores del nacionalismo y el socialismo árabe. La acción del Hezbollah, ha
jugado en favor de esta ideología unificadora o nuevo nacionalismo islámico, que desdibuja las divisiones entre sunítas y shiítas y es resultado de la conjunción de dos conceptos
radicales: el islamismo y el nacionalismo árabe, que por su amplio significado tendría la
posibilidad de ser utilizado por distintos grupos políticos. Nacionalismo netamente religioso, debido a que la gente se ha reafirmado más como musulmana que como nacional
en respuesta a la “guerra contra el terrorismo”, que es interpretada como una campaña
discriminatoria contra el mundo islámico.
II.- Ambos, Hassan Nasrallah y Ehud Olmert, dijeron que ganaron la guerra de los 34
días, pero para el primero la victoria consistía simplemente en sobrevivir y lo logró. De
inmediato proclamó que –la suya- fue “una victoria divina” y multitudes en Beirut afirmaron, el 21 de septiembre pasado, que Israel había sido “destruido”. Posiblemente esté
militarmente algo más débil, pero políticamente está más fuerte.
El Primer Ministro israelí –a su vez- dijo que Israel ganó porque la Resolución 1701
puso fin al “Estado dentro de un Estado” del Hezbollah y otras consecuencias importantes, pero la probabilidad de que la organización shiíta sea desarmada contra su
voluntad es nula, aún cuando ya no esté más sobre la frontera y exista una presencia
internacional mayor, si se tiene en cuenta que hace ya dos años, el Consejo de Seguridad aprobó la mencionada Resolución 1559 y Hezbollah la ignoró en los hechos. Y lo
sigue haciendo.
Debe destacarse que en esta guerra del Líbano, el autoproclamado vencedor frente a
Israel es un movimiento musulmán shiíta no estatal, en tanto que, en guerras regionales
anteriores, desde 1948 a 1982, Israel tuvo que enfrentarse con otra clase de adversarios.
Sin embargo, Hezbollah se ha consolidado en la región ya que, a diferencia de las naciones árabes que en el pasado no consiguieron enfrentar exitosamente a Israel, obtuvo
esta presunta victoria siendo tan solo una organización, un grupo aparentemente menos
poderoso, cuyo líder, Nasrallah, se consagró como el nuevo héroe, “el Nasser de nuestros
tiempos”, como muchos lo han apodado en el mundo árabe.
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La guerra del Líbano y sus consecuencias
III.- En la sociedad israelí, la guerra demostró la amplitud del consenso nacional y
el apoyo del público a las IDF y al Gobierno, frente a la evidencia de haber actuado
correctamente al responder con firmeza al Hezbollah. Sin embargo, al no conseguir
todos los objetivos establecidos -como reforzar la disuasión israelí y el regreso de los
soldados raptados- los israelíes se siguen preguntando si existió –o no- una estrategia
acertada. Esta duda se constata en las últimas encuestas, que evidencian la convicción
de que el deterioro de la seguridad nacional ha colocado a Israel en una situación bastante difícil.
Entre los especialistas en el tema, se ha difundido la opinión de que las IDF no han demostrado ser omnipotentes y, por primera vez, no han conseguido resolver con éxito un
conflicto internacional con sus vecinos por la fuerza de las armas. Se dice que, posiblemente, las IDF están organizadas para un tipo de combate distinto (como sería enfrentarse a un ejército tradicional) pero que no están suficientemente preparadas para combatir
con fuerzas regulares que utilizan métodos no tradicionales (guerra de guerrillas), ideológicamente adoctrinadas, y posicionadas en un territorio montañoso particularmente
adecuado para este tipo de enfrentamiento, considerando que, además, cuentan con el
apoyo de la población shiíta del sur del Líbano. La alternativa hubiese sido que las IDF
estuvieran dispuestas a tener gran número de bajas, lo que no fue ciertamente la decisión
del Gobierno israelí.
Se hace dificultoso también, evaluar la medida en que Hezbollah fue afectado militarmente debido a su estructura “sui generis”; y a que actúa mezclado con la población, pero
tampoco puede pensarse que salió indemne, ya que Israel hizo esfuerzos muy importantes para neutralizarlo y lograr estabilidad en su frontera. Para una corriente de opinión,
el problema consistiría en que Israel no demostró, suficientemente, que las acciones contra los efectivos de Nasrallah suponen una clara derrota militar. Así es que, después de
un largo debate en Israel sobre las capacidades e independencia del órgano a establecer,
el 17 de septiembre pasado, el Primer Ministro israelí, nombró una Comisión encabezada
por el ex juez Eliyahu Winograd, para analizar e investigar todo lo referente a la guerra
y sus antecedentes.
IV.- Existe cierto consenso en el Gobierno Israelí respecto a la manera cómo se desarrolló esta guerra, iniciada con un apoyo internacional que entendía que Israel actuaba
en legítima defensa, apoyo que luego revirtió su posición criticando duramente la acción
militar empleada, responsable de causar unos 1.500 muertos entre los libaneses y de ocasionar una contundente devastación material, cuyas dramáticas escenas se difundieron a
través de todos los medios. Hechos que jugaron en su contra -a pesar de los ataques de
misiles que sufría constantemente su población civil, en forma indiscriminada- cuando
debió convencer a la opinión pública internacional de haber actuado ecuánimemente.
Esta guerra probó, una vez más, que en estos conflictos se necesita imperiosamente contar con una buena estrategia de información.
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Atilio Molteni
V.- Otra consecuencia relevante, es que la decisión norteamericana de respaldar la campaña militar israelí y demorar un cese de fuego, por la manera como se implementó, ha
sido negativa para la administración estadounidense, que apoyó sus acciones esperando
que la ofensiva militar lesionara la capacidad de Hezbollah, afectando también a Siria e
Irán.
Esto se suma a las críticas por su intervención en Irak y es otro ejemplo de los problemas
de Washington en muchos países de la región, donde sus acciones son vistas como esfuerzos para consolidar su hegemonía, o como muestras de la debilidad de sus políticas
de “democratización”, o de falta de flexibilidad frente a sus oponentes.
Las consecuencias regionales
Uno de los puntos importantes del pensamiento israelí, como ha sido explicado por la
Ministro de Relaciones Exteriores, Tzipi Livni, (“Jerusalem Post”, 10-11-06), es que los
Estados tienen que asumir la responsabilidad por lo que sucede en su territorio para no
colapsar, evitando que las fuerzas extremistas se conviertan en una alternativa por medio
del terrorismo y amenacen su existencia.
En los comentarios precedentes se puede apreciar un ejemplo de este fenómeno, pero
también son una prueba más de que la solución militar no es la única viable.
Ello es fundamental para el conflicto del Medio Oriente donde existen tres situaciones a
considerar, cuya solución debería encararse a través de acuerdos negociados. Todas ellas
se vinculan, de una u otra manera con lo sucedido en el Líbano, y son:
A) Irán
Irán es un país muy significativo, con una historia muy relevante como heredero del Imperio Persa en la región, con la característica de ser el único en tener el islamismo shiíta
como base del Estado, y un enfrentamiento creciente con los Estados Unidos e Israel,
desde la Revolución Islámica de 1979.
La situación en Irak -donde ha aumentado significativamente su influencia-, el poder que
demuestra Hezbollah en el Líbano, la victoria de Hamas en las elecciones palestinas,
la posibilidad de un verdadero arco de poder shiíta, desde su territorio hasta el Líbano,
sumado a los ingresos crecientes provenientes del petróleo, contribuyen a que los iraníes
piensen en materializar su ambición de conducir al mundo musulmán en perjuicio de los
países sunítas que lo han hecho históricamente.
La elección del Presidente Ahmadinejad, shiíta devoto, quien está conduciendo a Irán
en una dirección extrema, especialmente con Israel, es el resultado de un creciente radicalismo. Mientras que su predecesor, Mohammad Khatami, promovió reformas y una
apertura mayor hacia Occidente, Ahmadinejad, cuya visión del mundo está formada por
la guerra de ocho años contra Irak, pertenece a una nueva generación que interpreta el
“Espíritu de la Revolución”, lo que ha reforzado su instinto hacia consolidar la seguridad
nacional y a desconfiar de las potencias extranjeras, lo que es característico de Irán por
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La guerra del Líbano y sus consecuencias
su propia experiencia histórica como víctima del imperialismo.
En este contexto, para analistas israelíes importantes, como Ze’év Schiff, (editor en cuestiones militares del diario Ha’aretz), lo sucedido en el Líbano fue el comienzo de una
guerra entre Israel e Irán, dado que la dirigencia de la defensa israelí considera que
Hezbollah es –en rigor- una unidad del comando frontal de la Guardia Revolucionaria
Iraní, que desde sus orígenes, tuvo por objeto la preparación de una respuesta estratégica
(a través de sus misiles de largo y mediano alcance) en el caso de que Israel tomara una
acción militar contra Teherán.
Por otra parte, el conflicto afectó las acciones internacionales respecto al peligroso programa nuclear de Irán, al coincidir con la resolución 1696 (2006) del Consejo de Seguridad, pidiendo que congelara su programa de enriquecimiento y de reprocesamiento antes
del 31 de agosto de 2006, como condición para una solución negociada que garantice su
programa exclusivamente pacífico o de lo contrario, enfrentarse con la posibilidad de
sanciones conforme al Artículo 41 de la Carta de la ONU.
Esto ya fue rechazado por Teherán que sostiene que, por el Derecho Internacional y por el
Tratado de No Proliferación, tiene el derecho indiscutible de producir cada elemento del
ciclo nuclear con fines pacíficos, utilizando el mismo argumento que en las negociaciones previas que mantuvo por mucho tiempo, pero el problema surge del convencimiento
occidental de que este desarrollo oculta un programa militar.
Los líderes israelíes mencionan constantemente la amenaza existencial que representa un
Irán con armas nucleares (además de su comprobada capacidad misilística), sosteniendo
que no es éste un problema exclusivo de Israel, sino una amenaza para la paz mundial.
Shimón Peres, Viceprimer Ministro israelí, lo explica diciendo que es el problema más
grave del Medio Oriente, por la posibilidad de que derive en una opción nuclear, con
connotaciones religiosas.
Asimismo, el discurso israelí tiene en cuenta las declaraciones antijudías y la constante
negación del Holocausto por parte del Presidente Ahmadinejad, junto a su permanente
apoyo a Hamas y al Hezbollah, así como la posibilidad de que su capacidad nuclear tenga, como consecuencia, una carrera hacia la proliferación regional de armas de destrucción masiva. Últimamente, Israel está adoptando una posición de mayor protagonismo
y dureza, además de exigir sanciones internacionales significativas contra Irán. Existen
diferencias de opinión sobre cual será el momento en que Irán domine el ciclo del combustible nuclear. Israel lo predice para fines del 2007 y los Estados Unidos –en cambioen un plazo algo mayor. Pero, si Irán decide obtener armas nucleares, podría hacerlo en
un plazo de tres a cinco años.
Todavía (al tiempo de escribir esta nota) no se concretó una nueva resolución del Consejo
de Seguridad, estableciendo sanciones aplicables a través del Capítulo VII de la Carta,
debido a la reticencia de Rusia y China respecto de su carácter, pero las negociaciones
continúan entre sus miembros permanentes (más Alemania) y su objetivo es demostrar
que la conducta iraní no es aceptable para la comunidad internacional.
Si el sistema de sanciones no fuese efectivo e Irán continuara –pese a ellas- con su pro61
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Atilio Molteni
grama, Israel podría analizar una opción militar a través de un “ataque preventivo”. Sin
embargo, en este caso podría llegar a la conclusión que, -a diferencia de lo que ocurrió
con el ataque al reactor en Irak, en junio de 1981-, no tendría la capacidad de llegar a
destruir una infraestructura nuclear oculta y dispersa, ya sea por falta de una capacidad
convencional suficiente, o falta de información adecuada, o porque el resultado de la acción militar solo podría demorar por un tiempo la capacidad nuclear iraní. El resultado
posible sería que entonces Israel estaría en unos años frente a un Irán nuclear, situación
que la obligaría a realizar cambios en su doctrina y en su sistema de defensa e, incluso, a
tener prevista una respuesta para que su disuasión nuclear prevenga un ataque por parte
de Irán o implique la amenaza de una represalia si esto ocurre, pero estaríamos frente a
circunstancias de una peligrosidad absoluta.
En varias oportunidades, Estados Unidos insinuó la alternativa de tomar medidas concretas para impedir que Irán llegue a tener
armas nucleares, pero actualmente enfatiza
La Comisión bipartidista
la necesidad de aislarlo. El nuevo Secretario
de EE.UU. sugiere incluir
de Defensa, Robert Gates, al hacer su presentación ante el Senado, el 5 de diciembre paa Irán y a Siria en las
sado, dijo que sólo recomendaría un ataque
negociaciones para lograr
contra Irán, y cito: “absolutamente como un
último recurso y si sentía que nuestros intereun nuevo orden regional
ses vitales estaban amenazados”.
Por otro lado, el Gobierno norteamericano
recibió, al día siguiente, el informe del “Iraq Study Group”, mecanismo de análisis bipartidario presidido por James A. Baker III (ex Secretario de Estado) y el prestigioso ex
congresista demócrata Lee H. Hamilton. Este ha recomendado unánimemente, después
de ocho meses de deliberaciones, una nueva política norteamericana en Irak que propone, entre otros elementos, la construcción de un consenso internacional que incluya a
los países de la región, como Irán y Siria (sin precondiciones y con incentivos y trabas)
en la búsqueda colectiva de una estabilidad regional, lo cual se relaciona con la cuestión
nuclear –que conforme a su recomendación Número 10 –de las 79 que contiene- debe
continuar bajo la competencia del Consejo de Seguridad, más Alemania-.
Vinculado con eventuales acciones diplomáticas, una posibilidad teórica -y seguramente
una mejor alternativa- sería la integración de Irán en una política de estabilidad regional,
antes que cruce el umbral nuclear. Sería una política de distensión y no confrontación,
para tratar de cambiar el patrón de la conducta iraní, lo que se podría regular a través de
garantías de seguridad mutuas, dentro de un plan regional que Washington (e Israel) podría proporcionarle. Como contrapartida de incentivos concretos, Teherán debería ofrecer una transparencia nuclear total y verificable, y comprometerse en la estabilidad en
el Medio Oriente, lo que incluiría su acción contra el terrorismo y actuar para pacificar
Irak, el Líbano y Palestina. Pero la mayor dificultad para esta solución estriba en la desconfianza y en las diferencias ideológicas profundas que existen entre las partes.
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La guerra del Líbano y sus consecuencias
Por otro lado, ha aumentado la preocupación de los Gobiernos sunítas de la región, ante
el creciente poder de Irán y de sus aliados. Las dirigencias de Egipto, Arabia Saudita,
Jordania y los Estados del Golfo, piensan que están frente a un islamismo de corte extremista que pone en peligro tanto a sus regímenes, como a la estabilidad regional misma.
El resultado de esta situación, deriva en la existencia de un grupo de moderados en el
mundo árabe que tiene el objetivo de condicionarlo de muchas maneras ante acciones
concretas, pero sin llegar a ser un eje político, lo cual es visto con interés por Israel.
B) Siria
Este país árabe constituye, por su posición geográfica, su historia, sus vínculos con Irán
y su régimen baasista, un factor de importancia en el escenario de Medio Oriente. El
Líbano nunca estuvo fuera de sus intereses nacionales y su intervención en la guerra civil
desde 1975 junto a su presencia militar en ese país, fueron aceptadas como una manera
de establecer allí cierto orden.
Dicha situación se revirtió cuando la “Revolución del Cedro” del Líbano, apoyada por
la presión norteamericana, francesa y de países árabes que gestaron la Resolución 1559
(2004), creó las condiciones políticas que llevaron a la retirada de sus tropas y sus servicios
de inteligencia, aunque estos siguieron teniendo influencia hasta el día de hoy. Sin embargo,
esto no excluye que Damasco deje de intentar mantener su influencia en el Líbano. Israel
estima que Siria apoya a Hezbollah porque los milicianos de Hassan Nasrallah contribuyen
a sus políticas. Con Irán, sus vínculos resultan de una convergencia de intereses y comenzaron durante la guerra que protagonizó contra Irak -que fue un enemigo de ambos- pero
no tienen una base ideológica ni religiosa, ni son aliados naturales o inevitables.
Durante la Segunda Guerra del Líbano, Siria puso a su ejército en estado de alerta, pero
se abstuvo de dar cualquier paso que pudiera resultar en una confrontación militar y
aguardó a que finalizara para reanudar su acción diplomática y, a su vez, ganar tiempo
hasta que se presentara un escenario más favorable a sus intereses.
No obstante, Damasco puede considerarse como uno de los ganadores de esta Guerra y,
de acuerdo a la opinión de varios estadistas europeos, norteamericanos y de sectores del
pensamiento estratégico israelíes, se debería tratar de superar su aislamiento actual, con
el objeto de afectar su relación con Irán, e impedir el rearme de Hezbollah.
En las negociaciones que tuvieron lugar a principios del año 2000 en Shepherdstown (Estados Unidos de América) bajo los auspicios del entonces Presidente Clinton, se estuvo cerca
de llegar a un acuerdo de paz entre Israel y Siria (ya existente entre Israel y Egipto y entre
Israel y Jordania). Varias veces desde el fin de las hostilidades en el Líbano, el Presidente de
Siria, Bashar Assad, se declaró en favor de reiniciar las negociaciones con Israel. Dijo que
el proceso de paz debería estar guiado por las Resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad, que llama a la retirada israelí de los territorios ocupados a cambio de paz. Agregó
que el interés de llegar a este proceso no ha tenido vigencia hasta ahora, pero que ha llegado
el momento adecuado para avanzar. Por otro lado, en entrevistas con medios árabes, hizo
mención de que su país está preparado para un eventual conflicto con Israel.
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AGE N DA I N T E R N AC I O N A L N º 10
Atilio Molteni
Siria busca recuperar el total de las Alturas del Golán y retornar a los límites de junio
de 1967, lo cual está reconocido en distintas resoluciones de la Asamblea General de la
ONU. Pero desde el punto de vista israelí, esto no solo significa abandonar esta zona y
perder una ventaja estratégica y económica, sino que implica también cierto control sirio
sobre la costa noreste del Mar de Galilea, principal fuente de agua de Israel. Para algunos
analistas israelíes, un acuerdo de paz es riesgoso debido a la posibilidad que luego Siria,
no reduzca sus actuales lazos con Irán y el Hezbollah.
Por su parte, Israel, tiene otras demandas frente a Siria: la normalización de sus relaciones; la concreción de los acuerdos de seguridad -discutidos en su momento con Hafez
al-Assad- y la expulsión de las organizaciones palestinas extremistas que funcionan en
Damasco. Estas podrían ser resueltas en una negociación diplomática y ello permitiría
a Israel concentrarse en la solución de la cuestión Palestina y en su principal problema:
el plan nuclear iraní. Por el momento, Ehud Olmert ha dicho que mientras sea Primer
Ministro las Alturas del Golán van a formar parte de Israel.
Hasta ahora, Washington ha intentado aislar a Damasco. De las declaraciones de sus Jefes de Gobierno, formuladas en Washington el 14 de noviembre pasado, surge que tanto
Israel como Estados Unidos de América condicionan la modificación de sus políticas
frente a Siria a pruebas concretas de cambios en sus acciones relacionadas con el Líbano,
Irak y Palestina.
Por su parte, el Informe Baker-Hamilton contiene recomendaciones relativas al contexto
regional más amplio de Irak, y en referencia a Siria (Número 15), enumera alguno de los
elementos de una posible paz negociada, que son interesantes porque constatan la complejidad de los problemas a superar. A su criterio, estos deberían ser: la adherencia total
de Siria a la Resolución 1701; su cooperación total en todas las investigaciones sobre los
asesinatos políticos en el Líbano; un cese verificable de la ayuda a Hezbollah y del uso
del territorio sirio para el traspaso de armas iraníes; la utilización de su influencia sobre
Hamas y Hezbollah para la liberación de los soldados capturados de las IDF; un cese
verificable de sus esfuerzos para socavar el gobierno del Líbano, un cese verificable en
el transporte y provisión de armas para Hamas y otros grupos radicales palestinos; su
compromiso para ayudar a obtener de Hamas el reconocimiento del derecho de Israel a
existir y, finalmente, mayores esfuerzos sirios en el sellado de su frontera con Irak.
A su vez, la Recomendación Número 16 afirma que, a cambio de estas acciones y en el
contexto de un acuerdo de paz total y seguro, los israelíes deberían devolver las Alturas
del Golán, y con una garantía de los Estados Unidos para Israel, que podría incluir una
fuerza internacional en la frontera, con la participación de tropas de Estados Unidos, si
así lo requieren ambas partes.
C) El conflicto israelí-palestino
Por otra parte, en el informe presentado el día 13 de noviembre pasado al Secretario
General de la ONU, Kofi Annan, por parte del Grupo de Alto Nivel de la Alianza de
Civilizaciones, se pone énfasis en el conflicto israelí-palestino, subrayándose que no es
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La guerra del Líbano y sus consecuencias
la causa manifiesta de todas las tensiones entre el mundo musulmán y las sociedades
occidentales, pero que si tiene un valor simbólico que afecta las relaciones culturales y
políticas de las tres religiones monoteístas más grandes, mucho más allá de su ámbito
geográfico.
Frente a este conflicto, influenciado por la situación general de la región -que se encuentra en una etapa de transición, sin avances positivos y con un creciente aumento de la violencia- una corriente mayoritaria del pensamiento israelí, afirma que, luego del Líbano,
la sociedad israelí necesita una agenda de paz y sostiene que, en primer lugar, debería
esforzarse por establecer un Estado Palestino junto a Israel, ya que esto permitiría aislar
al Islam fundamentalista y obtener el reconocimiento al derecho a existir de Israel. Inversamente, según esta opinión, continuar la confrontación afecta su capacidad de resistir
otras amenazas regionales.
Desde el triunfo electoral de Hamas, la situación en los territorios palestinos -especialmente en Gaza- ha sido muy difícil debido a que prevalece un balance de terror entre las
partes, ejemplificado con lo sucedido en Beit Hanun (Gaza) y en Sderot (Israel). Además,
de haber tenido en ese período más de 400 muertos y la destrucción de su infraestructura, los palestinos están sufriendo una situación económica y humanitaria declinante,
causada por el embargo, la falta de un gobierno que funcione efectivamente y el deterioro
del orden público por los enfrentamientos abiertos entre las facciones. A pesar de esta
situación tan dramática, el apoyo popular a Hamas no parece haberse modificado y el
discurso de sus dirigentes afirma que Israel implementa políticas en representación de
Occidente en el Medio Oriente, agrediendo constantemente a los palestinos y desarrollando sus propias acciones colonialistas.
El lanzamiento de misiles kassam sobre el territorio judío fue en aumento y cuando era
evidente que las IDF preparaban una nueva ofensiva militar sobre Gaza, el pasado 26 de
noviembre, el Presidente Abbas llegó a un acuerdo con las organizaciones palestinas para
un alto el fuego, que fue aceptado por el Primer Ministro Olmert, quien dispuso que se
detuvieran las operaciones militares y se retiraran las fuerzas que estaban en Gaza, ya
que hasta ahora no comprende a Cisjordania.
Dos días después, aprovechando el momento creado por este acuerdo, el Primer Ministro
Olmert, formuló una propuesta en la que volvió a su perspectiva de paz de cuando formó
su Gobierno. Dicha propuesta contempla la retirada israelí de gran parte de los territorios
ocupados en Cisjordania, la evacuación de la mayoría de los asentamientos de colonos
allí existentes y el establecimiento de un Estado palestino independiente, condiciones que
a su juicio, son esenciales para la existencia a largo plazo del Estado de Israel. O, como
ha dicho en el pasado, son “la línea de vida del sionismo”.
Al dirigirse al pueblo palestino, Olmert, propuso negociar el establecimiento de dicho
Estado palestino con contigüidad territorial en Cisjordania, cuyas fronteras serían determinadas de acuerdo con la Carta de Bush a Sharon del 14 de abril de 2004. Esta carta
está redactada en términos que podrían considerarse ambiguos, pero, según la interpretación israelí, reconoce la anexión de los grandes bloques de asentamientos a Israel y traza
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Atilio Molteni
la frontera, aproximadamente de acuerdo con la ruta del Cerco de Seguridad (lo que no
coincide con la línea anterior a la Guerra de 1967 o “línea verde”).
Olmert, prometió liberar los prisioneros que cumplieron largos períodos en prisión y
tomar una serie de medidas de construcción de confianza, como la apertura de cruces, la
eliminación de controles y la liberación de los fondos embargados. Habló sobre el rol de
los estados árabes en las negociaciones y alabó las partes “positivas” de la Iniciativa de
Paz Saudita (2002).
De igual modo, presentó a los palestinos una lista de condiciones para iniciar las negociaciones: el establecimiento de un nuevo Gobierno en la AP comprometido con los principios del Cuarteto -principalmente el reconocimiento de Israel-, la implementación de la
Hoja de Ruta -que llama al desmantelamiento de las organizaciones terroristas-, y la liberación del soldado secuestrado, Gilad Shalit. Solo si estas condiciones son satisfechas,
Olmert invitará al Presidente de la AP, Mahmoud Abbas, a reunirse con él de inmediato
(y cito): “para llevar a cabo un diálogo real, abierto, genuino y serio entre nosotros”.
En esta propuesta no hay realmente elementos nuevos, pero es una oferta de paz y genera
la posibilidad de una respuesta por parte de los palestinos. Lo importante es que Olmert
abandona su idea de la retirada unilateral y la transforma en una retirada que debe ser
negociada. Por otro lado, la comunidad internacional, quiere ver -con urgencia- adelantos en la solución del conflicto, lo que también llevó a Olmert a actuar, incluso por
la posibilidad de que otras propuestas condicionen a Israel con una agenda distinta de
negociaciones.
Del lado palestino, han habido dos reacciones diferentes: por parte del Presidente Abbas,
reflejando la posición moderada representada por su partido Fatah, una que fue positiva
y es representativa de una mayoría palestina en favor de una negociación, aún cuando la
propuesta está ciertamente muy lejos de sus objetivos. En cambio, Hamas, denunció las
declaraciones de Olmert como una “nueva conspiración”, por su pedido de que los palestinos renuncien al derecho de retorno de los refugiados a sus hogares originales, dentro
de Israel. Para ellos, dicho retorno es sagrado e irrenunciable y es uno de los pilares de
la posición palestina. Visto desde el lado israelí, esto significaría el fracaso del Estado
israelí, ya que desaparecería la mayoría de la población judía en su territorio, por lo cual
sostiene que los refugiados deben retornar, pero al territorio palestino.
Hasta ahora la posición de Hamas es la de tratar de superar una batalla que entienden se
les plantea en tres frentes: en lo financiero y económico, a través del embargo sobre la
ayuda y los ingresos impositivos que Israel retiene; en lo político, a través del no reconocimiento de sus autoridades y de su participación internacional; y, en el campo militar, a
través de las acciones de las IDF.
Para superar esta situación, el Primer Ministro Haniyeh, ofreció en noviembre pasado,
renunciar a su cargo para permitir así la formación de un gobierno de tecnócratas que
pudiera negociar con Israel y con la comunidad internacional. Luego, comenzó una intensa negociación con el Presidente Abbas, pero éste anunció, el pasado 1 de diciembre,
que esta posibilidad había llegado a un punto muerto ante la falta de reconocimiento
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La guerra del Líbano y sus consecuencias
por Hamas, de las tres condiciones del Cuarteto y la existencia de desacuerdos sobre la
agenda del futuro Gobierno. Si no se encuentra una salida a esta situación entre las partes, el Presidente puede considerar la posibilidad de disolver el actual gobierno y llamar
a un referéndum sobre la convocatoria a elecciones anticipadas, lo que sería resistido por
Hamas.
Por la parte israelí, la preocupación fundamental es que el futuro Estado palestino no
sea un Estado débil, que pueda ser usado por las organizaciones terroristas o por otros
Estados de la región para atacar a Israel. A ello se debe la condición básica de los tres requerimientos que se formularon a Hamas: el derecho de Israel de existir; la renuncia a la
violencia y al terrorismo; y la aceptación de los
acuerdos previos entre israelíes y palestinos. Por La negativa de Hamas a
su parte, Hamas busca que se levante la presión
reconocer al Estado de
internacional, sin adoptarlos.
Debido a esta situación donde es evidente la pre- Israel vuelve precario
cariedad del actual cese del fuego, se hace imprescindible una comprometida y renovada parti- cualquier acuerdo de cese
cipación de la comunidad internacional, que ayu- de fuego en la región
de a la solución del conflicto, ya que el tiempo es
cada vez más escaso y el peligro de expansión del
extremismo en la región, pareciera ser cada vez mayor. Sería necesario implementar –por lo
menos- dos tipos de acciones: primero, crear una atmósfera propicia para la paz, mediante
medidas de corto y mediano plazo, para poner fin a la violencia e iniciar el diálogo efectivo
entre las partes involucradas; segundo, promocionar una iniciativa de paz para superar la
confrontación actual, donde cada parte acepte la legitimidad de la otra.
En este sentido, el Informe Baker-Hamilton, afirma que los Estados Unidos no podrán
lograr sus objetivos en el Medio Oriente a menos que se ocupen directamente del conflicto árabe-israelí y que deben generar un compromiso renovado y sostenido para una
paz total en los frentes: Líbano/Siria, así como un compromiso de dos Estados -Israel y
Palestina-, como lo formulado por el Presidente Bush, en junio de 2002. Este compromiso deberá incluir conversaciones directas con, por, y entre Israel, Líbano, palestinos (que
acepten el derecho de Israel a existir) y, en particular, Siria.
Como criterios para las negociaciones el referido Informe destaca: que no hay una solución militar; que mayoría del cuerpo político israelí está cansado de ser una Nación
perpetuamente en guerra; que ninguna administración norteamericana -ni demócrata ni
republicana- abandonará a Israel; que el diálogo y el compromiso político son esenciales;
que la única base sobre la cual puede negociarse la paz es la establecida en las Resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de la ONU y en el principio de “tierras por
paz”; que la única paz duradera y segura, será una paz negociada, (como la que Israel
consiguió con Egipto y Jordania); y, finalmente, que este esfuerzo respaldará fuertemente
a los gobiernos árabes moderados de la región, y en especial, al gobierno del Líbano y a
la AP, bajo la Presidencia de Mahmoud Abbas.
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Atilio Molteni
El Informe contiene tres Recomendaciones concretas (Números: 13, 14 y 17) que incluyen la iniciativa de generar –lo más pronto posible- convocatorias y reuniones bajo los
auspicios de los Estados Unidos o del Cuarteto, entre Israel y el Líbano y Siria, por un
lado, e Israel y palestinos, por el otro, cuyo propósito sería negociar la paz, como se hizo
en la Conferencia de Madrid en 1991.
Algunas conclusiones
En relación al Líbano, además de la situación interna del gobierno del Primer Ministro Siniora (sujeto a presiones crecientes por el retiro de todos los miembros shiítas del
gabinete, las demostraciones públicas promovidas por Nasrallah en búsqueda de un gobierno de unidad nacional y el asesinato de Pierre Gemayel), el otro tema central es la
implementación de la Resolución 1701. Ya han pasado más de cuatro meses desde el fin
de los enfrentamientos, la situación en el sur, en términos generales, mejoró (aunque en
la interpretación de muchos los hechos muestran una situación dudosa) y el cese de hostilidades continúa en pie. Los esfuerzos de reconstrucción están en movimiento. Las IDF
se han retirado, las fuerzas armadas libanesas se han desplegado en el sur y la UNIFIL
reforzada, está sobre el terreno.
No obstante, existen cuestionamientos de las Naciones Unidas acerca de la provisión de
armas a Hezbollah y el control de la frontera con Siria y respecto a los vuelos israelíes
sobre el territorio libanés.
El gobierno israelí, está preocupado por la posibilidad de que el gobierno de Siniora caiga
y que su reemplazante retire al ejército libanés y condicione a la UNIFIL, con lo cual se
crearía una situación semejante a la que existía antes de la guerra.
Con respecto a la región, además de subrayar que la evolución de Irak va a tener consecuencias muy amplias relacionadas con las estrategias que adopte, en definitiva, el Presidente Bush, se debe destacar la relevancia de las tres situaciones mencionadas: la posibilidad de una negociación con Siria; la reanudación de las negociaciones entre israelíes y
palestinos; y la importancia de buscar una solución a la cuestión potencialmente la más
peligrosa, que es el plan nuclear de Irán, en marcha.
En términos generales, en el Medio Oriente hoy los actores principales son, por un lado,
Hamas y Hezbollah, que rechazan el proceso de paz con Israel y organizan la resistencia
armada, junto a países como Siria e Irán, que los ayudan y que también tienen sus propios
objetivos regionales, oponiéndose a las políticas que intentan aislarlos.
En especial, Irán es una gran fuerza desestabilizadora, por su búsqueda de la hegemonía
en la región.
Por el otro lado, el gobierno norteamericano está demasiado comprometido en Irak, en
un proceso de cambio significativo de sus políticas regionales y con su influencia visiblemente reducida. Asimismo, el gobierno israelí, está superando la experiencia de esta
guerra, reforzando su capacidad política y estratégica y definiendo su agenda para el
proceso de paz. Al mismo tiempo, un grupo de países árabes moderados de orientación
sunita, está preocupado por el islamismo radical y por la importancia regional que está
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AGE N DA I N T E R N AC I O N A L N º 10
La guerra del Líbano y sus consecuencias
tomando Irán y, finalmente, la UE, que está mostrando una política común dinámica.
Dentro de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, Rusia está demostrando
nuevamente su interés en la región, después de un período de ausencia que comenzó con
la disolución de la URSS y China también está siguiendo de cerca los desarrollos políticos y económicos.
Debe decirse también, que en Medio Oriente está teniendo lugar una lucha ideológica
interna en el Islam, que tiene una significación global, cuyas líneas no están bien definidas, pero poseen un componente religioso importante, por el cual la violencia podría
expandirse rápidamente (ya sea por los extremistas shiítas o sunitas). Esto hace necesario
evaluar las políticas que están en práctica superando los errores cometidos en el pasado
y aumentando sensiblemente los contactos diplomáticos entre las partes sin que ello signifique aceptar los puntos de vista que sostienen.
Hoy día, el Medio Oriente se encuentra en una encrucijada y en este último año ha corrido mucha sangre, demostrándose una vez más que el poder militar no es del todo efectivo
e incluso, no es capaz de imponer la estabilidad en un país –Irak-.
El Informe Baker-Hamilton puede calificarse como un repudio del enfoque militar y diplomático seguido –hasta ahora- por la Administración Bush en Irak y en toda la región
y responde a un enfoque realista de los múltiples problemas que se enfrentan. Su carácter
bipartidario y sus recomendaciones van a otorgarle importancia en la definición de las
próximas iniciativas norteamericanas.
El conflicto israelí-palestino es el centro del enfrentamiento, pero también existen políticas de países que agravan esa y las demás situaciones existentes, junto a actores no estatales que –a su vez- tienen sus propios objetivos y ayudan al terrorismo. Las diferencias
religiosas, sociales y económicas, son causa indiscutible de tensiones, así como la falta
de pluralismo político en varios países musulmanes.
El Medio Oriente es un ámbito amplio y complejo, donde los problemas están interconectados pero exigen soluciones diferentes y por sus características, necesitan de una mayor
participación y compromiso de la comunidad internacional, para ayudar a alcanzar su
solución pacífica y duradera y evitar nuevos enfrentamientos que podrían ahora tener
consecuencias mundiales.
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