El 7 de marzo pasado, Ariel Sharon se transformó en

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Palestina-lsrael
UNA
OPORTUNIDAD
PERDIDA
El 7 de marzo pasado, Areil Sharon se transformó
en prm
i er mn
isitro de Israel, el qun
ito que ocupa
ese cargo desde noveimbre de 1995. A pesar del
éxito relativo de sus intentos por crear un gobeirno
de und
iad nacoinal con el Lk
iud, los socialistas y
los pequeños partidos religiosos, no existen garantías de durabd
ilad de su gobierno. El fanatsimo
nacionalista tanto de Sharon como de Arafat hacen
prever una tragedai mayor en Medoi Oriente.
Alex Fernández*
Especialista en Política
Internacional. Universidad
de Amsterdam.
40 pO4
v ^ o n la aplastante victoria electoral de
Sharon, los ciudadanos eligieron la opción
de poner término con mano dura a la
Intifada palestina y evitar los atentados terroristas en las ciudades israelíes. Durante
el gobierno de Barak, la población civil
desarrolló una sensación creciente de inseguridad, estimulada por el estancamiento
de las negociaciones de paz, por una política de concesiones que no lograba poner
fin a la violencia y que, por el contrario,
debilitaba progresivamente la posición de
Israel. Por otra parte, esa misma población
presenció aterrada el fracaso de la lógica
política promovida por Barak para derrotar
hace un año y medio a Netanyahu: "Sólo la
paz puede poner término a la confrontación,
y ella puede ser lograda dentro de un año".
La sensación de pánico y temor de la
población israelí tampoco ha sido bien comprendida por Arafat y los palestinos, que suponen que con la continuación de la Intifada
y los recientes actos terroristas pueden debilitar el gobierno futuro de Ariel Sharon.
Para Sharon todas las negociaciones
implementadas por Barak, incluidas las re-
internacional
feridas a la división de jerusalén y del retorno de
los refugiados, son inaceptables, y por tanto, toda
nueva negociación después del término de la
Intifada debe partir de cero.También ei líder laborista Simón Peres consideró en su momento como
un grave error táctico el poner en la mesa de las
negociaciones el problema de Jerusalén.
A esto se suma el hecho de que para el actual
presidente de EE.UU., todas las proposiciones de
paz estimuladas por Clinton no constituyen acuerdos vinculantes con la nueva administración estadounidense. Pava Bush es necesario dejar las negociaciones sólo en manos de palestinos e israelíes,
y disminuir al máximo la intervención de EE.UU.
El distanciamiento norteamericano del conflicto
constituye, sin duda, una mala noticia para Arafat
y, al parecer, Washington no está dispuesto a ejercer presiones sobre el nuevo gobierno de Israel.
Lo que no está claro es si la retirada estadounidense incluye también el término de la función de la
CÍA como controladora de la materialización de
los acuerdos de seguridad firmados por las partes
en conflicto.
LOS ERRORES DE BARAK
Barak fue víctima de sus propios errores políticos. Por una parte, no logró que la ciudadanía de
su país aceptara las concesiones prometidas a nombre del Estado de Israel como condición indispensable para obtener la paz. Y, por otra, fue incapaz
de convencer a Arafat de las virtudes de su generoso proyecto de paz.
Aun cuando su oferta de paz excedía los propios Acuerdos de Oslo (1993) e incluía la división
de Jerusalén y un principio de solución para la cuestión de los refugiados palestinos, Barak fracasó en
el último minuto junto con el intento final del ex
presidente Clinton de formalizar una paz duradera y crear las bases definitivas de la solución del
conflicto palestino-israelí.
Si Arafat hubiera estado en condiciones de manifestar el mismo valor de Barak y no hubiese transformado la cuestión de la soberanía sobre los templos de la explanada Al Haram al-Sharif en una
cuestión de principios, la solución habría sido alcanzada. La inflexibilidad de Arafat se expresó en
el argumento —permanente en todas las negociaciones— de que ningún líder palestino puede firmar la paz con Israel sobre la base de conceder y
transferir la soberanía de las dos grandes mezquitas: la Gran Cúpula y Al Aqsa.
Barak supuso erróneamente que sus concesio-
• :• marzo • abril 2001
nes destinadas a crear la base territorial del Estado
palestino, con la devolución de más del 90 % de
los territorios ocupados que incluía la Cisjordania,
la franja de Gaza y Jerusalén como capital del nuevo Estado, constituían una oferta suficiente como
para que los palestinos consideraran la disputa sobre la soberanía de la explanada de las Grandes
Mezquitas como objeto de negociación posterior.
El mismo error de cálculo cometió el ex primer
ministro israelí en las negociaciones de paz con
Siria, cuando postergó la demanda siria de soberanía sobre la ribera oriental del lago deTiberíades
en el supuesto de que el régimen de Assad lo consideraría un problema secundario comparado con
las negociaciones de los territorios de los Altos del
Golán ocupado por Israel. Dichos errores fueron
cometidos bajo el convencimiento de que concesiones de ese tipo no serían rechazadas por la ciudadanía israelíen cualquier referéndum sobre la
paz con los palestinos y Siria.
Ver 'Barak y las
expectativas de
paz'. Revista
Mensaje, nuni.
480, julio de
T999.
Muchos analistas internacionales coinciden en
que el problema mayor de Barak fue su estilo de
gobierno, el que lo condujo progresivamente al
aislamiento frente a-su partido, a la clase política
nacional y, sobre todo, a la ciudadanía. Señalan
aquellos que Barak gobernó con el espíritu de su
antigua función de general en jefe del estado mayor del ejército y no logró comprender que dicho
estilo no formaba parte de la cultura política democrática de su propio Estado. Sus maniobras
políticas no fueron ni comprendidas ni aceptadas.
Intentó, por una parte, un gobierno que
implementara una 'revolución civil' destinada a
secularizar la política nacional 1 , pero para ello
formó gabinete con los pequeños partidos
ultrarreligiosos, y, por otra, alentó un proyecto de
paz a partir de la marginación de los grandes artífices de los Acuerdos de Oslo, como Simón Peres.
I N F U S I B I L I D A D DE A R A F A T
Para muchos, el responsable de la victoria electoral de Ariel Sharon es el propio Arafat, quien se
negó a aceptar el radical plan de paz formulado
por Barak. La derrota política de este último en el
invierno del 2001 encuentra explicaciones muy
similares a las del asesinato de Rabin en 1996 y a
la derrota electoral de Simón Peres a favor de
Netanyahu en la primavera de 1996. Todos ellos
tuvieron el coraje de aspirar a una paz realista que
superara tanto el fanatismo nacionalista israelí de
los grupos más conservadores como el integrismo
político de Arafat. Buscaron exitosos acuerdos de
41 105
internacional
Ver 'El conflicto palestinoisraelí: De la
Intifada a la
ira'. Revista
Mensaje, núm.
589, diciembre
de 2000.
Ver GerH
Nonneman,
'Rentiers and
autocrats,
monarchs and
democrals,
si ate and
society: the
Middle East
between
globali/alion,
human 'ageney'
and Europe'.
The Roya!
Institute of
International
Affairs, Volume
77, numtier 1,
january 2001.
paz con el presidente Sadat de Egipto y con el rey
Hussein de Jordania y formularon concesiones inaceptables tanto para la propia ciudadanía israelí, que en su momento los consideró cuasi traidores a !a integridad territorial del Estado de Israel,
como para la inflexibilidad política de Arafat.
En la misma línea de sus antecesores, en las
negociaciones de Camp David de agosto del año
pasado, Barak sentó las bases de las más radicales
proposiciones de acuerdos de paz que han tenido
lugar en el prolongado conflicto palestino-israeIP. Si los palestinos hubieran aceptado dicha proposición, Barak habría estado en condiciones con
una pequeña minoría de obtener una victoria vía
referéndum. Arafat y los palestinos postergaron y
neutralizaron sin un sí o un no la aceptación de
dicha proposición y además iniciaron la Intifada
en los alrededores de la mezquita Al Aqsa, que
adquirió las características de una guerra santa,
generando una espiral de violencia aún no concluida.
Sin duda que en el error de cálculo político
del propio Arafat tuvo un rol relevante la idea de
purificar los lugares santos de la presencia del ju-
daismo. De la misma forma que su exigencia del
'derecho incondicional' del retomo de todos de los
refugiados palestinos desde 1949, es un eufemismo
destinado a lograr la erradicación futura del Estado
de Israel. Esto último sólo puede ser comprendido si
se considera que la población total de dicho Estado
equivale a 6 millones de habitantes, de los cuales
casi 900 mil son de origen árabe, y los exiliados
palestinos desde 1949 suman 4 millones y medio.
POLÍTICOS INESCRUPULOSOS
Hoy es evidente que la Intifada obedeció a una
decisión política expresa de los líderes palestinos y
fue tomada inmediatamente después de las negociaciones de agosto pasado en Camp David. Su propósito era crear, a partir de las dificultades políticas
internas de Barak, el caos político en Israel, forzando al primer ministro a ampliar su política de concesiones. La incorporación de los niños en los actos
de violencia tenía como objetivo erosionar el apoyo
político internacional de Israel, al presentar a su primer ministro como un político sin escrúpulos, comparable a lo que fue en su momento Milosevic en
Serbia. En dicho contexto, los estrategas políticos palestinos esperaban forzar una retirada incondicional de Israel de los territorios ocupados, sin que Arafat estuviera obligado a establecer compromisos y concesiones políticas previas. Sin embargo, la población israelí al observar estupefacta que ninguna concesión otorgada por Barak era suficiente para poner término a la violencia generalizada, se llenó de temor y buscó refugio electoral en la figura más conservadora
de la política israelí. Sólo hace un par de
días, el escritor Amos Oz decía que Sharon
era el obsequio de Arafat a los pueblos de
Israel y Palestina.
Muchos han comparado las personalidades políticas de Arafat y Sharon, en el sentido de que ambos son fanáticos nacionalistas que ¡mplementan políticas carentes de
todo escrúpulo o límites morales, y ambos
se encuentran hoy a la cabeza de sus respectivos poderes. Lo que tanto Sharon como
Arafat han subestimado, es que la paz sólo
puede ser establecida sobre la base de compromisos y concesiones mutuas, que para
ambos ponen en tensión el principio de los
derechos justos.
Si no fuera por la esperanza, sólo habría
que predecir la tragedia1 ,<fi<
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