Fragmento con énfasis en Cipango, del globo terráqueo de Martin Behaim producido en 1492, el más antiguo que aún se conserva. Ravenstein, 1908 “Cristóbal Colón, ¡no vas a Japón!” Yasser Said López de Olmos Reyes Cuando Marco Polo regresó de Asia a Europa a finales del siglo XIII, los genoveses lo tomaron prisionero. Marco Polo había pasado cerca de 25 años fuera de su país recorriendo el mundo por mar y tierra, y durante su tiempo en prisión, dictó a uno de sus compañeros de celda esas travesías por mundos desconocidos y extraños para los europeos. Por razones evidentes, una de las historias que mayor peso tuvieron en la imaginación de los exploradores posteriores fue la de Cipango, la isla del oro, en donde, según Ibn Khordadbeh, “los perros y monos mascota estaban atados con cadenas hechas de oro”. Cristóbal Colón había preparado un proyecto que requería de un análisis meticuloso durante una época en la que los mapas del mundo incluían con detalles a Europa, el oriente de Asia y la parte mediterránea y “Cristobal Colón, ¡no vas a Japón! “ / CIENCIORAMA 1 noroccidental de África. Los cartógrafos apenas comenzaban a dibujar con certeza la silueta del sur del continente negro gracias a los viajes de exploración lusitanos, e integraban algunos archipiélagos grandes mucho tiempo “perdidos” en los océanos. El proyecto de Colón a finales del siglo XV era encontrar una nueva ruta desde España hasta Cipango (hoy Japón), navegando hacia el oeste por el Mar Océano (supuestamente continuo entre la costa oeste de Europa y la costa este de Asia), donde se encontraban la fabulosa tierra del oro y las conocidas naciones con las que se comerciaban especias por tierra desde hacía siglos. Para realizar el viaje Colón afirmaba: “… que la Tierra no es tan grande como la imagina el vulgo y que un grado de la línea ecuatorial mide 56 millas y 2/3...” Los académicos tenían otra opinión Para realizar semejante proyecto Cristóbal Colón requería del favor de una corona europea, debido a las importantes implicaciones políticas y estratégicas que podrían surgir si se descubría una tierra y/o ruta nuevas. Así, Colón fue capaz de generar relaciones fuertes con personas cercanas a la reina Isabel de Castilla. La reina católica encargó a un comité de expertos de la Universidad de Salamanca analizar el proyecto de Cristóbal Colón para decidir si era merecedor del favor de la corona de Castilla. Definitivamente y sin ningún tipo de discusión, tanto Colón como los académicos de Salamanca, estaban de acuerdo en que la Tierra era redonda. La idea de una Tierra redonda para entonces ya era antigua y podía rastrearse hasta Aristóteles. En donde sí había fuertes discrepancias era en la distancia que habría de recorrerse desde Castilla hasta Cipango. Después de cuatro años de discusiones, a finales de 1490, el comité de la reina Isabel formuló un veredicto negativo para la causa del almirante “Cristobal Colón, ¡no vas a Japón! “ / CIENCIORAMA 2 genovés. Dijeron que el viaje sería mucho más largo de lo que Cristóbal Colón planteaba y que según San Agustín, era imposible de hacer porque la mayor parte del globo estaba formada por agua y las tierras que pudieran existir en el Mar Océano serían inhóspitas y no servirían como escala para un viaje que ellos calculaban en años. ¿Por qué estaban tan seguros al rechazar el proyecto de Colón? ¿Por qué calcularon en más de un año el viaje que Colón calculaba en un mes? Según Colón, la distancia entre las Islas Canarias, al noroeste de África, y Cipango, era de unas 750 leguas (casi 4,500 km). Pero el comité de la Universidad de Salamanca aseguró que era una “empresa irrealizable a los ojos de cualquier persona que posea algunos conocimientos, por endebles que sean”. Colón se basó en cálculos y trabajos de científicos bien reconocidos en su época; sin embargo, si algo queda claro es que sus cálculos tendían a minimizar la distancia de su viaje, quizá para sonar más convincente y “vender” más fácilmente su proyecto. Convenía una Tierra pequeña La primera discrepancia fue respecto al tamaño de la Tierra y ésta, se sabía, debía tener una circunferencia de entre 30,000 y 44,000 km. Fue Eratóstenes de Cirene el primero en aproximarse con un resultado de 252,000 estadios (entre 39,600 y 46,200 km, dependiendo de la medida de estadio) con un experimento asombroso. Eratóstenes leyó en un papiro que durante el solsticio de verano, al mediodía, en la ciudad de Siena (hoy Asuán, Egipto), las columnas no proyectaban sombras y cuando uno miraba por un pozo profundo, los rayos del Sol iluminan hasta el fondo. A Eratóstenes le interesó el dato y observó que en su ciudad, Alejandría, al norte de Siena, esto no ocurría. Él calculaba que el Sol estaba tan lejos que sus rayos iluminaban la Tierra de forma paralela, por lo tanto, “Cristobal Colón, ¡no vas a Japón! “ / CIENCIORAMA 3 si la Tierra era plana, las sombras tenían que parecerse o ser prácticamente iguales. La única forma en que en Siena no se proyectaran sombras al mediodía del solsticio de verano y en Alejandría la sombra fuera muy notoria al mismo tiempo y sobre el mismo meridiano, era que la superficie de la Tierra fuera curva. Eratóstenes aceptó como supuesto la hipótesis aristotélica de una tierra esférica, en la que medir un meridiano equivaldría exactamente a la mitad del Ecuador, y para medir la circunferencia de la Tierra utilizó un par de palos y geometría básica (ver cuadro 1). Durante el solsticio de verano, Eratóstenes colocó en Alejandría un palo y, al mediodía, midió el ángulo que formaba la punta del palo con la correspondiente punta de la sombra. En Siena el ángulo sería de 0°, pero en Alejandría el ángulo midió 1/50 de un círculo (7.2°). Con una Tierra esférica, los rayos del Sol paralelos proyectándose y como los palos semirrectas hacia el centro de la esfera, se formaría el vértice de un ángulo que corresponde con la curva que separa a Siena de Alejandría. Sólo resta saber cuánto mide esa curva o cuerda, la distancia desde Siena hasta Alejandría. Según Carl Sagan, Eratóstenes contrató a un hombre para medir esa distancia a pie, el estadios. resultado fue Finalmente, de hizo 5,000 una aproximación de 700 estadios por grado. Multiplicó por 360 y llegó a un total de 252,000 estadios. Cuadro 1. Experimento de Eratóstenes para medir la circunferencia de la Tierra. “Cristobal Colón, ¡no vas a Japón! “ / CIENCIORAMA 4 Tiempo más tarde, Posidonio de Apamea, con un método astronómico que utiliza la posición de la estrella Canopus sobre el horizonte de Rodas (isla perteneciente a Grecia próxima a la costa de Asia Menor), llegó a la medida de 240,000 estadios; aunque Ptolomeo, en su clásico libro Geographia, atribuye 180,000 estadios a la medición de Posidonio. Colón se basó en Alfraganus, conocido por sus tratados astronómicos y geográficos desde el siglo IX, quien midió también la circunferencia de la Tierra y atribuyó a cada grado del meridiano una distancia de 56 2/3 millas. Como con el caso del estadio, la milla en los tiempos de Colón también dependía de la tradición de la que provenían los navegantes. Colón tomó la milla romana o italiana con un valor de 1.48 km, lo que da un resultado de 30,192 km de circunferencia de la Tierra, cuando la calculada por Alfraganus consideraba una milla de 2.164 km para un resultado final de unos 44,146 km. En la actualidad sabemos que la circunferencia de la Tierra en el Ecuador es de casi 40,075 km (ver figura 1). Figura 1. La circunferencia de la Tierra en el Ecuador como la concebiríamos en la actualidad, como la calculó Alfraganus en el siglo IX y como la concibió Colón en el siglo XV, respectivamente. Se asume una Tierra esférica y se resalta el paralelo 28 en naranja. Esto sobre el Ecuador, pero una vuelta al mundo partiendo de las Islas Canarias, sería de aproximadamente 26,500 kilómetros, porque a esa latitud (paralelo 28) cada grado, según Colón, mediría unos 74 km. Sin embargo, si “Cristobal Colón, ¡no vas a Japón! “ / CIENCIORAMA 5 los académicos de Salamanca se basaron fielmente en Alfraganus, cada grado para ellos, a esa latitud, equivaldría a unos 108 km. ¿Qué tan grande pensó Colón que era Eurasia? En este asunto habían opiniones diversas, incluso para los que estaban de acuerdo en cuál era el tamaño de la Tierra. Un mapa de 1506 que se atribuye a Bartolomé Colón, el hermano cartógrafo de Cristóbal, incluye un texto que resume las discrepancias: “Marin dice que del Cabo San Vicente a Catigara hay 225°; Ptolomeo habla de 180°…” El globo terráqueo de Behaim, el famoso Erdapfel (fragmento en portada), publicado antes del primer viaje de Colón el mismo año de 1492, toma el dato de Ptolomeo. Independientemente del tamaño de la Tierra, según lo anterior, Eurasia sería tan grande que abarcaría la mitad del mundo o, si se tomaba a Marin de Tiro como referencia, sería aún más grande. Con la tendencia de Colón a considerar los datos más halagüeños para su empresa, usó el dato de Marin de Tiro para el tamaño de Eurasia (225°) y la milla italiana que hacía coincidir la medida en millas de Alfraganus con la de Ptolomeo (aprox. 30,000 km). Además, ajustó el tamaño de los grados usados por Marin de Tiro y consideró que éste no había dado efectivamente con el extremo de Asia; así, el almirante genovés pensó que Eurasia tendría que medir unos 260° de longitud. Si Colón hacía escala en las Canarias, unos 10° al occidente de Cabo San Vicente, sólo le quedarían por recorrer 90° y como, en su opinión, Cipango estaba a unos 30° al este de la costa de Asia su aventura sería de tan solo 60° de los suyos (de 74 km), Cipango estaría a unos 4,440 km al occidente ¡perfectamente posibles de recorrer en unas semanas! (ver figura 2). “Cristobal Colón, ¡no vas a Japón! “ / CIENCIORAMA 6 Figura 2. Mapamundi con proyección de Robinson y meridiano central en Cabo San Vicente, Portugal, que pretende reconstruir, a grandes rasgos, la visión que tenía Colón del mundo. El viaje como un experimento A pesar de la negativa del comité, Colón fue investido con el título de Almirante del Mar Océano gracias a la intervención de un Luis de Santángel, quien prácticamente financió el viaje y convenció a la reina de dar su consentimiento. Los científicos del siglo XV que aconsejaron a la reina Isabel tenían razón en que Colón, en general, no tenía razón, pero es erróneo asumir que como el genovés estaba equivocado ellos estaban en lo correcto. Por mucha confianza que hubieran tenido en Ptolomeo, gracias al desarrollo científico de su tiempo, el almirante podía esperarse un viaje más largo de lo planeado. Colón sabía que podía seguir adelante aunque estuviera equivocado en el tamaño de la Tierra y así lo hizo, esto sirvió para desechar muchas hipótesis que se consideraban hechos. Por supuesto, Colón se equivocó también en el tamaño de Eurasia y por consecuencia, el cálculo de la amplitud del Mar Océano puede ser su más grande error, considerando los resultados de hacerse a la mar para un “Cristobal Colón, ¡no vas a Japón! “ / CIENCIORAMA 7 viaje de un mes que se alargó mucho más del doble. La ansiedad por ver tierra debió ser tan profunda que la primera isla avistada fue bautizada como San Salvador. Si Colón no hubiera creído por completo en este dato o si no hubiera estado absolutamente seguro de que, más allá de sus cálculos, iba a encontrar tierra próxima, bien podríamos calificarlo de suicida. Figura 3. El mapamundi de la figura 2 superpuesto con el conocimiento cartográfico actual (en salmón). Es de notar la proximidad entre las islas caribeñas y dónde ubicaba Colón a Cipango. También es distinguible la amplitud exagerada y errónea que Colón atribuía a Eurasia, la excesiva distancia entre Cipango (Japón) y la costa asiática oriental y cómo América está casi completamente inmersa en el Mar Océano. El argumento que apelaba a San Agustín, quien afirmaba que durante la navegación por el Mar Océano sólo se podrían encontrar tierras inhóspitas si es que las hubiera, se fue por la borda al encontrarse América en medio del Mar Océano: no había evidencias que respaldaran esa hipótesis, y por el contrario, ya estaban descubiertas las Azores bien lejos de la costa occidental de Portugal y las mismas Canarias y Cabo Verde al occidente de África. Cristóbal Colón nunca reconoció abiertamente que llegó a un continente nuevo. Sus diarios, sus testimonios, indican que estaba “Cristobal Colón, ¡no vas a Japón! “ / CIENCIORAMA 8 convencido de que había llegado a tierras orientales. Cuando reportaba un lugar de este nuevo mundo él pensaba en Las Indias, las provincias de Catay (China) o Cipango (ver figura 3). Hay quienes le han colocado la etiqueta de “despistado”, como el actual presentador del programa Factomania, Dom Byrne, de la BBC. Pero a un hombre que fue en pos de una tierra mítica, navegando a través de un mar desconocido al que más valdría adentrarse lleno de fe, en un mundo del cual no se tenía certeza de su tamaño, ¿cómo reclamarle que no pudiera creer que por milenios un mundo entero había estado oculto? Casi ningún supuesto o hipótesis de Colón resultó verdadera, prácticamente estaba equivocado en todo, aunque su lógica era intachable, sus supuestos resultaron ser falsos; aun así, el conocimiento que logró impulsar llevando su proyecto a término es incuestionable. Es una clara muestra de cómo en las ciencias las hipótesis que se comprueban erróneas sirven también para acumular nuevos conocimientos y de cómo los experimentos pueden revelarnos variables e información invaluables que no habían sido tomadas en cuenta. Bibliografía y referencias 1. Sagan, C., Cosmos, Ballantine Books, 1980. 2. Alfonseca, M. (s. f.), El Mito del Progreso en la Evolución de la Ciencia, Universidad Autónoma de Madrid. Recuperado a partir de http://arantxa.ii.uam.es/~alfonsec/docs/fin.htm 3. Bain, R. B.,"'They Thought the World Was Flat?' Applying the principles of How People Learn in Teaching High School History", en J. Bransford & S. Donovan (eds.), How Students Learn: History, Mathematics and Science in the Classroom, 2005, pp. 179214, Washington: National Academies Press. 4. Heers, J., Cristóbal Colón. Fondo de Cultura Económica, México,1996. 5. Mancini, H. 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