La lucha por la tierra, ¿un delito terrorista?

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Diagonal // Del 5 al 18 de enero de 2006
Alberto Moreno
A.M.
A.M.
BRASIL // MOVIMIENTO DE LOS TRABAJADORES RURALES SIN TIERRA (MST)
La lucha por la tierra, ¿un delito terrorista?
Tras 20 años de
andadura, el MST es uno
de los movimientos
sociales con mayor fuerza
del mundo, pero la tierra
en Brasil sigue en manos
de latifundistas.
Raúl Pau y Gema Fernández*
Desde hace más de 20 años, el
Movimento Dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST), una de las
organizaciones populares más
grandes de América Latina, trabaja
contra el latifundio y a favor de una
reforma agraria que nunca llega, o
lo hace de forma insignificante. Un
cuentagotas de hambre sobre cuatro millones de familias sin tierra,
de las que 400.000 esperan acampadas al borde de las carreteras. A pesar de estar contemplada en la
Constitución Federal desde 1988
(Art. 184: “Compete a la Unión desapropiar por interés social para fines
de reforma agraria el inmueble rural
que no esté cumpliendo función social”), y de la aprobación del II Plan
Nacional de Reforma Agraria
(PNRA), la expropiación de latifundios improductivos (el 51,4% de las
grandes propiedades en Brasil, 133
millones de hectáreas, no produce
nada) sólo se lleva a cabo gracias a
la presión que sobre el Gobierno y
el Instituto Nacional de Colonização
e Reforma Agrária (INCRA) ejercen
los campamentos del MST, reclamo
permanente de la dignidad y esperanza de todo un pueblo.
El 29 de noviembre fue aprobado y remitido al Congreso de los
Diputados en Brasilia un nuevo informe de la tierra elaborado por la
Comisión Parlamentaria Mixta de
Investigación (CPMI); una comisión
promovida en diciembre de 2003,
‘mixta’, pero no equilibrada, cuyo
objetivo inicial consistía en diagnosticar la situación y estructuras de la
propiedad en el campo brasileño, y
plantear soluciones a los problemas
PREOCUPACIÓN DEL MST. El informe de la CPMI viaja hacia el congreso, que puede tener en cuenta (o no) las sugerencias.
encontrados. Sin embargo, esta comisión, formada mayoritariamente
por diputados del ala derecha del
congreso –la denominada ‘bancada
rural’, representante de los intereses de los grandes terratenientes–
desestimó un primer informe redactado por el diputado Joao Alfredo
(PSOL-CE) que recomendaba ha-
La desacreditación y
criminalización del MST
se inscribe en el círculo
de las maquinaciones del
sector conservador
cer cumplir la Constitución brasileña y el PNRA, es decir, democratizar la propiedad de la tierra improductiva.
El primer informe, rechazado por
13 votos a ocho, se basaba en el aná-
lisis de 75.000 documentos, 43 viajes
a nueve estados y 125 investigaciones abiertas, que ofrecían un panorama desolador: una enorme concentración latifundista, índices de
productividad que datan de 1975, robo de tierras sin catastrar (el grilagem, técnica del siglo XIX que estriba en colocar los documentos falsos
en una jaula de grillos para que sus
excrementos los vuelvan antiguos
rápidamente, todavía se practica,
ahora con refinadas prácticas informáticas), violencia, trabajo en regímenes de semiesclavitud y desvío de
recursos públicos hacia las grandes
propiedades improductivas.
El informe paralelo que se aprobó por 12 votos a uno (a esas alturas ya habían abandonado la
Comisión ocho parlamentarios; “no
seré cómplice de asesinos”, declaró
la senadora Ana Julia Carepa, del
PT, al salir de la sala), estaba redactado por el diputado Abelardo Lu-
pion (PFL-PR) y desconocemos en
qué extraños documentos e investigaciones se basa. Sus principales
propuestas para mejorar la situación y el hambre del campo brasileño estriban en pedir que se denuncie a líderes del MST, como Joao
Pedro Stédile (aunque no dice por
qué ni aporta dato alguno que haga
39 trabajadores rurales
han sido asesinados en
Brasil durante 2005; en
los últimos 20 años, la
cifra es de 1.500 muertos
posible la apertura de una investigación al respecto) y en solicitar
una nueva ley que clasifique la ocupación de tierras como “delito hediondo” y que la clasifique jurídicamente como “acto terrorista”.
Las declaraciones del diputado
Lupión tratando de puntualizar el informe y mejorándolo en su capacidad de absurdo (“el sector productivo está cansado de ser invadido, de
sufrir inseguridad”, “no podíamos
haber llegado a ningún acuerdo, pasaríamos por cobardes”) omitían, entre otras cosas, que el mismo 29 de
noviembre en Alagoas caía muerto a
tiros Jaelson Melquíades, militante
del MST, elevando a 39 el nefasto
número de trabajadores rurales asesinados en 2005 en Brasil (1.500 en
los últimos 20 años).
La estrategia de desacreditación
y criminalización de los movimientos sociales del campo brasileño se
inscribe en el círculo más amplio de
las actuales maquinaciones del sector conservador en Brasil, comandado por los ruralistas, que han
aprovechado la fragilidad del Gobierno del PT, tras las grietas abiertas en la 'crisis de los maletines', para lanzar una ofensiva contra el
MST, haciendo que deba desviar
tiempo y recursos para debilitar y
desgastar sus cuadros, luchando
por legitimarse en un mundo al revés, sin pies ni cabeza, donde los
perseguidos se tornarían perseguidores y los asesinados se habrían
vuelto asesinos.
Por tanto, el peligro de la situación
generada por la CPMI estriba no tanto en la denuncia a compañeros militantes del MST, que no tiene posibilidad alguna de progresar ante la falta de hechos que puedan señalarlos
(el relatorio presentado debe ahora
dirigirse al Ministerio Público, que
decidirá las medidas que adoptar),
sino más bien en lo que atañe a la calificación de las ocupaciones de latifundios improductivos como “actos
terroristas”, y la solicitud al Congreso de crear una nueva CPMI en
2006, esta vez articulada directamente contra el MST (como si no lo
hubiera estado ya).
Los autores
* Raúl Pau y Gema Fernández son
miembros del Comité de apoyo al MST
de Madrid. (www.mstmadrid.org)
LOS SIN TIERRA ANTE LA CRISIS
RAÚL ZIBECHI (BRECHA)
El MST se apoya en sus
15.000 militantes que están
estudiando y en las 140.000
familias acampadas a la orilla
de las carreteras bajo las
lonas; o sea, un millón de personas que se pueden movilizar. Además, su base social
son unas 480.000 familias ya
asentadas, de las cuales unas
300.000 están vinculadas al
movimiento, y los cuatro millones de campesinos sin tierra.
Sin embargo, pese a toda esa
fuerza social y militante acumulada en 25 años, no son
optimistas; Gilmar Mauro, de
la dirección del MST, sostiene
que “no hay perspectivas, a
corto plazo, de ascenso de la
lucha social y de masas.
Entendemos que el proceso
será lento y que es necesario
pensar el movimiento a largo
plazo”. Para el MST esto se traduce en cuatro líneas de
acción: estimular un debate
sobre un nuevo proyecto de
país que supere el neoliberalismo, formar militantes, impulsar
las luchas sociales y elevar el
nivel de cultura del pueblo. El
MST mantiene convenios con
42 universidades en las que se
forman 4.000 militantes, pero
también es parte del esfuerzo
por vincularse con los movi-
mientos urbanos y, en particular, con la juventud pobre. Una
buena muestra de los puentes
que están forjando con los
sectores urbanos, fue la asamblea popular ‘Trabajo solidario
por un nuevo Brasil’, realizada a
finales de octubre de 2005 en
Brasilia, en la que participaron
8.000 militantes –sin tierra, sin
techo, sin trabajo, hip-hop,
iglesias–, con el objetivo de
crear una ‘unidad de lectura de
la crisis y unidad de lectura de
las salidas’. El MST no deja de
sorprender: por encima de un
discurso que en ocasiones
parece calcado de la III Internacional, muestra una gran cre-
atividad en las iniciativas de
base, muy en particular en la
educación, y está siendo capaz
de modificar sus propias formulaciones. Durante el último
Foro Social Mundial en Porto
Alegre, Stédile dijo algo que
revela que el MST no está aferrado a dogmas: “la cuestión
del poder no se resuelve
tomando el Palacio, que es lo
más fácil y se ha hecho
muchas veces, sino creando
nuevas relaciones sociales”.
(Fragmento del artículo Los sin
tierra ante la crisis, publicado
en el portal de información
alternativa www.rebelión.org)
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