DOSSIER MEMORIA | PAGINA 9 Juicio y castigo en el Parque Por Nicolás Guagnini, Nueva York El espacio urbano l espacio urbano es el campo de batalla del inconsciente colectivo contemporáneo. Los monumentos públicos y edificios emblemáticos definen la idiosincrasia del territorio simbólico de una sociedad. Un ejemplo extremo de aplicación ideológica de éste precepto es la Estatua de la Libertad. Un ejemplo de interpretación más abierta es la relación de Barcelona con la arquitectura de Gaudí. Fuera cual fuera la intención original, la encrucijada identitaria termina por codificar el símbolo como mercancía sociocultural y lo define: Gaudi/Barcelona son lo catalán en oposición a lo español; la Estatua de la Libertad/Nueva York son la tierra libre y prometida americana en oposición a la opresión o la pobreza de otras tierras. El situacionismo francés, expresión estético-política precisa del Mayo del 68, intentó una aplicación del slogan “la imaginación al poder” a la problemática de lo urbano. La saga revolucionaria del Ché Guevara, su triunfo en la revolución cubana y el Mayo francés fueron los disparadores del idealismo y el compromiso militante de la generación 70. El sueño de esa generación terminó en la Argentina en un genocidio perpetrado por un estado terrorista, con las fuerzas armadas como elemento ejecutante de una configuración y complicidad social funestas. El Parque de la Memoria es una intervención urbana que propone la memoria de ese genocidio. El Estado Argentino El Estado terrorista que cometió crímenes aberrantes fue una dictadura, o sea la ausencia de un estado de derecho. Los gobiernos subsiguientes, radicales y peronistas, que dictaron las infames leyes de Obediencia Debida, Punto Final e indultos, dejando a los asesinos sueltos en la calle, fueron gobiernos democráticos. La construcción de un Parque constituye una contradicción en términos con la promulgación de esas leyes. El Estado democrático puede y debe asumir contradicciones, el Estado anticonstitucional no puede aceptar contradicciones y las reprime. En esta diferencia de carácter sustantivo reside la posibilidad de convertir al Parque de la Memoria en un elemento de acción política y de reclamo por el cumplimiento de la ley. Escrache permanente Uno de los hechos más significativos en la lucha contra el absurdo de una sociedad E que conviva con los carniceros sueltos es el fenómeno del escrache, creado, propul sado y llevado a cabo por H.I.J.O.S.. El es crache como acto público de repudio señala lo que el sistema político y judicial, y la sociedad en general niegan perversamente: la culpabilidad de los delincuentes represores. Si se materializa físicamente un espacio que señale y sancione tal culpabi lidad, se puede convertir al espacio público en algo mas parecido a una prisión para los asesinos sueltos que a una tierra arrasada por la que circulan impunes. Ni olvido ni perdón En éste momento hay en Nazis acusados y en procesos judiciales por crímenes cometidos hace más de cincuenta años. Pinochet está siendo juzgado en Chile más de veinte años mas tarde de la comisión de sus delitos. La creación de un tribunal internacional para juzgar crímenes de lesa humanidad parece cada vez más cercana. Unos pocos militares argentinos han vuelto a la prisión por sus crímenes. Todos y cada uno de los participantes en la represión ilegal deben ser juzgados y castigados cualesquiera sean sus grados de participación. La misión del castigo, de la pena, es el mantenimiento de la confianza en la norma como modelo orientador de la relación social. La realización del Parque puede proporcionar un espacio real y simbólico para plantar en forma permanente la bandera del juicio y castigo a los culpables. La ambiciosa realización de obras permanentes plantea también la necesidad de mantenerlas, lo cual generará un termómetro ineludible para los sucesivos gobiernos de turno con respecto a su posición frente a la ofensa infringida a la sociedad por la dictadura. Las ideas no se matan Nótese que en el párrafo anterior propongo una reivindicación de la confianza en la norma, mientras que en el primero cito “la imaginación al poder”. Esta tensión esceni fica una de las contradicciones que propone la concepción de una obra de arte contemporánea para el Parque. Se trata de intentar regenerar en el campo de lo simbólico el tejido social y cultural destruido por la dictadura, y tal objetivo implica en éste caso participar en un proyecto colectivo y regulado y administrado por un agente políti co oficial; por otro lado, la práctica artística supone no tomar compromisos, o atenerse a normas impuestas. En ese sentido hay en la estructura del Parque algo muy signi ficativo: gran parte de la carga concreta de la memoria la llevan las placas con los nombres; y no hay un monumento único que pretenda la misión infaliblemente autoritaria de condensar en forma absoluta el sentido. Lo que hay es un conjunto de obras, dentro de las cuales se pueden identificar ideas y estrategias diversas con respecto a los modos de representación, y a relectura crítica de la idea de monumento. La construcción de un Parque con obras permanentes es también la consecuencia de una serie de obras efímeras realizadas anteriormente como prácticas de resistencia y protesta activas. No debería olvidarse que entre artistas y militantes de derechos humanos se ha utilizado el espacio público para la realización de obras colectivas poderosísimas totalmente oscurecidas por el autorreferente establishment artístico. Nombro algunas: el siluetazo, las fotos cargadas en las manifestaciones y publicadas en Página 12 por los familiares, los ojos de Cabezas en la cancha de River. Las palabras y las cosas Con respecto a la articulación entre las placas con los nombres, elemento del Parque generado por sus organizadores que representa la voluntad del Estado (en éste caso el Estado personificado en el Gobierno de la Ciudad) y las obras, elemento creado por los artistas participantes, hay tres propuestas que plantean relaciones directas. No es casual que las tres provengan de artistas jóvenes argentinos, escolarizados y formados durante la represión. La obra de Claudia Fontes representa al adolescente Pablo Miguez, desaparecido el 12 de Mayo de 1977, acompañada de un lucido texto que se reprodujo en el catálogo. La obra del Grupo de Arte Callejero (de vuelta el Situacionismo) resignifica el sistema de señalización de Vialidad Nacional con carteles que hacen alusiones directas a la tortura, la deuda externa, el cierre de universidades y otros eventos concretos causados por la dictadura. Y por último mi obra, que utiliza el código de representación pública elegido por los heroicos organismos (tan merecedores de un monumento como los desaparecidos) para personalizar los reclamos. Se trata de una foto carnet de un militante y periodista desaparecido el 12 de Diciembre de 1977. La persona en la fotografía es mi padre. La foto está ampliada grande. Muy grande.