Maquetación 1 - Museo del Traje

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LA NOCHE DE LOS MUSEOS
Caleidoscopio. Historia de los
colores a través del traje
NEGRO
LA PIEZA
De color negro es este conjunto compuesto por un jubón y una falda o basquiña, de
hacia 1800. Ambas piezas se insertan en
del contexto del Neoclasicismo español,
dentro un estilo, el "majismo", que pasó de
ser una moda local madrileña a convertirse en el primer intento de hacer un traje
nacional frente a la moda francesa. De ahí,
el jubón sin ballenas, con las mangas que
se ajustan hasta las muñecas y la falda,
que cae recta, adornada en la base con
una red de madroños, característicos de
este estilo.
EL COLOR
Simbología
Curiosamente, el negro no es un color sino
la ausencia del mismo. De hecho, el negro
es la nada: es la falta de color y de luz que
existe solamente en la entidad estelar que
son los agujeros negros, donde ni siquiera
se emite la luz visible. El negro que somos
capaces de percibir, aquel que identificamos como tal, es el color en el que ópticamente no predomina ninguna longitud de
onda. Es el negro que los griegos llamaban mélas, el que, por comparación con
ese negro absoluto, se considera azul
oscuro casi negro. De ahí viene la palabra
melancolía, de la unión del negro con el
amarillo bilis (colé en griego). De ahí también que existiera la teoría de que las personas melancólicas tenían la sangre
negra.
El hecho de enfrentarnos a un color que no es un color da una ligera idea de la complejidad de su
simbología. Sobre todo si tenemos en cuenta que el color negro está unido de forma indisoluble a la
oscuridad. Y lo oscuro, lo desconocido, da miedo. Por eso el color negro se ha asociado a dos aspectos lúgubres muchas veces ligados: el mal y la muerte.
La relación del color negro con el mal es evidente en asociaciones como las que se hacen entre las
alas negras de los murciélagos y el diablo que busca incautos. De la misma forma, las brujas y todo
aquel que realiza ritos satánicos visten de negro y practican la magia negra, en oposición con la blanca. La relación antagónica entre el blanco y el negro es un clásico en el mundo simbólico del color:
mientras que el blanco refleja la luz y es símbolo de vida, de resurrección y de alegría, el negro al
absorberla se convierte en su antagónico de oscuridad y muerte. Por eso es el color del luto cuando
la muerte es sinónimo de pesar (si ésta se concibe como un paso hacia la otra vida, el blanco se convierte en el color elegido). Los familiares del muerto visten de negro porque la muerte impide los placeres de la vida y porque se quieren identificar con la sobriedad ausente de colores y de adornos que
eso implica. Sin embargo, otra interpretación del negro para el luto es que los allegados quieran alejar de sí el espectro de la muerte que les ronda: una vieja creencia popular dice que lo semejante protege de lo semejante, y hemos de recordar que los malos espíritus, por malos, son negros. De ahí que
al vestir de negro se sientan protegidos.
El poder defensivo del negro lo ha convertido en el color favorito de determinadas clases sociales. Por
ejemplo, fue hacia el año 1000 cuando las órdenes religiosas fijaron los colores de sus órdenes y eligieron el gris, el marrón y el negro para representarlas, todos colores ligados simbólicamente a la
sobriedad terrenal y a la ausencia de bienes materiales. Sin embargo, la dificultad a la hora de conseguir un tinte verdaderamente negro y lo caro del proceso, hizo que el negro se asociara rápidamente
con la idea del lujo. Las órdenes que no mendicaban vestían de negro. Las personas poderosas que
podían pagarse el costoso tinte, también; eso sí, con una idea añadida: la autoridad no necesita artificios, se transmite con la apostura y ningún color mejor que el negro para demostrar esa capacidad
de mando sin necesidad de adorno. La burguesía resultante de la Revolución Francesa apostó por
esta idea: frente a una aristocracia holgazana y colorida, el trabajador burgués del XIX demostraba de
negro, su seriedad y honradez. La renuncia a la pompa y al deseo de llamar la atención a través del
negro ha llegado incluso a nuestros días, donde vestir de ese color es el colmo de la elegancia.
Técnicas
Existen muchas maneras de teñir un tejido de color negro; tantas como resultados en cuanto a la calidad del tinte. El negro más barato se conseguía por medio de la corteza del aliso negro, puesta a
remojo durante varios días y cocida junto con el tejido que se iba a teñir. Para conseguir un negro
intenso, de mejor calidad, se empleaban las agallas de los árboles, que son unas excrecencias que
se crean en torno a una larva de cínifes y que, dejadas a secar y pulverizadas, teñían de ese color. El
negro de hollín conseguido a partir de la solidificación del humo de las lámparas de aceite se empleaba sobre todo para crear colores negros con los que pintar. Se sigue usando hoy en día para los lápices y para la tinta china. La ruta de la India trajo a Europa el índigo, que, mezclado con las agallas,
teñían de negro profundo. Sin embargo, es con el descubrimiento de América cuando se conoce el
más bello de los tintes negros: el que produce la madera del árbol de Campeche. Al intenso negro
azulado que desprendía se le acabó denominando "negro de España", ya que fue el adoptado para
el traje a la española que impuso Felipe II en toda Europa. De esa manera, sólo con aparecer -tal era
la calidad de su vestimenta negra-, todo el mundo reconocía que él era el monarca que dominaba
América.
Helena López de Hierro
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