José Fernández de la Sota

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José Fernández de la Sota
Los gozos y las sombras
José FERNÁNDEZ DE LA SOTA
(Bilbao 1960). Es autor de una veintena de libros entre poesía, narrativa y
ensayo. En dos ocasiones -1997 y
2010- ha sido galardonado con el
Premio Euskadi de Literatura. En 2010
fue finalista del Premio Nacional de
Poesía con su libro Travesía de Bilbao.
Entre su obra destacan los poemarios
Te tomo la palabra (Premio Alonso de
Ercilla y finalista del premio Nacional
de la Crítica), Todos los santos (Premio
Internacional Antonio Machado),
Cumbre del mar (Premio Alfons el
Magànim), Aprender a irse (Premio
Ciudad de Córdoba) y los volúmenes
de relatos Elefantes blancos, Negrita
con diamantes y Suerte de perro
(Premio Iberoamericano Cortes de
Cádiz). En 2009 publicó el ensayo
biográfico Juan Larrea, versión
terrestre, y en 2013 ha aparecido el
libro de retratos literarios Tiempo
muerto, ilustrado por Pablo Gallo.
Asimismo, ha codirigido el largometraje documental Pido la paz y la palabra
y parte de su obra ha sido traducida al
francés, italiano, portugués, ruso y
árabe
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Borges estaba ciego y sonreía con esa extraña mezcla
de picardía y de perplejidad con que a veces sonríen los ciegos.
Borges tomaba el té con Pinochet. Eso fue en La Moneda. Después
Borges tomaba el té con Videla y con Sábato. Videla y Borges.
Borges y Sábato. Tazas de té humeante. Seguramente inglés.
Borges amaba el té. Sus raíces inglesas. Borges estaba ciego.
Borges no estaba ciego. Sábato estaba ciego.
Gabriel García Márquez habla con Raúl Castro.
Felicita a su hermano Fidel cada vez que la vida le perdona,
cada vez que consigue enfundarse otro año en su chándal Adidas.
Pemán amaba a Franco. Nunca se puso un chándal.
Era un poeta con gafas bajo el cielo teológico de España.
Llevaba un toisón de oro. ¿Pero qué es un toisón?
Un carnero áureo. Un pedernal en llamas. Da lo mismo.
Nadie sabe quién era Pemán. Nadie se acuerda de él
y casi nadie quiere, a estas alturas de la mascarada,
acordarse de Franco. ¿Quién era Franco?
Franco nació en Ferrol, lo mismo que Torrente Ballester.
Torrente Ballester viajó a París en 1942
para tomar el té con Joseph Goebbels,
ministro de Propaganda de la Alemania nazi. No se sabe
si Torrente advirtió que Joseph Goebbels calzaba unos zapatos ortopédicos,
si notó su discreta cojera. No sabemos si Torrente lo vio.
Torrente estaba ciego. Torrente Ballester no estaba ciego.
Era un miope de 12 dioptrías. Pero no estaba ciego.
Por eso sonreía, cuando le entrevistaban, igual que el ciego Borges.
Porque Borges veía. Quedamos en que el ciego no era Borges,
en que el ciego era Sábato. Da igual. La luz se va apagando.
Dámaso Alonso reza una oración para que la luz fluya por su alma
igual que un agua suave que llene los vacíos
o acaso los traspase dulcemente.
Dámaso Alonso reza en su despacho de la Real Academia.
Dámaso Alonso escucha el crepitar de un millón de cadáveres
ardiendo en el Madrid de 1943. Ardiendo
al borde de un gran río. El agua es una hoguera funeral.
El Manzanares arde en el Madrid de 1943.
En el Madrid de 1943 Camilo José Cela trabaja de censor.
Camilo José Cela bebe té. Sus raíces inglesas. Es un censor benévolo
en el Madrid ahogado de 1943. Cinco años antes, en la España feroz de 1938,
Cela se había ofrecido al Comisario General de Investigación y Vigilancia
como confidente: “Creo poder prestar datos sobre personas y conductas que
pudieran ser de utilidad.” Tenía 21 años. Un muchacho. Se hizo hombre.
Consiguió el Premio Nobel a los 72. Lo consiguió. Ganó. Le gustaba ganar.
El que resiste vence. Resistió. Publicó La familia de Pascual Duarte en 1942.
Publicó su hermosísimo Viaje a la Alcarria en 1948. Escribió grandes páginas.
Y también padeció la censura. Censor y censurado. La vida es una broma.
Es la broma infinita antes de que el difunto Foster Wallace
escribiera La broma infinita. Cela no es infinito. Cela no estaba ciego.
Sábato estaba ciego. Torrente Ballester era un miope de 12 dioptrías,
pero se acojonó con Goebbels. ¿Cómo no acojonarse con Goebbels?
Camilo José Cela caminaba y comía y jodía. Camilo José Cela
murió en Madrid el año 2002. Ofició el funeral Rouco Varela,
presidente de la Conferencia Episcopal, gallego como Cela,
gallego como Torrente Ballester. Pemán no pudo ir al funeral de Cela.
Y tampoco Torrente. Fue imposible. Pemán no estaba ciego.
Los muertos siempre evitan ir a los funerales de otros muertos.
Solo el joven novelista Juan Manuel de Prada fue al entierro de Cela,
su maestro. Solo el joven discípulo rezó por el alma de CJC.
Oficio de tinieblas. Rouco Varela reza tras sus gafas ahumadas.
Tras sus gafas ahumadas Rouco Varela sueña. Tras sus gafas ahumadas
el Cardenal sospecha, como Dámaso Alonso en el Madrid de 1943,
que los vivos están todos muertos y los muertos, en cambio,
no son profundidad de horror y sueño, sino muertos diáfanos y nítidos,
difuntos inmortales como Cela, cristalizado en la gloriosa materia de su prosa.
Rouco rezó y soñó y se despertó. Y se sintió feliz y desgraciado,
saco de hierba seca, lata vacía, putrefacción en marcha.
Y envidió a don Camilo, su paisano, y le dio mucha pena el joven Prada,
convertido en su propio barquero, Caronte de sí mismo.
Y era invierno, 17 de enero.
Y pensó: ¿Cuándo termina esto?
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Lecciones de cosas: Coltán
Nuestros cuerpos aquí después de todo. Ardiendo, navegando,
naufragando a través de un celular, de un millón de smartphones.
Viendo el partido entre el Real Madrid y el Barcelona en un canal de pago
a través de un IPad. Olvidando que todo se paga.
Rodeados de cosas. Agarrados a cosas. PDas, ultraportátiles, tabletas,
MP3, MP4, cosas. Todos y todas con sus condensadores de tantalio.
Todas y todos. ultraportátiles y videoconsolas
con su correspondiente dosis de coltán en el alma.
Aprendamos lecciones de cosas. Hablemos del coltán
y digamos que dentro del coltán –lo descubrió un poeta
llamado Vachel Lindsay- es posible escuchar el aullido
del fantasma del Rey Leopoldo, el belga, el gran tirano,
ardiendo en el infierno por sus legiones de mancos. Un grano de coltán
puede hacer varios mancos. Un grano de coltán puede valer dos muertos según
las fluctuaciones del mercado y su mar de basalto. El mercado está vivo. Los
muertos están muertos. Siempre van a estar mudos y no envejecerán,
no se masturbarán, no serán explotados ya por nadie, los pobres.
El coltán está vivo, pero se morirá, se acabará. El coltán no sería otra cosa, otra
nada, que una curiosidad mineralógica si no fuera por sus aplicaciones
electrónicas. Ya hemos hablado de los condensadores de tantalio.
El coltán es niobio y tantalio. Tántalo, hijo de Zeus, asesinó a su hijo y lo sirvió
a la mesa de los dioses lo mismo que quien sirve un cochinillo en Ávila o un
lechazo en Segovia. Asesino, ladrón y perjuro. Bocazas prometeico. Soplón
divino. El castigo de Tántalo, Rey de Frigia, fue la tortura eterna. Inframundo a
la carta. Tentación para siempre insatisfecha. Agua hasta la barbilla que no
podrá beber y manzanas al borde de su boca que no podrá morder. Cuentan que
el Rey Leopoldo descendía de Tántalo por vía matrilineal. Dicen que el Rey de
Frigia, en el fondo del fondo, tampoco era tan malo. Es posible que nadie sea
tan malo. Pero no es imposble. Cuentan que en 40 años la población del Congo
fue diezmada gracias al Rey de Bélgica, antes de que el coltán del Congo, que
es el 80 % del coltán del mundo, se hiciera codiciable a los ojos codiciosos del
mundo. Desde 1998 hay guerra en el Estado Democrático del Congo (antes fue
Estado Libre del Congo, propiedad de Lepoldo de Bélgica). Desde 1998 han
muerto en esa guerra que propicia y financia el coltán más de 5 millones de
personas. Un congoleño que trabaja en las minas de coltán gana 40 dólares al
mes. Cada trabajador extrae 1 kilo al día. La tonelada de coltán se cotiza en el
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mercado a 40.000 dólares. Los mineros trabajan en condiciones de
semiesclavitud. Tres millones de congoleños han muerto en las minas de coltán
hasta hoy. Mañana Dios dirá. Se callará. El Mercado dirá. Los mineros
enferman a menudo debido a las radiaciones de uranio, torio y radio. Los
mineros congoleños se exponen a estas cosas. Los mineros del Congo se
exponen y reponen de manera inmediata en el ultramarinos invisible y vacío de
África. Mientras tanto, Ruanda y Uganda exportan a Norteamérica coltán
robado al Congo. Luego está el gran negocio del coltán y la gran tentación del
coltán. George W. Bush invirtió su dinero, parte de su dinero en el coltán. Es
oscuro y metálico. No mancha. Pura materia oscura. Vive en el interior de la
televisión de plasma donde palpita el mundo, donde todos los hombres y
mujeres se odian y se aman, donde cada domingo fulgura Leo Messi como un
pájaro lleno de luz sobre la hierba, sobre la hierba artificial y verde, sobre la
hierba falsa, sobre el verde, sobre el coltán que enciende el corazón del mundo.
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Lecciones de cosas: Fluoxetina
Nuestros cuerpos aquí después de todo. Ardiendo
a oscuras. Nuestros cuerpos. Ardiendo
inútilmente. Para qué, para cuándo. Quién enciende
la llama que nos quema. Quién apaga
el incendio. Alguien prende
los cimientos de tu alma, es un decir,
ahora que no hay infierno y todo arde
y solo entonces la fluoxetina salva. Desde 1986
la fluoxetina fluye. La fluoxetina aguarda.
Actúa en la neurona presináptica. Es un inhibidor selectivo de la recaptación de
la serotonina. Un antidepresivo poderoso. Nos lo recetarán tarde o temprano.
Nuestros axones y nuestras dendritas nos lo agradecerán. Las señales eléctricas
serán señales químicas. Vendrá la neurogénesis. Vendrán nuevos amigos, ya
verás, con 500 billones de sinapsis debajo del abrigo. Con 500 billones de
sinapsis debajo del vestido. Con mucha dopamina. Vendrán amor sin pena y
gloria sin enojos. Ya verás. En 2002 la compañía farmacéutica Lilly, creadora
del Prozac, obtuvo unos beneficios trimestrales de 738,5 millones de dólares. La
fluoxetina salva. De muchas desventuras te preserva. Está indicada para todo el
mundo, porque el mundo está lleno de temor. Hace miedo en el mundo. Porque
el mundo está lleno de dolor. Porque el mundo está lleno de malos
pensamientos. Los malos pensamientos ensombrecen el mundo. La fluoxetina
ahoga los malos pensamientos. Es el Titanic de la pena que hunde, de la pena
que muerde. Con ella el sueño dulce, las sombras fugitivas. Con ella todo
duerme. Ya verás. Con ella todo arde. La fluoxetina salva. Asilo del presente.
Repite que la quieres, díselo. Recuerda que te salva. No lo olvides. Tarde o
temprano ella fluirá por tu sangre. Y no habrá más invierno. Y no habrá más
insomnio. Porque dolores come y pesadillas cena. La fluoxetina salva. Epicuro
no supo nada de ella. Epicuro es ahora una piedra en el museo del Louvre.
Nadie sabe quién es Epicuro, esa piedra. Pero nosotros somos diferentes.
Nosotros somos carne. Nuestros cuerpos ardiendo. Somos humo en el aire.
Nuestra sustancia un flujo. Nuestra alma un torbellino. Pedimos fluoxetina y nos
la dan. Fluoxetina para Jesucristo y también para Judas Iscariote. Fluoxetina
para Hitler y Goebbels. Para Violeta Parra y Leopoldo Lugones. Para Van Gogh
y para Kurt Kobain y para Foster Wallace. Y fluoxetina para Ernesto
Hemingway. Y fluoxetina para Yukio Mishima mientras posa desnudo atado a
un árbol. Para los samurais de la vega de Ansio, podrida de lindane. Para los
asesinos de sus padres. Para los asesinos de sus madres. Para las madres de los
asesinos y para sus abuelos. Abuelos deprimidos que han salido del centro
comercial y han entrado en el centro geriátrico. Fluoxetina para los millonarios
que vomitan caviar iraní y para los parados que no comen, que no pueden
comer, comidos por los nervios y las deudas. Fluoxetina para Mario Conde, que
todo lo perdió, y para el presidente del Gobierno, que todo está perdiendo.
Fluoxetina barata recetada en la Seguridad Social y fluoxetina cara comprada en
las farmacias de Neguri. Fluoxetina en grageas, comprimidos o cápsulas. 40
miligramos es bastante. Ríos de fluoxetina para el mundo y, si sobra,
algo de fluoxetina para Dios.
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Y no sirvió de nada
El padre de Hart Crane inventó el salvavidas.
Ganó mucho dinero y se acabó.
En 1929 Hart Crane se emborrachó con Lorca en Nueva York.
Philip Levine, el poeta de Detroit, escribió un texto sobre aquel encuentro
al que yo, lo confieso, no me hubiera apuntado.
No me hubiese gustado aguantar a dos pelmas
como aquellos dos genios maricas
que vieron el East River encendido
arrastrándose sucio hacia el norte
de la no primavera, presintiendo
quién sabe qué, quién sabe. Nadie sabe
nada en el fondo. El padre de Hart Crane
inventó el salvavidas para nada y no
lo supo, no lo pudo saber cuando su hijo
embarcó en Veracruz con rumbo a Nueva York
para volver a casa y sin saber
que nadie vuelve a casa. Se arrojó
por la borda Hart Crane y se hundió
en las aguas del Golfo de México
en 1932, cuatro años antes
de que Lorca cayese asesinado en Víznar
sin salvavidas entre tanta muerte,
sin recordar los versos de Hart Crane:
“En este viaje hacia la no-primavera
ni nacimiento, ni muerte, ni tiempo ni sol
en la respuesta.”
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Basuco
El basuco contiene pasta de coca y venenos diversos
como cemento blanco y gasolina roja, acetona y arsénico,
insecticida y plomo, anfetaminas y lidocaína,
hidróxido de sodio y ácido sulfúrico.
Es un gran combustible el basuco.
El mejor carburante para llegar cuanto antes al infierno.
El basuco está lleno de cosas y te quita las cosas.
Lo primero: las ganas de comer.
El basuco no se anda con rodeos.
Te puede liquidar en un par de años.
La bicha de basuco (la dosis de basuco) sale barata,
apenas 20 céntimos de euro, sobre 500 pesos colombianos.
Nada. Pero puede con todo. Puede más que un ejército de sicarios
y más que un batallón de paramilitares. Quien lo probó lo sabe.
Lo llaman Ansia-loca, Moto-pecoso y Suzuki,
lo mismo que las motos japonesas. Los pilotos dormidos del basuco.
Los kaimikazes quietos del Ansia-loca. Son un bulto quebrado y una candela,
pero no son luciérnagas. Su única propiedad son unos sacos grises
y mugrosos, sacos de reciclaje, mortaja multiusos. Se cubren con los sacos
y se meten en ellos igual que dentro de una pesadilla
para escapar del Diablo y no salir
mientras dure la bicha de basuco. Es tan largo el dolor
y es tan rico el basuco. La dicha del basuco.
La bicha de basuco que nos mata. Procura
detrucción del tejido cerebral y te deja sin dientes:
para qué quieres dientes si hay basuco, para morder a quién,
para moder lo qué. Yo atravesé los túneles de Medellín
en una miniván a mil por hora y de milagro
no nos llevamos por delante a veinte,
cuarenta zombis ciegos de basuco,
ochenta sacos llenos de desapariciones. Es prodigio
que al cabo de la noche o a lo largo del día
no se lleven los carros por delante un rosario de sacos semovientes.
Muertos en vida. Zombis del basuco.
Se los come la muerte de a montones. Se los come la bicha.
En Bogotá volaron el Cartucho y se fueron al Bronx
y yo los vi en el Bronx de Bogotá y ahora se cuelan en mis videojuegos.
Cuando la exportación de cocaína pura al exterior se complica,
a los traquetos (que son los empresarios de la cosa, con el permiso
de la res pública) les queda el socorrido negocio del basuco.
La cocaína barata y venenosa enloquece a los pobres:
hijueputas, ladrones y viciosos, perras y perros,
jaladores de carros, sacos de sida.
Qué sería del basuco sin ellos, adónde iría el basuco,
hacia qué tiradero, para qué paraíso,
quién mantendría el negocio del Ansia-loca,
adónde iría el ansia, díme tú adónde, loco.
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Dios no sabe contar
Pienso en Dios.
Busco a Dios en la calle y en la red.
Dios.com. Dios. es.
Quizás Dios. org.
Los dominios de Dios.
Los demonios de Dios.
Dios hace tiempo.
Dios no tiene reloj.
Dios es así. Dios no tiene zapatos.
Dios no puede salir a pasear.
Dios no quiere volver. Dios no puede volver.
Dios no sabe contar. Solo sabe contar hasta 3.
Es la simplicidad. Nació en Sestao. Nació en Bilbao.
Nació en el Bronx de Bogotá.
Dios no puede contar tanta arena,
no le salen las cuentas, no hace cuentas,
no cuenta. No merece la pena.
En el cielo hay tres clases de personas:
las que saben contar y las que no.
Fly So Hight, Fadir Delgado, J. Fernández de la Sota y Arturo Corcuera en
Medellín, 2012
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