El nivel sube y cambia José Gimeno Sacristán / Nivel Educativo Diversas comparaciones estadísticas avalan que el capital cultural de la juventud de hoy es más alto que el de los jóvenes de la década de los 90. El autor admite que algunas prioridades han cambiado y que existen problemas, pero desarma las posturas más pesimistas con argumentos como la confusión que provoca el término nivel o la imposibilidad de juzgar el presente desde parámetros del pasado L O ES CR JOSÉ GIMENO SACRISTÁN Universitat de València. 54 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. Nº393 SEPTIEMBRE 2009 } Nº IDENTIFICADOR: 393.013 Somos deudores y también víctimas del lenguaje que utilizamos; quedamos prisioneros de las palabras que elegimos. Una vez que han sido incorporadas, son ellas las que nos marcan las posibilidades de producir y expresar las ideas o de argumentar con ellas. La discusión sobre la calidad nos metió en un terreno lleno de ambigüedades sobre qué era buena o mala educación. Ahora, al plantear el problema del nivel, nos obligan a preguntar por si se incrementa o disminuye en “cuantidad” con el tiempo. La polémica acerca del nivel se refiere al grado en que los sujetos se apropian de la educación de buena calidad, generalmente bajo el supuesto de que ahora dicho nivel es más bajo. ¿O quieren decir que ha empeorado? Normalmente su diagnóstico se concreta en una evaluación negativa del presente con relación a un pasado que, dicen, fue mejor; un paraíso al que se querría volver. tema del mes Las coordenadas de la discusión las establecen, pues, quienes dan por hecho el declive. Quienes consideramos que esa tesis es incorrecta, nos vemos obligados a aportar pruebas en contra de la misma y a desempeñar el papel de optimistas, al menos desde una perspectiva histórica. No faltará quienes nos califiquen de ingenuos y de desconocedores de la realidad y hasta nos acusen de complicidad política. Consideramos que las pruebas para sentirse pesimista no son suficientes, que a veces son equivocadas y, en cualquier caso, no consideran la complejidad que encierra el querer saber si el nivel sube o si baja. Poco nuevo se puede añadir a la esclarecedora obra de Baudelot y Establet (1990) sobre la historia de la creencia de que el nivel educativo baja, relacionada con los procesos de elitización del sistema educativo. Nos cabe contextualizarla con datos y opiniones que responden al debate tal como se plantea entre nosotros. Razones para un realismo exigente ¿Es posible que en un país en el que aumenta, manifiestamente, el nivel educativo de la población, en el que se produce sensiblemente más investigación y en el que se ha incrementado notablemente la oferta y el consumo cultural, se pueda mantener la tesis de que el nivel educativo desciende? ¿Hablan el mismo lenguaje y se refieren a lo mismo quienes piensan que baja y quienes creen que sube? ¿Qué información manejan unos y otros? ¿Qué lapso de tiempo tomamos para contrastar y verificar el cambio en el nivel? ¿Qué hay de ingenuo en el optimismo y qué hay de real o de desesperanza en el pesimismo? Recordaremos algunos datos para situarnos en la realidad. Planteamos imaginar que cada individuo del grupo de jóvenes (entre 16 y 24 años) de nuestro país tiene un determinado capital cultural personal “cc”. Juntados todos ellos tendríamos el capital cultural total de nuestra juventud “CC”. Imaginemos que disponemos de ese dato de la realidad actual (CC2009), correspondiente a los jóvenes de hoy y, por ejemplo, el mismo dato de la generación de hace casi 20 años (CC1990). En la adquisición y composición de cualquiera de esos dos CC entran a formar parte fuentes y componentes culturales muy diversos: adquisiciones por la práctica de la lectura, la posibilidad de elegir entre muchos tipos de lecturas, el conocimiento de las artes, la visita a exposiciones y museos, viajar a otros lugares distintos al de residencia, conocimiento de idiomas, capacidad de buscar y manejar información, el nivel de estudios cursados, el colegio al que asistió, los estímulos y apoyos familiares, las aportaciones de sus iguales, los medios de comunicación… No nos cabe duda de que el CC hoy es más alto que el de hace veinte años, y que existe un aumento del nivel desde CC1990 hasta CC2009. Obviamente, entre los jóvenes de cualquiera de los dos grupos o generaciones existirán diferencias en cuanto al nivel de capital que alcanzó cada individuo y en lo que se refiere a qué fuentes han pesado más en la formación del capital de cada uno (cc). Diversos datos objetivos avalan la tesis de la mejora. - El gasto medio por persona en cultura entre el año 2000 y 2006 ha pasado de 218 a 333 euros, lo cual representa el 2,9 y el 3,1%, respectivamente, del total del gasto familiar. Es decir, se consume ahora más cultura. - Los jóvenes (15-24 años) muestran un nivel de interés por la lectura ligeramente inferior al de los adultos (de 40-50 años), pero ese nivel se incrementa muy significativamente a medida que aumenta el nivel de estudios al que han llegado. Superan a los adultos cuando se trata del interés por las lecturas relacionadas con sus estudios o profesión. Superan muy notoriamente a los adultos de cualquier edad en el haber leído algún libro durante el año y en el último mes. Ocurre lo mismo con la frecuentación de bibliotecas. Quiere decirse que cuando la escolarización aumenta el nivel de cultura lectora sube. Eso sí, del gasto en la compra de libros, el 48% lo es para libros de texto. Hoy se lee más y acerca de más variedad de temas. - Los jóvenes asisten más al teatro, tienen más interés por la música, muestran más interés y van más al cine, utilizan más las nuevas tecnologías y, particularmente, los ordenadores y la navegación por Internet (datos de la Encuesta sobre Gasto de consumo cultural de los hogares). - Basta una superficial observación para darse cuenta de la proliferación de oferta de enseñanza de idiomas, ocupada mayoritariamente por escolares, y ver quiénes se desplazan a estudiar idiomas al extranjero durante el verano, para aceptar que los jóvenes de hoy están por encima de los adultos actuales en el dominio de idiomas. Estos adultos sobrepasados fueron los jóvenes con los que se pretende establecer la comparación con los actuales. Si éstos superan a los adultos de nuestro tiempo, mucho más lo harían si la comparación se hiciera hipotéticamente retrocediendo en el tiempo. ¿Qué desnivel habría y a favor de quién, si nuestros jóvenes fueran transportados al pasado y los comparasen con los que habitaban en ese pasado? Serían más competentes y más extraños. Se puede concluir que el CC1990 tuvo que ser inferior al CC2009. El nivel de educación formal alcanzado se correlaciona positivamente con las prácticas culturales, lo cual significa que en el valor o nivel cultural más general actual está pesando positivamente el capital cultural específicamente de origen escolar. Abordemos el tema del nivel desde otro flanco. La población que se ha escolarizado a lo largo de esos casi últimos 20 años ha crecido progresivamente por debajo y por encima de los tramos obligatorios. - En 1991 la tasa neta de escolarización a los 15 años era del 90,35, ascendiendo al 98% en 2007. Sube la escolarización y con ella cabe esperar un aumento del capital cultural global (CC), aunque suponemos que el beneficio será desigual para los individuos y hasta podrían darse casos de estancamiento, y recesión. Es evidente que una parte importante del alumnado queda detenida en la acumulación de capital de origen escolar, constituyendo un punto negro del sistema porque dejan de contribuir al capital común (CC), pero el sistema no “deja de ganar”. En términos éticos y pedagógicos la valoración debe ser otra muy distinta porque ahí se acentúa muy significativamente un proceso de selección. - En 1991 la tasa bruta de población que finalizaba el Bachillerato era del 33%. En 2006 sube al 45,2%. - La población que cursaba estudios universitarios de primero y segundo ciclo era de 1.446.472 en 1994, pasando en 2002 a ser 1.525.989. En 1993 se graduaron 142.797 estudiantes y en 2001, 205.288 (Informe sobre la evolución del alumnado universitario de 1994-95 a 2001-02). En el tercer ciclo se pasa de 55.268 de alumnos en 1994 a 76.820 en 2006. La población de edad { Nº 393 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. 55 comprendida entre 25 y 64 años de edad que alcanzó el nivel de titulación universitaria en 1994 fue del 16%; en el año 2003 se había elevado al 38%, muy por encima de la media de la OCDE. - En lo que a investigación se refiere, en 1976 se presentaron 1.117 tesis de doctorado, en 1990 fueron 4.548 y en 2.004 ascendieron a 6.864. En 1992 la producción de publicaciones científicas era de 13.824 (representando el 1,91% de la producción mundial), en 2004 fueron 36.840 (el 3,10% del mundo) –Datos y cifras del sistema Universitario, 2005-2006 e Indicadores del sistema español de ciencia y tecnología, 2007–. desplazamiento de papeles entre ellos tiene en la vida cotidiana y, también, en la educación. Cuando la sociedad experimenta un proceso de cambio acelerado, las rupturas suelen ser más notables y profundas: los adultos quedan más prematura y notablemente “desfasados” respecto de los más jóvenes. (recordemos la veracidad de esa ventaja en el dominio de idiomas o de las nuevas tecnologías). En ciertos casos puede que sean los adultos los que estén perdiendo nivel respecto de los menores en general y de los alumnos, en particular. Quizá la cultura prefigurativa que dominan los menores y la postfigurativa, en la que lo hacen los mayores, se estén distanciando entre sí, teniendo como consecuencia la aparición de desenfoques, desencuentros y hasta conflictos. Cómo atrapar el pasado En nuestro caso consideramos como un atrevimiento querer utilizar los recuerdos de lo que era entonces la realidad, cuya reconstrucción está sometida a las leyes del olvido, y relacionarla con el presente, a fin de comparar sus respectivos niveles y decidir cuál de los dos es más alto. La valoración de la bondad del nivel en aquel tiempo habría que hacerla respecto del contexto de entonces. Incluso, disponiendo de las mejores series estadísticas –que no es nuestro caso– no sería posible comparar el presente y el pasado con esa fuente de información. Otra dificultad radica en que el significado de los datos cuando se refieren a épocas distintas no son homogéneos. Comprobar que los soldados de un tiempo anterior tenían una estatura diferente a la de los actuales, contrastando las medidas antropométricas, nos permite con toda seguridad afirmar que la estatura media ha incrementado su nivel. Nuestros hijos leerán, con seguridad, más ahora que los jóvenes en el pasado (que éramos nosotros). Pero, sobre todo, hay que hacer notar que leen textos muy distintos. En una sociedad en la que la población joven disfruta de una escolaridad más prolongada que cualquier otra que la haya precedido, a la vez que se ha extendido a más individuos, no se puede admitir el diagnóstico de que en educación “…a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor”, a no ser que se enfatice lo de parecer o que se presuma que la escolarización en sí misma y lo que se hace dentro de ella sea dañino para el progreso de los individuos y de la sociedad Comparando datos del presente con otros correspondientes a un pasado próximo se puede sostener un optimismo realista con la perspectiva del sistema global. Este análisis no oculta que ciertos valores, perspectivas y prioridades, o las relaciones sociales hayan cambiado. Mucho menos queremos decir que no haya problemas o que estemos satisfechos. Siempre querremos más y mejor, porque podemos mejorar. Hace tiempo que la antropóloga Margaret Mead (1971) hizo la observación de que el cambio en la caracterización de las generaciones, tenía mucho que ver con la relación entre los saberes que se intercambian. Según ella, han existido y conviven hoy tres culturas en las relaciones entre adultos y menores. La postfigurativa, en la cual los niños aprenden de sus mayores, en estrecho contacto con ellos. La cofigurativa, caracterizada por la pérdida de relevancia de los adultos, al perder vigencia los vínculos con el pasado. Por último, está la prefigurativa, en la que los adultos también aprenden de los menores que han elaborado su propia cultura, con las consecuencias que ese 56 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. Nº393 } La disección del pesimismo Mientras que el optimista realista tiene que aportar datos para sostener la dosis de optimismo en la dialéctica con el pesimismo de quienes creen que el nivel decrece, al pesimista, para sostener la credibilidad de sus posiciones, le basta con apelar a su experiencia inmediata (incluso a la que conoce de otros). Es necesario sortear algunas trampas que nos tiende el lenguaje que utiliza el pesimismo. La palabra nivel puede provocar confusión Originariamente, tiene una primera acepción que alude a la horizontalidad plana que muestra la superficie de un líquido o de un árido, que alcanza una determina altura en el recipiente o depósito en el que está contenido. El nivel tiene relación también con el grado que se alcanza en una determinada escala. Si sube la altura de esa superficie cuando se añade líquido, sube el nivel y al contrario. Esta metáfora facilita una primera comprensión sencilla de lo que se entiende por bajada del nivel, pero nos puede llevar a cometer algunos errores al aplicarla. En primer lugar, en educación no encontramos una horizontalidad plana y regular, en el nivel que sea, pues la “masa” humana que da un nivel, no está compuesta de moléculas regulares que se acoplan formando una superficie homogéneamente regular, sino que son individuos con logros distintos, imposibles de acoplarse en un plano horizontal. Por el contrario, presenta irregularidades con notables desniveles entre los diferentes puntos de la superficie. Al constituir una masa heterogénea e irregular no sabemos muy bien cuándo y a qué ritmo el conjunto de individuos cambian de nivel. En cada individuo (molécula) los cambios difieren y son singulares: no todos suben y bajan de la misma manera, ni es lo mismo lo que cambia en ellos. Es imposible fijar niveles haciendo un juicio al presente desde parámetros del pasado sin aclarar de qué es el nivel Ésta es la segunda dificultad de la metáfora, no definir de qué es exactamente el nivel: ¿dedicación al estudio, entidad del conocimiento que se enseña y se aprende, capacidades más valoradas, formas de comprobar lo que se aprende y promocionar de curso, aceptación de la autoridad de quienes enseñan, intereses y tipos de motivación del alumnado…? Si en lugar de hablar del pesimismo lo hacemos de los pesimistas, podemos observar con frecuencia que detrás de la valoración que hacen de que el nivel baja se ocultan otras razones. tema del mes Hemos de hacer notar el vicio que tiene la misma expresión “el nivel educativo baja” Es una valoración del presente desde el pasado, remitiéndonos a éste como referencia para poder volver a recuperarlo en el futuro. ¿Existió una época dorada cuyos reflejos todavía nos deslumbran o es una construcción desde el recuerdo para condenar el presente? Las disquisiciones en este sentido son estériles e inoperantes. La nostalgia no nos permitirá volver para atrás. La historia no puede retroceder. Hay que construir desde lo que tenemos –alto o bajo-, no reconstruir desde lo que añoramos. Retrato apresurado del pesimista Si las dificultades mencionadas nos disuaden para no dar credibilidad a las comparaciones descontextualizadas y si, además tenemos evidencias de disponer en la actualidad de una población joven mejor preparada, ¿cómo explicar el pesimismo? Hay que darle un giro al enfoque del problema: hay que fijarse en los y las pesimistas. Lo cual nos impone entrar en el terreno de las personas y en la subjetividad –el de sus razones– del pesimista. Con tal intención, procederemos a señalar algunos trazos para confeccionar el retrato robot, que, si bien no será completo ni exacto, algo sí puede orientamos. Descontaremos a los pesimitas coyunturales que defienden la bajada o subida del nivel según estén en la oposición o en el gobierno, utilizando el nivel a su conveniencia, según cual sea su situación. Quienes tuvimos la experiencia de estar en una escuela unitaria, disfrutar de la “enseñanza libre”, cantar la tabla de multiplicar y tener un único libro de texto; quienes supimos fuera de las aulas lo que significó la bomba atómica, tuvimos que superar los filtros de varios exámenes de ingreso y otras tantas reválidas, sin saber quién eran Darwin o Fleming (aunque domináramos el despeje de incógnitas), pusimos rótulos amanerados en los trabajos en vez de que se nos facilitara el dominio de la mecanografía, aprendimos idiomas mientras íbamos en metro a la universidad, compramos libros de segunda mano (no con la intención de poder leer más), conectamos con los autores “malditos” en trastiendas clandestinas…; quienes hemos vivido esas experiencias nos resulta difícil aceptar que aquello era tener nivel aunque sacáramos sobresalientes. Hoy diríamos que si aquel pasado brilla, visto desde hoy, será porque se ve como algo heroico. El pesimista en algún caso no tiene la experiencia de quienes en ese contexto “heroico” han ido aprovechando la cresta de la ola para avanzar a la vez que lo hacía el sistema. Cuando el optimista mira el pasado lo aprecia como algo felizmente superado. Al pesimista le puede ocurrir que su lejano pasado tenga más fulgor que el presente en el que le toca desempeñar su labor, el que él mismo observa o el que le cuentan que existe. Afectado por el olvido de la singularidad no generalizable de su pasado, puede que deslice el juicio de que el nivel baja. Y tiene razón: visto desde el contexto de su origen, en el presente la educación pierde nivel. Finalmente, el pesimista se caracteriza por disponer de un marco propio de teorías implícitas. Argumenta desde su incontestable experiencia actual, sin considerarla en un contexto de explicación más amplio y complejo. Su seguridad se apoya en su percepción. Los datos objetivos acerca del progreso son desechados porque dice que disimulan lo que su juicio negativo denuncia: que el nivel baja por debilitarse la exigencia. He ahí la causa de las estadísticas positivas. Tiene un concepto restringido del canon de su materia y es poco dado a concesiones relativistas. Suele verse reforzado por los medios de comunicación que dedican más atención a sus posiciones que a las contrarias, por aquello de que buenas noticias no son noticia. para saber más X Baudelot, Ch. y Establet, R. (1990): El nivel educativo sube. Madrid. Morata. X Mead, M. (1971): Cultura y compromiso. Estudio sobre la ruptura generacional. Buenos Aires: Granica. X Informe sobre la evolución del alumnado universitario de 199495 a 2001-02. Madrid: Consejo de Coordinación Universitaria, Vicesecretaría de Estudios, 2003. X Datos y cifras del sistema Universitario. 2005-2006. Madrid: MEC, Consejo de Coordinación Universitaria. X Encuesta sobre Gasto de consumo cultural de los hogares. Ministerio de Cultura: http://www.mcu.es/culturabase/cgi/axi X Indicadores del sistema español de ciencia y tecnología, 2007. http://web.micinn.es/contenido.asp?dir=04_Universidades/03@ Investigacion/03@ResInd/00@Indicadores