Este artículo es una publicación de la Corporación Viva la Ciudadanía Opiniones sobre este artículo escribanos a: [email protected] www.viva.org.co Preferencias planteadas decantadas, incertidumbres Ricardo García Duarte Politólogo abogado www.ricardogarciaduarte.wordpress.com y La campaña presidencial que se resistía porque nadie arrancaba, terminó por abdicar ante la fuerza lógica de toda elección y en la cual las preferencias se decantan en dos o tres candidaturas a medida que entran en la recta final. Así ganan en claridad para los propios electores y abren el terreno para solidas mayorías. Incluso, las instituciones a veces son diseñadas para ayudar a esa concentración de las voluntades. En Estados Unidos por ejemplo, existen las “primarias”, antes de que las convenciones escojan el candidato de cada uno de los dos partidos. En igual sentido, Francia fijó el sistema de “Ballotage”, o de segunda vuelta, a la que llegan sólo los dos candidatos mayoritarios. Tras los cuales se congregan las preferencias de los electores obligados a menudo a votar no por el que más quieren si no por el que menos detestan. Por iguales razones también en Colombia se incorporó constitucionalmente dicho mecanismo. Para corregir la dispersión natural del multipartidismo y asegurar de eso modo las mayorías suficientes para el ganador. Formación de preferencias En un comienzo pudo pensarse con razón que haría falta esperar hasta una segunda vuelta para que se perfilaran las inclinaciones del electorado. Pero, no ha sido así. No ha habido necesidad de escuchar los resultados de la primera vuelta. Una tendencia a la bipolarización se ha consolidado, apenas un mes largo después de que arrancara el período de la campaña propiamente presidencial. Las encuestas de abril, lo revelaron y ahora las de mayo lo confirman. En ellas han quedado rezagadas las candidatas del Partido Conservador y del Polo Democrático, también el candidato independiente de la Alianza Verde, ya sin el aliento suficiente este último para posicionar una “tercería”. En cambio, santismo y uribismo, dueños de unos mayores recursos económicos, institucionales, discursivos y simbólicos (aún si algunos de estos son negativos) se impusieron en el campo de las expectativas, allí donde realmente se va depositando la atención de los votantes, es decir en donde se configura la voluntad de por quién va a votar cada uno o mejor por quien no va a votar, en función de sus intereses o prevenciones. La selección de preferencias entre Santos y el candidato del uribismo no ha significado, sin embargo, el mismo tipo de desplazamiento entre los electores. Mientras el Presidente se ha estancado tozudamente lo que quiere decir que en términos relativos ha descendido en las intenciones de los electores, Oscar Iván Zuluaga, el de Uribe Vélez, ha crecido en una notable multiplicación de un 200%, si se miden las variaciones en las intenciones del voto. La fragilidad electoral de Santos En estas últimas variaciones, es decir, en la fluidez de las orientaciones electorales, la particularidad de esta campaña radicaba en la fragilidad de Santos, paradójicamente no en su fortaleza, a pesar de la “mermelada” y del aparato de la Unidad Nacional. Dicha fragilidad (en términos de adhesiones electorales) residía en la dificultad para retener de su lado los votos adiestrados durante ocho años en el vínculo con Uribe. El asunto consistía en saber si era capaz de seducirlos después de que el expresidente se lanzara a la oposición. Los bajonazos por parte de Juan Manuel Santos en materia de favorabilidad popular fueron persistentes desde 2011. Después, cuando se configuró el escenario para una futura elección, casi el 70% de los ciudadanos llegó a rechazar su reelección. Santos efectivamente se ganó a la clase política, se la arrebató a Uribe Vélez pero, no a la opinión pública, la que se mantuvo en altas proporciones fiel al discurso confrontacionista y crecientemente conservador de Uribe. Las transferencias de capital de Uribe El problema entonces consistía en si el expresidente podía activar el dispositivo de transferencia de su capital político en cabeza de su alfil Oscar Iván Zuluaga. Fue un propósito que finalmente ha conseguido, después de que quedaran atrás las elecciones parlamentarias. El que Santos se mantuviera frenado en el 28% constituía un indicador de que de sus 9 millones de electores en 2010, sólo retenía la mitad. Mientras tanto, los otros 4 millones y medio, apoyados en una mayor identidad uribista, permanecían como un “botín” potencialmente conquistable por parte de la campaña uribista. Las circunstancia de que hoy, a una semana de la primera vuelta, Oscar Iván Zuluaga esté igualado con Santos en un 29% de intenciones de votos, según GALLUP, expresa claramente que el uribismo mediante su discurso ideologizado a propósito de la seguridad y mediante la figura de Zuluaga, reconquistó ese electorado, algo que vuelve absolutamente reñida la primera vuelta, salvo que el acuerdo anunciado en La Habana sobre el tercer punto de la agenda reflote considerablemente la apuesta del Presidente. Así mismo rodea de incertidumbre la segunda vuelta, desde el punto de vista de los resultados y de la suerte que correrán algunos temas cruciales de la agenda pública como son la paz y las relaciones internacionales, especialmente con los vecinos. La realidad dura y cruda es la que el abanico de opciones acaba de dar paso a la polarización entre el santismo y el uribismo, lo que deja sin posibilidades efectivas a las fuerzas independientes y a las de izquierda. Se trata de una polarización entre, de una parte, un Santos con un proyecto de paz razonable, pero con la mala compañía de las maquinarias tradicionales y de otra parte un Uribe (a través de Oscar Iván Zuluaga) que apela más a la opinión, pero que se arma con un discurso de derecha demagógica que contamina la cultura política. Edición N° 00399 – Semana del 16 al 22 de Mayo – 2014